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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

martes, 19 de enero de 2010

LA HORADACION DE CRISTO


Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)
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«…Horadaron mis manos y mis pies…» (Sal.22:16).
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En el presente estudio, sencillo por cierto, explicaremos la imposibilidad de la crucifixión en las palmas de la mano (sin ayuda de amarres). Para entender el estudio, revisemos a grandes rasgos la anatomía de la mano humana. La mano humana comprende una palma central o metacarpo que da salida a cinco dedos cuyos huesos se denominan falanges. La palma de la mano se une al antebrazo por medio de la muñeca o carpo. Además, la mano posee ligamentos y músculos que le dan una serie de movimientos que pueden ser muy burdos hasta exquisitamente finos. La muñeca tiene ocho huesos carpianos que se encuentran juntos (y son: el escafoides, el semilunar, el piramidal, el pisiforme, el trapecio, el trapezoide, el grande y el ganchoso). Esta conjunción de huesos está insertada con una parte del antebrazo, es decir, con la región distal del cúbito por medio de un ligamento denominado ligamento trasversal de la muñeca.
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Los huesos de la palma de la mano, los metacarpianos que son cinco, poseen una disposición longitudinal con los huesos del antebrazo. Son paralelos a la posición anatómica del ser humano cuando se encuentra erguido. En esta parte no existe ningún hueso trasversal. Es por eso que al horadar las manos con los clavos en la parte mencionada, el peso del individuo condenado desgarraría fácilmente el tejido de las manos y caería indefectiblemente al suelo. Para ser posible la crucifixión, habría que realizarla en las muñecas, exactamente en el espacio de Desdot, que se encuentra en cierta lugar de la conjunción de los huesos carpianos. En este punto, el nervio mediano es lastimado dando una sintomatología muy dolorosa. Los huesos en esta área de la mano son respetados por los clavos, sin llegar a fracturarse por el abordaje de éstos en el espacio de Desdot (contar puedo todos mis huesos, Sal.22:17). Este punto anatómico de la mano es bastante firme para sostener el cuerpo sin que los tejidos blandos sean desgarrados al colgar el cuerpo de la víctima en lo alto de las tablas de la cruz (un peso mayor de 80 kgs. desgarraría los tejidos delicados de las manos). Por mucho tiempo se ha creído (un cuadro del pintor renacentista italiano Rafael Sanzio muestra erradamente la perforación de las palmas de las manos del Hijo de Dios crucificado: La crucifixión Mond. 1502-1503) que la horadación de los condenados a muerte de cruz siempre fue hecha en las palmas de la manos (como se sabe los pies eran perforados además. Ver Luc.24:39). Esto es falso en realidad.
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Dios les bendiga hermanos y amigos que nos visitan siempre.

LA PUREZA SEXUAL


“No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal” Jn.17:15


Las Palabras de Jesús toman tal fuerza en nuestra actualidad sobre todo por la condición humana tendiente a la degradación y el deterioro de los aspectos que norman nuestra conducta, con un mundo tan cambiante impregnado de conceptos erróneos y alejados de la voluntad de Dios, hacen que la mayoría de las personas sufran a causa de una vida hueca y sin propósito.

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Es doloroso ver que esta situación afecta también directamente a la Iglesia ya que se experimenta el dolor por causa del pecado. Tal influencia, ha permeado especialmente las áreas que al verse afectadas dañan directamente el espíritu. Adulterio, Pornografía, Fornicación, Aborto, Divorcio, Abandono, son el resultado de un mal entendimiento y desconocimiento de la sexualidad conforme a los planes de Dios.

Desde el principio Él creo seres sexuados con características y necesidades propias a su género, con una identidad pura y orientada a la satisfacción mutua, una mujer para un hombre: “Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban” Génesis. 2:25, este versículo nos habla de una verdadera intimidad en la pareja. El Plan de Dios es que todo hombre y mujer encuentre en el matrimonio completa autorrealización y satisfacción en su vida sexual, “El acto sexual no es pecado. Cuando se practica dentro de la intimidad matrimonial, no quebranta ninguna ley bíblica, moral o espiritual”.

“Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación; que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y honor;” 1ª Tesalonicenses 4: 3-4

La santificación implica la pureza sexual en todas nuestras relaciones, una actitud limpia que nos permita ver el sexo como parte de nuestro ser y que debe ser regulado por la ley espiritual de Dios ya que Él nos lo dio para disfrutar de una vida satisfactoria y abstenernos mientras no es tiempo de ejércelo o de todos aquellos hábitos que pueden llegar a desviarnos de lo que Dios establece.

