Este singular blog proclama las verdades básicas de la Biblia
Datos personales
- Javier Rivas Martínez
- Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.
sábado, 7 de mayo de 2011
viernes, 6 de mayo de 2011
LA WATCHTOWER ALIENTA A SUS FELIGRESES A RECIBIR EL ESPÍRITU SANTO PARA SER GUIADOS POR ÉL, Y ASÍ PODER VENCER AL MUNDO IMPÍO. PERO HAY UN PROBLEMA...

Nosotros recibimos, no el espíritu del mundo, sino el espíritu que proviene de Dios, para que conozcamos las cosas que Dios nos ha dado bondadosamente. (1 COR. 2:12)
Los cristianos estamos en guerra. Nuestro enemigo es un combatiente poderoso y astuto que ha luchado en mil batallas. Para colmo, dispone de un arma sumamente eficaz que le ha permitido conquistar a la mayor parte de la humanidad. Pero no tenemos por qué sentirnos indefensos ni condenados a la derrota (Isa. 41:10). Contamos con una protección insuperable, capaz de resistir todo ataque.
2 El combate que libramos no es físico, sino espiritual. Nuestro adversario es el Diablo, y una de sus principales armas es “el espíritu del mundo” (1 Cor. 2:12). La mejor defensa es el espíritu santo. Por lo tanto, tenemos que pedírselo a Dios y producir su fruto en nuestra vida. Solo así lograremos sobrevivir en la batalla y mantenernos firmes en la fe (Gál. 5:22, 23). Ahora bien, ¿qué es el espíritu del mundo? ¿Por qué tiene tanta influencia? ¿Cómo podemos saber si está actuando en nosotros? ¿Cómo logró Jesús resistir el espíritu del mundo y recibir el de Dios, y qué lecciones nos dejó?
El párrafo 16, dice:
16 Si queremos recibir el espíritu de Dios, es preciso que adoptemos “la mente de Cristo” (1 Cor. 2:16). En otras palabras, tenemos que asumir “la misma actitud mental que tuvo Cristo”; para ello, debemos conocer su forma de pensar y actuar y luego seguir su ejemplo (Rom. 15:5; 1 Ped. 2:21). Veamos varias maneras de imitarlo.
Los párrafos 17 y 18, dicen:
17, 18. a) ¿Qué ejemplo nos dio Jesús sobre la oración? b) ¿Por qué es necesario que los cristianos “sigan pidiendo”?
17 Roguémosle a Dios que nos dé su espíritu. Antes de enfrentarse a las pruebas, Jesús le solicitaba a su Padre que lo ayudara con su espíritu (Luc. 22:40, 41). Nosotros también tenemos que hacerlo. Si se lo pedimos con fe, Jehová nos lo concederá con generosidad (Luc. 11:13). El propio Cristo nos dijo: “Sigan pidiendo, y se les dará; sigan buscando, y hallarán; sigan tocando, y se les abrirá. Porque todo el que pide recibe, y todo el que busca halla, y a todo el que toca se le abrirá” (Mat. 7:7,8).
18 Como vemos, hay que pedir con persistencia la ayuda y el espíritu de Jehová. Puede que debamos orar con más frecuencia o por más tiempo. A veces, él primero deja que demostremos que tenemos verdadero interés y fe, y luego concede nuestros ruegos*
…en los párrafos 22,23 de la revista, se dice:
Podemos vencer al mundo
22, 23. ¿Qué tenemos que hacer para vencer al mundo?
22 Si queremos que nos guíe el espíritu de Dios, tenemos que oponernos al del mundo. Y no es fácil resistir su influencia. Hay que luchar, combatir con empeño (Jud. 3). Pero podemos ganar. Jesús dijo a sus discípulos: “En el mundo están experimentando tribulación, pero ¡cobren ánimo!, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).
23 Nosotros también lograremos vencer al mundo si nos oponemos a su espíritu y hacemos todo lo posible por obtener la fuerza activa de Jehová. En efecto, “si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” (Rom. 8:31). Al recibir el espíritu santo y seguir su guía, expresada en la Biblia, viviremos en paz, felices y satisfechos, seguros de que pronto disfrutaremos de vida eterna en el nuevo mundo.
