Datos personales

Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.
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miércoles, 12 de enero de 2011

CONOZCA POR FIN LO QUE ES EL REINO DE DIOS!

Ingº Mario A Olcese (Apologista)

Un estudio concienzudo acerca de la predicación de Jesucristo y sus apóstoles referente a un nuevo orden mundial que Dios inaugurará en la nueva tierra.
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La Predicación de Jesucristo y sus Apóstoles

En el libro del evangelista Marcos (1:1,14,15), y en el de Mateo (4:17) leemos que Jesús comenzó su ministerio en Galilea, predicando “El Evangelio del Reino”, y diciendo: “el tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado: arrepentios y creed en el evangelio.” Este evangelio del reino era el CENTRO de su mensaje y la razón de su venida. En Lucas 4:43 Jesús revela que le era necesario anunciar a otras ciudades el evangelio del reino de Dios, porque para esto fue enviado. Los cuatro evangelistas incluyen en sus escritos o evangelios, más de 60 ocasiones diferentes en las que Jesús se refirió al reino de Dios. Incluso en los Hechos de los Apóstoles, la frase “el Reino de Dios” aparece 6 veces. El apóstol Pablo se refiere 9 veces al reino de Dios. Por tanto, el reino de Dios merece una especial consideración y estudio bíblico profundo, pues es profusamente mentado en toda la Biblia, y en particular, en el Nuevo Testamento.

“El Reino de los Cielos”

El evangelista y apóstol Mateo, opta por hablar de: “El Reino de los Cielos”, cuando los otros tres evangelistas hablan de: “El Reino de Dios”. Solamente en 4 ocasiones Mateo usa la frase “El Reino de Dios” (6:33; 12:21,28,31,43), en tanto que la frase “el Reino de los Cielos” aparece 32 veces en su evangelio. Generalmente se explica la preferencia de Mateo por esta última frase para denotar el carácter CELESTIAL del reino, vale decir, que proviene de ARRIBA, como un DON DE DIOS y no como una creación meramente humana y perecible.

La lengua nativa de los judíos, en los tiempos de Cristo, era el arameo, un dialecto semítico muy cercano al Hebreo. Jesús habló este dialecto en toda su predicación y enseñanza doctrinal. Sus dichos, tal como están registrados en los evangelios, fueron vertidos del vernáculo al griego, que era el idioma literario de la época. El respeto que tenían los judíos hacia el nombre de Dios hacía que evitaran pronunciarlo. Temían incurrir en alguna frase que pudiera considerarse uso vano del nombre de Dios, y en consecuencia recurrían a substitutos: “Los cielos” era uno de los más empleados. Y es casi seguro que el mismo Señor lo haya usado también para evitar herir las susceptibilidades de sus paisanos. De este modo el evangelista se adapta a la peculiaridad de su público, y así hacer accesible el mensaje entre su propio pueblo.

El Significado de “Basileia”

En su expresión concreta, “basileia” quiere decir “domino”, “territorio”, “reino”, o “el pueblo sobre el cual gobierna el rey.” En su expresión abstracta denota “soberanía” y “poder real”. En términos concretos “baseileia” denota un nuevo orden, material y social, que será establecido mediante Cristo. Abstractamente podría denotar el reino de Cristo “en el corazón de los creyentes” mediante la vida, muerte y resurrección de su rey Jesucristo.

El Reino de Dios en el Antiguo Testamento

La expresión “el Reino de Dios” no aparece en el Antiguo Testamento aunque sí “El Reino de Jehová”, que es lo mismo, pues Jehová es Dios (ver 1 Crónicas 28:5). Y el salmista David habla de Jehová como un rey que tiene un trono y un reino (103:19). También en el Antiguo Testamento el significado del reino de Jehová se puede entender de dos maneras: Que Dios ya es un rey, y que reina sobre toda la tierra habitada y sus naciones que de alguna manera hacen su voluntad. Segundo: como un gobierno de Dios futuro en donde el mal será totalmente erradicado junto con los enemigos de Dios. Los profetas vislumbraron esa era maravillosa cuando Dios ejecute juicio en la tierra y por fin establezca la paz y la justicia eternas. El mundo, finalmente, será hermoso como en el paraíso edénico, antes de la caída de los primeros padres humanos. Para ese entonces, Israel vivirá en paz con sus vecinos, y las guerras y miserias en la tierra quedarán en el olvido. Jerusalén será el centro del reinado del Mesías, el representante legal de Dios, que educará a las naciones en el conocimiento de Jehová (Isaías 9:6,7; 11:1-12; 24.23; 65:17-25; Miqueas 4:1-5).

Los Judíos de la época de Jesús esperaban la venida del reino de Jehová (Dios). Muchos de los escritores apocalípticos esperaban que Dios estableciera su reino de manera espectacular con demostraciones de poder, trayendo la salvación a su pueblo y el castigo de sus enemigos. Los llamados CELOTES pensaban que el reino vendría más rápidamente si ellos lo precipitaban por acciones políticas violentas. Los FARISEOS, en cambio, creían que el reino vendría cuando el pueblo elegido de Dios obedeciera la ley de Dios fielmente. Todas estas expectativas prepararon la escena para la aparición de Juan el Bautista en el desierto proclamando que el Señor había llegado, y que “el reino de los cielos se había acercado” (Mateo 3:1-6).

La Historia de la Interpretación

La Iglesia Cristiana, a lo largo de su historia, ha interpretado el Reino de Dios de dos maneras: Una es la que tiene un carácter escatológico o futurista, y el otro que recalca su naturaleza presente o consumada. Por cierto que en la Iglesia primitiva el concepto futurista fue el que predominó. Los llamados “Padres Apostólicos” contemplaron el reino como un asunto FUTURO de dicha que se consumaría con la segunda venida de Cristo al mundo. Además, algunos de esos “padres” sostuvieron, incluso, que sería un dominio terrestre, aunque otros no se atrevieron a mencionar lugares concretos. El único que no aceptó la interpretación escatológica fue Orígenes. Él creyó que el reino tenía un significado espiritual o simbólico y no literal.

Agustín de Hipona escribió en su obra ‘De Civitate Dei’ (La Ciudad de Dios) que la Civitate terrena (La Ciudad del Mundo), la cual se compone de todas las fuerzas y personas malas, encuentra su expresión histórica en la iglesia. En realidad, al identificar Agustín el reino con la iglesia militante, lo que estaba diciendo es que el reino milenario de Dios había sido inaugurado con la primera venida de Cristo, hace dos milenios.

Los reformadores hicieron suyo el énfasis espiritual del reino de Agustín llevándolo al “corazón” del creyente. No obstante, los reformadores esperaban igualmente la manifestación visible de dicho reino con la segunda venida de Cristo al mundo.

En el llamado periodo moderno de la historia de la Iglesia, se han producido una serie variada de ideas que desarrollan las diversas líneas anteriormente mencionadas. Johannes Weiss y Albert Schweitzer hicieron frente a un fuerte liberalismo que intentó eliminar el elemento escatológico del reino predicado por Jesús, y el cual era su mero núcleo vital. Según Weiss y Schweitzer, el reino, para Jesús, era una realidad totalmente FUTURA, apocalíptica, que aparecería al final de la historia humana, mediante la acción poderosa y sobrenatural de Dios. Afirmaron que la idea de una presencia actual del reino era un invento de los autores de los evangelios y que no debía considerarse como auténtica enseñanza de Jesús. Su interpretación del reino es conocida como “escatología consistente” o “coherente”.

Para Harnack, el reino de Dios era el gobierno divino en “el corazón de los santos”. Para él, el reino es el poder que obra en el interior de la vida humana. Dobschütz, Muirhead, Wellhausen, y Sharman han insistido, del mismo modo, en sostener que la dimensión escatológica NO era esencial en la enseñanza de Jesús, o que francamente se trata de un agregado que sus primeros discípulos o la iglesia primitiva creyeron necesario hacer al mensaje. F.C.Grant también rechazó el factor futurista del reino, afirmando que éste debía entenderse solamente en términos de una “redención social”. A.B. Bruce y James Orr no toman en cuenta el factor futurista del reino, considerándolo más bien sólo simbólico, o “en el corazón de los hombres”, el cual produciría una transformación social radical a medida que aumentara el número de creyentes. Cuando todas las áreas de la vida y el pensamiento hayan sido penetradas y regeneradas mediante el poder del reino, entonces “éste habrá llegado”.

Rudolf Otto, en su libro ‘El Reino de Dios y el Hijo del Hombre’, ve el reino como una esperanza futura, pero que de alguna manera ya se ha presentado en la persona y ministerio de Jesús. W.G. Kümmel, igualmente opina que el reino de Dios es presente y también futuro. Emil Brunner sostiene que el fin último de la historia ya comenzó con la iglesia, pero que todavía tenemos que esperar su cumplimiento final en el futuro. R. N. Flew habla del reino como presente y futuro, así: “El reino ha venido en la persona de Jesús, sus bendiciones pueden gozarse ahora mediante a fe. Pero no ha venido del todo. La consumación final aún se tarda.” (Jesús y Su Iglesia, pág.32).

Ahora bien, la interpretación contemporánea más discutida es aquella del eminente teólogo inglés C.H.Dodd, y que se conoce como “escatología realizada”. Él la desarrolló en su libro “Las Parábolas del Reino”. El estudio hecho por Dodd de las parábolas de Jesús, y otros dichos colaterales, lo llevó a creer que, para nuestro Señor, el reino ya había venido. El futuro formaba parte, ahora, de la experiencia actual de los hombres. El absoluto ha penetrado la arena histórica. El supuesto Cristo Eterno ha entrado en el tiempo. Él mismo sería el cumplimiento de la esperanza escatológica. Su venida es la venida del reino de Dios. Su reino vino con él y, por tanto, no hay que esperarlo para mañana. El futuro se está realizando en la vida de Cristo y en la vida de su iglesia. Pero para ser justos, Dodd no presta mucha atención a los dichos de Jesús en cuanto a la venida aún futura del reino, y sólo se limita a darles a éstos un sentido meramente simbólico.

El Reino: Presente y Futuro

El aspecto del reino presente se encuentra en los textos de Marcos 4:3 ss. En donde el reino presente se compara con una semilla que se siembra en los corazones de los hombres en esta vida. En Marcos 12:34 Jesús le dice a un escriba: “no estás lejos del reino de Dios”. En Mateo 12:28 Jesús dice que: “El reino ciertamente ha llegado a vosotros” por el hecho de expulsar a los demonios de un ciego y sordo. En Mateo 13:44-46 Jesús habla del reino como un tesoro escondido en la tierra, que los hombres pueden descubrir ahora. En Lucas 17:20-21 Jesús declara que “el reino está entre vosotros”. Es decir, su presencia en la tierra es la presencia del reino de Dios.

Si bien es verdad que algunas declaraciones de Jesús muestran un reino presente en su ministerio, también es cierto que hay una dimensión futurista del mismo en otras de sus declaraciones. En primer término, 6 de las Bienaventuranzas sólo podrán cumplirse en el FUTURO (Mateo 5:4-9). En Mateo 25:31,34 Jesús habla de un reino que sólo se podrá heredar cuando él vuelva por segunda vez. En Mateo 26:29, durante la última cena, Jesús les dice a sus discípulos que anticipa el día cuando beberá con sus discípulos del fruto de la vid, en el reino de su Padre.