“Porque el ocuparse de la carne es muerte…” Romanos 8:6

En Romanos 1:24, el apóstol Pablo nos menciona que la persona que elige abandonar su relación con Dios y se vuelve contra lo establecido es entregada a su propia concupiscencia, es decir a su deseo carnal, que está arraigado en su corazón y que conduce a una corrupción total. Al vivir una vida lejos de Dios ajenos a su voluntad, sin el conocimiento del orden establecido por Él, seguramente estaremos sufriendo las consecuencias, es necesario darnos cuenta que la raíz de todo pecado se origina en el corazón del hombre Marcos 7:21-23, en el ser, en lo que él es; y por lo tanto el daño es más profundo de lo que parece.

Antes de practicar el acto como tal, sea adulterio, fornicación, homosexualidad, mirar la pornografía o cualquier otra perversión sexual el área donde se recibirán los primeros ataques será en los pensamientos, fantasías y de ahí al acto, de manera tan sutil que a veces no se sabe cómo es que se llego hasta esa condición “… nuestros enemigos no son solamente pensamientos lascivos sexuales sino sentimientos <> de fantasías no concretadas”. Por consiguiente una persona que cae en impureza sexual, deberá examinar sus pensamientos y desechar todo aquello que le conduce a imaginar o fantasear al respecto, sino se vuelve de su camino y busca a Dios en una actitud de arrepentimiento puede presentar un deterioro gradual que lo va hundiendo a tal condición que su identidad y valor personal se ve destruido, su cuerpo va en busca de experiencias cada vez más imperantes que terminaran por confundirle hasta destruirlo. De acuerdo a la luz de la Palabra de Dios y reconociendo que ha sido escrita para prevenirnos de cualquier asechanza del enemigo es necesario recordar que Cristo mismo guardará nuestros corazones y pensamientos para librarnos de caer, Filipenses 4:7-8.

EFECTOS EN LA PERSONA:

1.”Mente reprobada” Rom. 1:28, nula comprensión de su condición pecaminosa, e insensibilidad del daño que se causa a sí mismo y a los demás.

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2. Entran a un proceso de deterioro en todas las áreas y especialmente en lo espiritual Rom. 1:28-32
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3. Dificultad para establecer relaciones interpersonales, sanas y duraderas.

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4. Trastornos en las relaciones sexuales: impotencia, dispareunia, eyaculación precoz, lesbianismo, homosexualidad, frigidez, etc.

PARA MINISTRAR:

1.Enseñar a la persona sobre la determinación que debe tomar ya que la manera de terminar con este mal es tomando una actitud radical ante todo lo que llegue a empañar o ensuciar el Plan de Dios en esta área.

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2.Identificando todo aquello que despierte el deseo de caminar sin la aprobación de Jesucristo, pensando que todo lo que soy, lo que hago glorifica a Dios, 1ª. Corintios 10:31

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3.Conocer, escudriñar y meditar en la Palabra del Señor, Salmo 119:11, Salmo 1:2, Josué 1:8
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4.Manteniendo cautivos nuestros pensamientos en Cristo Jesús, Isaías 26:3

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5.Fortaleciéndose en el poder de la Presencia de Dios a través de la oración, Hebreos 4:13

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6.Despojarse de hábitos y compañías que lleguen a influenciar nuestra decisión de abstenernos.

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7.Cuando la persona que ha caído en impureza sexual es un ministro o siervo de Dios será necesario dejar por un tiempo el servicio para procurar la restauración de la persona y si es necesario también de la familia.

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RECOMENDACIONES

Aunque muchas personas hoy en día imitan al hombre que tiene una dedicación agobiada a su trabajo, así como a la mujer que vive una vida apresurada, el doctor James Dobson afirma que esa ética equivocada es responsable de una epidemia de matrimonios desdichados. De acuerdo con su manera de ver, como psicólogo familiar, el doctor Dobson muestra que “la vida ocupada” es una de las cosas más destructivas para el hogar.

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En este librito él nos relata un conflicto que ocurrió en su propio hogar y que le llevó a evaluar de nuevo sus propias prioridades. Por medio de esa experiencia aprendió tres valiosas lecciones, las cuales son útiles como principios para la preservación de matrimonios en una sociedad caracterizada por sus hogares destruidos.

Cartas a Timoteo. Número 9. Hermano Pablo.
Tomado de la revista Christianity Today, edición de Internet. Febrero del 2002.

