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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

jueves, 4 de marzo de 2010

JESUCRISTO: EL HIJO DEL REY DAVID


Una Verdad Ignorada por Millones

En Mateo 1:1 se registra que Jesucristo es el hijo de David. Pues bien, ¿Qué importancia tendría que Jesús descienda del célebre rey David? La mayoría de cristianos no tiene ni la menor idea del porqué de esto, y aún los más entendidos yerran. Es hora que los verdaderos cristianos comprendan el verdadero significado de esta casta real, pues por algo lo menciona el evangelista y apóstol San Mateo. Obviamente Jesucristo es de “sangre azul”, un príncipe de Judá, un sucesor y heredero del rey David.

Pues bien, siendo que Jesús es el descendiente del rey David, él sin duda tiene el derecho de heredar su reino cuando éste se restaure en Jerusalén a su regreso en gloria, y acompañado de sus ángeles (Mateo 25:31). Aceptemos que Dios efectivamente restaurará el reino de David en Israel, y que Cristo estuviese en la tierra para ese entonces: ¿a quién pondría Dios sobre el trono de David? A Jesús, ¿no le parece? Además, con los excelentes pergaminos que ostenta Jesucristo, Dios no titubearía en asignarlo o nombrarlo como el nuevo rey judío. Pues sorpréndase: ¡Dios ya lo asignó como tal hace 2 mil años! Tome nota de lo que dijo Pedro al respecto: “Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo” (Hechos 2:36).

Ahora vayamos por partes aquí: ¿Qué significa el hecho de que Jesús haya sido hecho por Dios: Señor y Cristo? Aquí nuevamente los más de los cristianos vuelven a fallar. Sus respuestas suelen ser tan variadas y contradictorias. Y cuando se les pregunta específicamente a los creyentes “cristianos” acerca del significado de la palabra CRISTO, ellos generalmente no responden de la misma forma cómo está explicado en la Biblia. Esto es sorprendente e inaudito entre aquellos que dicen ser de “Cristo”.

El Significado de la Palabra CRISTO

En Lucas 23:2 leemos: “Y comenzaron a acusarle, diciendo: A éste hemos hallado que pervierte a la nación, y que prohíbe dar tributo a César, diciendo que él mismo es el Cristo, un rey”. Pues bien, aquí está la verdadera explicación de lo que significa Cristo, es decir: UN REY. En el caso de Cristo: “el gran rey” (Mateo 5:33-35). Por tanto, cuando Pedro dice que Dios hizo a Jesús---CRISTO, lo que quiso decir era que lo hizo REY, un rey que aún no reina en el reino de David, pues Jesús mismo afirmó que su reino no era de este mundo o era maligna (Juan 18:36). Como dice The Zondervan Pictorial Enciclopedia of the Bible col. 1, pág.171: “...Porque era costumbre ungir a los reyes, la frase “el ungido del Señor” llegó a ser sinónimo de rey”. También es interesante leer Marcos 15:32, donde dice: “El Cristo, Rey de Israel, descienda ahora de la cruz”. También Juan 1:41,49. Cristo, por tanto, se asocia con el término rey.

La palabra Cristo, del hebreo Mesías, significa “el ungido”. El agente ungido de Jehová: Los reyes de Israel fueron ungidos con aceite en el nombre de Dios, que simbolizaba su investidura con el Espíritu de Dios. El término Mesías fue usado más tarde para determinar a un “rey venidero”, a un esperado líder majestuoso de la descendencia de David que restauraría el reino a Israel. Un rey que haría todas las cosas nuevas, consagrado como el vicegerente de Jehová (Yahweh) en Israel. Este hijo de David, quien era esperado con expectativa por la nación judía, era el Mesías (Cristo) por excelencia, un término que ha sido interpretado en griego por Cristos. (Ver The New American Bible Dictionary & The Zondervan Pictorial Enciclopedia pf the Bible vol.2, pág.344).

El Significado de la Palabra SEÑOR

El término Señor en el caso de Cristo es indicativo también de REY. Por ejemplo: En 1 Samuel 24:8 leemos lo siguiente: “También David se levantó después y saliendo de la cueva dio voces detrás de Saúl diciendo: ¡Mi Señor el rey!”.

También el término Señor para Jesús es sinónimo de Rabí (Maestro). Hay un ejemplo excelente en Juan 4:11. Aquí hay una mujer Samaritana que conoce recientemente a Jesús, pero él no se presenta aún como el Mesías. Ella lo ignora totalmente. Sin embargo ella se dirige a Jesús como Kyrios (Señor).

“La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla y el pozo es hondo”.

La palabra en este pasaje es Kyrios. Es aplicada a Jesús, y es usada como señal de respeto, como Señor.

Habiendo hecho estas dos necesarias atingencias, vamos a reseñar cómo las Escrituras nos presentan a Jesús como el Rey que vendrá a la tierra para restaurar el reino suspendido del rey David. Es necesario que los cristianos (o mesiánicos), retomen su expectativa en el Mesías venidero, y prediquen su esperanza mesiánica a todos los hombres de la tierra. Cuando decimos “esperanza mesiánica” nos referimos a la esperanza de la venida de nuestro rey que reinará (o regirá) en el mundo desde la ciudad capital de Jerusalén. Comencemos primero con una promesa que Dios le hizo al rey David hace aproximadamente tres milenios.

El Pacto de Dios con el Rey David

Dios le anunció el evangelio o buenas noticias a David por intermedio del profeta Natán, diciendo: “Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. El edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino. Yo le seré a él padre, y él me será a mi hijo. Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres; pero mi misericordia no se apartará de él como la aparté de Saúl, al cual quité de delante de ti. Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente” (2 Samuel 7:12-16).

Esta profecía es dual a todas luces. Nótese que Dios le asegura a David que Él afirmará su reino. También le dice que afirmará el trono de su reino, el cual será estable eternamente. Ahora bien, en esta profecía se hace alusión a Salomón por un lado, quien se encargó de edificar casa a Su nombre (el de Dios). Esto lo hizo Salomón al edificar el templo---“el templo de Salomón”. Este fue magnífico y esplendoroso. A este rey castigaría Dios si no le fuere leal y recto.

