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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

martes, 24 de junio de 2008

PREDICANDO EL REINO DE DIOS

Por R. Alan Streett


INTRODUCCIÓN

Mientras que el Reino de Dios fue el tema central de toda predicación en el Nuevo Testamento, éste ha sido virtualmente ignorado por los evangelistas de hoy en día. Esta ausencia de evangelismo centrado en el reino ha tenido efectos devastadores en la iglesia del Oeste y ahora ha alcanzado una masiva crítica. Un evangelio antropocéntrico de individualismo americano, que llega a ubicar sus raíces no más lejos que para la frontera americana, ha reemplazado el evangelio de Dios centrado en el reino”. La deficiencia es tan grande que la mayoría de evangelistas y las mayoría de maestros de evangelismo estarían en apuros aun para definir el “evangelio del reino” (Mateo 24:14; Marcos 1:14). El resultado ha sido un mensaje aguado que no tiene poder para cambiar vidas.

LA BASE PARA PREDICAR EL EVANGELIO DEL REINO

Cuando San Juan Bautista vino predicando, “Arrepentíos, porque el reino de Dios se ha acercado!” (Mateo 3:2), sus oyentes comprendieron que él se refería a la edad escatológica predicha por los profetas del Antiguo Testamento, un tiempo cuando Dios enviaría a un rey mesiánico prometido a derrotar los enemigos de Israel e inaugurar una edad nueva de paz universal. Juan llamó a las personas a romper con su pasado como un requisito para entrar en el Reino y librarse del juicio entrante.

Después del arresto de Juan, “Jesús vino predicando el evangelio del reino, y diciendo, 'El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado” (Mar. 1:14-15). Lucas nos dice que cuando Jesús estaba en la sinagoga y leía un pasaje mesiánico del profeta Isaías, él concluyó diciendo, “Hoy esta Escritura se cumple delante de vosotros" (Lucas 4:21). Más tarde, cuando fue preguntado si él era el Mesías prometido, Jesús contestó, “yo soy” (Mar. 14:62). El período de espera se acabó. El Reino había llegado en Jesús. Ya no era una esperanza distante, sino que ahora tuvo un nombre y una cara relacionada con él.

Al poco tiempo de su discurso de la sinagoga, Jesús le dijo a las masas, “debo predicar el reino de Dios a otras ciudades también, porque con este propósito he sido enviado” (Lucas 4:43). A todas partes que él fue, él proclamó las “buenas noticias del reino de Dios” (Lucas 8:1). Los 12 apóstoles viajaron con él.

No es ninguna sorpresa que él les comisionara a sus seguidores que predicaran el reino (Lucas 9:1-2). El relato paralelo de Marcos de los acontecimientos, dice: “Así es que salieron y predicaron que las personas debían arrepentirse” (Mar. 6:12), mostrándoles el vínculo entre el Reino y la llamada al arrepentimiento. Jesús luego nombró a otros 70 para “sanar allí a los enfermos, y decirles, 'El reino de Dios se ha acercado a vosotros (Lucas 10:1, 9).

Antes de Su ascensión, el Señor resucitado pasó 40 días con los apóstoles “hablando de las cosas relacionadas con el reino de Dios” (Hechos 1:3). Así, él acabó Su ministerio terrenal de la forma como él lo había empezado - declarando el Evangelio del Reino!

En el monte, después de reconfortar a Sus seguidores de que habría una dimensión futura para el Reino, él les dijo que en el ínterin ellos fueran Sus testigos (Hechos 1:8). Por consiguiente, no es sorprendente encontrarlos predicando “las cosas concernientes al reino de Dios y el nombre de Jesús” (Hechos 8:12). El Apóstol Pablo, asimismo, enseñó lo “relativo a las cosas del reino de Dios” (Hechos19:8). Él les recordó a los ancianos en Efeso que él pasó tres años “predicando el reino de Dios” (Hechos 20:25, 31). Mientras estaba bajo arresto domiciliario en Roma, “Muchos vinieron a él en su hospedaje, a quiénes les enseñaba y solemnemente les brindaba testimonio acerca del reino de Dios” (Hechos 28:23). El Libro de Hechos cierra, significativamente, con estas palabras, “Luego Pablo moró dos años enteros en su "casa arrendada" y recibía a todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando las cosas concernientes al Señor Jesucristo con toda confianza, y sin que nadie se lo prohibiese (Hechos 28:30,31).

No hay duda de que la Buena Nueva del Reino fue el tema central de la predicación de la iglesia del primer siglo. Consecuentemente, debería ser nuestro foco igualmente.

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