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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

martes, 31 de marzo de 2009

¿ESTÁ SEGURO QUÉ SU JESÚS NO ES OTRO JESÚS?



Porque si viene alguno predicando a otro Jesús que el que os hemos predicado, o si recibís otro espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis” (2 Cor. 11:3,4)


“Otro Jesús”? ¿Puede ser esto aun posible? Por supuesto que sólo puede haber un solo “Jesús verdadero”, porque un hombre llamado Jesús realmente vivió y caminó en la Tierra 2,000 años atrás. No obstante, no todo el mundo cree en este “Verdadero Jesús”, el Jesús que ha sido revelado a nosotros por Dios en Su libro, la Biblia. En lugar de eso, muchas personas creen en “otro Jesús” aparte de este “Verdadero Jesús” que está en el Cielo ahora mismo. Este mismo Jesús Verdadero que está en el Cielo regresará a la Tierra muy pronto para Juzgar al mundo y establecer Su Reino en la Tierra.


Un ejemplo de “otro Jesús” es la idea mantenida por muchos de que Jesús es igual en poder y autoridad como el Padre Eterno y hasta el mismo Padre Eterno. Aquellos que proclaman esta idea tienen, por consiguiente, a “otro Jesús”. Algunos piensan que Jesús pecó. Tienen a “otro Jesús”. Algunas personas piensan acerca de una imagen de Jesús como las que han sido presentadas en las películas blasfemas de “La última Tentación de Cristo” y “La Pasión de Cristo” del antisemítico Mel Gibson. Estos son todos “otro Jesús”.


¿Quién es su Jesús? ¿Es su Jesús un Jesús diminuto o pequeño que vive dentro de su corazón mientras bombea su sangre? ¿Es su Jesús un espíritu que flota sobre usted? ¿O tal vez su Jesús es un ser que se convirtió en medio Dios y medio hombre como Hércules? ¿Es su Jesús un extraterrestre de otro planeta o de otra galaxia, o un espíritu superior de otra dimensión? ¿Es tal vez su Jesús un mero hombre como cualquiera de nosotros, que intentó vivir en santidad y que buscaba la verdad y la perfección a través de meditaciones y ejercicios espirituales? ¿Y qué acerca de usted? ¿Quién es su Jesús?


Si usted cree en “otro Jesús”, entonces este Jesús fraudulento es un serio problema para usted. Es un problema serio porque esto quiere decir que usted no ha encontrado al verdadero Jesús que salva. ¡Usted está perdido! Sólo el Jesús Verdadero puede salvarlo de sus pecados. Sólo el Jesús Verdadero derramó su sangre en la Cruz 2,000 años atrás. Sólo el Jesús Verdadero está con Dios ahora mismo.


Sólo el Jesús verdadero volverá para salvarlo y llevarlo a su reino eterno. Usted necesita confiar en el Jesús Verdadero que está por ahora en Cielo para que usted pueda recibir el perdón de sus pecados. Si usted no confía en el Jesús Verdadero, y en lugar de eso confía en “otro Jesús”, entonces usted se condenará. Arrepiéntase y confíe en el Jesús presentado en la Biblia. Es decir, confíe en el Jesús que predicó las Buenas noticias del reino de Dios…¡el evangelio salvador que usted debe creer de todo corazón! (Rom. 1:16).

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¿ES CRISTO EN VERDAD EL ANCIANO DE DÍAS?



Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)


«Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente» (Dn. 7:9).

«Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido» (Dn. 7:13-14).

La razón de este estudio es descartar la idea de que Cristo, el Hijo de Dios, y el «anciano de días», el Padre, son la misma persona. Lo haremos fácilmente entendible porque asombrosamente existe la creencia muy generalizada de que el «anciano de días» y Cristo sean la misma persona, cosa que no es verdad.

