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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.
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lunes, 8 de marzo de 2010

LA PROMESA DE DIOS HECHA A ABRAHAM (Cristo y el Reino de Dios)


El propósito de este estudio es el de aclarar en lo que se basa el reino de Dios. Hay personas que han dicho que el reino de Dios es la iglesia (¿Cual de ellas?). O que el reino de Dios está en tu corazón. Estas ideas parecerán absurdas cuando usted entienda en lo que verdaderamente está basado el reino de Dios. Preste atención especial a las palabras claves como “promesa” y “herencia.” El concepto empieza con las promesas que Dios le hizo a Abraham en Génesis 12:3, Génesis 13:14-15 & Génesis 17:7-8. Estas promesas también fueron hechas a Isaac (Génesis 26:4) y a Jacob (Génesis 28:14) los cuales son el hijo y el nieto de Abraham. Estos tres también son conocidos como los patriarcas.
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Génesis 12:3 “Y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.”
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Esto es una referencia al Mesías (Jesús). Dios le prometió a Abraham que a través de su descendencia vendría alguien por el cual el mundo sería bendecido (salvo). Pablo lo confirma en Hechos 3:25-26:
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“Vosotros sois los hijos de los profetas, y del pacto que Dios hizo con nuestros padres, diciendo a Abraham: En tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra. A vosotros primeramente, Dios habiendo levantado a su Hijo, lo envió para que os bendijese.”
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La segunda promesa tiene que ver con la tierra. Las familias que serán bendecidas son las familias de la tierra. Y es en la tierra que las familias serán bendecidas. Dios específicamente le promete a Abraham la tierra (o nación, como se le refiere en algunos casos) como su herencia.
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Génesis 13:14-15: “Y Jehová dijo a Abraham: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre.”
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Génesis 17:7-8: “Y estableceré mi pacto entre mí y tu, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, en pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti. Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti la tierra que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos.”
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El Mesías vino a confirmar y a proclamar las promesas hechas a Abraham, Isaac y a Jacob. Esta es la razón por la cual Jesús vino. Como consecuencia de su muerte nuestros pecados son perdonados (somos bendecidos), y a través de su gobierno como nuestro rey en la tierra (La segunda venida de Jesús), Abraham y sus descendientes (los resucitados en Cristo) heredarán la tierra como su heredad perpetua.
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Romanos 15:8: “Pues os digo, que Cristo Jesús vino a ser siervo de la circuncisión para mostrar la verdad de Dios, para CONFIRMAR las promesas hechas a los padres.”
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¿Qué promesa? Que Abraham y sus descendientes serían herederos del mundo.

Romanos 4:13: “Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la PROMESA de que sería HEREDERO DEL MUNDO, sino por la justicia de la fe.”

¿Qué vino a proclamar Jesús? El reino de Dios.

Lucas 4:43: “Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado.”

Como pueden ver, Jesús vino a confirmar las promesas que Dios hizo a Abraham y a proclamar el reino de Dios, Jesús está proclamando lo que vino a confirmar.

1 Corintios 6:9: “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios?”

A Abraham se le prometió que él heredaría el mundo. En el versículo arriba dice que los injustos no heredarán el reino de Dios. La palabra clave es “heredar.” Heredar el reino de Dios es heredar el mundo. El reino de Dios es el mundo bajo el gobierno de Dios a través de Su Mesías, Jesús.

El reino de Dios = Las promesas que Dios le hizo a los patriarcas.

Entrada al reino de Dios es la meta cristiana. Este es el galardón que Dios le ha prometido a los seguidores de Cristo. Gálatas 3:29:

“Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa.”

¿Que promesa? Que Abraham y su descendencia serían herederos del mundo.

Romanos 4:13: “Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe.”

Se supone que nosotros heredemos el mundo junto a Abraham. Por nuestra fe en Cristo estamos considerados descendientes de Abraham y herederos de la misma promesa. Con Cristo como nuestro rey, reinaremos en la tierra. Apocalipsis 20:4 dice:

“Y vivieron y reinaron con Cristo por mil años.”

¿Dónde reinaremos con Cristo? Apocalipsis 5:10 nos dice la respuesta:

“Y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.”

El reino de Dios es el tema de la Biblia entera. Empezó con las promesas que Dios le hizo a Abraham. Cada profeta ha tenido que decir algo de este tema. Dios a través de los profetas añadió mas detalles hasta que Jesús llegó para confirmar y proclamar el reino de Dios, no solamente a los judíos, sino al mundo entero (bendiciones, Génesis 12:3). Abraham y sus descendientes nunca han poseído el mundo. Ellos todos murieron en fe (Hebreos 11:13), por eso es que habrá una resurrección, para que las promesas de Dios sean cumplidas. ¿Cuándo sucederá la resurrección? En los últimos días de este siglo, en la venida de la nueva era (que se inaugurará en el regreso de Jesús). Es aquí cuando Abraham y sus descendientes serán herederos del mundo.

Lucas 20:35: “Mas los que fueren tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos.”

Juan 11:23-24: “ Jesús le dijo: ‘Tu hermano resucitará.’ Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.”

Resumen – La historia del hombre y la mujer empezó en la tierra con Adán y Eva. Ellos la corrompieron por su desobediencia a Dios. El mensaje del reino de Dios empieza en Génesis y termina en el Apocalipsis. Es el plan de Dios de salvación para la raza humana devolviendo al hombre y a la tierra a su condición original. En las páginas 15 y 24 de la Nueva Biblia Americana verán un resumen excelente:

“El plan de salvación pronosticado por los autores sagrados, detallado y explicado por ellos, es hallado como la verdadera palabra de Dios en los libros del Antiguo Testamento. El propósito principal en el cual el antiguo pacto fue dirigido fue para preparar para la venida de Cristo, el redentor de todos y el del reino mesiánico, para anunciar esta venida mediante la profecía.

Otro tema importante en predicación profética es el mesianismo. Dios castiga la infidelidad a Su pacto. Israel ha sido humillada por sus pecados. Pero en alguna fecha futura el reino de Dios en la tierra será restaurado. El vicegerente de Dios, el Mesías, ungido de una dignidad majestuosa, reinará en ese reino. Usted debe de prestar atención a esta expectación mesiánica en la literatura hebrea. Esto es necesario para entender la literatura del Nuevo Testamento, la cual ve el cumplimiento de esta profecía mesiánica en Jesús de Nazaret. En otras palabras, el movimiento del Nuevo Testamento es el cumplimiento de la Biblia hebrea. Jesús de Nazaret proclama que él es el Mesías prometido (ungido) rey venidero, para estabilizar el reino (reinar, gobernar) de Dios, por el cual el Antiguo Testamento predico.”