COMENTARIO:
Como ustedes han podido observar, el Cuerpo Gobernante anima a sus correligionarios a ser guiados INDIVIDUALMENTE por el espíritu de Dios para poder así poder vencer al mundo. Es decir, el “esclavo” extrañamente enseña ahora que el Espíritu Santo puede guiar individualmente a todo Testigo de Jehová, junto con el estudio personal de la Biblia. Noten también que la WT no está diciendo nada en absoluto de que el pueblo de Jehová deberá ser guiado únicamente por el Cuerpo Gobernante, la supuesta clase celestial inspirada del “esclavo”, encargada de alimentar a los domésticos a su debido tiempo, como siempre lo ha sostenido. Ahora resulta que El Espíritu Santo está guiando a todo verdadero Testigo de Jehová, tanto de clase celestial como de la clase terrenal.
Esto implica, además, que si todos los verdaderos Testigos de Jehová son guiados INDIVIDUALMENTE por el Espíritu Sant0, entonces todos son HIJOS DE DIOS, puesto que Pablo es muy claro, al decir:
Romanos 8:14: Porque todos los que son GUIADOS por el Espíritu de Dios, éstos son HIJOS DE DIOS.
¿Y qué obtendrán como recompensa los hijos de Dios?
Romanos 8:17: Y SI HIJOS, también herederos; herederos de Dios y COHEREDEROS con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.
Es decir, si somos hijos de Dios, somos herederos de Dios y coherederos con Cristo, para que juntamente con él seamos glorificados en su reino. Y si somos hijos de Dios, ¿no es de suponer que también nos convertimos en hermanos del primogénito Jesús?¿Cómo es posible entonces que los TJ nos hablen de dos clases: una, la de los hijos de Dios, y otra, la de los hijos de nadie (o tal vez, del diablo)?
Nota adicional:
En el párrafo 16 la WT dice que para recibir el espíritu de Cristo hay que tener la mente de Cristo. ¿Pero dónde dice esto en la Biblia? ¿Acaso no se supone que el espíritu santo produce frutos justamente para tener la mente y el carácter de Cristo? Veamos lo que dice en realidad Pablo al respecto en 1 Cor. 2:13-16:
"Lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie. Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo".
Observen que aquí Pablo dice que los que tienen "la mente de Cristo" no hablan sabiduría humana, sino las que enseña el espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. Es decir, los que tienen la mente de Cristo tienen ya el espíritu Santo. Pero la Watchtower comete el craso error, cuando dice: "Si queremos recibir el espíritu de Dios, es preciso que adoptemos la mente de Cristo". Pero amigos Testigos de Jehová, no hay forma de adoptar la mente de Cristo sin el espíritu santo. Además, en 1 Cor. 2:16, el versículo que cita la WT para apoyar su tésis, Pablo mismo dice que "Nosotros tenemos la mente de Cristo"...y él se incluye, pues él estaba guiado por el Espíritu Santo, y lo prueba con los versos 13-15. Así que si en esto, que es fundamental, los TJ meten la pata, ¿qué podemos pensar de sus otras enseñanzas más intrincadas, como por ejemplo aquella de las dos esperanzas para los salvos: una celestial y otra terrenal?
Un abrazo, mis queridos amigos,
Apologista
sábado, 2 de enero de 2010
EL PORQUÉ EL ESPIRITU SANTO NO PUEDE SER UNA PERSONA

Cuando DIOS derrama su espíritu sobre sus siervos, en la Biblia a menudo se dice que se llenan o están LLENOS de espíritu santo. Tal fue el caso de Jesucristo, Juan el Bautista, Pedro, Pablo y Bernabé. Así como a discípulos reunidos el día del Pentecostés del año 33 (Lucas1:15,4:1; Hechos 4:8; 9:17; 11:22,24; 13:9).
Ahora bien, ¿puede derramarse una persona sobre otras? ¿O puede un grupo de personas llenarse de alguien? No tiene ninguna lógica, ¿verdad? Según la Biblia, uno se puede llenar de sabiduría, de entendimiento e incluso de conocimiento, pero nunca se menciona que alguien se llene de otra persona (Éxodo 28:3; 1 Reyes 7:14; Lucas 2:40; Colosenses 1:9).
