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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

miércoles, 21 de octubre de 2009

LA TRINIDAD NO ES BIBLICA


Según muchos trinitarios, “la Trinidad es una doctrina bíblica”, y el dogma de la Trinidad se presenta como supuestamente una doctrina que enseña la Biblia. En realidad, no hay absolutamente ningún concepto de una trinidad presentada en cualquier sitio en la Biblia. La idea tiene que ser añadida y leída en cada escritura que se presenta para apoyar el dogma.
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Sí, los trinitarios presentan una serie de escrituras, tanto de las Escrituras hebreas, así como las Escrituras Griegas para supuestamente apoyar a sus dogmas. Tras un examen minucioso de esos pasajes, sin embargo, uno tiene que darse cuenta de que en cada escritura que se presenta, los trinitarios ven en ellas la doctrina preconcebida de la “trinidad”. Por ejemplo, cuando ellos leen en las Escrituras que el hombre está compuesto de alma, espíritu, y cuerpo, ellos suponen que estas tres partes del hombre equivalen a las 3 Personas del único Dios. Y cuando leen que Dios es Santo, Santo, Santo, ellos creen ver en esas palabras al Dios Trino. Estos son sólo dos ejemplos bíblicos de cómo sus mentes prejuiciadas los llevan a torcer los pasajes bíblicos donde aparecen el número 3 como si fuera equivalente a la Trinidad.

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La verdad es que las escrituras pueden verse total y plenamente armoniosa sin la adición de la filosofía trinitaria a la Biblia.

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“Debe ser admitido por todos que la doctrina de la Trinidad, como una doctrina, no formaba parte del mensaje original. Pablo no la conocía, y habría sido incapaz de comprender el significado de los términos utilizados en la fórmula teológica en la que la Iglesia finalmente concordó”. (Dr. WR Matthews, Decano de la Catedral de San Pablo, “Dios en el pensamiento y la experiencia cristiana”, p.180 ).
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Mi creencia en la Trinidad se basa en la autoridad de la Iglesia: no hay otra autoridad suficiente. Ahora voy a mostrar de la razón, que el credo de Atanasio y la Escritura se oponen unos a otros.

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La doctrina de la Trinidad es la siguiente:

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- Hay un solo Dios en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. El Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios. El Padre es una persona, el Hijo es otra persona, y el Espíritu Santo es otra persona. Ahora, según todos los principios de las matemáticas, la aritmética, la sabiduría humana, y la política, debe haber tres dioses, porque nadie podría decir que hay tres personas y tres dioses, pero solo un Dios. . . .
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El Credo de Atanasio da la opinión universal de la Iglesia, que el Padre es increado, el Hijo increado, y el Espíritu Santo increado – que existía desde toda la eternidad. Ahora, el Hijo nace del Padre, y, si nace, debe haber sido engendrado. El Espíritu Santo también debe haber salido de Dios, como Jesús salió del Padre. Y, si es así, debe haber habido un momento en que no existían. Si no existían, debe haber TENIDO UN COMIENZO, y por lo tanto, afirmar que son eternos es absurdo, y golpea sin sentido. Cada uno tiene su personalidad distinta: cada uno tiene su propia esencia.

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¿Cómo, entonces, pueden ser eternos? ¿Cómo pueden todos ser Dios? Absurdo.
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El Credo Atanasio dice que son tres personas, y aún un solo Dios. Absurdo, extravagante! Esta idea es rechazada por los arrianos, socinianos, presbiterianos, y todos los hombres que usan la razón humana. El Credo además dice, que nuestro Señor Jesucristo es el Hijo de Dios y del hombre, no por la conversión de la Divinidad en carne, sino por la toma de la humanidad en Dios». Ahora, yo pregunto, ¿Absorbió la Divinidad la humanidad? El no podía ser al mismo tiempo una persona y dos personas. He probado que la Trinidad se opone a la razón humana.
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Algunos otros sitios en línea que examinar la doctrina de la trinidad falsa:

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http://godandson.reslight.net
http://clearblogs.com/jesusandhisgod/
http://groups.google.com/group/jesus-and-his-god
http://reslight.net/forum/index.php?board=6.0
http://sonofyah.wordpress.com

EL REINO QUE VIENE




Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)

Nada hay en la Biblia que señale, aluda, insinúe o diga que “acabaremos morando para siempre” en el sacro y glorioso cielo del Señor. La promesa de Dios hecha a Abraham posee un cumplimiento concreto para el futuro, en esta misma tierra que será sanada totalmente de los efectos deletéreos provocados por la entrada del pecado en ella, desde un principio de su creación. La Biblia no detalla que nuestra última habitación será en la “Invisible Eternidad”, donde Dios reina con poder acompañado de sus incalculables miríadas de ángeles sirvientes.

