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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

domingo, 2 de enero de 2011

LA GRACIA QUE NOS TRAERÁ JESUCRISTO EN SU PARUSÍA: ¿QUÉ SIGNIFICA ESO?


“Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado”.
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Por Mario A Olcese (Apologista)
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Los más de los predicadores cristianos de hoy suponen que ya no estamos bajo la ley de Moisés sino bajo la gracia de Dios, lo cual no deja de ser verdad, pues lo dice la Biblia. Sin embargo, ellos enseñan que la gracia de Dios es la salvación que se recibe por la bondad inmerecida de Dios a través de la fe en la expiación realizada por Cristo en la cruz para el perdón de nuestros pecados, y que nos lleva finalmente al cielo para vivir eternalmente con la Deidad. Es decir, suponen que el evangelio de la gracia es la buena nueva de que Dios nos salva, no por nuestros méritos, o por las obras de la ley que hemos “obedecido”, sino por los méritos del Señor Jesús, haciendo definitivamente nula la ley de Dios escrita en piedras y que nos condenaba. Ahora nadie debe depender de la ley dada por Moisés para ser salvo, sino en la fe puesta en Cristo, su sacrificio por nuestros pecados, y su gloriosa resurrección al tercer día.
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La ley no salva a nadie, sino nuestra fe que obra por amor.
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Es verdad que aquellos que quieren justificarse por medio de guardar le ley “mosaica” están en maldición, porque nadie sin Cristo puede cumplirlas (Gál. 3.10). Pero también es verdad que todo aquel que ha puesto su fe en Jesucristo y en su sacrificio expiatorio no puede ignorar la necesidad de la ley de Dios en la sociedad humana para el orden. La gracia de Dios no hace a la ley inoperante u obsoleta, ya que si no hay ley, entonces tampoco hay pecado…y obviamente el pecado está aún presente en el mundo. Esto, por sí sólo, hace patente la vigencia de la ley de Dios. Y esta ley divina se puede resumir en dos mandamientos: El amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo (1 Juan 3:4). Es decir, por AMOR (los mandamientos ya escritos en nuestros corazones), el hombre puede cumplir con los preceptos de Dios, aunado con el Espíritu del Señor que mora en cada creyente que le fortalece para vencer.
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En realidad, amando a Dios con todo nuestro ser, podemos muy bien guardar los primeros mandamientos, y amando al prójimo como a uno mismo uno puede guardar los mandamientos restantes sin mayor problema. Es sólo cuando no amamos a Dios sobre todas las cosas, o cuando nos amamos más a nosotros mismos que a cualquiera de nuestros semejantes, que violamos la leyes de Dios. Necesitamos, pues, desarrollar el amor, y el amor viene como fruto del Espíritu de Dios.
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La Gracia y la salvación
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La gracia divina es el favor inmerecido que recibimos del Creador para que se restablezca una relación positiva y óptima con Él. Es llegar a ser un olor grato para Dios y participar de su familia, y recibir de Sus bendiciones y grandes promesas preparadas desde antes de la fundación del mundo. La salvación que trae esta gracia viene por la fe, y no por las obras de la ley, ya que por las obras de la ley nadie será justificado. El apóstol Pedro relacionó la gracia de Dios con nuestra salvación, diciendo: “Los profetas que profetizaron de la GRACIA destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta SALVACIÓN. escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos”. 1 Pedro 1:10,11.
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Sí, mi amigos, la gracia que no viene por la ley, sino por la fe en Cristo (y sus sufrimientos en la cruz) nos traería la salvación, que no es otra cosa que las GLORIAS que vendrían tras los sufrimientos de Cristo, es decir, Su resurrección, su glorificación, y su anhelada herencia del reino mesiánico para luego compartirlo con sus otros “cristos” o “ungidos” en su parusía.
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La gracia salvadora aún espera su manifestación
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El mismo apóstol Pedro pasa a decirnos algo que millones de evangelistas ignoran. Me refiero a la gracia, la cual aún no está consumada, sino sólo cuando sea manifestada en la parusía de Cristo. Es decir, el proceso de la salvación por gracia aún no termina hasta la parusía del Señor Jesucristo. En 1 Pedro 1:13, el apóstol Pedro pasa enseguida a decir: “Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado”. ¿Se dan cuenta, estimados amigos, que la salvación por gracia aún no ha sido completada? Aquí Pedro es claro al afirmar que debemos esperar por la gracia que se nos traerá cuando Jesucristo sea manifestado… ¡no antes! Así que Jesús volverá para COMPLETAR el proceso de salvación por la GRACIA. Es un regalo ofrecido por Dios a los vencedores, a los perseverantes, a los perfectos, a los santos, a los elegidos, a los hijos de Dios.
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Pues bien, Jesús viene para entregarnos esa gracia, ese don inmerecido que proviene de Su Padre, y que él mismo obtuvo después de ser glorificado. Sí, Jesús lo traerá personalmente para que los suyos sean los coherederos de ese regalo inmerecido de Dios que es la salvación final y definitiva, y que nunca se perderá en el reino de Su Majestad, el Rey Mashiaj Yahshúa.
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Pablo asocia el reino de Dios con la Gracia
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Debemos señalar que los más de los predicadores de hoy están ciegos, caminado a tientas, y buscando la luz que no les resplandece porque Satanás los ha enceguecido (2 Cor. 4:4). Tienen la luz de la Palabra, pero sus mentes están embotadas por la tradición o por las doctrinas de hombres. Mientras no se quiten el velo que cubre sus ojos, permanecerán en ignorancia y caminando por precipicios mortales.
