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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.
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domingo, 2 de enero de 2011

LA GRACIA QUE NOS TRAERÁ JESUCRISTO EN SU PARUSÍA: ¿QUÉ SIGNIFICA ESO?


“Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado”.
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Por Mario A Olcese (Apologista)
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Los más de los predicadores cristianos de hoy suponen que ya no estamos bajo la ley de Moisés sino bajo la gracia de Dios, lo cual no deja de ser verdad, pues lo dice la Biblia. Sin embargo, ellos enseñan que la gracia de Dios es la salvación que se recibe por la bondad inmerecida de Dios a través de la fe en la expiación realizada por Cristo en la cruz para el perdón de nuestros pecados, y que nos lleva finalmente al cielo para vivir eternalmente con la Deidad. Es decir, suponen que el evangelio de la gracia es la buena nueva de que Dios nos salva, no por nuestros méritos, o por las obras de la ley que hemos “obedecido”, sino por los méritos del Señor Jesús, haciendo definitivamente nula la ley de Dios escrita en piedras y que nos condenaba. Ahora nadie debe depender de la ley dada por Moisés para ser salvo, sino en la fe puesta en Cristo, su sacrificio por nuestros pecados, y su gloriosa resurrección al tercer día.
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La ley no salva a nadie, sino nuestra fe que obra por amor.
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Es verdad que aquellos que quieren justificarse por medio de guardar le ley “mosaica” están en maldición, porque nadie sin Cristo puede cumplirlas (Gál. 3.10). Pero también es verdad que todo aquel que ha puesto su fe en Jesucristo y en su sacrificio expiatorio no puede ignorar la necesidad de la ley de Dios en la sociedad humana para el orden. La gracia de Dios no hace a la ley inoperante u obsoleta, ya que si no hay ley, entonces tampoco hay pecado…y obviamente el pecado está aún presente en el mundo. Esto, por sí sólo, hace patente la vigencia de la ley de Dios. Y esta ley divina se puede resumir en dos mandamientos: El amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo (1 Juan 3:4). Es decir, por AMOR (los mandamientos ya escritos en nuestros corazones), el hombre puede cumplir con los preceptos de Dios, aunado con el Espíritu del Señor que mora en cada creyente que le fortalece para vencer.
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En realidad, amando a Dios con todo nuestro ser, podemos muy bien guardar los primeros mandamientos, y amando al prójimo como a uno mismo uno puede guardar los mandamientos restantes sin mayor problema. Es sólo cuando no amamos a Dios sobre todas las cosas, o cuando nos amamos más a nosotros mismos que a cualquiera de nuestros semejantes, que violamos la leyes de Dios. Necesitamos, pues, desarrollar el amor, y el amor viene como fruto del Espíritu de Dios.
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La Gracia y la salvación
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La gracia divina es el favor inmerecido que recibimos del Creador para que se restablezca una relación positiva y óptima con Él. Es llegar a ser un olor grato para Dios y participar de su familia, y recibir de Sus bendiciones y grandes promesas preparadas desde antes de la fundación del mundo. La salvación que trae esta gracia viene por la fe, y no por las obras de la ley, ya que por las obras de la ley nadie será justificado. El apóstol Pedro relacionó la gracia de Dios con nuestra salvación, diciendo: “Los profetas que profetizaron de la GRACIA destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta SALVACIÓN. escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos”. 1 Pedro 1:10,11.
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Sí, mi amigos, la gracia que no viene por la ley, sino por la fe en Cristo (y sus sufrimientos en la cruz) nos traería la salvación, que no es otra cosa que las GLORIAS que vendrían tras los sufrimientos de Cristo, es decir, Su resurrección, su glorificación, y su anhelada herencia del reino mesiánico para luego compartirlo con sus otros “cristos” o “ungidos” en su parusía.
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La gracia salvadora aún espera su manifestación
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El mismo apóstol Pedro pasa a decirnos algo que millones de evangelistas ignoran. Me refiero a la gracia, la cual aún no está consumada, sino sólo cuando sea manifestada en la parusía de Cristo. Es decir, el proceso de la salvación por gracia aún no termina hasta la parusía del Señor Jesucristo. En 1 Pedro 1:13, el apóstol Pedro pasa enseguida a decir: “Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado”. ¿Se dan cuenta, estimados amigos, que la salvación por gracia aún no ha sido completada? Aquí Pedro es claro al afirmar que debemos esperar por la gracia que se nos traerá cuando Jesucristo sea manifestado… ¡no antes! Así que Jesús volverá para COMPLETAR el proceso de salvación por la GRACIA. Es un regalo ofrecido por Dios a los vencedores, a los perseverantes, a los perfectos, a los santos, a los elegidos, a los hijos de Dios.
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Pues bien, Jesús viene para entregarnos esa gracia, ese don inmerecido que proviene de Su Padre, y que él mismo obtuvo después de ser glorificado. Sí, Jesús lo traerá personalmente para que los suyos sean los coherederos de ese regalo inmerecido de Dios que es la salvación final y definitiva, y que nunca se perderá en el reino de Su Majestad, el Rey Mashiaj Yahshúa.
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Pablo asocia el reino de Dios con la Gracia
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Debemos señalar que los más de los predicadores de hoy están ciegos, caminado a tientas, y buscando la luz que no les resplandece porque Satanás los ha enceguecido (2 Cor. 4:4). Tienen la luz de la Palabra, pero sus mentes están embotadas por la tradición o por las doctrinas de hombres. Mientras no se quiten el velo que cubre sus ojos, permanecerán en ignorancia y caminando por precipicios mortales.
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En Hechos 20:24,25, el apóstol Pablo predica un evangelio de la gracia que NO difiere en absoluto del evangelio del reino de Jesucristo. En realidad Pablo ve la gracia y el reino como el mismo evangelio salvador, ¡y sorprendentemente millones de cristianos no se dan cuenta de ello por su estupidez y terquedad. ¿Es que acaso este humilde servidor es una especie de elegido para revelarlo? No!, Soy simplemente alguien que escudriña las Escrituras con seriedad y mente abierta, sin prejuicios y sin conceptos paganos. Esta verdad que vengo a anunciarles, ya hace tiempo que ha tenido sus pregoneros que han cumplido su cometido en sus respectivos tiempos. Y hoy, en este siglo XXI, el Señor sigue teniendo sus voceros y mensajeros que se ciñen a Su palabra para decir lo que la Escritura quiere enseñarnos. Aquí hay revelación, no de doctos destacados, los cuales han demostrado muchas veces ser más ignorantes que los menos instruidos, sino de hombres que con sinceridad de corazón han pedido sabiduría de lo alto. Si a alguien le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él la dará en abundancia. Por tanto, la verdad de la gracia y el reino no es producto de la sabiduría humana, o de los grandes doctos de los seminarios teológicos, sino de Dios, de lo alto.
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Pues habiendo aclarado esto, quiero examinar con ustedes Hechos 20:24,25 para que de una vez, y por todas, la gente se dé cuenta de que no hay dos evangelios: el del reino y el de la gracia. Pero el que me quiera contradecir, que lo haga, pero no a mí, sino a Pablo, quien dijo claramente que sólo había UN solo evangelio salvador y no dos o más. Dice él en Gálatas 1:6-9, así: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema”. ¿Podría existir algún otro pasaje más claro que éste? ¡No lo creo!
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Veamos, ahora sí, Hechos 20:24, 25:
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“Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del EVANGELIO DE LA GRACIA DE DIOS. 25 Y ahora, he aquí, yo sé que ninguno de todos vosotros, entre quienes he pasado PREDICANDO EL REINO DE DIOS, verá más mi rostro”.
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Nótese cuán claro es Pablo hay relacionar su predicación del reino de Dios con el evangelio de la gracia de Dios. Por tanto, sería una necedad que nuestros detractores furibundos insistan en sostener un imposible, es decir, que el reino de Dios nada tiene que ver con la gracia de Dios. Esta estrecha relación reino/gracia es del todo contundente e irrefutable, y no admite discusión alguna. Así que si hay por allí algún predicador que diga que estoy enseñando una falsedad, debería refutarme con claridad en qué punto me estoy desviando de la verdad prístina revelada por el Señor.
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Pues bien, antes habíamos dicho que Pedro había escrito (en 1 Pedro 1:13) que los fieles esperaban la gracia que traerá nuestro propio Rey, Su Majestad, el Señor Jesucristo. Esto quiere decir que Jesús nos traerá esa gracia/reino en su segunda venida en gloria. Y efectivamente, si leemos con cuidado Mateo 25:31,34, encontraremos que Jesús se manifestará para introducirnos en su reino como los co-herederos legítimos de éste. Dice Jesús muy claramente, así:
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“Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria… Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, HEREDAD EL REINO preparado para vosotros desde la fundación del mundo.
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Gracia/reino/salvación
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Siendo que la salvación se obtiene únicamente por gracia, nosotros, los que buscamos su reino y su justicia primero, obtendremos la salvación definitiva que nunca se perderá en la parusía del Rey. Sí, mis amigos, esta salvación por gracia se hará realidad sólo cuando Jesucristo, nuestro rey majestuoso, regrese del cielo y nos introduzca en su reino milenial en la era venidera, la era del reino. Dice Hebreos 9:28: “Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para SALVAR a los que le esperan”. Así que los que dicen que ya son salvos ahora, simplemente son unos MENTIROSOS… ¡y son aún más mentirosos cuando nos dicen que su salvación nunca la perderán. ¿Cómo pueden ellos decir eso si Jesús aún no ha vuelto para salvarlos? En 1 Pedro 1:5, Pedro dice: “Que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para ALCANZAR la SALVACIÓN que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero. Y por supuesto, para alcanzar esa salvación es necesario PERSEVERAR hasta el fin (Mt. 24:13). Y Pablo dice también: ocupaos en vuestra SALVACIÓN con temor y temblor” (Fil. 2:12).
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Conclusión
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Definitivamente esta preciosa verdad que usted acaba de leer no es predicada o anunciada en las iglesias organizadas de hoy. Y lo más trágico es que los más de los que se dicen ser “cristianos” no tienen ni la más mínima idea de lo que es el evangelio del reino o llamado también “el evangelio de la gracia”, y que tiene que ver con nuestra futura salvación, glorificación, y coronación en el gobierno mundial de Cristo que se implantará en la tierra en la era venidera, la era del reino, la era de la justicia y de la paz.
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Miles de afamados predicadores en las “tarimas evangélicas” dicen presentar el evangelio verdadero y salvador, pero prácticamente ninguno de ellos anuncian este reino glorioso y salvador (la gracia) a los potenciales creyentes. Simplemente no es parte de su agenda evangelizadora, y no es un lenguaje que consideren apropiado para nuestro siglo XXI.
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Decenas de miles de cristianos en el primer siglo fueron bautizados creyendo en el mensaje del reino de Dios y en el nombre de Jesucristo (Hechos 8:12), pero hoy ciento de miles de nuevos “cristianos” se bautizan si haber entendido y creído en el reino de Dios que es el evangelio de la gracia, el evangelio salvador que trajo Jesús por encargo de Su Padre (Lc. 4:43; Rom 1:16).
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Es hora de retomar el evangelio prístino de Cristo, el único y verdadero que salva al creyente. Cualquier otro evangelio sencillamente es inoperante, falso, y por tanto, demoníaco.

