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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

martes, 12 de agosto de 2008

EL SÁBADO Y EL CRISTIANO

LA PALABRA SÁBADO es prominente en el vocabulario cristiano. Su significado literal es “descansar”. La palabra aparece en la Biblia por primera vez en Éxodo 16:23. Al recoger el maná diario que el Señor les proveyó, los israelitas tuvieron que recoger doble la cantidad en el sexto día para que tuvieran una fuente adecuada para el séptimo, el cual el Señor declaró como un Sábado, o día de descanso. Luego, cuando la Ley de Dios fue dada a Israel, la observancia del séptimo día de la semana como un Sábado, o tiempo de descanso, llegó a ser el cuarto de los Diez Mandamientos. Para Israel, la observancia del Sábado era una parte vitalmente importante de su servicio a Dios, tanto que la penalidad de muerte sería infligida sobre los que no obedecían este mandamiento. (Éxod. 35:1, 2) El Nuevo Testamento no contiene ninguna instrucción en cuanto a la observancia de un Sábado semanal, pero ha sido asumido por muchos que fue la intención de Dios de que el mandamiento de la Ley concerniente al Sábado continuara en la iglesia cristiana.

En su Sermón del Monte, Jesús dijo, “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.” Para la raza condenada y moribunda de la humanidad el cumplimiento de la Ley fue imposible, puesto que ninguno de ellos pudo estar a la altura de su estándar perfecto de la justicia. Pero, Jesús, siendo perfecto, pudo guardar la Ley invioladamente. Siendo un judío y, por eso, bajo el pacto de la Ley, él observó el Sábado del séptimo día, aunque tenía un concepto diferente de su significado que tenían los líderes religiosos de su día.

A causa del hecho de que Jesús curó a un hombre enfermo en el Sábado, sus enemigos “procuraban matarle”, y hubieran sido obligados a hacerlo si él hubiera quebrantado el Sábado de verdad. La respuesta de Jesús a sus enemigos fue, “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo.” (Juan 5:17) Esto enfatiza que la mera abstención de toda actividad no era el significado verdadero del Sábado, porque tanto el Padre celestial como Jesús trabajan en este día. Jesús curó a los enfermos.

En Marcos 2:23, 24, 27, 28 hay otra lección importante que Jesús lleva a nuestra atención. Él y sus discípulos caminaban por un campo de maíz en el Día Sabático, y mientras andaban, los discípulos arrancaban espigas, evidentemente para su propio uso. Esto fue algo distinto de la curación de los enfermos en el Sábado, y de acuerdo con la letra estrecha del cuarto mandamiento hacer esto fue incorrecto, así que los fariseos le preguntaron, “¿por qué hacen en el día de reposo lo que no es lícito?” La respuesta de Jesús fue, “El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo.”

Evidentemente el pensamiento en este caso es que el mandamiento que requirió que los israelitas descansaran cada séptimo día fue diseñado para su bien, no para su daño. Los discípulos tenían hambre, y hubiera sido un mal entendimiento del propósito del Sábado suponer que la Ley al respecto significaría que debieran abstenerse de satisfacer su hambre. Y estamos felices por la declaración de Jesús que llegó a ser el “Señor aun del día de reposo,” porque sabemos que su interpretación de ello es correcta. Cualquier cosa que Jesús impuso sobre sus seguidores en cuanto al Sábado se debe obedecer.

En su Sermón del Monte, Jesús dijo, “De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos.” (Mat. 5:19) ¿A cuales mandamientos se refiere Jesús? Podemos ser guiados solamente por los siguientes comentarios en los cuales él cita parcialmente cuatro de los mandamientos — dos del Decálogo y dos que no fueron parte de él. Los primeros dos fueron requisitos morales — “No matarás” y “No cometerás adulterio.” — vss. 21, 27

El tercer mandamiento citado por Jesús fue la expresión de la justicia de la Ley — “Ojo por ojo, y diente por diente.” (vs. 38) En cada caso, refiriéndose a uno u otro de los mandamientos, Jesús les dio un significado superior a lo que jamás había enseñado antes. En vez de insistir en “ojo por ojo”, él exhortó a sus seguidores a no resistir lo malo, sino “antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra.” — vs. 39

El cuarto mandamiento citado por Jesús fue, “Amarás a tu prójimo,” al cual la tradición judía había añadido, “y aborrecerás a tu enemigo.” (vs. 43) Se hará patente que todos los cuatro mandamientos que Jesús dijo que no se deben quebrantar pertenecen a las relaciones humanas, enfatizando el estándar alto de la ética moral que debe gobernarlos, especialmente cuando los examina a la luz del significado más fino y exacto que Jesús les dio.