LA IDENTIDAD DE LA MUJER DE Ap. 12:1




Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)

Ap. 12:1 «Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas».

El sustantivo «señal» aquí (seimeîon, gr.), aparece por primera vez en el libro de Apocalipsis, y propone un significado importante de una representación de algo, de un símbolo manifestado en la visión del apóstol Juan, y que es «grande» (méga, gr.). Esa señal está implicada relevantemente con el destino escatológico y profético de la nación de Israel. «La gran señal» apunta hacia los tiempos antiguos con el nacimiento del Señor Jesucristo; y hacia adelante, para ser especifico, con su glorioso reinado terrenal.

No pocos estudiosos han aceptado que el apóstol Juan escribió el capítulo 12 de Apocalipsis en base a literatura de la mitología babilónica; otros creen que tomó prestado escritos de la mitología grecorromana para elaborar el capítulo nombrado. Esto no es posible, porque el apóstol Juan estaba íntimamente relacionado con las escrituras del Antiguo Testamento y con el contenido de sus enseñanzas anti paganas. Sabemos que el Antiguo Testamento repele todo concepto salido del paganismo y ensalza al Dios único y soberano que existe. Sería lo bastante contradictorio que el apóstol Juan haya transigido mitologías paganas mientras por otro lado las rechace, por lo visto en el transcurso del libro de las Revelaciones. Las mitologías paganas son generalmente politeístas donde los múltiples dioses son presentados con un proceder conductual corrupto e hipócrita, envidioso y siniestro, intrigante y vengativo, insano y homicida, muy parecido al de los individuos humanos que son indiferentes a los principios morales y éticos. Esto hace menos probable que Juan haya echado mano de ellas para elaborar el capítulo 12 de Apocalipsis.

«La gran señal» que Juan mira extraordinariamente, es una «imagen», un «simbolismo» que nos conduce al Antiguo Testamento, para ser exacto, a Gn. 37:9-11. En estos versos vemos que José tuvo un sueño que le contó a su padre y a sus hermanos, donde el Sol, la Luna, y Once Estrellas se postraban o se inclinaban delante de él. La Biblia dice que Jacob, su padre, le reprendió preguntándole: « ¿Qué sueño es este que soñaste? ¿Acaso vendremos yo y tu madre y tus hermanos a postrarnos en tierra ante ti?».

Es razonable en el buen escrutinio decir aquí que el Sol representa a Jacob, el padre de José; la Luna representa a Raquel, la esposa de Jacob y madre de José; y las Once Estrellas son los hermanos de José. Si analizamos y comparamos este sueño con la visión de apóstol Juan en Ap. 12:1 encontraremos sin dificultades analogías asombrosas puesto que se trata del mismo simbolismo, y trae a la memoria en su evocación sobrenatural a la nación de Israel, que es la Mujer cuando es vista como un «todo» («una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas»). Cómo es Juan, y no José, quien mira ahora la visión simbólica, aprecia en la cabeza de la Mujer una corona de «Doce Estrellas» y no de «Once», ya que José como una «Estrella» más, está incluido en la alegoría percibida por el apóstol Juan. José miró Once Estrellas por no estar implicado, visiblemente, en el sueño que miró.

Los católicos aseguran que la Mujer de Ap. 12:1 es la virgen María y la Iglesia. El único parecido que hay entre la Mujer de Ap. 12:1 y la virgen María es que cada una es «madre,» pero no es lo suficiente para sostener la teoría romanista católica. El error estriba en que la Mujer de Ap. 12:1 es una «señal», un «simbolismo» que no acuerda con la verdadera naturaleza de la virgen María que literalmente fue una «mujer», en el completo y cabal sentido de la palabra, y no una “señal” o “alegoría”. Estemos listos ante la mentira:

«Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino. Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora. Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijere» (Jn.2:3-5).

«Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo» (Jn.19:26).

Es injustificable que la Iglesia sea la Mujer apocalíptica, según lo estimado por los distraídos católicos. El problema radica en que la Iglesia cristiana nació en el día del Pentecostés, sobre el fundamento de la persona de Jesucristo como el Mesías de Dios esperado, en su muerte y gloriosa resurrección. Ap. 12:5 dice:

«Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono» (Ap.12:5).

