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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

domingo, 12 de septiembre de 2010

LAS PROMESAS A DAVID


Muy pocas personas, y en verdad, incluso estudiantes bíblicos muy religiosos, están conscientes de la maravillosa relación que hay entre las promesas bíblicas que se hicieron a David y el futuro del Señor Jesucristo en el venidero reino de Dios que se establecerá en la tierra.

Mucho antes de que el rey David entrara en escena, Israel era administrado por Dios, por medio de jueces que se comunicaban con Dios en todo asunto relacionado con el bienestar de la nación. Con el tiempo, el pueblo de Israel quiso tener un rey, así que eligieron a Saúl, el “hombre valeroso” (1 Samuel 9:1), pero su elección no satisfacía las estrictas exigencias del Señor Dios. El profeta Samuel le reprochó: “No guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios” (1 Samuel 13:13). Como resultado, el elegido de Dios, David, octavo hijo de Isaí, el cual era hijo de Obed de la tribu de Judá, fue llamado de su ocupación de cuidar el ganado de su padre para que fuera ungido como rey del reino de Dios (1 Crónicas 29:23 – “Y se sentó Salomón por rey en el trono de Jehová en lugar de David su padre”).

POR QUE SE ELIGIO A DAVID

Desde la creación, el Padre ha estado eligiendo personas para que por medio de ellas se cumpla su propósito de llenar la tierra con su gloria (Habacuc 2:14). Para este propósito creó a Adán, escogió a Noé y a Abraham (Génesis 6:9; Gálatas 3:6) y eligió a David de entre 7 otros (1 Samuel 16:12-13). A David, el pastor de ovejas, se le describió como ningún hombre antes había sido descrito, “varón conforme a MI CORAZON, quien hará todo lo que yo quiero” (Hechos 13:22). Entre las palabras finales de David, “el ungido del Dios de Jacob” (2 Samuel 23:1), está lo siguiente: “No es así mi casa para con Dios; sin embargo, EL HA HECHO CONMIGO PACTO PERPETUO, ordenado en todas las cosas, y será guardado” (2 Samuel 23:5). De este modo, tenemos la garantía de David, expresada hace 300 años, que el Padre había hecho un pacto seguro con él, prometiéndole ciertas cosas, que con el tiempo ocurrirán.

¿QUE PROMETIO DIOS A DAVID?

Llegó el día cuando “Jehová le había dado reposo de todos sus enemigos en derredor” (2 Samuel 7:1), y David estaba meditando en su casa en un plan para edificarle una casa a Dios para que morara en ella, aun cuando él no había solicitado que se hiciera esto. En esta ocasión, Dios envió a Natán el profeta a David para decirle que él, Dios, “TE HARA CASA”. Entonces vinieron las maravillosas palabras del Pacto, o promesas, que Dios hizo con David:

“Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré [estableceré] su reino. Él edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré [estableceré] para siempre el trono de su reino. Yo le seré a él PADRE, y él me será a mí HIJO. Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres; pero mi misericordia no se apartará de él como la aparté de Saúl, al cual quité de delante de ti. Y será afirmada [establecida] tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente” (2 Samuel 7:12-16).

LAS PROMESAS DEPENDIAN DE UNA SIMIENTE

Dios en su sabiduría prometió que su propósito continuaría por medio de una ‘simiente’ que se prometió a David, y una vez que identifiquemos esa simiente, el propósito completo de Dios de llenar la tierra con su gloria se hace entendible.

Millones de personas han leído el primer versículo del Nuevo testamento, Mateo 1:1, y probablemente no han captado su significado, pero dice claramente: “JESUCRISTO, HIJO DE DAVID, hijo de Abraham”. Para confirmar la sencilla verdad acerca de la palabra de Dios, leemos en Lucas 1:31-33 las palabras del ángel Gabriel a María, elegida para ser la madre del Señor Jesús:

“Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESUS. Este será grande, y será llamado HIJO DEL ALTISIMO; y el Señor Dios le dará el TRONO DE DAVID SU PADRE; y reinará sobre la casa de Jacob PARA SIEMPRE, y su REINO NO TENDRA FIN”.

El apóstol Pedro, lleno del Espíritu santo en el día de Pentecostés (Hechos 2:4), dijo a los judíos procedentes del mundo conocido, que David, “siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, LEVANTARIA AL CRISTO PARA QUE SE SENTASE EN SU TRONO [...], habló de la resurrección de Cristo [...]. a este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos” (Hechos 2:30-32).

El Señor Jesús, en su mensaje final al mundo, hizo que el apóstol Juan escribiera en Apocalipsis 22:16: “Yo soy la raíz y EL LINAJE DE DAVID”. Estas son, pues, las sencillas pruebas de que la SIMIENTE que ha de venir, lo cual sería necesario para que se cumplan las promesas que se hicieron a David, era y es el Señor Jesucristo. ENTONCES, ¿QUE SIGNIFICA EL RESTO DE LAS PROMESAS?

LAS PROMESAS–¿CUALES SON?

1. LA CASA: Mientras David estaba considerando edificarle al padre una casa literal o Templo para que habitara en él, Dios estaba más interesado en edificar de David una casa espiritual, en la que él habitaría, un Templo espiritual formado de los verdaderos creyentes en sus promesas (1 Pedro 2:4-9). Sin embargo, el profeta Ezequiel (capítulos 40-48) describe otro templo, o CASA, que se ha de edificar en Jerusalén, el cual será una casa de oración para todas las naciones.

2. EL TRONO: El trono que había de establecerse PARA SIEMPRE, era el trono de David. Por lo tanto, para cumplir las promesas que se hicieron a David, es esencial que el Señor Jesús gobierne en ese trono, en Jerusalén, lo que significa, por supuesto, que el reino de Dios será un reino literal en la tierra, gobernado por el Señor Jesús.

EL REINO

El “reino de Dios” se menciona 69 veces en el Nuevo testamento y podemos ver claramente que las Escrituras lo relacionan no sólo con el reino el reino del trono de Israel, sino también con el reino gobernado por el Señor Jesucristo. Que los verdaderos creyentes pueden llegar a ser parte de este reino y trono está bien demostrado por las palabras del Señor Jesús. “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en MI TRONO, así como yo he vencido, y me he sentado con mi padre en su trono” (Apocalipsis 3:21).