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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

jueves, 24 de julio de 2008

NO TOMARÁS EL NOMBRE DE DIOS EN VANO

¿Podrían los evangélicos estar tomando el nombre de Dios en vano sin saberlo?
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Este mandamiento sí que debe ser fácil de cumplir entre los evangélicos! Muy pocos de nosotros nos sentimos tentados a emplear ese lenguaje blasfemo que para nuestros compañeros no creyentes parece parte esencial de toda conversación. Pero lo cierto es que se toma en vano el nombre de Dios en los círculos "súper evangélicos" casi tanto como en el taller o en el bar. Esto al lector puede parecerle una afirmación exagerada y hasta ridícula, pero sostenemos que es la verdad.

Escuchemos a cierto tipo de evangélico. No importa el tema de su conversación, por trivial que sea; a cada momento tiene que mencionar el nombre de Dios. Parece creer que al hacerlo demuestra su ortodoxia y su espiritualidad, y desgraciadamente muchos aceptan que así es. Un hombre de esta clase jamás le dirá "creo" o "me parece". Siempre dice "El Señor me ha revelado que..." o "El Señor me ha indicado…". Así lo introduce al Señor en todos sus actos y decisiones, y entonces coloca un impramatur divino sobre cuanto hace. Y habla dándose un aire impresionante de espiritualidad y autoridad.

Cuanto más tarde algunas de sus acciones y decisiones resultan haber sido equivocadas, no se inmuta, y con toda frescura dice que el Señor le ha indicado otro camino. Así presenta un cuadro de un Señor cuya dirección no es segura y cuyos planes varían de acuerdo a las variaciones humanas. ¿No es esto tomar en vano el nombre de Dios? Es blasfemia.

Estas personas, con su manera particular de hablar, constituyen un grave problema. No se puede discutir con ellas. Todas nuestras objeciones reciben por respuesta: "Pero, el Señor me lo indicó, así que tiene que estar bien". Citan textos de la Biblia para apoyar su posición, pero hacen caso omiso de extensos pasajes que contradicen terminantemente su lenguaje presuntuoso.Presentan un aspecto de espiritualidad que es muy convincente ante los creyentes jóvenes poco maduros. Hacen creer que pasan horas y horas en oración todos los días. Su oración está llena de visiones y de voces que hablan con gran claridad sobre todos los problemas. Casi siempre estas personas carecen de amor hacia sus prójimos, y evidentemente falta en absoluto en ellas la humildad. Las más de las veces no trabajan en la obra del Señor, y ni siquiera son miembros leales de su congregación. Como pasa con todas las falsificaciones, estos personajes se parecen en algo a lo que debe ser el cristiano.

El creyente genuino puede hablar de un modo sencillo y con naturalidad acerca de su Señor. Pero conoce cuáles son sus debilidades, y tiene un sentido de la santidad del Nombre de Dios. Por ello, tiene mucho cuidado de no identificar sus decisiones y acciones, por más oración que las acompañe, con la voluntad de Dios. Sabe cuán fácil es confundir sus preferencias personales con la dirección del Espíritu Santo. Antes de decir públicamente que ha sido guiado por Dios, espera ver algo de los resultados y consecuencias de sus decisiones. Sabe cuán poco frecuentes son las visiones y las voces cuando ora -en las oraciones de la mayoría de los creyentes nunca se producen-, y cuán real es la dirección dada por el Señor por medio de las circunstancias y de la Palabra escrita. Emplea con naturalidad el nombre de Dios, pero lo hace con cuidado, y siempre con reverencia porque para él es el Nombre santo, que es sobre todo nombre.El daño que hace el blasfemo piadoso es incalculable. Sólo se lo encuentra entre los evangélicos, y parece no darse cuenta del mal que está haciendo. Pone en ridículo al evangelio, y hace que se aparten del Camino muchos jóvenes creyentes. Raras veces contribuye con alguna cosa duradera a la Iglesia de Cristo, y sólo consigue que muchas personas se burlen de todo lo que se refiera a la dirección divina en la vida humana. Lo peor de todo, es que hace daño al Nombre de nuestro Dios, blasfemando. Y la blasfemia del cristiano profesante es una cosa terrible, mucho peor que las maldiciones y juramentos de los inconversos.

Extracto de: The Life of Faith. (Londres)

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