Esta visión del profeta Daniel, traspasa los límites y fronteras de la primera venida de Jesucristo al mundo para redimirlo del pecado en su sacrificio vicario y para la proclamación el Reino de Dios venidero. La visión del profeta Daniel muestra, en primer lugar, en Dn 7:9, un «anciano de días» vestido con «ropa blanca como la nieve», que tenía el «pelo de su cabeza como la lana limpia», y se deduce, que es «blanca», como su vestimenta. En esta visión simbólica, el «anciano de días, representa el Dios mismo, el Padre, y su naturaleza eterna. El «vestido blanco» representa la «pureza y santidad de Dios», la «cabeza con el pelo blanco, como lana limpia», la sabiduría también sempiterna de él, su pureza absoluta. El texto a estudiar muestra que el «anciano de días», el Dios del cielo, se sienta, y ha de suponerse, en su trono, que es excelso y glorioso, como «llama de fuego, de ruedas de fuego ardiente» y que representa el juicio ineludible de Dios y su reinado inacabable. En los textos siguientes, en el 13-14, aparece otro personaje diferente, «uno como un hijo de hombre», que fue llevado (acercado) al «anciano de días», nuevamente aquí, el Padre y Dios. A éste «como un hijo de hombre», habla el texto, «le fue dado dominio eterno, para que los pueblos y naciones le sirvieran, y que su reino nunca sería destruido».

Cristo enseñó en su primera venida, en una de sus parábolas, hablando de sí mismo, que él iría a un país lejano a recibir un reino:

« Dijo, pues: Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver» (Lc.19:12).

El cielo que Cristo ascendió es alegorizado en la parábola como el «país lejano» donde legalmente recibiría del Padre, por su realeza y linaje (un hombre noble, es decir, del linaje de David su padre, véase Mt. 1:1), el oficio real y la facultad para regir el mundo, restituido en tal caso, en su futura segunda venida: «…y volver». Daniel observa en su visión «uno como hijo de hombre que le fue dado dominio eterno, que no pasará, un reino indestructible». Este personaje «como un hijo de hombre» es sin la menor duda el Cristo glorificado en su resurrección, habitando en el tercer cielo y a quien le es entregado del Padre el gobierno terrenal porque dice que «las naciones y pueblos le servirán», concordando con las palabras del Señor en Lc.19:12.

La visión de Daniel encaja con la descripción novo testamentaria de la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo:

El Hijo del Hombre volverá en las nubes del cielo en gloria y poder (véase por favor: Mt. 24:30; Mr.13:26; Lc. 21:27; Ap. 1:7; 14:14).

Cristo, el Hijo del Hombre, se sentará en su trono de gloria para reinar con sus súbditos las naciones de la tierra (véase por favor: Mt. 25: 31, 34; Ap. 2:26-27; 3:21; 19:15; 20: 4, 6).

«Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro, y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas» (Ap.1:12-15).

Es cierto que Cristo aparece en el visión de Juan con «cabellos blancos como la blanca lana», pero esto es un simbolismo representativo de los atributos personales de Dios a través de Cristo, una semejanza del «anciano de días» que es el Dios Altísimo por medio de Cristo (compárese con la visión del Dn. 7:9).

Para no dejarlo a la deriva (la insistencia, es necesaria y sumamente importante), debemos tener siempre en mente, que un personaje, específicamente, es el «anciano de días» y el otro, es Cristo, que aparece como «uno como un hijo de hombre». No hay nada que indique para hacernos considerar que Cristo, el Hijo del Hombre, sea el «anciano de días». Sería ridículo y poco sensato creerlo de tal modo. La separación entre uno y otro, como individuos, es abismal.

Cristo, como la imagen perfecta del Dios viviente hecha hombre, refleja en la alegoría de Ap. 1:12-5: la pureza y la sabiduría eterna de Dios (cabeza con cabello blanco, como blanca lana, como nieve); a Dios como el juez justo (ojos como llama de fuego); a Dios como Rey inconmovible (sus pies semejantes al bronce bruñido); la infinita autoridad de Dios (voz como estruendo de muchas aguas).

Espero, de todo corazón, que este estudio sea de bendición para aquellas personas de mentes abiertas que anhelan conocer este aspecto importante de la célica verdad.

Amén.