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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.
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lunes, 16 de mayo de 2011

TESTIGOS DE JEHOVÁ:¿REALMENTE SERÁ EL LEGENDARIO REY DAVID UN MERO SÚBDITO DE SU PROPIO REINO?



Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)

Estimados amigos,

Es increíble escuchar a los Testigos de Jehová enseñando tantas sandeces en lo que respecta al reino de Dios, que realmente me quedo pasmado o aturdido. Resulta que la Watchtower ha venido enseñando que el reino de Dios está compuesto por dos tipos de fieles: los reyes y sacerdotes, y los súbditos, todos los cuales son “Testigos de Jehová”. Es decir, gobernantes y súbditos conforman dos clases de Testigos de Jehová, quienes tienen diferentes destinos o diferentes esperanzas. Una clase, la gobernante, que regirá desde los cielos, y que suman 144,000 personas, y otra clase (segunda clase), llamada “la grande muchedumbre”, que vivirán en la tierra.

Para los Testigos de Jehová, Jesús vino a llamar a su iglesia, la cual está compuesta, según ellos, por tan sólo de 144,000 TJ. Esta, su supuesta iglesia, heredaría el reino celestial para regir con él desde los cielos a “la grande muchedumbre” de TJ que no llegaron a conformar su iglesia o cuerpo, y que por esta razón están destinados a vivir en la tierra como vasallos. En buena cuenta, para los TJ, todos aquellos héroes de la fe del Antiguo Testamento, tanto reyes, profetas, y otros justos, permanecerán en la tierra sólo en calidad de vasallos o súbditos, lejos de la mesa mesiánica, y lejos de cualquier responsabilidad gubernamental, dado que al haber vivido antes de Cristo, no pudieron responder a su llamado para ser parte de su iglesia o cuerpo gobernante.

El problema con esta enseñanza es que las Escrituras nos hablan de la restauración del reino Davídico (Hechos 1:3,6,7), y también nos Enseñan que David, el rey y fundador del reino de Dios, se le prometió que no le faltaría varón que se siente sobre su trono. Sí, David sabía, por boca de Dios mismo, que su reino no desaparecería para siempre, y que sería restaurado por un descendiente suyo, el Señor Jesús. Es decir, la línea real de David nunca se perdería (Jer 33:17; Sal. 89:3,4). David sería resucitado para ver la promesa cumplida. El vería nuevamente su reino en todo su esplendor en la persona de “aquel varón”, el Señor Mesías, Jesús.

Sin embargo, los Testigos de Jehová, como dijimos, enseñan que David, así como los otros reyes justos, los profetas, y otros santos y justos del AT, sólo resucitarán para ser súbditos del reino. ¿Se imaginan ustedes lo que esto significa? Significa que el legendario rey David, el fundador del reino de Israel, pasará a ser, de un hombre noble, a un vasallo de su propio reino, lejos de su hijo, el Cristo, y sin ningún poder sobre las naciones. Una especie de rey degradado a la condición de vasallo, como si hubiera sido un hombre de poca monta a los ojos de Dios. ¿Pero acaso nos hemos olvidado que David fue un ungido de Dios, un hijo de Dios, y un rey destacable en Su reino (Sal.89:20)? Realmente nos parece perversa y torcida la enseñanza de los Testigos de Jehová.

Es interesante ver cómo Pablo finalmente menciona a los héroes de la fe del AT diciendo que eran peregrinos en esta tierra, y que ellos anhelaban una ciudad celestial y agregó que ellos serán PERFECCIONADOS JUNTO CON NOSOTROS (incluyéndose Pablo mismo). Veamos lo que dicen los siguientes versos de Hebreos 11:1-40: 1 Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. 11:2 Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos. 11:3 Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía. 11:4 Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella. 11:5 Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios. 11:6 Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. 11:7 Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe. 11:8 Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. 11:9 Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; 11:10 porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.11:11 Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido. 11:12 Por lo cual también, de uno, y ése ya casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar.11:13 Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. 11:14 Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; 11:15 pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. 11:16 Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad. 11:17 Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, 11:18 habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; 11:19 pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir. 11:20 Por la fe bendijo Isaac a Jacob y a Esaú respecto a cosas venideras. 11:21 Por la fe Jacob, al morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyado sobre el extremo de su bordón. 11:22 Por la fe José, al morir, mencionó la salida de los hijos de Israel, y dio mandamiento acerca de sus huesos. 11:23 Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres por tres meses, porque le vieron niño hermoso, y no temieron el decreto del rey. 11:24 Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, 11:25 escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, 11:26 teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón. 11:27 Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible. 11:28 Por la fe celebró la pascua y la aspersión de la sangre, para que el que destruía a los primogénitos no los tocase a ellos.11:29 Por la fe pasaron el Mar Rojo como por tierra seca; e intentando los egipcios hacer lo mismo, fueron ahogados. 11:30 Por la fe cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días. 11:31 Por la fe Rahab la ramera no pereció juntamente con los desobedientes, habiendo recibido a los espías en paz. 11:32 ¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas; 11:33 que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, 11:34 apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros. 11:35 Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección; mas otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. 11:36 Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. 11:37 Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; 11:38 de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra. 11:39 Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; 11:40 proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros.

La idea es que tanto los fieles del AT, como los fieles del NT, y todos los demás que se convirtieron de todas los siglos subsiguientes, tendrán una misma esperanza, habiendo sido todos peregrinos en esta tierra y herederos de la ciudad celestial que está por venir a la nueva tierra (Apo. 21:3,4). Estos versos de Hebreos 11 fulminan la tesis jehovísta de que sólo 144,000 TJ son peregrinos en esta tierra, y que sólo 144,000 tendrán la esperanza de entrar a la ciudad celestial.

sábado, 19 de febrero de 2011

RESPONDIENDO UN ARGUMENTO ERRADO DEL SEÑOR ARMANDO LÓPEZ GOLART CON RELACIÓN A LA HERENCIA DEL REY DAVID EN EL REINO MILENIAL


Uno de mis pocos detractores que discrepa con mi enseñanza puntual de que el Rey David será gobernante del reino milenial, y no un mero súbdito del mismo, escribe lo siguiente en su blog, a manera de réplica:

“En un reciente artículo titulado “¿Será el legendario rey David un mero súbdito de su reino?” de Apologista, y en donde ya de entrada, presenta una afirmación tendenciosa, porque David nunca tuvo un reino, sino que solo fungió como rey del reino de Jehová que un día estuvo aquí en la tierra, cosa muy distinta y que es en definitiva, del que Jesús anunció su restauración y del que será titular: luego David no será súbdito de “su reino”, sino súbdito del reino de Dios, en manos del ensalzado Jesucristo y cuya gloria nada tiene que ver con la de David”…así que no cabe la supuesta ”degradación” de David a la condición de vasallo, tal como usted sostiene, porque él nunca tuvo un reino.

Comentario de Apologista:

Sin duda alguna, el Sr. Armando López Golart, quien comenta lo anterior, ideó una salida relativamente ingeniosa, pero poco efectiva, a fin de contrarrestar lo que escribí en un post anterior, cuando dije que es imposible que David, habiendo sido el insigne rey del reino de Dios, y el ancestro directo del Mesías Jesús, se convierta en el milenio en un simple vasallo del reino que él mismo gobernó con el amén de Dios.

He de recordarles que la secta de los Testigos de Jehová, organización a la que perteneció el Sr. López Golart, aún enseña que David será un súbdito más en el reino de Cristo, una absurda idea que todavía mantiene el Sr. López, desgraciadamente.

Lo que nos quiere decir el Sr. Armando López Golart, resumidamente, es que si David en realidad nunca tuvo un reino propio, puesto que éste era de Dios, y no suyo, no habría justificación alguna de mi parte para afirmar que se le estaría degradando a la condición de un mero súbdito en el reino milenial de Cristo. ¿Pero cómo no se le estaría degradando al legendario REY David, si siendo aún un insigne y venerado rey de los Judíos, ahora resulta que en el milenio simplemente será un mero súbdito del mismo, lejos de la mesa mesiánica, y despojado de su título real?

El sentido común nos dice que sería una ofensa y una humillación que un rey de un reino, que habiendo sido en sus tiempos muy honrado y venerado por su Pueblo, y aceptado y aprobado por Dios, ahora resulta que cuando sea resucitado de entre los muertos, simplemente recibirá como galardón un lugar entre los vasallos del reino milenial, muy lejos de su descendiente, el Señor Jesucristo y sin su título real. No creo que el Sr. Armando López Golart pueda aceptar semejante ignominia para un notable rey que murió agradando a Dios y siendo bendecido.

