Este singular blog proclama las verdades básicas de la Biblia
Datos personales
- Javier Rivas Martínez
- Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.
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sábado, 9 de julio de 2011
domingo, 2 de enero de 2011
LA GRACIA QUE NOS TRAERÁ JESUCRISTO EN SU PARUSÍA: ¿QUÉ SIGNIFICA ESO?

“Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado”.
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Por Mario A Olcese (Apologista)
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Los más de los predicadores cristianos de hoy suponen que ya no estamos bajo la ley de Moisés sino bajo la gracia de Dios, lo cual no deja de ser verdad, pues lo dice la Biblia. Sin embargo, ellos enseñan que la gracia de Dios es la salvación que se recibe por la bondad inmerecida de Dios a través de la fe en la expiación realizada por Cristo en la cruz para el perdón de nuestros pecados, y que nos lleva finalmente al cielo para vivir eternalmente con la Deidad. Es decir, suponen que el evangelio de la gracia es la buena nueva de que Dios nos salva, no por nuestros méritos, o por las obras de la ley que hemos “obedecido”, sino por los méritos del Señor Jesús, haciendo definitivamente nula la ley de Dios escrita en piedras y que nos condenaba. Ahora nadie debe depender de la ley dada por Moisés para ser salvo, sino en la fe puesta en Cristo, su sacrificio por nuestros pecados, y su gloriosa resurrección al tercer día.
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La ley no salva a nadie, sino nuestra fe que obra por amor.
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Es verdad que aquellos que quieren justificarse por medio de guardar le ley “mosaica” están en maldición, porque nadie sin Cristo puede cumplirlas (Gál. 3.10). Pero también es verdad que todo aquel que ha puesto su fe en Jesucristo y en su sacrificio expiatorio no puede ignorar la necesidad de la ley de Dios en la sociedad humana para el orden. La gracia de Dios no hace a la ley inoperante u obsoleta, ya que si no hay ley, entonces tampoco hay pecado…y obviamente el pecado está aún presente en el mundo. Esto, por sí sólo, hace patente la vigencia de la ley de Dios. Y esta ley divina se puede resumir en dos mandamientos: El amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo (1 Juan 3:4). Es decir, por AMOR (los mandamientos ya escritos en nuestros corazones), el hombre puede cumplir con los preceptos de Dios, aunado con el Espíritu del Señor que mora en cada creyente que le fortalece para vencer.
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En realidad, amando a Dios con todo nuestro ser, podemos muy bien guardar los primeros mandamientos, y amando al prójimo como a uno mismo uno puede guardar los mandamientos restantes sin mayor problema. Es sólo cuando no amamos a Dios sobre todas las cosas, o cuando nos amamos más a nosotros mismos que a cualquiera de nuestros semejantes, que violamos la leyes de Dios. Necesitamos, pues, desarrollar el amor, y el amor viene como fruto del Espíritu de Dios.
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La Gracia y la salvación
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La gracia divina es el favor inmerecido que recibimos del Creador para que se restablezca una relación positiva y óptima con Él. Es llegar a ser un olor grato para Dios y participar de su familia, y recibir de Sus bendiciones y grandes promesas preparadas desde antes de la fundación del mundo. La salvación que trae esta gracia viene por la fe, y no por las obras de la ley, ya que por las obras de la ley nadie será justificado. El apóstol Pedro relacionó la gracia de Dios con nuestra salvación, diciendo: “Los profetas que profetizaron de la GRACIA destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta SALVACIÓN. escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos”. 1 Pedro 1:10,11.
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Sí, mi amigos, la gracia que no viene por la ley, sino por la fe en Cristo (y sus sufrimientos en la cruz) nos traería la salvación, que no es otra cosa que las GLORIAS que vendrían tras los sufrimientos de Cristo, es decir, Su resurrección, su glorificación, y su anhelada herencia del reino mesiánico para luego compartirlo con sus otros “cristos” o “ungidos” en su parusía.
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La gracia salvadora aún espera su manifestación
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El mismo apóstol Pedro pasa a decirnos algo que millones de evangelistas ignoran. Me refiero a la gracia, la cual aún no está consumada, sino sólo cuando sea manifestada en la parusía de Cristo. Es decir, el proceso de la salvación por gracia aún no termina hasta la parusía del Señor Jesucristo. En 1 Pedro 1:13, el apóstol Pedro pasa enseguida a decir: “Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado”. ¿Se dan cuenta, estimados amigos, que la salvación por gracia aún no ha sido completada? Aquí Pedro es claro al afirmar que debemos esperar por la gracia que se nos traerá cuando Jesucristo sea manifestado… ¡no antes! Así que Jesús volverá para COMPLETAR el proceso de salvación por la GRACIA. Es un regalo ofrecido por Dios a los vencedores, a los perseverantes, a los perfectos, a los santos, a los elegidos, a los hijos de Dios.
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Pues bien, Jesús viene para entregarnos esa gracia, ese don inmerecido que proviene de Su Padre, y que él mismo obtuvo después de ser glorificado. Sí, Jesús lo traerá personalmente para que los suyos sean los coherederos de ese regalo inmerecido de Dios que es la salvación final y definitiva, y que nunca se perderá en el reino de Su Majestad, el Rey Mashiaj Yahshúa.
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Pablo asocia el reino de Dios con la Gracia
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Debemos señalar que los más de los predicadores de hoy están ciegos, caminado a tientas, y buscando la luz que no les resplandece porque Satanás los ha enceguecido (2 Cor. 4:4). Tienen la luz de la Palabra, pero sus mentes están embotadas por la tradición o por las doctrinas de hombres. Mientras no se quiten el velo que cubre sus ojos, permanecerán en ignorancia y caminando por precipicios mortales.
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En Hechos 20:24,25, el apóstol Pablo predica un evangelio de la gracia que NO difiere en absoluto del evangelio del reino de Jesucristo. En realidad Pablo ve la gracia y el reino como el mismo evangelio salvador, ¡y sorprendentemente millones de cristianos no se dan cuenta de ello por su estupidez y terquedad. ¿Es que acaso este humilde servidor es una especie de elegido para revelarlo? No!, Soy simplemente alguien que escudriña las Escrituras con seriedad y mente abierta, sin prejuicios y sin conceptos paganos. Esta verdad que vengo a anunciarles, ya hace tiempo que ha tenido sus pregoneros que han cumplido su cometido en sus respectivos tiempos. Y hoy, en este siglo XXI, el Señor sigue teniendo sus voceros y mensajeros que se ciñen a Su palabra para decir lo que la Escritura quiere enseñarnos. Aquí hay revelación, no de doctos destacados, los cuales han demostrado muchas veces ser más ignorantes que los menos instruidos, sino de hombres que con sinceridad de corazón han pedido sabiduría de lo alto. Si a alguien le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él la dará en abundancia. Por tanto, la verdad de la gracia y el reino no es producto de la sabiduría humana, o de los grandes doctos de los seminarios teológicos, sino de Dios, de lo alto.
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Pues habiendo aclarado esto, quiero examinar con ustedes Hechos 20:24,25 para que de una vez, y por todas, la gente se dé cuenta de que no hay dos evangelios: el del reino y el de la gracia. Pero el que me quiera contradecir, que lo haga, pero no a mí, sino a Pablo, quien dijo claramente que sólo había UN solo evangelio salvador y no dos o más. Dice él en Gálatas 1:6-9, así: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema”. ¿Podría existir algún otro pasaje más claro que éste? ¡No lo creo!
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Veamos, ahora sí, Hechos 20:24, 25:
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“Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del EVANGELIO DE LA GRACIA DE DIOS. 25 Y ahora, he aquí, yo sé que ninguno de todos vosotros, entre quienes he pasado PREDICANDO EL REINO DE DIOS, verá más mi rostro”.
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Nótese cuán claro es Pablo hay relacionar su predicación del reino de Dios con el evangelio de la gracia de Dios. Por tanto, sería una necedad que nuestros detractores furibundos insistan en sostener un imposible, es decir, que el reino de Dios nada tiene que ver con la gracia de Dios. Esta estrecha relación reino/gracia es del todo contundente e irrefutable, y no admite discusión alguna. Así que si hay por allí algún predicador que diga que estoy enseñando una falsedad, debería refutarme con claridad en qué punto me estoy desviando de la verdad prístina revelada por el Señor.
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Pues bien, antes habíamos dicho que Pedro había escrito (en 1 Pedro 1:13) que los fieles esperaban la gracia que traerá nuestro propio Rey, Su Majestad, el Señor Jesucristo. Esto quiere decir que Jesús nos traerá esa gracia/reino en su segunda venida en gloria. Y efectivamente, si leemos con cuidado Mateo 25:31,34, encontraremos que Jesús se manifestará para introducirnos en su reino como los co-herederos legítimos de éste. Dice Jesús muy claramente, así:
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“Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria… Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, HEREDAD EL REINO preparado para vosotros desde la fundación del mundo.
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Gracia/reino/salvación
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Siendo que la salvación se obtiene únicamente por gracia, nosotros, los que buscamos su reino y su justicia primero, obtendremos la salvación definitiva que nunca se perderá en la parusía del Rey. Sí, mis amigos, esta salvación por gracia se hará realidad sólo cuando Jesucristo, nuestro rey majestuoso, regrese del cielo y nos introduzca en su reino milenial en la era venidera, la era del reino. Dice Hebreos 9:28: “Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para SALVAR a los que le esperan”. Así que los que dicen que ya son salvos ahora, simplemente son unos MENTIROSOS… ¡y son aún más mentirosos cuando nos dicen que su salvación nunca la perderán. ¿Cómo pueden ellos decir eso si Jesús aún no ha vuelto para salvarlos? En 1 Pedro 1:5, Pedro dice: “Que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para ALCANZAR la SALVACIÓN que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero. Y por supuesto, para alcanzar esa salvación es necesario PERSEVERAR hasta el fin (Mt. 24:13). Y Pablo dice también: ocupaos en vuestra SALVACIÓN con temor y temblor” (Fil. 2:12).
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Conclusión
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Definitivamente esta preciosa verdad que usted acaba de leer no es predicada o anunciada en las iglesias organizadas de hoy. Y lo más trágico es que los más de los que se dicen ser “cristianos” no tienen ni la más mínima idea de lo que es el evangelio del reino o llamado también “el evangelio de la gracia”, y que tiene que ver con nuestra futura salvación, glorificación, y coronación en el gobierno mundial de Cristo que se implantará en la tierra en la era venidera, la era del reino, la era de la justicia y de la paz.
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Miles de afamados predicadores en las “tarimas evangélicas” dicen presentar el evangelio verdadero y salvador, pero prácticamente ninguno de ellos anuncian este reino glorioso y salvador (la gracia) a los potenciales creyentes. Simplemente no es parte de su agenda evangelizadora, y no es un lenguaje que consideren apropiado para nuestro siglo XXI.
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Decenas de miles de cristianos en el primer siglo fueron bautizados creyendo en el mensaje del reino de Dios y en el nombre de Jesucristo (Hechos 8:12), pero hoy ciento de miles de nuevos “cristianos” se bautizan si haber entendido y creído en el reino de Dios que es el evangelio de la gracia, el evangelio salvador que trajo Jesús por encargo de Su Padre (Lc. 4:43; Rom 1:16).
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Es hora de retomar el evangelio prístino de Cristo, el único y verdadero que salva al creyente. Cualquier otro evangelio sencillamente es inoperante, falso, y por tanto, demoníaco.
martes, 2 de noviembre de 2010
UNA SALVACION PENDIENTE MANIFESTADA EN EL TIEMPO POSTRERO

Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)
¡Esta es una información valiosa que no encontrará usted en ningún otro blog cristiano, pues carecen de esta maravillosa revelación bíblica!
¡La Salvación futura que pocos aún entienden!…
Estimados amigos, el apóstol Pedro escribió lo siguiente a los creyentes del Señor: “que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la SALVACIÓN que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero! (1 Pedro 1:5). Sí, mis correligionarios, aquí hay una salvación que alcanzaremos cuando sea manifestada en el día postrero. Con esto queremos decirle que nadie puede gritar a voz en cuello que ya es salvo y que sólo espera irse al cielo al momento de morir. Aquí Pedro nos habla de una salvación escatológica, futura, aún no consumada en nosotros, y que podremos recibir si mantenemos la fe incólume.
Pues bien, ¿qué cosas se manifestarán en el día postrero, según las Escrituras? Sin duda el Señor Jesucristo es quien se manifestará para salvar a los que le esperan. Esto está revelado en Hebreos 9:28, donde leemos: “Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para SALVAR a los que le esperan”. ¿Notó usted lo que dice aquí? Aquí dice que Cristo volverá para salvar a los que le esperan. Pero cómo, ¿acaso no fuimos salvos al momento de “recibirlo” a él por fe o cuando creímos en su evangelio? ¿Cómo es que Jesús volverá nuevamente para salvar a los que le esperan?
Algunos han interpretado estas palabras como que Jesús vendrá a salvarnos del anticristo y de la gran tribulación que éste provocará, raptándonos “secretamente” de la tierra y llevándonos al cielo mientras el anticristo hace de las suyas durante su gobierno satánico de siete años. ¿Pero es esta idea demostrable con las Escrituras? ¿Realmente Jesús nos salvará de la gran tribulación y del anticristo a través de un traslado secreto al cielo? Veamos los hechos! En Mateo 24:29,30 Jesús fue diáfanamente claro cuando reveló que él vendría personalmente al mundo (su parusía) DESPUÉS de la gran tribulación de aquellos días finales. He aquí lo que dice el pasaje en cuestión: “E inmediatamente DESPUÉS de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria”. Así que ateniéndonos a lo que Jesús dice, él viene DESPUÉS de la tribulación de aquellos días, y no antes, como muchos aún creen.