Aunque el apóstol Pablo no suele usar muy a menudo la palabra reino, las veces que lo hace lo hace dando a entender su carácter presente como futuro. En Romanos 4:17 el apóstol Pablo parece indicar que el reino puede ser vivido ahora entre los creyentes. En Colosenses 1:13 él igualmente parece indicar que de alguna manera el creyente está “ahora” trasladado al reino de Cristo. Pero Pablo no pasa por alto el aspecto futuro del reino, porque en 1 Corintios 6:9, 15:50; Gálatas 5:21; y 2 Timoteo 4:1,18; lo que tiene en mente es un reino en la tierra eminentemente FUTURISTA, que exige nuestra previa conversión y transformación física por la resurrección venidera. Estos textos tienen estrecha relación con la PARUSÍA o segunda venida de Cristo. En Hechos 14:22, Pablo recalca el hecho de que para entrar reino se requiere pasar por muchas tribulaciones.

El Reino y La Iglesia de Jesucristo

Agustín de Hipona creía que el reino de Dios era la iglesia militante. La tardanza de un reino literal hizo que ese ideal se viera reflejado en una sociedad, que llegó a conocerse con el nombre de “iglesia”. E. F. Scott , en su obra “El Reino de Dios en el nuevo Testamento”, página 170 dice: “Jesús había proclamado el reino, pero en su lugar se levantó la iglesia”. Lo que Jesús realmente hacía era buscar un nuevo pueblo a quien se le daría el reino.

El Reino de Dios y la iglesia son inseparables, pues a ésta Dios le ha prometido darle su reino (Lucas 12:32). La iglesia es la que recibirá el reino de Dios. Es el pueblo escogido que restaurará el reino davídico en la tierra. El reino está conformado por hombres santos (Judíos y Gentiles) convertidos por el evangelio de Cristo. A estos santos, de todas las épocas, podemos llamarlos como: “La Iglesia de Dios”, “El Cuerpo de Cristo”, “La Novia”, “Los Elegidos”, etc. La iglesia es la heredera del reino (Mateo 25:31,34). Jesús afirmó que el reino es algo que se puede VER y ENTRAR (Juan 3:3,5), y Pablo también dijo que “carne y sangre” (los mortales) no lo pueden heredar (1 Corintios 15:50). En cambio, uno puede ser parte de la iglesia siendo mortal. Esta es la gran diferencia sustancial entre el reino y la iglesia. Por otro lado, uno puede ser parte de la iglesia inmediatamente después del bautismo (Hechos 2:38,41); en cambio, para heredar el reino uno tiene que haber sufrido por Cristo y también haber crecido en la fe y el conocimiento del Señor. Y lo más importante aún es haber recibido la transformación física cuando Cristo regrese nuevamente a este mundo (ver 2 Pedro 1:8-11; Hechos 14:22; 1 Corintios 15:45-50). Aunque en la iglesia se admiten “niños espirituales” ( 1 Corintios 3:1-2) que deben crecer a la estatura de Cristo, en el reino sólo ingresan los “maduros espirituales”, aquellos que han llegado a la “perfección espiritual” (Efesios 4:12,13,15) (2 Pedro 1:3-11). Por otro lado, parece evidente que nuestro Señor consideraba que alguna forma de asociación y organización de carácter comunitario era esencial para a mejor promoción del reino. A lo largo de la historia de la Iglesia Cristiana, los teólogos de la iglesia han insistido en la íntima relación entre la iglesia y el reino. Pero hay, evidentemente, diferencias entre ellos con respecto a la naturaleza y a los alcances de esta relación. Pero en la medida que la iglesia está verdaderamente sometida al gobierno divino, puede decirse que es el reino de Dios. Pero el orden divino nunca logra realizarse del todo en este orden humano finito; por eso la Iglesia Cristiana espera la consumación final, cuando Dios perfeccione esa fraternidad humana centrada en Cristo. Entonces se podrá decir con plena seguridad que el reino de Dios habrá venido plenamente.

El Reino Futuro y Su Naturaleza Real

La Biblia nos habla del reino venidero, pero: ¿Cómo es su naturaleza? No se nos dice si habrá de presentarse como un reino terrenal, que será seguido por un reino celestial, o si hemos de esperar una acción decisiva y final, mediante el cual “cielo y tierra” serán cambiados según los propósitos de Dios. No obstante, sería necio negar que la Biblia sí presenta una naturaleza política y terrena del reino de Dios. El Antiguo Testamento está repleto de profecías que hablan de un reino que se establecerá en esta misma tierra. En la literatura judía, el reino se presenta de 3 formas posibles: 1). El reino producirá una transformación de los cielos y la tierra. 2). El reino será eterno en la tierra. 3). El reino es un orden temporal y terreno, que será seguido por un reino celestial y eterno.

En el Nuevo Testamento existen pasajes clarísimos que hablan de un reino terrenal. Jesús, por ejemplo, dijo: “Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán a tierra” (Mateo 5:5, con referencia al Salmo 37:11). En otra ocasión les enseñó a sus discípulos a que oraran por la venida del reino a la tierra (Mateo 6:10). Ahora bien, de la Biblia entera se desprende que el reino tiene estos aspectos básicos y muy claros:

1.- Dado que el reino futuro tiene relación con la segunda venida de Cristo, su implantación estará acompañado por eventos visibles, sobrenaturales, y catastróficos (1 Tesalonicenses 4:15-17; Marcos 13:24-27).

2.- El actual orden de cosas será juzgado (2 Tesalonicenses 1:5-12; 2 pedro 3:4-10; Apocalipsis 19:11-16).

3.- Todos los que se oponen serán sometidos a Dios (Filipenses 2:9-10; 1 Corintios 15:20-23).

4.- Se cristalizarán todas las promesas hechas a los fieles de todos las épocas (Apocalipsis 21:3,4), las cuales incluyen:

a- El reino se establecerá en Jerusalén.

b- El Mesías tendrá su trono con sus apóstoles en Jerusalén

c- El reino será mundial y todos pueblos se someterán a Cristo y a su autoridad: Un solo gobierno.

d- Habrá paz, justicia, y desarme mundiales.

e- Los rebeldes e impíos serán destruidos.

f- Los elegidos recibirán el reino en la segunda venida de Cristo, cuando obtengan su inmortalidad.

g- El reino durará mil años.

h- No existirán pobres ni desamparados.

i- El diablo será atado junto con sus demonios para que no engañen a los pueblos.

j- Habrá sólo una religión y un solo gobernante mundial con la autoridad de Dios.

k- La vida será más larga y saludable.

l- No habrá explotadores ni explotados.

m- No habrá revueltas, ni protestas, ni descontentos populares.

n- Los que no quieran servir al Rey Cristo no les irá nada bien, y por tanto, optarán por él de buena gana. Preferirán las bendiciones que las maldiciones de Dios Padre.

Por tanto, sostener que el reino es sólo presente o futuro, es ignorar las mismísimas palabras de Jesucristo. Los eruditos, en su mayoría hoy, creen en un cumplimiento futuro del reino. No obstante, los amilenialistas (los que no creen en un reino personal y futuro de Cristo en la tierra por mil años), sean católicos o protestantes, sólo ven un reino presente en la iglesia militante.

Jean Hearing, en su estudio escatológico sobre “El Reino de Dios y su Venida”, escribe: “Jesús enseñaba que un germen invisible del reino de Dios existía desde el comienzo de su predicación; pero tal es su noción del reino, que ella exige una realización completa visible en el futuro mediante una transformación del orden cósmico.

El teólogo católico Karl Adam reconoce que: “Restringir lo fundamental de su mensaje a esta predicación moral, sería desconocer el contenido religioso, más precisamente, el carácter sobrenatural y escatológico del nuevo reino” (…) su venida está todavía en el futuro, y es preciso decir: Que tu reino venga.”

El Reino de Dios e Israel

El reino de Dios es un mensaje que todavía debe ser anunciado al mundo habitado. Jesús dijo que antes que el fin venga, el reino de Dios se habrá anunciado como testimonio a todas las naciones (Mateo 24:14). Este es un mensaje vivo y actual que el mundo debe oír. Cuando Cristo murió y resucitó al tercer día, todavía permaneció 40 días más entre sus discípulos, predicándoles más sobre la restauración del reino Israel (Hechos 1:3,6). Tómese nota de la pregunta de los apóstoles en el verso 6. Es obvio que esta pregunta apostólica se hizo como corolario a toda la enseñanza de Jesús. Aquí se deja notar que aún hay un reino judío por establecerse en la tierra. Es un reino eminentemente futuro, para la segunda venida de Cristo. Ahora bien, algunos teólogos amileanilistas sostienen que los discípulos no sabían lo que preguntaban, de que estaban errados y confundidos, y que no habían captado el mensaje de su Maestro correctamente. Pero me pregunto: ¿Fueron todos los discípulos de Jesús torpes para no entender el claro mensaje que Cristo les estaba inculcando? O, ¿Fue Jesús un mal maestro que no se sabía explicar? Pero lo cierto y curioso es que todos los discípulos le preguntaron lo mismo: “¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?”. Por otro lado, Jesús no los corrige o reprende por semejante pregunta “inoportuna”. Él sólo les dice: “No os toca a vosotros saber os tiempos olas sazones que el Padre puso en su sola potestad.” En buena cuenta, la pregunta era válida y oportuna, pero la respuesta a dicha pregunta sólo el Padre la podía contestar. Está claro que aquí hay un reino que tiene que ver con Israel. Pero los amilenialistas dicen que éste es espiritual, es decir: el cuerpo místico de Cristo, su iglesia. Pero me pregunto nuevamente: ¿Tiene sentido que se le restaure a la iglesia, el reino? ¿Acaso alguna vez la Iglesia de Cristo perdió su reino? La iglesia pura y sin mácula NUNCA ha reinado en este mundo— ¡sólo la Iglesia falsa y apóstata!.

Aunque en cierto modo el reino vino con Cristo y sus exorcismos y curaciones milagrosas, lo cierto es que el reino se establecerá plenamente sólo cuando Cristo ate a Satanás y a sus demonios y los lance al abismo (Apocalipsis 20:1-4). Es por eso que es difícil pensar que el reino ya se estableció plenamente hace dos mil años, pues ello implicaría que Satanás ya estuvo encadenado en el abismo sin poder engañar a nadie (Apocalipsis 20:3). Pero: ¿Podría alguno pensar que este mundo es un mundo ideal reinado sólo y únicamente por el buen Cristo y su iglesia? Pero la verdad es que la drogadicción, las pestes, los hogares destruidos, los crímenes, las miserias, y mil males más, son señales de que aún Satanás reina libremente y tiene su maléfico accionar entre los hombres. O ¿Es que Jesús es un mal gobernante? ¡De ningún modo! Cuando Cristo reine, ¡el mundo gozará de justicia, paz, y amor verdaderos! (Isaías 9:6,7). Finalmente, si el reino se estableció en el 33 D.C como dicen los amilenialistas, ¿por qué Juan dice en el año 90 D.C, que “todo el mundo yace bajo el poder el maligno” (no “bajo el poder de Cristo”)? (1 Juan 5:19) ¿no debió estar atado el Diablo y sus demonios para ese entonces? Recuérdese que el reino se establece después de la atadura del Diablo (Apocalipsis 20:1-3). Es evidente que el Diablo no fue atado en el año 33 D.C ni en el 90 D.C, ni tampoco en este siglo XXI. Hay un reino que se establecerá aún en el futuro, y que conlleva la neutralización total del Diablo y sus demonios por un milenio, y el florecimiento de la paz y la justicia por todo el mundo habitado. Estos son algunos puntos que no se pueden pasar por alto obviamente. Desgraciadamente los llamados “Testigos de Jehová” si han pasado por alto estos aspectos señalados anteriormente.