El otro lado de la moneda es que el trono de David aún no ha venido a ser estable eternamente. La prueba la tenemos cuando vemos que ya no existe el trono de David en Jerusalén. Salomón mismo cayó en pecado y fue reprochado por Dios. Al morir él, sus hijos disputaron su trono, el cual produjo la división del reino en dos: Las tribus del norte y las del sur. Más adelante el templo sería destruido. Pero nótese el dualismo profético. Aquí aparece un personaje que será Hijo de Dios, y cuyo trono y reino verdaderamente serán estables eternamente. Esto nos lleva a concluir que el reino davídico “resucitará” o será restaurado nuevamente como antaño. No hay otra salida posible.

Una Profecía Bíblica Pasada por Alto

La prueba bíblica que confirma la restauración del reino de David la encontramos en Ezequiel 21:25-27. Esta fue una profecía declarada al último rey davídico impío que tuvo Israel en el año 586 A.C. Dice Así: “Y tú, profano e impío príncipe de Israel, cuyo día ha llegado ya, el tiempo de la consumación de la maldad, así ha dicho Jehová el Señor: Depón la tiara, quita la corona; esto no será más así; sea exaltado lo bajo, y humillado lo alto. A ruina, a ruina, a ruina lo reduciré, y esto no será más, hasta que venga aquel cuyo es el derecho, y yo se lo entregaré”. Compare con Lucas 1:32,33.

Esta profecía nos lleva a la conclusión de que aparecerá un descendiente de David que retomará el trono, el reino, y la ciudad de David para reinar sobre el pueblo hebreo. Este personaje será el Hijo de Dios y el hijo de David. A este Mesías (Ungido), repito, se le dará el trono, la tiara, y la corona de David para que restaure el reino de aquel célebre rey en Jerusalén. Y recuerde, el reino de David era el reino de Dios. Luego: ¡El Reino de Dios será restaurado a los Israelitas! Compruebe usted cómo la Biblia afirma tajantemente que el reino de David era el mismísimo reino de Jehová Dios en 2 Crónicas 28:5. Por tanto, cuando Cristo predicaba el reino de Dios, él estaba anunciando la restauración del reino de David a los Israelitas o judíos (Hechos 1:6,7). El rey venidero de Israel vino a “confirmar las promesas hechas a los padres”, incluyendo a David (Romanos 15:8). Nótese que Pablo dice que Jesús vino a confirmar (revalidar o corroborar) las promesas de Dios---¡No a cancelarlas o cumplirlas! Su cumplimiento o restauración sería para su segunda venida (Hechos 3:20,21).

Jesucristo es Hijo de Dios e hijo de David

Muy pocas personas se han puesto a reflexionar de que Cristo es el Hijo de Dios y también de David, en la carne. También son pocas las personas que han reflexionado seriamente en el anuncio completo del ángel Gabriel a María, el cual incluía: “Y este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin” (Lucas 1:32,33). ¿Se da cuenta usted de la relación que tiene este anuncio angelical, con la promesa que le hizo Dios a David en 2 Samuel 7:12-16? ¡Es claro! Jesús será el rey que restaurará el reino “suspendido” de David en Jerusalén. Jesús mismo afirmó que Jerusalén ES (no fue) la ciudad del gran rey (Mateo 5:33-35). Además, Jesús mismo le había admitió a Pilatos que él había nacido para ser el verdadero Rey judío o Mesías (Juan 18:37).

La Expectativa Mesiánica del Pueblo Hebreo

Debido a las promesas mesiánicas de una futura restauración del reino davídico en Jerusalén, es lógico esperar que cuando los paisanos y discípulos de Jesús le vieron ingresar a Jerusalén (la ciudad de David, la sede de su trono) empezaran a exclamar con razón: “¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene!¡Hosanna en las alturas! Y entró Jesús en Jerusalén...! (Marcos 11:10,11).

Estamos viendo que los seguidores de Jesús creían que Cristo restauraría inmediatamente el reino de David en Jerusalén. En Lucas 19 Jesús se ve precisado a pronunciar la Parábola de la Diez Minas, pues los discípulos creían que el reino se manifestaría inmediatamente. Nótese que el verso 11 de esta parábola NO tenía como fin recalcar que el reino jamás se restablecería en Jerusalén, sino más bien, el de enseñar básicamente que dicha anhelada restauración no sería inminente, sino para su segunda venida en gloria. Jesús enseñó que primero tenía que ir al cielo para recibir la autoridad del Padre, y luego volver (Lucas 19:12). Volver para regir el mundo desde el trono de David en la tierra prometida a Abraham y a su descendencia (Ver Génesis 13:15;15:18; Gálatas 3:16,29; Mateo 25:31,34).

Pero lo más interesante de todo---y que desgraciadamente pocos advierten--- es la pregunta final de los discípulos a Jesús que está registrada en Hechos 1:6. Esta dice así: “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?”. Aquí vemos la esencia de toda la predicación de Jesús: La restauración del reino davídico a los Israelitas creyentes en general. Aquí está la pregunta que resume todo lo enseñado por Jesús para el futuro. Pero los “cristianos” contemporáneos sostienen que la pregunta de los discípulos estuvo errada, pues pensaban en un reino nacional y no “espiritual”. ¡Pero Jesús nunca los corrigió o amonestó por semejante “inoportuna y torpe” pregunta! Él sólo se limitó a decirles que el tiempo de la tan esperada restauración nacional del reino davídico sólo Dios lo sabía (Hechos 1:7). Pero desgraciadamente este punto muchos cristianos no lo entienden en verdad debido a sus ideas preconcebidas, y prejuicios antisemitas. La iglesia Católica es la responsable de ello. Ella ha transferido el reino nacional judío al ámbito de lo “espiritual”. Para los católicos el reino es la iglesia misma católica, el cuerpo místico de Cristo. Pero para aceptar esto habría que mutilar muchos versículos de la Biblia que hablan de una futura restauración nacional del pueblo hebreo y de su reino davídico, resultando así una Biblia ininteligible y recortada. Pero nosotros creemos que la iglesia es más bien la heredera del reino futuro que se inaugurará en la tierra (Mateo 25:34). He aquí algunas razones por las cuales el reino no es la iglesia: Primero, no se puede ingresar en el reino de Cristo con nuestros cuerpos de “carne y sangre” (1 Corintios 15:50); en cambio, a la iglesia de Cristo los hombres sí pueden entrar con cuerpos de “carne y sangre”. Segundo, a la iglesia ingresan los recién bautizados, los cuales aún son “niños espirituales” y que requieren crecer en la fe a través de las enseñanzas impartidas por los líderes (Pastores y maestros---Hechos 2:41, Efesios 4:11-16). En cambio, para ingresar en el reino milenario de nuestro Señor Jesucristo, es necesario haber crecido en la fe y haber perseverado hasta el final de nuestra carrera cristiana (2 Pedro 1:5-11, Hechos 14:22).