Así que ¿Por qué hay personas que piensan que nuestro premio es el cielo? Esta idea vino a través de la influencia de la filosofía griega sobre la iglesia primitiva del segundo, tercer y cuarto siglo. Existe un documento mencionado al final, que trata específicamente con la muerte.

Una vez que usted entienda en lo que está basado el reino de Dios (las promesas hechas a los patriarcas), entonces usted verá fácilmente el error en creer que el reino de Dios es la iglesia, o que está en su corazón. Este documento es el principio de la enseñanza mas importante del mundo. Hay muchos versículos para estudiar y muchos más para aprender acerca de la enseñanza más importante de Jesús. Si usted tiene alguna pregunta o comentarios, por favor me puede mandar un e-mail a: 767juan@compuserve.com

Para más información en el reino de Dios, por favor pida los siguientes documentos, gratis:

1. ¿A Oído usted? (del reino de Dios)

2. El Mesías de Dios

3. El Reino de Dios, Futuro y Presente

4. La Muerte Cristiana

Dios los bendiga.

sábado, 23 de enero de 2010

LA RECOMPENSA DE ABRAHAM Y LA DE SUS HIJOS (LOS DE LA FE)


Por Anthony Buzzard

(Traducido por Mario Olcese)

La recompensa de Abraham y la nuestra

Un estudio cuidadoso del libro de Hebreos pone de manifiesto que “el cielo” – lo que significa un lugar más allá de las nubes – no es la recompensa prometida a Abraham y los creyentes cristianos. Si esta proposición parece sorprendente para algunos puede ser porque nos hemos acostumbrado, sin una reflexión detenida, a la idea de que los muertos se les promete un hogar celestial después de la muerte. La tradición nos ha llevado a creer que los muertos van a ser transportados a su nueva residencia en el cielo cuando su vida en la tierra llegue a su fin.

Si los estudiantes de la Biblia encuentran alguna de esas ideas en las Escrituras es muy posible que ellos estén leyendo en el texto lo que no dice. Pero, ¿qué dice en realidad la Escritura?

Hebreos 11:8 ofrece la siguiente información: Abraham obedeció a la invitación de Dios al salir a “un lugar que iba a recibir como herencia.” Después vivió en esa tierra prometida como un extranjero (Hebreos 11:9). Fue “en busca de la ciudad que tiene fundamento, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Hebreos 11:10).

Siguiendo el texto de cerca nos enteramos de que la herencia prometida a Abraham no era otra que el de la tierra en la que vivió su vida como un extranjero. De que la tierra era, evidentemente, no “el cielo”, sino la actual tierra de Palestina. Isaac y Jacob fueron coherederos de la misma promesa. Así dice Hebreos 11:9.

Estos famosos patriarcas Abraham, Isaac y Jacob esperaban además, heredar una ciudad (Hebreos 11:14) situada en la tierra de promisión donde habían residido como extranjeros (Hebreos 11:9). Su deseo era por un país mejor y para la ciudad que Dios estaba preparando para ellos (Heb. 11:15).

Fue por la fe en esas promesas, aún sin explotar, que Isaac bendijo a sus hijos en vista de “las cosas por venir” (Hebreos 11:20) – note cuidadosamente, no las cosas a las que Isaac esperó ir que cuando muriera, sino las cosas que algún día – vendrán a la tierra.

Los fieles de los tiempos del Antiguo Testamento, murieron sin recibir la herencia de la tierra prometida (Heb. 11:13, 39). Durante su vida persistentemente hacia la recompensa (Hebreos 11:26). Su recompensa se dice expresamente es el lugar en que Abraham viajó durante su vida, y en el que efectivamente se instaló (como extranjero) (Hebreos 11:8, 9).

Ahora nos damos cuenta de otro paso en el argumento: Hebreos 12:28 lo equipara con la herencia del Reino de Dios, integrado por la ciudad y la tierra prometida: “Por lo tanto, ya que estamos para recibir un reino …” El objeto de la esperanza es, finalmente, descrito como “la ciudad que está por venir” (Hebreos 13:14).

Una vez más observamos que no es una ciudad a la que nos vamos, sino la ciudad que va a venir a la tierra. Será construido y establecido por Jesús cuando regrese. ¿No había prometido que los mansos “heredarán la tierra”? (Mateo 5:5) (Puede ser la primera vez que han comprendido el significado de esas palabras simples pero sin par!)

Las “cosas” celestiales por Venir

Si Abraham esperaba una recompensa en un lugar retirado de la tierra, Hebreos 11:8 debe ser pronunciada como engañosa en extremo! El lugar en que Abraham vivió se especifica como la herencia, que estaba destinado a poseer.

Mantenimiento este hecho crucial firmemente en la mente no hay que malinterpretar las referencias a la ” patria celestial ” y “la Jerusalén celestial” en Hebreos 11:16 y 12:22. Deben estas frases ser tomadas como una contradicción de la promesa anterior de que Abraham estaba esperando poseer la tierra de Palestina? ¿Puede una ” patria celestial” estar en la tierra?

Hebreos 11:16 habla de la “mejor”, patria “celestial” y el mismo verso define a la patria como una que se está preparando. Pero note cuidadosamente que el versículo 20 habla en el mismo contexto de “las cosas por venir”.

En este punto debemos tomarnos la molestia de entender el lenguaje bíblico correctamente. Simplemente las cosas “celestiales” que están en preparación son aquellas cosas de la ciudad futura (y tierra) que están destinadas a aparecer en la tierra. Ellas son “celestiales” no porque se encuentran en el cielo, sino porque están siendo preparados por Dios ahora y se manifestarán en la tierra. Serán divinas, porque Dios mismo las proporcionará. Son las cosas por venir, cosas de la edad futura del Reino de Dios en la tierra.

La Jerusalén de arriba

Pablo había hablado de la “Jerusalén de arriba” como “la madre de todos nosotros” (Gálatas 4:26). Sin embargo, no concluye, como lo hacen muchos, bajo la influencia de la querida tradición, que vamos a ir al cielo para encontrar la ciudad. Por el contrario, como el escritor a los Hebreos, que sabía del Salmo 87:5: “Pero de Sión se dirá:” Este y aquél han nacido en ella. “Un hombre dirá: ‘Sión es mi madre’” (véase la Versión de la Septuaginta Griega del Antiguo Testamento citada a menudo por los escritores del Nuevo Testamento).

Es ese futuro Sion en la tierra descrito en el Salmo 87:5 que debe ser la madre de todos nosotros. Las cosas celestiales del libro de Hebreos son simplemente las cosas del siglo venidero. Son cosas que se están preparándose en el cielo, listas para ser reveladas en la era venidera del Reino de Dios en la tierra. No es de extrañar que el escritor nos diga claramente: “…el mundo venidero, del cual hablamos” (Hebreos 2:5).