Crecer para ganar la salvación es Crecer para ganar el Reino
Pedro dice: “desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para SALVACIÓN” (1 Pedro 2:2). Aquí Pedro habla de CRECER para salvación. Esta es una salvación para gente que ha llegado a ser “grande” y “madura”, espiritualmente hablando, es decir, para creyentes que han CRECIDO, y que han logrado la perfección y la estatura de Cristo. El mismo apóstol Pedro hablará un poco después de este mismo crecimiento o desarrollo que será necesario alcanzar— ¿para qué? ¡Para entrar en el REINO! ¿Cómo lo sabemos? Pues he aquí la sorprendente evidencia que los dejará asombrados. Dice Pedro a estos mismos hermanos: “vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados. Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 1:5-11). Observe que Pedro dice que el creyente debe crecer para obtener LA SALVACIÓN, o lo que es lo mismo decir, para que se le otorgue amplia y generosa entrada en EL REINO eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Así que la SALVACIÓN escatológica NO tiene que ver con escapar de este mundo hacia el cielo para evitar la gran tribulación del anticristo, sino con la ENTRADA AMPLIA Y GENEROSA EN EL REINO DE JESUCRISTO que se manifestará en su venida en gloria, después de la gran tribulación.
Salvación es vida eterna en el Reino
Esa SALVACIÓN escatológica es la salvación del reino, es decir, la que trae el reino prometido. En primer lugar, en Mateo 25:31,34, Jesús dice: “Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, ENTONCES SE SENTARÁ EN SU TRONO DE GLORIA…Entonces dirá a los de su derecha: Venida, benditos de mi Padre, HEREDAD EL REINO preparado para vosotros desde la fundación del mundo”. ¡Esta es la salvación que Cristo trae—¡el poder entrar en su reino prometido con vida eterna! Esto concuerda con Hebreos 9:28, perfectamente. También concuerda con la petición del joven rico, cuando éste le pregunta a Jesús qué debía hacer para ganar LA VIDA ETERNA, y en donde también Jesús dice que difícilmente entrará un rico en el REINO DE DIOS, y en respuesta los discípulos exclaman: ¿Quién, entonces podrá ser SALVO”? (Mateo 19:16-25). Aquí, en estos versos 16-25 de Mateo 19, se conjugan LA VIDA ETERNA, EL REINO DE DIOS, y LA SALVACIÓN.
Entonces LA SALVACIÓN ESCATOLÓGICA se resume muy claramente con esta locución muy simple: Es ‘entrar en el reino de Dios con vida, poder y gloria eternas’. También es interesante leer cómo Juan vislumbra la venida de la SALVACIÓN con la misma venida del REINO de Cristo a la tierra. Estas son sus palabras: “Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: AHORA ha venido la SALVACIÓN, el PODER, y el REINO de nuestro Dios, y la AUTORIDAD de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche” (Apocalipsis 12:10). Los creyentes deben comprender que aún no son íntegramente salvos. Y aunque es cierto que Cristo nos salvó de nuestros pecados pasados al morir en la cruz por nuestros pecados, hay aún una SALVACIÓN FUTURA POR LA CUAL DEBEMOS TODOS ESTAR TRABAJANDO. Dice Pablo: “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor” (Filipenses 2:12).
La Salvación, la gloria eterna, y el Reino
El apóstol Pablo igualmente asocia la SALVACIÓN con la GLORIA eterna. Así, pues, para Pablo, hablar de la obtención de la GLORIA es hablar acerca de la obtención la SALVACIÓN y viceversa. Dice Pablo, así: “Por tanto, todo lo soporto por amor de los escogidos, para que ellos también obtengan la SALVACIÓN que es en Cristo Jesús CON GLORIA ETERNA” (2 Timoteo 2:10). Y también hablar de la GLORIA es hablar del REINO (Véase 1 Tes. 2:12, y comparar Mateo 20:21,22 y Marcos 10:35-27). Por tanto, podemos decir que hablar de ganar la SALVACIÓN es hablar de ganar el REINO DE DIOS. Y entrar o heredar el reino es entrar y heredar la salvación.
La Salvación, el Reino, y la vida eterna son llamados “HERENCIAS”
Ahora bien, tomen nota del siguiente punto que quiero declararles: La Biblia habla de HEREDAR LA VIDA ETERNA, LA SALVACIÓN Y EL REINO…y esto es correcto porque ESTOS VOCABLOS SIGNIFICAN LO MISMO. A continuación verán la siguiente evidencia de la herencia prometida:
A).- Herencia de la salvación:
Hebreos 1:14: “¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán HEREDEROS DE LA SALVACIÓN?”
B).- Herencia del Reino:
Santiago 2:5: “Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y HEREDEROS DEL REINO que ha prometido a los que le aman?”
Mateo 25:34: “Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, HEREDAD EL REINO preparado para vosotros desde la fundación del mundo”.
C).- Herencia de la vida eterna:
Marcos 10:17: Al salir él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para HEREDAR la vida eterna?
Resumen:
En buena cuenta, cuando Pablo dice a los Hebreos (9:28) que “Jesús volverá por segunda vez para SALVAR a los que le esperan”, o cuando Pedro dice en 1 Pedro 1:5 que hay una “SALVACIÓN que está preparada para ser manifestada en el día postrero”, lo que están diciendo es que a los creyentes les espera UNA AMPLIA Y GENEROSA ENTRADA EN EL REINO DE DIOS CON VIDA ETERNA, PODER Y GLORIA, cuando Su Señoría, Jesucristo, el Rey de los reyes, regrese por Segunda vez en toda su Majestad y poder desde los cielos a la tierra para restaurar el reino davídico prometido.
El apóstol Pablo dice, además: “Que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús POR MEDIO DEL EVANGELIO“ (Efesios 3:6). Es decir, la fe en el evangelio (buenas noticias) del Reino y en la obra vicaria de Cristo, hacen posible que los creyentes puedan coparticipar con Cristo de su trono, de su gloria, de su poder, y de la inmortalidad. Por eso Pablo a los Romanos les dice que el evangelio de Cristo (Su reino y su obra vicaria) es poder de Dios para SALVACIÓN a todo aquel que lo cree, al Judío primeramente, y también al Griego.” (Romanos 1:16).
Comentario final:
Desgraciadamente, una infinidad de “creyentes” no logran aún entender lo que es la SALVACIÓN escatológica, y suponen que ya están completamente salvos y que nunca podrán perder su redención. Estas personas no tienen ni la menor idea de que aún hay que ocuparse de una SALVACIÓN en ciernes, y trabajar duro para obtenerla de manera definitiva y completa (Apo.2:3; Fil. 2:16; Juan 6:27).
Además, debo confesarles que es sorprendente que muchos que se enorgullecen de ser Cristianos no tienen una idea cabal de lo que es el reino de Dios, y no le dan la importancia que merece este tema central de la Biblia. No logran convencerse de que deben buscar, no “el reino EN los cielos”, sino “el reino DE los cielos”.
Sin el mensaje del reino se haría imposible entender el programa de Dios para la salvación de la raza humana. Sin este mensaje la tierra no tendría ningún futuro, y menos aún, sus habitantes. Definitivamente el reino de Dios es la esperanza de la congregación Yahweh, o de Sus hijos adoptivos. Estos hijos son también llamados herederos y coherederos con Cristo de las promesas que fueron decretadas a los padres de la fe del Antiguo Testamento. Pero para sorpresa nuestra, las iglesias de hoy parecen darle más importancia a lo que dice el NT y relegan el AT a un segundo plano como si fuera una colección de libros cuasi obsoletos, o simplemente una colección de libros históricos de un pueblo rebelde y repudiado por sus continuas infidelidades. Nada más equivocado, pues no podríamos entender el reino de Dios sin la ayuda de lo que se ha venido a llamar el “Antiguo Testamento”. Ambos, el Antiguo y el Nuevo Testamentos, se complementan perfectamente. Es por eso mi insistencia y perseverancia por anunciar el reino de Dios, porque sé que este mensaje es el evangelio o Buenas Nuevas de salvación que el Padre diseñó de antemano y que encargó a Jesús para que lo anunciara a su pueblo, y luego a los gentiles a través de Pablo (Lucas 4:43). Sin la fe en este anuncio salvador, nadie púede afirmar que ha creído a Cristo, es decir, en el plan divino de salvación para la humanidad (Mr. 1:1,14,15).
Termino diciendo que cuando hablamos de salvación, no sólo hablamos de que Dios nos salvó de la condenación eterna, sino que también hablamos de que hemos “sido trasladados (por la fe) al reino de Dios” (Col. 1:13), el cual se hará realidad en la parusía (Mt. 25:34), cuando el Mesías Jesús nos otorgue la vida eterna, la gloria, y el poder (por la resurrección o transformación), e instaure la justicia y paz perdurables en el mundo al destituir al diablo y su gobierno impío, y restaure el anhelado reino de Dios con Su autoridad y la de sus ungidos o elegidos.
martes, 24 de agosto de 2010
NUESTRA SALVACIÓN ES LA ESPERANZA DE ENTRAR EN EL REINO

Autor anónimo
Todos hemos oído predicaciones acerca de la salvación, y a muchos grandes evangelistas proclamando la salvación eterna tras la oración de fe. Pero queridos hermanos, vamos a ser realistas, y a repasar las Escrituras, para comprobar qué es realmente lo que dicen éstas acerca de nuestra salvación. Veamos si ésta es algo que recibimos para siempre, y que no podemos perder de ninguna manera, o si tal vez es algo gratuito, pero que debemos cuidar con temor y temblor.
Yo me inclino a creer que es algo más parecido a esto segundo, que a lo primero, por lo cual aconsejaría a todos que sigan manteniéndose firmes en la fe, con los ojos puestos en Yahshúa el Mesías, llenos de su Palabra, y envueltos en su obra hasta que él regrese, o hasta que nuestro tiempo en este planeta acabe y nos toque descansar hasta su regreso. Porque lo que el Maestro nos ha prometido es la vida eterna, y esta promesa es la esperanza más grande y maravillosa que nadie jamás pudo soñar, ya que vamos a ser participes de la naturaleza divina, y desde que estamos en el Mesías, tenemos una esperanza que antes no teníamos, ni remotamente, pero que ahora si tenemos. Dice EFESIOS 2:12, así: ”En aquel tiempo no tenían Mashíaj. Estaban apartados de la vida nacional de Israel, extranjeros a los pactos que personifican la promesa de YAHWEH. Estaban en este mundo sin esperanza y sin Elohim”.
Lo cierto es que estábamos todos vacíos, sin el Todopoderoso, y sin ninguna esperanza, y sólo confiados en las mentiras del mundo. Así que, en principio, la salvación que recibimos es ser participantes de todas las promesas hechas por Yahweh Elohim a Abraham, que son las promesas a Israel, de las cuales estábamos totalmente excluidos antes de conocer al Mesías, y de las cuales ahora podemos aspirar a heredar como miembros de la familia del Altísimo.
Esta no es una salvación diferente, made in USA, y que nos dice que una vez salvos, salvos para siempre jamás. Pues gracias a Yahweh esa no es la salvación del Mesías Yahshúa, sino que la esperanza del Mesías es “la esperanza de Israel”, de la cual ahora somos nosotros participes, nosotros que hemos sido injertados en el buen olivo, participantes en la carrera a la meta, “el Reino”, para entrar por la puerta y recibir la salvación que está reservada para nosotros en los cielos, y que el Mesías nos entregará cuando regrese, y no antes. Pero ahora tenemos la más grande esperanza de heredarla de manera amplia generosa. Dice 1 PEDRO 1:3, así: ”Alabado sea Elohim, Padre de nuestro Adón Yahshúa Ha Mashíaj, quien según su gran misericordia, ha hecho que por medio de la resurrección de entre los muertos de Yahshúa Ha Mashíaj, nos hizo renacer a una esperanza viviente”.
Así que lo que hemos recibido a través del nuevo nacimiento, y de la fe en Yahshúa el Mesías, es una esperanza viva de que si permanecemos en él, no seremos avergonzados, y recibiremos este tesoro que está guardado para nosotros en los cielos, porque el Todopoderoso, que no es ningún mentiroso, ha preparado esta vida para nosotros y determinado que la recibamos en todo nuestro ser en el tiempo venidero, para lo cual ahora nos ha dado esta maravillosa esperanza que antes no teníamos en lo más mínimo, pero que ahora sí nos ha sido predicada, por lo cual hemos pasado a ser miembros de esta gloriosa familia de la esperanza. Dice TITO 1:2-3, así: ”Y están basados en cierta esperanza de vida eterna. YAHWEH, que no miente, prometió esa vida antes del principio del tiempo; mas, a su debido tiempo, manifestó públicamente su palabra por medio de la proclamación con la cual he sido confiado por orden de YAHWEH nuestro Salvador. Por lo que nos queda más que probado que esta salvación, que incluye, según hemos estado explicando con anterioridad, “la vida eterna y la entrada al Reino”, nos será entregada mas adelante, y vemos claramente que entonces el contrato de nuestra salvación ha sido realizado en esperanza, y siendo esta el elemento principal a través de la cual hemos adquirido esa promesa divina que se encuentra en el paquete de nuestra salvación, que aunque ahora no la vemos, ya que si la viésemos la tendríamos, y ya no sería esperanza, sino un hecho consumado, seguimos esperando con fe y paciencia, por lo cual el Todopoderoso sigue produciendo por medio de la prueba de nuestra fe, el elixir de la paciencia que no tenemos por naturaleza y necesitamos para no salirnos del camino debido a la impaciencia de la carne. dice ROMANOS 8:24-25, así: ”Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; ya que lo que alguno ve, ¿para qué esperarlo? 25 Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos”.