¿Mandó Jesús a sus seguidores, en cualquiera de sus enseñanzas, a observar el Sábado del séptimo día? Además, si fuera el diseño de Dios que el cuarto mandamiento continuara en la dispensación cristiana, entonces sería obligatorio para los que tienen puestos de autoridad en la Iglesia de imponer la penalidad mencionada en la Ley al fallar de obedecerlo. Como hemos visto, esa penalidad era la muerte. ¿Enseñó Jesús esto?

Jesús comenzó su Sermón del Monte con la presentación de las bienaventuranzas — “Bienaventurados los pobres en espíritu”; “Bienaventurados los que lloran”; “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia”; “Bienaventurados los misericordiosos”; “Bienaventurados los de limpio corazón”; “Bienaventurados los pacificadores”; y “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia.” — Mat. 5:1-10

Si la observancia del séptimo día de la semana como uno de descanso hubiera sido considerado por Jesús como algo vital para la salvación, hubiera sido lógico para él de añadir, “Bienaventurados los que guardan la santidad del día sabático,” pero no lo hizo. En su Sermón del Monte, Jesús se refirió a muchos detalles de la vida cristiana — las relaciones domésticas, el quitar la vida humana, el amor por nuestros enemigos, la oración, etc. — pero no dijo nada acerca de observar el Sábado. No hay mención del Sábado tampoco en las numerosas parábolas de Jesús.

Su Último Mandamiento

Poco antes de que Jesús dejó a sus discípulos y regresó a las cortes celestiales, les dijo, “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” — Mat. 28:19, 20

Aquí, de nuevo, no encontramos ninguna mención de un Sábado del séptimo día. Ni tampoco podemos asumir que se incluye en la declaración, “todas las cosas que os he mandado,” puesto que Jesús nunca había dado ningún mandamiento como tal a sus discípulos. La honestad en el uso de la Palabra de Dios nos impela reconocer que en lo que concierne los mandamientos personales y directos de Jesús, éstos no incluyen la observancia de un Sábado del séptimo día.

Empezando en el Pentecostés, los apóstoles escribieron y hablaron bajo la inspiración del Espíritu Santo. El primer sermón de Pedro, predicado en el Día del Pentecostés, no hizo ninguna referencia al Sábado. (Hechos 2) Poco después, Pedro predicó otro sermón, pero de nuevo no hizo ninguna referencia a la observancia del Sábado. — Hechos 3

Por todo el libro de Hechos, encontramos muchos testimonios sobresalientes de la Verdad de parte de los apóstoles y de parte de otros — algunos dirigidos a los judíos como un pueblo; y algunos a los gentiles — pero en ninguno de ellos se encuentra ninguna mención en absoluto de la observancia de un Sábado del séptimo día. El mártir Esteban no dijo nada acerca de ella. Cuando Pablo testificó ante Félix, Festo, y Agripa, a los judíos en Jerusalén, y a los griegos en el Areópago, no dijo nada acerca de ella.

Las Cosas Necesarias

Una de las cuestiones más difíciles que enfrentó la iglesia primitiva tenía que ver con el tratamiento de los conversos gentiles que buscaban asociaciones de entre los cristianos de origen judío. Esta cuestión se hizo tan seria que una conferencia de los apóstoles fue convocado en Jerusalén en el cual el tema fue discutido y finalmente llegaron a ciertas conclusiones. (Hechos 15:1-10) Aquí abajo es la declaración completa del edicto apostólico que salió de esa conferencia:

“Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien.” — Hechos 15:28, 29

¿Debemos acusar a los apóstoles de negligencia al no mencionar una de las cosas “necesarias” y vitales cuando dieron este mensaje a los conversos gentiles? ¡Claro que no! Sin embargo, esto ciertamente fue el lugar lógico para mencionar el Sábado si lo consideraron como una parte esencial de la Ley Divina que deben observar los cristianos gentiles. Pensémonos bien el significado de esta omisión a medida que consideramos nuestra propia relación para con Dios.

