Datos personales

Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

sábado, 29 de agosto de 2009

EL REINO DE DIOS Y LA SALVACIÓN




Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)

«Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas» (Hech. 2:41).

No es suficiente para el inconverso un “aceptar a Jesús como Señor” para obtener la “salvación”, sino se le ha hecho un llamado al «arrepentimiento por los pecados», sino se le ha predicado correctamente al «Hijo de Dios» y le ha creído, si tal inconverso no ha considerado por propia voluntad y determinante decisión el «bautismo en agua» para un andar en «nueva vida», momentos después de haber considerado todo lo anterior (entiéndase que el «bautismo en agua» no salva por sí mismo, pero el verdadero «arrepentido, por norma y regla, estará convencido de llevarlo a cabo como compromiso de una vida santa delante de Dios, Ro.6:4), incluyendo, porque sería un «crimen olvidarlo», el importantísimo mensaje, antes del «bautismo en agua», del «Reino de Dios» y su terrena realidad. El «Reino de Dios» fue el principal propósito de la primera venida de Cristo al mundo, la base vital, el «cimiento de la predicación de Cristo», ya que la «consumación de la salvación» será cuando el creyente digno ingrese, en el consentimiento de Dios, a la teocracia milenial (1 P. 1:5).

En su primer discurso encontrado en el capítulo 2 del libro de los Hechos, para comprender la verdadera «temática de la salvación» del inconverso, Pedro predica a la multitud de la persona de Cristo, como el «aprobado Hijo de Dios», el cual dio testimonio de la veracidad del Padre por medio de «maravillas, señales, portentos y milagros». Pedro habla ante la muchedumbre de su «crucifixión y muerte», de su «resurrección sobrenatural», «sueltos los dolores de la muerte». Pedro les anunció que Dios había «hecho de Jesús, Señor y Cristo». Por último, Pedro le presenta al vasto contingente el «Reino de Dios», a los «varones judíos y a los que habitaban Jerusalén» (Hech. 2:14). De hecho, Pedro no profundiza en exponerlo, porque para los judíos el tema les era bastante familiar. La importancia del «Reino de Dios», en las palabras del apóstol Pedro, estriba en que Dios había «jurado» al rey David que «uno de su descendencia», en «cuanto a la carne», en «cuanto a su linaje real», de «su línea familiar», se «sentaría en su trono» (Hech. 2:22-30). Es bueno decir que este «juramento» compromete, no sólo a la nación de Israel (Gn, 12:2), sino «a todas las familias de la tierra» (Gn.12:3; Hech. 3:25), según la promesa hecha al patriarca Abraham por el Divino en un principio y que repercute para beneficio a largo plazo a quienes «han creído en Cristo», y me refiero, aparte de los judíos, a los «gentiles», los «goyims» (Jn. 3:16; Ro. 10:9; Ef. 2:14-15). Cristo durante su ministerio anunció en palabras prolépticas que el «Reino de Dios se había acercado» (Mt. 4:17). La locución «se ha acercado», infiere que este «Reino» tendrá que «esperarse». Este «Reino» se manifestará cuando Cristo retorne al mundo «visible y en poder», y «se siente en su trono de gloria» (Mt.24:30; 25:31).

Después de su breve discurso de la persona de Cristo y del «Reino de Dios», Pedro invita a las gentes al «arrepentimiento» y al «bautismo en agua en el nombre de Jesucristo»:

«Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo» (Hech. 2:38).

Podemos decir, por lo tanto, que la «salvación» no se obtiene tan sólo, aunque necesarios, por el «arrepentimiento», por el «bautismo en agua», por «creerse en la muerte y resurrección de Cristo», sino, porque así lo determina la Palabra de Dios, como veremos más adelante, por «creerse en la predicación del Reino de Dios», «Reino» que se inaugurará en el futuro en un mundo ya restituido y que Cristo gobernará bajo los designios del Altísimo por todo un «milenio», hasta «que lo entregue al Dios y Padre suyo» (1Co. 15:24).

El primer propósito de Cristo en su ministerio en esta tierra fue de predicar el «Evangelio de Dios» (Mr.1:1), incitando a los oyentes de alrededor para que lo «creyeran» (Mr. 1:15). Cristo habló de la gran necesidad de predicar el «Evangelio de la Salvación» en diferentes lugares, «porque para eso había sido enviado» (Lc. 4:43). El «Evangelio del Reino» y el «Evangelio Eterno» son esencialmente lo mismo. Este «Evangelio» anuncia la promesa de una «herencia terrenal», el «Reino de Dios», para los «mansos», según las palabras del propio Cristo:

«Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad» (Mt. 5:5).