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En Hechos 20:24,25, el apóstol Pablo predica un evangelio de la gracia que NO difiere en absoluto del evangelio del reino de Jesucristo. En realidad Pablo ve la gracia y el reino como el mismo evangelio salvador, ¡y sorprendentemente millones de cristianos no se dan cuenta de ello por su estupidez y terquedad. ¿Es que acaso este humilde servidor es una especie de elegido para revelarlo? No!, Soy simplemente alguien que escudriña las Escrituras con seriedad y mente abierta, sin prejuicios y sin conceptos paganos. Esta verdad que vengo a anunciarles, ya hace tiempo que ha tenido sus pregoneros que han cumplido su cometido en sus respectivos tiempos. Y hoy, en este siglo XXI, el Señor sigue teniendo sus voceros y mensajeros que se ciñen a Su palabra para decir lo que la Escritura quiere enseñarnos. Aquí hay revelación, no de doctos destacados, los cuales han demostrado muchas veces ser más ignorantes que los menos instruidos, sino de hombres que con sinceridad de corazón han pedido sabiduría de lo alto. Si a alguien le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él la dará en abundancia. Por tanto, la verdad de la gracia y el reino no es producto de la sabiduría humana, o de los grandes doctos de los seminarios teológicos, sino de Dios, de lo alto.
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Pues habiendo aclarado esto, quiero examinar con ustedes Hechos 20:24,25 para que de una vez, y por todas, la gente se dé cuenta de que no hay dos evangelios: el del reino y el de la gracia. Pero el que me quiera contradecir, que lo haga, pero no a mí, sino a Pablo, quien dijo claramente que sólo había UN solo evangelio salvador y no dos o más. Dice él en Gálatas 1:6-9, así: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema”. ¿Podría existir algún otro pasaje más claro que éste? ¡No lo creo!
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Veamos, ahora sí, Hechos 20:24, 25:
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“Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del EVANGELIO DE LA GRACIA DE DIOS. 25 Y ahora, he aquí, yo sé que ninguno de todos vosotros, entre quienes he pasado PREDICANDO EL REINO DE DIOS, verá más mi rostro”.
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Nótese cuán claro es Pablo hay relacionar su predicación del reino de Dios con el evangelio de la gracia de Dios. Por tanto, sería una necedad que nuestros detractores furibundos insistan en sostener un imposible, es decir, que el reino de Dios nada tiene que ver con la gracia de Dios. Esta estrecha relación reino/gracia es del todo contundente e irrefutable, y no admite discusión alguna. Así que si hay por allí algún predicador que diga que estoy enseñando una falsedad, debería refutarme con claridad en qué punto me estoy desviando de la verdad prístina revelada por el Señor.
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Pues bien, antes habíamos dicho que Pedro había escrito (en 1 Pedro 1:13) que los fieles esperaban la gracia que traerá nuestro propio Rey, Su Majestad, el Señor Jesucristo. Esto quiere decir que Jesús nos traerá esa gracia/reino en su segunda venida en gloria. Y efectivamente, si leemos con cuidado Mateo 25:31,34, encontraremos que Jesús se manifestará para introducirnos en su reino como los co-herederos legítimos de éste. Dice Jesús muy claramente, así:
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“Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria… Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, HEREDAD EL REINO preparado para vosotros desde la fundación del mundo.
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Gracia/reino/salvación
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Siendo que la salvación se obtiene únicamente por gracia, nosotros, los que buscamos su reino y su justicia primero, obtendremos la salvación definitiva que nunca se perderá en la parusía del Rey. Sí, mis amigos, esta salvación por gracia se hará realidad sólo cuando Jesucristo, nuestro rey majestuoso, regrese del cielo y nos introduzca en su reino milenial en la era venidera, la era del reino. Dice Hebreos 9:28: “Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para SALVAR a los que le esperan”. Así que los que dicen que ya son salvos ahora, simplemente son unos MENTIROSOS… ¡y son aún más mentirosos cuando nos dicen que su salvación nunca la perderán. ¿Cómo pueden ellos decir eso si Jesús aún no ha vuelto para salvarlos? En 1 Pedro 1:5, Pedro dice: “Que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para ALCANZAR la SALVACIÓN que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero. Y por supuesto, para alcanzar esa salvación es necesario PERSEVERAR hasta el fin (Mt. 24:13). Y Pablo dice también: ocupaos en vuestra SALVACIÓN con temor y temblor” (Fil. 2:12).
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Conclusión
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Definitivamente esta preciosa verdad que usted acaba de leer no es predicada o anunciada en las iglesias organizadas de hoy. Y lo más trágico es que los más de los que se dicen ser “cristianos” no tienen ni la más mínima idea de lo que es el evangelio del reino o llamado también “el evangelio de la gracia”, y que tiene que ver con nuestra futura salvación, glorificación, y coronación en el gobierno mundial de Cristo que se implantará en la tierra en la era venidera, la era del reino, la era de la justicia y de la paz.
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Miles de afamados predicadores en las “tarimas evangélicas” dicen presentar el evangelio verdadero y salvador, pero prácticamente ninguno de ellos anuncian este reino glorioso y salvador (la gracia) a los potenciales creyentes. Simplemente no es parte de su agenda evangelizadora, y no es un lenguaje que consideren apropiado para nuestro siglo XXI.
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Decenas de miles de cristianos en el primer siglo fueron bautizados creyendo en el mensaje del reino de Dios y en el nombre de Jesucristo (Hechos 8:12), pero hoy ciento de miles de nuevos “cristianos” se bautizan si haber entendido y creído en el reino de Dios que es el evangelio de la gracia, el evangelio salvador que trajo Jesús por encargo de Su Padre (Lc. 4:43; Rom 1:16).
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Es hora de retomar el evangelio prístino de Cristo, el único y verdadero que salva al creyente. Cualquier otro evangelio sencillamente es inoperante, falso, y por tanto, demoníaco.