La iglesia de Alejandría, empapada siempre de paganismo religioso y filosófico griego, fue declarada triunfante en el concilio de Nicea auspiciado por Constantino en los albores de la era común y en el que se formalizó legalmente el dogma luxado de la supuesta divinidad de Cristo; dogma que terminó siendo admitido mortalmente dentro del protestantismo y del catolicismo romano de todos los tiempos. Pero no sólo esto: También la iglesia de Alejandría se adjudicó otra victoria rotunda, y fue con la fatídica doctrina de la inmortalidad del alma que emanó como un fantasma negruzco y horrible por una mala interpretación de ciertos textos bíblicos, bajo las sombra del platonismo griego. Su maligna influencia ha quedado bien asentada en la mayor parte de las “iglesias cristianas” del mundo entero. En el Antiguo Testamento se relata como Dios escogió a Abraham para hacer un pacto con él. En este pacto, el Señor le promete al «padre de la fe» multiplicar su descendencia para convertirla en una grande nación, la de Israel; y la coloca en la tierra de Canaán. Con este acontecimiento ya cumplido, la nación de Israel se convierte, por llamarlo así, en una “rampa” o “puente” para que «todas las familia de la tierra sean bendecidas por Dios» (Gn. 12:3), que es el cumplimiento de la promesa del Reino celestial en el mundo, en la teocracia terrena y futura (Sal. 2: Mt. 5:5; 25:34; Ap. 20:4, 6). Para este efecto, el Cristo obediente sufriría el castigo y vituperio para llevarnos hasta allá gloriosamente (Is. cap. 53).

Es importante comentar que si «aguardamos» la consumación literal de «la esperanza bienaventurada» en el mundo, que es la «manifestación» visible de Cristo en su retorno, en su Parusía, según Tito 2:13, ningún alma inmortal podría estar “aguardándola” (o “esperándola”) en el tercer cielo del Padre y Dios. O la aguardamos arriba o aquí abajo. La Biblia no menciona en sus vitales y preciosas páginas que Dios haya prometido heredar la eterna y célica habitación a sus fieles y santos seguidores. Mucho error hay en esto. Esta infame versión de la limitada mente humana, no deja de ser algo tan extraño y contradictorio, ferozmente ambiguo y absurdo con respecto al verdadero contexto de Tito 2:13 y de otros textos bíblicos más (Estúdiese con seriedad 1 Ts. 4:13-18). Después del ascenso visible de Cristo al cielo, el día en que abandonó la tierra corporalmente, los ángeles les anunciaron a los discípulos del Señor que «de la manera que le vieron partir, de esa misma manera regresaría al mundo». No hay duda que el sentido de estas palabras es completamente literal (Hech. 1:9).


No es razonable suponer o pensar que los apóstoles de Jesucristo pudieran estar consientes en el cielo como “almas inmortales” mirando a Dios en su sublime trono y a Cristo a la diestra de su Padre, debido que los ángeles les habían anunciado que lo verían viniendo “tal como se fue”. Cuando Cristo regrese por segunda vez al mundo perdido «todo ojo le verá» (Ap. 1:7), incluso lo mirarán descender sus apóstoles quienes en estos precisos instantes de la actualidad «duermen en el polvo de la tierra» (Dn. 12:1), «esperando», en el matiz poético de la palabra, el ser despertados del sueño de la muerte para recibir, como el profeta Daniel, «su heredad al fin de los días» (Dn.12:13). Tantos creyentes como descreídos que han muertos, «aguardan» la resurrección para recibir, unos, la corona de vida en el Reino de Cristo, y otros, su merecido castigo en el Lago de Fuego (Jn. cap. 5).

De los tantos que hay, escogí estos hermosos versos bíblicos para mostrar la literalidad terrenal del futuro Reino de Dios. Empecemos, pues:

«Lo que vio Isaías hijo de Amoz acerca de Judá y de Jerusalén. Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones. Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová. Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra. Venid, oh casa de Jacob, y caminaremos a la luz de Jehová» (Is.2:2-5).

«En los últimos días» en el primer texto, es una locución que señala comúnmente la «era mesiánica». Ésta clausurará en su devenir «los tiempos de los gentiles», para finalizar con los sistemas inicuos del mundo caído (Lc. 21:24), cuando Cristo destruya sus enemigos, reyes, príncipes, capitanes y vasallos, en el Armagedón (Ap. 16:14). En esta era de Paz y de «conocimiento universal de Dios» (Hab. 2:14), de nuevo orden mundial, será manifestada una época incomparable de bendición, de amor, de bondad y de justicia a través de la persona de Jesucristo que regirá las naciones de la tierra con carácter célico, con «vara de hierro» (Sal. 2:8; Ap. 2:26-27). Este es el Reino teocrático prometido en antaño al rey David por el Señor, cuando le fue declarado que «su casa, trono y reino serían afirmados para siempre» (2 S. 7:16). Le corresponderá a Cristo, el hijo de David, «sentarse en su trono de gloria» para regir el mundo renovado con armonía y autoridad davídica (Mt. 25:31):

«Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto» (Is. 9:7).