Para que no olvidemos esta importante lección debemos trazar una línea con un lápiz para conectar la “patria celestial” de Hebreos 11:16 y “las cosas por venir” de Hebreos 11:20. Luego, debemos subrayar en colores brillantes la “ciudad que está por venir” de Hebreos 13:14. Así, podemos aprender que “celestial” no significó para el escritor a los Hebreos, lo que instintivamente puede significar para nosotros.

Versículos adicionales nos confirmarán en nuestra creencia de que Abraham y los fieles de todas las edades se les prometió una recompensa en la hermosa tierra renovada del el futuro. “Los mansos heredarán la tierra” (Mateo 5:5). “Van a reinar como reyes en la tierra” (Apocalipsis 5:10). ¿Cómo podría alguna vez Abraham heredar “este país en el que la Judíos viven” (Hechos 7:4)? Ahora hay un texto que ha sido silenciado durante demasiado tiempo! “Dios le prometió que le daría a Abraham [la tierra de Palestina]“, aunque durante su vida “Dios no le dio herencia en ella” (Hechos 7:5). Esta es la visión cristiana original claramente expresada por Esteban.

En verdad el lugar que Abraham iba a recibir como herencia no era otro que el lugar en que vivía como un extranjero. Hasta el día de hoy no ha recibido un metro cuadrado de la misma para llamarla como propia (Hechos 7:5). Él y sus hijos murieron sin recibir las promesas (Hebreos 11:39). Los cristianos deben gozar de la misma esperanza de vida en la tierra, la vida en la Era Venidera, la vida en el Reino de Dios en la tierra. Porque si somos cristianos somos “hijos de Abraham y herederos según la promesa” (Gálatas 3:29).

Deberíamos buscar ser creyentes debidamente instruidos, bautizados para la remisión de los pecados, y vivir en preparación para la resurrección de todos los fieles para gobernar con Jesús en el Reino de Dios venidero en este planeta.

Si hay errores en la traducción, cosa que no me quepa la menor duda, les pido mil disculpas… pero recuerden que lo hago con mucho amor para el provecho de cada uno de ustedes…Gracias

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domingo, 27 de diciembre de 2009

LA PROMESA DEL REINO DE DIOS



Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)
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Una enseñanza central
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Estimados amigos, si hay una enseñanza en la Biblia que me es rotundamente clara y muy fácil de creer, esa es el Reino de Dios. Se puede decir que el reino de Dios es el tema central de las Santas Escrituras, y la razón de la venida de Jesús al mundo. Sí, muchos creen que la razón de la venida de Jesucristo al mundo fue para “morir por nuestros pecados y llevarnos al cielo si somos buenos”—¡Pero esto no fue lo que Jesús dijo! El dijo otra cosa muy distinta, y usted lo puede descubrir en Lucas 4:43:
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“Es necesario que a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios PORQUE PARA ESTO HE SIDO ENVIADO”.
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Tome nota usted de que fue Jesús mismo quien dijo que el propósito por el cual fue enviado por su Padre a este mundo fue para anunciar el evangelio del reino de Dios. Por tanto, en ninguna parte encontrará usted que Jesús dijo que fue enviado para morir por nuestros pecados, aunque ciertamente su misión evangelizadora le traería su muerte vicaria a favor de los hombres (Juan 3:16). Así que Dios dio (mandó) a Su Hijo al mundo para que todo aquel que en él crea (en el mensaje divino del evangelio del reino) no se pierda, mas tenga vida eterna. Usted puede leer además en Marcos 1:1,14,15 y 16:16 que Jesús dice que el que creyere en su mensaje o evangelio del reino será salvo. Así que creer en Cristo es creer en su mensaje del evangelio del reino.
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La Semilla del Reino
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En muchas de sus parábolas, el Señor Jesús habla de su reino, y por eso se las llama, “las parábolas del Reino”. En la parábola del sembrador, tenemos al sembrador en el campo, y la semilla (la palabra) que es sembrada en distintas tierras. La semilla que se siembra es la palabra del reino, y esa palabra del reino es esparcida en diferentes suelos (que representan los diferentes “corazones” de los hombres). Una de las semillas que cayó junto al camino representa, según Jesús, a los que oyen (la palabra del reino) y luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra sembrada, para que no crean y se salven” (Lc. 8:12). De modo que la salvación viene por creer en la semilla que se siembra, que es la palabra del Reino (el evangelio). El sembrador, en primera instancia, es Jesucristo, y su semilla es la Palabra del reino, el mensaje del reino que vino a traer de parte de Su Padre (Hechos 10:36). Así que el diablo no está preocupado en sacar del corazón del hombre al sembrador mismo, sino la semilla que el sembrador plantó en el potencial salvo. Es la semilla del sembrador que le preocupa al diablo, porque si ésta echa raíces en el corazón del hombre, dará mucho fruto para salvación. Muchos, como los mismos demonios, creen que el sembrador principal de esta semilla es Jesucristo, el Hijo de Dios, pero esa convicción no los salvará en absoluto. Lo que los salvará es lo que Jesucristo vino a enseñarles, su evangelio, pero sólo a aquellos que lo creen de todo corazón. Por supuesto que para entrar a ese reino maravilloso hay que aceptar la “fórmula” del Señor, y esa fórmula es creer en su sacrificio vicario a favor nuestro para limpiarnos de nuestros pecados pasados (Efe. 1:17; 2:13, 1 Jn 1:7; Apo. 1:5). Así pues, todo aquel que cree en el evangelio de Jesucristo, y se bautiza (símbolo de su propia muerte y resurrección) para perdón de sus pecados, está en camino de la vida eterna en el reino. Este hombre renacido deberá andar en novedad de vida, haciendo buenas obras.
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El evangelio completo revelado
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Muchos han pasado por alto el crucial pasaje de Hechos 8:12 o simplemente no le han tomado la suficiente atención. ¿Qué nos dice este interesante pasaje? Veamos:
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“Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres”.
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Este pasaje es crucial para entender lo que los primeros cristianos predicaban y por lo cual bautizaban. Nótese que Felipe, un evangelista, predicaba dos cosas: el reino de Dios y el nombre de Jesucristo. El pasaje no dice que Felipe predicaba primero el nombre de Jesucristo y luego el reino de Dios. El puso primero el reino de Dios y luego todo lo relacionado con el nombre de Jesucristo. Es exactamente lo que hizo Pablo cuando estuvo en Roma cuando predicaba el evangelio:
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“Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían, 31 predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento” (Hechos 28:30,31).
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Y esto es así porque sencillamente el reino de Dios es el mensaje de Dios para los hombres, su evangelio prístino que fie complementado con todo lo relacionado con el nombre de Jesucristo. Desafortunadamente las iglesias de hoy, irónicamente llamadas “evangélicas”, sólo son “Cristo céntricas” pero acerca del mensaje del reino nada o muy poco anuncian…¡y luego se atreven a bautizar a gentes que nada o muy poco saben de este precioso mensaje del reino! Hay otras iglesias que se llaman del “evangelio completo” pero que en realidad deberían llamarse del “evangelio incompleto” porque nada predican del maravilloso reino que Jesús restaurará en la tierra en su parusía. El mensaje central del reino es simplemente considerado muy judío, como una promesa que no le compete a la iglesia, y por tanto, no hay porqué predicarlo al mundo gentil. Grave error. Jesús mandó a predicar su evangelio a todas las naciones, y no tan sólo a los israelitas (Mateo 24:14). Satanás si duda ha sembrado esta confusión en la mente de los eruditos bíblicos, restándole importancia al mensaje del reino.
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El veneno de la Teología del Reemplazo
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Como dice José G. Baritto L: “El espantoso engaño conocido como teología del reemplazo se ha convertido en un cáncer en los círculos teológicos durante los dos últimos milenios y da la impresión que se niega a desaparecer. Si bien la teología del reemplazo tiene diferentes aplicaciones y modos, es una teología que tuvo su origen en los primeros padres, no judíos, de la llamada “Iglesia Cristiana” que afirmaron fríamente que una nueva organización llamada “la iglesia” en Roma y basada en dicha ciudad, era la “nueva Israel.” Esta odiosa doctrina no es, ni mucho menos, un significante tema teológico, sobre el que argumentar, sino que ha estado al frente del antisemitismo, la judeofobia, y ha alimentado el fuego de los trágicos acontecimientos históricos como puedan ser la Inquisición española, las Cruzadas católicas, el que se echase a los judíos de todos los países europeos, así como del holocausto nazi”.
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Con el catolicismo romano, y “gracias” al insigne teólogo Agustín de Hipona, el reino de Dios, que es el reino de David, fue trastocado radicalmente, convirtiéndose de la noche a la mañana en una nueva institución humana vertical, clerical, y autoritaria llamada la iglesia de Roma.
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Pero el Apóstol Pablo es claro sobre los grandes privilegios que Dios le ha concedido a Israel. Él escribió en Romanos 9:4:
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”Que son Israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, los pactos, la dación de la ley, el culto, y las promesas”.
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Pablo en ninguna parte insinúa que estos grandes privilegios se han anulado, o que han perdido el derecho, o se han cancelado. ¡De hecho los tres capítulos de los cuales este verso es una parte (Romanos 9-11) tienen como uno de sus propósitos hacer énfasis en que Dios no ha cancelado Sus promesas a Israel o las ha transferido a algún otro pueblo!

