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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

DIOS Y LA HUMANIDAD

Por el Dr. Javier Rivas Mtz (MD)
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El Deísmo coloca a Dios fuera del Universo. Acepta que Dios creó al mundo y que después, con gélida indiferencia, le dio cuerda como si fuera un juguete para dejarlo andar por sí mismo en la inmensidad del cosmos, a merced de su propia suerte. De acuerdo a esta teológica bíblicamente inaceptable, su aplicación es igual para el mover humano en todos los tiempos. La Biblia da luz contrariamente a lo que establece la doctrina del Deísmo, que está más torcida que las cadenas helicoidales del ADN. La Palabra Sagrada da luz de la intervención de Dios para sus elevados propósitos, no sólo a la nación de Israel, que fue escogido para los cumplimientos escatológicos y teocráticos terrenales, sino también a las naciones del mundo entero. Veamos la prueba, en el libro de Daniel:

«Sea bendito el nombre de Dios de siglos en siglos, porque suyos son el poder y la sabiduría. Él muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da sabiduría a los sabios, y la ciencia a les entendidos» (Dn.2:20, 21).

Y en otra parte del mismo libro:

«La sentencia es por decreto de los vigilantes, y por dicho de los santos la resolución, para que conozcan los vivientes que el Altísimo gobierna el reino de los hombres, y que a quien quiere Él lo da, y constituye sobre él al más bajo de los hombres » (Dn 4:17).

La Biblia evidencía certeramente de la influencia de Dios sobre las naciones paganas. Un ejemplo es la predicación de Jonás al pueblo de Nínive para que se convirtieran de sus iniquidades:

«Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella; porque ha subido su maldad delante de mí» (Jon.1:2).

Dios usó naciones paganas para arremeter contra el pueblo judío por su inclinación idolátrica y a la práctica de muchas maldades ofensivas para su carácter santo:

«Me dijo Jehová: Del norte se soltará el mal sobre todos los moradores de esta tierra. Porque he aquí que yo convoco a todas las familias de los reinos del norte, dice Jehová; y vendrán, y pondrá cada uno su campamento a la entrada de las puertas de Jerusalén, y junto a todos sus muros en derredor, y contra todas las ciudades de Judá» (Jer.1:14, 15).

«Oh, Asiria, vara y báculo de mi furor, en su mano he puesto mi ira. Le mandaré contra una nación pérfida, y sobre el pueblo de mi ira le enviaré para que quite despojos, y arrebate presa, y lo ponga para ser hollado como lodo en las calles» (Is.10:5).

Dios se valió de reyes poderosos para beneficio de su pueblo. Es el caso del rey pagano Ciro, el grande, que fue movido a terminar con su cautiverio de 70 años en Babilonia, decretando el regreso de los israelitas a Jerusalén para que se le edificase templo a Dios para su adoración:

«Así ha dicho Ciro rey de Persia: Jehová el Dios de los cielos me ha dado todos os reinos de la tierra, y me ha mandado que le edifique casa en Jerusalén, que está en Judá» (Esd.1:2).

La Biblia dice que las autoridades terrenales han sido puestas por Dios:«Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas» (Ro.13:1). Específicamente, Dios se ha revelado al pueblo de Israel ya que es su nación escogida. Israel reconoce a Dios como el Dios único:

«Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es» (Dt.6:4).

Israel reconoció que solamente Dios habría de ser adorado y amado (Dt.6:5); reconocieron la voz de Dios para seguir sus mandatos (Dt.5:32, 33); conocían su posición con respecto a las de las naciones paganas (Dt.5:24); además, comprendieron el propósito de la redención por medio de sacrificios de animales puros (Ver el libro de Levítico, capítulos del 1 al 7, capítulo 16, etc.).

Dios sacó a los israelitas de la esclavitud de Egipto, puso temor sobre las naciones vecinas para protección de ellos; Dios les entregó la tierra de Cannán (Ver libro de Josué). Dijimos que las naciones paganas los oprimieron por mandato divino, pero cuando se arrepintieron, fueron liberados y prosperados grandemente. Al respecto, para concluir, los dejó con palabras del Dr. Stanton W. Richardson:

«Él prosperó a los reyes que buscaron a Dios. Siempre y cuando la nación se apartó de Él, le sobrevinieron calamidades. Los israelitas reconocieron que todas estas cosas provenían de la mano de Dios como revelación a ellos, y al mundo por su mediación».
Dios es soberano, y rige todas las cosas. Nada pasa desapercibido ante sus ojos, que escrutan hasta lo invisible para el ojo humano. El orden del universo, en el que está el mundo, y en éste, el hombre, es sostenido por su magno poder infinito.