sábado, 20 de junio de 2009

EL EVANGELIO DE LA GRACIA Y NUESTRO REINADO FUTURO EN LA TIERRA


Por Ing° Mario A Olcese

Texto clave:


“Pues si por transgresión de un solo hombre reinó la muerte, con mayor razón los que reciben en abundancia la gracia y el don de la justicia REINARÁN EN VIDA por medio de un solo hombre, Jesucristo” (Rom. 5:17--NVI).


Gracia y Reinado


En el texto de arriba Pablo escribe que todos aquellos que han recibido en abundancia la gracia y el don de la justicia, reinarán en vida. Nótese que Pablo no sólo dice que los justificados tendrán la vida, sino que reinarán en vida, ¡y esta vida será vida eterna! (“…y la gracia que nos trae justificación y vida eterna por medio de Jesucristo, nuestro Señor”---Rom. 5:21. También Tito 3:7). Desgraciadamente millones de cristianos no entienden que la gracia de Dios nos conducirá a un reinado con vida eterna. Y si hablamos de un reinado, estamos implicando un reino necesariamente. De allí que el evangelio de la gracia para Pablo se equipara con la predicación del Reino de Dios. Estas son sus palabras: “…que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios. Y ahora, he aquí, yo sé que ninguno de todos vosotros, entre quienes he pasado predicando el reino de Dios, verá más mi rostro” (Hechos 20:24,25).


Es imperioso entender que la gracia de Dios nos justifica para poder reinar en vida eterna. Pero este reinado no se produce inmediatamente después de nuestra conversión, ni mientras seamos mortales y corruptibles. Es imposible pensar en un actual reinado de mil años de los santos en nuestra condición de hombres mortales y corruptibles, y cuando sólo podemos vivir hasta los 70, 80 o 90 años de edad.


Algunos cristianos del primer siglo parece que olvidaron esta verdad, y creyeron estar ya en una posición de reyes en ejercicio. En 1 Corintios 4:8 Pablo les dice irónicamente a los creyentes corintios que se creían reyes, lo siguiente: “Ya estáis saciados, ya estáis ricos, sin nosotros reináis, ¡Y ojalá reinaseis para que nosotros reinásemos también juntamente con vosotros!” (1 Corintios 4:8). Sin duda alguna, muchos de los creyentes primitivos habían entendido mal la doctrina de la justificación por la gracia que Pablo había estado predicando. Creyeron que su acceso a la gracia los convertía inmediatamente en hombres ricos y con poder cuando en realidad no tenían ningún poder de gobernar el mundo de entonces. Ellos no entendieron que su reinado se produciría en la transformación, cuando recibieran el cuerpo incorruptible e inmortal en la parusía de Jesús.


Gracia y Salvación


Hasta ahora hemos visto que la gracia va estrechamente ligada al reinado futuro de los santos con cuerpos inmortales. Ahora veremos que el apóstol Pablo vincula la gracia con la salvación. Esto lo descubrimos cuando Pablo le escribió a Tito, lo siguiente: “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres” (Tito 2:11).


Recapitulando, la gracia de Dios se traduce en nuestro reinado, y este reinado es el resultado de nuestra salvación que viene por la gracia de Dios. Esta verdad se deja ver en el diálogo del joven rico con Jesús y sus apóstoles en Mateo 19:11-25, y en donde justamente las tres frases: ‘vida eterna’, ‘el reino’ y ‘la salvación’ se hacen notorias. ¡Ustedes necesitan examinar cuidadosamente cada palabra de esos versículos de Mateo 19!


Estamos viendo que la salvación por gracia y el reino de Cristo van de la mano, y ambos están estrechamente ligados como gemelos idénticos en una sola placenta. Los que sostienen que la gracia de Dios no tiene nada que ver con el reino de Dios están engañados. El evangelio del reino de Cristo es el mismo evangelio de la gracia de Pablo. Y Pablo enseñó que su evangelio era el evangelio de Cristo, el mismo inalterable evangelio del reino que él lo llamó “la gracia” (Romanos 15:19; Gál. 1:6-9, Hechos 20:24,25).


La gracia y la Gloria


El apóstol Pedro escribió lo siguiente:


“Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada… Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria… Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca… Por conducto de Silvano, a quien tengo por hermano fiel, os he escrito brevemente, amonestándoos, y testificando que ésta es la verdadera gracia de Dios, en la cual estáis” (1 Pedro 5:1,4,10,12).


Estas palabras de Pedro han sido pasadas por alto, o bien, incomprendidas por millones de cristianos. Y es que Pedro mismo dice que la verdadera gracia de Dios es aquella que tiene que ver con la participación de la gloria que será revelada. Esto debe grabárselo bien en su mente, pues si no lo entiende, tampoco comprenderá el mensaje y el propósito de la venida de Cristo al mundo.


Aquí está la verdadera gracia que no es predicada por los más populares evangelistas de hoy. La mayoría de ellos predican una gracia totalmente distinta y paganizada, como es la de “recibir a Cristo por la fe para obtener el perdón de los pecados y después partir a la morada final y eterna en el cielo como almas inmortales”. Aunque es verdad que unos pocos predicadores admiten que el reino será efectivamente establecido y otorgado a los santos, éstos yerran al decir que sólo será para los santos Judíos.