Esta esperanza es real para todos aquellos que hemos creído en el Mesías, y debemos estar tranquilos, porque así como sabemos que nuestro Maestro está ahora a la derecha del Padre Yahweh, en el Cielo, así también nuestra esperanza está muy bien guardada en el Mesías, y sabemos que cuando él se manifieste, entonces también será manifestada con él nuestra esperanza, y nos será entregada en aquel día, porque sabemos que fiel es el que prometió, y sabemos en quién hemos creído. Dice COLOSENSES 1:5 , así: ”A CAUSA DE LA ESPERANZA QUE OS ESTA GUARDADA EN LOS CIELOS. DE ESTA ESPERANZA YA HABEIS OIDO POR LA PALABRA VERDADERA DEL EVANGELIO”.
Vemos que cuando Pablo les habla a los romanos acerca de la llegada del tiempo de la salvación, lo hace indicando que ésta es posterior al momento en que nos convertimos al Mesías, y creímos por primera vez, por lo cual aparece un lapso de tiempo desde el nuevo nacimiento del espíritu, hasta la salvación del alma, que pacientemente espera con el cuerpo, la llegada de aquel glorioso día, de la misma forma en que se espera la hora de un parto, el cual nadie puede adelantar, ni retrasar, porque tiene un tiempo perfecto establecido por el Todopoderoso. Así también es nuestra salvación, tiene un tiempo que sólo Yahweh conoce. Dice ROMANOS 13:11, así: “Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño, porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos”.
Es por esto también que cuando hablamos de la segunda venida del Mesías, y del establecimiento del Reino, también lo hacemos de la manera que los primeros discípulos se refrían al evento, como el de una “esperanza bienaventurada”, que es la muy bendecida esperanza que alberga todo creyente en su corazón, sabiendo que somos coherederos juntamente con el Rey, y con Abraham, y con toda la familia de Yahweh, de la herencia que el Padre ha dispuesto para nosotros. Dice TITO 2:13, así: “MIENTRAS AGUARDAMOS LA ESPERANZA BIENAVENTURADA Y LA MANIFESTACION GLORIOSA DE NUESTRO GRAN DIOS Y SALVADOR YAHSHÚA EL MESÍAS”.
En la medida que vamos profundizando en la esperanza, vemos que se nos dice que debemos permanecer en la fe, y se nos insiste en que no nos movamos de esa esperanza, sino que permanezca firmemente cimentada nuestra vida en esta roca del Altísimo, y esperanza de gloria en el Mesías. Dice COLOSENSES 1:23, así: “ Pero es necesario que permanezcáis fundados y firmes en la fe, sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo y del cual yo, Pablo, fui hecho ministro”.
Sabemos que la esperanza es también parte fundamental de la armadura con la cual debemos vestirnos cada día para poder hacer frente a todas las asechanzas del maligno. Este malvado tiene propuesto hacernos la vida imposible para que no mantengamos vivos y sujetos a aquel que nos sostiene y vivifica cada día, y fracasemos en la lucha. Dice 1 TESALONICENSES 5:8, así: ”Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de la fe y del amor, y con la esperanza de salvación como casco”. Por eso, más que nunca, ahora debemos guardar este tesoro maravilloso que nos dio, y trabajar con esta esperanza cada día, compartiéndola con otros para que la vida eterna que viene a través suyo se derrame abundantemente, recordando siempre que son tres los elementos más maravillosos, que el Todopoderoso nos dio, para hacer su obra y llegar a la meta; y uno de ellos es la esperanza; 1 CORINTIOS 13:13, dice: “AHORA PERMANECEN LA FE, LA ESPERANZA Y EL AMOR, ESTOS TRES; PERO EL MAYOR DE ELLOS ES EL AMOR”.
Yo me inclino a creer que es algo más parecido a esto segundo, que a lo primero, por lo cual aconsejaría a todos que sigan manteniéndose firmes en la fe, con los ojos puestos en Yahshúa el Mesías, llenos de su Palabra, y envueltos en su obra hasta que él regrese, o hasta que nuestro tiempo en este planeta acabe y nos toque descansar hasta su regreso. Porque lo que el Maestro nos ha prometido es la vida eterna, y esta promesa es la esperanza más grande y maravillosa que nadie jamás pudo soñar, ya que vamos a ser participes de la naturaleza divina, y desde que estamos en el Mesías, tenemos una esperanza que antes no teníamos, ni remotamente, pero que ahora si tenemos. Dice EFESIOS 2:12, así: ”En aquel tiempo no tenían Mashíaj. Estaban apartados de la vida nacional de Israel, extranjeros a los pactos que personifican la promesa de YAHWEH. Estaban en este mundo sin esperanza y sin Elohim”.
Lo cierto es que estábamos todos vacíos, sin el Todopoderoso, y sin ninguna esperanza, y sólo confiados en las mentiras del mundo. Así que, en principio, la salvación que recibimos es ser participantes de todas las promesas hechas por Yahweh Elohim a Abraham, que son las promesas a Israel, de las cuales estábamos totalmente excluidos antes de conocer al Mesías, y de las cuales ahora podemos aspirar a heredar como miembros de la familia del Altísimo.
Esta no es una salvación diferente, made in USA, y que nos dice que una vez salvos, salvos para siempre jamás. Pues gracias a Yahweh esa no es la salvación del Mesías Yahshúa, sino que la esperanza del Mesías es “la esperanza de Israel”, de la cual ahora somos nosotros participes, nosotros que hemos sido injertados en el buen olivo, participantes en la carrera a la meta, “el Reino”, para entrar por la puerta y recibir la salvación que está reservada para nosotros en los cielos, y que el Mesías nos entregará cuando regrese, y no antes. Pero ahora tenemos la más grande esperanza de heredarla de manera amplia generosa. Dice 1 PEDRO 1:3, así: ”Alabado sea Elohim, Padre de nuestro Adón Yahshúa Ha Mashíaj, quien según su gran misericordia, ha hecho que por medio de la resurrección de entre los muertos de Yahshúa Ha Mashíaj, nos hizo renacer a una esperanza viviente”.
Así que lo que hemos recibido a través del nuevo nacimiento, y de la fe en Yahshúa el Mesías, es una esperanza viva de que si permanecemos en él, no seremos avergonzados, y recibiremos este tesoro que está guardado para nosotros en los cielos, porque el Todopoderoso, que no es ningún mentiroso, ha preparado esta vida para nosotros y determinado que la recibamos en todo nuestro ser en el tiempo venidero, para lo cual ahora nos ha dado esta maravillosa esperanza que antes no teníamos en lo más mínimo, pero que ahora sí nos ha sido predicada, por lo cual hemos pasado a ser miembros de esta gloriosa familia de la esperanza. Dice TITO 1:2-3, así: ”Y están basados en cierta esperanza de vida eterna. YAHWEH, que no miente, prometió esa vida antes del principio del tiempo; mas, a su debido tiempo, manifestó públicamente su palabra por medio de la proclamación con la cual he sido confiado por orden de YAHWEH nuestro Salvador. Por lo que nos queda más que probado que esta salvación, que incluye, según hemos estado explicando con anterioridad, “la vida eterna y la entrada al Reino”, nos será entregada mas adelante, y vemos claramente que entonces el contrato de nuestra salvación ha sido realizado en esperanza, y siendo esta el elemento principal a través de la cual hemos adquirido esa promesa divina que se encuentra en el paquete de nuestra salvación, que aunque ahora no la vemos, ya que si la viésemos la tendríamos, y ya no sería esperanza, sino un hecho consumado, seguimos esperando con fe y paciencia, por lo cual el Todopoderoso sigue produciendo por medio de la prueba de nuestra fe, el elixir de la paciencia que no tenemos por naturaleza y necesitamos para no salirnos del camino debido a la impaciencia de la carne. dice ROMANOS 8:24-25, así: ”Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; ya que lo que alguno ve, ¿para qué esperarlo? 25 Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos”.
Esta esperanza es real para todos aquellos que hemos creído en el Mesías, y debemos estar tranquilos, porque así como sabemos que nuestro Maestro está ahora a la derecha del Padre Yahweh, en el Cielo, así también nuestra esperanza está muy bien guardada en el Mesías, y sabemos que cuando él se manifieste, entonces también será manifestada con él nuestra esperanza, y nos será entregada en aquel día, porque sabemos que fiel es el que prometió, y sabemos en quién hemos creído. Dice COLOSENSES 1:5 , así: ”A CAUSA DE LA ESPERANZA QUE OS ESTA GUARDADA EN LOS CIELOS. DE ESTA ESPERANZA YA HABEIS OIDO POR LA PALABRA VERDADERA DEL EVANGELIO”.
Vemos que cuando Pablo les habla a los romanos acerca de la llegada del tiempo de la salvación, lo hace indicando que ésta es posterior al momento en que nos convertimos al Mesías, y creímos por primera vez, por lo cual aparece un lapso de tiempo desde el nuevo nacimiento del espíritu, hasta la salvación del alma, que pacientemente espera con el cuerpo, la llegada de aquel glorioso día, de la misma forma en que se espera la hora de un parto, el cual nadie puede adelantar, ni retrasar, porque tiene un tiempo perfecto establecido por el Todopoderoso. Así también es nuestra salvación, tiene un tiempo que sólo Yahweh conoce. Dice ROMANOS 13:11, así: “Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño, porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos”.
Es por esto también que cuando hablamos de la segunda venida del Mesías, y del establecimiento del Reino, también lo hacemos de la manera que los primeros discípulos se refrían al evento, como el de una “esperanza bienaventurada”, que es la muy bendecida esperanza que alberga todo creyente en su corazón, sabiendo que somos coherederos juntamente con el Rey, y con Abraham, y con toda la familia de Yahweh, de la herencia que el Padre ha dispuesto para nosotros. Dice TITO 2:13, así: “MIENTRAS AGUARDAMOS LA ESPERANZA BIENAVENTURADA Y LA MANIFESTACION GLORIOSA DE NUESTRO GRAN DIOS Y SALVADOR YAHSHÚA EL MESÍAS”.
En la medida que vamos profundizando en la esperanza, vemos que se nos dice que debemos permanecer en la fe, y se nos insiste en que no nos movamos de esa esperanza, sino que permanezca firmemente cimentada nuestra vida en esta roca del Altísimo, y esperanza de gloria en el Mesías. Dice COLOSENSES 1:23, así: “ Pero es necesario que permanezcáis fundados y firmes en la fe, sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo y del cual yo, Pablo, fui hecho ministro”.
Sabemos que la esperanza es también parte fundamental de la armadura con la cual debemos vestirnos cada día para poder hacer frente a todas las asechanzas del maligno. Este malvado tiene propuesto hacernos la vida imposible para que no mantengamos vivos y sujetos a aquel que nos sostiene y vivifica cada día, y fracasemos en la lucha. Dice 1 TESALONICENSES 5:8, así: ”Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de la fe y del amor, y con la esperanza de salvación como casco”. Por eso, más que nunca, ahora debemos guardar este tesoro maravilloso que nos dio, y trabajar con esta esperanza cada día, compartiéndola con otros para que la vida eterna que viene a través suyo se derrame abundantemente, recordando siempre que son tres los elementos más maravillosos, que el Todopoderoso nos dio, para hacer su obra y llegar a la meta; y uno de ellos es la esperanza; 1 CORINTIOS 13:13, dice: “AHORA PERMANECEN LA FE, LA ESPERANZA Y EL AMOR, ESTOS TRES; PERO EL MAYOR DE ELLOS ES EL AMOR”.
miércoles, 24 de febrero de 2010
ES POSIBLE REALMENTE SABER SI UNO ES SALVO?

Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)
Sí, y aunque usted se sorprenda, ningún cristiano puede decir que es salvo, porque sencillamente ningún cristiano ha sido del todo salvo. ¿Pero cómo puede ser eso posible?, se preguntará usted, y no le quitamos la razón, puesto que siempre se nos ha enseñado que Jesús vino a salvar a los pecadores.
La salvación como proceso
Lo que los cristianos deben entender es que la salvación es un proceso que empieza con nuestra conversión o arrepentimiento, y la aceptación por fe en Cristo y su evangelio del reino. Pero allí no acaba todo, pues ese converso es un niño en la fe que necesitará madurar hasta llegar a la “perfección” o a la “estatura de Cristo”. Sólo en esta condición de maduro o perfecto podrá ganar su salvación. Veamos algunos pasajes de la Escritura que demuestran que la salvación es un proceso, pues Pablo escribió a los Filipenses: “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra SALVACIÓN con temor y temblor” (Filipenses 2:12). ¿”Ocupaos en vuestra salvación”? Así es, hay que ocuparse día a día para ganar la salvación. Es necesario que el trabajador trabaje primero para que gane su retribución o pago. Dice Pablo: El LABRADOR, para participar de los frutos, debe trabajar primero” (2 Timoteo 2:6)
La perfección como requisito para la salvación
Las Escrituras nos mandan a llegar a ser perfectos para ser los poseedores de las herencias prometidas. Por ejemplo, el apóstol Pedro dice que para entrar en el reino uno debe madurar, crecer, y perfeccionarse. En 2 Pedro 1:5-11, él escribe: “vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados. Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Nótese que para entrar en el reino (que equivale a la salvación, véase Mateo 19:16-25) es necesario hacer firme nuestra elección y vocación por medio del crecimiento y la perfección espiritual. SE requiere añadir a la fe inicial, la virtud, el conocimiento, el domino propio, la paciencia, la piedad, el afecto fraternal, y a éste, el amor. ¿Pero cuántos pueden decir que lo están logrando? Por eso, cuando los creyentes afirman que son salvos, deberían considerar seriamente si realmente han logrado llegar a la “cúspide” de la fe como lo requiere Pedro. Pero pareciera que para muchos cristianos negar su completa salvación es negar su conversión, lo cual no es verdad. Uno puede ser un sincero converso, pero no un salvo todavía.
