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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

lunes, 30 de enero de 2012

EL FUTURO REINO POLITICO EN LA ENSENANZA DE JESUS

Un número de dichos críticamente importantes de Jesús no han recibido la atención que ellos merecen. Estos son versos que demuestran que Jesús estaba muy consciente de la naturaleza política del Reino y que como Mesías él estaba destinado a administrarlo en su retorno al final de la era.

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Cualquiera pretendiendo ser el prometido Hijo de David no podía haber fallado en estar impresionado por la importancia fundamental del pacto hecho con David, descrito en 2 Samuel 7 (paralelo con 1 Crónicas 17).27 Como es bien sabido, éste formó la base de la promesa de Dios de producir la paz en la tierra a través de su Rey escogido.28 Fue reconocido ampliamente de la lectura de las Escrituras Hebreas que la gloria del Reino de David sería eventualmente restaurada a Israel, con beneficios para todo el mundo, cuando el Mesías emprenda su Reino. Así que fue esa prominente esperanza que los discípulos estuvieron impacientemente aguardando (“La consolación de Israel”), no sólo antes del nacimiento de Jesús, sino después de que él hubo completado su breve ministerio en Palestina. La expectativa nacional del Reino Mesiánico permanece central en los registros cristianos:


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El justo y devoto Simeón estaba “mirando por la consolación de Israel y el espíritu santo estaba sobre él” (Lucas 2:25). Ana, la profetisa, elogiada por Lucas por su devoción excepcional a Dios, estaba, “esperando la redención de Jerusalén” (Lucas 2:38). José de Arimatea, a quien Mateo describe como un discípulo de Jesús (Mateo 27:57), era “un hombre bueno y honorable que estaba esperando por el Reino de Dios” (Lucas 23:51). Esto fue después de la muerte de Jesús. El evidentemente no creyó que el Reino hubo venido con el ministerio de Jesús aunque, ciertamente, los registros describen su ministerio como una anticipación del Reino (Mateo 11:5).


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Igualmente, el ladrón en la cruz reconoció la certeza de la futura venida del Reino cuando él rogó a Jesús por una participación en él:


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“Señor, acuérdate de mí cuando vengas (p.e., a inaugurar) en tu reino” (Lucas 23:42).
Precisamente el mismo entusiasmo por el Reino ha motivado la petición de la madre de Santiago y Juan en nombre de sus hijos. Su petición revela la idea cristiana bíblica del Reino Mesiánico, y Jesús nada hizo del todo para perturbar su comprensión sobre la clase de Reino que éste sería.


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“Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda”. (Mateo 20:21).


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El Reino que él tuvo en mente no fue ciertamente limitado a un Reino en el corazón. La contestación de Jesús confirmó que el honor de sentarse en un lugar especial en el Reino fue reservado “para aquellos para quienes ha sido preparado” (Marcos 10:40). Más aún, el añadió que esa grandeza en el reino venidero de Dios es para aquellos que primero aceptan el rol de siervos, como él mismo lo hizo (Marcos 10:42-45, cp. Filipenses 2:6-8). Pero no hay duda en la mente de Jesús acerca de la naturaleza del reino futuro, y tampoco el estatus en él. Los discípulos no fueron reprendidos por algún mal entendido acerca del hecho de un Reino futuro de Dios en donde puestos de honor podían ser ocupados por los creyentes. Ellos necesitaron solo aprender que el sendero hacia la grandeza se gana mediante la humildad y el servicio.


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La cuestión de la meta del cristiano es inmensamente importante en los registros de las enseñanzas de Jesús. Los Apóstoles fueron instruidos por Jesús para que reconozcan el Reino prometido como el corazón del Nuevo Pacto. Para ellos el objetivo supremo de la vida cristiana era asistir al Mesías en la administración de su Reino. En la última cena, él les dijo a ellos:


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“Pero vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas. Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mi, para que comáis y bebáis en mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel.” (Lucas 22:28-30).


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Sólo unos pocos momentos después Jesús había dicho que él no bebería el vino de la Pascua con ellos nuevamente “Hasta que el Reino de Dios venga” (Lucas 22:16,18). Entonces ellos comerán y 27 beberán en su presencia, reunidos con él, como ejecutivos del Reino. Esa ocasión gloriosa será “En la Nueva Era (literalmente, “cuando el mundo sea renacido”) cuando el Hijo del Hombre se siente en su trono de gloria” (Mateo 19:28).


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Los Apóstoles no tuvieron duda acerca de cuándo esto sería cristalizado, porque Jesús también dijo:


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“Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, entonces se sentará en su trono de gloria” (Mateo 25:31).


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Las implicaciones de todo esto son para todos claras para leer. Habrá un Reino inaugurado por el regreso de Cristo al comienzo de la Nueva Era. Habrá tronos y gobierno sobre las doce tribus reunidas en la tierra. Y habrá un compañerismo con Jesús en esa Nueva Era, un compañerismo que no será reanudado “hasta que el Reino venga'' (Lucas 22:18).


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Mientras que esta información acerca del Reino de Dios forma el marco de todo lo que Jesús enseñó, ¿hasta qué punto juega este reino alguna parte del todo en lo que hemos venido a llamar “el cristianismo”?


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Anthony Buzzard, escritor cristiano unitario.