En Hechos 20:27, nos informa que el Apóstol Pablo dijo que no había “rehuido anunciaros todo el consejo de Dios.” En vista de esto, es interesante notar que en todas las epístolas y sermones de Pablo él omita mencionar la necesidad de observar el Sábado del séptimo día. Por eso, es imposible escapar a la conclusión de que la observancia del Sábado del séptimo día no sea parte del consejo de Dios para los cristianos.

Muertos Con Respecto a la Ley

En el libro de Romanos, Pablo sí se refiere a la Ley de la cual el mandamiento concerniente al Sábado fue parte, no para imponer esta ley sobre los cristianos, sino para enfatizar que la fe en ésta, y la obediencia al Evangelio nos libera de ella. Él escribió:

“Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra. ¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás.” — Rom. 7:4, 6, 7

Algunos afirman que la Ley a la cual los cristianos están muertos es meramente la Ley ceremonial, no los Diez Mandamientos. Pero, Pablo no está de acuerdo con esto, porque en su declaración que los cristianos están muertos con respecto a la Ley él cita uno de los Diez Mandamientos — “No codiciarás.” Por eso, no hay la menor duda de qué ley Pablo está hablando.

Por otra parte, algunos adoptan la postura extrema que si la Ley de los Diez Mandamientos no es obligatoria para los cristianos, entonces somos libres para cometer adulterio, codiciar, mentir, y asesinar. Esto es razonamiento superficial. Es moralmente ilícito hacer tales cosas. Estos son pecados crasos. Le causan daño a uno y a otros. Jesús y los apóstoles enseñaron que tales cosas fueron incorrectas y las prohibieron. Sin embargo, no mandaron que el Sábado deba guardarse. No es una cuestión moral, y el hecho de que Jesús y los apóstoles dejaron de mandar su observancia, pero sí hablaron contra los pecados prohibidos por los mandamientos, simplemente enfatiza el hecho de que no consideraron como una necesidad para los cristianos la observancia del Sábado del séptimo día.

No Juzguéis

En Romanos 14:5, 6, Pablo escribió, “Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios.”

Hay dos puntos que deben observarse en este argumento. Uno es que Pablo no condena a los que juzgan iguales todos los días. El otro es que él coloca la observancia de un día más que otro en la misma categoría de importancia de comer o no comer la carne. Sin importar la razón por la que algunos de los conversos judíos en Roma hicieron diferencia entre día y día, es cierto que los que creyeron que todos los días eran iguales no consideraron como una necesidad la observancia del Sábado del séptimo día. Y es obvio que el Apóstol Pablo no pensaba así tampoco, si no, él hubiera dado una advertencia oportuna a los que no guardaban el Sábado.

Las Cosas que Permanecen

Pablo escribió dos cartas a la iglesia en Corinto, pero en ninguna de ellas hay mención alguna de guardar el Sábado. En el capítulo 13 de 1 Corintios él enfatiza la importancia fundamental del amor como un principio gobernante. Los dones del Espíritu desaparecerían; así también el conocimiento limitado disfrutado en esta vida. Pero tres cosas permanecerían, escribió Pablo — la fe, la esperanza y el amor, el más grande siendo el amor. Si el Sábado del séptimo día fuera un estatuto duradero, ¿por qué el apóstol no lo mencionó? ¿Por qué no dijo que el Sábado permanecería tanto como la fe, la esperanza, y el amor?

La Ley Grabada en Tablas de Piedra

En 2 Corintios 3:3-7, Pablo presenta otra lección importante en la cual él explica que fue la Ley “grabada en tablas de piedra” que “había de perecer.” Fue la Ley de los Diez Mandamientos que fue escrita en tablas de piedra, no la Ley ceremonial. Así que vemos que mientras que Pablo aquí no menciona específicamente el mandamiento del Sábado, él sí declara que el Decálogo entero “había de perecer,” y que durante la edad actual Dios está escribiendo su ley en “tablas de carne del corazón.”

En la epístola de Pablo a la iglesia en Galacia él expresa su preocupación por los que guardan “los días, los meses, los tiempos y los años.” (Gal. 4:10, 11) Criticando este grupo, Pablo escribió, “!Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado?” — Gal. 3:1

En Gálatas 3:16-19, Pablo se refiere al pacto de Dios con Abrahán, y explica que la Ley, que fue añadida “cuatrocientos treinta años después,” no pudo anular ese pacto original. “Fue añadida,” explica él, “a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa.” Si la Ley ‘fue añadida hasta que viniese la simiente,’ ¿por qué es necesario, ahora que la simiente ha venido, seguir bajo la Ley?