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¿Qué dice Pablo en Romanos 11:1?
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“Digo, pues, ha rechazado a su pueblo al cual desde antes conoció? ¡De ninguna manera! Porque yo también soy israelita, de la simiente de Abraham, de la tribu de Benjamín. Dios no ha rechazado a su pueblo al cual desde antes conoció”.
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Los Apóstoles esperaban la Restauración del reino
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Los apóstoles y los primeros cristianos fueron judíos, y ellos no perdieron su expectativa mesiánica de un reino davídico restaurado. Contrario de lo que muchos pudieran esperar, los apóstoles no abandonaron su esperanza por un reino davídico restaurado en la tierra prometida. Esto se vislumbra claramente en vísperas del regreso de Jesús al cielo. En Hechos 1:3 vemos que el Jesús resucitado se la pasó con sus discípulos en una especie de seminario intensivo de 40 días para hablarles del reino de Dios. Sí, Jesús pasó 40 días enteros enseñándoles a sus discípulos sobre su reino. En el versículo 6 leemos que los discípulos ansiosos le preguntan al Maestro si él restauraría el reino a Israel en breve, a lo cual Jesús les responde que sólo el Padre sabe el momento preciso para tal añorada restauración (v.7). Estos tres versículos nos demuestran sin lugar a dudas que Jesús no canceló las promesas antiguas de un reino por restaurarse, sino que las confirmas diciendo que sólo Dios sabe el tiempo exacto para tal esperado evento extraordinario. Por eso Pablo pudo decir que Jesús vino a CONFIRMAR LAS PROMESAS HECHAS A LOS PADRES…NO A CANCELARLAS. Dice él así en Romanos 15:8,9:
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“Pues os digo, que Cristo Jesús vino a ser siervo de la circuncisión para mostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres, 9 y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia, como está escrito”.
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Nótese que los gentiles glorificarán a Dios por su misericordia, pues ellos también participarán de ese reino davídico y se beneficiarán de sus bondades. Así que decir que para los Judíos es el reino, y el cielo para la iglesia gentil, no es lo correcto.Usted puede “acelerar” el regreso de Jesucristo a la tierra.
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El Señor Jesús dijo muy claramente que el fin (…y la parusía) se efectuará sólo cuando sus discípulos cumplieran con su encargo de proclamar su reino a todas las naciones como testimonio. Estas son sus palabras textuales:
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“Y este evangelio del reino será predicado en todo el mundo como testimonio, y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14).
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La iglesia en los últimos 17 siglos se ha olvidado del evangelio del reino porque ha supuesto que el evangelio es Cristo mismo y no su reino. Ha sido también aleccionada de que ella es el reino ya establecido en la tierra, y que Cristo es su rey que reina entre sus fieles. De este modo la proclama del reino futuro se ha vuelto innecesaria ya que esta esperanza ya es historia con la inauguración de la iglesia en Pentecostés del 33 EC.
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Nosotros creemos que el reino es una institución que heredará la congregación de Jesús, los verdaderos israelitas, los hijos de Abraham, los escogidos, los cristos (reyes y sacerdotes), los que esperan la parusía del Señor en gloria para heredar el reino.
Ellos recuerdan la promesa del Señor Jesús en Mateo 25:31,34:
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“Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, Entonces el Rey dirá a los de su derecha:
Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”.
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Amigo mío, ¿está usted dispuesto para heredar el reino de Cristo? Su salvación está en juego! Le invito a leer mi estudio: La Salvación, ¿qué significa realmente?
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Sólo me lo debe solicitar y yo se lo enviaré en un email (molceses@hotmail.com).
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Más información sobre el evangelio del reino en:
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http://www.retornoalparaiso.blogspot.com/


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miércoles, 25 de febrero de 2009

EL REINO QUE VIENE DEL CIELO

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Autor: Gabriel (Cristiano Unitario)


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Todos hemos oído predicaciones acerca de la salvación, y muchos grandes evangelistas proclamando la salvación eterna, tras la oración de fe, pero queridos hermanos, vamos a ser realistas y a repasar las Escrituras, para comprobar qué es realmente lo que dicen acerca de nuestra salvación y si ésta es algo que recibimos para siempre y no podemos perder de ninguna manera ó es algo gratuito, pero que debemos cuidar con temor y temblor.