Nuevamente regresemos a Pedro. El dice en 1 Pedro 5:12 que “ésta es la verdadera gracia”—¿cuál?— Según el contexto (versos 1,5,10) la gracia verdadera es la esperanza de ser parte de la gloria que será revelada en la parusía. Definitivamente también la gracia y la gloria van de la mano. ¡Esto está más claro que el agua cristalina! Y Pablo también coincide con Pedro al escribir a los Tesalonicenses: “a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio (de la gracia o del reino), para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo”. (2 Tes. 2:14)


La gloria y el Reino


Debe quedar en bien claro que la verdadera gracia es la participación de la gloria que será revelada en la parusía. La gloria, a su vez, está vinculada con el Reino. Siempre recuerde que el reino está envuelto en todos estos vocablos clave (salvación, vida eterna, gloria, gracia, etc). Por ejemplo, a los Tesalonicenses Pablo les escribe lo siguiente: “y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria” (1 Tes. 2:12).


En los evangelios sinópticos vemos que un evangelista usa para narrar un mismo acontecimiento el vocablo ‘reino’, mientras que otro usa la palabra ‘gloria’. Por Ejemplo:


Mateo 20:21: “El le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda”.


Marcos 10:36: “El les dijo: ¿Qué queréis que os haga? Ellos le dijeron: Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda”.


Así que el reino de Dios va siempre asociado a los términos gloria, salvación, gracia, evangelio, vida eterna.


En conclusión


Estamos, por la gracia de Dios, llamados a participar de la gloria venidera del reino de Dios con vida eterna. Este es el evangelio o buenas nuevas de la gracia de Dios. Es la Buena Nueva de salvación para la participación (por su gracia) en el reino venidero de Cristo con vida eterna. Esta es la salvación final o escatológica que nos traerá Cristo en su parusía (Heb. 9: 28). ¡Y éste es el verdadero evangelio de la gracia!


www.elevangeliodelreino.org

viernes, 17 de abril de 2009

¿SON DISTINTOS EL EVANGELIO DEL REINO Y EL DE LA GRACIA?



Para las escuelas de teología comprometidas a la creencia en la palabra autoritativa de la Escritura, hay otras formas de evadir el Evangelio del Reino. Una tradición popular del Evangelio ha erigido un esquema por el cual el Evangelio del Reino no es específicamente el Evangelio de salvación para ser ofrecido ahora a los creyentes potenciales. Es un sistema conocido como “dispensacionalismo”. Todos los estudiantes de la Biblia reconocen que Dios destinó diferentes acomodamientos o “dispensaciones” para los diferentes períodos de la historia. La dispensación Mosaica, por ejemplo, hizo distintas exigencias en los fieles de aquellas requeridas bajo el Evangelio del Nuevo Testamento. Pero el “dispensacionalismo” va más lejos. Sostiene que el Evangelio del Reino fue predicado por Jesús sólo a los judíos, hasta que ellos rehusaron la oferta del Reino; después de lo cual un Evangelio diferente, el Evangelio de la gracia, fue introducido por Pablo. La teoría sostiene luego que el Evangelio del Reino será reinstalado siete años antes del regreso de Cristo, un tiempo cuando, de acuerdo también con el dispensacionalismo, la Iglesia habrá sido removida de la tierra por el así llamado “rapto pretribulacional.”

El sistema dispensacionalista ha sido impuesto a la fuerza en el texto de la Escritura en los intereses de una teoría ajena a la Biblia. Como hemos señalado, Lucas hizo todo lo posible para demostrar que el Evangelio de Pablo no era diferente al de Jesús. Ambos hombres predicaron el Evangelio acerca del Reino. Pablo, en contra del dispensacionalismo, no supo nada de una diferencia entre “el Evangelio de la gracia” (Hechos 20:24) y “predicando el Reino” (Hechos 20:25). Él deliberadamente los iguala. Como dice F.F. Bruce: “es evidente de una comparación de Hechos 20:24 con el siguiente verso que la predicación del Evangelio de la gracia es idéntica con la proclamación del Reino.” Esta prueba incontrovertible es rotundamente contradicha por el dispensacionalismo contemporáneo. Dr. Erwin Lutzer, de Radio Moody Church Ministries, afirma: “creo que el evangelio del reino es diferente al evangelio de la gracia de Dios… el evangelio de la gracia de Dios no tiene nada que ver con el Reino per se.” Pero esta confusión del único Evangelio de la salvación fue aprendida de la tradición no examinada, no de la Biblia. Por medio de presentar “dos formas del Evangelio,” los dispensacionalistas han inventado una muy desafortunada distinción que no existe en el texto bíblico.

El dispensacionalismo formalmente cancela el Evangelio como Jesús lo predicó. ¿Pudo haber sufrido la iglesia un mayor desastre que este acortamiento sistemático del propio Evangelio de Jesús que El predicaba? A.C. Gaebelein fue un exponente destacado de la teoría del “evangelio dividido”. En lo referente a las palabras de Jesús en Mateo 24:14, “Este Evangelio del Reino será predicado en todo el mundo para testimonio a todas las naciones,” él escribió:

La predicación que es mencionada es aquella del Evangelio del Reino, pero ese Evangelio no es ahora predicado, pues predicamos el Evangelio de la gracia…Con la lapidación de Esteban la predicación del Evangelio del Reino cesó. Otro Evangelio fue predicado. El Señor se lo dio al gran Apóstol. Y Pablo llama a este Evangelio “mi Evangelio”. Es el Evangelio de la Gracia gratuita de Dios para quienes crean, el evangelio de la Gloria de Dios…Ahora, durante el tiempo en que el Reino fue predicado como que estaba a la mano, el Evangelio de gracia no se oyó, y durante el tiempo en que el evangelio de gracia es predicado, el Evangelio del Reino no es predicado.

Por este extraordinario disparate exegético, el Evangelio Cristiano del Reino fue descartado de la corte —descartado como suspendido, y decretado inaceptable para el tiempo actual. La situación parecería demandar un arrepentimiento profundo y el restablecimiento del Evangelio completo de Jesús en el corazón de evangelismo. ¿Puede haber tal cosa como una evangelización que no sostiene en el más alto honor y énfasis el mismo Evangelio anunciado por Jesús y ordenado por la Gran Comisión hasta el fin de la era? Si Pablo hubiera predicado de hecho, como Gaebelein dice, “otro Evangelio”, él se habría puesto bajo su propia maldición (Gál. 1:8, 9). Él habría estado violando las instrucciones de Jesús de que Sus enseñanzas debían ir al mundo entero.

El artículo sobre “el Evangelio” en el Diccionario de la Biblia de Unger representa la misma tendencia común dispensacionalista de desviarse del Evangelio como Jesús lo predicó. Esta clase de pensamiento acerca del Evangelio y de la salvación ha tenido una inmensa influencia, particularmente en América, pero sus efectos son sentidos a todo lo largo del mundo evangélico: Las formas del Evangelio a ser diferenciadas.


Muchos maestros de la Biblia hacen una distinción en lo siguiente:

(1) El Evangelio del Reino. Las Buenas Nuevas de que el propósito de Dios es establecer un reino terrenal de un intermediario en el cumplimiento del pacto Davídico (2 Sam. 7:16). Dos proclamaciones del evangelio del reino son mencionadas, una, pasada, comenzando con el ministerio de San Juan Bautista, llevado a cabo por nuestro Señor y Sus discípulos, y que termina con el rechazo Judío del Mesías. La otra predicación es aún futura (Mat. 24:14) durante la gran tribulación, y que presagia el Segundo Advenimiento del rey.

(2) El Evangelio de Gracia de Dios. Las Buenas Nuevas de la muerte, sepultura y la resurrección de Cristo como fue provista por nuestro Señor y predicado por Sus discípulos (1 Cor. 15:1-4).

