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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

lunes, 6 de diciembre de 2010

LA MENTIRA TRINITARIA DEL DIOS HOMBRE



Por el Dr. Javier Rivas Martinez (MD)

Sal. 16:4 «Se multiplicarán los dolores de aquellos que sirven diligentes a otro dios...»

«¿Quién les dio a aquellos teólogos Griegos el derecho a decidir la teología Cristiana para todos los tiempos? ¿Quién los invistió con el poder de declarar infaliblemente que la Deidad consiste en tres personas eternas?»

Sir Anthony Buzzard. Eminente Teólogo Unitario.

La doctrina de larga data de la “divinidad” de Cristo fue objetivizada gracias al poderoso apoyo político del pagano emperador Constantino. Fue en los Concilios de Nicea y Calcedonia en que la Deidad toma una añadidura nueva de su inmutable naturaleza; una “remuda” por demás bizarra que lo presenta en una incomprensible forma que trastorna su [Unipersonalidad] tan palmariamente mostrada en las Escrituras. Y me refiero en esto, a la «Trinidad»: la doctrina falsa del «dios de las tres personalidades distintas y que unidas conjugan un solo dios inseparable» (¿?). Se dispuso a Cristo en dichos Concilios como parte inherente, pero tan incoherentemente, del Único Dios Verdadero, Indivisible por su Unipersonalidad, declarándosele en descisiva liviandad como la “segunda persona” de la Deidad. Cristo es revelado como “verdadero Dios de verdadero Dios”, “co-igual al Padre”, como el “Dios-Hombre”, y el Paracleto, al fin, en el Concilio de Constantinopla, resuelve la estrambótica Deidad de las “tres testas” cuando se le integra como la “tercera persona” en la naturaleza de Dios. Un desastre teológico de proporciones cuantiosas, sin exagerar “el punto”. De manera que Dios ahora ya no es [Uno], sino “uno constituido de tres dioses”.

Cristo, el “Dios-Hombre”, según la reflexión dualista de la filosofía griega que prevaleció en los Concilios del catolicismo babilónico, y genocida en su inquisición, antagoniza con el Cristo de la teología bíblica que lo muestra como un Hombre Perfecto, sin mancha y sin pecado, por su nacimiento extraordianrio, en el que Dios interactuó directamente para su engendramiento [asexual] en la santa virgen y que lo libró de la naturaleza hacerdora de maldad común y corriente que todos los hombres del mundo portan. En este nacimiento, su [filiación humana], su [identidad mesiánica], y su [verdadero origen] quedan precisamente definidos. Entiéndase por favor. En este estado, el Hijo de Dios se halló facultado para redimir a los seres humanos, por su incorruptible esencia cien por ciento Humana, pero conforme a la exigencia de la [sombra] del modelo ideal de los animales sin defectos físicos del sacrificio levítico para la expiación de los pecados, en el Antiguo Testamento. Por tal motivo el Bautista llegó a exclamar: «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Jn.1:29). Cristo pudo redimir a los hombres que estaban bajo la condena eterna porque como Hombre (el Hijo del Hombre) tuvo acceso para relacionarse con los componedores de la raza humana, a la que pertenece (tiempo presente), ya que [genealógicamente] es «Hijo de Adán por descendencia» (Lc.3:23-38).

Cristo fue “descolgado” como “agente divino” del Arché Griego extramundano, como un “eón” de la Pléroma Gnóstica, y lo “encarnaron” trágicamente en el vientre de Myriam, la jóven virgen. La teoría de un [redentor], de un [salvador] o [héroe] que desciende de los lugares supraterrenos para redimir a los hombres inicuos y disrruptos no procede de las Sagradas Escrituras sino en parte del Gnosticismo del Oriente que encontró sus bases en la religión babilónica. Esta fue razón suficiente para que Juan el apóstol lo combatiera con inflexible ferocidad (Gnosticismo Docético). En la Primera Epístola Juanina se trata sobre esta cuestión religiosamente gentil.

La«Religión Mistérica» que nace en Babilonia, establece la creencia de un ser [empíreo] que [muere] pero que además [resucita]. Nimrod, el gobernante supremo y poderoso de la Tierra de Shinar (Gen.10:10), también fue en toda su extensión el sumo sacerdote y promotor de la religión idolátrica de los «Misterios Antiguos». Nimrod fue venerado como un [dios] por los de su pueblo. Luego de su muerte, su esposa y madre, la depravada reina Semiramis lo proclama con engaño y sin tapujos como el “dios-solar” (Baal). Cuando a Semiramis le nació un hijo de ilegal fornicación, aseveró que éste había sido concebido de forma sobrnatural: una diabólica parodia del engendramiento de Cristo. Semiramis, ahora suprema reina y sacerdotisa, les confiesa y asegura a sus adeptos y vasallos que se trata del mismo Nimrod que “murió” pero que ahora había “renacido”: «. . . y que era la semilla prometida, el divino salvador del mundo», por lo que requería obligadamente “adoración”. La profecía verdadera que habla de la venida de un Salvador, de la Simiente de la Mujer (Gen.3:15), era una conocida por «trasmisión oral» (no existía ningún escrito bíblico para ese entonces, sino hasta con Moisés), incluso en la época en que Nimrod y Semiramis vivieron. Bien sabía el inteligente y malicioso diablo que la distorsión de la verdadera identidad del Cristo Humano, [preconocido] pero [no preexistente], traería consecuencias tan devastadoras para el Pueblo de Dios en el futuro. Semiramis fue el inicial trebejo de Satanás que encaminó, con paso lento pero seguro, el desacertado concepto del “Dios-Hombre” y que fue «yuxtapuesto» con el del Cristo Hombre del Nuevo Testamento con legal soberanía en los Concilos Católicos: Concilos presedidos por ciertos Padres de la Iglesia Primitiva que estaban concertados con la filosofía griega super impregnada de [deidades celestiales] y de la cual sus dogmas y perceptos se derivan, como los del tan variado Gnosticismo, de los «Misterios Religiosos de Babilonia».