¿Pero es que estoy loco cuando digo que el reino era de David? ¡No lo estoy! Y es que si bien es cierto que el reino es de Yahweh, también es verdad que David recibió y obtuvo la autoridad conferida de parte de Yahweh para su reinado, siendo previamente ungido por Samuel. Era como si David fuera Dios mismo gobernando sobre su pueblo, y en ese sentido, el reino de Dios y el reino de David se puede tomar como sinónimos. Y la prueba es que cuando Jesús estaba entrando en Jerusalén, el pueblo clamó, lo siguiente: “¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene! ¡Hosanna en las alturas!” (Marcos 11:10). ¿Es que acaso el amigo Armando López Golart no ha leído esto? Los Judíos mismos llamaron al reino de Yaweh — “El reino de nuestro padre David”. Sí, ‘el reino de Dios’ o ‘el Reino de David’ significan lo mismo para los judíos. Así que el Sr. López Golart se equivoca crasamente, no sé si de mala fe, o por ignorancia, cuando afirma que el reino de Israel nunca fue de David, o que David nunca tuvo su reino. Si él fue Rey, entonces él tuvo su reino, y por eso el pueblo clamó: “Bendito el reino de nuestro padre David que viene”.

Creo sinceramente que el Sr. López Golart debe ponerse la mano en el pecho y admitir que su creencia Rutherfodiana-Watchtoweriana no encaja con lo que la Biblia nos dice sobre los soberanos del reino. Además, él debería leer mejor Hebreos 11 sobre los llamados “héroes de la fe” de antaño, entre los cuales está David, y lo que ellos realmente esperaban como recompensa futura por su fe.

He dicho!

miércoles, 10 de noviembre de 2010

OCUPA CRISTO EL TRONO DE DAVID AHORA?


Traducido con ayuda del traductor automático de Google


FREDERIC R. HOWE


Profesor Emérito de Teología Sistemática, Seminario Teológico de Dallas, Dallas, TX


I. INTRODUCCIÓN


El Señor Jesús dijo a la iglesia de Laodicea, “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono (Ap 3:21, cursiva agregada). Es evidente que Jesús está sentado en un trono. Existe una controversia entre los dispensacionalistas hoy sobre el trono en el que Jesús está sentado. Los dispensacionalistas clásicos dicen que este es el trono del Padre, y que el asiento de Jesús en su propio trono (“mi trono”, Ap 3:21) está todavía en el futuro. El gobierno davídico del Hijo de Dios no está todavía en función. Los dispensacionalistas Progresistas (DP), sin embargo, sugieren que Jesús ya está sentado en el trono de David. De hecho, los DP dicen que Jesús está gobernando como el rey davídico. En este trabajo vamos a considerar las reclamaciones de ambas posiciones.


II. Sólo una realización futura


La realidad de la promesa bíblica de 2 Samuel 7:14-16 se confirma en el anuncio del ángel Gabriel a María, en Lucas 1:31-33. En esa afirmación, el ángel aseguró a María que Jesús habría de recibir el trono de David, y que él gobernaría. A medida que el ministerio de Jesucristo se desplegaba, la cercanía del reino fue demostrada, y sin embargo, lamentablemente también lo fue su rechazo por parte de Israel. Mateo 19:28 es un pasaje de coordinación, ya que dice: “Y Jesús les dijo:” De cierto os digo, que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido También se sentará en los doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel “La implicación de este texto parece obvio, será en la regeneración (palingenesia, nuevo mundo) que Cristo se sentará en su trono de gloria, y esto no se refiere en ningún sentido con una ocupación actual por el Señor Jesucristo del trono davídico.


Posiblemente uno de las defensas más concisa de este cumplimiento sólo futuro se encuentra en el libro de Conferencias de HC Thiessen en Teología Sistemática: Bajo la figura del hombre noble, Cristo es representado como yendo “a un país lejano para recibir un reino para sí mismo” (Lucas 19:12). Así como Arquelao, a la muerte de su padre Herodes, tuvo que ir a Roma para que el reino le fuera confirmado antes de que realmente pudiese gobernar como rey, por lo que Cristo tuvo que regresar al cielo para recibir el reino del Padre (Dan.7 : 13f).. El reino prometido a él por el ángel Gabriel (Lucas 1:32 ss), pero no hay que olvidar que la Palabra dice: “El Señor Dios le dará el trono de David su padre”. Para ello, volvió al cielo. Pero como con Arquelao, Cristo no estableció su trono en el país ahora, pero volverá a la escena de la que partió, y allí establecerá su reino. Jesús está sentado, no en el trono de David, sino en el trono de su Padre (Apocalipsis 3:21). El tiempo vendrá cuando él se sentará en su propio trono (Matt.19: 28; 25:31). Después de que él haya venido así en la gloria, le dirá a los de su derecha: “Venid benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mateo 25:34).


Esta analogía parece viable y realista para este escritor. Los partidarios de “sólo” el cumplimiento futuro de la promesa davídica no niegan el señorío de Cristo, y el hecho de que Él es “el mismo ayer, hoy y siempre.”: Aunque nunca deja de ser rey y, por supuesto, es el Rey, hoy como siempre, Cristo nunca se designa como rey de la iglesia (Hechos 17:7 y 1 Timoteo 1:17 no son excepciones, y Apocalipsis 15:3, “Rey de los santos”, KJV, es “Rey de las naciones” en los textos críticos). Aunque Cristo es un Rey hoy, él no gobierna como Rey. Esto espera su segunda venida. Entonces el reino davídico se cumplirá (Mateo 25:31; Apocalipsis 19:15


1 Nota del editor: Otra implicación es que cuando gobierne Jesús, de igual modo lo harán los apóstoles. Si Jesús está gobernando hoy desde el trono de David, entonces los apóstoles están sentados sobre doce tronos gobernando a las doce tribus de Israel.


III. CUMPLIMIENTO PRESENTE Y FUTURO: dispensacionalistas progresivos


En los últimos años, algunos DPs han expresado exactamente la conclusión opuesta. Los DPs sugieren que la promesa del pacto del gobierno davídico ya se ha cumplido, y que el presente período de sesión de Cristo en el cielo implica su ocupación del trono davídico. También habrá un futuro reinado en la tierra en el reino del milenio, cuando los aspectos políticos de la alianza davídica se cumplirán. Darrell Bock presentó razones específicas por las que se defiende esta posición. Un breve resumen de esta posición se encuentra de la siguiente manera: Debemos tener en cuenta que el Nuevo Testamento indica que los aspectos políticos de la realeza davídica de Jesús se cumplirán en el futuro. Pero los dispensacionalistas anteriores tendían a perder el hecho de que en la teología bíblica, la naturaleza davídica de la actividad actual de Cristo garantiza el cumplimiento de la totalidad de la promesa hecha a David en el futuro, incluyendo las dimensiones nacionales y políticas de esa promesa.


Una clave para esta posición es la idea de que el presente período de sesiones de Cristo en el cielo se ve a la luz específica de la promesa a David. Estas razones básicas se ofrecen como la naturaleza de la actividad davídica actual de Cristo. En primer lugar, es citado Hechos 1:3. Bock razona que los discípulos estaban esperando la restauración del reino de Israel (Hechos 1:6), y que el reino era el reino davídico. Jesús no negó la validez de su investigación, pero afirmó que su gobierno está dentro del control del Padre.


En segundo lugar, varios pasajes se citan en apoyo de la idea de que la actividad actual de Cristo en el cielo está dentro de la esfera de la alianza davídica. Se trata de Mateo 24, Hechos 3:21; Rom 11:26; Hebreos 2:5 y 2 Timoteo 4:1.


En tercer lugar, se afirma que el actual período de sesiones de Cristo en el cielo es una bendición davídica. Y esto es lo que el Nuevo Testamento declara que se ha concedido a Jesús, Hijo de David.