La trágica supresión del Evangelio del Reino es evidente en la Nueva Biblia de Referencia de Scofield en Revelación 14:6. El sistema de la definición del Evangelio descrito en esta nota ha afectado la totalidad de la presentación evangélica de la salvación, aun donde Scofield no está específicamente reconocido. Scofield empieza por definir el Evangelio salvador como el Evangelio de la gracia de Dios, el cual, él sostiene, está recluido a los hechos acerca de la muerte y la resurrección de Jesús. Scofield luego procede a hablar de “otro aspecto de las buenas noticias”, el “evangelio del Reino”. Somos informados de que Cristo predicó este Evangelio del Reino en Su primera venida, y “será proclamado durante la gran tribulación”. Scofield así descarta el Evangelio del Reino del mensaje presente de salvación manifestando que el Evangelio Cristiano se trata ahora sólo de la muerte expiatoria de Jesús y Su resurrección. De esta manera Jesús es cortado de Su propio Evangelio que El predicó. Bien podemos observar que el truco maestro de Satanás es separar a Jesús de Su enseñanza. Uno puede proclamar a “Jesús” con toda seriedad, ¿pero puede el Jesús verdadero ser dado a conocer aparte de Su Evangelio y enseñanza completa? Jesús supo bien el peligro que representaba predicar la “fe en Jesús” sin realmente informarle al público acerca de las “palabras de Jesús”. Sólo aquellos cuya fe está fundada en la roca sólida de la enseñanza /evangelio de Jesús están en tierra sólida (Mat. 7:24-27; Mar. 8:35-38; y ver todo el Evangelio de Juan con su constante insistencia en la palabra /palabras / enseñanza de Jesús).

La incertidumbre acerca del Evangelio Cristiano no es sorprendente cuando semejante evidente lectura errónea de la Biblia se forja en un sistema con una influencia masiva en los púlpitos y en la literatura Cristiana. Seguramente las palabras de Pablo en Hechos 20:24, 25 deberían descartar la distinción artificial propuesta por el Diccionario de la Biblia y la Biblia de Scofield. Pablo evocó su carrera y reparó en que él había “terminado su carrera, el ministerio que recibí del Señor Jesús para dar testimonio solemnemente del Evangelio de la gracia de Dios para todos ustedes entre quienes pasé predicando el Reino”. Claramente no hay diferencia entre el Evangelio de la gracia y el Evangelio del Reino. Es cierto, claro está, que Jesús inicialmente no predicó Su resurrección como parte del Evangelio. La muerte y la resurrección de Jesús fueron más tarde elementos críticos en la proclamación de Pablo. Ellos, sin embargo, no reemplazaron la predicación del Reino, el cual permaneció tanto como el corazón de Evangelio de Pablo tal como había sido el centro del propio Mensaje de Jesús.

Cuando Jesús se embarcó en su intensiva campaña evangelizadora en Galilea aproximadamente el de 27 dC, él convocó a Su audiencia para un cambio de parecer radical basado en la creencia nacional de que Dios iba a conducir el Reino mundial prometido por Daniel y todos los profetas. La creencia inteligente en la promesa del Reino es el primer paso del discípulo, acoplado con un viraje importante en U en el estilo de vida. De este modo los hombres y las mujeres se pueden poner en línea ellos mismos con el gran propósito de Dios para la tierra.

La naturaleza de la actividad de Jesús fue aquel de un heraldo haciendo un anuncio público en nombre del único Dios de Israel. El empuje del Mensaje fue que cada individuo debería emprender una redirección radical de su vida ante la certeza del Reino venidero de Dios. Esto fue, y aún lo es, la esencia del Evangelio Cristiano. ¿Cómo puede ser de otra forma, cuando es el mensaje del Evangelio que viene de los labios de Cristo Mismo?

Es cuestión de sentido común reconocer que usando la frase “reino de Dios” Jesús habría evocado en las mentes de Su audiencia, empapados como estaban en la esperanza nacional de Israel, un gobierno mundial divino en tierra, con su capital en Jerusalén. Esto es lo que el Reino de Dios ciertamente habría significado para Sus contemporáneos. Las escrituras de los profetas, las cuales Jesús como judío reconoció como la Palabra de Dios divinamente autorizada, habían unánimemente prometido la llegada de una nueva era de paz y prosperidad. El Reino ideal dominaría por siempre. El pueblo de Dios sería victorioso en una tierra renovada. La paz se extendería a lo largo del globo.

Así, anunciar la llegada del Reino involucró ambos una amenaza y una promesa. Para aquellos que respondieron al Mensaje creyéndolo, y consecuentemente reordenando sus vidas, había una promesa de un lugar en las glorias del gobierno divino futuro. Para el resto, el Reino amenazaría destrucción, cuando Dios ejecute juicio en cualquiera no hallado digno de entrar en el Reino cuando éste llegue. Este tema gobierna todo el Nuevo Testamento. En la luz de este concepto primario, la enseñanza de Jesús llega a ser comprensible. Es una exhortación para ganar la inmortalidad en el Reino futuro y escapar de la destrucción y de la exclusión del Reino.


viernes, 9 de enero de 2009

LOS MANDAMIENTOS, LA LEY Y LA GRACIA




Por David Macías Isaza

"Porque Dios no es Dios de confusión sino de paz"
(1 Corintios 14, 33)

Es asombrosa la confusión que se ha levantado alrededor de éste tema de los mandamientos, la ley y la gracia; es tanta, que es difícil hacer un estudio sin que haya que meditar bastante cada palabra, para no añadir otra explicación confusa al respecto, pues ya la literatura cristiana está saturada de contradicciones y malas interpretaciones que no ayudan a tener claro si estamos bajo la gracia o la ley ¿Es vigente la ley? ¿Qué debemos entender por gracia? ¿Tenemos que cumplir los mandamientos de Dios? o ¿Estamos bajo un nuevo régimen?. Se han levantado sectas con todos los extremos, pero es difícil encontrar siquiera un solo estudio, un solo teólogo, un solo predicador que nos aclare la situación y que nos muestre la justa y equilibrada medida que presentan las escrituras, eso sí, vistas en su conjunto, estudiadas profundamente de acuerdo a la sana doctrina, con una exégesis armónica y coherente. Acompáñenme pues a desenredar toda esta cuestión con la ayuda de la Biblia y la inteligencia que nos da el espíritu santo de Dios.

El Mesías aclararía todas las cosas

Y Jesús respondiendo, les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os escribió este mandamiento. (Marcos 10:5)

¿Por qué Jesús les dice a éstos fariseos que Moisés escribió un mandamiento por la dureza del corazón humano? Al parecer algunos mandamientos que escribió Moisés no venían de Dios, en este estudio vamos a tratar de diferenciarlos, por esto el título los mandamientos de Dios, la ley de Moisés y la gracia de Jesucristo; aunque el término mandamiento es un sinónimo de la palabra ley, lo he puesto así para entendernos mejor desde el principio. Es sabido por diferentes fuentes que una esperanza que tenían los judíos, es que el Mesías aclararía todas las dudas que se habían formado en el mundo antiguo y que reestablecería la enseñanza que Moisés quiso darle al pueblo de Israel desde el principio, pero que, por la terquedad de ellos, no pudo. Pocos parecen saber que Moisés tuvo que escribir una extensa ley con más o menos trescientos decretos, porque el pueblo era tan terco, que aún viendo los milagros y el poder con el que Dios los sacó de Egipto, seguían en sus inútiles razonamientos y en sus falsos dioses. Pocos cristianos contemporáneos entienden que Dios tuvo que cambiar su plan porque ellos no estaban listos para aceptar la sencillez de los diez mandamientos escritos por su propia mano en la piedra, por lo cual se le permitió a Moisés escribir una extensa ley para tratar de hacerlos conscientes del pecado, a fin de que buscaran la ayuda de Dios, a través del arrepentimiento y que nacieran de su Espíritu Santo. Lo que muchos aún ignoran es que Dios siempre ha tenido el mismo plan con la humanidad, pero siempre la humanidad se ha puesto terca.

¿Cuál es el plan de יהוה para la humanidad?

Y vosotros seréis mi reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel. Entonces vino Moisés, y llamó a los ancianos del pueblo, y propuso en presencia de ellos todas estas palabras que YWHW le había mandado. (Éxodo 19:6)

Desde el comienzo Dios quería establecer su reino en la tierra, lo hizo con Adán, pero él desobedeció y se independizó, trayendo como consecuencia la maldición que recayó sobre la tierra. Luego guardó un linaje (la descendencia de Set) para que llevaran la simiente bendita; después, a su descendiente Abraham, le comunicó las buenas noticias del reino y le prometió la tierra por herencia, hizo lo mismo con Isaac y Jacob, quien fue llamado posteriormente Israel, cuyos descendientes vivieron en Egipto como esclavos por cuatrocientos años hasta Dios los liberó a través de Moisés. Desde el principio, Él quería que éstos israelitas vivieran de acuerdo a sus mandamientos y que fueran sus reyes y sacerdotes santos, para entregarles el reino sobre toda la tierra, por esto llamó a Moisés para entregarle las tablas escritas por su propio dedo.