Algunos Testimonios Interesantes

El carácter futurista el reino fue expresado por Padres y Apologistas de la fe. Ireneo (185 D.C, Obispo de Lyon), escribió: “…en su segunda venida les dará a los suyos un lugar en su reino.” (Contra las herejías). Clemente Romano (96 D.C, Segundo obispo de Roma) escribió en su segunda epístola, lo siguiente: “Si entonces hacemos lo que es justo a la vista de Dios, entraremos al reino, y recibiremos las promesas…esperemos cada día y cada hora el reino de Dios en amor y rectitud”. Ignacio (Obispo de Antioquia, siglo II) creyó que el viejo reino del mal sería destruido en la segunda venida de Cristo (Ign. Eph. 16:1). Hermas, un profeta de Roma (siglo II), tenía una clara visión futurista del reino y enfatizó en la conducta moral para entrar en él. (Herm. Sim. 9:16.2-4). Papías de Hierápolis (Siglo II) creyó que la esperanza para un reino milenario en la tierra era real. También Cerinto dice que después de la resurrección la casa real de Cristo estará en la tierra (Gayo de Roma, de la Historia de la Iglesia de Eusebio 3.28.2).

Por otro lado, es interesantísimo el testimonio del Apologista Justino Mártir (Siglo II). Él hace uso de la palabra reino frecuentemente en su Diálogo con el Judío Trypo, y en donde se registran los debates más frecuentes entre cristianos y judíos. Justino le asegura al judío Trypo que Cristo volverá al mundo para recompensar a sus seguidores, dándoles entrada en su reino milenario que se establecerá en Jerusalén (Diálogo 80). Además Justino le dijo a Trypo, que aquellos que enseñan sobre la supuesta partida al cielo de las supuestas “almas inmortales”, NO SON CRISTIANOS. Finalmente el movimiento Montanista tenía como una de sus características, la expectación de la inminente aparición del reino

Resumen

El Reino de Dios fue y es aún interpretado como un asunto presente y futuro. Desde el siglo II el reino tiene un carácter escatológico. Los autores cristianos del segundo Siglo son uniformemente FUTURISTAS. Y para algunos de ellos, dicho reino sería, además, TERRESTRE Y MILENIAL. Tal es el caso de Cerinto, Papías, Justino Mártir, Ireneo, y otros.

Es con Orígenes (185-254) que viene el cambio del uso común de la palabra reino por otro “espiritual” y “en el corazón de los hombres”. En cierto modo Orígenes fue influenciado por el pensamiento Gnóstico de la época que sostenía un reino en el alma. Se puede decir que él sentó las bases del pensamiento Agustiniano y de otros filósofos cristianos protestantes de los siglos venideros. Orígenes se alejó del pensamiento cristiano post apostólico del siglo II.

Ver también: www.elevangeliodelreino.org

viernes, 17 de diciembre de 2010

ES NECESARIO NACER DE NUEVO PARA VER Y ENTRAR AL REINO DE DIOS


Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)

“Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:1-7).

En este pasaje de la Escritura leemos que Jesús recibe de noche a un principal entre los Judíos, llamado Nicodemo. Este distinguido Judío le confiesa a Jesús que él cree que él (Jesús) es el enviado y maestro de Dios por las señales que hacía, y que le demostraba que Dios estaba con él (¡no que él fuera Dios mismo!). Enseguida Jesús le responde “De cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. Luego Jesús le dice también: “El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” Es decir, cualquiera que quiera ver y entrar en el reino de Dios le es necesario antes nacer de nuevo, o renacer de agua y del Espíritu.

El asunto de “renacer de agua” tiene que ver con recibir la Palabra de Dios (el evangelio del reino) y ser bautizado en agua (inmersión) para vivir una nueva existencia en Cristo (Rom. 6:4, 1 Pedro 1:23). Por ejemplo, cuando Felipe predicaba en Samaria el evangelio del reino (la Palabra), y el nombre de Jesús, muchos hombres y mujeres procedían a bautizarse para “nacer de nuevo” (Hechos 8:12). También el eunuco Etíope renació por el bautismo, una vez que escuchó la Palabra de Dios (el evangelio de Jesús) por boca del mismo Felipe (Hechos 8:35-38).

El otro punto es el “renacimiento del Espíritu”, el cual también debemos recibir para VER y ENTRAR en el Reino. Si alguno dice que no ha nacido del Espíritu, entonces no podrá participar del reino de Dios, pues es imposible que hombres sin el Espíritu de Dios puedan ser parte activa en la administración del reino de Dios. Y es que no se puede renacer del Espíritu si no se recibe el sellamiento del Espíritu de Dios. Pablo dice: En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa (Efesios 1:13).

Ahora, por Cristo, los unos (Judíos) y los otros (gentiles) tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios (Efe. 2:18,19).

Los renacidos de agua y del Espíritu podrán ver y entrar en el reino de Dios, porque todos éstos son conciudadanos y miembros de la familia de Dios. Ahora estas personas podrán llamar a Dios, con plena confianza: “Abba Padre” (papito, Romanos 8:15), porque ya son hijos legítimos Suyos dentro de Su familia (1 Juan 3:1). Y como dice Pablo: “Pues todos sois Hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús” (Gál. 3:26).

Extrañamente, los Testigos de Jehová enseñan que el reino de Dios estará conformado por dos clases de individuos: los ungidos (“la manada pequeña” de 144,000 personas) que coheredarán con Cristo el reino celestial, y que son los únicos “renacidos de agua y del Espíritu”, y los únicos que son Hijos de Dios; y por otro lado, una “grande multitud” de Testigos de Jehová que no son renacidos de agua y Espíritu, y por tanto no son ungidos, ni tampoco hijos de Dios, y que vivirán como meros súbditos del reino en la tierra. ¿Pero se puede sustentar esta creencia con la Biblia? ¡De ningún modo! Y es que si todos los Testigos de Jehová han creído en Cristo por la fe, y le siguen, entonces todos deberían ser hijos de Dios (Juan 1:12, Gál. 3:26). Y si son hijos de Dios, éstos son hermanos de Cristo, y coherederos de la misma promesa de heredar el reino de Dios como reyes y sacerdotes en la tierra ( Efesios 3:6; Romanos 8:17; Apocalipsis 5:10).

lunes, 6 de diciembre de 2010

LA MENTIRA TRINITARIA DEL DIOS HOMBRE



Por el Dr. Javier Rivas Martinez (MD)

Sal. 16:4 «Se multiplicarán los dolores de aquellos que sirven diligentes a otro dios...»

«¿Quién les dio a aquellos teólogos Griegos el derecho a decidir la teología Cristiana para todos los tiempos? ¿Quién los invistió con el poder de declarar infaliblemente que la Deidad consiste en tres personas eternas?»

Sir Anthony Buzzard. Eminente Teólogo Unitario.

La doctrina de larga data de la “divinidad” de Cristo fue objetivizada gracias al poderoso apoyo político del pagano emperador Constantino. Fue en los Concilios de Nicea y Calcedonia en que la Deidad toma una añadidura nueva de su inmutable naturaleza; una “remuda” por demás bizarra que lo presenta en una incomprensible forma que trastorna su [Unipersonalidad] tan palmariamente mostrada en las Escrituras. Y me refiero en esto, a la «Trinidad»: la doctrina falsa del «dios de las tres personalidades distintas y que unidas conjugan un solo dios inseparable» (¿?). Se dispuso a Cristo en dichos Concilios como parte inherente, pero tan incoherentemente, del Único Dios Verdadero, Indivisible por su Unipersonalidad, declarándosele en descisiva liviandad como la “segunda persona” de la Deidad. Cristo es revelado como “verdadero Dios de verdadero Dios”, “co-igual al Padre”, como el “Dios-Hombre”, y el Paracleto, al fin, en el Concilio de Constantinopla, resuelve la estrambótica Deidad de las “tres testas” cuando se le integra como la “tercera persona” en la naturaleza de Dios. Un desastre teológico de proporciones cuantiosas, sin exagerar “el punto”. De manera que Dios ahora ya no es [Uno], sino “uno constituido de tres dioses”.

Cristo, el “Dios-Hombre”, según la reflexión dualista de la filosofía griega que prevaleció en los Concilios del catolicismo babilónico, y genocida en su inquisición, antagoniza con el Cristo de la teología bíblica que lo muestra como un Hombre Perfecto, sin mancha y sin pecado, por su nacimiento extraordianrio, en el que Dios interactuó directamente para su engendramiento [asexual] en la santa virgen y que lo libró de la naturaleza hacerdora de maldad común y corriente que todos los hombres del mundo portan. En este nacimiento, su [filiación humana], su [identidad mesiánica], y su [verdadero origen] quedan precisamente definidos. Entiéndase por favor. En este estado, el Hijo de Dios se halló facultado para redimir a los seres humanos, por su incorruptible esencia cien por ciento Humana, pero conforme a la exigencia de la [sombra] del modelo ideal de los animales sin defectos físicos del sacrificio levítico para la expiación de los pecados, en el Antiguo Testamento. Por tal motivo el Bautista llegó a exclamar: «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Jn.1:29). Cristo pudo redimir a los hombres que estaban bajo la condena eterna porque como Hombre (el Hijo del Hombre) tuvo acceso para relacionarse con los componedores de la raza humana, a la que pertenece (tiempo presente), ya que [genealógicamente] es «Hijo de Adán por descendencia» (Lc.3:23-38).

Cristo fue “descolgado” como “agente divino” del Arché Griego extramundano, como un “eón” de la Pléroma Gnóstica, y lo “encarnaron” trágicamente en el vientre de Myriam, la jóven virgen. La teoría de un [redentor], de un [salvador] o [héroe] que desciende de los lugares supraterrenos para redimir a los hombres inicuos y disrruptos no procede de las Sagradas Escrituras sino en parte del Gnosticismo del Oriente que encontró sus bases en la religión babilónica. Esta fue razón suficiente para que Juan el apóstol lo combatiera con inflexible ferocidad (Gnosticismo Docético). En la Primera Epístola Juanina se trata sobre esta cuestión religiosamente gentil.