Yo me inclino a creer que es algo más parecido a esto segundo que lo primero, por lo cual aconsejaría que todos sigan manteniéndose firmes en la fe, puestos sus ojos en Jesús y llenos de su palabra y envueltos en su obra hasta que él regrese, o hasta que nuestro tiempo en este planeta acabe y nos toque descansar hasta su regreso. Porque lo que el Señor nos ha prometido es la vida eterna, y esta promesa es la esperanza más grande y maravillosa que nadie jamás pudo soñar, ya que vamos a ser participes de la naturaleza divina y desde que estamos en Cristo tenemos una esperanza, que antes no teníamos, ni remotamente, pero que ahora si tenemos. EFESIOS 2:12, dice: “EN AQUEL TIEMPO, ESTABAIS SIN CRISTO, ALEJADOS DE LA CIUDADANIA DE ISRAEL Y AJENOS A LOS PACTOS DE LA PROMESA, SIN ESPERANZA Y SIN DIOS EN EL MUNDO”. Realmente estábamos vacíos, sin Dios y sin ninguna esperanza, sólo teníamos las mentiras del mundo. Así que en principio la salvación que recibimos es ser participantes de todas las promesas hechas por Dios a Abraham, que son las promesas a Israel, de las cuales estábamos totalmente excluidos, antes de conocer a Cristo y de las cuales ahora podemos aspirar a heredar como miembros de la familia de Dios, y no alguna salvación diferente, made in USA, una vez salvos, salvos para siempre jamás.

Pues gracias a Dios que esa no es la salvación de Cristo, sino que la esperanza (salvación) de Cristo es la esperanza (salvación) de Israel, de la cual ahora somos nosotros partícipes. Nosotros que hemos sido injertados en el buen olivo, participamos en la carrera a la meta que es el Reino, para entrar por la puerta principal y recibir la salvación que nos está reservada, por ahora, en los cielos. Sin embargo, cuando llegue el momento propicio, Cristo nos la manifestará en su parusía, y no antes. Mientras tanto, ahora tenemos en nuestros corazones la más grande esperanza jamás ofrecida a hombre alguno, ¿Amén? Dice 1 Pedro 1:3, así: “BENDITO EL DIOS Y PADRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, QUE SEGÚN SU GRAN MISERICORDIA NOS HIZO RENACER PARA UNA ESPERANZA VIVA, POR LA RESURRECCION DE JESUCRISTO DE LOS MUERTOS”.

Así que lo que hemos recibido a través del nuevo nacimiento, y de la fe en Cristo Jesús, es una esperanza viva de que si permanecemos en Cristo, no seremos avergonzados, y recibiremos este tesoro que está guardado para nosotros en los cielos, porque Dios que no es ningún mentiroso. Él ha preparado esta vida para nosotros y determinado que la recibamos en todo nuestro ser, en el tiempo venidero, para lo cual ahora nos ha dado esta maravillosa esperanza, que antes no teníamos en lo más mínimo, pero que ahora sí nos ha sido predicada, por lo cual hemos pasado a ser miembros de esta gloriosa familia de la esperanza. Dice Tito 1:2-3, así: “EN LA ESPERANZA DE LA VIDA ETERNA, DIOS, QUE NO MIENTE, PROMETIO ESTA VIDA, DESDE ANTES DEL PRINCIPIO DE LOS SIGLOS Y A SU DEBIDO TIEMPO MANIFESTO SU PALABRA POR MEDIO DE LA PREDICACION QUE ME FUE ENCOMENDADA POR MANDATO DE DIOS, NUESTRO SALVADOR”. Por lo que nos queda más que probado, que esta salvación, que incluye según hemos estado explicando con anterioridad: “la vida eterna y la entrada al Reino”, nos será entregada más adelante.

Vemos claramente entonces que el contrato de nuestra salvación ha sido realizado en esperanza y siendo éste el elemento principal a través de la cual hemos adquirido esa promesa divina que se encuentra en el paquete de nuestra salvación, que aunque ahora no la vemos, ya que si la viésemos la tendríamos, y ya no sería esperanza, sino un hecho consumado, seguimos esperando con fe y paciencia, por lo cual Dios sigue produciendo, por medio de la prueba de nuestra fe, el elixir de la paciencia, que no tenemos por naturaleza y necesitamos para no salirnos del camino, debido a la impaciencia de la carne. Dice Romanos 8:24-25, así: “PORQUE EN ESPERANZA FUIMOS SALVOS; PERO LA ESPERANZA QUE SE VE NO ES ESPERANZA, YA QUE LO QUE ALGUNO VE, ¿PARA QUE ESPERARLO? PERO SI ESPERAMOS LO QUE NO VEMOS, CON PACIENCIA LO AGUARDAMOS”.

La esperanza es real para todos aquellos que hemos creído en Cristo y debemos estar tranquilos, porque así como sabemos que nuestro Señor está ahora a la derecha del Padre en el Cielo, así también nuestra esperanza está muy bien guardada en Cristo, y sabemos que cuando él se manifieste, entonces también será manifestada con él nuestra esperanza, y nos será entregada en aquel día, porque sabemos que fiel es el que prometió y sabemos en quién hemos creído. Dice Colosenses 1:5, así: “A CAUSA DE LA ESPERANZA QUE OS ESTA GUARDADA EN LOS CIELOS. DE ESTA ESPERANZA YA HABEIS OIDO POR LA PALABRA VERDADERA DEL EVANGELIO”.