Algunos argüirán que el Sábado del séptimo día siempre había sido observado. Pero, esto fue una parte de la Ley que Pablo dijo que fue añadida. Esto prueba que no existió antes de Sinaí. Es meramente una suposición que el Sábado del séptimo día fue observado antes de esto. No hay ningún texto en las Escrituras que diga eso. Si hubiera sido la costumbre de Enoc, Noé, Abrahán, Isaac, Jacob, y otros de los patriarcas observar el Sábado del séptimo día, ¿por qué no hay ninguna referencia de ello en los registros históricos de sus vidas?

La Ley de los Mandamientos

En Efesios 2:15, Pablo nos dice que Cristo ha abolido la “ley de los mandamientos.” La versión Reina-Valera añade la palabra “expresados” al traducir el resto del texto, vertiéndolo, “expresados en ordenanzas.” Algunos se han aprovechado de esto para probar que fue solamente las ordenanzas de la Ley que fueron abolidas. Es cierto que las ordenanzas fueron abolidas. Una ordenanza es nada más que un acto de adoración religiosa, como, por ejemplo, el bautismo. Así que el mandamiento del Sábado es en realidad una ordenanza. No fue un mandamiento que gobernaba la conducta moral.

En Colosenses 2:16 leemos, “Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo [la palabra ‘días’ fue añadida por los traductores].” Por eso, es obvio que Pablo no consideró la observancia del Sábado esencial para la salvación. Es verdad que había otros sábados observados por Israel además del Sábado del séptimo día. Había los días de fiesta anuales, así como la luna nueva, o los días de fiesta mensuales. Puesto que Pablo los menciona separadamente, su referencia al sábado es definitivamente al Sábado del séptimo día.

El Reposo de Dios

En la carta de Pablo a Timoteo él escribió, “sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente.” Y añade, “conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores.” (1 Tim. 1:8-10) Aquí está una consideración muy importante. Los cristianos que se han dedicado completamente al servicio del Señor, y que están esforzándose en enfocar sus afectos en las cosas de arriba, deben vivir encima de las necesidades de la “ley de los mandamientos.” — Efe. 2:15

En Hebreos 4:1-11, Pablo presenta una lección muy importante y reveladora con respecto a la observancia del Sábado por el cristiano. En el décimo versículo él resume el asunto para nosotros, diciendo, “el que ha entrado en su [del Creador] reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas.” Aquí está otro punto importante, ya que se hace la afirmación de que el Sábado del séptimo día sea y siempre será obligatorio en el pueblo del Señor, porque este día se hizo sagrado por el hecho de que Dios reposó en él de su obra de la Creación. El sábado de Dios es sagrado, y aquí el apóstol explica como los cristianos pueden mantener la santidad de él. No es por medio de descansar en el séptimo día todas las semanas, sino por seguir ejerciendo fe en la obra terminada de Cristo.

Nos dicen que el Sábado fue dado a Israel como una “señal.” (Éxod. 20:8-11; 23:12; 31:12-17) Fue o debería haber sido una señal o prueba de la capacidad de Dios de satisfacer todas sus necesidades. Cuando descansaron en el séptimo día abstuvieron de lo que les ayudó a ganarse su vida. Esto, a su vez, llegó a ser un símbolo de un reposo mucho más importante para los cristianos.


Por siglos los israelitas devotos luchaban para obtener la vida bajo los términos de la Ley. (Lev. 18:5; Rom. 10:5; Gal. 3:12) Fracasaron, no porque la Ley fue imperfecta, sino porque fue más allá de la habilidad de cualquier miembro de la raza caída de guardarla. Pero, con la venida de Cristo se abrió “el camino nuevo y vivo” — no un camino nuevo de obras bajo la Ley, sino un camino de fe que capacita a un creyente consagrado a dejar de depender de las obras para obtener la vida, y aceptar en su lugar la provisión de vida hecha para él por Dios por medio de Cristo. — Heb. 10:20; Rom. 3:30; 5:1, 2

Es así que el cristiano entra en el reposo de Dios, descansando de sus propias obras, como lo hizo Dios de las suyas. Cuando Dios terminó su obra original de la Creación él cesó de sus esfuerzos a favor de la raza humana; no en el sentido que ya no cuidaba a sus criaturas humanas, sino porque él entregó el destino final de ellos en las manos de otro, a saber, de Jesucristo, el Redentor y el Salvador.