Y la gloria de YWHW reposó sobre el monte Sinaí, y la nube lo cubrió por seis días; y al séptimo día llamó a Moisés de en medio de la nube. Y el parecer de la gloria de YHWH era como un fuego abrasador en la cumbre del monte, a los ojos de los hijos de Israel. Y entró Moisés en medio de la nube, y subió al monte; y estuvo Moisés en el monte cuarenta días y cuarenta noches. (Éxodo 24:16-18)

Moisés se estaba demorando mucho para la inmadurez e impaciencia de los Israelitas que no entendían nada de Dios. Ellos eran espiritualmente inmaduros y no todos creían las historias de sus antepasados Abraham, Isaac y Jacob (Israel).

Mas viendo el pueblo que Moisés tardaba en descender del monte, se juntó entonces a Aarón, y le dijeron: Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, aquel varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido. (Éxodo 32:1)

El primer mandamiento de Dios dice que no se deben tener otros dioses aparte de YHWH, sólo a YHWH se debe amar y servir, Dios les había dicho que se olvidaran de los falsos dioses egipcios, que no se hicieran imágenes de nada; pero cuando Moisés se demoró, ellos trataron de “buscar a Dios” a su manera, se hicieron un ídolo para adorar a su forma (Independencia).

Entonces YHWH dijo a Moisés: Anda, desciende, porque tu pueblo que sacaste de la tierra de Egipto se ha corrompido. Presto se han apartado del camino que yo les mandé, y se han hecho un becerro de fundición, y lo han adorado, y le han ofrecido sacrificios, y han dicho: Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto. Dijo más YHWH a Moisés: Yo he visto a este pueblo, que por cierto es pueblo de dura cerviz. Ahora pues, déjame que se encienda mi furor en ellos, y los consuma; y a ti yo te pondré sobre gran gente. (Éxodo 32:7)

Dios vio que éste pueblo no iba a poder entenderlo y pensó destruirlos para evitarse el problema de tenerlos que educar, puesto que eran definitivamente muy tercos y no entendían el más sencillo e importante de los mandamientos: Ama solo a YHWH tu Dios, puesto que él es el único Dios; por esto le dice a Moisés que va a hacer una nación a partir de él. Luego Moisés intercede por el pueblo para que Dios les dé otra oportunidad.

Y dijo: Si ahora, YHWH, he hallado gracia en tus ojos, vaya ahora YHWH en medio de nosotros; porque este es pueblo de dura cerviz; y perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado, y poséenos. (Exodo 34:9)

Le aconsejo al lector que se tome el tiempo para leer todo este pasaje de Éxodo donde se puede ver como éste fatídico incidente del becerro de oro le costó al pueblo miles de vidas; y como fue desde este punto que se formó el sacerdocio “imperfecto” cuando la gente de Israel y la tribu de Leví (Los levitas) que estaban con Moisés mataron a tres mil personas de los que habían adorado y bailado frente al ídolo (Éxodo 32:26).

Aunque Dios les dio otra oportunidad a los que quedaron, no los dejó sin castigo, ya que les envió una plaga y se enfermaron (Éxodo 32:35).

Después de éste incidente Dios tuvo que tratarlos de una forma diferente, los Levitas se convirtieron en la tribu sacerdotal por haberse levantado en contra de la idolatría, aunque vimos antes que la voluntad y el plan de Dios era que todos fueran sacerdotes. Así es como entendemos que debido a la terquedad del pueblo, Dios tuvo que posponer sus planes y Moisés tuvo que añadir leyes que no estaban en su plan eterno y perfecto. Por ésta terquedad e incredulidad ésa generación ni siquiera pudo entrar a la tierra prometida, sino que murieron todos en el desierto y la generación posterior, los hijos de ellos fueron quienes pudieron entrar a la tierra prometida. Ésa misma terquedad agotó la paciencia de Moisés quien en una ocasión golpeó la roca para que saliera agua y no honró la santidad de Dios, y éste incidente le costó la entrada a la tierra prometida a él también (Núm. 20:12). Después de esto Dios prometió que enviaría otro profeta como Moisés que aclararía todas las cosas, a quien deberían escuchar los Israelitas, miremos:

Porque estos gentiles que has de heredar, a agoreros y hechiceros oyen; mas tú, no así te ha instruido YHWH tu Dios. Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará YHWH tu Dios; a él oiréis. Conforme a todas las cosas que pediste a YHWH tu Dios en Horeb el día de la asamblea, diciendo: No vuelva yo a oír la voz YHWH mi Dios, ni vea yo más este gran fuego, para que no muera. Y YHWH me dijo: Han hablado bien lo que han dicho. Profeta les despertaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare. Mas será, que cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta. (Deuteronomio 18:14-19)

Moisés anunció que vendría otro como él que hablaría en nombre de Dios, éste anuncio fue la forma como Dios iba a preparar a los judíos para cuando viniera dicho profeta, aunque ésta preparación tomaría cientos de años, ese tiempo para Dios es tan solo un instante, mientras tanto, Moisés tuvo que hacer una extensa ley llena de requisitos y prohibiciones para este pueblo en particular, y estableció sacrificios por el pecado que serían oficiados por los miembros de la tribu de Leví. Éste sacerdocio no era lo que Dios quería, pero tuvo que hacerlo así para que los judíos tomaran conciencia de su importancia en la historia y del pecado humano (la independencia), tuvo que hacerlo así para corregirlos, para que algunos de ellos pudieran ser salvos.

¿Pues de qué sirve la ley? Fue puesta por causa de las rebeliones, hasta que viniese la simiente á quien fue hecha la promesa, ordenada aquélla por los ángeles en la mano de un mediador. (Gálatas 3:19)

La ley de Moisés (no los mandamientos de Dios) fue dada a causa de las rebeliones, hasta que viniese el “profeta” a explicar todo a la humanidad, ya que el plan de Dios incluía a todas las familias de la tierra.

Empero antes que viniese la fe, estábamos guardados bajo la ley, encerrados para aquella fe que había de ser descubierta. De manera que la ley nuestro ayo fue para llevarnos á Cristo, para que fuésemos justificados por la fe. (Gálatas 3:23-24)

La ley fue dada para llevar a los creyentes a Cristo, es decir, para preparar al pueblo, para que los hombres sepan la necesidad que tienen de un salvador que les libre de la esclavitud al pecado, para que el hombre se arrepienta de su independencia; la ley existió para hacernos conscientes de nuestra naturaleza pecaminosa hasta que llegó la promesa del reino venidero y la vida eterna con la parusía (segunda venida del Cristo); la ley de Moisés estaba vigente hasta que llegara la fe en la resurrección e inmortalidad, hasta que llegara aquel profeta que prometió Dios por medio de Moisés, hasta que llegara el esperado Mesías. Los creyentes judíos creyeron siempre que ese profeta es precisamente Jesús el Cristo; por ejemplo Esteban, el primer mártir después de Jesús dijo claramente creer que ése profeta es Jesucristo, miremos:

Porque Moisés dijo a los padres: El Señor vuestro Dios os levantará un profeta de vuestros hermanos, como yo; a él oiréis haciendo conforme a todas las cosas que os hablare. y será, que cualquier alma que no oyere a aquel profeta, será desarraigada del pueblo. Y todos los profetas desde Samuel en adelante, todos los que han hablado, han anunciado estos días. Vosotros sois los hijos de los profetas, y del Pacto que Dios concertó con nuestros padres, diciendo a Abraham: Y en tu Simiente serán benditas todas las familias de la tierra. A vosotros primeramente, Dios, levantando a su Hijo, lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad. (Hechos 3:22-26)

Jesús es el Cristo (Mesías) es el hijo de Dios, el hijo del hombre y también éste profeta que traería las palabras de Dios, quien no obedeciera su palabra sería separado del pueblo de Dios. Es interesante que los apóstoles creyeran que Jesús es precisamente el cumplimiento de la promesa, ya que muchas personas parecen ignorar éste hecho tan revelador.