La«Religión Mistérica» que nace en Babilonia, establece la creencia de un ser [empíreo] que [muere] pero que además [resucita]. Nimrod, el gobernante supremo y poderoso de la Tierra de Shinar (Gen.10:10), también fue en toda su extensión el sumo sacerdote y promotor de la religión idolátrica de los «Misterios Antiguos». Nimrod fue venerado como un [dios] por los de su pueblo. Luego de su muerte, su esposa y madre, la depravada reina Semiramis lo proclama con engaño y sin tapujos como el “dios-solar” (Baal). Cuando a Semiramis le nació un hijo de ilegal fornicación, aseveró que éste había sido concebido de forma sobrnatural: una diabólica parodia del engendramiento de Cristo. Semiramis, ahora suprema reina y sacerdotisa, les confiesa y asegura a sus adeptos y vasallos que se trata del mismo Nimrod que “murió” pero que ahora había “renacido”: «. . . y que era la semilla prometida, el divino salvador del mundo», por lo que requería obligadamente “adoración”. La profecía verdadera que habla de la venida de un Salvador, de la Simiente de la Mujer (Gen.3:15), era una conocida por «trasmisión oral» (no existía ningún escrito bíblico para ese entonces, sino hasta con Moisés), incluso en la época en que Nimrod y Semiramis vivieron. Bien sabía el inteligente y malicioso diablo que la distorsión de la verdadera identidad del Cristo Humano, [preconocido] pero [no preexistente], traería consecuencias tan devastadoras para el Pueblo de Dios en el futuro. Semiramis fue el inicial trebejo de Satanás que encaminó, con paso lento pero seguro, el desacertado concepto del “Dios-Hombre” y que fue «yuxtapuesto» con el del Cristo Hombre del Nuevo Testamento con legal soberanía en los Concilos Católicos: Concilos presedidos por ciertos Padres de la Iglesia Primitiva que estaban concertados con la filosofía griega super impregnada de [deidades celestiales] y de la cual sus dogmas y perceptos se derivan, como los del tan variado Gnosticismo, de los «Misterios Religiosos de Babilonia».

En la antigua tradición griega se describen los “hacedores de milagros” helenistas que se hacían llamar los “hijos de dios”. Éstos eran vistos como [semidioses], como [seres intermedios], como [héroes] que “resultaron de una mixtura de naturaleza divina con humana”. Teniéndose esto en cuenta, a los maestros de la Escuela Catequística “Cristiana” de Alejandría no les fue en nada problemático el otorgarle una connotación diferente a la verdadera identidad Humana de Cristo, la del “Dios-Hombre”. Esta [innovación], lejos de ser bíblica, triunfó arrasadoramente en el Concilio Ecuménico de Nicea, celebrado en el año 325 d.C. Los maestros de la Escuela Catequística de Alejandría, considerada las más importante escuela de exégesis “cristiana”, tenía el firme propósito, como el de Filón, su “gran y honrada influencia”, de [consolidar la filosofía griega con la Revelación Escritural]. Los Concilos Ecuménicos acogieron bien el [sincretismo de la deidad humana] de esta [sincrética y ambigua consolidación] y que el protestantismo abrazó peligrosamente después como “abrazar un león indómito y dormido por delante de la cabeza”. ¡Caray!

El trinitarismo ha puesto “dos dioses” delante del Único y Legítimo Dios, concediéndoles a Cristo y al Paracleto un valor deífico equiparable con el del Padre y Rey del universo, quebrantando el primer mandamiento que dice: «No tendrás dioses ajenos delante de mí» (Ex.20:3), haciéndose evidentemente [idólatra] y [politeísta]. Dios enfatiza, ante todo, por su importancia vital, su Unicidad en los [primeros cuatro mandamientos del Decálogo]. Igualar a Cristo y al espíritu santo con Dios, es desvalorizar la honra y la gloria que solamente a él le pertenecen. Estos son tan sólo unos poco ejemplos que nos muestran la [Unipersonalidad] del Divino Invisible, y que no comparte su gloria con nadie ( Is. 42:8; 43:10; Sal.29:1; 148:13. Véalos por favor en su Biblia, queridos visitantes... enfatizo la Unicidad de Dios con corchetes):

Is. 44:6 «Así dice Jehová Rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, [y fuera de mí no hay Dios]».

Is. 44:8 «No temáis, ni os amedrentéis; ¿no te lo hice oír desde la antigüedad, y te lo dije? Luego vosotros sois mis testigos. [No hay Dios sino yo]. [No hay Fuerte]; [no conozco ninguno]».

Is. 45:5 «Yo soy Jehová, [y ninguno más hay]; [no hay Dios fuera de mí...]».

Is. 45:14 «Así dice Jehová: El trabajo de Egipto, las mercaderías de Etiopía, y los sabeos, hombres de elevada estatura, se pasarán a ti y serán tuyos; irán en pos de ti, pasarán con grillos; te harán reverencia y te suplicarán diciendo: Ciertamente en ti está Dios, [y no hay otro fuera de Dios]».

Is. 45:21-22 «Proclamad, y hacedlos acercarse, y entren todos en consulta; ¿quién hizo oír esto desde el principio, y lo tiene dicho desde entonces, sino yo Jehová? [Y no hay más Dios que yo]; Dios justo y Salvador; [ningún otro fuera de mí]. Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, [porque yo soy Dios, y no hay más]».

Is. 46:9 «Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; [porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí]...»

Es verdad que Cristo debe ser «venerado», «honrado», «adorado», pero no del modo que se hace con la Deidad, sino como el Hijo de Dios, como el Mesías que proveyó la [salvación] y cuyo [autor intelectual] indiscutible es el Padre que está en los cielos; es por eso que el profeta mesiánico escribe de la sumisión de Cristo para con la voluntad soberana de su Dios y Padre: «Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento» (Is.53:10). Si conocemos que el Padre es «insujetable» a la decisiones y opiniones de [externos], sean humanos o espirituales, característica que no se le puede desechar sencillamente por lo que es, Dios Perfecto, la [sujeción de Cristo] al Padre y Dios, por ende, lo omite de la errada presunción que lo asigna como parte de la Deidad: «...pero no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lc.22:42); y en otra parte: «... porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre» (Jn.5:30).

Debo recordales que una ferviente actitud amorosa no es lo suficiente para agadar a Dios, mientras los conceptos de su identidad y la de su Hijo estén mal entendidos. Esto no salvará a nadie. La salvación está relacionada, primeramente, en una comprensión adecuada de la persona del Padre y de su Hijo Jesucristo (Véase por favor 1 Tim.2:3-5). Si no es así queridos amigos, se asentarán en un herejía ofensiva a Dios, y de nada les servirá “amar al prójimo como a uno mismo”. Recuérdese: «Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento» (Os.4:6).

Texto de reflexión:

2 Co. 11:4 «Porque si viene alguno predicando a otro Jesús que el que os hemos predicado, o si recibís otro espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis...»


Dios les bendiga siempre.


Referencias:

La Trinidad: La Herida Auto Inflingida Del Cristianismo. Anthony Buzzard.

Evidencia Que Exige Un Veredicto (Vol. II). Josh McDowell.

Reina Valera 1960.

Babilonia, Misterio Religioso Antiguo y Moderno. Ralph Woodrow.

El Pentateuco. Pablo Hoff.

Eventos Del Porvenir. J. Dwight Pentecost.

lunes, 22 de noviembre de 2010

EL PADRE: SOLAMENTE EL DIOS VERDADERO


Por el Dr Javier Rivas Martínez (MD).

«No basta decir solamente la verdad, mas conviene mostrar la causa de la falsedad». Aristóteles ( AC 384-322 AC) Filósofo griego.

Decir que Cristo es “Dios verdadero”, es violentar terminantemente el significado de los textos que aclaran esta consideración que le pertence solamente al Padre, pudiéndose ver en Jn.17:3, y en su equivalente o paralelo 1 Jn. 5:20:

Jn. 17:3 Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.

1 Jn. 5:20 «Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna».

Para asimilar el contenido de 1 de Jn. 5:20, en el modo que el autor de la epístola se refiere al Padre como el [verdadero Dios], habremos de leer primeramente el texto Jn. 17:5 con sentido común pertinente, y no en alocada ni pusilánime “ojeada”. Ya es hora de escrutar bien la Biblia, que no es historieta cómica vulgar. Cristo hace aquí una ineludible y notable separación, una enérgica distinción, entre él, que es el [enviado de Dios], y el Padre, que es el [único Dios verdadero].

Cuando este concepto repose en buen arraigo en nuestra bien intencionada razón, libre de prejuicios y de tradicionalismos doctrinales injustificables, no tendremos ninguna dificultad para comprender que 1 Jn.5:20 hace alusión al Padre como el [único Dios verdadero], pero nunca al Mesías Hombre, Jesucristo, que es el [Hijo de Dios], pero [nunca Dios].

Es de suma importancia dejar claro que en 1 Jn. 5:20 el pronombre demostrativo [Este] no se halla enlazado forzosamente al sustantivo de más proximidad, para el caso, el que vemos como [Jesucristo]. Para demostrarlo, tomaremos como ejemplo 1 de Jn.2:22. El pronombre demostrativo [Este] no insinúa al que es [Jesús el Cristo]. Si la regla no es modificable, ortodoxamente elástica, cosa que es improbable, cabría asegurar, por ende, que [Jesús el Cristo] es [Anticristo]:

1 Jn. 2:22 «¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el [Cristo?] Este es [anticristo], el que niega al Padre y al Hijo». (Enfatizado con corechetes. Espero además que se haya entendido con facilidad).

Creer que el Mesías Jesucristo en 1 Jn.5:20 es el «verdadero Dios», es hacerlo mentiroso, es contradecir la razón de haber dicho que Dios, su Padre, es el «único Dios verdadero» (Otra vez Jn.17:5). Esto no es factible, porque Cristo mismo hace un gran diferencia, que no pasa desapercibida en lo menor, entre su Padre, que es el [único Dios verdadero] y [él], quien ha sido [enviado] por el [exclusivo y verdadero Dios].

El pronombre demostrativo [Este] en 1 Jn. 5:20 está más bien relacionado con la locución precitada [al que es verdadero], y que sin lugar a dudas es aplicada al Padre y no a Jesucristo. Miramos que Cristo se ha referido a su Padre como el «único Dios» en Jn.17:5. Calificar a Cristo como “Dios verdadero”, es negar lo que Cristo aseguró de su Padre: Que es el «único Dios verdadero». Así de simple.

Podrá ver el amable lector otros ejemplos en las Santas Escrituras donde el pronombre demostrativo no se encuentra afiliado con el sustantivo que le antecede inmediatamente. Los textos al respecto son los siguientes (Búsquelos y léalos en su Biblia, por favor querido visitante):

Jn.1:40-41.
Jn.4:46-47.
Mt.27:57-58.
Hech.7:18-19.
Hech.7:35-36.

Cristo es «verdadero», como el creyente que es genuino, en el aspecto de haber sido «enviado» por el Padre para emprender y culminar los santos propósitos ya determinados en las Sagradas Escrituras. Los fariseos no creyeron que Cristo era el «verdadero» Hijo de Dios. Esto provocó a que lo tacharan sin pensarlo con cordura, por su falta de sobria capacidad para expecular sobre su digna persona, como un falso mesías. Cristo dio testimonio de ser el «verdadero» enviado de Dios, el Redentor del mundo, profetizado en la antigüedad, con sus palabras de amor y salvación. Su predicación irrefutable y su auto proclamación como el Mesías del Padre fue respaldada siempre por las Escrituras, dando veracidad en sus portentos y milagros de sanidad, en las misericordiosas liberaciones demoníacas que realizó en los hombres poseídos, de ser Hijo de Dios, de esta manera, el «verdadero». Su nacimiento virginal es constatado en el Nuevo Testamento, por lo que es consolidado efectivamente más como el [verdadero Hijo del Divino], el impecable Hombre que entregó su vida para muerte con el fin de dar vida a los que «estaban muertos en delitos y pecados» (Ef.2:1-10)

Texto para reflexión:

Ap. 3:7 «Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el [Verdadero], el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre . . . »

Amén.