Otro punto: Las Escrituras igualmente nos dicen que el amor de Dios puede ser DERRAMADO en nuestros corazones. Veamos Romanos 5:5: “Y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios está derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos es dado (o derramado)”. Ahora bien, nadie en su sano juicio creerá que el AMOR es una persona sencillamente porque se dice que es derramado como lo es el espíritu santo (Hechos 2:18).
La palabra espíritu se traduce del término griego pneuma, que transmite la idea de una fuerza o poder invisible. De acuerdo con un diccionario especializado, esta palabra “denota en primer lugar el viento; también aliento; luego, de forma especial, el espíritu, que a semejanza del viento, es invisible, inmaterial y poderoso” (Diccionario Expositivo de la palabras del Antiguo y del Nuevo testamento exhaustivo, de W.E.Vine). Está claro que el espíritu santo no puede ser una persona.
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viernes, 9 de octubre de 2009
...ES EL ESPIRITU SANTO DIOS?

Juan 14: 16-17: Y yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador (Consolador en RV, Auxiliador en RV) para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad. El mundo no puede aceptar porque no le ve, ni le conoce. Pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros y estará en vosotros (NVI).
Juan 14:26: Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que he dicho.
Juan 15:26: “Cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad que procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.
Juan 16:7-8: Pero yo os digo la verdad: es por vuestro bien que me voy. A menos que me vaya, el Consolador no vendrá a ustedes, pero si me voy, os lo enviaré. Cuando él venga, convencerá al mundo de culpa en relación con el pecado y la justicia y de juicio.
Juan 16:13-15: Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda verdad. Porque no hablará por su cuenta, sino que hablará todo lo que oye, y él les dirá lo que está por venir. Él me glorificará porque tomará de lo mío y lo hará saber a vosotros. Todo lo que pertenece al Padre es mío. Por eso dije que el Espíritu tomará de lo mío, y os dará a conocer.
Los no Trinitarios señalan que el Griego parakleto es de género masculino y, por tanto, requiere un pronombre masculino. Es, por tanto, gramaticalmente necesario usar los pronombres, ‘aquel’, ‘él’, ‘su’, y ‘quien’ en estos pasajes. Sin embargo, al igual que el género neutro Griego pneuma no establece el carácter de persona o no persona del Espíritu, tampoco el género masculino parakletos establece la persona o no persona de Consolador. Como se indicó anteriormente, el género masculino Griego se asocia con personas, lugares y cosas. Cuando este género se asocia con un sustantivo, por sí mismo no dice lo que significa el sustantivo. Eso deberá ser determinado por otra información.
En los pasajes citados arriba, el Consolador se identifica como el Espíritu Santo y el Espíritu de Verdad. Sin embargo, es el género masculino parákletos que se está discutiendo y el utilizar los pronombres personales de ‘él’, ‘su’, o ‘aquel’, es perfectamente legítimo. Incluso en Juan 16: 13-15, donde Jesús habla del Espíritu de verdad, todavía está hablando acerca del parákletos y por lo tanto el uso del pronombre griego ekeinos, ‘él’ y ‘su’, es apropiado. Algunos trinitarios insisten en que la palabra Espíritu está siendo modificada por el pronombre Griego ekeinos. Esto simplemente no es el caso puesto que éste es un pronombre masculino y no se aplica a un sustantivo neutro.
En vista de las dinámicas asociadas con el género en el idioma Griego y el hecho de que el género, en y por sí mismo, no establece el significado de un sustantivo, una personalidad para el Espíritu Santo no puede ser establecida sobre la base de la gramática, un hecho reconocido por varios eruditos Griegos. Asimismo, se señaló que en Juan 15:26, el Consolador es visto como que sale del Padre (que procede del Padre en la KJV). Según la teología trinitaria, el Espíritu Santo es distinto del Padre en la divinidad trinitaria. Si este es el caso, ¿por qué se considera que procede del Padre? Para los no-trinitarios, la respuesta es que el Padre es el único y supremo Dios que tiene el Espíritu Santo de la inteligencia y el poder… y el Espíritu fluye a donde el Padre quiere que fluya.