En Is 2:2, «el monte de la casa de Jehová», es una referencia al «Monte de Sion», a Jerusalén. No indica tan sólo un lugar ubicado geográficamente, sino también el punto principal de convergencia cúltica mundial para la adoración divina, el centro mismo del gobierno de Dios donde Cristo tomará función legal como Rey de la tierra milenaria, en el que estarán implicados en un mover espiritual único el Pueblo de Israel y las naciones del mundo para venerar a Jehová de corazón año tras año, a parte de las hartas bendiciones materiales que recibirán como producto de la «tierra regenerada» (Mt.19:28), la cual es anhelada hoy por los genuinos hijos de Dios que comprenden bien los propósitos futuros y verdaderos de su Dios y Padre:

«Y todos los que sobrevivieren de las naciones que vinieron contra Jerusalén, subirán de año en año para adorar al Rey, a Jehová de los ejércitos, y a celebrar la fiesta de los tabernáculos» (Zac. 14:16).

« Y vosotros seréis llamados sacerdotes de Jehová, ministros de nuestro Dios seréis llamados; comeréis las riquezas de las naciones, y con su gloria seréis sublimes» (Is. 61:6).

En Is. 2:3 no se precisa, en este caso, la ley ritualista o ceremonial, sino la que Dios implantará en su Reino de justicia. En este Reino, los valores éticos y morales tendrán alta estima, no como ahora, que han sido hollados y corrompidos por la naturaleza depravada de los seres humanos. La paz mundial será establecida y habrá justicia social para aquellas personas que ingresen al Reino teocrático y milenial (Zac. 9:10; Is. 2:4; 9:7; 42:3; 65:21; Sal. 72:1-4, 12-14; Sof. 3:9). La tierra renovada será asombrosamente fértil y productiva. Habrá abundancia de alimentos: la pobreza será abolida en lo absoluto (Is. 32:14; 35:5-6; 65:20-22; Zac. 14:3-4; Am. 9:13; Is. 11: 6-9; 32:15-16).

El mundo en general sufrirá notables y benéficas modificaciones morfológicas. El propósito de Dios en esto es de restaurar la creación como era en el principio, antes de la caída edénica. La antigua creación será libertada del pecado, de la maldad, de los implacables efectos de las enfermedades, de los desastres naturales, de las guerras (Is. 2:4), de la muerte, del dolor, de las fronteras, del prejuicio del racismo y del egoísmo humano:

«Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios» (Ro. 8:20-21).

Para terminar, concluyo diciendo que el Reino de Emanuel, «Dios con nosotros», el de Cristo, será establecido en la tierra y no en el cielo de Jehová (Sal. 2:8; Is. 11:9: 42:4: Jer. 23:5). El Reino de Cristo se centrará en la Ciudad Amada, en Jerusalén (Is. 2:1-3; 62:1-7; Zac. 8:20-23), y alanzará todas las naciones del mundo (Sal. 72: 11, 17; 86:9; Is. 55:5; Dn. 7:13-14; Zac. 8:22).

La prueba es clara e irrefutable.

Un verso para reflexión:

«El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos» (Ap. 11:15).

Dios les bendiga hermanos y amigos que nos visitan con agrado.





LA ESPERANZA DE LOS PROFETAS PARA UN IMPERIO MUNDIAL BAJO DIOS


Isaías dijo:


“El lobo vivirá con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león y el novillo juntos, y un niño pequeño los conducirá. Las vacas se alimentan con el oso, sus crías se echarán juntas, y el león comerá paja como el buey. El niño jugará cerca del agujero de la cobra, y el niño metió la mano en el nido de la víbora. No harán ningún daño ni destruirán en todo mi santo monte, porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová como las aguas cubren el mar. “(Isaías 11:6-9).


Daniel también tuvo una visión:


“En mi visión de la noche miré, y he aquí uno como un hijo de hombre, viene con las nubes del cielo. Se acercó al Anciano de Días y fue conducido a su presencia. Le fue dado dominio, gloria y reino, para todos los pueblos, las naciones y los hombres de cada lengua, le sirvieran. Su dominio es un dominio eterno que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido. (Daniel 7:13,14).


Este reino es lo que se conoce como el “reino de Dios”.

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Daniel continúa:

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“Luego la soberanía, el poder y la grandeza de los reinos debajo de todo el cielo serán entregados a los santos, el pueblo del Altísimo. Su reino será un reino eterno, y todos los dominios le servirán y le obedecerán. “(Daniel 7:27).


Como usted podrá ver, no hay ningún indicio aquí de una promesa de un cielo para cuando usted muera. Los santos están destinados a reinar con el Mesías en su reino. Los Judíos regresaron a la Tierra en el año 539 aC, pero este no era en absoluto la restauración prometida del reino.


Nehemías, después de haber regresado a la Tierra, oraba:


“He aquí que hoy somos siervos; henos aquí, siervos en la tierra que diste a nuestros padres para que comiesen su fruto y su bien. Y se multiplica su fruto para los reyes que has puesto sobre nosotros por nuestros pecados, quienes se enseñorean sobre nuestros cuerpos, y sobre nuestros ganados, conforme a su voluntad, y estamos en grande angustia” (Nehemías 9:36-37).


Todavía estaban esperando al Mesías y su reino por venir. No es extraño que hubiese tanto entusiasmo cuando llegó Jesús diciendo: “Arrepentíos porque el Reino de Dios está cerca.” (Mateo 4:17).


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