La pareja perfecta que creó Dios y puso en Edén violó su ley y cayó bajo la condenación de la muerte. Su justicia requirió que murieran, pero su amor proveyó un escape de la muerte, cuyo camino fue provisto por medio de su hijo amado. Jehová sabía que su hijo vendría voluntariamente a la tierra, se haría carne, y sufriría la muerte para satisfacer las demandas de la justicia contra la raza caída. Su fe en el resultado de este plan amoroso de redención por Cristo le capacitó a “reposar.” Y si podamos tener plena confianza también en el Redentor, y en su obra acabada para con nosotros, podamos reposar también de nuestras “obras, como Dios de las suyas.” — Heb. 4:3, 10

Ésta es la explicación de Pablo del reposo de Dios, y de cómo participamos en él. ¡Cuánto mejor es esto en vez de pensar que Dios está inactivo por veinticuatro horas, como si se cansara! No puede ser así ya que el Profeta Isaías escribió, “¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni se fatiga con cansancio.” (Isa. 40:28) Además, hay mucha evidencia en las Escrituras de que los días de la creación en Génesis no fueron días de veinticuatro horas, sino épocas largas de tiempo. Sobre este punto, referimos al lector a nuestro folleto titulado “Creación.” (En proceso de traducción al español.)

Las dificultades se presentan cuando tratamos de pensar que el sábado de Dios se limita a un periodo de veinticuatro horas cada semana. El día bíblico empieza a la puesta del sol y continúa hasta la puesta del sol de la próxima noche. El séptimo día de la semana se santifica, dicen, por el hecho de que Dios descansa en este día. Así que si descansamos en este día, estamos descansando con Dios.

Pero, ¿qué hacemos con el hecho de que el sol se pone en horas distintas, dependiendo de la parte del globo en la cual uno vive? Hay una diferencia de ocho horas entre el tiempo que se pone el sol en Europa occidental y cuando lo hace en California. Además, hay unas horas de diferencia entre la puesta del sol en el norte y la puesta del sol en el sur. En los círculos árticos y antárticos hay seis meses de día y seis meses de noche. Para guardar un Sábado del séptimo día en estas regiones significaría descansar por un año entero cada séptimo año. ¿Seguiría Dios tal horario en cuanto a su reposo? O, si debiéramos establecer la largura del día según nuestros relojes, ¿sería esto en armonía con la Biblia?

Más aún, ¿cómo podemos estar absolutamente seguros que sábado es, hoy en día, el séptimo día de la semana que fue establecido en Sinaí o en la Creación? Aún si lo fuera en América, no lo sería después de cruzar el meridiano internacional del cambio de fecha. Planteamos estas preguntas solamente para enfatizar cuán débil es el hilo que asegura nuestra esperanza de salvación si depende de descansar un día todas las semanas, y durante las mismas horas que lo hace Dios. Cada cristiano debe decidir para sí mismo cuán importante es este hilo. Pensamos que es mejor basar nuestra esperanza en la roca sólida de Cristo Jesús y descansar por fe en él.

La “Marca” de la “Bestia”

Apocalipsis 13:16 hace referencia a una “marca” que se pone en la mano derecha, o en la frente, de los que adoran una “bestia” particular, o la “imagen” de la “bestia”. Esta marca de la bestia aparece también en Apocalipsis 15:2; 16:2; y 20:4. En Apocalipsis 7:2-4 se hace referencia al “sello del Dios vivo.” Se ha interpretado la marca de la bestia como la observancia del primer día de la semana como el Sábado cristiano, y el “sello del Dios vivo” se ha tomado para simbolizar la adherencia al séptimo día de la semana como el Sábado.

En realidad la palabra sábado no se usa de ninguna manera en el libro del Apocalipsis, ni tampoco se hace ni la más mínima referencia a la observancia del Sábado del séptimo día. No hay ni la más mínima sugerencia en cualquier libro de la Biblia que la observancia del primer día de la semana como el Sábado sea la marca de la bestia. Esto es una interpretación arbitraria que se basa en nada más sustancial que la imaginación teológica.