La Expectativa de los Cristianos

La expectativa de los cristianos es la expectativa que tuvieron los fieles hebreos del Antiguo y Nuevo Testamentos. Ya el apóstol Pablo había dicho que sólo hay una sola esperanza de nuestra vocación (Efesios 4:4). También él dice: “que son israelitas, de los cuales son (no eran) la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas” (Romanos 9:4). además Pablo afirma que los injertados (creyentes gentiles) en el buen olivo (el pueblo israelita) se nutren de su rica savia (los pactos y promesas que Dios hizo con los padres---Romanos 11:17,18). Jesús, por su lado, dijo que “la salvación viene de los judíos” (Juan 4:22). Esto significa que los judíos tienen un lugar de preeminencia sobre todos los pueblos, pues dice Pablo: “¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? Mucho, en todas maneras. Primero, ciertamente, que les ha sido confiada la palabra de Dios” (Romanos 3:1,2).

La Biblia enseña que si bien todos los hombres han pecado (judíos y no judíos), no obstante Dios sigue tratando con su pueblo Israel de manera especial. Pablo afirma que “Dios no ha rechazado a su pueblo al cual desde antes conoció” (Romanos 11:1,2). Y si bien es verdad que muchos hebreos resultaron infieles, un remanente permaneció fiel para recibir los pactos que Dios hizo con sus padres de antaño. Pactos que aún están pendientes para cumplirse, entre los cuales están la herencia de la tierra prometida, y la permanencia del trono de David con Cristo reinando desde Jerusalén con su iglesia.

La iglesia Católica siempre mantuvo que Israel, como nación, quedó destituida de todos sus derechos como pueblo elegido de Dios. Enseñaron que la “nueva Israel” es la Iglesia que ellos llaman: “La Santa Madre Iglesia Católica”. Esto no es verdad, pues trastoca las promesas hechas a los padres del Antiguo Testamento resumidas en Génesis 13:15;15:18; 2 Samuel 7:12-16, y que fueron confirmadas por Jesús (Romanos 15:8)

La Iglesia de Cristo

El pueblo de Dios es el pueblo de la fe. Inicialmente los fieles bíblicos hebreos (de raza) fueron el pueblo de Dios y Su nación escogida. En el Nuevo Testamento vemos a hebreos de raza---convertidos a Cristo---como miembros de la iglesia mesiánica. Esta iglesia mesiánica hebrea era Su pueblo. Luego vinieron los no judíos a la fe y se añadieron a la iglesia Mesiánica Hebrea (o el verdadero pueblo escogido Hebreo). Los no judíos se volvieron hebreos por adopción y por fe (Romanos 2:28,29). El pueblo hebreo escogido estaba ahora compuesto por hebreos naturales (de raza) y hebreos por adopción o nacionalización. Los creyentes hebreos siguieron siendo Hebreos, y los no Hebreos convertidos a la fe se tornaron en Hebreos (o judíos) por adopción. Pablo explica que por la fe, los dos pueblos (judíos y gentiles) son uno, de modo que ambos ya pertenecen a la CIUDADANÍA DE ISRAEL (= ciudadanía Judía)(Efesios 2:11-18). La ciudadanía Israelita no desaparece sino que permanece, y los no judíos se hacen parte de la ciudadanía Hebrea por la fe en Cristo (Gálatas 3:7,16,29). La nación de Israel sigue viva como nación, la cual está ahora compuesta por gentes que se constituyen en “hijos de Abraham (=hebreos naturales y adoptivos)” por identificarse con su fe (Gálatas 3:7,9,29). Ya dentro de la iglesia o pueblo escogido de los Hebreos, no existe la clásica distinción de “judíos y gentiles”, pues ambos grupos de creyentes son todos ahora judíos (o Hebreos) e hijos de Abraham por la fe (La verdadera Israel de Dios).

El punto es que la Israel de Dios (el pueblo de Dios) es un pueblo eminentemente judío o Hebreo. Los gentiles son ahora considerados por Dios como judíos por su fe en Cristo y en las promesas que Dios le hizo a Abraham y a su descendencia (Jesucristo). Los no judíos han sido injertados en el tronco del olivo Hebreo para nutrirse de la promesas que Dios le hizo a los padres Abraham, Isaac, y Jacob, y al rey David. Los no judíos son considerados como judíos para Dios, y en consecuencia, tendrán todos parte en el reino mesiánico judío que restaurará el rey judío Jesucristo. La salvación, dijo Jesús, viene de los judíos (Juan 4:22). Rechazar a los judíos es rechazar la salvación. Sin los judíos no habría futuro.

Jesucristo Volverá para Reinar desde Israel


¿Para qué regresa Jesús al mundo? Pues, ¡para sentarse en el trono del rey David, su ancestro! Esto lo reveló Jesús mismo en Mateo 25:31,34. Él dijo que volvería con sus ángeles para sentarse en su trono de gloria. Él había anunciado ese magno momento en varias ocasiones, cuando habló de su parusía o segunda venida. En Juan 14:2,3 Jesús habló que volvería para estar con nosotros en el lugar donde estaba antes de partir al cielo. Nótese la frase “para que donde yo estoy (Jerusalén) vosotros también estéis” (verso 3).