Una línea de evidencia se da también para esta posición de Mateo 28:18. Bock explica que aquellos que se oponen al gobierno davídico en el cielo ahora como el cumplimiento del pacto davídico fallan … para entender la unidad humana-divina (posición Trinitaria que no compartimos) de la persona de Cristo, así como la forma en que la unidad cumple las profecías mesiánicas de convergencia del gobierno divino en el reino escatológico de Dios … A esto se suma el hecho de que su humanidad no es genérica, es un descendiente de David, que ha sido ungido, entronizado, y teniendo en cuenta “toda la autoridad en el cielo y en la tierra “(Mateo 28:18). Cuando actúa, actúa como el divino rey David. (En este punto estos expositores consideran que el Rey-Dios ya ejerce su dominio en el cielo, aunque no lo pueden demostrar con las Escrituras)


IV. EVALUACIÓN DE LOS DOS PUNTOS DE VISTA


En opinión de este escritor, la evidencia bíblica señala claramente en la dirección de la primera opinión, a saber, que las promesas del trono davídico se cumplirán en el futuro, y que el presente período de sesiones de Cristo en el cielo no representa la gobernación en el trono de David. Un pasaje central que puede ser de ayuda en esta evaluación se encuentra en Romanos 1:3-4. El texto dice: “acerca de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor, que nació de la simiente de David según la carne, y declarado ser el Hijo de Dios con poder según el Espíritu de santidad, por la resurrección de los muertos.” Note con atención que en el contraste entre los dos reinos, la naturaleza humana del Señor Jesucristo es de la línea o la simiente de David. Sin embargo, su naturaleza humana es una verdadera naturaleza humana, y de hecho es genérico, así como davídico (a diferencia de la declaración de Bock que la humanidad de Cristo no es genérico). El término “genérico” simplemente significa o describe una entidad que se relaciona con todo un grupo o clase. La genealogía de Lucas muestra la descendencia del Señor hasta el final del nuevo Adán, la cabeza genérica de la raza humana. La Cristología ortodoxa histórica ha articulado el milagro y el misterio del “hombre Dios”, y los teólogos ortodoxos han defendido la verdad de que la naturaleza humana de Cristo es verdadera, una naturaleza humana esencial, heredada de Adán, pero sin pecado a la vista de la milagrosa concepción y nacimiento virginal. El punto de llevar este asunto en este momento es inmediatamente visto en el contraste entre “la simiente de acuerdo a la carne de David,” y “declarado ser Hijo de Dios con poder según el Espíritu de santidad.” Si alguna vez hubo un lugar para insertar o asumir el concepto de que Cristo se le concedió el trono de David en la ascensión, seguramente podría haber estado aquí. Sin embargo, el propio texto muestra que Él no ha sido declarado Hijo de David, sino el Hijo de Dios con poder. Sin duda, este es un argumento del silencio. Sin embargo, en opinión de este escritor, es muy significativo que, como sentado a la diestra de la Majestad en las alturas, el término “Hijo de Dios” es el término central y clave. John Murray captó la importancia de este texto de la siguiente manera: Por lo tanto, cuando volvamos a la expresión “según el Espíritu de santidad,” nuestra conclusión es que se refiere a esa etapa de la dotación neumática en la que Jesús entró a través de su resurrección. El texto, además, relaciona expresamente “Hijo de Dios con poder según el Espíritu de santidad” con “la resurrección de los muertos” y el nombramiento no puede ser otro que el que llegó a ser por la resurrección. El pensamiento del versículo 4 sería entonces que el señorío en el que fue instaurado por la resurrección es un todo-penetrante condicionado por los poderes neumáticos. La relativa debilidad de su estado pre resurrección, que se refleja en el versículo 3, se contrasta con la fuerza victoriosa expuesta en su señorío después de la resurrección.


Lo que se contrasta no es una fase en la que Jesús no es el Hijo de Dios y otra en el que es. Él es el Hijo de Dios en ambos estados, la humillación y exaltación, y considerarlo como el Hijo de Dios en ambos estados pertenece a la esencia del evangelio de Pablo en el evangelio de Dios. Pero la pre resurrección y post-resurrección son comparados y contrastados, y el contraste depende de la investidura con poder por el cual este último se caracterizado.


El actual período de sesiones del Señor Jesús es visto en la dignidad de su presencia a la diestra del Padre, a la espera de la culminación de los acontecimientos en la historia del espacio-tiempo que lleva su entronización a su cumplimiento John Murray, La Epístola a los Romanos ( Grand Rapids: Eerdmans PublishingCo, 1959-65), 1:12..


V. CONCLUSIONES


El Señor Jesús está sentado a la diestra del Padre en su trono. En opinión de este escritor, está sentado como el Hijo de Dios ascendido y glorificado. Ahora espera el triunfo de su ser sentado en el trono de David en el reino milenario. El Señor no está en ningún sentido sentado en el trono de David hoy en día. Él no está gobernando como el Rey prometido de David. Es rentable para reflexionar sobre el significado de 2 Pedro 3:13-14, a la luz de los acontecimientos futuros. Después de declarar la verdad sobre el día que viene de Dios, acompañado por los acontecimientos que se cree que incluso ocurrirán después del Milenio (la destrucción del presente orden de cosas), Pedro exhorta a los creyentes con estas palabras: “Por lo tanto, queridos, en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él en paz, sin mancha y culpa.” Este firme llamamiento a los creyentes en este momento en la era de la iglesia se hace presente, incluso en la luz de los acontecimientos que, proféticamente hablando, están en un futuro distante, incluso más allá del Milenio. Todo el barrido escatológico constituye una base adecuada para una vida santa, incluso en la actualidad. Este punto de vista pone las discusiones sobre el reino en un marco equilibrado y adecuado. Se hace un llamamiento urgente a los participantes en los debates sobre estas cuestiones para mantener el equilibrio, y participar en las discusiones con cortesía cristiana y el respeto mutuo, incluso entre los conceptos de los puntos de vista diferentes”, cumpliendo así Rom 12:10:” Amaos los unos a otros con amor fraternal, en honor de dar preferencia a uno del otro. “

domingo, 12 de septiembre de 2010

LAS PROMESAS A DAVID


Muy pocas personas, y en verdad, incluso estudiantes bíblicos muy religiosos, están conscientes de la maravillosa relación que hay entre las promesas bíblicas que se hicieron a David y el futuro del Señor Jesucristo en el venidero reino de Dios que se establecerá en la tierra.

Mucho antes de que el rey David entrara en escena, Israel era administrado por Dios, por medio de jueces que se comunicaban con Dios en todo asunto relacionado con el bienestar de la nación. Con el tiempo, el pueblo de Israel quiso tener un rey, así que eligieron a Saúl, el “hombre valeroso” (1 Samuel 9:1), pero su elección no satisfacía las estrictas exigencias del Señor Dios. El profeta Samuel le reprochó: “No guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios” (1 Samuel 13:13). Como resultado, el elegido de Dios, David, octavo hijo de Isaí, el cual era hijo de Obed de la tribu de Judá, fue llamado de su ocupación de cuidar el ganado de su padre para que fuera ungido como rey del reino de Dios (1 Crónicas 29:23 – “Y se sentó Salomón por rey en el trono de Jehová en lugar de David su padre”).

POR QUE SE ELIGIO A DAVID

Desde la creación, el Padre ha estado eligiendo personas para que por medio de ellas se cumpla su propósito de llenar la tierra con su gloria (Habacuc 2:14). Para este propósito creó a Adán, escogió a Noé y a Abraham (Génesis 6:9; Gálatas 3:6) y eligió a David de entre 7 otros (1 Samuel 16:12-13). A David, el pastor de ovejas, se le describió como ningún hombre antes había sido descrito, “varón conforme a MI CORAZON, quien hará todo lo que yo quiero” (Hechos 13:22). Entre las palabras finales de David, “el ungido del Dios de Jacob” (2 Samuel 23:1), está lo siguiente: “No es así mi casa para con Dios; sin embargo, EL HA HECHO CONMIGO PACTO PERPETUO, ordenado en todas las cosas, y será guardado” (2 Samuel 23:5). De este modo, tenemos la garantía de David, expresada hace 300 años, que el Padre había hecho un pacto seguro con él, prometiéndole ciertas cosas, que con el tiempo ocurrirán.

¿QUE PROMETIO DIOS A DAVID?

Llegó el día cuando “Jehová le había dado reposo de todos sus enemigos en derredor” (2 Samuel 7:1), y David estaba meditando en su casa en un plan para edificarle una casa a Dios para que morara en ella, aun cuando él no había solicitado que se hiciera esto. En esta ocasión, Dios envió a Natán el profeta a David para decirle que él, Dios, “TE HARA CASA”. Entonces vinieron las maravillosas palabras del Pacto, o promesas, que Dios hizo con David:

“Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré [estableceré] su reino. Él edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré [estableceré] para siempre el trono de su reino. Yo le seré a él PADRE, y él me será a mí HIJO. Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres; pero mi misericordia no se apartará de él como la aparté de Saúl, al cual quité de delante de ti. Y será afirmada [establecida] tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente” (2 Samuel 7:12-16).

LAS PROMESAS DEPENDIAN DE UNA SIMIENTE

Dios en su sabiduría prometió que su propósito continuaría por medio de una ‘simiente’ que se prometió a David, y una vez que identifiquemos esa simiente, el propósito completo de Dios de llenar la tierra con su gloria se hace entendible.

Millones de personas han leído el primer versículo del Nuevo testamento, Mateo 1:1, y probablemente no han captado su significado, pero dice claramente: “JESUCRISTO, HIJO DE DAVID, hijo de Abraham”. Para confirmar la sencilla verdad acerca de la palabra de Dios, leemos en Lucas 1:31-33 las palabras del ángel Gabriel a María, elegida para ser la madre del Señor Jesús:

“Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESUS. Este será grande, y será llamado HIJO DEL ALTISIMO; y el Señor Dios le dará el TRONO DE DAVID SU PADRE; y reinará sobre la casa de Jacob PARA SIEMPRE, y su REINO NO TENDRA FIN”.