En Apocalipsis 22:14, según la traducción Reina-Valera de 1909, leemos, “Bienaventurados los que guardan sus mandamientos, para que su potencia sea en el árbol de la vida, y que entren por las puertas en la ciudad.” La “ciudad” que se menciona aquí se describe en detalle en capítulo 21, y se identifica como “la desposada, la esposa del Cordero.” (Apoc. 21:2, 9, 10) Se dice que los doce cimientos de la ciudad son los “doce apóstoles del Cordero.” (vs. 14) Las doce puertas llevan los nombres de las doce tribus de Israel y son a los cuales se hace referencia en capítulo 7 como tener el “sello del Dios vivo.”

El marco de circunstancias de los capítulos 21 y 22 es de una ciudad que está completa, y de las naciones del mundo que andan en la luz de ella, y de los reyes de la tierra que llevan su gloria en ella. La desposada, la esposa del Cordero — uno de los títulos bíblicos dado a la iglesia de Cristo — se representa en capítulo 22:17 al invitar a cualquier persona que quiera tomar del “agua de la vida gratuitamente.” Por eso, la evidencia es clara que a los cuales se hace referencia en versículo 14 son los que tienen derecho al árbol de la vida por guardar sus mandamientos, no son los seguidores de Jesús de esta edad, sino el mundo de la humanidad durante el milenio.

Hemos considerado este texto porque en algunas traducciones se utiliza la palabra mandamientos. Pero, ¿debemos decidir arbitrariamente que se hace referencia a la observancia del Sábado del séptimo día? No creemos que esto sería buen uso de la Palabra de Dios, especialmente en vista de que no hay ni un solo texto en el entero Nuevo Testamento que dice que la observancia del Sábado del séptimo día es esencial para obtener la vida eterna.

¿Y que hay de la pretensión de que la observancia del Sábado del séptimo día sea el sello del Dios vivo? Esto se basa meramente en la imaginación especulativa. No hay ninguna autoridad bíblica para ello. En Efesios 1:13, el Apóstol Pablo habla de los cristianos como los que son sellados con “el Espíritu Santo de la promesa.” Entonces, los sellados de Dios son los que han recibido su Espíritu Santo, y son llevados y bendecidos por él. En Apocalipsis 7:3 se dice que el sello de Dios se encuentra en la frente. Evidentemente, esto es un símbolo de la influencia esclarecedora del Espíritu de Dios que capacita a los cristianos para que entiendan los planes y los propósitos de Dios.

Las “Marcas”

Puesto que, como hemos visto, no hay ninguna autoridad bíblica para suponer que la marca de la bestia sea la observancia del Sábado del primer día, ¿hay algo en la Biblia que indica lo que significa tal símbolo? Pensamos que lo hay. Creemos que una pista se provee por el Apóstol Pablo en su referencia a “las aflicciones” del Señor Jesús. (2 Cor. 1:5; 11:23-25) En Gálatas 6:17 Pablo escribió, “De aquí en adelante nadie me cause molestias; porque yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús.”

Este lenguaje se basa en la costumbre de los dueños de esclavos en los días del apóstol de herrar a sus esclavos con una marca particular para identificar la propiedad. Pablo había llegado a ser un esclavo de Jesucristo, y en este texto él recuerda a los hermanos de Gálata de este hecho, y que ahora, siendo marcado para el servicio de Cristo, nadie debe tratar de inducirlo a servir a otros amos. Estos fueron las marcas o indicaciones de su relación con Cristo.

¿La Ley de Quién?

Algunos comentaristas de la Biblia afirman que lo que ellos llaman la Ley ceremonial fue aquella dada a Israel por Moisés, mientras que la Ley moral vino de Dios. Hay, por supuesto, una diferencia entre las observancias ceremoniales y los requisitos morales. La observancia del Sábado del séptimo día no fue un requisito moral. Además, la Biblia no apoya el punto de vista de que Dios sea el autor de una, mientras que sólo la autoridad de Moisés estuvo detrás de la otra.

Cualquier persona que desee satisfacerse en este punto lo puede hacer al consultar una concordancia, y comparar tales expresiones como “la Ley del Señor”, “la Ley de Dios”, y “la Ley de Moisés.” Éstas se usan intercambiablemente y así prueban que las leyes de Moisés son tanto leyes del Señor como son las que se dicen que fueron escritas por el “dedo de Dios” sobre tablas de piedra.

