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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

viernes, 9 de octubre de 2009

“¿TENIENDO OJOS NO VEIS, Y TENIENDO OÍDOS NO OÍS?¿Y NO RECORDÁIS?” (Marcos 8:18)



Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)

Estimados lectores, millones de llamados cristianos oyen, cuando se leen las Escrituras en sus iglesias, las famosas bienaventuranzas de Jesús en Mateo 5:1-12, donde dice:


“Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo: Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros” (vs. 1-12).

En estas bienaventuranzas Jesús enseña una doctrina escatológica totalmente diferente de la que se escucha en las iglesias (católicas y protestantes por igual). En estas iglesias se oye constantemente que iremos a vivir al cielo si somos “buenos” y que la tierra será finalmente destruida por fuego. Estos cristianos tienen ojos para ver y para leer, y oídos para oír, y no entienden nada. Simplemente no prestan atención a lo que dice Jesús en sus llamadas “Bienaventuranzas”. ¿Y qué podemos resaltar de las Bienaventuranzas? Pues entre otras cosas, las siguientes oraciones:

1.- Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

2.- Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.

3.- Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de

ellos es el reino de los cielos.

¿Encontramos allí algo que nos diga que vamos a partir al cielo para entrar a una mansión celestial para siempre?¿Lee usted algo parecido a la creencia popular de que la tierra desaparecerá y que nuestras almas partirán al cielo después de morir? Yo, en lo personal, ¡no!

¿Qué es el Galardón en los cielos?

Pero algunos me dirán: ¿Acaso, Sr. Apologista, pasará usted por alto lo dicho por Jesús en esas mismas bienaventuranzas, cuando dice: “Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos”? ¿Acaso no habla aquí Jesús de que iremos al cielo para estar con Dios Padre y con él? Pues no! En esta parte de las bienaventuranzas Jesús no dice eso! ¿O es que acaso Jesús se está contradiciendo cuando habla de que los mansos heredarán la tierra y no el cielo? ¡De ningún modo!, pues Jesús no puede contradecirse, puesto que él es la fuente de la verdad, aunque hay que armonizar sus dichos con otras Escrituras para entenderlo mejor. Lo que Jesús dice es que grande es nuestro galardón que está RESERVADO en los cielos (Ver 1 Pedro 1:4). Simplemente está reservado allá y listo para manifestarse, es decir, nuestra corona de la vida que traerá Jesús en su venida (Apo. 2:10; 22:12)…y por supuesto la Nueva Jerusalén que bajará a la nueva tierra para que tomemos nuestras respectivas moradas prometidas en Juan 14:2,3.

¿Es el reino de los cielos el cielo mismo?

Algunos, sin embargo, argumentarán que en sus bienaventuranzas Jesús sí ofrece el cielo a los suyos cuando dice Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Es decir, ellos suponen que cuando Jesús ofrece el reino de los cielos, él está prometiendo el cielo a los suyos. Pero es realmente cierto eso? ¿Puede Cristo ofrecer el cielo a los pobres en espíritu, y la tierra a los mansos?¿Es esa la enseñanza de Jesús? ¡No lo creo ni por un segundo! Creo que cuando Jesús ofrece el reino de los cielos, él está ofreciendo el reino que viene de los cielos, y que es de Dios, no de los hombres. Así, el reino que se establecerá en la tierra será un reino celestial en la tierra, un reino que estará dirigido por Dios a través de su agente, el Mesías Jesús.

Recordemos amigos que Jesús nos ofrece una nueva tierra donde imperarán él, su reino, y la justicia verdadera. Este es el mensaje central de las bienaventuranzas de Jesús…¡pero muchos aún oyen esto y no entienden ni pueden recordar nada. Sólo recuerdan la tradicional enseñanza católico-gnóstica de la partida post-mortem de las almas al cielo para estar con la Divinidad. Pero esto no fue lo que Jesús enseñó. Debemos retomar el mensaje verdadero de Cristo que es su reino venidero de justicia en la tierra. Por eso Jesús nos mandó que pidiéramos y buscáramos constantemente la venida de su reino, tanto en Mateo 6:10 como en Mateo 6:33. Esta no fue una petición para un reinado de Cristo “en el corazón de los creyentes”, sino para un reinado literal de Jesús en la tierra, donde por fin el mal y el malo no existirán más.
Ciegos para ver y sordos para oír acerca del evangelio del reino