Los no trinitarios señalan que a través de las Escrituras el Hijo se habla como siendo ‘de Dios’, el Espíritu se habla como siendo ‘de Dios’ pero en ninguna parte se habla del Padre como siendo ‘de Dios’. Se cree que el Padre nunca se habla de él como ‘de Dios’, porque el Padre es Dios y el Hijo y el Espíritu son del Padre. El Hijo es visto como del Padre por ser directamente engendrado por el Padre y el Espíritu es visto como del Padre porque es el poder del Padre, el pensamiento, la emoción, la creatividad y todos los demás atributos personales manifestados por el Espíritu. El Espíritu de Dios es visto como la personalidad de Dios según la definición de todas las características que se le atribuyen al Espíritu en las Escrituras. El Espíritu de Dios es prácticamente lo que Dios es, tal como el Espíritu en el hombre es prácticamente lo que el hombre es. En ningún caso el Espíritu / espíritu existe como su propia persona, a diferencia de la persona en el que reside.
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jueves, 10 de septiembre de 2009
LETRA VS ESPÍRITU

“O sí, yo asistí a las escuelas del hombre blanco. Aprendí a leer de libros de escuela, periódicos, y la Biblia. Pero halle que estos no eran suficiente. Las personas civilizadas dependen demasiado en las páginas de hechura humana. Yo me volví al libro del Gran Espíritu el cual es toda la creación. Tu puedes leer una gran porción de este si estudias la naturaleza. Tu sabes, si tú tomas todos tus libros, los pones bajo el sol, y si dejas que la nieve y la lluvia y los insectos trabajen en ellos por un tiempo, no quedara nada. Pero el Gran Espíritu ha provisto a ti y para mí la gran oportunidad de estudiar en la universidad de la naturaleza – los bosques, los ríos, las montañas y los animales que nos incluye a nosotros.” –Tatanga Mani (Búfalo Caminante): Indígena Americano Stoney
Lamentablemente el establecimiento eclesiástico a tomado esta biblioteca llamada Biblia y la ha colocado en un pedestal que legítimamente pertenece, no al libro mismo, sino al Espíritu detrás de la letra. Es esa esencia la que mana como extracto del conjunto de ideas expresadas y no del escrutinio deliberado de cada verbo y adjetivo.
sábado, 16 de mayo de 2009
¿ES VERAZ LA DOCTRINA DE LA INMORTALIDAD DEL ALMA?

«Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente» (Gn. 2:7).
En otras traducciones de este verso, «un ser viviente» es sustituido por un «un alma viviente» (nefesh hayyah, heb.). El término «alma» en la Biblia carece de toda relación o afinidad con el concepto griego filosófico-religioso y ancestral del «alma inmortal», y de su “meta psique” o trasmigración, doctrina pagana introducida en Grecia por los orfistas y los pitagóricos, la que concientizó además Platón, extendiéndola.
El hombre vino a trasformarse en «un ser viviente», o «alma viviente», por medio del «aliento» de Dios soplado en el barro, en la arcilla orgánica. La palabra «aliento de vida» o «nefesh», tiene un significado variado: Significa «alma» en el sentido de la «psique» (gr.) o de la «mente» humana, también llamado «corazón»: la naturaleza emocional del hombre (Mt. 15:19). Significa «vida» y «persona». Se traduce además como «deseo», «apetito», «emoción» o «pasión». El barro recibió «vida» mediante un acto de Dios que lo convirtió en «un ser o alma viviente», «un ser pensante que no se puede dividir». Cristo dijo en el huerto del Gesemaní que su «alma estaba muy triste, hasta la muerte» (Mt. 26: 38). Sugiere aquí con exactitud que su carga emocional era terrible y muy pesada, trayéndole como consecuencia un fortísimo estado de ansiedad, al tener en cuenta en su mente el sacrifico vicario y salvífico que tenía pendiente en la imperturbable cruz de madera; a causa de tal motivo, pudo exclamar: «Padre mió, si es posible, pase de mi esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú» (Mt. 26:39).
«Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo» (1 Ts. 5:23).