Antes Jesús había afirmado que su reino no era de este mundo o era maligna gobernado por el diablo y sus agentes. Por eso, cuando sus seguidores estaban esperando el reino mesiánico, Jesús enseñó que para participar de él, primero era necesario “nacer de nuevo” (Juan 3:3,5). Este renacimiento tiene que ver con la transformación de nuestros cuerpos mortales. El apóstol Pablo enseñó que “carne y sangre no pueden heredar el reino de Dios” (1 Corintios 15:50). En buena cuenta, cada creyente tendría que experimentar la misma transformación que tuvo Jesucristo al resucitar. El dejó de ser “carne y sangre” (=mortal) para convertirse en un ser humano inmortal que no requeriría de sangre para vivir sino del Espíritu de Dios en él. Recordemos que el Jesús resucitado no pudo tener sangre pues la había vertido en la cruz del calvario. En realidad Jesús sólo tenía “carne y huesos” pero no sangre (Lucas 24:39). El fue resucitado o vivificado en el espíritu o por el Espíritu de Dios en él (Romanos 8:11).

Los cristianos estamos llamados a participar del reino de Cristo (Lucas 12:32, Apocalipsis 3:21, Lucas 22:29), y para lograr esto, primero seremos transformados a la semejanza de Cristo. Los creyentes esperan con anhelo el retorno de Cristo, pues es la bendita esperanza de todos los mesiánicos (Tito 2:13). Y decimos que es la bendita esperanza porque su retorno significará la salvación de todos los creyentes (Hebreos 9:28; 1 Pedro 1:5). A su vez, la salvación significará nuestra entrada en el reino milenario de Cristo con vida eterna (Estudie este texto con cuidado: Lucas 18:18-26).

Por: Ing° Mario A Olcese, Lima/Perú. Fin

e-mail: olcesemario@latinmail.com

e-mail: molceses@hotmail.com

PREEXISTIO CRISTO?


Por David Moshé Mena


Λóγος


Este tema es muy interesante, profundo y sobretodo esperanzador porque nos habla de la esperanza misma que el Padre desde los inicios predestinó para los escogidos.

Lo primero que quiero aclarar es lo siguiente: La preexistencia delMashiaj desde mi perspectiva israelita nazarena.

Hay dos problemas que se plantean si nos inclinamos a la idea de una preexistencia del Mesías como una “persona” o “ente superior” antes de ser revelado en la carne como el Mesías e Hijo de Di-s. Hay una serie de textos en los Escritos Apostólicos que se usan para afirmar la doctrina cristiana de la preexistencia del Mesías. Voy a intentar, en la manera de mis posibilidades ofrecer una explicación alterna a las ya conocidas. Pero antes, lo primero que hay que aclarar es ¿qué es preexistencia? y de qué estamos hablando que “era” lo preexistente. La preexistencia a la que me refiero es a la de que algo que “es” y que “ya era” en alguna condición de lo que es “ahora”. Pero hay que tener presente que la doctrina cristiana da preexistencia al Mesías antes de su condición humana como un “ser”, “ente superior” o “persona divina” que tal vez interactuó (en su preexistencia humana) en la historia de la humanidad y antes de su creación. Por ejemplo, un error de expresión bajo esta idea preconcebida puede ser el que se usa comúnmente cuando se escribe:

“Existen evidencias claras en las Escrituras Inspiradas, que muestran que el Ungido tuvo una existencia antes de nacer de vientre”

El error aquí no es el concepto de preexistencia de la realidad del Mesías sino la afirmación de que el Ungido ya era (¿Ungido, Hijo, Dios, Eterno?), porque en los Escritos Apostólicos no hay evidencia que muestre que Yeshúa “era ya” Mesías antes de que fuera precisamente Ungido por la Ruaj HaKodesh (Espíritu Santo) en los días de Yohanan el inmersor. Yeshúa fue Mesías el mismo instante que fue precisamente ungido con el propósito y ministerio para el cual nació en la tierra. Aquí es donde entra el concepto hebreo de ungido (mashiaj). La preexistencia divina que se entiende hebraicamente es que la dabar de Elohim (Palabra de Dios), es decir, Su esencia, Su voluntad, Su idea, Su pensamiento, Su palabra que es verdad se manifestaría en la carne como voluntad absoluta, y esa carne (entienda que se refiere a un hombre) cumpliría un rol especifico por el cual sería declarado mashiaj (ungido) con un ministerio y propósito divinos. Lo que es realidad, lo que es verídico es la preexistencia de la Dabar de Elohim (Palabra de Di-s), esa dabar existió y es por medio de la cual fueron hechos los cielos y tierra que vemos. Hebraicamente hablando la dabar de Elohim es su voluntad y pensamiento, en la Escritura aparece la expresión: “vino palabra (¿de?) YHWH…” cuando Dios expresaba Su voluntad por medio de los profetas a los hijos de Israel y en la Torah (Ley o Pentateuco) aparece la expresión: “dabar YHWH” cuando YHWH hablaba a los hijos de Israel por medio de Moshé (Moisés), es decir, la Voluntad de YHWH era expresada, lo que quería, lo que deseaba que hicieran los hijos de Israel, lo que demandaba, lo que esperaba que hicieran, todo esto en otras palabras, la idea, el pensamiento de YHWH de lo que quería que hiciéramos, su voluntad era revelado. Es por eso, que para la mente hebrea y mesiánica, es decir, creyente en Yeshúa se le considera como la Toráh viviente (La Voluntad de YHWH viva), la Palabra viviente. Es la Palabra de YHWH hecha carne que nos comunica, revela, transmite su Voluntad y que desde el principio existía dentro (en Su sabiduría) de YHWH. De ahí que la afirmación de Shaul (Pablo) sea clara cuando se refiere a estos tiempos (Heb 1:1) cuando es “ahora” no “antes” que YHWH habló por medio de Su Hijo (que predestinó a revelarnos), es decir, que ya tenía en mente y que ya existía en la realidad de YHWH y que llegó un tiempo que nos habló “ahora”. Hay una parábola que quiero compartir contigo aquí:

Había un hombre que en su juventud era cariñoso con los niños. Este hombre decía en su interior: “cuando tenga mi propio hijo lo amaré con gran amor”. El hombre se casó y en sus planes junto a su mujer estaban tener hijos a los que amarían mucho y al primero llamarían David. El hombre antes de siquiera casarse decía: “amaré a mi hijo con gran amor” y decía también: “me complaceré en el amor de mi hijo”. Cuando llegó el tiempo que su mujer quedó embarazada, aquel hombre desprendía alegría y gozo porque pronto su hijo vería la luz. Decía el hombre: “te tocaré y te besaré, te amaré entre mis brazos” y antes que naciera su hijo arregló uno de los cuartos de su casa, lo adornó y compró una cuna especial. Aquel día llegó y el hombre fue muy feliz cuando su hijo vio la luz.