Este es el Moisés, el cual dijo á los hijos de Israel: Profeta os levantará el Señor Dios vuestro de vuestros hermanos, como yo; á él oiréis. Este es aquél que estuvo en la congregación en el desierto con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres; y recibió las palabras de vida para darnos: Al cual nuestros padres no quisieron obedecer; antes le desecharon, y se apartaron de corazón á Egipto. (Hechos 3:37-39)

Los primeros llamados no quisieron obedecer, no tenían la fe y se hizo necesario un nuevo pacto, con un nuevo sacerdocio, ya que el primer pacto, el de la ley de Moisés no tenía el poder para justificar al hombre y para llevarlo al arrepentimiento. La calidad de los sacrificios de animales nunca saciaban la justicia de Dios ni conmovían o redargüían al hombre para llevarlo a depender de Dios como él quería, por esto él mismo envió al Cristo, un hijo suyo, engendrado por él, para que se ofreciera como expiación.

Mas ahora tanto mejor ministerio es el suyo (refiriéndose a Jesús), por cuanto Él es el mediador de un mejor testamento, que ha sido establecido sobre mejores promesas. Porque si aquel primer pacto hubiera sido sin falta, no se hubiera procurado lugar para el segundo. (Hebreos 8:6-7)

Dios sabía de antemano que el pacto con los Israelitas tendría que ser renovado, pues no correspondía con lo que él realmente quería. Por eso prometió que haría un nuevo pacto, y cuando se dice nuevo pacto, se sabe que el antiguo se da por terminado.

Porque hallando falta en ellos, dice: He aquí vienen días, dice el Señor, cuando estableceré con la casa de Israel y con la casa de Judá un nuevo pacto; No como el pacto que hice con sus padres el día que los tomé por la mano para sacarlos de la tierra de Egipto: Porque ellos no permanecieron en mi pacto, y yo los desatendí, dice el Señor. Porque éste es el pacto que haré con la casa de Israel, después de aquellos días, dice el YHWH: Pondré mis leyes en sus mentes, y sobre sus corazones las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo. (Hebreos 8:8-10)

En éste punto es necesario detenerse un momento con cuidado. El escritor de los hebreos está citando a Jeremías, uno de los profetas llamados “profetas mayores”, el punto importante que está subrayado, dice que Dios pondrá sus leyes en las mentes y en los corazones de los hombres y mujeres de su pueblo elegido. ¿Dónde quedan los que dicen que ya no vivimos bajo la ley? ¿No está diciendo Dios que nos escribe su ley en nuestro interior? Esta afirmación significa varias cosas, primero, que la ley de Dios es mucho más sencilla que los más de trescientos decretos de la ley de Moisés, y segundo, que en el nuevo pacto ya no será bajo el sacerdocio levita, puesto que continúa diciendo:

Y ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor: Porque todos me conocerán, desde el menor de ellos hasta el mayor. Porque seré propicio a sus injusticias, y de sus pecados y de sus iniquidades no me acordaré más. Y al decir: Nuevo pacto, da por viejo al primero; y lo que es dado por viejo y se envejece, cerca está a desvanecerse.
(Hebreos 8:11-13)

Si ninguno tendrá necesidad de enseñar a su prójimo, esto quiere decir que no habrá el sacerdocio que hubo en la antigüedad, liderado por la tribu de los levitas. En éste nuevo pacto Dios ha establecido que todos le conozcan personalmente y todos sean sacerdotes y reyes como siempre ha querido que sea. En el libro de los hebreos se nos dice que Jesucristo es ahora el único sumo sacerdote de Dios y que los que quieren acercarse a Dios deben hacerlo por intermedio de él, por fe en su sacrificio expiatorio, el cual si pagó el precio que requiere el pecado de independencia que entró al mundo a través del primer Adán. Jesucristo también nos revela la sencillez de la ley de Dios con la declaración en Mateo 22:35-40:

Entonces uno de ellos, intérprete de la ley, por tentarle, le dijo: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Éste es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos pende toda la ley y los profetas.

Como hemos visto, Jesús y los apóstoles nunca han querido anular la ley de Dios o mandamientos de Dios. Lo que si podemos ver es que con el muevo pacto de Dios hecho a través de Jesús, quedó anulado el antiguo pacto que se hizo a través de Moisés con su sacerdocio levita. El primer pacto lo hizo Dios a través del sacrificio de un cordero, y se instituyó la cena de pascua, como una figura o un arquetipo para preparar al pueblo para cuando viniera el cordero de Dios; hay que decir que Juan el bautista declaró que Jesús de Nazaret es precisamente éste cordero de Dios que quitaría el pecado del mundo:

Al día siguiente, vio a Jesús llegando donde él, y le dijo, «¡Observen, el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo! (Juan 1:29)

Jesús mismo, cuando estaba a punto de morir, comió la famosa última cena que era precisamente la cena de pascua, les declaró a sus discípulos que su sangre representaba el sello de un nuevo pacto:

Les dijo, «Realmente he deseado comer esta cena de pascua con ustedes antes de sufrir, porque les digo, no volveré a comer de esta por medio alguno hasta que se cumpla en el Reino de Dios.» Recibió una copa, y cuando había dado gracias, dijo, «Tomen esto, y compártanlo entre ustedes, porque les digo, no beberé más del fruto de la vid, hasta que venga el Reino de Dios.» Tomó pan, y cuando había dado gracias, lo partió, y se los entregó, diciendo, «Este es mi cuerpo que es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria mía.» De la misma forma, tomó la copa después de la cena, diciendo, «Esta copa es la nueva alianza en mi sangre, que será derramada por ustedes. (Lucas 22:15-20)

Es pues una nueva alianza o pacto la que trajo el Mesías, anulando la antigua alianza hecha a través de Moisés y el sacerdocio Levita, ahora Dios quiere que vivamos de acuerdo a los mandamientos que trajo a través de su Cristo, y cada creyente es un sacerdote, que puede acercarse al trono de Dios personalmente, puesto que el sacrificio del Mesías cubrió el pecado del hombre, éste sacrificio si tiene el poder de hacernos dependientes de Dios. Podríamos decir que ahora estamos bajo la ley de Cristo y que la ley que ya no está vigente es la ley de Moisés. Cuando digo que no está vigente me refiero a que la ley no puede justificar al hombre frente a Dios, puesto que Dios quiere que los que van a ser justificados lo hagan por fe en el Cristo, en sus palabras, en el reino que viene, en la resurrección y la vida eterna. Por esto es que Jesucristo nos dice que no todos entrarán al reino de Dios, sino solo quienes hagan la voluntad de Dios:

No todo aquel que me dice `Señor, Señor,´ entrará al Reino de los Cielos; sino aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. (Mateo 7:21)

Y en otra oportunidad le preguntaron a Jesús:

—¿Qué debemos hacer para realizar las obras que Dios quiere que hagamos?
Jesús les contestó:
—La única obra que Dios quiere es que crean en aquel que él ha enviado. (Juan 6:28-29)

Creer en Jesús como estamos viendo es creer en que sus mandamientos vienen de Dios y vivir de acuerdo a ellos. Jesús apareció para que el hombre no tenga de que jactarse, para que los que estaban bajo la ley de Moisés y creían que eso los justificaba delante de Dios, también se hicieran conscientes de su pecado, pues Jesús quitó lo que la ley de Moisés tenía de humano y la dejó pura, la perfeccionó dejándola tal como Dios siempre ha querido que la entendamos. Aunque muchos hoy lo ignoren, las enseñanzas o mandamientos de Dios dados a través de Jesús obedecen a una moral superior a la de la ley de Moisés, incluso mucho más exigente y radical.

Las enseñanzas de Jesús:

Una moral superior a la de Moisés

No piensen que he venido a destruir la ley o los profetas. No viene a destruir, sino a completar. Porque con seguridad, les digo, hasta que el cielo y la tierra pasen, no pasará de forma alguna, ni la letra más pequeña ni un pequeño trazo de la ley, hasta que todas las cosas estén cumplidas. Entonces, quien rompa uno de estos mandamientos, y le enseñe a otros a hacerlo, será llamado pequeño en el Reino de los Cielos; pero quien los cumpla y los enseñe será llamado grande en el Reino de los Cielos.
(Mateo 5:17-19)

Muchas sectas cristianas actualmente enseñan que la ley fue acabada con Cristo; muy pocas lo enseñan correctamente, pues la ley que fue abrogada, fue la ley de Moisés, dándole paso a la ley de Dios, o para decirlo de una forma más clara: Los mandamientos puros de Dios. Jesús vino a exigir una moral mucho más elevada que la moral que propone la ley de Moisés, y el sacrificio de Jesús es mas valioso que los sacrificios de miles de carneros, toros, chivos o aves que exige el sacerdocio levita, veremos también que Jesús vino a establecer un nuevo orden sacerdotal donde cada creyente es sacerdote, siendo Jesucristo el único sumo sacerdote y único mediador entre Dios y los hombres (1 Tim 2:5).