Pablo no hace aquí ninguna distinción entre una cosa y otra (espíritu, alma y cuerpo), como si el hombre fuese una entidad que pudiera separarse por “esencias”: «Os santifique (hagiasai humäs, gr.) por completo» (holoteleis, gr. holos: entero; telos: fin, gr.). Esta referencia apunta más a cualidades que a cantidades, porque el hombre es una «inseparable totalidad»; ciertamente el hombre es un «agente indivisible». «Vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo» (humön to pneuma kai hë psuchë kai to söma, gr.), no es mencionado como aludiendo una trico o dicotomía objetiva y literal. Todos los seres humanos, conversos y no, buenos y malvados, poseen un «hombre interior»: «Alma» (psuchë; mente, nous, gr.), «corazón» (kardias); el «hombre interior» (ho esö anthröpos, gr.), y el «hombre exterior» (soma, ho exö antrhöpos), pero nosotros como creyentes, tenemos el «espíritu santo», y el «espíritu renovado» por el «paráclito» (véase 1 Co. 2:11; Ro. 8:9:11). El hombre, por lo visto, no es una «integridad compuesta» como se ha creído por muchos siglos. En la primera carta a los corintios, en el segundo capítulo, el apóstol Pablo hace una analogía entre el «espíritu de Dios» y el «espíritu del hombre». El «espíritu de Dios» (to pneuma tou tehou, gr.), no solamente escudriña nuestros «corazones», sino también «aun lo más profundo de Dios» (kai ta bathë tou tehou, gr.). «El espíritu de Dios», es por decir así, la conciencia de él mismo, su mente omnisciente. Dios conoce sus propósitos a través de su «santo espíritu». De forma semejante, el «espíritu del hombre que está en él» (to neuma tou anthröpou to en autöi, gr.), es su propia mente o conciencia auto analizadora:
«Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él?» (1 Co. 2:11).
El «espíritu del hombre», es una condición inherente en cada individuo humano. “No es un agregado que se pueda desechar”. Cuando el cuerpo del hombre perece, su «espíritu» o «conciencia» también perece.
Tendrá que comprenderse, por los fundamentos ofrecidos, que el ser humano es «indiviso en su integridad»; es de ese modo como Pablo lo entendió siempre (Sea guardado entero, holoklëron terëthëië, gr.) El adjetivo «holoklëron» posee un significado «completo en todas sus partes» (holos, todo, klëros, parte, gr.). Es imposible, con esto, aún seguir admitiendo la doctrina del «alma inmortal» que elaboró el paganismo griego.
«Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno» (Mt. 10:28).
El «alma» y el «cuerpo» son tomados aquí como un todo: el hombre. El «alma» es la «mente» de donde nacen las emociones y los sentimientos; es donde reside la razón, la inteligencia y la locura; es de donde surgen el trémulo cavilar y las firmes decisiones. El «alma», es la vida del «cuerpo», la chispa o el «hálito de vida» que de Dios proviene, que insufló; él lo ha dado (Ec. 12:7). «Cuerpo, alma y espíritu»: Unidad indisoluble conocida como «ser humano», cuya propiedad no puede separarse sin que su esencia se destruya o altere. En este texto, el «cuerpo» y el «alma» son expresados como si constituyesen todo el hombre. «Destruir el alma y el cuerpo en el infierno» (kai psuchën kai söma apolesai en geennëi, gr.), no incita a pensar que la unidad posea la capacidad de disgregarse en «dos partes», sino que es, exclusivamente, «una sola cosa»: el hombre, de nuevo. La destrucción del «alma» y el «cuerpo» acontecerá cuando «los muertos grandes y pequeños» (tous nekrous tous megalous kai tous mikrous, gr.) sean despertados de su muerte prolongada en la segunda resurrección (La primera resurrección es la de los justos, véase Ap. 20:4-6, y deduzca), para ser juzgados en el Juicio del Gran Trono Blanco (Ap. 20: 11-13), y después lanzados, en «cuerpo entero», es decir, en «cuerpo y alma», en el Lago de Fuego que arde con azufre (Ap. 20:15). En 1R.17:21, la mujer suplica a Elías por el hijo que ha muerto prematuramente: «…te ruego que hagas volver el alma (la vida: nefesh, heb.) de este niño a él». Es decir, «…te ruego que hagas volverle la vida de este niño a él». No hay relación aquí con un cuerpo místico-espiritual, tal como lo concibió la religión pagana antiquísima. El «alma», definitivamente, es la «chispa vital» que hace del hombre un agente dinámico, animado, que lo trasforma en un «alma viviente».