Si usted examina bien las Escrituras, verá que ellas nos hablan frecuentemente del perfeccionamiento. Y esto es importante, pues sólo los perfectos habitarán la nueva tierra del futuro. Dice Salomón: “Porque los rectos habitarán la tierra, Y los PERFECTOS permanecerán en ella” (Proverbios 2:21). “El que hace errar a los rectos por el mal camino, El caerá en su misma fosa; Mas los PERFECTOS heredarán el bien” (Proverbios 28:10). Es obvio que es imposible que un recién convertido sea perfecto, así como es imposible que un niño recién nacido sea maduro. Necesitará crecer primero a la estatura de Cristo. Por eso el Señor “constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de PERFECCIONAR a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:11-13). ¿Se da usted cuenta ahora por qué usted no es salvo apenas se convierte, sino que más bien usted ha comenzado un proceso de salvación de por vida hasta para alcanzar la plena madurez, perfección y la estatura de Cristo? El apóstol Pablo era consciente de esto, por eso él habló de su vida cristiana como una carrera. El escribió: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida”(2 Timoteo 4:7,8).
¿Acaso no dice la Biblia que Cristo nos salvó?
Algunos podrán alegar que Cristo ya nos salvó y para probarlo nos muestran los pasajes siguientes:
“Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3:5) y “Quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos” (2 Timoteo 1:9). Sin embargo, el mismo Pablo dice cómo nos salvó el Señor: Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? (Romanos 8:24). Es decir, tenemos esa esperanza de ser salvos, y esa esperanza nos ha salvado. A los Tesalonicenses Pablo confirma lo que decimos, cuando escribe: “Pero puesto que nosotros somos del día, seamos sobrios, habiéndonos puesto la coraza de la fe y del amor, y por yelmo la esperanza de la salvación” (1 Tesalonicenses 5:8). Y a Tito, Pablo iguala la esperanza de la salvación, con la esperanza de la vida eterna. “Para que justificados por su gracia fuésemos hechos herederos según la esperanza de la vida eterna (Tito 3:7). Así que, tanto la salvación y la vida eterna son aún nuestras mayores esperanzas junto con la misma venida de Cristo (Tito 2:13).
La Parusía y la salvación definitiva
Pablo dice que Cristo volverá por segunda vez para salvarnos en: “así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan” (Hebreos 9:28). Y Pedro es de igual parecer, cuando dice: “Que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero” (1 Pedro 1:5). Así que nadie aún es salvo hasta que venga Cristo, nuestro Señor, y tome cuentas a sus siervos por lo que han hecho mientras estaba ausente. En Lucas 19:11-27 Jesús habló de la Parábola de las Diez Minas y en ella él habla del amo que regresa y recompensa a sus siervos por lo que han hecho con sus minas. Los que hicieron más tendrán más dominio sobre las naciones, y los que hicieron menos, menos domino sobre las naciones. Pero aquellos negligentes que guardaron sus minas y se dieron la gran vida, sufrirán la decapitación delante del amo y perecerán para siempre. Así que la vida cristiana es una vida de continuo trabajo para obtener la salvación, que no es otra cosa que ganar la vida eterna en el reino de Dios. Esta verdad muy pocas personas lo entienden, pero una vez que leen Mateo 19:16-25, quedan plenamente convencidos de lo que decimos.
Hermanos, no crean cuando los predicadores le dicen que usted ya ha sido salvado por haber “aceptado a Cristo”. Ese engaño puede resultarle peligroso, ya que le puede dar una falsa sensación de seguridad que no la tiene. El diablo ha levantado engañadores que ofrecen una salvación automática y fácil. Ellos dicen que con sólo “aceptar a Cristo y recibirlo en su vida” usted ya es salvo…¡mentira! Usted no ha sido salvo por aceptar a Cristo y su evangelio!…Usted ha aceptado a Cristo y su evangelio para entrar en el camino de la salvación. Usted ha aceptado correr la carrera cristiana para estar en forma para cuando Cristo regrese, y así él le pueda otorgar su corona de gloria por haber sido un buen “atleta cristiano”. Usted no entrará al reino si usted ha descuidado su ejercitación espiritual y moral, y se ha quedado plantado, pasmado, y fuera de forma. Esta es la verdad que nos presenta la Biblia.
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Sí, y aunque usted se sorprenda, ningún cristiano puede decir que es salvo, porque sencillamente ningún cristiano ha sido del todo salvo. ¿Pero cómo puede ser eso posible?, se preguntará usted, y no le quitamos la razón, puesto que siempre se nos ha enseñado que Jesús vino a salvar a los pecadores.
La salvación como proceso
Lo que los cristianos deben entender es que la salvación es un proceso que empieza con nuestra conversión o arrepentimiento, y la aceptación por fe en Cristo y su evangelio del reino. Pero allí no acaba todo, pues ese converso es un niño en la fe que necesitará madurar hasta llegar a la “perfección” o a la “estatura de Cristo”. Sólo en esta condición de maduro o perfecto podrá ganar su salvación. Veamos algunos pasajes de la Escritura que demuestran que la salvación es un proceso, pues Pablo escribió a los Filipenses: “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra SALVACIÓN con temor y temblor” (Filipenses 2:12). ¿”Ocupaos en vuestra salvación”? Así es, hay que ocuparse día a día para ganar la salvación. Es necesario que el trabajador trabaje primero para que gane su retribución o pago. Dice Pablo: El LABRADOR, para participar de los frutos, debe trabajar primero” (2 Timoteo 2:6)
La perfección como requisito para la salvación
Las Escrituras nos mandan a llegar a ser perfectos para ser los poseedores de las herencias prometidas. Por ejemplo, el apóstol Pedro dice que para entrar en el reino uno debe madurar, crecer, y perfeccionarse. En 2 Pedro 1:5-11, él escribe: “vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados. Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Nótese que para entrar en el reino (que equivale a la salvación, véase Mateo 19:16-25) es necesario hacer firme nuestra elección y vocación por medio del crecimiento y la perfección espiritual. SE requiere añadir a la fe inicial, la virtud, el conocimiento, el domino propio, la paciencia, la piedad, el afecto fraternal, y a éste, el amor. ¿Pero cuántos pueden decir que lo están logrando? Por eso, cuando los creyentes afirman que son salvos, deberían considerar seriamente si realmente han logrado llegar a la “cúspide” de la fe como lo requiere Pedro. Pero pareciera que para muchos cristianos negar su completa salvación es negar su conversión, lo cual no es verdad. Uno puede ser un sincero converso, pero no un salvo todavía.
Si usted examina bien las Escrituras, verá que ellas nos hablan frecuentemente del perfeccionamiento. Y esto es importante, pues sólo los perfectos habitarán la nueva tierra del futuro. Dice Salomón: “Porque los rectos habitarán la tierra, Y los PERFECTOS permanecerán en ella” (Proverbios 2:21). “El que hace errar a los rectos por el mal camino, El caerá en su misma fosa; Mas los PERFECTOS heredarán el bien” (Proverbios 28:10). Es obvio que es imposible que un recién convertido sea perfecto, así como es imposible que un niño recién nacido sea maduro. Necesitará crecer primero a la estatura de Cristo. Por eso el Señor “constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de PERFECCIONAR a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:11-13). ¿Se da usted cuenta ahora por qué usted no es salvo apenas se convierte, sino que más bien usted ha comenzado un proceso de salvación de por vida hasta para alcanzar la plena madurez, perfección y la estatura de Cristo? El apóstol Pablo era consciente de esto, por eso él habló de su vida cristiana como una carrera. El escribió: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida”(2 Timoteo 4:7,8).
¿Acaso no dice la Biblia que Cristo nos salvó?
Algunos podrán alegar que Cristo ya nos salvó y para probarlo nos muestran los pasajes siguientes:
“Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3:5) y “Quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos” (2 Timoteo 1:9). Sin embargo, el mismo Pablo dice cómo nos salvó el Señor: Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? (Romanos 8:24). Es decir, tenemos esa esperanza de ser salvos, y esa esperanza nos ha salvado. A los Tesalonicenses Pablo confirma lo que decimos, cuando escribe: “Pero puesto que nosotros somos del día, seamos sobrios, habiéndonos puesto la coraza de la fe y del amor, y por yelmo la esperanza de la salvación” (1 Tesalonicenses 5:8). Y a Tito, Pablo iguala la esperanza de la salvación, con la esperanza de la vida eterna. “Para que justificados por su gracia fuésemos hechos herederos según la esperanza de la vida eterna (Tito 3:7). Así que, tanto la salvación y la vida eterna son aún nuestras mayores esperanzas junto con la misma venida de Cristo (Tito 2:13).
La Parusía y la salvación definitiva
Pablo dice que Cristo volverá por segunda vez para salvarnos en: “así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan” (Hebreos 9:28). Y Pedro es de igual parecer, cuando dice: “Que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero” (1 Pedro 1:5). Así que nadie aún es salvo hasta que venga Cristo, nuestro Señor, y tome cuentas a sus siervos por lo que han hecho mientras estaba ausente. En Lucas 19:11-27 Jesús habló de la Parábola de las Diez Minas y en ella él habla del amo que regresa y recompensa a sus siervos por lo que han hecho con sus minas. Los que hicieron más tendrán más dominio sobre las naciones, y los que hicieron menos, menos domino sobre las naciones. Pero aquellos negligentes que guardaron sus minas y se dieron la gran vida, sufrirán la decapitación delante del amo y perecerán para siempre. Así que la vida cristiana es una vida de continuo trabajo para obtener la salvación, que no es otra cosa que ganar la vida eterna en el reino de Dios. Esta verdad muy pocas personas lo entienden, pero una vez que leen Mateo 19:16-25, quedan plenamente convencidos de lo que decimos.
Hermanos, no crean cuando los predicadores le dicen que usted ya ha sido salvado por haber “aceptado a Cristo”. Ese engaño puede resultarle peligroso, ya que le puede dar una falsa sensación de seguridad que no la tiene. El diablo ha levantado engañadores que ofrecen una salvación automática y fácil. Ellos dicen que con sólo “aceptar a Cristo y recibirlo en su vida” usted ya es salvo…¡mentira! Usted no ha sido salvo por aceptar a Cristo y su evangelio!…Usted ha aceptado a Cristo y su evangelio para entrar en el camino de la salvación. Usted ha aceptado correr la carrera cristiana para estar en forma para cuando Cristo regrese, y así él le pueda otorgar su corona de gloria por haber sido un buen “atleta cristiano”. Usted no entrará al reino si usted ha descuidado su ejercitación espiritual y moral, y se ha quedado plantado, pasmado, y fuera de forma. Esta es la verdad que nos presenta la Biblia.
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martes, 29 de diciembre de 2009
EL CONOCIMIENTO BIBLICO Y LA SALVACION

Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)
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El Diccionario de la RAE define al conocimiento como: 1. Acción y efecto de conocer. 2. Entendimiento, inteligencia, razón natural.
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Para tratar de conocer algo o alguien, deberá tenerse primero, antes que nada, información de lo que o de quien se pretende conocer. Es de importancia elemental la información que nos lleva a un conocimiento positivo o negativo, porque nadie confiaría jamás en lo que no conoce; sólo los necios impulsivos (y compulsivos) y los ignorantes caen repetidamente en este grueso y pasmoso error. Nuestra confianza es depositada de acuerdo a lo que el conocimiento nos devela para bienestar propio, sea lo que sea.
Sabemos por medio del conocimiento si una situación determinada nos conviene o tal vez no. No podemos guiarnos por las apariencias, ya que sería tremendamente lamentable si nos apropiamos lo que creímos pero que no fue realmente lo que queríamos al pensarlo en un inicio. Oseas el profeta menor, escribe que Dios prefiere conocimiento acerca de él que cualquier holocausto o sacrificio (Os.6:6). En el mismo libro del profeta Oseas, dice que el pueblo de Dios fue destruido por falta de conocimiento a causa de haberlo rechazado (Os.4:6); Israel se inclinó a la adoración de los ídolos paganos y a la práctica de mucha maldad dejando la ley por un lado o el conocimiento de la dispensación pasada (Os. 4:6, 9; 4:12). Dios despertó la ira de Asiria, e Israel, a causa de su insolente rebeldía delante de Dios, fue llevado al cautiverio (Os.10:6).
En el Nuevo Testamento, el Bautista enfatiza que el que cree en el Hijo tiene vida, pero el que rehúsa creer en Cristo se ha ganado el enojo de Dios, por su incredulidad. Esto no es aplicable únicamente para los paganos, sino también a los que se dicen que son cristianos pero que llevan un andar doctrinal que no es bíblico para nada. Un alto porcentaje de hombres y mujeres en las iglesias de ahora, tienen muy poco conocimiento en las cosas de Dios. Se les enseña un cristianismo de muchas obras y protocolos terrenales, como es en el caso de los católicos romanistas (muy de moda, por cierto entre ellos), pero que ignoran rotundamente en que están cimentadas aquellas cosas que practican y en las que creen. No se toman habitualmente la molestia para saberlo por medio de la Biblia. Ese tradicionalismo es puramente culterano, que le da más crédito a la normativa eclesial que la han ensamblado perfectamente como pieza de «rompecabezas» en una determinada congregación o denominación que a la misma Palabra de Dios que contradice lo que han aprisionado en sus corazones con error.