Que Dios les bendiga siempre.

viernes, 12 de noviembre de 2010

¿QUE ES EL EVANGELIO? O ¿CUAL ES EL EVANGELIO? PT. I

Es hora de que ustedes conozcan el verdadero evangelio salvador que la mayoría desconoce, así que no se Color del textopiColor del textoerdan este estudio dividido en dos videos:

domingo, 12 de septiembre de 2010

EL REINO DE DIOS EN LA TIERRA


Para muchos que de repente sienten interés en la Biblia, les toma por sorpresa descubrir que hubo un reino de Dios en la tierra en el pasado y que ese reino estaba administrado por gobernantes mortales.

Cuando Moisés sacó a los hijos de Israel de Egipto, el Padre les prometió que si obedecían su voluntad, “Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra [...], te confirmará Jehová por pueblo santo suyo” (Deuteronomio 28:1, 9). Que el Padre mantuvo su promesa, está bien corroborado por la Escritura y la historia, e Israel llegó a ser el reino de Dios, tal como lo muestran claramente los siguientes pasajes de la Escritura:

1 Crónicas 29:23 – “Y se sentó Salomón POR REY EN EL TRONO DE JEHOVÁ en lugar de David su padre”.

2 Crónicas 9:8 – “Bendito sea Jehová tu Dios, el cual se ha agradado de ti [Salomón] PARA PONERTE SOBRE SU TRONO COMO REY PARA JEHOVÁ TU DIOS”.

Ese reino llegó a su término en el año 588 a.C. por causa de su iniquidad, cuando Nabucodonosor, Rey de Babilonia, tomó cautivo a su último rey, mató a sus hijos delante de él y a él le sacó los ojos.

EL REINO SE HA DE REESTABLECER

Como ya ha habido un reino de Dios en la tierra, hombres de fe en nuestros días se han convencidos por ciertas palabras proféticas como las de Jeremías 3:17 – “En aquel tiempo llamarán a Jerusalén: TRONO DE JEHOVÁ”, que el Padre reestablecerá su reino en la tierra, tal como lo prometió a Daniel: “Y en los días de estos reyes [en los últimos días] el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido [...]; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre” (Daniel 2:44).

El Señor Jesús fue muy preciso al confirmar la promesa que fue hecha al profeta Daniel, puesto que instruyó al apóstol Juan a escribir proféticamente: “Los reinos del MUNDO han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo” (Apocalipsis 11:15). Que los judíos de Israel, en los días de nuestro Señor Jesús sabían que el reino había de reestablecerse, no puede haber duda, porque los discípulos consultaron al Señor Jesús sobre ese punto, preguntando: “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?” (Hechos 1:6).

¿UN REINO EN LA TIERRA O EN EL CIELO?

En ningún pasaje de la Biblia hay alguna promesa de que el reino de Dios se reestablecerá en el cielo. En cambio, el Señor Jesucristo es enfático al declarar que el reino estará en la tierra. En cierta ocasión instruyó al apóstol Juan para que escribiera en Apocalipsis 5:10 una descripción de los ‘redimidos’: “Y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra”. La palabra “nos” se refiere a la misma gente de la que habla el profeta Daniel en Daniel 7:27 donde él también habla de los redimidos: “Y que el reino, y el dominio y la majestad de los reinos DEBAJO DE TODO EL CIELO, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y todos los dominios le servirán y obedecerán”. No sólo eso, sino que Jesús tuvo cuidado de enseñar: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad” (Mateo 5:5). La Escritura no nos deja en duda de que el futuro reino estará en la tierra.

¿QUÉ CIUDAD SERÁ SU CAPITAL?

Las ciudades famosas del género humano han sido Babilonia, Roma, Londres, Nueva York, y Moscú, pero la Biblia no las menciona como las ciudades importantes del futuro. En cambio, la única ciudad significativa que se menciona como la fuente futura de todo el poder y fuerza gobernante es Jerusalén. El profeta miqueas escribió por inspiración divina: “Fortaleza de la hija de Sión, hasta ti vendrá [...] el reino” (Miqueas 4:8). Y en el mismo capítulo Miqueas escribe acerca del futuro, diciendo: “En los postreros tiempos [...] vendrán muchas naciones, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová [...]; porque de Sión saldrá la ley, y de JERUSALÉN la palabra de Jehová” (Miqueas 4:1-2).

El profeta Ezequiel confirma las palabras de Miqueas porque él escribió según las instrucciones del Señor: “Hijo de hombre, este es el lugar de mi trono, el lugar donde posaré las plantas de mis pies, en el cual habitaré entre los hijos de Israel para siempre” (Ezequiel 43:7). Cuando Ezequiel escribió estas palabras, él estaba hablando de la casa de oración para todas las naciones que se ha de construir en Jerusalén.

El profeta Isaías, escribiendo 700 años antes de los días del Señor Jesús, previó un tiempo cuando la iniquidad de Israel había llegado a su término y él escribe: “Cuando Jehová de los ejércitos reine en el monte de Sión y en Jerusalén” (Isaías 24:23). Con tan abrumadora evidencia ya presentada, no puede haber duda de que el venidero reino de Dios se reestablecerá en la tierra, y estará centrado en Israel, y el Señor Jesús, ya regresado, reinará desde la futura y nueva capital del mundo, Jerusalén. Jeremías escribe acerca de Jerusalén: “Todas las naciones vendrán a ella” (Jeremías 3:17), y el rey David escribió: “Al monte que deseó Dios para su morada. Ciertamente Jehová habitará en él para siempre” (Salmos 68:16), en tanto que el profeta Joel escribe: “Porque en el monte de Sión y en Jerusalén habrá salvación” (Joel 2:32). El profeta Zacarías añade: “Y vendrán muchos pueblos y fuertes naciones a buscar a Jehová de los ejércitos en Jerusalén” (Zacarías 8:22).

¿CUÁNDO SUCEDERÁ TODO ESTO?

Cuando los discípulos hicieron esta pregunta al Señor Jesús, esta fu su respuesta: “No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad” (Hechos 1:7). En otro pasaje el Señor Jesús nos asegura que ni siquiera él sabe la fecha y el tiempo del reestablecimiento del reino (Mateo 24:36), PERO el profeta Amós asegura a sus lectores que el Señor NO HARÍA NADA “sin que revele su secreto a sus siervos los profetas” (Amós 3:7).

Por lo tanto, se nos asegura que hay ciertas indicaciones en la Biblia acerca de los tiempos del cumplimiento de todas las promesas del Padre. Una cosa que tenemos que recordar es que NO puede haber ningún reino de Dios en la tierra hasta que el Señor Jesús regrese para establecerlo, y no es coincidencia que el rey David, el salmista, escribiera: “Por cuanto Jehová habrá edificado a Sión, y en su gloria será visto” (Salmos 102:16). Estamos viendo que esto sucede delante de nuestros propios ojos como el pueblo de Dios, los judíos, regresan a su tierra para reconstruir y replantar la tierra. El primer paso ya ha sido dado y pronto el Señor Jesús “con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo” (1 Tesalonicenses 4:16).

La ‘reconstitución de Sión’ ha necesitado el regreso de Israel desde los cuatro rincones del mundo, y en los últimos 100 años, más de cuatro millones de judíos han sido dirigidos a regresar a su antigua tierra, en preparación para el reestablecimiento del reino de Dios en la tierra.

Todo hombre y mujer está invitado a ser parte del futuro reino, el cual ‘desmenuzará y consumirá a todos los reinos’. La promesa de la Biblia es vida eterna en un mundo renovado. Qué necios seríamos de ignorarla cuando se ofrece gratuitamente.

martes, 10 de agosto de 2010

Testigo de Jehová: Todos somos Hijos de Dios y Hermanos de Jesús, si ejercemos fe en Jesús y vivimos en santidad

Por Mario A Olcese (autor de la nota)

Video realizado por el hermano Lavasori

Escrito del video:

En una anterior entrega vimos que su Majestad, el Señor Jesucristo, enseñó a sus discípulos a orar a través de la llamada “oración modelo” del “Padre Nuestro”. Dijimos que esta oración sólo puede ser rezada por quienes son verdaderos hijos de Dios, individuos que creen en Cristo y viven según sus mandamientos. Sí, estas son personas realmente consagradas que pueden llamar con plena confianza “PADRE MIO” a Dios, o “PADRE NUESTRO”, si están en grupo.

Estimados amigos, no se requiere ser muy inteligente para deducir, a partir de las Escrituras, que los que hacen la voluntad de Dios son hijos de Dios. Esto queda plenamente demostrado por las palabras de Jesús, que leen: “Porque todo aquel que hace la VOLUNTAD de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre” (Mateo 12:50).

Nosotros, los creyentes, estaremos de acuerdo en afirmar que Jesús es el Hijo de Dios, y que cada uno de nosotros somos sus hermanos, si hacemos la voluntad del Padre. Esto significa, además, que si somos sus hermanos, necesariamente nos convertimos en hijos del mismo Dios y Padre de Jesús. En buena cuenta, ¡Dios no hace acepción de personas!

Antes debemos primero establecer lo siguiente:

I).- Que Dios sólo escucha a quienes hacen Su voluntad y le temen. Si usted no hace la voluntad de Dios, y no le teme, él no le escuchará.

Texto probatorio:

Dice Jesús: “Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su VOLUNTAD, a ése oye” Juan 9:31.

II).- Los que dicen hacer la voluntad de Dios tendrán finalmente vida inmortal.

Texto probatorio:

“Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la VOLUNTAD de Dios permanece para siempre” 1 Juan 2:17

¿Y cuál es la voluntad de Dios?

1.- NUESTRA SANTIFICACIÓN

Texto probatorio:

“Pues la VOLUNTAD de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación” (1 Tesalonicenses 4:3).

“Para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la VOLUNTAD de Dios” 1 Pedro 4:2

“Para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios” (1 Pedro 4:2).

2.- PADECER HACIENDO EL BIEN PARA CALLAR A LOS INSENSATOS

Texto probatorio

“Porque esta es la VOLUNTAD de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos” 1 Pedro 2:15

“Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la VOLUNTAD de Dios así lo quiere, que haciendo el mal.1 Pedro 3:17

“De modo que los que padecen según la VOLUNTAD de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien”. 1 Pedro 4:19

3.- SER AGRADECIDOS A DIOS EN TODO

Texto probatorio:

“Dad gracias en todo, porque esta es la VOLUNTAD de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” 2 Tesalonicenses 5:18.

4.- QUE CREAMOS EN SU HIJO PARA TENER VIDA ETERNA EN LA RESURRECCIÓN

“Y está es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo lo resucitaré en el día postrero” (Juan 6:40).

5.- GUARDAR SUS MANDAMIENTOS

“El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está dentro de mi corazón” (Salmo 40:2).

Reflexión:

El Dios único está llamando a hombres y mujeres para que sean parte de Su santa familia, es decir, para completen Su casa como hijos adoptivos Suyos, y así cohereden con Su primogénito, Jesucristo, todos Sus bienes. Y para que esto pueda llevarse a cabo, es necesario que el elegido esté dispuesto hacer la voluntad de Dios.