Este «Evangelio», el de las «Buenas Nuevas», habrá de «cristalizarse por completo», por decirlo de este modo, en el futuro, en un «reinado mundial de mil años» (Ap. 20:4, 6). En el libro de Apocalipsis se le llama el «Evangelio Eterno» (Ap. 14:6) por la razón de que la «Simiente de la Mujer» aplastaría al enemigo de Dios y de los hombres: «Satanás», la «Serpiente Antigua», el «Diablo», que cayó para ursupar, para desplazar y turbar con su reinado tenebroso y maligno el «orden del mundo y cuyo carácter fue celestial» al principio de su fundación, en la reciente creación del primer hombre, para “coronarse” como el «dios este siglo» (2 Co. 4:4), el «príncipe de este mundo» (Jn.16:11), «mundo» que controla hoy con mentira, con dolor, con muerte y con engaño, pero que Cristo en su debido tiempo lo destronará en su Parusía para restaurar la «cosmología antes perturbada» y bendecir a la «humanidad convertida» aquí «abajo», en la «tierra», mas no en el «tercer cielo», en este sentido literal.

Cristo reinará personalmente el mundo en majestad e infinita gloria, de acuerdo al «Pacto Eterno» y «las misericordias firmes de David» (Is. 55:3). Cristo será el «Jefe y el Maestro de las naciones» (Is.55:4). Si el «Evangelio del Reino» no es predicado con su debida prudencia, todos los “esfuerzos piadosos” que se hagan en cualquier parte, serán absolutamente infructuosos.

El «Reino de Dios» es imposible que exista ahora, porque será instalado en la «restauración de Israel», en la segunda venida de Cristo (Mr.13:26; Hech.1:6), «hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas» (Hech. 3:21). Cuanto esto acontezca, el «Reino de Cristo», el «de Dios», el de «los Cielos», ya habrá sido implantado en el mundo. Fue tan importante para Dios la predicación de su «Reino» qué Cristo, después de su resurrección, continuó predicándolo por «cuarenta días» más, antes de su ascensión:

«…a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios» (Hech. 1:3).

Cuando se tiene noción clara de lo qué es realmente el «Evangelio del Reino de Dios», y se le ha tomado en cuenta muy razonable y positivamente, habiéndose «creído», sin faltar, en el «nombre del Señor Jesucristo», es en este preciso momento cuando el creyente deberá venir luego al «bautismo en agua», «a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva» (Ro.6:4). No existe ningún “protocolo” en la Biblia que demande “cursos” y “discursos”, y “largas esperas” para que el cristiano pueda «bautizarse en agua», como suele suceder en la mayor parte de las “iglesias cristianas” de toda la esfera terráquea: Error es este por la terrible ignorancia en la Palabra de Dios.

El «bautismo de agua» es uno ordenado en «la gran comisión» por Cristo (Mt. 28:19), y lo puede ejecutar cualquier creyente. No es una tarea exclusiva para los pastores o líderes congregacionales. Usted como creyente genuino en Cristo (si es que lo es), «quien quiera que sea», sin poseer un “liderazgo en la iglesia o puesto importante”, puede «bautizar ipso facto» a todo aquel que ha ministrado para «salvación». Inmediatamente después del «arrepentimiento», de la predicación de «Cristo crucificado» (1 Co.1:23), y del «Reino de Dios», el «bautismo en agua», es el siguiente paso indicado a concluir:

«Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres» (Hech. 8:12).

El etíope fue «bautizado en agua» tan pronto fue ministrado por Felipe:

«Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús. Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó» (Hech. 8:35-38).

Es absurdo ver en las congregaciones llamadas como “cristianas”, cómo se acepta un “Jesús” que no llena los requisitos que Biblia exige para que lo sea. Más bien, es “uno” que tiene la función de “estar pendiente” de las necesidades, cualquiera que estas sean, de los supuestos “creyentes” para darles “soluciones milagrosas”, y hablo de las materiales específicamente, porque para estos “fieles cristianos” que han “aceptado a su señor y salvador” (“salvador” de sus deudas financieras), las necesidades espirituales no son la gran prioridad, al menos que fueran «convertidos» reconocerían su enorme imprescindibilidad.