La Palabra Sagrada da fe del carácter del Creador, y habla de los más sublimes propósitos del Divino para con el hombre pecador: rescatarlo de la muerte segunda y hacerlo coheredero de la tierra en el futuro junto al Mesías que viene pronto. La Escritura celestial habla de las pruebas durísimas que el verdadero cristiano habrá de pasar: tribulaciones, hambres, peligros, persecuciones, desnudez y muerte (Ro.8:35).
He oído a personas de confianza que muchos que profesan ser cristianos los denigran porque tienen trabajos sencillos, y afirman con asombrosa seguridad (orgullo puro y turbador) que eso no está bien «porque somos hijos de un Rey, y los hijos del Rey deberán tener trabajos mejores» (¿?). La falta de conocimiento bíblico sólo es capaz de formular tan absurdos y ridículos pensamientos en las mentes de los ignorantes que se vanaglorian con alarde carnal de ser «hijos del Rey», pero estoy seguro que es el de las tinieblas. En la Biblia habla de muchos hombres de Dios que tenían trabajos sencillos. El Señor Jesucristo fue carpintero, Pedro fue pescador como otros de los apóstoles, Nehemías fue copero (un riesgo tremendo de morir envenenado; ¿algún «hijo del Rey», pregunto, anhelaría un trabajo de esa clase en un momento dado? (La negativa sobra por la lógica respuesta, al menos, que la circunstancia lo justifique), Onésimo fue esclavo, etc., etc. ¿Son denigrantes los trabajos mencionados? Los maestros de la prosperidad neo pentecostalista se han encargado de cauterizar y de cerrar obtusamente la mente de los cristianos cortos del conocimiento celestial, atiborrándolos con doctrinas mediocres y mixturas dogmáticas de las ganancias materiales y de las declaraciones de fe para el alcance de tantas cosas, como la salud, por ejemplo, de enfermedades graves, con el hecho único de haberlo pensado («mente sobre materia», al igual que los hechiceros y chamanes lo hacen «materializando lo que piensan» y que promociona apasionadamente el ocultista y falso cristiano Yonggi Choo de Corea el cual ha izado la iglesia «cristiana» más grande del mundo) pero no los animan a buscar la justicia del cielo para afirmar el carácter conforme al que sabe todas las cosas. El cristiano verdadero deberá estar preparado para soportar toda case de pruebas: carencias, pérdidas considerables como la muerte de un familiar o ser querido, abruptos problemas financieros, conflictos, y no leves hermanos, sino aquellos que hacen tambalear al más fortalecido y formidable hombre espiritual pero que no pierde la cordura por su conocimiento adecuado en las Escrituras que es razonable y aplicable a su vivir. ¿Quién dijo que el cristiano fiel y santo no deberá pasar por pruebas extremas? Yo reto a cualquiera que piense lo contrario, entonces: ¿Por qué los maestros de la prosperidad enseñan una doctrina insufrible en las congregaciones? Obviamente, las ganancias deshonestas están en primer lugar, y segundo, porque los mismos «creyentes súbditos» han permitido en su ignorancia bíblica el dejarse manipular puerilmente por estos lobos rapaces vestidos de dulces ovejas blancas. Esto, es el colmo de los colmos.
¿Qué decir del desorden en las iglesias? El baile (ellos le llaman «la danza santa»), las lenguas, los gritos, los temblores abigarrados, que, indiscutiblemente, no proceden de un Dios de orden, sino del mismo diablo que es todo un desorden. Otra vez, culpa tienen ellos por su falta de conocimiento bíblico y que los orilla cada vez más al abismo profundo y oscuro de la perdición eterna. La Palabra es torcida, y el diezmo y el sábado son aprobados convenientemente para dar como resultado un legalismo «antigracia». La mala aplicación del conocimiento bíblico, es también ignorancia hermanos. Hay teólogos que saben tanto, pero están encaminados al Infierno de Fuego por sus blasfemias incongruentes acerca de la Palabra de Dios (Los liberales, los neo-ortodoxos, los de la Alta Crítica, por ejemplo.)
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Se ha enseñado hoy a «no sufrir la sana doctrina» (2 Tim.4:3). Todo es, y deberá categóricamente ser para el cristiano en su vida «color de rosa», de acuerdo a los líderes y maestros de la prosperidad material y de la mengua espiritual. Usted no deberá enfermarse «porque por sus llaga fuimos nosotros curados», que es una inversión atroz de la expiación del pecado por la sangre de Cristo por la «redención» absoluta de la carne mortal por el pecado (Is.53:5). Eso se enseña ahora, y la mayoría, lo cree asombrosamente (trate de corregirlos y sabrá porqué es mejor enfrentar una osa hambrienta a la que le han quitado sus oseznos, ya que ellos, son más fieras que la plantígrada enfurecida).
Lector amado: si a usted le ha quedado a la medida precisa el saco, le aconsejo que se meta con profunda prontitud en la Palabra de Dios para que las dudas que usted tenga queden despejadas y sigua a un Cristo conforme a sus enseñanzas y no al Cristo torcido de los magos de la prosperidad de «abajo». Escribe el apóstol Pablo «que en los postreros tiempos vendrían tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanaglorioso y soberbios, blasfemos, amadores más de los deleites que de Dios, y que tendrán apariencia de piedad pero que negarán la eficacia de ella» (2 Tim. cap. 3).
Esos postreros tiempos llegaron ya, y se requiere con urgencia por tal causa distinguir entre la maldad y lo puro en la actualidad; es necesario conocer los fundamentos bíblicos para no caer en el engaño y el error de quienes dicen ser los «Enviados de Dios», pero que no son más que hijos del perverso diablo. Cuidado hermano mío. Cuando la luz de las Escrituras haya logrado dar a usted el verdadero conocimiento que salva, entonces podrá decir como Job dijo a Dios una vez, tiempo atrás:
«De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven» (Job 42:4).
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El Diccionario de la RAE define al conocimiento como: 1. Acción y efecto de conocer. 2. Entendimiento, inteligencia, razón natural.
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Para tratar de conocer algo o alguien, deberá tenerse primero, antes que nada, información de lo que o de quien se pretende conocer. Es de importancia elemental la información que nos lleva a un conocimiento positivo o negativo, porque nadie confiaría jamás en lo que no conoce; sólo los necios impulsivos (y compulsivos) y los ignorantes caen repetidamente en este grueso y pasmoso error. Nuestra confianza es depositada de acuerdo a lo que el conocimiento nos devela para bienestar propio, sea lo que sea.
Sabemos por medio del conocimiento si una situación determinada nos conviene o tal vez no. No podemos guiarnos por las apariencias, ya que sería tremendamente lamentable si nos apropiamos lo que creímos pero que no fue realmente lo que queríamos al pensarlo en un inicio. Oseas el profeta menor, escribe que Dios prefiere conocimiento acerca de él que cualquier holocausto o sacrificio (Os.6:6). En el mismo libro del profeta Oseas, dice que el pueblo de Dios fue destruido por falta de conocimiento a causa de haberlo rechazado (Os.4:6); Israel se inclinó a la adoración de los ídolos paganos y a la práctica de mucha maldad dejando la ley por un lado o el conocimiento de la dispensación pasada (Os. 4:6, 9; 4:12). Dios despertó la ira de Asiria, e Israel, a causa de su insolente rebeldía delante de Dios, fue llevado al cautiverio (Os.10:6).
En el Nuevo Testamento, el Bautista enfatiza que el que cree en el Hijo tiene vida, pero el que rehúsa creer en Cristo se ha ganado el enojo de Dios, por su incredulidad. Esto no es aplicable únicamente para los paganos, sino también a los que se dicen que son cristianos pero que llevan un andar doctrinal que no es bíblico para nada. Un alto porcentaje de hombres y mujeres en las iglesias de ahora, tienen muy poco conocimiento en las cosas de Dios. Se les enseña un cristianismo de muchas obras y protocolos terrenales, como es en el caso de los católicos romanistas (muy de moda, por cierto entre ellos), pero que ignoran rotundamente en que están cimentadas aquellas cosas que practican y en las que creen. No se toman habitualmente la molestia para saberlo por medio de la Biblia. Ese tradicionalismo es puramente culterano, que le da más crédito a la normativa eclesial que la han ensamblado perfectamente como pieza de «rompecabezas» en una determinada congregación o denominación que a la misma Palabra de Dios que contradice lo que han aprisionado en sus corazones con error.
La Palabra Sagrada da fe del carácter del Creador, y habla de los más sublimes propósitos del Divino para con el hombre pecador: rescatarlo de la muerte segunda y hacerlo coheredero de la tierra en el futuro junto al Mesías que viene pronto. La Escritura celestial habla de las pruebas durísimas que el verdadero cristiano habrá de pasar: tribulaciones, hambres, peligros, persecuciones, desnudez y muerte (Ro.8:35).
He oído a personas de confianza que muchos que profesan ser cristianos los denigran porque tienen trabajos sencillos, y afirman con asombrosa seguridad (orgullo puro y turbador) que eso no está bien «porque somos hijos de un Rey, y los hijos del Rey deberán tener trabajos mejores» (¿?). La falta de conocimiento bíblico sólo es capaz de formular tan absurdos y ridículos pensamientos en las mentes de los ignorantes que se vanaglorian con alarde carnal de ser «hijos del Rey», pero estoy seguro que es el de las tinieblas. En la Biblia habla de muchos hombres de Dios que tenían trabajos sencillos. El Señor Jesucristo fue carpintero, Pedro fue pescador como otros de los apóstoles, Nehemías fue copero (un riesgo tremendo de morir envenenado; ¿algún «hijo del Rey», pregunto, anhelaría un trabajo de esa clase en un momento dado? (La negativa sobra por la lógica respuesta, al menos, que la circunstancia lo justifique), Onésimo fue esclavo, etc., etc. ¿Son denigrantes los trabajos mencionados? Los maestros de la prosperidad neo pentecostalista se han encargado de cauterizar y de cerrar obtusamente la mente de los cristianos cortos del conocimiento celestial, atiborrándolos con doctrinas mediocres y mixturas dogmáticas de las ganancias materiales y de las declaraciones de fe para el alcance de tantas cosas, como la salud, por ejemplo, de enfermedades graves, con el hecho único de haberlo pensado («mente sobre materia», al igual que los hechiceros y chamanes lo hacen «materializando lo que piensan» y que promociona apasionadamente el ocultista y falso cristiano Yonggi Choo de Corea el cual ha izado la iglesia «cristiana» más grande del mundo) pero no los animan a buscar la justicia del cielo para afirmar el carácter conforme al que sabe todas las cosas. El cristiano verdadero deberá estar preparado para soportar toda case de pruebas: carencias, pérdidas considerables como la muerte de un familiar o ser querido, abruptos problemas financieros, conflictos, y no leves hermanos, sino aquellos que hacen tambalear al más fortalecido y formidable hombre espiritual pero que no pierde la cordura por su conocimiento adecuado en las Escrituras que es razonable y aplicable a su vivir. ¿Quién dijo que el cristiano fiel y santo no deberá pasar por pruebas extremas? Yo reto a cualquiera que piense lo contrario, entonces: ¿Por qué los maestros de la prosperidad enseñan una doctrina insufrible en las congregaciones? Obviamente, las ganancias deshonestas están en primer lugar, y segundo, porque los mismos «creyentes súbditos» han permitido en su ignorancia bíblica el dejarse manipular puerilmente por estos lobos rapaces vestidos de dulces ovejas blancas. Esto, es el colmo de los colmos.
¿Qué decir del desorden en las iglesias? El baile (ellos le llaman «la danza santa»), las lenguas, los gritos, los temblores abigarrados, que, indiscutiblemente, no proceden de un Dios de orden, sino del mismo diablo que es todo un desorden. Otra vez, culpa tienen ellos por su falta de conocimiento bíblico y que los orilla cada vez más al abismo profundo y oscuro de la perdición eterna. La Palabra es torcida, y el diezmo y el sábado son aprobados convenientemente para dar como resultado un legalismo «antigracia». La mala aplicación del conocimiento bíblico, es también ignorancia hermanos. Hay teólogos que saben tanto, pero están encaminados al Infierno de Fuego por sus blasfemias incongruentes acerca de la Palabra de Dios (Los liberales, los neo-ortodoxos, los de la Alta Crítica, por ejemplo.)
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Se ha enseñado hoy a «no sufrir la sana doctrina» (2 Tim.4:3). Todo es, y deberá categóricamente ser para el cristiano en su vida «color de rosa», de acuerdo a los líderes y maestros de la prosperidad material y de la mengua espiritual. Usted no deberá enfermarse «porque por sus llaga fuimos nosotros curados», que es una inversión atroz de la expiación del pecado por la sangre de Cristo por la «redención» absoluta de la carne mortal por el pecado (Is.53:5). Eso se enseña ahora, y la mayoría, lo cree asombrosamente (trate de corregirlos y sabrá porqué es mejor enfrentar una osa hambrienta a la que le han quitado sus oseznos, ya que ellos, son más fieras que la plantígrada enfurecida).