Lo que Dios/ Padre espera de su potencial hijo en esta vida es básicamente que crea en Jesucristo y que viva en santidad (y con esta palabra “santidad” queremos decir una vida de pureza, alejada de los deseos insanos de la carne provenientes de las concupiscencias). El desea que Su nuevo hijo crea en Jesucristo, y guarde Sus mandamientos, y que viva obrando el bien. Esto, que decimos, lo concluimos por las citas bíblicas dadas arriba.

Pero aquí los llamados “Testigos de Jehová” tienen un problema enorme, y es que ellos dicen que sólo 144,000 TJ son hijos de Dios, mientras que el resto de sus miembros, no. Pero curiosamente, los líderes de la Watchtower esperan que la TOTALIDAD de miembros de su organización hagan la voluntad de Dios, es decir, que crean en Jesucristo, y en su mensaje o evangelio del reino, y que vivan apartados del mundo (o sea, en santidad) y que no cedan a la concupiscencia de la carne. Que obren siempre el bien para callar a los impíos, y que observen los mandamientos de Dios para una buena vida.

Concluimos, entonces, que Si la TOTALIDAD de TJ debe cumplir esos requisitos expuestos arriba, y que que resumen la voluntad de Dios, entonces TODOS los TJ son hijos de Dios, y no tan sólo 144,000 individuos de la organización.

Pero si los TJ siguen tercamente afirmando que sólo 144,000 TJ son los verdaderos hijos de Dios, entonces automáticamente ellos están afirmando que sólo 144,000 TJ están viviendo en santidad, y que sólo éstos son los que creen en Jesús para vida eterna. ¿Se dan cuenta ustedes de lo serio que es este error de los Testigos de Jehová cuando limitan el número de los hijos de Dios a tan solo 144,000 TJ? ¡Ellos mismos se están poniendo la soga al cuello!

viernes, 14 de mayo de 2010

LA TRAGICA INVOLUCION DEL REINO CON EL PASO DEL TIEMPO


Los eruditos discrepan hasta qué punto Jesús entendió el reino de Dios como presente (”realizado”), futuro, o ambos. La mayor parte de ellos están de acuerdo, sin embargo, que Jesús vio el reino, paradójicamente, como de alguna manera “ya” presente pero “aún” no plenamente consumado.


Los Cristianos más tempranos retuvieron esta tensión paradójica, entendiendo el reino de Dios como que ya estaba entre ellos, pero esperándolo para ser totalmente establecido en el futuro próximo cuando Jesús volviera – es decir en uno terrenal y por lo tanto social. Durante los próximos pocos siglos, sin embargo, esta expectativa se atenuó, y la consumación fue empujada adelante en el futuro y en un reino celestial, o espiritual. Las interpretaciones subsecuentes se diferenciaron principalmente en el modo en que ellos enfatizaron el presente contra el futuro, y también lo social (o terrenal) contra lo espiritual (o celestial) del Reino de Dios.


Mientras la piedad medieval (Pietismo) estaba enfocada en una esperanza futura, espiritual y celestial, el catolicismo, al menos desde Agustín (354-430), también podría considerar el reino de Dios como presente de un modo secundario por el establecimiento de la iglesia, y en la sociedad en tanto que la iglesia influyera en ella. Esto condujo a una sacralización del catolicismo y de la sociedad medieval que los reformadores Protestantes procuraron desafiar.


Martín Lutero habló de dos reinos, ambos de los cuales estaban en gran parte presentes. Dios era el más directamente activo en el reino de Cristo. Este consistió en las relaciones espirituales entre individuos justificados y Dios, y entre tales individuos en la iglesia; aquí los asuntos fueron regulados por las enseñanzas de Jesús sobre el radical amor desinteresado. Dios estaba indirectamente presente en los asuntos sociales, sin embargo, a través del reino de este mundo; aquí Dios mantuvo el orden por estructuras sociales tradicionales y la violencia ejercida por los regímenes temporales. Aunque Lutero tuviera la intención de identificar menos el gobierno político directamente con el reino de Dios que lo que hizo el catolicismo, su insistencia en la conformidad hacia las estructuras y gobiernos establecidos, condujo a resultados prácticos similares.


Uno de los líderes de la tradición Reformada, Juan Calvino, habló principalmente del reino de Dios como espiritual, celestial, y futuro. Aun él reconoció que ciertos principios de ello están presentes en la tierra. Los Cristianos Reformados, a diferencia de la mayor parte de Luteranos, cada vez más consideraron el reino de Dios como una fuerza dinámica que transforma la vida útil y política. A veces éste condujo a la crítica y la transformación social. A menudo, sin embargo, esto también condujo a un sacralización de medios violentos del cambio (como en la Guerra Civil Inglesa, 1642-48) y de nuevos arreglos sociales (como entre los Puritanos americanos).


Por otra parte, los socinianos, ciertos albigenses y valdenses, los anabaptistas polacos, Pablo de Samosata, Miguel Servet, John Milton, John Locke, Isaac Newton, y muchos otros que eran unitarios, estaban a la espera del reino de Cristo, e hicieron de éste el mensaje central de las Escrituras, y la razón de su quehacer evangelístico en Europa.


En el siglo 19o el liberalismo Protestante acentuó los aspectos sociales y terrenales del reino de Dios tan fuertemente que sus dimensiones celestiales y espirituales a veces desaparecían. Ellos enfatizaron en las ordenanzas sociales radicales de Jesús, confiados de que éstas se hacían más practicables porque la humanidad se hacía más moral. Ellos a menudo comparaban esta supuesta evolución moral con la futura dimensión del reino de Dios. Pero en tanto que ellos lo identificaron con los movimientos tales como socialismo y democracia, los liberales los sacralizaron y subestimaron la radicalidad de la llamada de Jesús para la conversión espiritual.

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La alineación optimista del liberalismo de los movimientos sociales con el reino de Dios despertó dos protestas muy diferentes en los siglos 19 y 20. Los dispensacionalistas sostuvieron que las enseñanzas sociales de Jesús debían ser seguidas literalmente en el reino de Dios – pero que este reino era totalmente futuro y sería establecido sólo en su vuelta. En la presente “Edad de la Iglesia” sólo el énfasis espiritual de Jesús era relevante. Completamente diferentemente, los teólogos existenciales, p.ej, Rudolf Bultmann (1884-1976), afirmaron que las enseñanzas de Jesús realmente no tenían ninguna importancia social, pero que el reino de Dios estaba presente siempre que los individuos respondieran a Dios. A pesar de sus diferencias, ambas teologías localizaron la esencia de la vida cristiana no en el movimiento social e histórico, sino en un reino presente, interior.


Finalmente, para entender el reino de Dios, es necesario tomar en cuenta la expectativa judía mesiánica del reino, la cual propugna la restauración completa del reino de Dios en la tierra prometida como en los viejos tiempos de los primeros reyes, tales como David, Salomón, etc. Jesús, sin duda, jamás manifestó que su reino sería radicalmente distinto de aquel que vendrá a restaurar. Si él restaurará el reino davídico caído o desaparecido, es imposible que termine siendo uno totalmente distinto en un lugar diferente. Pero las iglesias parecen obviar el pensar Judío del reino, y sólo se limitan a escuchar lo que tiene que decirnos el teólogo Agustín de Hipona o el protestante Lutero sobre el tema. Éste último, por otra parte, no mostró mucha simpatía por los judíos, y en sus expectativas mesiánicas, a pesar de que en 1517 sostenía, entre sus principios, devolver el cristianismo a sus fuentes hebreas, en lugar de la interpretación helenística.





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viernes, 30 de abril de 2010

DE HIJO DE DIOS A DIOS HIJO


Por A. Buzzard, teólogo unitario

Hemos buscado el Jesús de la Biblia por medio de reunir las varias hebras de los datos revelados en los registros inspirados. La figura que emerge es diferente de la figura presentada por el Cristianismo tradicional en la que la persona de Cristo que hemos descrito no complica el primer principio de la fe bíblica, a saber, creer en uno quien sólo es verdadera y absolutamente Dios (Juan 17:3; 5:44).

Es fácil ver como el Mesías bíblico vino a ser “Dios el Hijo” de los teólogos post-bíblicos. Eso fue posible solamente cuando el mesianismo esencial de la Biblia fue gradualmente suprimido. El término “Hijo de Dios,” que en la Escritura es un título puramente mesiánico que describe la gloria del hombre en relación íntima con el Padre, fue desde el segundo siglo mal entendido y reaplicado a la parte divina de un eterno Dios / hombre. Al mismo tiempo, la designación”Hijo del Hombre”, nada menos que un título del Mesías como hombre representante, fue hecha para referirse a su naturaleza humana. De este modo ambos títulos, hijo de Dios e Hijo del Hombre fueron desalojados de su sentido Mesiánico y sus significados bíblicos se perdieron.

Mientras que la evidencia del Antiguo Testamento fue ampliamente rechazada- así como la evidencia de los Evangelios Sinópticos, Hechos, Pedro, Santiago, y Juan en el Libro de Revelación—una serie de versículos en el Evangelio de Juan y dos o tres en las Epístolas de Pablo fueron reinterpretados para acomodar la nueva idea de que Jesús era el segundo miembro de una trinidad eterna, co-igual e inherentemente Dios. Ese Jesús, sin embargo, es escasamente el Jesús de los documentos bíblicos. Él es el otro Jesús (2 Corintios 11:4).

jueves, 8 de abril de 2010

EN LA FORMA DE DIOS


Por A. Buzzard, teologo cristiano.

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A pesar de la masiva evidencia del Nuevo Testamento mostrando que los apóstoles siempre distinguieron a Jesús del único Dios, el Padre” (1 Corintios 8:6), muchos confiadamente encuentran la opinión tradicional de Jesús como una segunda criatura increada, plenamente Dios, en Filipenses 2:5-11. Es algo de una paradoja que el escritor sobre Cristología en el Diccionario de la Iglesia Apostólica pueda decir que “Pablo nunca le da a Cristo el nombre o descripción de ‘Dios,’” pero no obstante encuentre en Filipenses 2 una descripción de la “pre-vida” eterna de Cristo en el cielo.14

Un reciente y muy aclamado estudio de la visión bíblica sobre Jesús—Christology in the Making, por James Dunn---nos alerta del peligro de leer en las palabras de Pablo las conclusiones de la generación posterior de teólogos, los “padres” de la iglesia Griega en los siglos siguientes a la culminación de los escritos del Nuevo Testamento. La tendencia de buscar en la Escritura lo que ya creemos, es natural, ya que ninguno de nosotros puede fácilmente encarar la amenazante posibilidad de que nuestra comprensión ”recibida”, no coincida con la Biblia. (El problema es aún más agudo si estamos envueltos en enseñar o predicar la Biblia.)

Sin embargo, ¿no estamos demandando de Pablo más de lo que a él le sería posible dar por medio de pedirle que nos presente, en unas pocas frases breves, con otro ser eterno distinto que el Padre? Esto amenazaría tan obviamente el estricto monoteísmo que él expresa tan claramente en todos los demás lugares (1 Corintios 8:6; Efesios 4:6; 1 Timoteo 2:5). También aumentaría la totalidad del problema trinitario el cual Pablo, como brillante teólogo que era, ignora completamente.