Porque les digo que a menos que su justicia exceda a la de los escribas y fariseos, no hay forma de que entren en el Reino de los Cielos. (Mateo 5:20)

Jesús lejos de anular los mandamientos, los perfecciona. Esto es sorprendente e inquietante en gran manera, si lo comparamos con la mayoría de enseñanzas que propagan los falsos maestros de hoy. Para poder entrar al reino venidero de Dios, nuestra justicia debe ser mayor que la de los escribas (que representan a los teólogos) o los fariseos (que representan a las sectas). Vamos a ver algunos ejemplos de cómo Jesucristo establece unas normas o mandamientos más elevados que Moisés y como Jesús declara que éstos mandamientos los recibió directamente de Dios:

«Ustedes han oído que fue dicho a los antiguos, `No debes matar;´ y `Quien mate estará en peligro del juicio.´ Pero les digo, cualquiera que esté de mal genio con su hermano sin una causa estará en peligro del juicio; y cualquiera que le diga a su hermano, `¡ Raca!´ estará en peligro del Concejo; y cualquiera que le diga, `¡Tu, tonto!´ estará en peligro del fuego de Gehena .
(Mateo 5:21-23)

Jesús aclara todos los fundamentos de la ley, diciendo que es más importante nuestro corazón y lo que cultivamos allí, que el hecho de reprimir los malos deseos, como el desear matar a alguien pero abstenerse. Es decir, a partir de Cristo el delito o pecado está en el corazón, en el deseo y no en su consumación. Quien se enoje sin motivo con alguien será juzgado y quien lo insulte será echado al lago de fuego, que es la muerte segunda; quien insulte a otro y no se arrepienta será juzgado como un asesino. Claramente la moral que exige el Mesías es más alta que la de la ley de Moisés, pues no tolera la hipocresía. Aquí Jesús está cumpliendo la profecía de que Dios escribiría la ley en nuestros corazones, recordemos que Jesús habló siempre las palabras de Dios.

«Ustedes han oído que se dijo, a los ancianos `No cometerás adulterio;´ pero les digo que quien mire a una mujer con deseo, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón. (Mateo 5:27-28)

Lo mismo ocurre con éste mandamiento, Jesús lo eleva al nivel justo donde debe estar; el adúltero no es quien comete el pecado de consumar el adulterio, sino quien lo tiene en su mente y en su corazón. Vemos pues que el Mesías lejos de abrogar la ley, la está poniendo todavía más pura y exigente. Ésta “nueva ley” es el requisito para entrar en el reino de Dios. Dios quiere cumplir su plan de tener un pueblo de reyes y sacerdotes verdaderamente santos. Digo “nueva ley” aunque realmente no es nueva, sino la que Dios pretendió para el hombre aún desde el principio.

«Ustedes también han oído que les fue dicho a los de los tiempos antiguos, `No harás promesas falsas, sino que cumplirás lo que has prometido al Señor ,´ pero les digo, no juren: ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado para sus pies ; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Ni jurarás por tu cabeza, porque ni siquiera puedes hacer blanco o negro un cabello. En cambio que tu `Si´ sea `Si´ y que tu `No´ sea `No.´ Pues lo que sea más que esto es del mal. (Mateo 5:33-37)

Jesucristo es sin duda aquel profeta que habría de venir, quien tiene autoridad para dar la palabra de Dios a los hombres. Reiterativamente reemplaza un mandamiento por otro, estos mandamientos que nos dio el Mesías son los que Dios pretendió desde el principio para sus hijos.

Entonces sean perfectos, tal como su Padre que está en el cielo es perfecto. (Mateo 5:48)

El llamado ahora es a la perfección, el Cristo estaba completando la ley, dándole a la humanidad los mandamientos perfectos de Dios. Cumpliendo lo que Dios había prometido desde tiempos antiguos a través de los profetas: que Dios enviaría un Cristo que aclararía todas las cosas.

Y, Moisés a la verdad fue fiel sobre toda su casa, como siervo, pero para testificar lo que se había de decir; mas el Cristo, como el hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si hasta el fin retuviéremos firme la confianza y la esperanza gloriosa.
(Hebreos 3:5-6)

Moisés fue un profeta fiel a lo que le dijo Dios y a lo que la terquedad del pueblo le permitió, pero Jesús es el heredero de todas las cosas, puesto que Dios le ha dado el señorío y el Reino, porque él es el hijo del hombre. Ahora somos el templo donde vive el Espíritu de Dios y Jesucristo es nuestro Señor, nuestro rey, si mantenemos la esperanza firme de su segunda venida o parousía, y el consecuente Reino glorioso de Dios.

Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto, donde me tentaron vuestros padres; me probaron, y vieron mis obras cuarenta años. A causa de lo cual me disgusté con aquella generación, y dije: Siempre divagan ellos de corazón, y no han conocido mis caminos. Así que, juré yo en mi ira: No entrarán en mi reposo. Mirad, hermanos, que en ninguno de vosotros haya corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado. (Hebreos 3:7-13)

El pecado endurece el corazón y no le permite creer, por esto es necesario al arrepentimiento. El arrepentimiento es en realidad un camino constante, llamado también “camino de santidad”, quienes van por éste camino de salvación, siempre están apartándose cada día más de todo lo que los aleje de Dios, crucificando las obras de la carne y viviendo solo para el espíritu, buscando hacer la voluntad perfecta de Dios en todo y confesando a Dios la maldad que nace en el corazón en todo momento y lugar.

Porque somos hechos participantes de Cristo, si retenemos firme hasta el fin el principio de nuestra confianza. (Hebreos 3:14)

Nos dice la escritura que es necesario permanecer hasta el fin para poder heredar el Reino de Dios que vendrá con la segunda venida del Cristo. La primera generación que fue sacada de Egipto, no pudo entrar en el reposo de Dios por su incredulidad y terquedad, con nosotros no será diferente si somos incrédulos y seguimos viviendo para el pecado y nos alejamos de Dios.

Porque también a nosotros se nos ha predicado el evangelio como a ellos; pero no les aprovechó la palabra predicada a los que la oyeron al no mezclarla con fe. (Hebreos 4:2)

No creyeron los antiguos y no les sirvió de nada escuchar el evangelio del reino de Dios, que también les fue predicado a ellos. Dios quiso que ellos fueran los primeros llamados reyes y sacerdotes, que fueran una nación santa, pero ellos no escucharon y se rebelaron, porque su corazón era terco; Moisés tuvo que darles leyes y mandatos humanos para que ellos no se alejaran del todo de Dios, aunque no iban a agradarlo como él realmente quería. Ahora Dios a través del Mesías nos trae de nuevo su invitación a ser su pueblo santo y a ser reyes y sacerdotes junto con su hijo, quien perfeccionó los mandamientos, quitando las cosas humanas de Moisés y dejando los mandamientos en su forma pura, tal como Dios se los dio a él. Tenemos pues un nuevo pacto a través del Cristo, un pacto perfecto que enfatiza en los mandamientos de Dios y nos los presenta renovados.

Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; que como yo os he amado, así también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros. (Juan 13:34-35)

¿Dónde quedan pues los que dicen que ya no vivimos bajo los mandamientos de Dios? Jesús declara que todos los mandamientos que dio a la humanidad los recibió de su padre.

”Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar.” (Juan 14:10)

También veremos en la escritura que la verdadera fe se demuestra con obras de fe, como dice Santiago:

Alguno podrá decir: «¿Tú tienes fe?; pues yo tengo obras. Pruébame tu fe sin obras y yo te probaré por las obras mi fe.

Éste tema de la fe y las obras está bien ampliado y explicado en otro estudio titulado “la victoria de los creyentes” que el lector interesado en profundizar lo puede encontrar en google.

Hemos visto que Jesucristo no pretendió en ningún momento abrogar los mandamientos de Dios, sino antes aclararlos y darlos en su justa medida. Muchos en la actualidad dicen que ahora estamos bajo la gracia y no bajo los mandamientos, pero honestamente los que afirman tal cosa no entienden ni siquiera en qué consiste lo que enseñan con tanta seguridad:

El fin del mandamiento es la caridad nacida de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida; de lo cual apartándose algunos, se desviaron a vanidad de palabras; queriendo ser maestros de la ley, sin entender ni lo que hablan, ni lo que afirman. Sabemos que la ley es buena, si se usa de ella legítimamente (1 Timoteo 1:5-7).