Lector amado: si a usted le ha quedado a la medida precisa el saco, le aconsejo que se meta con profunda prontitud en la Palabra de Dios para que las dudas que usted tenga queden despejadas y sigua a un Cristo conforme a sus enseñanzas y no al Cristo torcido de los magos de la prosperidad de «abajo». Escribe el apóstol Pablo «que en los postreros tiempos vendrían tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanaglorioso y soberbios, blasfemos, amadores más de los deleites que de Dios, y que tendrán apariencia de piedad pero que negarán la eficacia de ella» (2 Tim. cap. 3).
Esos postreros tiempos llegaron ya, y se requiere con urgencia por tal causa distinguir entre la maldad y lo puro en la actualidad; es necesario conocer los fundamentos bíblicos para no caer en el engaño y el error de quienes dicen ser los «Enviados de Dios», pero que no son más que hijos del perverso diablo. Cuidado hermano mío. Cuando la luz de las Escrituras haya logrado dar a usted el verdadero conocimiento que salva, entonces podrá decir como Job dijo a Dios una vez, tiempo atrás:
«De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven» (Job 42:4).
viernes, 9 de octubre de 2009
“¿TENIENDO OJOS NO VEIS, Y TENIENDO OÍDOS NO OÍS?¿Y NO RECORDÁIS?” (Marcos 8:18)

Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)
Estimados lectores, millones de llamados cristianos oyen, cuando se leen las Escrituras en sus iglesias, las famosas bienaventuranzas de Jesús en Mateo 5:1-12, donde dice:
“Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo: Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros” (vs. 1-12).
En estas bienaventuranzas Jesús enseña una doctrina escatológica totalmente diferente de la que se escucha en las iglesias (católicas y protestantes por igual). En estas iglesias se oye constantemente que iremos a vivir al cielo si somos “buenos” y que la tierra será finalmente destruida por fuego. Estos cristianos tienen ojos para ver y para leer, y oídos para oír, y no entienden nada. Simplemente no prestan atención a lo que dice Jesús en sus llamadas “Bienaventuranzas”. ¿Y qué podemos resaltar de las Bienaventuranzas? Pues entre otras cosas, las siguientes oraciones:
1.- Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
2.- Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.
3.- Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de
ellos es el reino de los cielos.
¿Encontramos allí algo que nos diga que vamos a partir al cielo para entrar a una mansión celestial para siempre?¿Lee usted algo parecido a la creencia popular de que la tierra desaparecerá y que nuestras almas partirán al cielo después de morir? Yo, en lo personal, ¡no!
¿Qué es el Galardón en los cielos?
Pero algunos me dirán: ¿Acaso, Sr. Apologista, pasará usted por alto lo dicho por Jesús en esas mismas bienaventuranzas, cuando dice: “Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos”? ¿Acaso no habla aquí Jesús de que iremos al cielo para estar con Dios Padre y con él? Pues no! En esta parte de las bienaventuranzas Jesús no dice eso! ¿O es que acaso Jesús se está contradiciendo cuando habla de que los mansos heredarán la tierra y no el cielo? ¡De ningún modo!, pues Jesús no puede contradecirse, puesto que él es la fuente de la verdad, aunque hay que armonizar sus dichos con otras Escrituras para entenderlo mejor. Lo que Jesús dice es que grande es nuestro galardón que está RESERVADO en los cielos (Ver 1 Pedro 1:4). Simplemente está reservado allá y listo para manifestarse, es decir, nuestra corona de la vida que traerá Jesús en su venida (Apo. 2:10; 22:12)…y por supuesto la Nueva Jerusalén que bajará a la nueva tierra para que tomemos nuestras respectivas moradas prometidas en Juan 14:2,3.
¿Es el reino de los cielos el cielo mismo?
Algunos, sin embargo, argumentarán que en sus bienaventuranzas Jesús sí ofrece el cielo a los suyos cuando dice Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Es decir, ellos suponen que cuando Jesús ofrece el reino de los cielos, él está prometiendo el cielo a los suyos. Pero es realmente cierto eso? ¿Puede Cristo ofrecer el cielo a los pobres en espíritu, y la tierra a los mansos?¿Es esa la enseñanza de Jesús? ¡No lo creo ni por un segundo! Creo que cuando Jesús ofrece el reino de los cielos, él está ofreciendo el reino que viene de los cielos, y que es de Dios, no de los hombres. Así, el reino que se establecerá en la tierra será un reino celestial en la tierra, un reino que estará dirigido por Dios a través de su agente, el Mesías Jesús.
Recordemos amigos que Jesús nos ofrece una nueva tierra donde imperarán él, su reino, y la justicia verdadera. Este es el mensaje central de las bienaventuranzas de Jesús…¡pero muchos aún oyen esto y no entienden ni pueden recordar nada. Sólo recuerdan la tradicional enseñanza católico-gnóstica de la partida post-mortem de las almas al cielo para estar con la Divinidad. Pero esto no fue lo que Jesús enseñó. Debemos retomar el mensaje verdadero de Cristo que es su reino venidero de justicia en la tierra. Por eso Jesús nos mandó que pidiéramos y buscáramos constantemente la venida de su reino, tanto en Mateo 6:10 como en Mateo 6:33. Esta no fue una petición para un reinado de Cristo “en el corazón de los creyentes”, sino para un reinado literal de Jesús en la tierra, donde por fin el mal y el malo no existirán más.
Ciegos para ver y sordos para oír acerca del evangelio del reino
Ciegos para ver y sordos para oír acerca del evangelio del reino
También muchos parecen desoír y olvidarse que el evangelio verdadero es descrito como el reino de Dios. En numerosos pasajes del NT encontramos la locución: “El evangelio del reino” pero los cristianos de hoy simplemente leen “el evangelio” y se olvidan del reino. Es decir, están sufriendo de Alzheimer o de “olvidaditis aguda”, una enfermedad muy común entre católicos y protestantes por igual. Ellos han leído y escuchado que Cristo predicó el evangelio del reino, pero luego ellos enseñan otros evangelios que ni siquiera se asoman por las Escrituras, como es el caso del “evangelio social”, y “el evangelio de la prosperidad”. Estos falsos evangelistas para nada hacen mención de aquella parte del evangelio que se refiere al reino…el reino de Dios. Definitivamente estos “cristianos” oyen pero no escuchan, ven pero no leen correctamente. Y eso que Pablo dijo que sólo hay un verdadero evangelio…y no dos o más (Gál. 1:6-9). Por eso me llama la atención, y me sigue escandalizando, por el descuidado reinante entre los afamados predicadores “cristianos” cuando omiten el reino de Dios en sus prédicas del evangelio. Y allí están miles de bobos siguiendo a tales guías ciegos, sin protestar en absoluto por tal grave omisión en sus “homilías salvíficas”. Estos potenciales creyentes son simplemente ciegos que son guiados por ciegos…¡y ya sabemos cómo terminarán aquellos que son guiados por ciegos! Pero por otro lado entiendo que estos predicadores son instrumentos de Satanás y presas del engaño satánico, pues como dice Pablo: “el dios de este siglo ha cegado el entendimiento de los incrédulos (estos predicadores son verdaderos incrédulos), para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo…” (2 Cor. 4:4). Simplemente estos evangelizadores están CIEGOS, y son guías ciegos que guían a otros ciegos en dirección al foso oscuro de la perdición eterna.
El reino de Dios es el evangelio salvador
El reino de Dios es el evangelio salvador
Jesús dijo: “diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio (Buenas Nuevas).” (Marcos 1:15). ¿Y qué era ese evangelio o Buenas Nuevas de Jesús? El versículo anterior, el 14, Jesús mismo lo revela: “Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios.” Si esto es muy complicado para entender, entonces hay un problema con la inteligencia humana, pues esto está dicho para que aun un niño lo pueda comprender sin problema alguno. Sin embargo, los más entendidos de los hombres parecen no captar esta sencilla verdad de que el evangelio de Cristo es el Reino de Dios, y han optado por inventar nuevos y más “potables” evangelios para el gran público hambriento de promesas “fuera de este mundo”.
Y es muy importante predicar el único y singular evangelio porque de eso depende nuestra salvación. Así lo dijo Pablo con estas palabras que no deberían borrarse de nuestras mentes inquisidoras: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de salvación a todo aquel que cree (en el evangelio, claro), al Judío primeramente y también al Griego” (Romanos 1:16).
Pero si uno cree en un evangelio falso, ¿podrá realmente salvarlo? Si usted necesita tomar Aspirina para su dolor de cabeza, y toma Alcaselser, logrará conseguir alivio para su mal? No lo creo! Usted necesita creer en el evangelio correcto, “prescrito” por el médico Jesús para poder conseguir la salvación de todo su ser. Usted debe confiar y obedecer lo que el gran Médico y salvador de los enfermos receta para la curación definitiva de su mal. Así que empiece creyendo en su remedio salvador que se llama: “el evangelio del reino”. Este remedio usted deberá buscar y pedir todos los días hasta que se complete su tratamiento justo cuando regrese el Médico celestial a visitarlo nuevamente en persona. Ya si después de toda esta exhortación la gente persiste en creer en evangelio espurios, en cuentos de hadas, allá ellos. De los torpes e insensatos no es el reino, sino de sabios y entendidos.
sábado, 12 de septiembre de 2009
EL REINO VENIDERO Y LA SALVACIÓN

Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)
El día de la expiación (cap.16 del libro de Levítico) es el ejemplo más claro de la obra redentora de Cristo en la Cruz del Calvario. Es el más descriptivo de todos los tipos de sacrificios, de acuerdo a la ley levítica, de animales del AT. y que se llevaba a cabo anualmente para la expiación de los pecados de Israel (yom Kipurr, heb.) y que alude, cómo ningún otro, el sacrificio de Cristo para la remisión de los pecados. El término «hacer expiación», proviene del verbo hebreo kafar que significa «cubrir», «dar cobertura», es decir, que los pecados de los santos del AT. fueron cubiertos y tapados, hasta que Cristo los quitó en forma definitiva:
«. . . a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, al fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús» (Ro.3:25-26).
En Lev.16:5, se logra apreciar que los dos machos cabríos comprendían el mismo sacrificio por el pecado: El macho cabrío inmolado representa el sacrificio de Cristo en el madero para el perdón de los pecados, en que las justas demandas de Dios ante su carácter santo han sido satisfechas. A esto se le denomina «propiciación» (1 Jn.2:2; 4:10; Ro.3:25). El chivo expiatorio, o «macho cabrío de la remoción» (azazel), representa a Cristo llevando los pecados de los hombres, este acto es conocido como «expiación» (ver: Sal.103:12, Heb.9:26). La expiación de Cristo, quien llevó el castigo por nuestros pecados (Is.53:5, 6; 1 P.2:24), logró «la justificación» de los hombres ante Dios, que es el hacer justo a alguien, dejándolo libre de toda culpa que implica el castigo eterno. Con esto, la pena de la muerte espiritual y física se remite (Gn.2:16, 17; Ro.5:12-14; 6:23), y la restauración viene a darse a causa del perdón de los pecados (Col.2:13). Así, el hombre puede tener ya una comunión santa con el Dios glorioso.Cristo Jesús, el Sumo Sacerdote, el Hijo de Dios que fue sin pecado (Heb. 4:15; 7:26; 1 P. 2:22; 1 Jn.3:5), realizó un solo sacrificio, «una vez por siempre», para la remisión de los pecados (Heb.7:27; 9:12; 10:10). Los sumos sacerdotes anualmente lo hacían (Heb.9:27), y son inefectivos para la Dispensación de la Gracia (Jn.1:17) «porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no pueden quitar los pecados» (Heb.10:4).
No sólo el día de la expiación el sumo sacerdote efectuaba sacrificios por los pecados para el pueblo de Israel, era también importante que el lo hiciera para sí mismo (Lev. cap. 16). Cristo, por ser libre de la culpa que todo hombre natural lleva por efecto del pecado que tuvo su principio en el huerto edénico (Gn. cap.3; Ro.3:23), no tuvo necesidad de hacerlo para él en la cruz para ser expiado («autoexpiado») por medio de su sangre (Heb.9:11-14, 25).
A derramar Cristo su sangre, hace posible la redención humana. El derramamiento de sangre es el «costo» o el «precio» de la redención para el perdón del pecado que lleva a transgredir en contra de Dios. «La redención» es la compra del esclavo por precio de sangre haciéndolo libre del pecado que lo acarreaba a la eterna condenación, a la Muerte Segunda (ver. Col.1:13, 14; Ap.20:14). En el AT. se aclara que «la vida del cuerpo está en la sangre» (Lev.17:11), y es de vital importancia porque «sin derramamiento de sangre no hay perdón» (Heb.9:22).
El sacrificio de Cristo fue vicario, él murió en nuestro lugar: «. . . Cristo padeció una sola vez por los pecados de los hombres, el justo, por los injustos. . . », como «un cordero sin mancha y sin contaminación» (1 P.1:19), como los tipos del AT. que eran sin defecto físicos (ver el Levítico de Moisés), factor de importancia para culminar el rito de la expiación anual (Heb.10:12):
«Porque Cristo también padeció una vez por siempre por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios. . . » (1 P.3:18).
«El mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero a fin que nosotros, habiendo muerto para los pecados, vivamos para la justicia» (1 P.2:24)..«Por sus heridas habéis sido sanados» (1 P.2:25).
«Y el murió por todos para que los que viven ya no vivan más para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos (2 Co.2:15).
«. . . quien se dio a si mismo por nuestros pecados» (Ga.1:4).