El apóstol Pedro, lleno del Espíritu santo en el día de Pentecostés (Hechos 2:4), dijo a los judíos procedentes del mundo conocido, que David, “siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, LEVANTARIA AL CRISTO PARA QUE SE SENTASE EN SU TRONO [...], habló de la resurrección de Cristo [...]. a este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos” (Hechos 2:30-32).

El Señor Jesús, en su mensaje final al mundo, hizo que el apóstol Juan escribiera en Apocalipsis 22:16: “Yo soy la raíz y EL LINAJE DE DAVID”. Estas son, pues, las sencillas pruebas de que la SIMIENTE que ha de venir, lo cual sería necesario para que se cumplan las promesas que se hicieron a David, era y es el Señor Jesucristo. ENTONCES, ¿QUE SIGNIFICA EL RESTO DE LAS PROMESAS?

LAS PROMESAS–¿CUALES SON?

1. LA CASA: Mientras David estaba considerando edificarle al padre una casa literal o Templo para que habitara en él, Dios estaba más interesado en edificar de David una casa espiritual, en la que él habitaría, un Templo espiritual formado de los verdaderos creyentes en sus promesas (1 Pedro 2:4-9). Sin embargo, el profeta Ezequiel (capítulos 40-48) describe otro templo, o CASA, que se ha de edificar en Jerusalén, el cual será una casa de oración para todas las naciones.

2. EL TRONO: El trono que había de establecerse PARA SIEMPRE, era el trono de David. Por lo tanto, para cumplir las promesas que se hicieron a David, es esencial que el Señor Jesús gobierne en ese trono, en Jerusalén, lo que significa, por supuesto, que el reino de Dios será un reino literal en la tierra, gobernado por el Señor Jesús.

EL REINO

El “reino de Dios” se menciona 69 veces en el Nuevo testamento y podemos ver claramente que las Escrituras lo relacionan no sólo con el reino el reino del trono de Israel, sino también con el reino gobernado por el Señor Jesucristo. Que los verdaderos creyentes pueden llegar a ser parte de este reino y trono está bien demostrado por las palabras del Señor Jesús. “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en MI TRONO, así como yo he vencido, y me he sentado con mi padre en su trono” (Apocalipsis 3:21).

jueves, 4 de marzo de 2010

JESUCRISTO: EL HIJO DEL REY DAVID


Una Verdad Ignorada por Millones

En Mateo 1:1 se registra que Jesucristo es el hijo de David. Pues bien, ¿Qué importancia tendría que Jesús descienda del célebre rey David? La mayoría de cristianos no tiene ni la menor idea del porqué de esto, y aún los más entendidos yerran. Es hora que los verdaderos cristianos comprendan el verdadero significado de esta casta real, pues por algo lo menciona el evangelista y apóstol San Mateo. Obviamente Jesucristo es de “sangre azul”, un príncipe de Judá, un sucesor y heredero del rey David.

Pues bien, siendo que Jesús es el descendiente del rey David, él sin duda tiene el derecho de heredar su reino cuando éste se restaure en Jerusalén a su regreso en gloria, y acompañado de sus ángeles (Mateo 25:31). Aceptemos que Dios efectivamente restaurará el reino de David en Israel, y que Cristo estuviese en la tierra para ese entonces: ¿a quién pondría Dios sobre el trono de David? A Jesús, ¿no le parece? Además, con los excelentes pergaminos que ostenta Jesucristo, Dios no titubearía en asignarlo o nombrarlo como el nuevo rey judío. Pues sorpréndase: ¡Dios ya lo asignó como tal hace 2 mil años! Tome nota de lo que dijo Pedro al respecto: “Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo” (Hechos 2:36).

Ahora vayamos por partes aquí: ¿Qué significa el hecho de que Jesús haya sido hecho por Dios: Señor y Cristo? Aquí nuevamente los más de los cristianos vuelven a fallar. Sus respuestas suelen ser tan variadas y contradictorias. Y cuando se les pregunta específicamente a los creyentes “cristianos” acerca del significado de la palabra CRISTO, ellos generalmente no responden de la misma forma cómo está explicado en la Biblia. Esto es sorprendente e inaudito entre aquellos que dicen ser de “Cristo”.

El Significado de la Palabra CRISTO

En Lucas 23:2 leemos: “Y comenzaron a acusarle, diciendo: A éste hemos hallado que pervierte a la nación, y que prohíbe dar tributo a César, diciendo que él mismo es el Cristo, un rey”. Pues bien, aquí está la verdadera explicación de lo que significa Cristo, es decir: UN REY. En el caso de Cristo: “el gran rey” (Mateo 5:33-35). Por tanto, cuando Pedro dice que Dios hizo a Jesús---CRISTO, lo que quiso decir era que lo hizo REY, un rey que aún no reina en el reino de David, pues Jesús mismo afirmó que su reino no era de este mundo o era maligna (Juan 18:36). Como dice The Zondervan Pictorial Enciclopedia of the Bible col. 1, pág.171: “...Porque era costumbre ungir a los reyes, la frase “el ungido del Señor” llegó a ser sinónimo de rey”. También es interesante leer Marcos 15:32, donde dice: “El Cristo, Rey de Israel, descienda ahora de la cruz”. También Juan 1:41,49. Cristo, por tanto, se asocia con el término rey.

La palabra Cristo, del hebreo Mesías, significa “el ungido”. El agente ungido de Jehová: Los reyes de Israel fueron ungidos con aceite en el nombre de Dios, que simbolizaba su investidura con el Espíritu de Dios. El término Mesías fue usado más tarde para determinar a un “rey venidero”, a un esperado líder majestuoso de la descendencia de David que restauraría el reino a Israel. Un rey que haría todas las cosas nuevas, consagrado como el vicegerente de Jehová (Yahweh) en Israel. Este hijo de David, quien era esperado con expectativa por la nación judía, era el Mesías (Cristo) por excelencia, un término que ha sido interpretado en griego por Cristos. (Ver The New American Bible Dictionary & The Zondervan Pictorial Enciclopedia pf the Bible vol.2, pág.344).

El Significado de la Palabra SEÑOR

El término Señor en el caso de Cristo es indicativo también de REY. Por ejemplo: En 1 Samuel 24:8 leemos lo siguiente: “También David se levantó después y saliendo de la cueva dio voces detrás de Saúl diciendo: ¡Mi Señor el rey!”.

También el término Señor para Jesús es sinónimo de Rabí (Maestro). Hay un ejemplo excelente en Juan 4:11. Aquí hay una mujer Samaritana que conoce recientemente a Jesús, pero él no se presenta aún como el Mesías. Ella lo ignora totalmente. Sin embargo ella se dirige a Jesús como Kyrios (Señor).

“La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla y el pozo es hondo”.

La palabra en este pasaje es Kyrios. Es aplicada a Jesús, y es usada como señal de respeto, como Señor.

Habiendo hecho estas dos necesarias atingencias, vamos a reseñar cómo las Escrituras nos presentan a Jesús como el Rey que vendrá a la tierra para restaurar el reino suspendido del rey David. Es necesario que los cristianos (o mesiánicos), retomen su expectativa en el Mesías venidero, y prediquen su esperanza mesiánica a todos los hombres de la tierra. Cuando decimos “esperanza mesiánica” nos referimos a la esperanza de la venida de nuestro rey que reinará (o regirá) en el mundo desde la ciudad capital de Jerusalén. Comencemos primero con una promesa que Dios le hizo al rey David hace aproximadamente tres milenios.

El Pacto de Dios con el Rey David

Dios le anunció el evangelio o buenas noticias a David por intermedio del profeta Natán, diciendo: “Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. El edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino. Yo le seré a él padre, y él me será a mi hijo. Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres; pero mi misericordia no se apartará de él como la aparté de Saúl, al cual quité de delante de ti. Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente” (2 Samuel 7:12-16).

Esta profecía es dual a todas luces. Nótese que Dios le asegura a David que Él afirmará su reino. También le dice que afirmará el trono de su reino, el cual será estable eternamente. Ahora bien, en esta profecía se hace alusión a Salomón por un lado, quien se encargó de edificar casa a Su nombre (el de Dios). Esto lo hizo Salomón al edificar el templo---“el templo de Salomón”. Este fue magnífico y esplendoroso. A este rey castigaría Dios si no le fuere leal y recto.

El otro lado de la moneda es que el trono de David aún no ha venido a ser estable eternamente. La prueba la tenemos cuando vemos que ya no existe el trono de David en Jerusalén. Salomón mismo cayó en pecado y fue reprochado por Dios. Al morir él, sus hijos disputaron su trono, el cual produjo la división del reino en dos: Las tribus del norte y las del sur. Más adelante el templo sería destruido. Pero nótese el dualismo profético. Aquí aparece un personaje que será Hijo de Dios, y cuyo trono y reino verdaderamente serán estables eternamente. Esto nos lleva a concluir que el reino davídico “resucitará” o será restaurado nuevamente como antaño. No hay otra salida posible.