Gracias hermanos y amigos, que la paz de Cristo sea siempre con todos ustedes.

EL ENGENDRAMIENTO DE CRISTO


Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)

«Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz» (Is. 9:6).

Asexual. (De a-2 y el lat. sexus, sexo). Adj. Sin sexo, ambiguo, indeterminado. 2. Biol. Dicho de la reproducción: Que se verifica sin intervención de gametos; como la gemación.

Gameto. (Del gr. γαμετή, esposa, o γαμέτης, marido).
m. Biol. Cada una de las células sexuales, masculina y femenina, que al unirse forman el huevo de las plantas y de los animales.

La unión de dos células sexuales, como son un espermatozoide que surge de un individuo masculino y un óvulo de uno femenino, hablando en este caso de la especie humana, traerá como resultado la formación de un gameto, llamado también huevo cigoto y que se desarrollará durante el proceso de gestación progresiva en un ser humano con las características genotípicas que le corresponden y que están marcadas en el código genético en forma de Dna.

Todos los seres humanos que han existido parten de un tronco común, con Adán y Eva (La Biblia afirma que Eva «sería la madre de todos los vivientes», según Gn.3:20), y están interrelacionados entre sí. Las razas humanas son diferentes entre una y otra por la sencilla razón que han establecido fenotipos de adaptación dependiendo del ambiente que habiten.

Dios ordenó a la primera pareja para que poblara la tierra, para que se multiplicaran. Muchas generaciones pasaron para este logro (véase «las generaciones de Adán» en el capítulo 5 del libro del Génesis) y lógico, de la única forma que se pudo lograr fue con la llamada relación o unión «heterosexual».

«Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra» (Gn. 1:28).

Cuando la tierra fue destruida en el diluvio (Gn. cap. 6), fue repoblada por segunda vez por los hijos de Noé que tenían mujeres como esposas (Gn. 7:13; Gn. cap.10). Dios, como al principio lo había ordenado con la primera pareja, mandó a la familia sobreviviente del diluvio universal para que se multiplicarán para el poblamiento del mundo antiguo que fue juzgado y sumergido en agua (2 P. 3:6).

«Todos los animales que están contigo de toda carne, de aves y de bestias y de todo reptil que se arrastra sobre la tierra, sacarás contigo; y vayan por la tierra, y fructifiquen y multiplíquense sobre la tierra» (Gn.8:17).

A través de los hijos de Noé, las primeras generaciones de grupos humanos se afincaron en los diferentes lugares y rincones del mundo, pero vale la pena comentar que su distribución sólo dio inicio después de que Jehová confundió las lenguas de los habitantes de la tierra de Sinar, que fue la primer cultura histórica y que la Biblia tiene registrada:

«Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero» (Gn.11:7).
«Así los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad» (Gn.11:8).

A pesar de la destrucción del mundo por agua, la humanidad no fue raída por completo. Descendientes de Adán y Eva sobrevivieron por ser justos delante de Dios, pero la semilla de maldad por causa de la desobediencia de la primera pareja humana (Gn. cap. 3) continuaba enraizada naturalmente en ellos. Los primeros padres fallaron a sus responsabilidades otorgadas por Dios, y la humanidad entera se apestó con el pecado condenándola a muerte:

«Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron» (Ro.5:12).

El pecado es un mal arraigado en cada persona, aún si es convertida a Cristo. El apóstol Pablo habla de sí mismo al respecto:

«Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí» (Ro.7:15-20).

Para salvar Dios a los hombres del pecado mortal, se requería de la intervención de un agente que tuviera una conexión con ellos, y para esto, debería de ser humano también. Este agente humano tendría que ser, como condición, «puro y sin mancha», de ese modo se cumpliría con el objetivo de la justificación por medio de su inmolación y derramamiento de sangre, para el perdón de los pecados:

«…sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros…» (1 P.1:18-20).

«Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra» (Ap.5:6).

«Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo» (Ap.13:8).

« Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?» (Heb.9:13-14).

«Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión» (Heb.9:22).

«A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados» (Hech. 5:31).