¿Qué diremos?, ¿existía ese hijo de ese hombre? ¡no, no existía!, vino a existir cuando nació del vientre de su madre, pero, ¿qué si el hombre hasta ya tenía el nombre que le pondría a su hijo y ya lo amaba antes de nacer? es más, el hombre, hasta deseaba que su hijo fuese un Licenciado en Derecho como él, esperando que su hijo haga “su voluntad”. Este hombre mandaba a decirles a sus compañeros: “vienen días en que nacerá un hijo en esta familia y será amado por su padre” y ese hombre se la pasaba mandándoles mensajes a sus familiares del hijo que le nacería algún día. Y como vimos en la parábola, el día llegó y nació el hijo, y todo aquello de lo cual fue anunciado como una realidad, se manifiesta ahora mostrándonos que aquella Voluntad (del padre de nuestro ejemplo) era verdad ayer (cuando se dijo) y hoy (cuando se revela en carne).

Hay un texto del apócrifo de Ezra que dice:

“Y cualquiera que sea liberado del mal pronosticado verá mis maravillas, Porque Mi Hijo el Mesías será revelado.” (4 Ezra Apócrifa)

Ahora bien, ¿cuál es el sentido de esta explicación?

Hay un episodio en la Torah que aun muchos teólogos cristianos no yerran en su interpretación y acertadamente entienden que la atadura y sacrificio de Itzjak es una sombra profética de lo que YHWH haría con su Hijo precisamente en aquél monte. Cabe notar que desde la antigüedad YHWH ha tenido presente a Su Hijo, esta es la preexistencia divina. Cuando YHWH le ordena a Avraham a sacrificar a su único hijo Itzjak, lo que YHWH está haciendo es revelar la idea (Voluntad, dabar) divina que YHWH ejecutaría con su propio hijo.

Shalom.

EL EVANGELIO DEL REINO DE JESUS


Por Anthony F. Buzzard, Master en Teología

Uno de los fenómenos más notables en la historia de pensamiento humano es la manera en que lo obvio puede esconderse de ambos, del estudioso y del hombre común. La historia de pensamiento cristiano demuestra un ejemplo notable. El propio Jesús constantemente enseñó que Su Mensaje del Evangelio se escondería de las masas cuyas mentes fueron deslumbradas por los intereses encontrados que los preocuparían y que los prevendrían de la devoción completa a Él (Mat. 13:11-17).

El distinguido exegeta alemán E. Haenchen (Hechos de los Apóstoles, Hermeneia, 1971, pág. 141) declaró con respecto a la predicación de la iglesia apostólica primitiva: "La predicación del Reino de Dios obviamente se refiere al Reino de Dios que comenzará con el Parusía [Segunda Venida de Jesús]." En otra parte, en el mismo comentario, él explica que "El Reino de Dios mismo describe la entera proclamación Cristiana“ (Hechos 28:23).

A pesar de que el Evangelio del Reino es el concepto central de la predicación de Jesús y los apóstoles, y que el Reino de Dios está referido al Reino apocalíptico que se inaugurará en la Segunda Venida, el público en general se ha alimentado de una idea muy diferente. Para los liberales, el Reino de Dios es un programa social, o un compañerismo espiritual que es disfrutado ahora por el creyente. Para el fundamentalista, el Reino es una sociedad americana mejorada, o una dicha en el cielo en el momento de muerte. Ninguna de estas definiciones del Reino puede encuadrarse con la evidencia del Nuevo Testamento. La fe como Jesús la predicó está, por consiguiente, distorsionada en su mismo corazón. De este modo, el Evangelio como Jesús lo enseñó, ha sido reprimido.

Semejante injusticia a los archivos históricos de la fe Cristiana exige una urgente investigación pública. Es un hecho que se puede documentar, que los principales portavoces contemporáneos de la fe cristiana confiesan que ellos no están predicando el Evangelio acerca del Reino (Ver Anthony Buzzard, Nuestros Padres Que no Están en el Cielo, el pp. 29-34), aunque ellos siempre reconocen que Jesús siempre lo hizo. Esta discrepancia asombrosa entre lo que pasa por la enseñanza de Jesús, y lo que Jesús realmente enseñó, merece la exposición más extensa. “Restoration Fellowship” espera hacer una pequeña contribución al corregir una injusticia histórica y espiritual hecha al hombre que muchos afirmaron era el Mesías y el Salvador. A otros, actualmente, que no son simpatizantes con las afirmaciones de Jesús, el descubrimiento de que el Mensaje ha sido distorsionado significativamente desde el segundo siglo, les será una cuestión de intrigante interés.

Gracias a las labores de historiadores de la iglesia, nosotros podemos estar seguros que Jesús no sólo proclamó el Reino como parte de Su misión (Lucas 4:43), sino que por el Reino Él quiso decir lo que cualquiera que perteneció a Su herencia judía quiso decir, a saber, "el imperio mundial de Dios - el Reino divino en lugar de cada monarquía terrenal. Esto se realizará perfectamente, y se establecerá totalmente - aquí en la tierra" (F.C. Grant, Judaísmo Antiguo y el Cristianismo del Nuevo Testamento, pp. 114, 115). Semejante visión de un imperio mundial divino había sido, de hecho, la visión de todos los profetas de Israel. Jesús sólo confirmó Su Mensaje, lo amplificó, y lo hizo el asunto de Su llamada urgente al arrepentimiento en vista del Gran Evento por venir.