Vemos que cuando Pablo les habla a los romanos acerca de la llegada del tiempo de la salvación, lo hace indicando que esta es posterior al momento en que nos convertimos a Cristo y creímos por primera vez, por lo cual aparece un lapso de tiempo desde el nuevo nacimiento del espíritu, hasta la salvación del alma, que pacientemente espera con el cuerpo, la llegada de aquel glorioso día de la misma forma en que se espera la hora de un parto, el cual nadie puede adelantar, ni retrasar, porque tiene un tiempo perfecto establecido por Dios. Así también nuestra salvación tiene un tiempo que sólo Dios conoce. Dice Romanos 13:11, así: “Y ESTO, CONOCIENDO EL TIEMPO, QUE ES YA HORA DE LEVANTARNOS DEL SUEÑO, PORQUE AHORA ESTA MAS CERCA DE NOSOTROS NUESTRA SALVACION QUE CUANDO CREIMOS”. Es por esto también que cuando hablamos de la segunda venida de Cristo y del establecimiento del Reino, también lo hacemos de la manera que los primeros discípulos se refrían al evento, como el de una “esperanza bienaventurada”, que es la muy bendecida esperanza que alberga todo cristiano en su corazón, sabiendo que somos coherederos juntamente con Cristo, y con Abraham, y con toda la familia de Dios, de la herencia que el Padre ha dispuesto para nosotros. Dice Tito 2:13, así: “MIENTRAS AGUARDAMOS LA ESPERANZA BIENAVENTURADA Y LA MANIFESTACION GLORIOSA DE NUESTRO GRAN DIOS Y SALVADOR JESUCRISTO”.

En la medida que vamos profundizando en la esperanza, vemos que se nos dice que debemos permanecer en la fe y se nos insista en que no nos movamos de esa esperanza, sino que permanezca firmemente cimentada nuestra vida en esta roca de Dios y esperanza de gloria en Cristo. Dice Colosenses 1:23, así: “PERO ES NECESARIO QUE PERMANEZCAIS FUNDADOS Y FIRMES EN LA FE, SIN MOVEROS DE LA ESPERANZA DEL EVANGELIO QUE HABEIS OIDO, EL CUAL SE PREDICA EN TODA LA CREACION QUE ESTA DEBAJO DEL CIELO Y DEL CUAL YO PABLO, FUI HECHO MINISTRO”.

Sabemos que la esperanza es también parte fundamental de la armadura con la cual debemos vestirnos cada día para poder hacer frente a todas las asechanzas del maligno, que tiene propuesto hacernos la vida imposible, para que no mantengamos vivo aquello que nos sostiene y vivifica cada día y fracasemos en la lucha. Dice 1 Tesalonicenses 5:8, así: “PERO NOSOTROS QUE SOMOS DEL DIA, SEAMOS SOBRIOS, HABIENDONOS VESTIDO DE LA CORAZA DE LA FE Y DEL AMOR, Y CON LA ESPERANZA DE SALVACION COMO CASCO”. Por eso más que nunca, ahora debemos guardar este tesoro maravilloso que Dios nos dio, y trabajar con esta esperanza cada día, compartiéndola a otros para que la vida eterna que viene a través suyo, se derrame abundantemente, recordando siempre que son tres los elementos más maravillosos que Dios nos dio para hacer su obra y llegar a la meta; y uno de ellos es la esperanza; Dice 1 Corintios 13:13: “AHORA PERMANECEN LA FE, LA ESPERANZA Y EL AMOR, ESTOS TRES; PERO EL MAYOR DE ELLOS ES EL AMOR”.

Que el Señor los bendiga ricamente!

Si alguno de ustedes reside en España, y desea comunicarse con el hermano Gabriel, pueden hacerlo llamándolo a los teléfonos que aparecen al inicio de este artículo.

martes, 17 de febrero de 2009

LO ESCONDIDO POR LA FALSA TRADICIÓN


Una de las doctrinas centrales del cristianismo es la enseñanza de que los creyentes pasarán la eternidad en el cielo. Los numerosos himnos han sido escritos sobre aquellas “calles divinas de oro” por las que andaremos en la vida futura. Junto con el concepto Trinitariano de la Deidad, la doctrina de ir al cielo es una de las creencias fundamentales del cristianismo tradicional.
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Sin embargo, no hay ninguna semejante doctrina enseñada en el Antiguo Testamento. Esta enseñanza está basada exclusivamente en pasajes del Nuevo de Testamento. Los Evangelios Sinópticos declaran que nuestro tesoro estará en el cielo:
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Mateo 6:19 “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan”.
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Mateo 19:21 “Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme”.
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Marcos 10:21 “Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz”.
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Lucas 18:22 “Jesús, oyendo esto, le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme”.
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Otros pasajes hablan de nuestra recompensa que está en el cielo:
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Mateo 5:11,12 “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros”.
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Lucas 6:20-23: “Y alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre. Gozaos en aquel día, y alegraos, porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos; porque así hacían sus padres con los profetas”.
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A los discípulos se les dijo que sus nombres estaban escritos en el cielo:
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Lucas 10:19-20: He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.
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Hebreos 12: 22-23 “sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos”.
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El apóstol Pablo declare que los creyentes eran ciudadanos del cielo:
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Filipenses 3:20,21: “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas”.
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Pablo también, de acuerdo con los Evangelios Sinópticos, escribió que los creyentes tienen “una esperanza en el cielo,” “una posesión duradera” reservada como un tesoro para ellos en el cielo:
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Colosenses 1:3-5: “Siempre orando por vosotros, damos gracias a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, habiendo oído de vuestra fe en Cristo Jesús, y del amor que tenéis a todos los santos, a causa de la esperanza que os está guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio”.
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Heb. 10:32-34: “Pero traed a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, sostuvisteis gran combate de padecimientos; por una parte, ciertamente, con vituperios y tribulaciones fuisteis hechos espectáculo; y por otra, llegasteis a ser compañeros de los que estaban en una situación semejante. Porque de los presos también os compadecisteis, y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos”.

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1 Timoteo 6:17-19: “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eternal”.
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El apóstol Pedro, de acuerdo con el autor de Hebreos, muestra que los creyentes tienen “una herencia incorruptible” reservada para ellos en el cielo:
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1 Pedro 1:3-5: “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero”.
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Un escrutinio de estas Escrituras muestra que el foco del Nuevo Testamento está principalmente en la RECOMPENSA de los creyentes, que es el TESORO que ellos han reservado para ellos en el cielo. En II Corintios, Pablo habla expresamente de la naturaleza de esta recompensa:
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2 Cor. 5:1-4: “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial; pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos. Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida”.
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En este pasaje, Pablo habla figuradamente de la vida en este cuerpo carnal (”nuestra casa terrenal”). Él dice a los Corintios que ellos tienen “un edificio de Dios” en el cielo que los espera después de que su cuerpo carnal muera. Él habla ansiosamente de ser vestido con su cuerpo espiritual, aquella “residencia que es del cielo.” Él declara que aquellos creyentes en la carne gimen en el esfuerzo penoso, esperando ponerse su cuerpo espiritual incorruptible en la resurrección. Es este cuerpo espiritual e inmortal que es el tesoro o la recompensa que espera a los creyentes en la resurrección.
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En una carta anterior, Pablo les dijo a los Corintios que “carne y sangre” NO pueden heredar el reino de Dios; ni la corrupción hereda la incorrupción”:
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1 Cor. 15:50-53: “Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción. He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad”.
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La enseñanza de Pablo es clara para aquellos que pueden ver por encima de las tradiciones de los hombres. La recompensa reservada en el cielo para creyentes no es una residencia en el cielo mismo, sino mejor dicho un cuerpo espiritual incorruptible que los creyentes tendrán después de la resurrección.
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La Biblia nunca explícitamente declara que los creyentes serán tomados al cielo para pasar la eternidad allí. De hecho, Pablo expresamente nos dice dónde pasarán los creyentes la eternidad en la su primera carta a los Tesalonicenses:
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1 Tes. 4:13-17: “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor”.
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Pablo claramente declara que después del regreso del Mesías, cuando los muertos son resucitados, aquellos que están “en Cristo” siempre “estarán con el Señor.” Jesús mismo prometió volver y tomar a los creyentes a donde él estaría:
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Juan 14:1-3: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.