Teniendo como referencia el texto anterior, se podría decir, de cierto modo, que fue Cristo el que vino a dar “alumbramiento” o “luz” a la Iglesia, pero no la Iglesia a Cristo, quedando resuelto con este creíble argumento que la Mujer de Ap. 12:1 carece de la más ínfima afinidad con la virgen María o la Iglesia. Es más lógico pensar que la Mujer de Ap. 12:1 sea la nación de Israel que dio luz («dio luz», éteken, gr.), a Jesús el Mesías («un hijo varón», huión áresen, gr.), «que regirá con vara de hierro a todas las naciones» (hós méllei poimaínein pánta tà en hrábdio sideraî, gr.):

«Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad» (Miq. 5:2).

Si tenemos cuidado, en Ap. 12:9 se observa que el dragón («el gran dragón», ho drákôn ho mégas, gr.), el diablo y Satanás, («que se llama diablo y Satanás», ho kaloúmenos diábolos kaì ho Satanás, gr.), «persigue a la descendencia de ella» (Ap. 12:17), es decir, a los hijos de Sion, a la prole natural israelita. El capítulo 12 de Apocalipsis es uno escatológico y está reservado tan sólo para la nación de Israel, cuando sea perseguida por las asesinas y desquiciadas marionetas humanas manipuladas por Satanás en la Gran Tribulación Escatológica. «La descendencia de ella», no se refiere a los creyentes en Cristo fuera del Pueblo de Israel. Es más juicioso pensar que la Mujer es la nación de Israel. El Arca del Pacto que aparece en Ap. 11:19, es un símbolo muy especial y exclusivo que habla de los planes de Dios para esta nación. Dios nos dice en esta representación vetero testamentaria que «no se ha olvidado de su Pueblo», como muchos erróneamente admiten, empujados por elucubraciones teológicas incongruentes y perniciosas (la teoría del reemplazo, supersesionismo). De igual modo, el sueño de José en Gn. 37:9-11 está estrechamente relacionado con el Pueblo de Jacob. Otra cosa que apoya lo que exponemos, es que en el Antiguo Testamento en bastantes ocasiones se contempla a Israel como una «mujer» que padece dolores de parto, como la Mujer de Ap. 12 (véase Ap. 12:2 parar corroborar lo citado con anterioridad):

«…y se llenarán de terror; angustias y dolores se apoderarán de ellos; tendrán dolores como mujer de parto; se asombrará cada cual al mirar a su compañero; sus rostros, rostros de llamas» (Is. 13:8).

«Como la mujer encinta cuando se acerca el alumbramiento gime y da gritos en sus dolores, así hemos sido delante de ti, oh Jehová» (Is. 26:17).

«Porque oí una voz como de mujer que está de parto, angustia como de primeriza; voz de la hija de Sion que lamenta y extiende sus manos, diciendo: ¡Ay ahora de mí! que mi alma desmaya a causa de los asesinos» (Jer. 4:31).

«Duélete y gime, hija de Sion, como mujer que está de parto; porque ahora saldrás de la ciudad y morarás en el campo, y llegarás hasta Babilonia; allí serás librada, allí te redimirá Jehová de la mano de tus enemigos» (Mi. 4:10).

La Mujer de Ap. 12:1, es con precisión la nación de Israel que dio al Santo Mesías (véase Ro. 9:5), a Cristo Jesús, el «hijo varón», que «reinará con vara de hierro sobre todas las naciones» en su segunda venida a la tierra, porque «fue arrebatado para Dios y para su trono» (Ap. 12:5).

«La Mujer vestida del Sol» no puede ser la Iglesia de Cristo debido a que el Mesías Hombre dio origen a la Iglesia y no viceversa (Mt.16:18). Esta Mujer, que es «una señal», una representación simbólica, exime en su carácter alegórico toda probabilidad de que sea la virgen María. La Mujer que aparece vestida del Sol, con Doce Estrellas sobre su cabeza, y con Luna debajo de sus pies, «constituye una buena e indudable indicación de que se le debe de identificar con Israel».

Amén.

LA TENTACION DE CRISTO


Por el Dr. Javier Rivas Martinez (MD)

Es importante enfatizar sobre la tentación de Jesús ya que hay mucha duda al respecto. Algunos estudiosos de la Palabra, trinitarios para el caso, rechazan la idea de que Jesús fue tentado como somos tentados nosotros, hombres pecadores, mentirosos y fallidos, porque siendo Cristo -Dios-, según lo estipulado por la idólatra iglesia católica-romanista, es imposible que haya experimentado tal situación.