Una Profecía Bíblica Pasada por Alto

La prueba bíblica que confirma la restauración del reino de David la encontramos en Ezequiel 21:25-27. Esta fue una profecía declarada al último rey davídico impío que tuvo Israel en el año 586 A.C. Dice Así: “Y tú, profano e impío príncipe de Israel, cuyo día ha llegado ya, el tiempo de la consumación de la maldad, así ha dicho Jehová el Señor: Depón la tiara, quita la corona; esto no será más así; sea exaltado lo bajo, y humillado lo alto. A ruina, a ruina, a ruina lo reduciré, y esto no será más, hasta que venga aquel cuyo es el derecho, y yo se lo entregaré”. Compare con Lucas 1:32,33.

Esta profecía nos lleva a la conclusión de que aparecerá un descendiente de David que retomará el trono, el reino, y la ciudad de David para reinar sobre el pueblo hebreo. Este personaje será el Hijo de Dios y el hijo de David. A este Mesías (Ungido), repito, se le dará el trono, la tiara, y la corona de David para que restaure el reino de aquel célebre rey en Jerusalén. Y recuerde, el reino de David era el reino de Dios. Luego: ¡El Reino de Dios será restaurado a los Israelitas! Compruebe usted cómo la Biblia afirma tajantemente que el reino de David era el mismísimo reino de Jehová Dios en 2 Crónicas 28:5. Por tanto, cuando Cristo predicaba el reino de Dios, él estaba anunciando la restauración del reino de David a los Israelitas o judíos (Hechos 1:6,7). El rey venidero de Israel vino a “confirmar las promesas hechas a los padres”, incluyendo a David (Romanos 15:8). Nótese que Pablo dice que Jesús vino a confirmar (revalidar o corroborar) las promesas de Dios---¡No a cancelarlas o cumplirlas! Su cumplimiento o restauración sería para su segunda venida (Hechos 3:20,21).

Jesucristo es Hijo de Dios e hijo de David

Muy pocas personas se han puesto a reflexionar de que Cristo es el Hijo de Dios y también de David, en la carne. También son pocas las personas que han reflexionado seriamente en el anuncio completo del ángel Gabriel a María, el cual incluía: “Y este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin” (Lucas 1:32,33). ¿Se da cuenta usted de la relación que tiene este anuncio angelical, con la promesa que le hizo Dios a David en 2 Samuel 7:12-16? ¡Es claro! Jesús será el rey que restaurará el reino “suspendido” de David en Jerusalén. Jesús mismo afirmó que Jerusalén ES (no fue) la ciudad del gran rey (Mateo 5:33-35). Además, Jesús mismo le había admitió a Pilatos que él había nacido para ser el verdadero Rey judío o Mesías (Juan 18:37).

La Expectativa Mesiánica del Pueblo Hebreo

Debido a las promesas mesiánicas de una futura restauración del reino davídico en Jerusalén, es lógico esperar que cuando los paisanos y discípulos de Jesús le vieron ingresar a Jerusalén (la ciudad de David, la sede de su trono) empezaran a exclamar con razón: “¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene!¡Hosanna en las alturas! Y entró Jesús en Jerusalén...! (Marcos 11:10,11).

Estamos viendo que los seguidores de Jesús creían que Cristo restauraría inmediatamente el reino de David en Jerusalén. En Lucas 19 Jesús se ve precisado a pronunciar la Parábola de la Diez Minas, pues los discípulos creían que el reino se manifestaría inmediatamente. Nótese que el verso 11 de esta parábola NO tenía como fin recalcar que el reino jamás se restablecería en Jerusalén, sino más bien, el de enseñar básicamente que dicha anhelada restauración no sería inminente, sino para su segunda venida en gloria. Jesús enseñó que primero tenía que ir al cielo para recibir la autoridad del Padre, y luego volver (Lucas 19:12). Volver para regir el mundo desde el trono de David en la tierra prometida a Abraham y a su descendencia (Ver Génesis 13:15;15:18; Gálatas 3:16,29; Mateo 25:31,34).

Pero lo más interesante de todo---y que desgraciadamente pocos advierten--- es la pregunta final de los discípulos a Jesús que está registrada en Hechos 1:6. Esta dice así: “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?”. Aquí vemos la esencia de toda la predicación de Jesús: La restauración del reino davídico a los Israelitas creyentes en general. Aquí está la pregunta que resume todo lo enseñado por Jesús para el futuro. Pero los “cristianos” contemporáneos sostienen que la pregunta de los discípulos estuvo errada, pues pensaban en un reino nacional y no “espiritual”. ¡Pero Jesús nunca los corrigió o amonestó por semejante “inoportuna y torpe” pregunta! Él sólo se limitó a decirles que el tiempo de la tan esperada restauración nacional del reino davídico sólo Dios lo sabía (Hechos 1:7). Pero desgraciadamente este punto muchos cristianos no lo entienden en verdad debido a sus ideas preconcebidas, y prejuicios antisemitas. La iglesia Católica es la responsable de ello. Ella ha transferido el reino nacional judío al ámbito de lo “espiritual”. Para los católicos el reino es la iglesia misma católica, el cuerpo místico de Cristo. Pero para aceptar esto habría que mutilar muchos versículos de la Biblia que hablan de una futura restauración nacional del pueblo hebreo y de su reino davídico, resultando así una Biblia ininteligible y recortada. Pero nosotros creemos que la iglesia es más bien la heredera del reino futuro que se inaugurará en la tierra (Mateo 25:34). He aquí algunas razones por las cuales el reino no es la iglesia: Primero, no se puede ingresar en el reino de Cristo con nuestros cuerpos de “carne y sangre” (1 Corintios 15:50); en cambio, a la iglesia de Cristo los hombres sí pueden entrar con cuerpos de “carne y sangre”. Segundo, a la iglesia ingresan los recién bautizados, los cuales aún son “niños espirituales” y que requieren crecer en la fe a través de las enseñanzas impartidas por los líderes (Pastores y maestros---Hechos 2:41, Efesios 4:11-16). En cambio, para ingresar en el reino milenario de nuestro Señor Jesucristo, es necesario haber crecido en la fe y haber perseverado hasta el final de nuestra carrera cristiana (2 Pedro 1:5-11, Hechos 14:22).

La Expectativa de los Cristianos

La expectativa de los cristianos es la expectativa que tuvieron los fieles hebreos del Antiguo y Nuevo Testamentos. Ya el apóstol Pablo había dicho que sólo hay una sola esperanza de nuestra vocación (Efesios 4:4). También él dice: “que son israelitas, de los cuales son (no eran) la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas” (Romanos 9:4). además Pablo afirma que los injertados (creyentes gentiles) en el buen olivo (el pueblo israelita) se nutren de su rica savia (los pactos y promesas que Dios hizo con los padres---Romanos 11:17,18). Jesús, por su lado, dijo que “la salvación viene de los judíos” (Juan 4:22). Esto significa que los judíos tienen un lugar de preeminencia sobre todos los pueblos, pues dice Pablo: “¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? Mucho, en todas maneras. Primero, ciertamente, que les ha sido confiada la palabra de Dios” (Romanos 3:1,2).

La Biblia enseña que si bien todos los hombres han pecado (judíos y no judíos), no obstante Dios sigue tratando con su pueblo Israel de manera especial. Pablo afirma que “Dios no ha rechazado a su pueblo al cual desde antes conoció” (Romanos 11:1,2). Y si bien es verdad que muchos hebreos resultaron infieles, un remanente permaneció fiel para recibir los pactos que Dios hizo con sus padres de antaño. Pactos que aún están pendientes para cumplirse, entre los cuales están la herencia de la tierra prometida, y la permanencia del trono de David con Cristo reinando desde Jerusalén con su iglesia.