También muchos parecen desoír y olvidarse que el evangelio verdadero es descrito como el reino de Dios. En numerosos pasajes del NT encontramos la locución: “El evangelio del reino” pero los cristianos de hoy simplemente leen “el evangelio” y se olvidan del reino. Es decir, están sufriendo de Alzheimer o de “olvidaditis aguda”, una enfermedad muy común entre católicos y protestantes por igual. Ellos han leído y escuchado que Cristo predicó el evangelio del reino, pero luego ellos enseñan otros evangelios que ni siquiera se asoman por las Escrituras, como es el caso del “evangelio social”, y “el evangelio de la prosperidad”. Estos falsos evangelistas para nada hacen mención de aquella parte del evangelio que se refiere al reino…el reino de Dios. Definitivamente estos “cristianos” oyen pero no escuchan, ven pero no leen correctamente. Y eso que Pablo dijo que sólo hay un verdadero evangelio…y no dos o más (Gál. 1:6-9). Por eso me llama la atención, y me sigue escandalizando, por el descuidado reinante entre los afamados predicadores “cristianos” cuando omiten el reino de Dios en sus prédicas del evangelio. Y allí están miles de bobos siguiendo a tales guías ciegos, sin protestar en absoluto por tal grave omisión en sus “homilías salvíficas”. Estos potenciales creyentes son simplemente ciegos que son guiados por ciegos…¡y ya sabemos cómo terminarán aquellos que son guiados por ciegos! Pero por otro lado entiendo que estos predicadores son instrumentos de Satanás y presas del engaño satánico, pues como dice Pablo: “el dios de este siglo ha cegado el entendimiento de los incrédulos (estos predicadores son verdaderos incrédulos), para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo…” (2 Cor. 4:4). Simplemente estos evangelizadores están CIEGOS, y son guías ciegos que guían a otros ciegos en dirección al foso oscuro de la perdición eterna.
El reino de Dios es el evangelio salvador

Jesús dijo: “diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio (Buenas Nuevas).” (Marcos 1:15). ¿Y qué era ese evangelio o Buenas Nuevas de Jesús? El versículo anterior, el 14, Jesús mismo lo revela: “Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios.” Si esto es muy complicado para entender, entonces hay un problema con la inteligencia humana, pues esto está dicho para que aun un niño lo pueda comprender sin problema alguno. Sin embargo, los más entendidos de los hombres parecen no captar esta sencilla verdad de que el evangelio de Cristo es el Reino de Dios, y han optado por inventar nuevos y más “potables” evangelios para el gran público hambriento de promesas “fuera de este mundo”.

Y es muy importante predicar el único y singular evangelio porque de eso depende nuestra salvación. Así lo dijo Pablo con estas palabras que no deberían borrarse de nuestras mentes inquisidoras: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de salvación a todo aquel que cree (en el evangelio, claro), al Judío primeramente y también al Griego” (Romanos 1:16).

Pero si uno cree en un evangelio falso, ¿podrá realmente salvarlo? Si usted necesita tomar Aspirina para su dolor de cabeza, y toma Alcaselser, logrará conseguir alivio para su mal? No lo creo! Usted necesita creer en el evangelio correcto, “prescrito” por el médico Jesús para poder conseguir la salvación de todo su ser. Usted debe confiar y obedecer lo que el gran Médico y salvador de los enfermos receta para la curación definitiva de su mal. Así que empiece creyendo en su remedio salvador que se llama: “el evangelio del reino”. Este remedio usted deberá buscar y pedir todos los días hasta que se complete su tratamiento justo cuando regrese el Médico celestial a visitarlo nuevamente en persona. Ya si después de toda esta exhortación la gente persiste en creer en evangelio espurios, en cuentos de hadas, allá ellos. De los torpes e insensatos no es el reino, sino de sabios y entendidos.





...ES EL ESPIRITU SANTO DIOS?


Los Trinitarios a menudo señalan a los pasajes de Juan 14 y 15 como prueba de que el Espíritu Santo es una persona y no sólo la manifestación de la mente y el poder de Dios. En estos pasajes Jesús les dice a los discípulos que les enviaría otro Consolador (Griego: parakletos) que se identifica como el Espíritu Santo. Puesto que el Consolador, el Espíritu Santo, se conoce como él o quien, se cree que el Espíritu Santo es una persona.