Afirmar que las leyes acreditadas a Moisés no son leyes del Señor es una forma de alto criticismo. Repudia el hecho de que este siervo fiel de Dios escribió y habló bajo la inspiración del Espíritu Santo de Dios. Que los rasgos ceremoniales de la Ley provinieron del Señor, así como sus requisitos morales, se demuestra en Lucas 2:22-24. Aquí, se hace referencia tres veces a la ceremonia de purificación que sigue después de que una mujer da a luz. Una vez se llama la Ley de Moisés y dos veces la Ley del Señor.

Cuando Dios habló a Israel desde la nube, el pueblo oyó directamente de él los Diez Mandamientos. El pueblo estuvo aterrorizado al escuchar la voz del Señor, y pidió a Moisés que cambiara este arreglo, y así lo hizo. Deuteronomio 5:22 declara del Señor que “no añadió más.” Esto no significa que el resto de la Ley no fue del Señor. Ni tampoco lo entendieron así los israelitas, ya que dijeron a Moisés, “Acércate tú, y oye todas las cosas que dijere Jehová nuestro Dios; y tú nos dirás todo lo que Jehová nuestro Dios te dijere, y nosotros oiremos y haremos.” (Deut. 5:27)

El Gran Mandamiento

Un abogado preguntó a Jesús, “Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?” ¿Dijo Jesús que fuera el mandamiento de recordar el día sabático, y explicó él que los que no lo hicieron tendrían la marca de la bestia? ¡No! En respuesta a esta pregunta Jesús no hizo referencia a ninguno de los Diez Mandamientos. Él citó dos mandamientos y ninguno de los cuales estuvieron entre los diez. Él dijo, “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.” — Mat. 22:37-40; Deut. 6:5; Lev. 19:18

El que Jesús llamó el gran mandamiento fue escrito por Moisés, pero, por supuesto, bajo la inspiración del Espíritu Santo. La referencia que Jesús hizo de ello ciertamente prueba que él lo consideró tanto uno de los mandamientos divinos, como los diez que fueron escritos por el “dedo de Dios.”

Jesús dijo a sus discípulos, “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” (Juan 13:34, 35) ¡Cuán diferente es esta marca de distinción que distingue a los discípulos de Cristo, que la de lo ceremonial de la observancia del Sábado del séptimo día! Si ésta hubiera sido necesaria, seguramente hubiera sido el tiempo apropiado para incluirla. Sin embargo, Jesús no lo hizo.

Perpetuo

En vista del hecho de que el mandamiento concerniente al Sábado iba a ser “perpetuo,” algunos lo han interpretado como que siempre había existido, y que seguiría siendo obligatorio sobre la humanidad como un requisito para obtener la vida eterna. (Exod. 31:16) Pero, esto es un punto de vista antibíblico. El mandamiento concerniente al Sábado fue parte del Pacto de la Ley y la Biblia definitivamente dice, “No con nuestros padres hizo Jehová este pacto, sino con nosotros todos los que estamos aquí hoy vivos.” (Deut. 5:2, 3) Es decir, no había existido antes.

La palabra hebrea traducida “perpetuo” no lleva consigo siempre el pensamiento sin fin. Algunas veces significa sin interrupción hasta que se cumpla un propósito designado. Pablo explica que la Ley fue añadida al pacto original de Dios con Abrahán “hasta que” viniese la Simiente de la promesa. (Gal. 3:19) Esto es el límite de tiempo de Dios mismo en cuanto al Pacto de la ley.

En Éxodo 35:1, 2 se revela que los israelitas que no lograron guardar el Sábado del séptimo día morirían. Además, esto iba a ser un requisito perpetuo. ¿Están practicando tal aspecto de la misma Ley los que hoy en día insisten en la necesidad de guardar el Sábado del séptimo día? Esto quizás se pueda interpretar como que los que no guardan el Sábado ahora morirán la segunda muerte, y así ser privados de la vida futura. Pero, esto no es lo que dice el texto, y no fue entendido de esta manera ni por Moisés ni por los israelitas en general.