Es imposible que la salvación pueda establecerse en el inconverso después de una predicación “light y consentidora” que no hable jamás de la persona de Jesús como el «aprobado Hijo de Dios», de su «muerte expiatoria», de sus «portentos y milagros» realizados durante su ministerio terrenal y que dieron testimonio de la gloria del Padre, de su «resurrección», del «arrepentimiento de los pecados», y principalmente, ante todas las cosas, que no hable del «Reino de Dios».

No basta un “Dios te ama” para ser salvo. Por lo que vimos, «se requiere más que esto para serlo», para que se instituya en el hombre inconverso la «salvación individual».

La salvación no será posible, si no tienen en cuenta, de parte del potencial creyente, los factores expuestos con anterioridad.

Reconsidere amigo mió, lo que escribimos en el amor de Dios y de su Cristo.

Dios le bendiga siempre.

¿PORQUÉ LES CUESTA A MUCHOS CRISTIANOS ENFOCARSE EN EL EVANGELIO DEL REINO?


Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)

El “Evangelio encubierto”

.
Es interesante lo que el apóstol Pablo dijo tocante a lo que él llamó “el evangelio encubierto” entre aquellos que se pierden, con palabras que no admiten controversia alguna:

.
“Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Cor. 4:3,4).

.
En el pasaje de arriba, el apóstol Pablo dice que su evangelio está encubierto entre los que se pierden, es decir, entre aquellos que no se salvarán. Y es que este mensaje salvador del evangelio ha sido velado o encubierto por el dios de este mundo llamado Satanás, personaje oscuro y macabro que persigue como león rugiente la destrucción de los hombres (1 Pedro 5:8). Este maléfico Ser cósmico, espiritual, angélico, ha cegado el entendimiento de los que no creen para que no les brille la magnífica luz que irradia el evangelio de la gloria de Cristo. Este ser cósmico y angélico a quien un importante número de “cristianos” considera un personaje mitológico, se agazapa para pasar inadvertido y así sigilosamente manipular a su antojo a los impíos como si fueran marionetas para que vivan siempre alejados de Dios y de Su Palabra salvadora.

.
Aun muchos llamados cristianos rechazan el verdadero evangelio salvador de la Biblia cuando aceptan como verdaderos otros evangelios que son espurios y diabólicos. Pero el apóstol Pablo hace mucho tiempo nos advirtió claramente que sólo hay un evangelio en la Biblia y no más. En Gálatas 1:6-9 Pablo escribió lo siguiente: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema”.

.
El evangelio de la Gloria de Cristo es el evangelio del reino

.
Muchos creen que el evangelio de la gloria de Cristo es el evangelio que proclama su Deidad, es decir, que Jesús es el mismísimo Dios Todopoderoso y Sumamente excelso que bajó del cielo para salvarnos y hacernos dignos del cielo. Sin embargo, éste no es precisamente el mensaje que Cristo vino a enseñarnos como el evangelio salvador. Cuando Pablo escribió acerca del evangelio de LA GLORIA de Cristo en 2 Corintios 4:4, él se refirió al evangelio DEL REINO de Cristo. La frase “LA GLORIA” es equivalente a la frase “EL REINO”. Esta verdad aún permanece ignorada en el mundo cristiano, tanto de líderes como de “laicos”, a pesar de que este binomio (reino-gloria) es fácilmente perceptible a través de los evangelios sinópticos. Por ejemplo, si comparamos Mateo 20:21 y Marcos 10:37, veremos que reino y gloria son equivalentes. He aquí los versos:

.
“El le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Ordena que en TU REINO se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda” (Mateo 20:21).

.
“Ellos le dijeron: Concédenos que en TU GLORIA nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda” (Marcos 10:37).

.
Esta verdad, desafortunadamente, está oculta entre los que se pierden, pues no sólo la desconocen, sino que, al oírla por vez primera, se resisten a aceptarla y se sienten confundidos, porque se les ha dicho que Dios ya no trata más con la impía Israel, y que el reino davídico es ahora espiritual, uno en el corazón de los creyentes. Estos están convencidos de que el destino final del “verdadero creyente” es el cielo, el cual ellos confunden con el término ‘Reino de los cielos’.

.
Otro grupo de “creyentes” de mente más amplia sostiene que el reino davídico será sólo una realidad para los Judíos que se salven, pero no para la iglesia del Nuevo Testamento, la cual, según ellos, tiene una “mejor promesa” que es la de vivir con Dios y Cristo en los cielos. Esto, aunque no es exactamente igual, se parece al postulado de los Testigos de Jehová sobre las dos esperanzas de los salvos.