Es una cuestión de simple honestidad que los Cristianos que afirman seguir a Cristo, abracen en fe Su Mensaje y que los apóstoles después proclamaron. No es evidentemente el caso de que los evangelistas contemporáneos relevan el Evangelio sobre el Reino. Ellos han reducido el Mensaje de salvación a la creencia en el perdón de los pecados y en la resurrección de Jesús. Pero ellos omiten la base de la salvación que descansa en el arrepentimiento y en la aceptación en fe del Evangelio sobre el Reino de Dios (Marcos 1:14, 15, Hechos 8:12, 19:8; 20:25; 29:23, 31, etc., y bajo diferente terminología como "la Palabra", "el Evangelio", "el Misterio", "la Verdad", etc. en el resto de los documentos del NT).

La causa de la extraordinaria anomalía presentada por la disimilitud entre lo que el NT presenta como la fe, y lo que normalmente se entiende por ella, es trazable, como muchos teólogos e historiadores distinguidos lo han documentado, a la mezcla fatal del paganismo Griego con la fe Hebrea temprana que empezó en el segundo siglo después de la muerte de los apóstoles y como fue previsto por ellos (Hechos 20:29-31; 2 Pedro 2:1-3). Nosotros hemos documentado, de las numerosas fuentes, el hecho de que simplemente tal helenización de la fe prístina dio alcance al Mensaje del Evangelio original del Reino (Vea "Nuestros Padres Que no Están en el Cielo", el pp. 259-267). Que esto no es conocido a millones de practicantes confiados señala a la necesidad por una exposición extensa.

Los resultados de esta partida original de la Verdad son evidentes en la fragmentación de la Cristiandad contemporánea en multitudes de denominaciones discrepantes. Nada podría ser más saludable que el reconocimiento del status quo insatisfactorio y de un retorno al Evangelio puro de Jesús con respecto al Reino de Dios.

ES EL EVANGELIO DE LA GRACIA EN NUEVO EVANGELIO DE PABLO?

De mi fino y buen amigo Mario Olcese Sanguineti, Aplogista.
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¿Cuántos Evangelios Hay en la Biblia?

Hay muchas personas que creen que el evangelio de Pablo es el evangelio de la gracia de Dios (Hechos 20:24), mientras que el evangelio de Jesucristo es el evangelio del reino de Dios (Marcos 1:1,14,15). También se dice que Pablo predicaba su propio evangelio de la gracia a los gentiles (Romanos 2:16), mientras que Cristo predicó el suyo propio para los Judíos llamado “el Reino de Dios” (Marcos 1:1, Lucas 4:43). Pero, ¿es posible que existan dos o más evangelios en la Biblia?¿Predicó Pablo un evangelio diferente para los gentiles que nada tenía que ver con el Reino de Dios?

En primer lugar, el propio apóstol Pablo admitió que sólo había un solo evangelio en la Biblia. Sus palabras son las siguientes:

“Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la **gracias** de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo, para seguir un evangelio diferente. Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado sea anatema.” (Gálatas 1:6-9).

Tome nota el lector que Pablo afirma que no hay otro evangelio que el evangelio de Cristo. El no está diciendo por ningún lado que existe un evangelio para los Judíos y otro para los gentiles. El es claro al decir que sólo hay un evangelio---¡el evangelio de Cristo! De modo que podemos concluir que el evangelio de Pablo era exactamente el mismo evangelio que había predicado Cristo a los Judíos antes que él. En los versos 11 y 12 Pablo añadirá: “Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio predicado por **mi,** no es según hombre; pues yo no lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo.” De modo que fue el propio Jesucristo glorificado quien le enseñó a Pablo el verdadero y único evangelio bíblico.

El Singular Evangelio de Jesucristo

“Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios” (Marcos 1:14). En Lucas 4:43 Jesús revela lo siguiente: “Pero él les dijo: Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del Reino de Dios porque para esto he sido enviado”.

En estos dos pasajes, aunque hay otros más, se dice que el evangelio de Cristo es el Reino de Dios***---¡el evangelio del reino de Dios! De modo que acá tenemos un evangelio que consiste en el Reino de Dios. Trágicamente algunos falsos maestros sostienen que el Reino de Dios no es el evangelio, sino que el evangelio procede del Reino de Dios. Es decir, el evangelio es del Reino o familia de Dios**---¡la iglesia! Ellos dicen que cuando la Biblia menciona “el evangelio del reino de Dios” esto significa que el evangelio procede de la iglesia o reino de Dios”. Ellos no creen que éste consiste en el Reino de Dios. Esta tesis, sin embargo, tiene un problema, y ese problema es que cuando Jesús comenzó predicando el evangelio del reino de Dios, ¡la iglesia aún no había sido fundada! ¿Cómo podría proceder el evangelio de una iglesia aún inexistente?

Ahora bien, si seguimos la lógica de estos maestros, tendríamos que concluir también que cuando la Biblia nos habla del “evangelio de la paz” (Efesios 6:15), del “evangelio de vuestra salvación” (Efesios 1:13), y del evangelio de la gracia este evangelio único procede de la paz, de la salvación y la gracia. Pero, ¿puede el evangelio proceder de la paz, de la salvación y de la gracia?¿No sería más sensato concluir que el evangelio consiste en la paz, en la salvación y en la gracia? Aplique este mismo principio al evangelio del reino de Dios y verá que el evangelio consiste en el reino de Dios y no que procede del reino de Dios.

¿Qué era el evangelio de la Gracia de Pablo?

En Hechos 20:24 el apóstol Pablo dice que él fue comisionado “…Para dar testimonio del Evangelio de la gracia de Dios”. ¿Pero puede el evangelio de la gracia pasar por alto el reino de Dios? No lo creo. Observe que en el siguiente versículo, el 25, Pablo no ignora el reino de Dios cuando dice: “y ahora, he aquí, yo sé que ninguno de todos vosotros, entre quienes he pasado predicando el REINO DE DIOS, verá más mi rostro. Y en El verso 27 agrega: “Porque no he **rehuído** de anunciaros todo el consejo de Dios.”. Pues bien, si juntamos los versos 24, 25, y 27 veremos que el evangelio de la gracia de Pablo incluía el Reino y todo el consejo de Dios. Esto es indiscutible. Pablo jamás enseñó que el evangelio de la gracia consistía exclusivamente en el principio de que somos salvos por fe sin las obras de la ley. Aunque es verdad que Pablo habló de que somos salvos por la fe y no por las obras (Romanos 3:28), él tuvo en mente muchas cosas más por la frase “el evangelio de la gracia”, como ya quedó demostrado en parte arriba, y que incluía obviamente el Reino de Dios. Más adelante seguiremos mostrando que el evangelio de la gracia incluye otras cosas importantes.