Mirando de nuevo a Filipenses 2, debemos formular la pregunta si Pablo en estos versos ha hecho realmente lo que sería su única referencia de Jesús como habiendo estado vivo antes de su nacimiento. El contexto de su comentario lo muestran urgiendo a los santos a ser humildes. Se ha preguntado frecuentemente si es de alguna manera probable que él hubiera forzado esta lección por medio de pedir a sus lectores a adoptar esta estructura de mente de uno que, habiendo sido Dios eternamente, tomó la decisión de ser hombre. Podría ser también difícil para Pablo referirse al preexistente Jesús como Jesús el Mesías, leyendo hacia atrás a la eternidad el nombre y oficio que él recibió en su nacimiento en Belén.

Pablo puede ser comprendido fácilmente en Filipenses 2 en los términos de un tema favorito: La Cristología de Adán. Fue Adán quien era a la imagen de Dios como el Hijo de Dios (Génesis 1:26; Lucas 3:38). Mientras que Jesús, el segundo Adán (1 Corintios 15:45) era también en la forma de Dios (las dos palabras “imagen” y “forma” pueden ser intercambiadas).15

No obstante, mientras Adán, bajo la influencia de Satán, ambicionó la igualdad con Dios (“seréis como Dios”-Génesis 3:5), Jesús no. Sin embargo él tuvo todo el derecho al oficio divino puesto que él era el Mesías que reflejaba la presencia divina, pero él no se consideró igual a Dios como algo a “que aferrarse”. En vez de eso él renunció a todos los privilegios, rechazando la oferta de Satán de poderío sobre los reinos mundiales (Mateo 4:8-10), y se comportó a lo largo de su vida como un siervo, aun al punto de ir a una muerte de criminal en la cruz.

En respuesta a esta vida de humildad Dios ahora ha exaltado a Jesús al rango de Señor Mesías a la diestra del Padre, tal como el Salmo 110 lo predijo. Pablo no dice que Jesús estaba re-obteniendo una posición que temporalmente había renunciado. Él parece más bien haber ganado su oficio exaltado por primera vez después de su resurrección. Sin embargo él había sido toda su vida el Mesías, su posición fue públicamente confirmada cuando él fue “hecho ambos Señor y Mesías” por medio de ser levantado de la muerte (Hechos 2:36; Romanos 1:4). Si leemos el registro de Pablo sobre la vida de Jesús de esta manera como una descripción continua de su auto negación, se notará un estrecho paralelo con otro de sus comentarios en la carrera de Jesús. “Siendo rico, se hizo pobre por amor a vosotros” (2 corintios 8:9). Mientras que Adán había caído, Jesús voluntariamente “bajó”.

La lectura tradicional del pasaje de Filipenses 2 depende casi enteramente de comprender la condición de Jesús “en la forma de Dios” como una referencia a una vida preexistente en el cielo. Las traducciones han hecho mucho por reforzar esta opinión. El verbo “era” en la frase “era en la forma de Dios” ocurre frecuentemente en el Nuevo Testamento y de ningún modo acarrea el sentido de “existiendo en la eternidad”, sin embargo algunas versiones tratan de forzar ese significado en él. En 1 Corintios 11:7, Pablo dice que un hombre no debería cubrirse la cabeza ya que él es a la imagen y gloria de Dios. El verbo aquí no es diferente al de “era” que describe a Jesús como en la forma de Dios. Si el hombre ordinario es la imagen y gloria de Dios, cuánto mucho más Jesús, quien es el representante humano perfecto de Dios en quien residen todos los atributos de la naturaleza divina (Colosenses 2:9). La intención de Pablo en Filipenses 2 no es introducir el vasto tema de un ser divino eterno que se hizo hombre, sino enseñar una sencilla lección de humildad. Debemos de tener la misma actitud que Jesús, pensar como él lo hizo. Pero no se nos está pidiendo imaginarnos a nosotros mismos como seres divinos eternos por allí rendidos a la divinidad con el fin de venir a la tierra como hombres.

No es ampliamente conocido que muchos han tenido serias reservas de leer Filipenses 2 como una declaración acerca de la preexistencia. Un Antiguo profesor de Teología escribió en 1923: “Pablo está rogando a los Filipenses a cesar las disensiones, y obrar con humildad unos con otros. En 2 Corintios 8:9 él está rogando a sus lectores a ser generosos en dar limosnas. Es cuestionado si no sería muy natural para él hacer cumplir estas dos simples lecciones morales por medio de hacer menciones casuales ( y es la única mención que él hace alguna vez) al enorme problema del modo de la encarnación. Y es considerado por muchos que sus apelaciones simples tendrían más efecto si él se hubiera dirigido al ejemplo inspirador de la humildad de Cristo y su auto sacrificio en su vida humana, como en 2 Corintios 10:1: “‘Yo Pablo os ruego por la mansedumbre y ternura de Cristo’.” El autor de estos comentarios, A.H. McNeile, 16, sugiere la siguiente paráfrasis. “Aunque Jesús fue durante toda su vida divino, sin embargo, él no lo creyó un privilegio de mantenerlo a toda costa y ser tratado como una igualdad con Dios, pero por su propio acuerdo se vació a sí mismo enteramente a la voluntad de Dios y en consecuencia recibió la más alta exaltación.

domingo, 21 de marzo de 2010

QUIEN DIJO QUE EL MESIAS ERA DIOS?


Por Sir. A. Buzzard, teologo unitario.

La mayor parte de los lectores de la Escritura se acercan a los registros divinos con un buen fundado conjunto de suposiciones. Ellos están inadvertidos del hecho que mucho de lo que entienden acerca de Jesús se deriva de sistemas teológicos inventados por escritores fuera de la Biblia. De esta manera ellos aceptan de buena gana una larga dosis de tradición, mientras van afirmando y creyendo que la Biblia es su sola autoridad.4

La cuestión crucial que debemos contestar es ésta: ¿Sobre qué base declararon tanto la iglesia primitiva y Jesús que él (Jesús) era realmente el Mesías prometido? La respuesta es clara. Fue por medio de afirmar que él había cumplido perfectamente el rol que había sido predicho sobre el Mesías en el Antiguo Testamento. Tuvo que ser demostrado que él encajó con las “especificaciones” desplegadas para el Mesías en la profecía Hebrea. Mateo, particularmente, se deleita en citar el Antiguo Testamento conforme era cumplido en los hechos de la vida y experiencia de Jesús (Mateo 1:23; 2:6,15, etc). Pero Marcos, Lucas, Juan, y Pedro (en los primeros capítulos de los Hechos) igualmente insisten que Jesús encaja exactamente en la descripción del Antiguo Testamento acerca del Mesías. Pablo pasó mucho de su ministerio demostrando a partir de las Escrituras Hebreas que Jesús era el prometido Cristo (Hechos 28:23). A menos que la identidad de Jesús pueda ser igualada con la descripción sobre él en el Antiguo Testamento, no habrá una buena razón para creer que su afirmación sobre su mesianismo era verdad!.

Es esencial preguntar, por lo tanto, si el Antiguo Testamento sugiere en algún lugar que el Mesías iba a ser “Dios co-igual” un segundo ser no creado que abandona una existencia eterna en el cielo para hacerse hombre. Si no dice nada como esto (y recordando que el Antiguo Testamento tiene que ver aún con detalles al minuto acerca de la venida del Mesías) tendremos que tratar como sospechosas las afirmaciones de cualquiera que diga que Jesús es ambos el Mesías y una segunda persona no creada de la Divinidad, reclamando el título “Dios” en el sentido pleno.

¿Qué retrato del Mesías es dibujado por las Escrituras Hebreas? Cuando los Cristianos del Nuevo Testamento buscan probar la afirmación de Jesús acerca de su destino mesiánico, a ellos les encanta citar apasionadamente Deuteronomio 18:18:

“Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú (Moisés); y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare.” Ambos Pedro (Hechos 3:22) y Esteban (Hechos 7:37) usaron este texto principal para mostrar que Jesús era “el profeta prometido” (Juan 6:14), cuyo origen sería en una familia israelita y cuya función sería similar a la de aquella de Moisés. En Jesús, Dios levantó el Mesías, el largamente prometido vocero divino, el Salvador de Israel y del mundo. En palabras de Pedro: “Dios levantó a su siervo y lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad” (Hechos 3:26).

Otro texto clásico Mesiánico prometió que “un hijo le nacerá a Israel” (Isaías 9:6), la “simiente de una mujer” (Génesis 3:15), un descendiente de Abraham (Gálatas 3:16), y un descendiente de la casa real de David (2 Samuel 7:14-16; Isaías 11:1). El será el gobernante nacido en Belén (Mateo 2:6; Miqueas 5:2). De sus varios títulos uno será “dios fuerte” y otro, “padre eterno”(Isaías 9.6). Es en este único texto donde podrá parecer que se le coloca al Mesías dentro de la categoría de los seres no creados, sin embargo, el lector sensitivo de la Escritura estará advertido que a un texto único no se le debería permitir deponer la insistencia del Antiguo Testamento de que sólo una persona es el verdadero Dios. No debería olvidarse que los oráculos secretos fueron entregados a los Judíos, ninguno de los cuales pensó que un título divino dado al Rey mesiánico significaba que él era un miembro de un divinidad eterna, ahora compuesta repentina y misteriosamente de dos personas, en contradicción a toda aquella herencia que Israel defendió. El “poderoso Dios” de Isaías 9:6 es definido por el destacado Léxico Hebreo como “héroe divino, reflejando la majestad divina.” La misma autoridad registra que la palabra “dios” usada por Isaías es aplicada en otra parte en la escritura a “hombres de poder y rango”, así como a ángeles. En lo que se refiere por “padre eterno”, el título fue entendido por los Judíos como “el padre de la era venidera (Mesiánica).”5 Era ampliamente conocido que una figura humana podía ser “padre para los habitantes de Judá y Jerusalén” (Isaías 22:21).

En el Salmo 45 el Rey Mesiánico “ideal” es nombrado como “dios”, pero no hay necesidad, sea como sea, de asumir, por consiguiente, que se ha comprometido el monoteísmo Judío. La palabra (en este caso elohim) fue aplicada no sólo al único Dios sino también a “representantes divinos, en lugares sagrados o como proyectando majestad divina y poder” (Léxico Hebreo e Inglés del Antiguo Testamento por Brown, Driver, y Briggs, pp.42,43). El Salmista, y el escritor de los Hebreos quienes la citaron (Hebreos 1:8) estuvieron concientes del uso especializado de la palabra “dios” para describir al Rey Mesiánico y añadir inmediatamente que el Dios del Mesías le ha concedido sus privilegios reales (Salmo 45:7).

Aún el frecuentemente citado texto de Miqueas 5:2 acerca de los orígenes del Mesías no requiere de ningún tipo de preexistencia eterna literal. En el mismo libro una expresión similar fecha las promesas hechas a Jacob desde “tiempos antiguos” (Miqueas 7:20). Ciertamente las promesas del Mesías fueron dadas desde tiempos tempranos en la historia del hombre (Génesis 3:15: cp. Génesis 49:10; Números 24:17-19).