Juan 14: 16-17: Y yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador (Consolador en RV, Auxiliador en RV) para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad. El mundo no puede aceptar porque no le ve, ni le conoce. Pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros y estará en vosotros (NVI).

Juan 14:26: Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que he dicho.

Juan 15:26: “Cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad que procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.

Juan 16:7-8: Pero yo os digo la verdad: es por vuestro bien que me voy. A menos que me vaya, el Consolador no vendrá a ustedes, pero si me voy, os lo enviaré. Cuando él venga, convencerá al mundo de culpa en relación con el pecado y la justicia y de juicio.

Juan 16:13-15: Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda verdad. Porque no hablará por su cuenta, sino que hablará todo lo que oye, y él les dirá lo que está por venir. Él me glorificará porque tomará de lo mío y lo hará saber a vosotros. Todo lo que pertenece al Padre es mío. Por eso dije que el Espíritu tomará de lo mío, y os dará a conocer.

Los no Trinitarios señalan que el Griego parakleto es de género masculino y, por tanto, requiere un pronombre masculino. Es, por tanto, gramaticalmente necesario usar los pronombres, ‘aquel’, ‘él’, ‘su’, y ‘quien’ en estos pasajes. Sin embargo, al igual que el género neutro Griego pneuma no establece el carácter de persona o no persona del Espíritu, tampoco el género masculino parakletos establece la persona o no persona de Consolador. Como se indicó anteriormente, el género masculino Griego se asocia con personas, lugares y cosas. Cuando este género se asocia con un sustantivo, por sí mismo no dice lo que significa el sustantivo. Eso deberá ser determinado por otra información.

En los pasajes citados arriba, el Consolador se identifica como el Espíritu Santo y el Espíritu de Verdad. Sin embargo, es el género masculino parákletos que se está discutiendo y el utilizar los pronombres personales de ‘él’, ‘su’, o ‘aquel’, es perfectamente legítimo. Incluso en Juan 16: 13-15, donde Jesús habla del Espíritu de verdad, todavía está hablando acerca del parákletos y por lo tanto el uso del pronombre griego ekeinos, ‘él’ y ‘su’, es apropiado. Algunos trinitarios insisten en que la palabra Espíritu está siendo modificada por el pronombre Griego ekeinos. Esto simplemente no es el caso puesto que éste es un pronombre masculino y no se aplica a un sustantivo neutro.

En vista de las dinámicas asociadas con el género en el idioma Griego y el hecho de que el género, en y por sí mismo, no establece el significado de un sustantivo, una personalidad para el Espíritu Santo no puede ser establecida sobre la base de la gramática, un hecho reconocido por varios eruditos Griegos. Asimismo, se señaló que en Juan 15:26, el Consolador es visto como que sale del Padre (que procede del Padre en la KJV). Según la teología trinitaria, el Espíritu Santo es distinto del Padre en la divinidad trinitaria. Si este es el caso, ¿por qué se considera que procede del Padre? Para los no-trinitarios, la respuesta es que el Padre es el único y supremo Dios que tiene el Espíritu Santo de la inteligencia y el poder… y el Espíritu fluye a donde el Padre quiere que fluya.

Los no trinitarios señalan que a través de las Escrituras el Hijo se habla como siendo ‘de Dios’, el Espíritu se habla como siendo ‘de Dios’ pero en ninguna parte se habla del Padre como siendo ‘de Dios’. Se cree que el Padre nunca se habla de él como ‘de Dios’, porque el Padre es Dios y el Hijo y el Espíritu son del Padre. El Hijo es visto como del Padre por ser directamente engendrado por el Padre y el Espíritu es visto como del Padre porque es el poder del Padre, el pensamiento, la emoción, la creatividad y todos los demás atributos personales manifestados por el Espíritu. El Espíritu de Dios es visto como la personalidad de Dios según la definición de todas las características que se le atribuyen al Espíritu en las Escrituras. El Espíritu de Dios es prácticamente lo que Dios es, tal como el Espíritu en el hombre es prácticamente lo que el hombre es. En ningún caso el Espíritu / espíritu existe como su propia persona, a diferencia de la persona en el que reside.
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