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Una razón por la que los Cristianos han abrazado el cielo como su lugar de morada eterna es porque ellos no estudian el Antiguo Testamento bastante para saber lo que éste enseña sobre el reino próximo de Dios (llamado “el reino de los cielos” por Mateo). Si los creyentes siempre deberán “estar con el Señor” después de su regreso, ¿dónde muestra la Biblia que estará el Mesías entonces? Vamos ahora a dedicar el resto de este estudio para responder esta pregunta.
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Empecemos con las propias palabras del Mesías, encontradas en el Sermón al Monte:
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Mateo 5:2-9 “Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo: Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.”
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Muchas personas interpretan la frase “reino de los cielos” como un reino que está EN el cielo. Pero esto no es lo que Mateo (el único autor de un Evangelio que usa la locución “el reino de los cielos”) tuvo la intención de comunicar por su uso de la frase.

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El Evangelio de Mateo fue escrito a los Judíos. A causa de su deseo de no tomar el nombre de Dios en vano (Exo. 20:7), los Judíos a menudo usaban términos que fueron entendidos como sinónimos de Dios (es decir, “el Poder” - Mateo 26:64; Marcos 14:62; “cielo”-Lucas 15:1 en vez de Su nombre. Por lo tanto, en las escrituras de Mateo, “el reino de Dios” es más a menudo referido como “el reino de los cielos.”

