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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

lunes, 24 de mayo de 2010

EL FALSO DIOS CATOLICO




Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)

El “dios” que el catolicismo romano enseña, no es exactamente el que las Escrituras presenta. El “dios” de la iglesia católica romana es uno tan lejano como el de los deístas. Su “dios” es extremadamente austero, iracundo y soberbio, al que se le tiene que “bajar los humos” por mediación de su “Hijo Jesucristo” y de “María la Virgen”, por intercesión de los “santos que han muerto y que están en el cielo” (¡!), a través de “buenas obras” y extravagantes “sacramentos”. El “dios” católico de cierto modo se parece a los dioses venerados por las naciones paganas; verbi gratia, la nación griega ancestral y la babilónica antigua. Los dioses de la nación egipcia eran manipulados por medio de oraciones como el “dios” católico. Estos dioses eran semejantes a los seres humanos imperfectos: inestablemente emocionales. Sabían odiar y envidiar, eran homicidas e intrigosos, abominables y sensuales, arrogantes e indolentes, originaban guerras y pleitos, y hasta podían engendrar hijos.

La Biblia nos muestra que Dios no es un “dios” lejano e inconexo, indiferente a la mísera condición humana. La Biblia establece que Dios es «Amor». Él es un Dios «Piadoso» y «Clemente». Vea mi estimado y amable lector los siguientes textos, de tantísimos que existen en las Escrituras, que derrumban el concepto del carácter apático, indolente, impasible y frío del “dios” católico: Sal. 63:3; 66:20; 73:28; Jn. 3:16; 14:9; 102:13; 103:11, 13; 1 Jn. 4:7-10, 16, 19. El profeta proclama con indispensables condiciones («buscad» y «llamadle») la «cercanía» de Dios para con los hombres.

«Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano» (Is. 55:6).

Para el catolicismo es conveniente “suplicarle” a “María y a los “santos” con el propósito de recibir de Dios el favor que se le ha requerido para aquellos que lo necesiten. Esto surge de la errada creencia que sustenta que las personas del mundo son lo bastante indignas para tener comunión con el “señor que es todo santo”, de acuerdo al precepto de “santidad” de la apóstata iglesia romanista. De esto se deduce que “Jesús”, “María”, y los “finados santos que moran en el cielo”, son más misericordiosos y amorosos que el mismo Dios de Gloria. La regla católica aclara que los “santos” , en primer lugar, interceden a “María” y ésta después intercede a su “Hijo Jesucristo”. Jesús, por ser Hijo de María, “no le rechaza a su madre los ruegos y peticiones que le ha ofrecido con fervor” ; y por último, el “Hijo intercede al orgulloso rogón de su Padre”.

La Biblia dice que «amó tanto Dios al mundo que dio a su Hijo Unigénito para salvarlo de la condena y darle vida eterna» (Jn. 3:16). En esto podemos visualizar que Dios no es indiferente con sus criaturas humanas y terrenales. Ro. 8:32 dice que «Dios no escatimó a su Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros», y en su pregunta nos responde que «nos dará con Cristo todas las cosas», sencillamente por su Bondad (Sal. 27:13), por su Amor Eterno e Infinito (2 Co. 13:11). ¿Cómo Dios puede estar tan apartado de sus hijos si su Amor es mucho más grande que el mejor amor paterno o materno de este mundo?

Cuando Cristo murió en la cruz del Calvario, el «velo del templo se rasgó de arriba abajo» (Mt. 27:51). Esto nos logra mostrar que la comunión entre Dios y los hombres se había restaurado maravillosamente. Esta «comunión» significa qué cómo hijos hemos venido a tener un íntimo acercamiento con Dios Nuestro Padre, «acercamiento» que ha sido tan sólo posible por medio de su Hijo Jesucristo, el «Verdadero Mediador Humano entre Dios y los hombres» (Vease Tim. 2:5, y también Heb. 4:14-16).

La Biblia jamás sostiene que “María y los santos que han muerto interveinen por los hombres para recibir la gracia de Dios”. Si lo santos fallecidos interceden por obtener el favor de Dios que los hombres necesitados precisan, entonces estaríamos hablando de «nigromancia», práctica aborrecida siempre por Dios:

«Y el hombre o la mujer que evocare espíritus de muertos o se entregare a la adivinación, ha de morir; serán apedreados; su sangre será sobre ellos» (Lev. 20:27).

Mucha antención: textos importantes para reflexión:

«Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis. Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén» (Mt. 6:6-13).

Dios les bendiga siempre.