La iglesia Católica siempre mantuvo que Israel, como nación, quedó destituida de todos sus derechos como pueblo elegido de Dios. Enseñaron que la “nueva Israel” es la Iglesia que ellos llaman: “La Santa Madre Iglesia Católica”. Esto no es verdad, pues trastoca las promesas hechas a los padres del Antiguo Testamento resumidas en Génesis 13:15;15:18; 2 Samuel 7:12-16, y que fueron confirmadas por Jesús (Romanos 15:8)

La Iglesia de Cristo

El pueblo de Dios es el pueblo de la fe. Inicialmente los fieles bíblicos hebreos (de raza) fueron el pueblo de Dios y Su nación escogida. En el Nuevo Testamento vemos a hebreos de raza---convertidos a Cristo---como miembros de la iglesia mesiánica. Esta iglesia mesiánica hebrea era Su pueblo. Luego vinieron los no judíos a la fe y se añadieron a la iglesia Mesiánica Hebrea (o el verdadero pueblo escogido Hebreo). Los no judíos se volvieron hebreos por adopción y por fe (Romanos 2:28,29). El pueblo hebreo escogido estaba ahora compuesto por hebreos naturales (de raza) y hebreos por adopción o nacionalización. Los creyentes hebreos siguieron siendo Hebreos, y los no Hebreos convertidos a la fe se tornaron en Hebreos (o judíos) por adopción. Pablo explica que por la fe, los dos pueblos (judíos y gentiles) son uno, de modo que ambos ya pertenecen a la CIUDADANÍA DE ISRAEL (= ciudadanía Judía)(Efesios 2:11-18). La ciudadanía Israelita no desaparece sino que permanece, y los no judíos se hacen parte de la ciudadanía Hebrea por la fe en Cristo (Gálatas 3:7,16,29). La nación de Israel sigue viva como nación, la cual está ahora compuesta por gentes que se constituyen en “hijos de Abraham (=hebreos naturales y adoptivos)” por identificarse con su fe (Gálatas 3:7,9,29). Ya dentro de la iglesia o pueblo escogido de los Hebreos, no existe la clásica distinción de “judíos y gentiles”, pues ambos grupos de creyentes son todos ahora judíos (o Hebreos) e hijos de Abraham por la fe (La verdadera Israel de Dios).

El punto es que la Israel de Dios (el pueblo de Dios) es un pueblo eminentemente judío o Hebreo. Los gentiles son ahora considerados por Dios como judíos por su fe en Cristo y en las promesas que Dios le hizo a Abraham y a su descendencia (Jesucristo). Los no judíos han sido injertados en el tronco del olivo Hebreo para nutrirse de la promesas que Dios le hizo a los padres Abraham, Isaac, y Jacob, y al rey David. Los no judíos son considerados como judíos para Dios, y en consecuencia, tendrán todos parte en el reino mesiánico judío que restaurará el rey judío Jesucristo. La salvación, dijo Jesús, viene de los judíos (Juan 4:22). Rechazar a los judíos es rechazar la salvación. Sin los judíos no habría futuro.

Jesucristo Volverá para Reinar desde Israel


¿Para qué regresa Jesús al mundo? Pues, ¡para sentarse en el trono del rey David, su ancestro! Esto lo reveló Jesús mismo en Mateo 25:31,34. Él dijo que volvería con sus ángeles para sentarse en su trono de gloria. Él había anunciado ese magno momento en varias ocasiones, cuando habló de su parusía o segunda venida. En Juan 14:2,3 Jesús habló que volvería para estar con nosotros en el lugar donde estaba antes de partir al cielo. Nótese la frase “para que donde yo estoy (Jerusalén) vosotros también estéis” (verso 3).

Antes Jesús había afirmado que su reino no era de este mundo o era maligna gobernado por el diablo y sus agentes. Por eso, cuando sus seguidores estaban esperando el reino mesiánico, Jesús enseñó que para participar de él, primero era necesario “nacer de nuevo” (Juan 3:3,5). Este renacimiento tiene que ver con la transformación de nuestros cuerpos mortales. El apóstol Pablo enseñó que “carne y sangre no pueden heredar el reino de Dios” (1 Corintios 15:50). En buena cuenta, cada creyente tendría que experimentar la misma transformación que tuvo Jesucristo al resucitar. El dejó de ser “carne y sangre” (=mortal) para convertirse en un ser humano inmortal que no requeriría de sangre para vivir sino del Espíritu de Dios en él. Recordemos que el Jesús resucitado no pudo tener sangre pues la había vertido en la cruz del calvario. En realidad Jesús sólo tenía “carne y huesos” pero no sangre (Lucas 24:39). El fue resucitado o vivificado en el espíritu o por el Espíritu de Dios en él (Romanos 8:11).

Los cristianos estamos llamados a participar del reino de Cristo (Lucas 12:32, Apocalipsis 3:21, Lucas 22:29), y para lograr esto, primero seremos transformados a la semejanza de Cristo. Los creyentes esperan con anhelo el retorno de Cristo, pues es la bendita esperanza de todos los mesiánicos (Tito 2:13). Y decimos que es la bendita esperanza porque su retorno significará la salvación de todos los creyentes (Hebreos 9:28; 1 Pedro 1:5). A su vez, la salvación significará nuestra entrada en el reino milenario de Cristo con vida eterna (Estudie este texto con cuidado: Lucas 18:18-26).

Por: Ing° Mario A Olcese, Lima/Perú. Fin

e-mail: olcesemario@latinmail.com

e-mail: molceses@hotmail.com

sábado, 26 de diciembre de 2009

EL TABERNACULO DE DAVID Y EL REINO DE DIOS


“En aquel día yo levantaré el Tabernáculo caído de David, y cerraré sus portillos y levantaré sus ruinas, y lo edificaré como en el tiempo pasado”. Amos 9:11

“Después de esto volveré y reedificaré el Tabernáculo de David que ha caído y reedificaré sus ruinas y lo levantaré de nuevo. Para que el resto de los hombres busque al Señor Y todos los gentiles, sobre los cuales es invocado mi nombre Dice el Señor, que hace conocer todo esto desde tiempos antiguos”. Hechos 15: 16-18

La palabra tabernáculo. (Skeenee) “era una tienda de campaña, el tabernáculo, es decir, en general, cualquier vivienda temporal, una tienda de campaña, cabina”. Greenfield.

[1] “Una tienda de campaña o en la terraza levantada sobre postes para presentar bajo, núm. XXIV. 5; Mat. XVII. 4. [2] Una casa o vivienda, empleo XI. 14; xxii. 23. [3] Una especie de tienda de campaña para tomar de arriba abajo, cuando la ocasión lo requiere. ” Cruden.

“En hebreo y en griego es una palabra que propiamente significa una tienda de campaña, pero es especialmente aplicada por los hebreos a un tipo de edificio en forma de una tienda de campaña, creada por orden expresa de Dios.” Watson.

Después de haber aprendido el significado primario de la palabra tabernáculo, nuestro próximo deber es averiguar lo que es el tabernáculo de David. La respuesta es fácil y natural. Debe de haber sido su “casa provisional”. ¿Y qué fue eso? y donde se localiza? Era su palacio real, que se encuentra en el Monte Sión, en la ciudad de Jerusalén.

2 Sam. v. 7. “David tomó la fortaleza de Sión, el cual es la ciudad de David.”

El versículo 9. Y David moró en la fortaleza, y la llamó la ciudad de David. Y David construyó alrededor de Milo y hacia adentro. “

El versículo 11. “Y Hiram, rey de Tiro, envió mensajeros a David, y árboles de cedro, y carpinteros y albañiles, y se construyó una casa de David”.

1 Crónicas. XIV. l. “Ahora, Hiram, rey de Tiro, envió mensajeros a David, y madera de cedro, con los albañiles y carpinteros, que le construyeran una casa”.

Josefo corrobora este testimonio. Él dice:

VII del Libro., Cap. 3. “Cuando David había echado los jebuseos fuera de la ciudadela, él también reconstruyó Jerusalén, y la llamó la ciudad de David, y permaneció allí todo el tiempo de su reinado, pero por el tiempo que reinó sobre la tribu de Judá en Hebrón , fue siete años y seis meses. Hiram, también, rey de los tirios, envió embajadores a él, e hizo una liga de amistad recíproca y asistencia con él. También le envió regalos, árboles de cedro y la mecánica, y los hombres calificados en la construcción y la arquitectura, que él podría construir un palacio real en Jerusalén “

Este testimonio más concluyente muestra que “la vivienda temporal” (porque no era inamovible permanentemente) fue su “Palacio Real” en el Monte Sión. Allí estaba su trono real, donde reinó temporalmente. Allí, como un peregrino, habitó o permaneció por una noche, al igual que su padre Abraham, en busca de una ciudad mejor, más duradera y gloriosa.

Hasta ahora, la verdad literal tiene los pies en la roca, con el pleno resplandor de la verdad brillando en su camino. Pero aquí surge una pregunta, ¿tiene alguna evidencia de que “la vivienda temporal de David”, o el palacio real en el Monte Sión, fue lo que las Escrituras llaman tabernáculo? Vamos a dejar que David e Isaías respondan.

PSA. CXXXII. 1-5. “Señor, acuérdate de David y sus aflicciones: cómo juró al Señor, y se comprometió hasta el poderoso Dios de Jacob: Ciertamente, no voy a entrar en el tabernáculo de mi casa, o subir a mi cama, no voy a dar sueño a mis ojos, o sueño a los párpados, hasta que encuentre un lugar para el Señor, una morada para el Dios de Jacob. “

“El tabernáculo de mi casa”, suponemos, es equivalente al “tabernáculo”, que es mi casa”. Podemos concebir ningún otro significado que tendría sentido.