Por ningún lado la Biblia explica que inmediatamente después de la muerte una supuesta «alma inmortal etérea» emprenda rápido “vuelo” al tercer cielo de Dios, por obras buenas, o que vaya al infierno, por obras malas. Mucho tienen que ver en esta falsa creencia, el no considerarse la parábola del «rico y Lázaro» como tal. En nuestros blogs existen estudios muy claros al respecto. Búsquelos amable lector. Estos sensatos y racionales estudios eliminan “limpiamente” la literalidad de dicha parábola. Su interpretación es alegórica, en forma figurada, sin la menor duda. No es hasta después de la resurrección de los muertos cuando se logrará definir qué persona irá en «cuerpo completo» a su lugar merecido, no antes: «Para vida eterna, o para condenación eterna». Veamos esta sólida realidad:
«No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación» (Jn. 5:28-29).
Prosigamos:
«Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos» (Ap. 6:9-11).
Esta imagen de la visión, no es literal, sino alegórica. El altar que aparece ubicado en el cielo es simbólico, el antitipo del altar del tabernáculo en la tierra ordenado a Moisés, de acuerdo a Heb. 8:2-5:
«… ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre. Porque todo sumo sacerdote está constituido para presentar ofrendas y sacrificios; por lo cual es necesario que también éste tenga algo que ofrecer. Así que, si estuviese sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo aún sacerdotes que presentan las ofrendas según la ley; los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte» (Heb. 8:2-5).
La alegoría muestra que estas «almas» se encuentran debajo (hupokato, gr.) del altar. Recordaremos que la sangre de los sacrificios ofrecidos en el Antiguo Testamento, según el culto levítico, era derramada hacia el fondo del altar (véase Lv. 4:7). Las mártires mencionadas o «almas» que son «vidas humanas» y no en el sentido de ser «sustancias inmortales» que fueron parte una vez de un cuerpo palpable o «soma», imperceptibles para el ojo humano común, como los espíritus demoníacos (Las almas, tas psuchas, gr.). Estos «mártires» han dado sus «vidas» o «almas» como su Señor que ha sido «inmolado» (Porque fuiste inmolado, hoti esphagës, gr.) para la redención y el rescate de muchos (Mt. 20:28; Ap. 5:9). En Ap. 5:6 existe un simbolismo que señala el invaluable sacrificio de Cristo, representado como «un Cordero como inmolado». «Los siete cuernos y siete ojos del Cordero», revelan el magno poder y la plenitud perfecta de Dios en Cristo por medio del espíritu santo. Es obvio y evidente que en la humanidad de Cristo no aparece en realidad este número de «cuernos» y de «ojos». Este simbolismo tiene un propósito preciso: mostrar lo que Cristo hizo por los hombres pecadores en la cruz del Calvario y la unidad habida entre éste con el Padre (Jn. 17:11, 21-22). Los mártires que aparecen debajo del altar y que claman con voz potente y vocativa (¿Hasta cuándo…? heös pote, gr.) por justicia y venganza al Dios del cielo por sus sangrientas muertes (Vengas nuestra sangre de manos de los que moran en la tierra, ekdikeis to haima hëmön ek tön katoikountön epi tës gës, gr.), son al parecer en esta representación simbólica, porque no se especifica, los siervos de Dios que han sido muertos en todas las edades, desde la persecución de los cristianos que empezó con el cruel Domiciano, que continuó notablemente a lo largo de la edad media por el nefando y lóbrego catolicismo, y que continúa con odio desmedido en ciertos países del mundo hasta hoy en día, «a causa de la Palabra de Dios». Estos textos estudiados ahora, por desgracia y desventura, han sido mal comprendidos, al aplicar, en este caso, de modo incorrecto, el método de interpretación literal, muy «abusado y venerado» por los trinitarios dispensacionalistas. Si el método de interpretación literal es el correcto para comprender Ap. 5:6, no cabe duda entonces que Cristo es “un animal de la especie del género «Ovis», con una gran cantidad de «ojos» y «cuernos», semejante a un monstruoso error biológico”; tendríamos que aceptar rotundamente también como “almas inmortales separadas de los cuerpos de los mártires que murieron por causa de Jesucristo, y que están en estos momentos en el cielo, en la misma presencia santa de Dios”; “almas inmortales que yacen descarnadas en la base del altar de los sacrificios”. Esto, amigos míos, no puede ser nunca.