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Jesús declaró que el “pobre en espíritu” (Mat. 5:3) y aquellos “perseguidos a causa de la justicia” (Mat. 5) van a recibir “el reino de los cielos.” Sin embargo, los mansos van “a heredar la tierra” (Mat. 5:5). ¿Habrá dos recompensas DIFERENTES por estos grupos de personas? ¿O estos dos son realmente el mismo?
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Un poco más tarde en el Sermón al Monte, Jesús enseñó a sus discípulos a cómo orar. El principio de esta oración, que es familiar a casi cada creyente, contiene el entendimiento de nuestro destino eterno:
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Mateo 6:9,10: “Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”.
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El reino de Dios (”o el reino de los cielos”) estará aquí en la tierra. Jesús enseñó a sus discípulos a orar para que venga este reino, de modo que la voluntad de Dios pudiera ser hecha aquí en la tierra, como se hace ahora en el cielo.
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Para mostrar concluyentemente que “el reino de los cielos” y el Mesías estarán en la tierra, debemos examinar las profecías de Antiguo Testamento. Éstas nos dirán claramente dónde los creyentes disfrutarán de su recompensa “divina”. Comencemos con una profecía del libro de Zacarías:
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Zacarías 8:2-8: “Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Celé a Sion con gran celo, y con gran ira la celé. Así dice Jehová: Yo he restaurado a Sion, y moraré en medio de Jerusalén; y Jerusalén se llamará Ciudad de la Verdad, y el monte de Jehová de los ejércitos, Monte de Santidad. Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Aún han de morar ancianos y ancianas en las calles de Jerusalén, cada cual con bordón en su mano por la multitud de los días. Y las calles de la ciudad estarán llenas de muchachos y muchachas que jugarán en ellas. Así dice Jehová de los ejércitos: Si esto parecerá maravilloso a los ojos del remanente de este pueblo en aquellos días, ¿también será maravilloso delante de mis ojos? dice Jehová de los ejércitos. Así ha dicho Jehová de los ejércitos: He aquí, yo salvo a mi pueblo de la tierra del oriente, y de la tierra donde se pone el sol; y los traeré, y habitarán en medio de Jerusalén; y me serán por pueblo, y yo seré a ellos por Dios en verdad y en justicia”.
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Zacarías claramente registra que el Mesías (a quien dieron el nombre de su Padre-Juan 17:11) volverá a Jerusalén y morará allí en medio de Israel. Esto es afirmado repetidas veces en el Tanakh, como muestran las profecías siguientes:
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Zacarías 2:4-12: “y le dijo: Corre, habla a este joven, diciendo: Sin muros será habitada Jerusalén, a causa de la multitud de hombres y de ganado en medio de ella. Yo seré para ella, dice Jehová, muro de fuego en derredor, y para gloria estaré en medio de ella. Eh, eh, huid de la tierra del norte, dice Jehová, pues por los cuatro vientos de los cielos os esparcí, dice Jehová. Oh Sion, la que moras con la hija de Babilonia, escápate. Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos: Tras la gloria me enviará él a las naciones que os despojaron; porque el que os toca, toca a la niña de su ojo. Porque he aquí yo alzo mi mano sobre ellos, y serán despojo a sus siervos, y sabréis que Jehová de los ejércitos me envió. Canta y alégrate, hija de Sion; porque he aquí vengo, y moraré en medio de ti, ha dicho Jehová. Y se unirán muchas naciones a Jehová en aquel día, y me serán por pueblo, y moraré en medio de ti; y entonces conocerás que Jehová de los ejércitos me ha enviado a ti. Y Jehová poseerá a Judá su heredad en la tierra santa, y escogerá aún a Jerusalén.
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Miqueas 4:1-8: “Acontecerá en los postreros tiempos que el monte de la casa de Jehová será establecido por cabecera de montes, y más alto que los collados, y correrán a él los pueblos. Vendrán muchas naciones, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, y a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará en sus caminos, y andaremos por sus veredas; porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová. Y él juzgará entre muchos pueblos, y corregirá a naciones poderosas hasta muy lejos; y martillarán sus espadas para azadones, y sus lanzas para hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se ensayarán más para la guerra. Y se sentará cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá quien los amedrente; porque la boca de Jehová de los ejércitos lo ha hablado. Aunque todos los pueblos anden cada uno en el nombre de su dios, nosotros con todo andaremos en el nombre de Jehová nuestro Dios eternamente y para siempre. En aquel día, dice Jehová, juntaré la que cojea, y recogeré la descarriada, y a la que afligí; y pondré a la coja como remanente, y a la descarriada como nación robusta; y Jehová reinará sobre ellos en el monte de Sion desde ahora y para siempre. Y tú, oh torre del rebaño, fortaleza de la hija de Sion, hasta ti vendrá el señorío primero, el reino de la hija de Jerusalén”.
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Joel 3:16-21: “Y Jehová rugirá desde Sion, y dará su voz desde Jerusalén, y temblarán los cielos y la tierra; pero Jehová será la esperanza de su pueblo, y la fortaleza de los hijos de Israel. Y conoceréis que yo soy Jehová vuestro Dios, que habito en Sion, mi santo monte; y Jerusalén será santa, y extraños no pasarán más por ella. Sucederá en aquel tiempo, que los montes destilarán mosto, y los collados fluirán leche, y por todos los arroyos de Judá correrán aguas; y saldrá una fuente de la casa de Jehová, y regará el valle de Sitim. Egipto será destruido, y Edom será vuelto en desierto asolado, por la injuria hecha a los hijos de Judá; porque derramaron en su tierra sangre inocente. Pero Judá será habitada para siempre, y Jerusalén por generación y generación. Y limpiaré la sangre de los que no había limpiado; y Jehová morará en Sion”.
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Isaías 24:17-23: “Terror, foso y red sobre ti, oh morador de la tierra. Y acontecerá que el que huyere de la voz del terror caerá en el foso; y el que saliere de en medio del foso será preso en la red; porque de lo alto se abrirán ventanas, y temblarán los cimientos de la tierra. Será quebrantada del todo la tierra, enteramente desmenuzada será la tierra, en gran manera será la tierra conmovida. Temblará la tierra como un ebrio, y será removida como una choza; y se agravará sobre ella su pecado, y caerá, y nunca más se levantará. Acontecerá en aquel día, que Jehová castigará al ejército de los cielos en lo alto, y a los reyes de la tierra sobre la tierra. Y serán amontonados como se amontona a los encarcelados en mazmorra, y en prisión quedarán encerrados, y serán castigados después de muchos días. La luna se avergonzará, y el sol se confundirá, cuando Jehová de los ejércitos reine en el monte de Sion y en Jerusalén, y delante de sus ancianos sea glorioso”.
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Isaías 21:1-6: “En aquel día dirás: Cantaré a ti, oh Jehová; pues aunque te enojaste contra mí, tu indignación se apartó, y me has consolado. He aquí Dios es salvación mía; me aseguraré y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es JAH Jehová, quien ha sido salvación para mí. Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de la salvación. Y diréis en aquel día: Cantad a Jehová, aclamad su nombre, haced célebres en los pueblos sus obras, recordad que su nombre es engrandecido. Cantad salmos a Jehová, porque ha hecho cosas magníficas; sea sabido esto por toda la tierra. Regocíjate y canta, oh moradora de Sion; porque grande es en medio de ti el Santo de Israel”.
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Salmos 12:1-12 “¿Por qué se amotinan las gentes, Y los pueblos piensan cosas vanas? Se levantarán los reyes de la tierra, Y príncipes consultarán unidos Contra Jehová y contra su ungido, diciendo: Rompamos sus ligaduras, Y echemos de nosotros sus cuerdas. El que mora en los cielos se reirá; El Señor se burlará de ellos. Luego hablará a ellos en su furor, Y los turbará con su ira. Pero yo he puesto mi rey Sobre Sion, mi santo monte. Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones, Y como posesión tuya los confines de la tierra. Los quebrantarás con vara de hierro; Como vasija de alfarero los desmenuzarás. Ahora, pues, oh reyes, sed prudentes; Admitid amonestación, jueces de la tierra. Servid a Jehová con temor, Y alegraos con temblor. Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; Pues se inflama de pronto su ira. Bienaventurados todos los que en él confían”.
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Una multitud de profecías del Antiguo Testamento hablan de la nueva reunión de los israelitas en la Tierra Santa bajo el reinado del rey Mesías. Está claro que Jesús estará aquí en la tierra gobernando sobre las naciones desde Jerusalén.
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Según Pablo, debemos estar para siempre con el Señor cuando él aparezca. Si es así, entonces también estaremos aquí en la tierra, gobernando con él como reyes y sacerdotes (Rev 1:6). Isaías habla de lo que haremos entonces:
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Isaías 1:24-27: “Por tanto, dice el Señor, Jehová de los ejércitos, el Fuerte de Israel:
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Ea, tomaré satisfacción de mis enemigos, me vengaré de mis adversarios; y volveré mi mano contra ti, y limpiaré hasta lo más puro tus escorias, y quitaré toda tu impureza. Restauraré tus jueces como al principio, y tus consejeros como eran antes; entonces te llamarán Ciudad de justicia, Ciudad fiel. Sion será rescatada con juicio, y los convertidos de ella con justicia”.
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Isaías 30:18-21: “Por tanto, Jehová esperará para tener piedad de vosotros, y por tanto, será exaltado teniendo de vosotros misericordia; porque Jehová es Dios justo; bienaventurados todos los que confían en él. Ciertamente el pueblo morará en Sion, en Jerusalén; nunca más llorarás; el que tiene misericordia se apiadará de ti; al oír la voz de tu clamor te responderá. Bien que os dará el Señor pan de congoja y agua de angustia, con todo, tus maestros nunca más te serán quitados, sino que tus ojos verán a tus maestros. Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda”.
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Los santos resucitados con cuerpos de espíritu incorruptibles servirán como maestros, consejeros, y jueces para aquellos que viven en el reino mesiánico de Dios.
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Como muestra la parábola de Jesús de las diez minas (Lucas 19:12-27), el Mesías recompensará a sus siervos cuando él vuelva con posiciones de autoridad dentro del reino de Dios basado en lo que reprodujeron del Espíritu Santo dado a ellos. Se les dará la responsabilidad de conducir y enseñar, como las palabras de Isaías nos muestran.
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No iremos al cielo. Al final del reinado de 1,000 años del Mesías, el cielo vendrá a la tierra:
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Apo. 21:1-4: “1 Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”.

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Un tiempo vendrá, después del reinado del Mesías en la tierra, que Dios mismo bajará del cielo. Él morará entonces en la nueva tierra entre la humanidad. La tierra, la versión corriente y la nueva tierra que vendrá después del Milenio, siempre será la casa de humanidad.
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Bryan T. Huie

El 25 de mayo de 2004

Revisado: el 14 de marzo de 2008

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