Isa. XVI. 5. “Y en misericordia será establecido el trono, y él se sentará sobre él en la verdad, en el tabernáculo de David”.

¿Dónde estaba el trono? En el palacio real de David en el Monte Sión. ¿Dónde localiza Isaías el trono? “En el tabernáculo de David”. Luego el palacio real y el tabernáculo de David eran los mismos, y, como cuestión de rutina, el tabernáculo de David fue su palacio real, o “casa provisional”, en el Monte Sión.

Esta es la verdad, tan invulnerable como el trono del Señor. Sobre esta base firme podemos estar seguros, y preguntar

Ha sido el tabernáculo de David derribado?

Sión, donde estaba el tabernáculo, es ahora “arada como campo.” Jerusalén se ha “convertido en montones”, y, como cuestión de rutina, el tabernáculo de David está “caído”, y está en ruinas. Sobre este punto no se discute, en aras de la brevedad, pasamos a la investigación

¿Será el tabernáculo de David construido de nuevo?

La palabra de Dios significa algo o nada. Si significa cualquier cosa, significa lo que dice. Creemos que significa lo que su importación más literal significa naturalmente. En consecuencia, el tabernáculo de David, significa “la morada temporal de David”, o el palacio real, el lugar de su trono, de donde salió su ley. Ese tabernáculo, ese palacio, el trono, ha sido lanzado, y el monte de Sión, donde estaba el tabernáculo, es “como un campo arado”. Pero Dios ha prometido redimir el monte de Sión, “construir de nuevo el tabernáculo de David”, establecer su trono allí donde el hijo del rey David se sentará, en túnicas de gloria, rey de reyes y Señor de señores, y desde allí (monte Sión), para el gobierno del mundo.

Pero la prueba, y no el supuesto, es necesaria para establecer esta posición. Está a la la mano, y con mucha alegría se las damos, y espero que todos, lo reciban con alegría y lo crean.

Amos. Ix 11. “En aquel día, voy a levantar el tabernáculo de David que está caído, y cerrar las brechas de ella, y levantaré sus ruinas, y lo voy a construir como en los días de antaño.”

El tabernáculo que será construido de nuevo es el mismo que había existido “en los días de antaño”.

Esto nos parece evidencia infalible de que el tabernáculo de David será construido “de nuevo”.

Hechos. XV. 16. “Después de esto volveré, y construiré de nuevo el tabernáculo de David que está caído, y voy a construir de nuevo las ruinas del mismo, y lo volveré a levantar”.

Tauta Meta. Después de estas cosas, (después de visitar a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre, o después de la clausura de la jornada del evangelio,) Voy a volver.

Anoikodomeso Kai. Y construir de nuevo. Este verbo es una palabra compuesta, se compone de domeo, construir o edificar– oikos, casa, vivienda y ana, otra vez. Por lo tanto, de por sí, significa volver a construir una casa de vivienda. Pero su significado en este pasaje, es decir, si es posible, hace aún más clara y positiva, con la adición de skeenee, que se define, “Una tienda de campaña, el tabernáculo, es decir, en general, cualquier vivienda temporal, una tienda de campaña, cabina”. Este es “el tabernáculo de David, que está caído.” Peptoknian es de Pipio “, caer, caer postrados, caer, caer en ruinas”.

Kai ta Kates Kammena autes anoikodomeso. ~ ~ Y voy a construir de nuevo, o volver a construir, las ruinas de la misma. Auten Kai anosthoso, y lo volveré a levantar de nuevo.

No hay evasión de la fuerza de este testimonio. Es tan inmutable como la Biblia es verdadera. Y demuestra:

Que el tabernáculo de David fue su “residencia temporal”, o el palacio real, que estaba en el Monte Sión.

Que el tabernáculo de David ha “caído”, y está “en ruinas”.

Que después de “estas cosas”, es decir., El día del Evangelio, en el que un pueblo debe ser sacado de los gentiles para el Señor, él volverá.

Que a continuación el rey glorioso Jesucristo comenzará a reconstruir el Tabernáculo, o el Palacio Real de David.

No pervierta el testimonio como éste, no lo desacredite, sino créalo con todo su corazón, y regocíjese en la bendita seguridad de que lo que Dios promete será pronto una realidad gloriosa.

El tabernáculo o el palacio real de David, que ha estado durante mucho tiempo caído, se levantará de sus ruinas y será convertido en el lugar del trono de Hijo real de David, en el que reinará por los siglos y su reino no tendrá fin.


Por Joseph Marsh (1851)

http://www.timberlandbiblechurch.org/AgeToCome/index.htm

sábado, 28 de marzo de 2009

JESÚS Y LA LLAVE DE DAVID



Estimados amigos:


Jesús dice que él tiene “la llave de David” (Rev. 3:7), y Jehová (Yahweh) dice de él por Isaías, “la llave de la casa de David descansará sobre Su hombro” (Isa 22:22). La palabra llave significa autoridad o gobierno; Esto es evidente de lo que leemos en Isa. 9:6,7: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre“. Compare este pasaje con Rev. 3:7 y le será muy evidente que Jesús es el que trae la llave de David, y quien ejercitará la autoridad que imparte. Y Jesús declaró antes de su ascensión que “todo poder le es dado a él en cielo y en la tierra”, y Pablo dice, “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Fil. 2:9-11). Otra vez él dice, “para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia” (Efe. 1:17-22).

El apóstol Pedro también enseña la gloria y la exaltación de Jesús: “A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados” (Hechos 5:31). “Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo” (Hechos 2:36). Y esta exaltación para la mano derecha de su Padre es sólo para un tiempo determinado: “Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies“ (Hechos 2:35). Esta consumación gloriosa tendrá lugar en los tiempos de la restitución de todas las cosas, cuando Dios enviará a Jesucristo a bendecir a Israel y a las naciones.

Sin perseguir la investigación de este tema más allá de lo ya hecho, llegamos a una conclusión diciendo que el testimonio de los profetas y los apóstoles están de acuerdo en declarar a Jesús como el heredero para el trono de David, y que, habiendo recibido la realeza de su Padre, Dios, él “En aquel día yo levantaré el tabernáculo caído de David, y cerraré sus portillos y levantaré sus ruinas, y lo edificaré como en el tiempo pasado” (Amos 9:11; Hechos 15:16); Que él restaurará el reino otra vez para Israel (Hechos 1:6); “y pondré a la coja como remanente, y a la descarriada como nación robusta; y Jehová reinará sobre ellos en el monte de Sion desde ahora y para siempre“ (Miqueas 4:7); establezca “Jerusalén Como el trono del Señor” (Jer. 3:17); Y como “el Gobernante en Israel” (Miq. 5:2) y “príncipe de los reyes de la tierra” (Apo. 1:5). “Y él estará, y apacentará con poder de Jehová, con grandeza del nombre de Jehová su Dios; y morarán seguros, porque ahora será engrandecido hasta los fines de la tierra. Estará parado y dominará en la fuerza del Señor, en la majestad del nombre del Señor su Dios, y él será genial en el cabo del mundo” (Miqueas 5:4).

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lunes, 2 de marzo de 2009

EL VÁSTAGO DE ISAÍ EN ISAIAS 11



Isaías 11, Un Vástago de Isaí

Saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces. Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová (Isaías 11:1-2).
Nosotros no entenderíamos esto si no nos remontamos al principio, porque Isaías estaba prediciendo que la descendencia real de David, de la cual provinieron todos los reyes de Israel, sería cortada como un árbol, permanecería inactiva, para luego ser restablecida. Este proceso daría comienzo cerca de 150 años después que Isaías escribió estos versículos, cuando el Señor pronunció una maldición de sangre sobre la descendencia de David, al decir que ninguno de los hijos de David volvería a reinar sobre Israel (Jeremías 22:28-30). La descendencia languidecería, como el tronco de un árbol que ha sido cortado. Durante todo el tiempo del cautiverio babilónico, y por 500 años más, no hubo ningún rey en Israel. Pero un día un vástago retoñará, un Vástago que dará fruto. Puesto que Isaí era el padre de David y David no era el vástago, esta es una referencia al Mesías, el Hijo último de David.

Esto comprende tanto que tenemos que tomar un tiempo para entenderlo. Primero, el uso de la palabra Vástago, o Renuevo. En la Biblia en Inglés (KJV), la palabra Vástago (Branch) aparece en mayúscula, lo que significa que se refiere a una persona. En la Biblia encontramos cuatro referencias al Mesías como Vástago, o Renuevo, y cada una lleva consigo un modificativo especial. Jeremías 23:5 dice de un renuevo justo, un Rey. Zacarías menciona a “mi siervo el Renuevo” (Zacarías 3:8) y “el varón cuyo nombre es el Renuevo” (Zacarías 6:12). Finalmente, en el artículo anterior (Parte 2), vimos “el renuevo de Jehová” en Isaías 4:2.