¿Qué ser humano digno y especial, aparte de Cristo, en este mundo podría efectuar tan tremendo acto de amor y salvación por voluntad divina, teniéndose en cuenta que «todos los hombres son pecadores y qué están privados de la gloria de Dios, no habiendo ninguno justo»? ¿Qué ser humano sería propicio, sin tomar en cuenta al Hijo de Dios, para saldar con justicia la cuenta de la pena del pecado y con esto satisfacer las demandas del Dios vivo en contra de los individuos pecadores qué le han ofendido de tan diversas maneras? (Ro.3:10-18, 23; 8:28).

La base para entender estas cuestiones se encuentra en Gn. 3:15. Veamos:

«Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar» (Gn.3:15).

Este texto alude sin dudas el anuncio del nacimiento virginal del Hijo de Dios: «la simiente suya», «la de mujer», «su descendencia». Sabemos que la simiente natural (la semilla, el esperma, el semen, el espermatozoide), para la concepción humana es provista por hombre. En el caso de Cristo, tan grandioso y excepcional, la semilla fue provista por la mujer que contribuyó al engendramiento milagroso del Mesías cuando el poder de Dios (el Espíritu Santo), vino sobre ella para «cubrirla con su sombra» (Lc.1:35; Ga. 4:4).


Fecundar. (Del lat. fecundāre). Tr. Biol. Unir la célula reproductora masculina a la femenina para dar origen a un nuevo ser.

Por decirlo así, el Espíritu Santo suplió o reemplazó la función de una célula masculina reproductora para "fecundar″ un óvulo de la mujer virgen que dio origen a la humanidad de Cristo (Dios puso algo de él en este óvulo y al perfección humana vino al mundo de los hombres inestables y egoístas). Es absurdo pensar que Dios tomó una semilla sexual de José (espermatozoide) para unirlo con un óvulo de María, porque de esta concepción o engendramiento se obtendría una persona que no difiere con respecto a las demás que portan la inherente naturaleza de pecado edénico. Por consecuencia, tendríamos un Cristo "defectuosamente humano″, como usted y yo querido lector, como el resto de las gentes que componen la desviada humanidad. Cristo careció de la naturaleza pecadora que todo hombre posee por el acto de su concepción sobrenatural. Nos preguntamos, por lo tanto: ¿Cómo un hombre con una naturaleza maligna podría redimir a una humanidad insanamente pecadora y depravada, si no es capaz de redimirse a sí mismo por causa de esa naturaleza maligna o fallida? Si en el engendramiento del Hijo del Hombre Dios se valió de dos células germinales o sexuales diferentes (una de José y otra de María), el sacrificio vicario del Señor vendría haber sido más que un rotundo fracaso que no salva a nadie. ¿Alguna modificación hecha por Dios en una de las células reproductora de José para el ideal engendramiento de Cristo en el vientre de la virgen? La Biblia ni tan siquiera sugiere con vaguedad tal y espantosa idea. Dios, sin otra célula más reproductora que la de María, efectuó con su poder sobrenatural e infinito el acto maravilloso del engendramiento de Cristo, el Salvador del mundo. ¿Pruebas? Aquí están:

María «no conoció varón», es decir, no tuvo relaciones sexuales antes de ser concebida por el poder de Dios:

« El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo» (Mt.1:18).

Isaías profetizó desde la antigüedad que la virgen concebiría a Emmanuel, que es Cristo (Mt.1:23):

«Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emmanuel» (Is. 7:14).

Sólo después del nacimiento de Cristo, María tuvo relaciones sexuales con José, su esposo:

« Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS» (Mt.1:25).

Dios le prometió al rey a David que su trono sería afirmado para siempre por uno de su descendencia (1R. 9:5; Is.9:7; 2 S.7:13). Cristo, el Hijo del Hombre (Lc.21:36), era del linaje de David (Mt.1:20; Lc. 2:4), como su putativo padre José, y cómo sabemos, no participó biológicamente para la concepción del Santo Mesías de Dios. María era del linaje de David por ser hija de Elí, pero en la genealogía de Cristo, con exactitud, en Lc. 3:23, se aprecia inscrito a José y no a ella. El árbol genealógico de los judíos exclusivamente se delineaba con el nombre del hijo varón. Cuando el linaje del abuelo se transmitía a un nieto por medio de una hija, se quitaba el nombre de esta hija y se disponía el del esposo, quedando en la genealogía como hijo del abuelo paterno (La Cyclopedia de Mc.Clintock and Strong).

En la epístola paulina a los de Roma, se confirma la descendencia carnal de Cristo a través de María, su madre biológica (Mt. 2:11):

«…acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne…» (Ro.1:3).