En la antigua tradición griega se describen los “hacedores de milagros” helenistas que se hacían llamar los “hijos de dios”. Éstos eran vistos como [semidioses], como [seres intermedios], como [héroes] que “resultaron de una mixtura de naturaleza divina con humana”. Teniéndose esto en cuenta, a los maestros de la Escuela Catequística “Cristiana” de Alejandría no les fue en nada problemático el otorgarle una connotación diferente a la verdadera identidad Humana de Cristo, la del “Dios-Hombre”. Esta [innovación], lejos de ser bíblica, triunfó arrasadoramente en el Concilio Ecuménico de Nicea, celebrado en el año 325 d.C. Los maestros de la Escuela Catequística de Alejandría, considerada las más importante escuela de exégesis “cristiana”, tenía el firme propósito, como el de Filón, su “gran y honrada influencia”, de [consolidar la filosofía griega con la Revelación Escritural]. Los Concilos Ecuménicos acogieron bien el [sincretismo de la deidad humana] de esta [sincrética y ambigua consolidación] y que el protestantismo abrazó peligrosamente después como “abrazar un león indómito y dormido por delante de la cabeza”. ¡Caray!

El trinitarismo ha puesto “dos dioses” delante del Único y Legítimo Dios, concediéndoles a Cristo y al Paracleto un valor deífico equiparable con el del Padre y Rey del universo, quebrantando el primer mandamiento que dice: «No tendrás dioses ajenos delante de mí» (Ex.20:3), haciéndose evidentemente [idólatra] y [politeísta]. Dios enfatiza, ante todo, por su importancia vital, su Unicidad en los [primeros cuatro mandamientos del Decálogo]. Igualar a Cristo y al espíritu santo con Dios, es desvalorizar la honra y la gloria que solamente a él le pertenecen. Estos son tan sólo unos poco ejemplos que nos muestran la [Unipersonalidad] del Divino Invisible, y que no comparte su gloria con nadie ( Is. 42:8; 43:10; Sal.29:1; 148:13. Véalos por favor en su Biblia, queridos visitantes... enfatizo la Unicidad de Dios con corchetes):

Is. 44:6 «Así dice Jehová Rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, [y fuera de mí no hay Dios]».

Is. 44:8 «No temáis, ni os amedrentéis; ¿no te lo hice oír desde la antigüedad, y te lo dije? Luego vosotros sois mis testigos. [No hay Dios sino yo]. [No hay Fuerte]; [no conozco ninguno]».

Is. 45:5 «Yo soy Jehová, [y ninguno más hay]; [no hay Dios fuera de mí...]».

Is. 45:14 «Así dice Jehová: El trabajo de Egipto, las mercaderías de Etiopía, y los sabeos, hombres de elevada estatura, se pasarán a ti y serán tuyos; irán en pos de ti, pasarán con grillos; te harán reverencia y te suplicarán diciendo: Ciertamente en ti está Dios, [y no hay otro fuera de Dios]».

Is. 45:21-22 «Proclamad, y hacedlos acercarse, y entren todos en consulta; ¿quién hizo oír esto desde el principio, y lo tiene dicho desde entonces, sino yo Jehová? [Y no hay más Dios que yo]; Dios justo y Salvador; [ningún otro fuera de mí]. Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, [porque yo soy Dios, y no hay más]».

Is. 46:9 «Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; [porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí]...»

Es verdad que Cristo debe ser «venerado», «honrado», «adorado», pero no del modo que se hace con la Deidad, sino como el Hijo de Dios, como el Mesías que proveyó la [salvación] y cuyo [autor intelectual] indiscutible es el Padre que está en los cielos; es por eso que el profeta mesiánico escribe de la sumisión de Cristo para con la voluntad soberana de su Dios y Padre: «Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento» (Is.53:10). Si conocemos que el Padre es «insujetable» a la decisiones y opiniones de [externos], sean humanos o espirituales, característica que no se le puede desechar sencillamente por lo que es, Dios Perfecto, la [sujeción de Cristo] al Padre y Dios, por ende, lo omite de la errada presunción que lo asigna como parte de la Deidad: «...pero no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lc.22:42); y en otra parte: «... porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre» (Jn.5:30).

Debo recordales que una ferviente actitud amorosa no es lo suficiente para agadar a Dios, mientras los conceptos de su identidad y la de su Hijo estén mal entendidos. Esto no salvará a nadie. La salvación está relacionada, primeramente, en una comprensión adecuada de la persona del Padre y de su Hijo Jesucristo (Véase por favor 1 Tim.2:3-5). Si no es así queridos amigos, se asentarán en un herejía ofensiva a Dios, y de nada les servirá “amar al prójimo como a uno mismo”. Recuérdese: «Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento» (Os.4:6).

Texto de reflexión:

2 Co. 11:4 «Porque si viene alguno predicando a otro Jesús que el que os hemos predicado, o si recibís otro espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis...»


Dios les bendiga siempre.


Referencias:

La Trinidad: La Herida Auto Inflingida Del Cristianismo. Anthony Buzzard.

Evidencia Que Exige Un Veredicto (Vol. II). Josh McDowell.

Reina Valera 1960.

Babilonia, Misterio Religioso Antiguo y Moderno. Ralph Woodrow.

El Pentateuco. Pablo Hoff.

Eventos Del Porvenir. J. Dwight Pentecost.