Yo creo que fue Clarence Larkin el que primero descubrió que estos modificadores fueron una descripción de los cuatro estandartes que identificaban los campamentos de Israel, los cuales formaban cuatro grupos de tres tribus cada uno, y estaban situados alrededor del tabernáculo en el desierto dispuestos en cada uno de los cuatro puntos cardinales. En esos estandartes se veían las figuras de un león, el cual representaba al Rey Justo, de un buey que representaba al siervo, siendo el buey una bestia de carga, el rostro de un hombre la cual se explica por sí sola, y la de un águila la cual representa a Dios.

Pero aun hay más. Las representaciones de estos modificadores también se revelan en los cuatro rostros del querubín en Apocalipsis 4. Y aquí también representan los temas dominantes en los cuatro evangelios. Mateo les escribió a los judíos proclamando a Jesús como el Mesías de Israel, el León de Judá. Marcos lo mostró como el siervo obediente de Dios. Lucas lo describió como el Hijo del Hombre, y en Juan, Él es el Hijo de Dios.

Entonces, queda claro que el Renuevo es un título Mesiánico. El vástago, o renuevo, del tronco de Isaí es el Mesías, nacido de la Tribu de Judá de la descendencia de David.

Yo Prometo

Pero aquí hay algo todavía más asombroso. Recordemos que Dios le prometió a David que alguien de su familia reinaría en Israel para siempre. David quiso construir la casa de Dios, pero Dios no se lo permitió diciendo que se necesitaba de un hombre de paz y David era un hombre de guerra. Así fue como Dios escogió al hijo de David, Salomón, para que le construyera el Templo, y durante el reinado de Salomón, Israel disfrutó de una paz como nunca antes la había sentido (ni desde entonces). En cuando a David, Dios prometió construirle una “casa”, al hacer que su dinastía fuera perpetua. (1 Crónicas 17:1-14). Desde ese momento en adelante, un descendiente de David, a través de la descendencia de Salomón, se sentaría sobre el trono en Jerusalén, como Rey de Israel.

Pero ya para el tiempo del cautiverio babilónico, estos reyes eran tan malvados y tan rebeldes hacia Dios, que Él finalmente dijo “Suficiente”, y maldijo la descendencia real al pronunciar que ninguno de ellos volvería a reinar sobre Israel (Jeremías 22:28-30). El último rey legítimo de Israel fue Joaquín también conocido como Jeconías, el cual reinó durante tres meses solamente, en el año 598 a.C. ¿Estaba Dios rompiendo Su promesa a David?

Al anunciar el Mesías venidero, el ángel Gabriel le prometió a María que su hijo se sentaría en el trono de David, y que sería el primero en hacerlo desde que la maldición había sido pronunciada, y cuando lo hiciera sería para siempre (Lucas 1:32-33). Pero, entonces ¿cómo veríamos la descendencia maldecida de David? ¿Cómo es que Dios podía prometerle algo así a María?

Aquí Veremos Cómo Es Eso

Si comparamos las dos genealogías de Jesús en Mateo 1:1-17 y Lucas 3:23-28, nos damos cuenta que tanto María como José eran de la tribu de Judá y descendientes de David. José era descendiente de Salomón, que era la descendencia maldecida, mientras que la genealogía de María es a través del hermano de Salomón, Natán. Realmente, José y María eran primos, a pesar de la lejanía.

María no tenía ningún hermano, así que para poder mantener la tierra de su familia dentro de la herencia tribal, según la Ley, ella tenía que casarse con alguien que también era descendiente de David (Números 36:1-13). José llenaba los requisitos y perteneciendo a la descendencia real tenía un reclamo legítimo al trono, pero llevaba encima esa maldición. Entonces, ningún descendiente biológico de José jamás podría calificar legítimamente para llegar a ser rey de Israel, pero José podía asegurar el derecho de María para heredar la tierra del padre de ella.

Cuando María aceptó la oferta de matrimonio de José, ella también validó el reclamo al trono de Israel de su hijo aun no nacido. Su matrimonio colocó a Jesús en la sucesión real como el hijo legal de José, como Lucas lo muestra en su genealogía (Lucas 3:23), pero le permitió estar libre de la maldición ya que Él no era hijo biológico de José. Pero recordemos que Él era un descendiente biológico de David por medio de su madre y, por consiguiente, de “la casa y linaje de David”. Esto lo hizo el único hombre sobre la tierra, desde el año 600 a.C., que tenía un derecho legal al trono de David. Se necesitaba de un nacimiento virginal para hacerlo, pero Dios mantuvo Su promesa tanto a David como a María. El trono de David será ocupado para siempre, por el hijo de María.

Y, finalmente, en el versículo 2 vemos que el séptuplo Espíritu de Dios, que es una construcción del Espíritu Santo del Antiguo Testamento, y que vino a morar en Jesús al momento de Su bautismo (Mateo 3:16) le dio el poder sobre todos Sus milagros. Esto fue necesario porque la misión del Señor requería que viviera Su vida solamente en el poder humano. Para poder redimir a la descendencia perdida de Adán, Él tenía que ser el pariente-redentor de Adán. Por eso es que Lucas mostró a Jesús como el hijo del hombre, y trazó Su genealogía hasta Adán.

Y le hará entender diligente en el temor de Jehová. No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos; sino que juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra; y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío. Y será la justicia cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura (Isaías 11:3-5).

El fuerte contraste entre el Cordero de Dios y el León de Judá es evidente. El Salmo 2:8-9 confirma que Él regirá a las naciones con vara de hierro. Apocalipsis 19:15 concuerda y agrega que Él herirá a las naciones con la espada de Su boca.

Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. Y el niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora. No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar (Isaías 11:6-9).

Una vez que la Era Mesiánica comienza, la paz será su característica más descollante. En la Parte 1 de este estudio vimos que en el Reino Milenario las naciones ya no tomarán las armas unas contra las otras. Ahora vemos que la paz milenaria abarcará también a los animales del reino. En una parte futura veremos que la misma creación explotará en un cántico de gozo.

Acontecerá en aquel tiempo que la raíz de Isaí, la cual estará puesta por pendón a los pueblos, será buscada por las gentes; y su habitación será gloriosa. Asimismo acontecerá en aquel tiempo, que Jehová alzará otra vez su mano para recobrar el remanente de su pueblo que aún quede en Asiria, Egipto, Patros, Etiopía, Elam, Sinar y Hamat, y en las costas del mar.

Y levantará pendón a las naciones, y juntará los desterrados de Israel, y reunirá los esparcidos de Judá de los cuatro confines de la tierra. Y se disipará la envidia de Efraín, y los enemigos de Judá serán destruidos. Efraín no tendrá envidia de Judá, ni Judá afligirá a Efraín (Isaías 11:10-13).

La primera reunión de la nación se llevó a cabo después del cautiverio babilónico. La segunda reunión empezó oficialmente en el año 1948 y continúa en nuestros días, y se completará después de la batalla de Ezequiel 38. Y sabrán que yo soy Jehová su Dios, cuando después de haberlos llevado al cautiverio entre las naciones, los reúna sobre su tierra, sin dejar allí a ninguno de ellos (Ezequiel 39:28). Después de 2000 años, el pueblo de Dios habrá regresado a su tierra de la diáspora y será un solo reino de nuevo, por primera vez desde el año 900 a.C.

Sino que volarán sobre los hombros de los filisteos al occidente, saquearán también a los de oriente; Edom y Moab les servirán, y los hijos de Amón los obedecerán. Y secará Jehová la lengua del mar de Egipto; y levantará su mano con el poder de su espíritu sobre el río, y lo herirá en sus siete brazos, y hará que pasen por él con sandalias. Y habrá camino para el remanente de su pueblo, el que quedó de Asiria, de la manera que lo hubo para Israel el día que subió de la tierra de Egipto (Isaías 11:14-16).

El Capítulo 11 termina con otra promesa de que conforme se acerca el final de la era, la gente que erróneamente llamamos hoy día “palestinos”, dejarán de ser un problema para al pueblo de Dios ya que serán conquistados. Israel los dominará y los subyugará. Estos versículos lo más probable es que se refieran a la batalla del Salmo 83, la cual es quizás el próximo evento en el calendario profético.

El mar de Egipto es el Mar Rojo, y su golfo puede ser o el Golfo de Acaba o el Golfo de Eilat, los dos que forman las “orejas de conejo” en su parte norte. El poderoso Eufrates, frontera tradicional entre el Este y el Oeste, se convertirá en siete brazos. El camino para el remanente desde Asiria completa la idea de que ya no habrá más ninguna frontera natural que le impida al pueblo de Dios llegar a Su Ciudad Santa.