Pablo considera la «muerte» como el «dormir profundo y natural» (véase 1 Ts. 4:13-14). De los que murieron en Cristo en su época el apóstol dice: «Acerca de los que duermen» (peri tön koimömenön, del antiguo koimaö, poner a dormir, gr.). Los griegos y los romanos empleaban esta figura del sueño para la muerte; Cristo la usa en Jn.11:11. «El sueño de la muerte, es la inconciencia absoluta de la mente en ese estado». Es el «no saber nada de aquí, ni de ningún otro lado». Por lo tanto, el “más allá”, es inexistente.
Cuando Caín mató a su hermano, a Abel el justo (Mt. 23:35), en sentido figurado, metafóricamente, Dios le dijo que «la voz de la sangre de su hermano clamaba a él desde la tierra» (Gn. 4:10), entendiéndose que Dios no estaba muy contento con el acto homicida perpetrado por Caín, por lo que Dios habría de juzgarlo con enorme severidad. El texto jamás menciona que el “alma de Abel clamaba a Dios desde el cielo por el macabro asesinato hecho contra su persona”. ¿Seguiremos considerando aún con tan tangibles prueba presentadas la existencia de un «alma inmortal»?
La Biblia no establece la enseñanza de la doctrina de la «inmortalidad del alma»; con remarcada notoriedad es incompatible con ella. El rey Salomón describe el «estado o condición inconciente» de las personas después de la muerte, sin dejar huecos o pautas de oportunidad para pensar y admitir otra cosa:
«Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido. También su amor y su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol» (Ec. 9:5-6).
El predicador pone de manifiesto que los individuos finados, «nada saben», «porque su memoria ha sido puesta en olvido». Es lógico suponer con semejante declaración, que nadie está conciente o despierto después del evento de la muerte, en un “equis” lugar, nómbrese «cielo», «limbo», o «infierno». Ninguna persona muerta puede «amar», «odiar» o «envidiar»; por este motivo, es imposible alabar a Dios inmediatamente después de morir:
«No alabarán los muertos a JAH, ni cuantos descienden al silencio…» (Sal. 115:17).
Termino diciendo, como recordatorio, que el hombre consiste en tres elementos indivisibles y diferentes, «cuerpo», «alma» y «espíritu». El «cuerpo» es la parte material que constituye físicamente al hombre; el «alma» es el principio de vida animal en el hombre; y el «espíritu» es el principio de la vida racional del hombre. Tomaremos en cuenta, por su importancia, que «vida» (alma) y «espíritu» se utilizan de forma intercambiable en la Biblia (véase por favor: Job. 27:3; 33:18), como también «alma» y «espíritu» (véase por favor: Sal. 42:6; Jn. 12:27; He. 12:23).
Al morir el hombre, el «cuerpo» vuelve a la tierra y el «alma» deja de existir. Pertenece la «imaginación», la «memoria», la «comprensión» al «alma» humana. El poder de «razonar», la «conciencia» y el «libre albedrío» al «espíritu» del hombre. El hombre es una unidad de «cuerpo y alma», inesperable en su sustancia que espera la resurrección, si ha muerto, o la trasformación en vida, para obtener un «cuerpo espiritual», si es fiel creyente, como el de Cristo en su resurrección, que no era un «espíritu incorpóreo», un «espectro», una «apariencia» humana, según la errada creencia de los gnósticos docetistas (véase por favor: 1 Co. 15:44; 1 Jn. 4: 2-3 «… porque un espíritu no tiene carne y huesos como yo tengo». Lc. 24:39).
Los muertos serán despertados en el futuro del polvo de la tierra, cuando Cristo venga en gloria y visible al mundo para juzgarlo (Mt. caps. 24 y 25). La doctrina de la «inmortalidad del alma», es una mortal mentira pagana que no pocos deberán desalojar de sus mentes por ser herética y comprometedora para sus vidas espirituales. Su sinceridad personal, no los justificará en el día del juicio.
«Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua» (Dn. 12:2).
Tengan cuidado en lo que están creyendo.
Gracias hermanos y amigos míos que nos visitan con agrado y deseos de aprender.