Y para terminar, los dejo con un bien acertado comentario que lo sustraje de una de mis biblias de estudio:

«De acuerdo con las genealogías evangélicas de Jesús, Mateo traza el linaje del Señor desde Abraham, pasando por José (Mt. 1:1-16), aunque tiene el cuidado de señalar que éste no era el padre real de Jesús (Mt.1:18). Su propósito, teniendo en cuenta que estaba escribiendo para una audiencia judía, era probar que Jesús era el Mesías prometido. Afirmando explícitamente que Jesús era, «según se creía», el hijo de José. Lucas hace ascender la línea familiar hasta Adán, identificando así a Jesús universalmente con la raza humana en términos universales. Algunos comentaristas señalan las diferencias entre las dos genealogías y asumen que el Mesías traza una línea de parentesco legal con la realeza, mientras Lucas se apoya en el linaje de María, el único progenitor humano de Jesús. En este caso, José debe ser reconocido como el hijo legítimo de su padre Elí».

Dios les bendiga siempre.







LA DESVIADA IGLESIA CATÓLICA: PAIDOFILIA ROMANISTA


Hace más de una década que se ha vuelto muy notoria la crisis de ética y credibilidad por la que atraviesan amplios sectores de la Iglesia Católica. Sin embargo, uno de los problemas que alimenta esa crisis data en realidad de siglos: la violación de los votos de castidad, el abuso sexual y la pedofilia, tres estigmas muy alejados de los sufridos por Jesucristo pero que están firmemente grabados en muchísimos de sus representantes en la Tierra, y que cuentan con una lamentable complicidad: el encubrimiento del Vaticano.

Una nota de la revista mexicana “Proceso”, publicada hace un año, indicaba precisamente que esas cuestiones “vienen de tiempo atrás y hace mucho que son parte de la realidad eclesiástica”, aseveración que aparece en el libro “Votos de castidad”, escrito por cinco especialistas –Alessandra Ciattini, Elio Masferrer, Jorge Ederly, Marcos Hernández Duarte y Jorge René González Marmolejo- y editado el año pasado por la editorial Grijalbo. La conclusión del mismo es que “en la época colonial y hasta nuestros días, el celibato sacerdotal obligatorio en la Iglesia Católica de América Latina es, en general, un mito, y en la práctica siempre ha sido opcional, por lo que es evidente el abismo entre lo que dicta el Derecho Canónico sobre el voto de castidad y la vida sexual del clero”.

En sus 214 páginas, el libro cita varios casos de violación al celibato en variadas formas –abusos sexuales, concubinatos, etc.-, detallando por ejemplo el caso “sorprendente y harto aleccionador” del jesuita Gaspar de Villarías. El proceso de este sacerdote en México, a principios del siglo XVII, causó un escándalo que llegó hasta la misma Roma, ya que el voraz jesuita había abusado de 97 mujeres, incluso dentro de su parroquia y muchas veces en el propio confesionario. En varias de esas ocasiones contó con la aceptación, influenciada o no por la autoridad que le daba su condición, de las mujeres que llegaban hasta él, y según “Votos de Castidad”, en la larga lista de este cura se incluían “monjas, muchachas y señoras maduras, tanto casadas como solteras, y de todos los biotipos: blancas, mestizas, indias y negras, y de todas las condiciones sociales: ricas, pobres, sirvientas, libertas y esclavas”. Como puede verse, el travieso de Gaspar no respetaba pelo ni marca. Finalmente, el religioso fue arrestado por un lapso muy breve, y en pocos días salió libre con una pequeña amonestación, listo para continuar con sus tropelías, simplemente cambiándoselo de unidad de la Compañía. Ese fue todo el castigo que recibió “el protagonista del mayor escándalo sexual de los archivos históricos de la Iglesia Católica en México”.

Respecto de la época actual, el libro menciona el concubinato entre el ex nuncio apostólico en México, monseñor Jerónimo Prigione, y la religiosa Alma Zamora, de la congregación Hijas de la Pureza de la Virgen María, quien trabajaba para él en la sede de la Nunciatura, así como la protección que Norberto Rivera Carrera, arzobispo primado de México, y el cardenal Roger Mahony, de Los Ángeles (California), brindan al sacerdote pederasta Nicolás Aguilar, quien sólo en México fue acusado penalmente por abuso sexual contra 60 menores, huyendo a Estados Unidos donde ahora, bajo la protección de Mahony, seguiría haciendo de las suyas en otra parroquia.