La salvación va mucho más lejos que el sacrificio de Cristo en el Calvario (Ro.5:8-10; 1 Jn.2:2; 4:14), del perdón de los pecados (Ef.1:7), de la destrucción del aguijón de la muerte (1 Co.15:54-56), y la diablo (Gn.3:15; Heb. 2:14), mucho más allá de la resurrección de Cristo (1 Co.15:4). La verdadera salvación no se fija en estos asuntos tan sólo (aclaro, que no dejan de ser importantes), sino hasta el establecimiento del Reino apocalíptico de Cristo que será levantado en su segunda venida para que sea heredado por los mansos y fieles suyos (Mt.5:5), para que gocen y gobiernen con él por «mil años» en paz y en justicia, según las Escrituras del AT. (Is. cap.60; Is. 61:3-11; Dn.2:44; Zac.14:16-21; etc.) y las del NT. (Rev.20:4- 6).
En otro lado, al respecto:
«. . . así también Cristo fue ofrecido una sola vez para quitar los pecados de muchos. La segunda vez, ya sin relación con el pecado, aparecerá para salvación a los que le esperan» (Heb.9:28).
«. . . que sois guardaos por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero» (1 P.1:5).
Dios les bendiga siempre hermanos y amigos míos del buen entender.
jueves, 3 de septiembre de 2009
EL BAUTSIMO EN AGUA, ¿SALVA?

“El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado” Marcos 16:16
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En simple lectura de este pasaje, descubrimos absolutamente que la única acción que determina la salvación de una persona, es el creer.
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De lo contrario, debería decir que la condenación es por: “no creer y por no ser bautizado”. Si a un niño le hacemos leer este versículo y le preguntamos: ¿Quién será condenado? La respuesta será inmediata: “El que no creyere”
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La salvación no es por lo que hagamos o dejemos de hacer. No es por obras para que nadie se gloríe (Efesios 2:8-9) No es por votos de consagración, no es por litros de sudor ni por méritos acumulados. Es exclusivamente por creer.
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Ahora bien, pero ¿por qué dice la Biblia: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo”? Es importante considerar esta pregunta para poder argumentar que solo la fe, es decir, solo “el creer” es lo que hace salvo a un individuo.
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El acto del bautismo no es la causa de la salvación, sino que la consecuencia de la fe en un verdadero creyente. En otras palabras, el individuo no se bautiza para ser salvo, sino que se bautiza porque ya es salvo y desea obedecer al Señor Jesús.
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Esto esta en plena armonía con el contexto global de las escrituras cuando señalan que la fe verdadera por sí misma, produce frutos de obediencia. Si afirmamos lo contrario, debemos consecuentemente afirmar que la salvación no es solo por la fe, sino que también por las obras , lo que entraría en disonancia con Romanos 4, por citar uno de los tantos pasajes de la Biblia.
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Además, tendríamos que afirmar que al ladrón de la cruz le faltó el complemento del bautismo para ser salvo.
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El afirmar que el bautismo es necesario para la salvación, es un sofisma. No resiste análisis, y constituye un insulto a la eficacia y eficiencia de la todopoderosa sangre de nuestro Señor Jesucristo. El solo creer en el sacrificio vicario de Jesús es lo que hace salvo a un hombre. Veamos lo que Cristo enseño:
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“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” Juan 5: 24
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Los que pretendan incluir obras, sacramentos, votos, sacrificios, etc., a la obra de la salvación, están contradiciendo al autor y consumador de la fe; nuestro Señor Jesucristo. El bautismo, es una muestra de obediencia del creyente hacia su Señor y jamás llega a ser un acto de un co-redención o co-participación en la tarea de salvar.
lunes, 31 de agosto de 2009
LA SALVACIÓN BÍBLICA ORIGINAL ES INGRESAR AL REINO DE DIOS CON VIDA ETERNA

De mi buen amigo Mario Olcese Sanguineti, Apologista
Lo que muchos estudiantes bíblicos no parecen entender es que hay una salvación presente referida al perdón de nuestros pecados y a la sanidad (Luc. 23:35) y otra, futura, relacionada con nuestra eternidad (Ver Hebreos 9:28, 1 Pedro 1:5, Luc 18:30, Jud.21). No obstante, son pocos los que saben de qué se trata la salvación futura, y que es, a mi juicio, la más interesante.
Algunos suponen que ya estamos totalmente salvos y que no hay otra salvación que esperar. Éstos suponen que los que están en la gracia de Dios irán al cielo una vez que les sobrevenga la muerte física. Según estos creyentes, Jesús no habló de ninguna salvación futura, pero deliberadamente ignoran los textos de Hebreos 9:28, 1 Pedro 1:5, y el de Mateo 24:13, los cuales afirman que habrá una salvación futura con la segunda venida de Cristo.
La Biblia es clara respondiendo puntualmente lo que es la salvación futura. No obstante, casi nadie ha advertido esta salvación futura que está escondida en el diálogo de Jesús con el joven rico de Lucas 18:18-30. Los militantes evangélicos y los feligreses católicos ni siquiera se han percatado de esta información contenida en este interesante diálogo entre Jesús, el joven rico, y sus apóstoles. Sí amigos, en este diálogo está escondido el significado de la verdadera salvación futura. Sólo aquellos que ESCUDRIÑAN la Biblia con la ayuda del Espíritu Santo, pueden descubrirlo. Pero la mayoría de cristianos apáticos no podrán descubrirlo fácilmente, porque sencillamente no se toman la molestia de hacer un rápido y sencillo escudriñamiento de cada palabra contenida en este diálogo. Usted debe abrir su corazón y disponer su mente para meditar, sin prejuicios, todos los versículos donde aparece el diálogo del joven rico con Jesús. Los vamos a escribir a continuación tal como aparecen en la Biblia (VRV 60): En Lucas 18:18-30 leemos: “Un hombre principal le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? 19 Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios. Los mandamientos sabes: No adulterarás; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre.21 El dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. 22 Jesús, oyendo esto, le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.23 Entonces él, oyendo esto, se puso muy triste, porque era muy rico. 24 Al ver Jesús que se había entristecido mucho, dijo: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! 25 Porque es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. 26 Y los que oyeron esto dijeron: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? 27 El les dijo: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios.28 Entonces Pedro dijo: He aquí, nosotros hemos dejado nuestras posesiones y te hemos seguido. 29 Y él les dijo: De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios, 30 que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna”.
Algunos suponen que ya estamos totalmente salvos y que no hay otra salvación que esperar. Éstos suponen que los que están en la gracia de Dios irán al cielo una vez que les sobrevenga la muerte física. Según estos creyentes, Jesús no habló de ninguna salvación futura, pero deliberadamente ignoran los textos de Hebreos 9:28, 1 Pedro 1:5, y el de Mateo 24:13, los cuales afirman que habrá una salvación futura con la segunda venida de Cristo.
La Biblia es clara respondiendo puntualmente lo que es la salvación futura. No obstante, casi nadie ha advertido esta salvación futura que está escondida en el diálogo de Jesús con el joven rico de Lucas 18:18-30. Los militantes evangélicos y los feligreses católicos ni siquiera se han percatado de esta información contenida en este interesante diálogo entre Jesús, el joven rico, y sus apóstoles. Sí amigos, en este diálogo está escondido el significado de la verdadera salvación futura. Sólo aquellos que ESCUDRIÑAN la Biblia con la ayuda del Espíritu Santo, pueden descubrirlo. Pero la mayoría de cristianos apáticos no podrán descubrirlo fácilmente, porque sencillamente no se toman la molestia de hacer un rápido y sencillo escudriñamiento de cada palabra contenida en este diálogo. Usted debe abrir su corazón y disponer su mente para meditar, sin prejuicios, todos los versículos donde aparece el diálogo del joven rico con Jesús. Los vamos a escribir a continuación tal como aparecen en la Biblia (VRV 60): En Lucas 18:18-30 leemos: “Un hombre principal le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? 19 Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios. Los mandamientos sabes: No adulterarás; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre.21 El dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. 22 Jesús, oyendo esto, le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.23 Entonces él, oyendo esto, se puso muy triste, porque era muy rico. 24 Al ver Jesús que se había entristecido mucho, dijo: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! 25 Porque es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. 26 Y los que oyeron esto dijeron: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? 27 El les dijo: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios.28 Entonces Pedro dijo: He aquí, nosotros hemos dejado nuestras posesiones y te hemos seguido. 29 Y él les dijo: De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios, 30 que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna”.
Aquí hay cuatro frases ‘clave’ que nos ayudarán a definir claramente lo que es salvación. Esas son: “LA VIDA ETERNA”, “EL REINO DE DIOS”, “SALVO”, “SIGLO VENIDERO”. Estas cuatro frases han sido pasadas por alto por la mayoría de estudiantes de la Biblia, y seguramente por usted mismo, privándose así de comprender lo que es la salvación para Jesucristo y sus discípulos. Usted tiene ahora la oportunidad de entender lo que su Pastor u Obispo de su iglesia nunca le reveló porque está ciego.
El joven rico quería heredar la VIDA ETERNA, pero no estaba dispuesto a dejarlo todo por Cristo. Jesús se ve precisado a decir que difícilmente entrará un rico en el REINO DE DIOS. Los discípulos le preguntan entonces a Jesús: ¿Quién podrá SALVARSE? Y Jesús entonces reafirma lo que antes había dicho y añade que aquellos que hayan dejado todo lo acariciado por el Reino de Dios recibirán la vida eterna en el “SIGLO VENIDERO.
Reflexione ahora: ¿Qué es la salvación, según este diálogo? La respuesta es diáfana como el agua cristalina. Usted deberá disponer su corazón y mente para entender. La fórmula es ésta: ¡Sólo tiene que acomodar las CUATRO FRASES CLAVE! (‘Vida Eterna’, ‘Reino de Dios’, ‘Salvación’, Siglo Venidero). Salvación es entonces —y grábeselo bien porque esto no lo escuchará en ningún lado— “ganar la vida eterna en el reino de Dios del siglo venidero”. Esta sencilla explicación no es conocida por millones de cristianos. La mayoría de cristianos cree que salvación es estar con Dios en el cielo. Pero esto no es lo que dice Jesús. Aquí se habla de un reino y de una salvación futuros que vendrán con la segunda venida de Cristo (Mat.25:31,34; Luc 18:30, Hech. 9:28). Entonces se cumplirá lo dicho en Apocalipsis 12:10: “Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo.” Nótese que la salvación está asociada con el reino y la autoridad de Cristo— ¡Realmente salvación y reino van de la mano! Ah, y los difuntos de la fe tampoco han heredado el reino, pero serán resucitados para entrar en él.
Si uno compara Hebreos 9:28 y Mateo 25:31,34, descubrirá que en la segunda venida de Cristo se desencadenará la salvación de los fieles. Esto quiere decir que éstos “heredarán el reino y la consecuente vida eterna preparados por Dios desde la fundación del mundo.” Este es el verdadero evangelio de Jesucristo que no es predicado mayormente por las iglesias, salvo muy raras excepciones.
www.apologista.wordpress.com
www.yeshuahamashiaj.org
www.elevangeliodelreino.org
www.retornoalparaiso.blogspot.com
El joven rico quería heredar la VIDA ETERNA, pero no estaba dispuesto a dejarlo todo por Cristo. Jesús se ve precisado a decir que difícilmente entrará un rico en el REINO DE DIOS. Los discípulos le preguntan entonces a Jesús: ¿Quién podrá SALVARSE? Y Jesús entonces reafirma lo que antes había dicho y añade que aquellos que hayan dejado todo lo acariciado por el Reino de Dios recibirán la vida eterna en el “SIGLO VENIDERO.
Reflexione ahora: ¿Qué es la salvación, según este diálogo? La respuesta es diáfana como el agua cristalina. Usted deberá disponer su corazón y mente para entender. La fórmula es ésta: ¡Sólo tiene que acomodar las CUATRO FRASES CLAVE! (‘Vida Eterna’, ‘Reino de Dios’, ‘Salvación’, Siglo Venidero). Salvación es entonces —y grábeselo bien porque esto no lo escuchará en ningún lado— “ganar la vida eterna en el reino de Dios del siglo venidero”. Esta sencilla explicación no es conocida por millones de cristianos. La mayoría de cristianos cree que salvación es estar con Dios en el cielo. Pero esto no es lo que dice Jesús. Aquí se habla de un reino y de una salvación futuros que vendrán con la segunda venida de Cristo (Mat.25:31,34; Luc 18:30, Hech. 9:28). Entonces se cumplirá lo dicho en Apocalipsis 12:10: “Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo.” Nótese que la salvación está asociada con el reino y la autoridad de Cristo— ¡Realmente salvación y reino van de la mano! Ah, y los difuntos de la fe tampoco han heredado el reino, pero serán resucitados para entrar en él.
Si uno compara Hebreos 9:28 y Mateo 25:31,34, descubrirá que en la segunda venida de Cristo se desencadenará la salvación de los fieles. Esto quiere decir que éstos “heredarán el reino y la consecuente vida eterna preparados por Dios desde la fundación del mundo.” Este es el verdadero evangelio de Jesucristo que no es predicado mayormente por las iglesias, salvo muy raras excepciones.
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¿ES NECESARIO EL BAUSTISMO PARA SALVARSE?

¿Es necesario el bautismo para la salvación? ¿Qué es la regeneración bautismal?
Pregunta: "¿Es necesario el bautismo para la salvación? ¿Qué es la regeneración bautismal?"