La gracia venidera con la Reaparición o Revelación de Jesús

Muchos estudiantes de la Biblia no se han puesto a reflexionar que Pablo mencionó una gracia futura y aún venidera en 1 Pedro 1:13. Este crucial versículo nos dice lo siguiente, y por favor presten mucha atención a sus palabras: “Por tanto, ceñid vuestros lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en LA GRACIA QUE SE OS TRAERÁ CUANDO JESUCRISTO SEA MANIFESTADO”. ¡Qué interesante es esto! Hay una gracia que se nos traerá, un don o dádiva que nos traerá Jesucristo en su segunda venida. Recordemos que Pablo predicó el evangelio de la gracia. Ahora tenemos una gracia que vendrá con Cristo en su segunda venida. En los versos 4,5,9 podemos descubrir lo que es esa gracia que se nos traerá el señor y que está reservada por ahora en los cielos: “para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, RESERVADA EN LOS CIELOS para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar LA SALVACION que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero…obteniendo el fin de vuestra fe, que es vuestra SALVACION” (versos 4,5,9). Esa gracia no es otra cosa que la salvación que nos traerá Jesucristo al darnos herencia de algo. He aquí la prueba:

En Mateo 25:31,34 leemos que Jesús, al volver, les dará a los suyos herencia en el reino, herencia que significará la salvación de los hombres. Dicen estos versículos, así: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria…entonces el rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el Reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”. Este es otro aspecto de la gracia que pocos entienden: ¡nuestra salvación dentro del reino de Cristo que se manifestará en su revelación gloriosa! He aquí la segunda prueba:

La Petición por la Salvación de un Joven Rico a Jesús:

En la entrevista de un joven rico con Jesús descubrimos que la salvación postrera (=la gracia venidera) está estrechamente ligada con la herencia del Reino de Dios que Cristo traerá en la parusía. Dice Mateo 19:16-25: “Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué haré para tener la vida eterna? El le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno; Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos…el joven le dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta? Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme. Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el Reino de los cielos. Otra vez os digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el Reino de Dios. Sus discípulos, oyendo esto, se asombraron en gran manera, diciendo: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?”.

Ahora observe el lector 3 frases resaltantes en este singular diálogo del rico con Jesús: ‘Vida eterna’, ‘Reino de Dios’, y ‘ser salvo’. Entonces podemos concluir que la salvación no es otra cosa que entrar en el reino de Dios con vida eterna (S=R+V).

Regresando a Pedro, él claramente afirma que hay una gracia venidera que traerá Jesucristo en su revelación, y esa gracia tiene que ver con la salvación venidera que se completará en nosotros (ver 1 Pedro 1:4,5,9,13). Así que hay una gracia o salvación completa para nosotros cuando Cristo vuelva y lo traiga. El traerá su reino, y se los dará como herencia a su iglesia para que sea completada su salvación. Recuerde que la salvación es tener vida eterna en el Reino como ya lo demostramos arriba. Así que el evangelio de la gracia es el evangelio de nuestra salvación en el reino de Dios con vida eterna. Por tanto podemos decir que el evangelio del Reino (Mateo 24:14) tiene que ver con el evangelio de la gracia venidera (Hechos 20:24) e igual el evangelio de nuestra salvación (Efesios 1:13) y también con el evangelio de la gloria de Cristo (2 Cor. 4:4), pues la gloria y el Reino vienen juntos y muy unidos ( 1 Tes. 2:12).

Además, es interesante lo que Pedro dice en 1 Pedro 5:12: “…os he escrito brevemente, amonestándoos, y testificando que ÉSTA ES LA VERDADERA GRACIA DE DIOS, EN LA CUAL ESTÁIS”. ¿Cuál podría ser esa verdadera gracia a la que se refería Pedro, y en la cual estaban sus hermanos en la fe? La única forma de descubrirlo es leyendo toda su primera epístola, y podremos descubrir lo siguiente:

1.- Eran ya renacidos para una esperanza viva para una herencia incorruptible, reservada en los cielos para nosotros. (1 Pedro 1:3,4). ¡Esto se relaciona con el reino! (compare la palabra ‘herencia’ de 1 Pedro 1:3,4 con ‘heredad’ de Mateo 25:31,34, y ‘herederos’ de Santiago 2:5). ¡Todas tienen que ver con el Reino!.

2.- Que estaban guardados para alcanzar salvación en el día postrero (1 Pedro 1:5). ¡Esta salvación está asociada con el Reino también! (Mateo 19:16-25)

3.-Que fueron rescatados de nuestra vana manera de vivir que heredaron de sus padres por la sangre de Cristo en la cruz (1 Pedro 1:18,19).

4.- Recibieron la purificación de sus almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu (1 Pedro 1:22). Sabemos que **de** los puros de corazón verán a Dios una vez que baje la nueva Jerusalén en el reinado milenario.

5.- Fueron renacidos por la Palabra que vive y permanece en el creyente (1 Pedro 1:23). Este renacimiento está relacionado con el Reino de Dios, ya que el que no “nace de nuevo” por el agua (La Palabra) no podrá ver ni entrar en el reino (Juan 3:3,5).

6.- Eran un linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios (1 Pedro 1:9). Esto también está asociado con el Reino de Dios del milenio, ya que seremos reyes del Reino milenario de Cristo.

7.- Eran herederos de bendición (1 Pedro 3:9).

8.- Andaban en buena conducta (1 Pedro 3:16). Esto también está asociado con el Reino de Dios ya que los de mala conducta no lo heredarán (Gálatas 5:19-21).