Ninguna Evidencia Histórica

¿Es verdad, como sostienen algunos, que algún papa o gobernante civil o posiblemente un concilio eclesiástico, hizo un cambio arbitrario del séptimo al primer día de la semana del Sábado para el cristiano? ¿Es esto un cumplimiento de la profecía de Daniel tocante al Anticristo, que pensaría “en cambiar los tiempos y la ley?” (Daniel 7:25) No hay nada en la historia que indica que se hizo esto. Algunos afirman que el papa Gregorio hizo tal cambio; otros que fue hecho por Constantino. Mientras que otros más insisten que tal cambio fue hecho por un papa desconocido. La Iglesia Católica Romana sostiene que se hizo el cambio, pero esto no prueba nada. Aparentemente, ocurrió gradualmente a lo largo de los siglos como el resultado de la costumbre de la iglesia primitiva de conmemorar la resurrección de Jesús en el primer día de la semana.

Sin embargo, no estamos abogando por la idea de que el primer día de la semana ahora sea el día correcto para observarse como el Sábado para el cristiano. Lo que hemos notado en cuanto al testimonio bíblico, y a la falta de testimonio con respecto a la observancia del sábado es tanta verdad concerniente al sábado del primer día como lo es tocante al sábado del séptimo día. Como hemos observado, Pablo consideró a los que juzgan iguales todos los días de ser tan fieles al Señor como los que no lo hicieron.

El mandamiento original con respecto al Sábado no dijo nada acerca de la adoración del Señor en el séptimo día. Simplemente, sería un día de descanso, y la experiencia humana ha probado la necesidad de tales días de descanso. La conmemoración de la resurrección de Jesús en el primer día de la semana fue más particularmente una ocasión para reunirse para la alabanza y la adoración. Ciertamente es apropiado, y refleja la gloria a Dios, que su pueblo así se reúna para la adoración. ¿Y por qué no pueda ser el primer día de la semana? Ciertamente el primer día de la semana debe servir como un recordatorio de la esperanza de la vida en Cristo del cristiano, el resucitado.

Para los cristianos que se consagraron completamente al Señor y a su servicio, todos los días son días santos. Para ellos todos los días deben dedicarse al servicio y a la gloria de Dios. Aun sus deberes seglares deben efectuarse como si fueran al Señor. (1 Cor. 10:31; Col. 3:17, 23) Al mismo tiempo, aceptan con beneplácito la oportunidad de un día de descanso de estas obras para que sus pensamientos y su fuerza puedan usarse más directamente en el servicio de Dios.

Puesto que el primer día de la semana, en el mundo cristiano nominal, se considera un día de descanso y adoración, los cristianos deben alegrarse de observarlo así. Si un cristiano viviera en una comunidad compuesta de una mayoría que descansan en el séptimo día, el Espíritu de Cristo le llevaría a un verdadero seguidor de abstenerse del trabajo seglar en ese día también, y dedicarse a la adoración de Dios.

Pero, ni en el primer, ni en el séptimo día de la semana, debe abstenerse del trabajo seglar un cristiano creyendo que al no hacerlo resultaría en un castigo espantoso por el Señor. Ni tampoco deben observarse cualquier de estos días como un día de descanso, creyendo que Dios se lo había mandado al cristiano; ya que como hemos visto, tales mandatos no nos han sido dados ni por Jesús, ni por sus apóstoles que hablaban por él.

Nos dicen que Jesús magnificaría la Ley, y así lo hizo. (Isa. 42:21) Él dijo que el que odiaba a su hermano sin causa era culpable de homicidio; y que el que miraba a una mujer para codiciarla era culpable de adulterio. Del mismo modo, el Nuevo Testamento ha magnificado el mandamiento concerniente al Sábado, como hemos descubierto de acuerdo con los comentarios de Pablo en el libro de Hebreos, capítulo 4. ¡Que “reposo” tan glorioso se disfruta por fe en la obra terminada de Cristo!

El Sábado típico, o el del séptimo día, enseñaba la fe en la capacidad de Dios de proveer las necesidades de la vida. Si descansamos ahora en el Señor, entonces, es por causa de nuestra fe en la provisión de la vida que nos ha hecho, y un reconocimiento del hecho de que no podemos obtener la vida eterna por medio de nuestras propias obras. ¡Sigamos, entonces, descansando en él, y disfrutando de “la paz de Dios, que sobrepuja todo entendimiento!”
(Dawn Bible Students Association)

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