Respuesta: La regeneración bautismal es la creencia de que una persona debe ser bautizada para ser salva. Nuestro argumento es que el bautismo es un paso importante de obediencia para un cristiano, pero rechazamos firmemente que se requiera el bautismo para la salvación. Creemos firmemente que todos y cada cristiano debe ser bautizado en agua por inmersión. El bautismo ilustra la identificación del creyente con la muerte, sepultura y resurrección de Cristo. Romanos 6:3-4 declara, “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en Su muerte? Porque somos sepultados juntamente con Él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.” La acción de ser sumergido en el agua, ilustra el ser sepultado con Cristo. La acción de salir del agua, ilustra la resurrección de Cristo.
Cualquier cosa que se añada a la fe en Jesucristo como requerimiento para la salvación, es una salvación basada en obras. El añadir CUALQUIER COSA al Evangelio, es decir que la muerte de Jesús en la cruz no fue suficiente para comprar nuestra salvación. El decir que debemos ser bautizados para ser salvos, es decir que debemos añadir nuestras propias buenas obras y obediencia a la muerte de Cristo, a fin de hacerlo suficiente para la salvación. Solo la muerte de Jesús pagó por nuestros pecados (Romanos 5:8; 2 Corintios 5:21). El pago de Jesús por nuestros pecados es adjudicado a nuestra “cuenta” únicamente por la fe (Juan 3:16; Hechos 16:31; Efesios 2:8-9). Por lo tanto, el bautismo es un paso importante de obediencia después de la salvación, pero no puede ser un requerimiento para la salvación.
Sí, hay algunos versos que parecen indicar que el bautismo es un requerimiento necesario para la salvación. Sin embargo, puesto que la Biblia nos dice tan claramente que la salvación se recibe solo por la fe (Juan 3:16; Efesios 2:8-9; Tito 3:5), debe haber una interpretación diferente de esos versos. La Escritura no contradice la Escritura. En los tiempos bíblicos, una persona que se convertía de una religión a otra, con frecuencia era bautizada para identificar su conversión. El bautismo era el medio por el que se hacía pública una decisión. Aquellos que rehusaban ser bautizados se decía que ellos realmente no habían creído. Así que, en la mente de los apóstoles y los primeros discípulos, la idea de un creyente no bautizado era inaudita. Cuando una persona declaraba creer en Cristo, y sin embargo se avergonzaba de proclamar su fe en público, indicaba que no tenía una fe verdadera.
Si el bautismo fuera necesario para la salvación, ¿por qué habría dicho Pablo, “Doy gracias a Dios de que a ninguno de vosotros he bautizado, sino a Crispo y a Gayo,” (1 Corintios 1:14)? ¿Por qué habría dicho, “Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo.” (1 Corintios 1:17)? Es posible, que en este pasaje, Pablo estuviera argumentando contra las divisiones que plagaban la iglesia de Corinto. Sin embargo, ¿cómo era posible que Pablo dijera, “Doy gracias a Dios de que a ninguno de vosotros he bautizado...” o “Pues no me envió Cristo a bautizar...” Si el bautismo es necesario para la salvación, Pablo habría dicho literalmente, “Doy gracias de que ustedes no fueron salvados...” y “Porque Cristo no me envió para salvar...” Esa habría sido una declaración increíblemente ridícula por parte de Pablo. Más aún, cuando Pablo da un resumen detallado de lo que él considera el Evangelio (1 Corintios 15:1-8), ¿porqué se omite de mencionar el bautismo? Si el bautismo es un requerimiento para la salvación ¿cómo puede cualquier presentación del Evangelio dejar de mencionarlo?
La regeneración bautismal no es un concepto bíblico. El bautismo no salva del pecado, sino de una mala conciencia. Pedro enseña claramente que el bautismo no era un acto ceremonial de purificación física, sino la prueba de una buena conciencia hacia Dios. El bautismo es el símbolo de lo que ya ha ocurrido en el corazón y la vida de uno que ha confiado en Cristo como Salvador (ver Romanos 6:3-5; Gálatas 3:27; Colosenses 2:12). Para dejar perfectamente clara la fuente de la salvación, Pedro añade, “...por la resurrección de Jesucristo...” (ver 1 Pedro 1:3). El bautismo es un paso importante de obediencia que debe realizar cada cristiano. El bautismo no puede ser un requerimiento para la salvación. El considerarlo así, es un ataque a la suficiencia de la muerte y resurrección de Jesucristo.
sábado, 29 de agosto de 2009
EL REINO DE DIOS Y LA SALVACIÓN

Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)
«Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas» (Hech. 2:41).
No es suficiente para el inconverso un “aceptar a Jesús como Señor” para obtener la “salvación”, sino se le ha hecho un llamado al «arrepentimiento por los pecados», sino se le ha predicado correctamente al «Hijo de Dios» y le ha creído, si tal inconverso no ha considerado por propia voluntad y determinante decisión el «bautismo en agua» para un andar en «nueva vida», momentos después de haber considerado todo lo anterior (entiéndase que el «bautismo en agua» no salva por sí mismo, pero el verdadero «arrepentido, por norma y regla, estará convencido de llevarlo a cabo como compromiso de una vida santa delante de Dios, Ro.6:4), incluyendo, porque sería un «crimen olvidarlo», el importantísimo mensaje, antes del «bautismo en agua», del «Reino de Dios» y su terrena realidad. El «Reino de Dios» fue el principal propósito de la primera venida de Cristo al mundo, la base vital, el «cimiento de la predicación de Cristo», ya que la «consumación de la salvación» será cuando el creyente digno ingrese, en el consentimiento de Dios, a la teocracia milenial (1 P. 1:5).
En su primer discurso encontrado en el capítulo 2 del libro de los Hechos, para comprender la verdadera «temática de la salvación» del inconverso, Pedro predica a la multitud de la persona de Cristo, como el «aprobado Hijo de Dios», el cual dio testimonio de la veracidad del Padre por medio de «maravillas, señales, portentos y milagros». Pedro habla ante la muchedumbre de su «crucifixión y muerte», de su «resurrección sobrenatural», «sueltos los dolores de la muerte». Pedro les anunció que Dios había «hecho de Jesús, Señor y Cristo». Por último, Pedro le presenta al vasto contingente el «Reino de Dios», a los «varones judíos y a los que habitaban Jerusalén» (Hech. 2:14). De hecho, Pedro no profundiza en exponerlo, porque para los judíos el tema les era bastante familiar. La importancia del «Reino de Dios», en las palabras del apóstol Pedro, estriba en que Dios había «jurado» al rey David que «uno de su descendencia», en «cuanto a la carne», en «cuanto a su linaje real», de «su línea familiar», se «sentaría en su trono» (Hech. 2:22-30). Es bueno decir que este «juramento» compromete, no sólo a la nación de Israel (Gn, 12:2), sino «a todas las familias de la tierra» (Gn.12:3; Hech. 3:25), según la promesa hecha al patriarca Abraham por el Divino en un principio y que repercute para beneficio a largo plazo a quienes «han creído en Cristo», y me refiero, aparte de los judíos, a los «gentiles», los «goyims» (Jn. 3:16; Ro. 10:9; Ef. 2:14-15). Cristo durante su ministerio anunció en palabras prolépticas que el «Reino de Dios se había acercado» (Mt. 4:17). La locución «se ha acercado», infiere que este «Reino» tendrá que «esperarse». Este «Reino» se manifestará cuando Cristo retorne al mundo «visible y en poder», y «se siente en su trono de gloria» (Mt.24:30; 25:31).
Después de su breve discurso de la persona de Cristo y del «Reino de Dios», Pedro invita a las gentes al «arrepentimiento» y al «bautismo en agua en el nombre de Jesucristo»:
«Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo» (Hech. 2:38).
Podemos decir, por lo tanto, que la «salvación» no se obtiene tan sólo, aunque necesarios, por el «arrepentimiento», por el «bautismo en agua», por «creerse en la muerte y resurrección de Cristo», sino, porque así lo determina la Palabra de Dios, como veremos más adelante, por «creerse en la predicación del Reino de Dios», «Reino» que se inaugurará en el futuro en un mundo ya restituido y que Cristo gobernará bajo los designios del Altísimo por todo un «milenio», hasta «que lo entregue al Dios y Padre suyo» (1Co. 15:24).
El primer propósito de Cristo en su ministerio en esta tierra fue de predicar el «Evangelio de Dios» (Mr.1:1), incitando a los oyentes de alrededor para que lo «creyeran» (Mr. 1:15). Cristo habló de la gran necesidad de predicar el «Evangelio de la Salvación» en diferentes lugares, «porque para eso había sido enviado» (Lc. 4:43). El «Evangelio del Reino» y el «Evangelio Eterno» son esencialmente lo mismo. Este «Evangelio» anuncia la promesa de una «herencia terrenal», el «Reino de Dios», para los «mansos», según las palabras del propio Cristo:
«Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad» (Mt. 5:5).
Este «Evangelio», el de las «Buenas Nuevas», habrá de «cristalizarse por completo», por decirlo de este modo, en el futuro, en un «reinado mundial de mil años» (Ap. 20:4, 6). En el libro de Apocalipsis se le llama el «Evangelio Eterno» (Ap. 14:6) por la razón de que la «Simiente de la Mujer» aplastaría al enemigo de Dios y de los hombres: «Satanás», la «Serpiente Antigua», el «Diablo», que cayó para ursupar, para desplazar y turbar con su reinado tenebroso y maligno el «orden del mundo y cuyo carácter fue celestial» al principio de su fundación, en la reciente creación del primer hombre, para “coronarse” como el «dios este siglo» (2 Co. 4:4), el «príncipe de este mundo» (Jn.16:11), «mundo» que controla hoy con mentira, con dolor, con muerte y con engaño, pero que Cristo en su debido tiempo lo destronará en su Parusía para restaurar la «cosmología antes perturbada» y bendecir a la «humanidad convertida» aquí «abajo», en la «tierra», mas no en el «tercer cielo», en este sentido literal.
Cristo reinará personalmente el mundo en majestad e infinita gloria, de acuerdo al «Pacto Eterno» y «las misericordias firmes de David» (Is. 55:3). Cristo será el «Jefe y el Maestro de las naciones» (Is.55:4). Si el «Evangelio del Reino» no es predicado con su debida prudencia, todos los “esfuerzos piadosos” que se hagan en cualquier parte, serán absolutamente infructuosos.
El «Reino de Dios» es imposible que exista ahora, porque será instalado en la «restauración de Israel», en la segunda venida de Cristo (Mr.13:26; Hech.1:6), «hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas» (Hech. 3:21). Cuanto esto acontezca, el «Reino de Cristo», el «de Dios», el de «los Cielos», ya habrá sido implantado en el mundo. Fue tan importante para Dios la predicación de su «Reino» qué Cristo, después de su resurrección, continuó predicándolo por «cuarenta días» más, antes de su ascensión:
«…a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios» (Hech. 1:3).
Cuando se tiene noción clara de lo qué es realmente el «Evangelio del Reino de Dios», y se le ha tomado en cuenta muy razonable y positivamente, habiéndose «creído», sin faltar, en el «nombre del Señor Jesucristo», es en este preciso momento cuando el creyente deberá venir luego al «bautismo en agua», «a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva» (Ro.6:4). No existe ningún “protocolo” en la Biblia que demande “cursos” y “discursos”, y “largas esperas” para que el cristiano pueda «bautizarse en agua», como suele suceder en la mayor parte de las “iglesias cristianas” de toda la esfera terráquea: Error es este por la terrible ignorancia en la Palabra de Dios.
El «bautismo de agua» es uno ordenado en «la gran comisión» por Cristo (Mt. 28:19), y lo puede ejecutar cualquier creyente. No es una tarea exclusiva para los pastores o líderes congregacionales. Usted como creyente genuino en Cristo (si es que lo es), «quien quiera que sea», sin poseer un “liderazgo en la iglesia o puesto importante”, puede «bautizar ipso facto» a todo aquel que ha ministrado para «salvación». Inmediatamente después del «arrepentimiento», de la predicación de «Cristo crucificado» (1 Co.1:23), y del «Reino de Dios», el «bautismo en agua», es el siguiente paso indicado a concluir:
«Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres» (Hech. 8:12).
El etíope fue «bautizado en agua» tan pronto fue ministrado por Felipe:
«Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús. Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó» (Hech. 8:35-38).
Es absurdo ver en las congregaciones llamadas como “cristianas”, cómo se acepta un “Jesús” que no llena los requisitos que Biblia exige para que lo sea. Más bien, es “uno” que tiene la función de “estar pendiente” de las necesidades, cualquiera que estas sean, de los supuestos “creyentes” para darles “soluciones milagrosas”, y hablo de las materiales específicamente, porque para estos “fieles cristianos” que han “aceptado a su señor y salvador” (“salvador” de sus deudas financieras), las necesidades espirituales no son la gran prioridad, al menos que fueran «convertidos» reconocerían su enorme imprescindibilidad.
Es imposible que la salvación pueda establecerse en el inconverso después de una predicación “light y consentidora” que no hable jamás de la persona de Jesús como el «aprobado Hijo de Dios», de su «muerte expiatoria», de sus «portentos y milagros» realizados durante su ministerio terrenal y que dieron testimonio de la gloria del Padre, de su «resurrección», del «arrepentimiento de los pecados», y principalmente, ante todas las cosas, que no hable del «Reino de Dios».
No basta un “Dios te ama” para ser salvo. Por lo que vimos, «se requiere más que esto para serlo», para que se instituya en el hombre inconverso la «salvación individual».
La salvación no será posible, si no tienen en cuenta, de parte del potencial creyente, los factores expuestos con anterioridad.
Reconsidere amigo mió, lo que escribimos en el amor de Dios y de su Cristo.
Dios le bendiga siempre.
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