.
Así que, estimados amigos, si ustedes no creen en el verdadero evangelio del reino de Cristo, que es el evangelio de su gloria, entonces usted está entre los que se pierden, pues el diablo ha logrado nublar su percepción intelectual para que no retome el verdadero evangelio de Cristo. Y si usted insiste en otro evangelio, sea éste el “evangelio de la Deidad de Cristo”, el “evangelio social”, “El evangelio de la prosperidad”, “el evangelio de las moradas celestiales para los salvos”, o como quiera llamarlo, usted está entre los que se pierden. Así de fácil es la cosa, mis estimados.

.
Este es un llamado para la recaptura del evangelio original, y para dejarse trasladar al reino del amado Hijo, escapando a tiempo de las garras del enemigo que lo tiene a usted en tinieblas espirituales (Col. 1:13).

.
Le invito a usted a anunciar el reino de Dios (Lc. 9:60), a buscarlo (Mateo 6:33) y a pedirlo todos los días (Mateo 6:10). Su corazón debe estar puesto en Jesús, en lo que él hizo por usted en la cruz, y por lo que él le ofrece para cuando aparezca por segunda vez, y le diga: “Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades” (Lc. 19:17).

¿DÓNDE ESTÁ LA VERDADERA IGLESIA DE CRISTO?


Por Ingº Alfonso Orellana

Cristo tiene una novia, solo una novia. Está compuesta de aquellos que ‘le recibieron’ y continúa creciendo con todos aquellos quienes le reciben. Dio su vida por ella. Cuando aun era pecadora, le amó y murió por ella. La cuida y cuando, por su torpeza humana se ensucia, la limpia. No lleva cuenta de sus errores ni espera más de ella de lo que puede dar.

Los miembros individuales de esta novia están esparcidos por todo el mundo y ningún grupo organizado puede reclamar exclusividad. Es Cristo quien escoge la novia. No un comité religioso ni un auto-nombrado caudillo moderno. Jesús hizo los preparativos necesarios para su manutención durante el período en que Él estaría ausente. Esta provisión, el Espíritu Santo que viviría en el creyente recién nacido, le guiaría a “toda la verdad.” No habría necesidad de una jerarquía humana, eclesiástica, opresora, la cual se arrostrara sobre si el derecho apostólico conferido a los hombres escogidos por Jesús mismo en el primer siglo. Basta con leer el capítulo 14 de la carta a los Romanos para darnos cuenta de lo que Pablo mismo describe como la libertad cristiana dentro del marco del amor.

El tratar de justificar un Papado, Cuerpo Gobernante u otra forma de autoridad totalitaria dentro de los predios de “la novia”, la congregación del Dios vivo, es una agresión al Espíritu Santo, porque como sabemos los que leemos la Palabra, donde esta el Espíritu de Dios hay libertad.

La novia recibe su llamado, experimenta el Nuevo nacimiento y el sello de la salvación. Luego pasa por un periodo de purificación, parecido al proceso practicado por los reyes de la antigüedad al tomar una esposa. Por ultimo, la novia es glorificada en las bodas del Cordero.

Cuando nos encontramos con uno de estos miembros, lo sabemos. Ellos no tienen que presentar credenciales o pruebas tangibles de su unción. No es una humildad fingida o religiosidad en su actuar. Es el sello del amor. Tampoco andan interesados indebidamente en los asuntos ajenos, aparte de estar listos para ayudar y animar a los pobres y a los débiles. También son capaces de salir en defensa de los oprimidos.

Para mí, la Iglesia Verdadera es una realidad tangible. Disfruto de su hospitalidad, de su diversidad, de su caudal de “alimento espiritual,” de su experiencia en el vivir diario, de su anuencia al dolor de otros, de sus magnificas alabanzas, etc.

Lamentablemente hay unas corrientes llamadas “cristianas” donde la virtud de la iglesia se ha pervertido. Esto siempre sucede cuando hombres desplazan al Espíritu Santo y se colocan asimismo como caciques del rebaño. Como aconsejó Pablo a Timoteo, ‘de estos apártate.’

En resumen digo que el asunto de la identidad de la Iglesia Verdadera es muy sencillo, si partimos de la base establecida por Jesús en Juan capítulos 14 al 17 y a la evidencia demostrada al tiempo de su fundamento en Pentecostés. Todo lo demás sobra.

Reciban un cordial saludo y que Jesús les bendiga siempre.

www.apologista.wordpress.com
www.retornoalparaiso.blogspot.com
www.yeshuahamashiaj.org
www.elevangeliodelreino.org