Ellos alegan que la palabra «tentación» no siempre posee la misma connotación en los pasajes bíblicos. Parten para sostener su punto de vista de la palabra griega «peirasmos» que significa prueba, tentación, o examen, y la toman como un sustantivo que está relacionado con el verbo «peiradzo» que significa probar o tentar. Si la palabra es aceptada como un sustantivo, entonces Cristo no fue tentado como cualquier persona de este mundo. Quienes así lo creen justifican a Cristo como Dios, o -igual a la Deidad-, concluyendo que él jamás fue tentado directamente, ya que «Dios no puede ser tentado ni tienta a nadie» (Stg.1:13). Por esta circunstancia, Cristo, al encontrase libre de toda concupiscencia fue imposible que haya recibido la tentación como otro ser humano portador de la naturaleza pecadora. De este modo, este grupo de trinitarios deducen que, como Santiago lo escribe, que uno es tentado a pecar por la maldad inherente que se posee, pero Cristo, siendo –Dios-, no pudo haber sido tentado como las personas ordinarias, cosa que es un colosal error.

Debemos recordar, porque creo que ellos no lo han tomado en cuenta, que Adán y Eva fueron creados sin pecado, pero fueron tentados, y fallaron rotundamente la prueba. Este punto es importante para refutar la creencia del grupo trinitario que argumenta que Cristo no fue tentado porque era –Dios-, cosa que no es verdad, como ya dijimos antes:

«Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, y no se avergonzaban» (Gn.2:25).

«Le preguntó Dios: ¿Quién te dijo que estabas desnudo?» (Gn.3:11).

Cristo fue tentado, pero jamás pecó. De no haber sido tentado, el diablo jamás lo habría puesto en lo alto del pináculo para que se lanzara de allí, ni tampoco lo hubiese llevado al alto monte para mostrarle los reinos del mundo, ya que la invitación, era lo bastante atractiva y sensual (Cap. 4 de San Lucas).

Muchos no han entendido el verdadero significado de el «Postrer Adán» (1 de Co. 15:45), el «Segundo Hombre» (1 de Co.15:47) que es Cristo. Lejos de ser Dios, Cristo comparte la semejanza del primer hombre en la tierra, de Adán, quien fue creado puro y sin mancha, inocente, y cuya relación con Dios era íntima a causa de su naturaleza espiritual y no carnal. Dice la Biblia que Adán fue hecho «a imagen y semejanza de Dios» (Gn.1:26), y Cristo, es la «imagen del Dios invisible» (Col.1:15). Cristo, según Hebreos 7:26, comparte la misma naturaleza del primer hombre: en santidad, en pureza y en inocencia. La diferencia, estriba, que Adán cayó bajo la influencia tentadora de la Serpiente (su mujer lo sedujó, pero el diablo fue el autor intelectual del plan nefando), que es el diablo y Satanás (Ap.20:1), habiendo sido predestinado desde un principio para ser Cabeza perdurable de la humanidad entera, mas, al sucumbir al pecado, Adán y su mujer fueron puestos bajo el peso de la condenación de la muerte eterna por su desobediencia que vino a repercutir a todas las generaciones humanas postreras (Ro.3:23). El diablo quiso repetir con Cristo el mismo ardid, pero el Señor se mantuvo firme ante a la tentación y que al vencer vino a ser Cabeza Santa de una humanidad redimida, por su sacrificio vicario en la cruz del Calvario, al derramar su sangre preciosa como un cordero puro e inocente (Hebreos cap. 9).

Cristo fue tentado (Heb.2:18) y aprendió la obediencia (Heb.5:8, 9), Adán, por desgracia, no (Gn. cap.3).

Si Cristo hubiese sido Dios, es seguro que tampoco hubiese sido tentado en el desierto por el diablo. También dice la Biblia que tuvo hambre al ayuno de cuarenta días, y el diablo aprovechó la ocasión para tentarlo. Cristo triunfó sobre cada una de las sugerencias del mordaz y obstinado diablo. Sin lugar a dudas, Cristo resintió el golpe de la tentativa oferta satánica. El diablo nunca se dirigió a Cristo como -Dios-; el trató siempre de hacer dudar a Cristo sobre su verdadera identidad Mesiánica (si eres Hijo de Dios, si eres Hijo de Dios, si eres Hijo de Dios . . .), y Cristo jamás admitió que lo fuera: «Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás» (Lc.4:8).

Para concluir, Pablo escribe oportunamente así:

«Por lo tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús, el Hijo de Dios (no Dios, ni el Padre tampoco) retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado». (Heb.4:14-15).

Que Dios les bendiga