Otras falsas sectas alegan que el pecado no existe, otras que podemos hacer lo que queramos y que no hay condenación. Pero la Biblia nos dice que:

Porque no envió Dios a su Hijo al mundo, para que condene al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya es condenado, porque no creyó en el nombre del Unigénito Hijo de Dios. Y esta es la condenación: porque la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz; porque sus obras eran malas (Juan 3:17-19)

Todo el que hace lo malo no cree en Jesús, puesto que la fe en Jesucristo se demuestra por sus frutos de arrepentimiento, el apóstol Pablo habla mucho del tema en sus cartas, miremos lo que dice en un Romanos 8:1:

Así que ahora, ninguna condenación hay para los que están en el Cristo Jesús, que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

Creer en Jesús es vivir conforme al Espíritu, es decir, hacer la voluntad de Dios y no la voluntad de la carne. Por esto se ha malinterpretado lo que significa la gracia de Cristo, y muchos piensan que por la gracia pueden vivir de acuerdo a los deseos perversos de su naturaleza pecaminosa, y siguen en su avaricia, en los deseos de los ojos, en la sed de fama, poder y vanagloria; pero la escritura nos demuestra en diferentes oportunidades que Dios es exigente con los que llama y demanda de ellos santidad, pureza y exclusividad.

La gracia de Jesucristo

Lo que realmente significa:

Por tanto, teniendo un gran Sumo Sacerdote, que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas; sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. (Hebreos 4:14-16)

Para empezar tendremos que analizar lo que significa la palabra gracia. El término que se usó en el manuscrito griego es: kharis, término que es la raíz de las palabras carisma, caridad, entre otras. Significa básicamente misericordia y amor incondicional, un amor que es “a pesar de” ; si miramos el pasaje anterior de hebreos podemos ver que ésta definición encaja perfectamente con el contexto. Es pues la gracia el favor inmerecido de Dios, “algo” que Dios nos ha dado porque se compadece de nosotros y quiere ayudarnos a pesar de todo. Éste es el significado más claro de la palabra gracia. A través de Jesucristo, Dios nos ha dado su perdón gratuitamente, Dios ha perdonado el pecado y no quiere tomarlo en cuenta, también en Jesucristo nos muestra cual es su voluntad para los hombres, que vivamos como Cristo vivió, que sigamos su ejemplo, y como estamos perdonados, podemos ser llenos del Espíritu Santo de Dios, que nos capacita para vivir una vida dedicada a Dios. Ése es el regalo inmerecido que nos dio nuestro Dios.

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna”. (Juan 3:16)

Dios nos dio a su hijo. Dios nos dio sus mandamientos a través de su hijo. Nótese que dice que todo aquel que crea en él no se pierda. Como hemos visto, creer en el hijo de Dios es un concepto amplio, no basta con creer que solo hay un Dios y que Jesús es hijo de ese Dios, sino que nuestra fe se demuestra por las obras de fe que hablarán por nosotros; no basta con creer que Jesús es el hijo de Dios, pues los demonios también creen eso, es necesario vivir como él vivió. Los apóstoles constantemente nos darán el mismo reporte en todas sus cartas.

Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. (1 Juan 2:3)

El apóstol Juan dice que la forma de reconocer quien conoce a Dios es viendo quien guarda los mandamientos de Dios que nos fueron dados a través de Jesucristo.

El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él. (1 Juan 2:4)

Insisto ¿Dónde quedan los que dicen que no hay mandamientos?

Pero el que guarda su palabra, verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado en él; por esto sabemos que estamos en Él. El que dice que permanece en Él, debe andar como Él anduvo. Hermanos, no os escribo un mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio; el mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio. (1 Juan 2:5-7)

El apóstol Juan quiere que quede muy claro que la fe viene acompañada de un cambio de vida, una obediencia a los mandamientos de Dios, a su voluntad. En ésta línea de pensamiento entendemos que el perdón de pecados es un don gratuito de Dios, pero la salvación es una decisión que debemos tomar nosotros mismos. Dios no va a revocar el libre albedrío que nos ha dado. Estamos llamados a la salvación, pero debemos cumplir ciertos requisitos para alcanzarla; como permanecer hasta el fin, no complacer nuestros deseos perversos, arrepentirnos y confesar nuestro pecado constantemente – a fin de que tengamos la victoria sobre el pecado siempre – para que el pecado no se enseñoree sobre nosotros, además debemos compartir con otros las buenas noticias del Reino venidero y vivir una vida que demuestre que estamos esperando a nuestro rey en su parusía.

La ley y los profetas fueron hasta Juan. De ahí en adelante la Buena Nueva del Reino de Dios es predicada y todos están forzando su camino hacia él. Pero es más fácil que el cielo y la tierra dejen de existir, a que un pequeño trazo de tinta caiga de la ley. Todo aquel que se divorcie de su esposa y se case con otra comete adulterio. Aquel que se casa con una que está divorciada de su esposo comete adulterio. (Lucas 16:16-18)

Jesucristo nos vuelve a decir la importancia de la ley. Aquí él declara que la ley jamás será abrogada. Pero si somos perspicaces notamos que al principio dice “la ley y los profetas”. Aquí Jesús se está refiriendo a la ley de Moisés obviamente. Más adelante vuelve a usar la palabra ley, pero para referirse a la ley de Dios, o mandamientos de Dios, esto puede comprobarse porque dice que cualquiera que se divorcie comete adulterio, mas en la ley de Moisés no era así, en la ley de Moisés un hombre podía repudiar a su mujer como vimos anteriormente. Jesús aclara que ése mandamiento de Moisés fue escrito por la dureza de corazón de los hombres pero que en el principio no fue así, ya que en el génesis dice que el hombre dejará a su padre y a su madre y la mujer también y se unirán para ser una sola carne; por lo tanto ya no son dos, sino uno; y lo que Dios une no lo debe separar el hombre.

¿Cómo podemos ser salvos pues? Realmente Dios es bondadoso pero exigente, es por esto que se nos da la siguiente promesa que resume el significado de la gracia:

Hijitos míos, estas cosas os escribo, para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, Abogado tenemos delante del Padre, a Jesús, el Cristo Justo; Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo. (1 Juan 2:1-2) Y también tenemos ésta otra:

Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. (1 Juan 1:9)

Conclusión

Habría muchas otras citas que podríamos leer y mucho más que decir del tema, pero espero que con las que presento aquí sean suficientes para aclarar el asunto. Con Jesucristo estamos bajo un nuevo pacto, incluso los hebreos también lo están, ya que bajo el nuevo pacto no hay diferencia entre el judío y el gentil (no judío de nacimiento). Bajo el nuevo pacto se ha establecido un nuevo sacerdocio y una nueva forma de adoración. Ahora los verdaderos adoradores adoran al padre en Espíritu y verdad, ofreciéndole sacrificios de alabanza y ofreciendo sus cuerpos vivos al servicio de Dios. Todas las ordenanzas del pacto de Moisés quedaron anuladas, el sacerdocio levita, los diezmos, los sacrificios de animales y las exigentes reglas de aseo como las de los animales que se deben y no se deben comer. Ahora estamos bajo el nuevo pacto y mandamientos de Dios perfeccionados, una ley perfecta que se podría resumir en dos mandamientos, pero que para poderla comprender mejor, Jesús expresó en muchos mandamientos, sin anular nunca los diez mandamientos de las tablas escritas por Dios. Hoy en día vemos un sinnúmero de falsos predicadores despreciando los mandamientos y predicando mensajes confusos de “sola gracia”, “creciendo en gracia”, “ya no estamos bajo la ley”, “la letra mata pero el espíritu vivifica” entre muchas otras, pero con el pasado estudio hemos visto el lugar correcto que debe tener cada uno de los términos, ahora si el lector puede entender la diferencia que hay entre los mandamientos de Dios y la ley de Moisés, y vivir a los pies del trono de la gracia, confesando sus pecados y recibiendo el perdón constantemente para apartarse del pecado cada día más, vivir dependiendo completamente de Dios. Ahora podemos entender bien porque Dios nos dice tantas veces:

Sean santos porque yo soy santo.( Levítico 11:14)(Mateo 5:48)(1 Pedro 1:16)