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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

miércoles, 30 de julio de 2008

LA PLENITUD DEL PECADO Y DE LA MALDAD

Por Javier Rivas Martínez (MD)
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En la Biblia no encontramos nada que diga y que dé a entender con literalidad que el hombre es portador de "un gran vacío en el corazón" por razón del pecado y que necesita de Cristo para poder "llenarlo de amor, paz y felicidad". Eso es una gran falsedad, una mentira excelsa que se ha extendido con notable fuerza y convicción en los círculos evangélicos, por la ignorancia que existe dentro de éstos. Poéticamente, sería aceptable, teológicamente, insostenible.

En el principio de los tiempos, Dios creó al hombre puro y santo. En esa época de paradisíaco mundo, la vergüenza, la maldad y la malicia no eran inherentes a su naturaleza sino que era tan límpida y diáfana como el más fino cristal cortado; no había conflictos de índole alguno en su mente como hoy los tenemos los seres humanos del mundo, aún los rescatados por la sangre del Cordero y trasformados por la Palabra de Señor. Había una perfecta comunión entre el Hacedor y él, y su estado psíquico era calmo y bien equilibrado, pero por desgracia, por propia voluntad, por ser un agente libre y animado por la traicionera y maligna seducción de Satanás, se rebeló contra Dios para pecar y morir, no sólo espiritualmente, sino también de modo físico. El hombre no murió de modo rápido, al instante de pecar, "ipso facto", porque Dios en su misericordia y bondad habría de redimir más tarde a quiénes habrían de creer en su Hijo Jesucristo, en el futuro, en el tiempo de la Gracia (Gn.3:15; Jn.3:16), y queda claro, según las palabras del apóstol Pablo, e inspiradas por el espíritu santo, que el pecado entró al mundo por un hombre y así el pecado y la muerte a todos los hombres además (Ro.5:12, 17, 18-19; 1 Co.15:21).

Realmente la prueba fue simple para el hombre en el Huerto del Edén: Dios le advirtió de no comer del árbol del bien y del mal, porque habría de morir con seguridad (Gn.3:1-8).

Eva no ignoraba como Adán de los resultados nefandos por la desobediencia; de todos modos, sin importarle poco, desafió deliberadamente y sin inocencia la soberanía de su Hacedor, desconfiando de Él y creyendo más a la Serpiente que la engañó con astucia, cediendo al apetito de la carne y los deseos de los ojos, por la ambición a un conocimiento a la que no estaba predestinada, fuera de su alcance por Voluntad Divina (ver también 1 Jn: 2:16):

"Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella" (Gn.3:6).

A partir de ese momento, el "ser" del hombre, su "haber" o "existir", su constitución que lo definía como una persona completamente espiritual , fue "llenado", saturado con toda plenitud, por la esencia mortal del pecado al desobedecer a Dios, para corromperse y degradarse en él su naturaleza original que era inmaculada. De esa manera habrían de manifestarse en el resto de los seres humanos más tarde (porque sin excepción, todos ellos son concebidos en pecado, no habiendo ninguno justo ni bueno hasta el día de hoy) las maldades e iniquidades potenciales en virtud del «peccatum originale originatum»:

"He aquí, en maldad he sido formado, Y en pecado me concibió mi madre" (Sal.51:5).
"Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; Con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; Su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; Quebranto y desventura hay en sus caminos; Y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos" (Ro.3:10-18).

Por la entrada del pecado al mundo, el desastre fue universal y las consecuencias vinieron a darse en un amplio y devastador alcance. Ahora el hombre, porque el pecado es parte de sí mismo como ya dijimos atrás, se enferma y pude morir. Ese es el castigo por el pecado (Ro.6:23).

Dios dijo con advertencia enfatizada a Adán que si desobedecía volvería al polvo de la tierra donde fue creado (Gn.3:19); pero al fallarle a Dios, no sólo aseguró su retorno al polvo de la tierra cuando muriera, sino que la misma tierra de donde fue tomado sería maldita por su alevosa rebelión (Gn.3:17-19), así como el resto de la creación (Ro.8:21).

La idea equivocada de que el hombre posee un "gran vacío en el corazón" está determinada desde una base absolutamente subjetiva del pensamiento en un considerable número de ovejas de las congregaciones llamadas cristianas y promovida en gran parte por sus líderes espirituales que se han encargado de regarla como "agua sobre la mesa", "como pólvora sobre el piso" (tiene el hombre un enorme "vacío" dentro de él y por tal razón se siente "vació, piensan). Ese "estar vacío" es un anti-escriturario concepto de las emociones inestables y mal logradas, de las emociones desequilibradas, que se originan por trastornos psicológicos en la mente pecadora y caída de las personas en general. Así que en realidad, esa "desagradable sensación" es provocada por el remordimiento, por la angustia y culpa desmedida, producidas también por la incapacidad de las personas para gobernar sus vidas correctamente, llevándolas, en alguna forma, al fracaso, y todo, por efecto del pecado que reboza en el corazón de cada una de ellas.

El hombre no puede estar "vacío" de ningún modo, al contrario, el Señor Jesucristo expone que del corazón del hombre salen una variedad inmensa de perversidades (Es decir, está lleno de ellas), y conocemos que el pecado es que les ha dado estructura y vigencia:

"Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre" (Mt.7:21-23).

Por otro lado, Pablo escribe también que el hombre está atestado de iniquidades y de otras más malignidades:

". . . estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades. . ." (Ro.1:29).

Pablo les llama a estas malignidades o maldades evocadas por causa del pecado, "las obras de la carne":

"Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios" (Ga.5:20-21).

Las personas no necesitan llenar su vida de Cristo para llenar ese supuesto "vació" que los ahoga de culpa y de ansiedad, de remordimientos y de depresión. Lo que necesitan es de la Palabra de Dios para que puedan salvos por medio de Jesucristo, para que sean libres de ideas y pensamientos terrenales oscuros y errados que abaten sus emociones, de doctrinas religiosas torcidas y de malos hábitos y conductas carnales y aberrantes que ofenden a Dios:

«…y conoceréis la verdad (La Palabra de Dios), y la verdad os hará libres» (Jn.8:32).

Requieren de una nueva forma de vida, en Cristo, como nuevos hombres, como nuevas criaturas, andar como Cristo caminó en el mundo para agradar a Dios, en una renovación mental que es francamente espiritual:

"El que dice que permanece en él debe andar como él anduvo" (1 Jn. 2:6).

"De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (2 Co. 2:17).

"En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad" (Ef.4:22-24).

De esta única manera podrán encontrar infinita paz, y abrigarán con confianza una esperanza para vida eterna gloriosa, a pesar de la las agitadas y turbulentas marejadas y de las recias e impetuosas tormentas que puedan enfrentar en este mundo perverso y caótico que pasará, un día, ya no tarde.

Dios les bendiga siempre, hermanos y amigos míos.