LA METAMORFOSIS DEL REINO DE DIOS CON EL CORRER DEL TIEMPO


Los eruditos discrepan hasta qué punto Jesús entendió el reino de Dios como presente (”realizado”), futuro, o ambos. La mayor parte de ellos están de acuerdo, sin embargo, que Jesús vio el reino, paradójicamente, como de alguna manera “ya” presente pero “aún” no plenamente consumado.

Los Cristianos más tempranos retuvieron esta tensión paradójica, entendiendo el reino de Dios como que ya estaba entre ellos, pero esperándolo para ser totalmente establecido en el futuro próximo cuando Jesús volviera – es decir en uno terrenal y por lo tanto social. Durante los próximos pocos siglos, sin embargo, esta expectativa se atenuó, y la consumación fue empujada adelante en el futuro y en un reino celestial, o espiritual. Las interpretaciones subsecuentes se diferenciaron principalmente en el modo en que ellos enfatizaron el presente contra el futuro, y también lo social (o terrenal) contra lo espiritual (o celestial) del Reino de Dios.

Mientras la piedad medieval (Pietismo) estaba enfocada en una esperanza futura, espiritual y celestial, el catolicismo, al menos desde Agustín (354-430), también podría considerar el reino de Dios como presente de un modo secundario por el establecimiento de la iglesia, y en la sociedad en tanto que la iglesia influyera en ella. Esto condujo a una sacralización del catolicismo y de la sociedad medieval que los reformadores Protestantes procuraron desafiar.

Martín Lutero habló de dos reinos, ambos de los cuales estaban en gran parte presentes. Dios era el más directamente activo en el reino de Cristo. Este consistió en las relaciones espirituales entre individuos justificados y Dios, y entre tales individuos en la iglesia; aquí los asuntos fueron regulados por las enseñanzas de Jesús sobre el radical amor desinteresado. Dios estaba indirectamente presente en los asuntos sociales, sin embargo, a través del reino de este mundo; aquí Dios mantuvo el orden por estructuras sociales tradicionales y la violencia ejercida por los regímenes temporales. Aunque Lutero tuviera la intención de identificar menos el gobierno político directamente con el reino de Dios que lo que hizo el catolicismo, su insistencia en la conformidad hacia las estructuras y gobiernos establecidos, condujo a resultados prácticos similares.

Uno de los líderes de la tradición Reformada, Juan Calvino, habló principalmente del reino de Dios como espiritual, celestial, y futuro. Aun él reconoció que ciertos principios de ello están presentes en la tierra. Los Cristianos Reformados, a diferencia de la mayor parte de Luteranos, cada vez más consideraron el reino de Dios como una fuerza dinámica que transforma la vida útil y política. A veces éste condujo a la crítica y la transformación social. A menudo, sin embargo, esto también condujo a un sacralización de medios violentos del cambio (como en la Guerra Civil Inglesa, 1642-48) y de nuevos arreglos sociales (como entre los Puritanos americanos).

Por otra parte, los socinianos, ciertos albigenses y valdenses, los anabaptistas polacos, Pablo de Samosata, Miguel Servet, John Milton, John Locke, Isaac Newton, y muchos otros que eran unitarios, estaban a la espera del reino de Cristo, e hicieron de éste el mensaje central de las Escrituras, y la razón de su quehacer evangelístico en Europa.

En el siglo 19o el liberalismo Protestante acentuó los aspectos sociales y terrenales del reino de Dios tan fuertemente que sus dimensiones celestiales y espirituales a veces desaparecían. Ellos enfatizaron en las ordenanzas sociales radicales de Jesús, confiados de que éstas se hacían más practicables porque la humanidad se hacía más moral. Ellos a menudo comparaban esta supuesta evolución moral con la futura dimensión del reino de Dios. Pero en tanto que ellos lo identificaron con los movimientos tales como socialismo y democracia, los liberales los sacralizaron y subestimaron la radicalidad de la llamada de Jesús para la conversión espiritual.

La alineación optimista del liberalismo de los movimientos sociales con el reino de Dios despertó dos protestas muy diferentes en los siglos 19 y 20. Los dispensacionalistas sostuvieron que las enseñanzas sociales de Jesús debían ser seguidas literalmente en el reino de Dios – pero que este reino era totalmente futuro y sería establecido sólo en su vuelta. En la presente “Edad de la Iglesia” sólo el énfasis espiritual de Jesús era relevante. Completamente diferentemente, los teólogos existenciales, p.ej, Rudolf Bultmann (1884-1976), afirmaron que las enseñanzas de Jesús realmente no tenían ninguna importancia social, pero que el reino de Dios estaba presente siempre que los individuos respondieran a Dios. A pesar de sus diferencias, ambas teologías localizaron la esencia de la vida cristiana no en el movimiento social e histórico, sino en un reino presente, interior.

Finalmente, para entender el reino de Dios, es necesario tomar en cuenta la expectativa judía mesiánica del reino, la cual propugna la restauración completa del reino de Dios en la tierra prometida como en los viejos tiempos de los primeros reyes, tales como David, Salomón, etc. Jesús, sin duda, jamás manifestó que su reino sería radicalmente distinto de aquel que vendrá a restaurar. Si él restaurará el reino davídico caído o desaparecido, es imposible que termine siendo uno totalmente distinto en un lugar diferente. Pero las iglesias parecen obviar el pensar Judío del reino, y sólo se limitan a escuchar lo que tiene que decirnos el teólogo Agustín de Hipona o el protestante Lutero sobre el tema. Éste último, por otra parte, no mostraró mucha simpatía por los judíos, y en sus expectativas mesiánicas, a pesar de que en 1517 sostenía, entre sus principios, devolver el cristianismo a sus fuentes hebreas, en lugar de la interpretación helenística.

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miércoles, 10 de marzo de 2010

TEXTOS QUE PRESENTAN AL PADRE COMO EL UNICO DIOS DE LA IGLESIA PRISTINA


Si hay una Persona en la Biblia que es claramente presentada como Dios, ese es el Padre. Y es que Él es mencionado muchas veces a lo largo del Nuevo Testamento como “Dios Padre”, o “DIOS el Padre”. Estas increíbles frecuencias del título “Dios” para el Padre no se percibe en la Persona de Su Hijo, y menos aún, en la “Persona” del Espíritu Santo. Veamos sólo algunos pasajes:

Juan 1:18: A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del PADRE, él le ha dado a conocer.

Juan 5:18: Por esto los judíos aun más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio PADRE, haciéndose igual a Dios.

Juan 6:27: Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el PADRE.

Juan 6:46: No que alguno haya visto al PADRE, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al PADRE.

Juan 8:41: Vosotros hacéis las obras de vuestro PADRE. Entonces le dijeron: Nosotros no somos nacidos de fornicación; un PADRE tenemos, que es Dios.
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Juan 8:42: Jesús entonces les dijo: Si vuestro PADRE fuese Dios, ciertamente me amaríais; porque yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió.

Juan 8:54: Respondió Jesús: Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria nada es; mi PADRE es el que me glorifica, el que vosotros decís que es vuestro Dios.

Juan 13:3: Sabiendo Jesús que el PADRE le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba.

Juan 16:27: Pues el PADRE mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios.
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Juan 20:17: Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi PADRE; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi PADRE y a vuestro PADRE, a mi Dios y a vuestro Dios.

Romanos 1:7: A todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro PADRE y del Señor Jesucristo.

Romanos 15:6: Para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y PADRE de nuestro Señor Jesucristo.

1 Corintios 1:3: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro PADRE y del Señor Jesucristo.

1 Corintios 8:6: Para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el PADRE, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él.

1 Corintios 15:24: Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y PADRE, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia.

2 Corintios 1:2: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro PADRE y del Señor Jesucristo.
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2 Corintios 1:3: Bendito sea el Dios y PADRE de nuestro Señor Jesucristo, PADRE de misericordias y Dios de toda consolación.

2 Corintios 11:31: El Dios y PADRE de nuestro Señor Jesucristo, quien es bendito por los siglos, sabe que no miento.

Gálatas 1:1: Pablo, apóstol (no de hombres ni por hombre, sino por Jesucristo y por Dios el PADRE que lo resucitó de los muertos).
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Gálatas 1:3: Gracia y paz sean a vosotros, de Dios el PADRE y de nuestro Señor Jesucristo.
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Gálatas 1:4: El cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y PADRE.

Efesios 1:2: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro PADRE y del Señor Jesucristo.

Efesios 1:3: Bendito sea el Dios y PADRE de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo.

Efesios 1:17: Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el PADRE de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él.

Efesios 4:6: Un Dios y PADRE de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.

Efesios 5:20: Dando siempre gracias por todo al Dios y PADRE, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.

Efesios 6:23: Paz sea a los hermanos, y amor con fe, de Dios PADRE y del Señor Jesucristo.

Filipenses 1:2: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro PADRE y del Señor Jesucristo.

Filipenses 2:11: Y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios PADRE

Filipenses 4:20: Al Dios y PADRE nuestro sea gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Colosenses 1:2: A los santos y fieles hermanos en Cristo que están en Colosas: Gracia y paz sean a vosotros, de Dios nuestro PADRE y del Señor Jesucristo.

Colosenses 1:3: Siempre orando por vosotros, damos gracias a Dios, PADRE de nuestro Señor Jesucristo...

Colosenses 2:2: Para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el PADRE, y de Cristo.

Colosenses 3:17: Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios PADRE por medio de él.

1 Tesalonicenses 1:1: Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios PADRE y en el Señor Jesucristo: Gracia y paz sean a vosotros, de Dios nuestro PADRE y del Señor Jesucristo.

1 Tesalonicenses 1:3: Acordándonos sin cesar delante del Dios y PADRE nuestro de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestro amor y de vuestra constancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo.

1 Tesalonicenses 3:11: Mas el mismo Dios y PADRE nuestro, y nuestro Señor Jesucristo, dirija nuestro camino a vosotros.

1 Tesalonicenses 3:13: Para que sean afirmados vuestros corazones, irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro PADRE, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos.

2 Tesalonicenses 1:1: Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios nuestro PADRE y en el Señor Jesucristo:

2 Tesalonicenses 1:2: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro PADRE y del Señor Jesucristo.

2 Tesalonicenses 2:16: Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro PADRE, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia.

1 Timoteo 1:2: A Timoteo, verdadero hijo en la fe: Gracia, misericordia y paz, de Dios nuestro PADRE y de Cristo Jesús nuestro Señor.

2 Timoteo 1:2: A Timoteo, amado hijo: Gracia, misericordia y paz, de Dios PADRE y de Jesucristo nuestro Señor.

Tito 1:4: A Tito, verdadero hijo en la común fe: Gracia, misericordia y paz, de Dios PADRE y del Señor Jesucristo nuestro Salvador.

Filemón 1:3: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro PADRE y del Señor Jesucristo.
Santiago 1:27: La religión pura y sin mácula delante de Dios el PADRE es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo.

Santiago 3:9: Con ella bendecimos al Dios y PADRE, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios.

1 Pedro 1:2: Elegidos según la presciencia de Dios PADRE en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas.

1 Pedro 1:3: Bendito el Dios y PADRE de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos.

PREGUNTA INOCENTE:

¿No es preocupante que las otras dos supuestas Personas “Divinas” de la Trinidad no sean mencionadas como ‘Dios’ con la misma frecuencia como ocurre con el Padre, sino sólo en algunos pasajes aislados?