9.- Andaban en amor, hospitalarios, sobrios, y fieles orantes (1 Pedro 4:7-9).

10.- Estaban gozosos de los padecimientos por Cristo (1 Pedro 4:13). Este padecimiento está asociado con el reino futuro, pues si padecemos por Cristo, reinaremos con él ( 2 Timoteo 2:12).

11.- Participaban de la gloria que será revelada en la parusía (1 Pedro 5:1), entonces recibirían la corona incorruptible de gloria ( 1 Pedro 5:4,10). Esto se relaciona con el reino futuro, ya que al venir Cristo, nos dará nuestras coronas de reyes.

Podemos ver que estar en la gracia es estar expedito para heredar el Reino de Cristo. Es participar hoy de la gloria del reino que será revelada en el futuro en su real dimensión.

Definitivamente no hay salvación completa sin el reino de Cristo. Esta salvación en el Reino de Cristo es el otro aspecto de la gracia que vendrá con Cristo en su segunda venida, para completar la salvación de los creyentes que permanecen fieles a él.

Entonces es evidente que el reino de Cristo tiene mucho que ver con el evangelio de la gracia de Pablo. De manera que todos aquellos que no quieren ver esta verdad prístina de la Biblia han sido engañados por Satanás. La gracia tiene un aspecto futuro o venidero, y sabemos que la herencia del reino es todavía venidera o futura, una herencia que se completará con la venida del Rey de gloria para arrebatar a los suyos e introducirlos en su reinado milenario (Mateo 25:31,34).

La Iglesia primitiva predicaba un nuevo rey y reino:

Una de las doctrinas bíblicas más importantes de la Iglesia apostólica fue la proclama de que Cristo es el futuro Rey mesiánico. Sabemos que El evangelismo de Pablo incluía la venida del Rey y de su Reino glorioso (1 Tes. 2:12; Hechos 238:23,30,31). También leemos en Hechos 17, lo siguiente de la predicación de los primeros cristianos: 6 “Pero como no los encontraron, arrastraron a Jasón y a algunos otros hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando: "¡Estos que han trastornado el mundo entero han venido también acá, 7 y Jasón los ha recibido en su casa! Todos ellos actúan en contra de los decretos del emperador, afirmando que hay otro rey, uno que se llama Jesús." Como podemos notar, la predicación de los primeros cristianos definitivamente incluía el anuncio de que había otro rey que gobernaría en Jerusalén, y de allí a todo el mundo.

La Entrada en la Gracia:

Pablo nos dice que tenemos entrada en la gracia de Dios para una esperanza de la gloria venidera de Dios y su reino. Sus palabras son éstas: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios” (Romanos 5:1,2). Note que tenemos entrada en la gracia, así como tenemos entrada en el Reino de Cristo (Colosenses 1:13), **él** cual se consumará cuando éste se establezca en la tierra. Jesús le dijo a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios”. Hoy, los cristianos ya tienen entrada a esa gracia o reposo en Cristo (Hebreos 4:3), el cual se completará en su reino milenario (Heb. 4:9). ¡Procuremos, pues entrar en aquel reposo o gracia que vendrá con Cristo y su Reino! (Hebreos 4:11).

Coherederos de la Gracia de vida:

Las Escrituras nos dicen que la gracia es una herencia, y que los creyentes son los herederos de ella. Dice 1 Pedro 3:7: “Vosotros, maridos, igualmente vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como vaso más frágil, y como a COHEREDERAS de la gracia de la vida…” (1 Pedro 3:7).Pero igualmente las Escrituras nos dicen que somos coherederos del Reino de Cristo, de modo que esa herencia de la gracia de vida tiene que ver con la herencia del Reino, el cual nuestro Señor establecerá en la tierra en su parusía o venida en gloria. Recuerde que entrar en el reino es entrar a la vida eterna, como ya vimos en el diálogo del joven rico con Jesús en Mateo 19:16-25.

También Dice santiago 2:5 “Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del Reino que ha prometido a los que le aman?”.

El Evangelio de las inescrutables Riquezas de Cristo:

El apóstol Pablo define la gracia en Efesios 3 como las inescrutables riquezas de Cristo. El dice que fue encomendado para administrar la gracia a los gentiles (Efesios 3:1,2). A esta gracia Pablo la llama “el misterio” que estaba escondido y que ahora es revelado a los santos (versos 3-5). ¿En qué consiste esta gracia misteriosa que estuvo escondida por generaciones? En los versos 5-8 Pablo nos lo revelará: “Que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio del cual yo fui hecho ministro por el don de la gracia de Dios que me ha sido dada…me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo”.

Note ahora que Pablo dice que la gracia llegó a los gentiles para que sean copartícipes de la promesa. ¿Qué promesa? Pues si leemos el capítulo anterior (2), el apóstol Pablo dice: “Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne…en aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la CIUDADANIA DE ISRAEL y AJENOS A LOS PACTOS DE LA PROMESA, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación…para crear en si mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz…vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca…Así que ya no sois extranjeros y advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios” (Efesios 2:11-19). ¡Ajá!...¡Este es el evangelio de la gracia de las inescrutables riquezas de Cristo! Que ahora nosotros, los gentiles, somos participantes de la promesa de los pactos de Dios con Israel, y miembros de la familia de Dios. Los gentiles ahora, por la gracia, pueden ser **coparticipes** y coherederos de la promesa de los pactos hechos a los padres, que incluyen la herencia del mundo venidero (pacto Abrahámico, Romanos 4:13) y del Reino de Cristo (pacto Davídico, Santiago 2:5; Mateo 25:31,34).

El misterio que estaba escondido y que fue revelado por Pablo significaba que los gentiles, como los judíos creyentes en Cristo, son un solo cuerpo y herederos de Dios, y beneficiarios por igual de los pactos que él hizo con los padres. Ahora los gentiles tienen a Abraham como padre por la fe (Gálatas 3:7-9) y como sus descendientes legales tienen el privilegio y el derecho de ser herederos del mundo venidero de justicia y de cogobernar con Cristo en su reino en el milenio de justicia. Este es el verdadero evangelio de la gracia de Pablo.