Esto último, sumado al caso de Gaspar de Villarías hace cuatro siglos, trae a colación el tema de la protección que las jerarquías más elevadas de la Iglesia, incluido el Papa, han brindado y siguen brindando a los miembros de la misma que incurren en todo tipo de delito sexual, amparados por su investidura. Esta constante en la actitud de la Iglesia cuando se descubre la existencia de pederastía o abuso sexual por parte de sus representantes también es apuntada en el libro citado: “La jerarquía sacerdotal respondió habitualmente a estas acusaciones con la negación, el ocultamiento y la descalificación de los denunciantes. Una medida frecuente ante las denuncias penales imposibles de controlar ha sido la reubicación sigilosa de los responsables para evitar la acción de la justicia”.

Por su parte, el periodista y escritor español Pepe Rodríguez, autor de “Pederastía en la Iglesia Católica”, expone un argumento no menos contundente acerca de esta cuestión: “El problema fundamental no reside tanto en que haya sacerdotes que abusen sexualmente de menores, sino en que el Código de Derecho Canónico vigente, así como todas las instrucciones del Papa y de la curia del Vaticano, obligan a encubrir esos delitos y a proteger al clero delincuente. En consecuencia, los cardenales, obispos y el propio gobierno vaticano practican con plena conciencia el más vergonzoso de los delitos: el encubrimiento”.

www.elevangeliodelreino.org

ATENCIÓN:

Si queréis, hijos míos, conocer más sobre el “Santo Papado”, os invito a que acudáis al siguiente enlace para que os enteréis de cosas increíbles. Eso sí, poned un colchón en el suelo…no vaya a ser que os desmayéis y os golpeéis… “la mitra”.

http://ugoolcese.wordpress.com/%c2%bfpapas-santos/

LA SECTA DE LOS TESTIGOS DE JEHOVÁ

La Atalaya, 15 de Diciembre, 2003, Páginas 14 - 19 (En Inglés)

Noé predicó 120 años hasta el tiempo de la inundación, lo cual fue el tiempo del fin para Noé y su generación. La Atalaya del 15 de diciembre, 2003 iguala el día de Noé con nuestro día presente. La Sociedad añade unos 120 años a la fecha 1914 para sacar de entre manos la fecha sugerida de 2034.

Palabras como “Similar, similarmente, semejante, Similitud, las Similitudes, Paralelo, Corresponde, Comparación de Características, y más, están todos a través del artículo para respaldar sus reclamos sutiles y sugeridos.

Página 15, Párrafo 6

“En el día de Noé, Jehová declaró: ‘Mi espíritu no actuará hacia el hombre indefinidamente en lo referente a que él es también carne. Consecuentemente sus días equivaldrán a ciento veinte años.’ (Génesis 6:3) La emisión de este decreto divino en 2490 AC. marcó el inicio del fin para ese mundo impío. ¡Simplemente piense lo qué eso significó para aquellos que vivieron entonces! Sólo 120 años más y Jehová traería ‘el diluvio de aguas en la tierra para poner arruina toda carne en la cual la fuerza de la vida está en actividad debajo de los cielos.’ - Génesis 6:17 “

Página 15, Párrafo 7

“Noé recibió la advertencia de catástrofe décadas por adelantado y él sabiamente usó el tiempo para prepararse para la supervivencia.’ Después de habérsele dado advertencia divina de cosas todavía no contempladas, ‘ dice el apóstol Pablo, ‘ Noé mostró temor santo y construyó un arca para la salvación de su grupo familiar.’ (Hebreos 11:7) ¿Qué acerca de nosotros? Algunos 90 años han pasado desde que los últimos días de este sistema de cosas comenzaron en 1914. Estamos ciertamente dentro del ‘tiempo del fin.’ (Daniel 12:4) Cómo deberíamos responder a las advertencias que hemos recibido? ‘Aquel que hace la voluntad de Dios permanecerá para siempre, ‘ indica la Biblia. ” (1 Juan 2:17) Ahora es, por consiguiente, el tiempo para hacer la voluntad de Jehová con un sentido agudo de urgencia.

Página 15, Párrafo 9

“Jehová ha mantenido estas advertencias en frente de sus pueblo por medio de recordatorios oportunos a través de la comida espiritual provista por ‘ el esclavo fiel y discreto….

LA SECTA DE LOS TESTIGOS DE JEHOVÁ


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