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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

lunes, 29 de diciembre de 2008

LA VERDADERA LIBERTAD

Por Ingº. Mario A Olcese (Apologista)

El vocablo “libertad” ha sido debatido por filósofos y teólogos por igual por muchos siglos y sus definiciones han llegado incluso a ser radicalmente diferentes. Realmente esta palabra es definida de manera distinta según la sociedad donde un individuo se desenvuelve o según cómo le conviene a cada individuo que quiere vivir al margen de las reglas sociales.

Para muchos la libertad es la “facultad humana de dirigir el pensamiento o la conducta según los dictados de la propia razón y de la voluntad del individuo, sin determinismo superior ni sujeción a influencia del prójimo o del mundo exterior” (G. Cabanellas). Esta definición podría rozar con el libertinaje, pues a veces los dictados de nuestra propia razón y voluntad no pueden ser precisamente los más convenientes para uno mismo y para la sociedad en su conjunto. Un individuo que se retira de una fiesta o de una reunión estando ebrio, que maneja su auto intoxicado y que por ventura mata a un peatón en su derrotero, no podría ser un paradigma del hombre libre, pues no sólo le quitó la vida a una persona, sino que también terminará en prisión por muchos años por su irresponsabilidad.

Así que la libertad sin responsabilidad, no es libertad. Muchas personas quieren hacer los que les place sin medir las consecuencias, porque no obran reflexivamente y responsablemente. La verdadera libertad no debe perjudicar o atropellar los derechos de los demás. Pero muchas personas quieren lograr sus metas sin importarles a quiénes pisan o perjudican. Hay que entender que la libertad no es absoluta. El hombre no dispone de una posibilidad absoluta de elegir: no es posible elegir en contra de lo que disponen las leyes de la Naturaleza; ni es admisible ejercer una supuesta libertad en perjuicio de otros.

Libre albedrío

No hay libertad del hombre sin posibilidad de elección, su libre albedrío. Dios nos dio libre albedrío para que escojamos entre lo bueno y lo malo. Los que escogen lo bueno obtendrán su premio, y los que escojan lo malo, su castigo, pues sus malas decisiones no sólo los han perjudicado a ellos, sino a terceros. Así que libertad no consiste meramente en el hecho de elegir, sino que consiste en elegir lo trascendente. El hombre, enfrentado a la instancia de elegir, puede caer en el error; sobre todo, si elige exclusivamente por sí mismo, sin auxiliarse con Dios.

¿Qué es entonces la libertad? No es actuar según nuestros caprichos, sin ningún freno, sin restricciones; sino permitir que lo mejor, lo más hermoso y más profundo de mí pueda emerger libremente y no verse ahogado por cosas más superficiales como temores y deseos egoístas. Si me someto a Dios, esta sumisión va exactamente a motivarme a hacer el bien, no sólo para mí, sino para los demás, y seré verdaderamente dichoso.

Desgraciadamente, muchos jóvenes inexpertos y rebeldes no se someten a sus padres como Dios manda, ni están dispuestos a escuchar sus sanos consejos. Éstos muchas veces eligen mal, y aprenden por ellos mismos, a través de sus propios tropiezos, los interminables tormentos que devienen por sus desacertadas decisiones. ¡Cuántas hijas rebeldes adolescentes que desoyeron a sus progenitores, y que terminan abandonadas por sus parejas, regresan arrepentidas donde sus padres para que las apoyen porque solas no pueden sacar adelante a sus bebés! Estas jovencitas aprendieron con sangre la lección y truncaron sus vidas por no haber sabido elegir bien. Creyeron que la libertad era lo mismo que vivir el momento, sin vislumbrar las tristes consecuencias que les podrían traer sus arrebatos.

Recuerdo que cuando al boxeador Tommy Morrison se le notificó que tenía el virus del VIH, él reconoció impotente que su maldita vida desenfrenada y promiscua lo llevó a contagiarse del peligro virus del SIDA. El obviamente sabía que existía esta enfermedad, pero su vida desenfrenada lo llevó a contagiarse de este mal y lo forzó a retirarse del boxeo, perdiendo así muchos millones de dólares en contratos para futuras peleas. Y aunque él finalmente puso su confianza en Cristo, su vida como atleta nunca fue la misma.

Jesucristo hace libre a los hombres

Cuando Jesús apareció hace dos milenios entre nosotros, él enseñó que los hombres sin él no estaban libres. Dice Jesús en Juan 8:36, así: “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”. Acá Jesús les hablaba a sus paisanos Judíos, a gente que era esclava del pecado (=la trasgresión de las leyes de Dios). Hoy, muchas personas todavía creen que son libres porque no tienen que creer en Dios alguno, ni guardar leyes morales como las del decálogo. Suponen que ir en contra de Dios y Su Hijo es la auténtica libertad y felicidad. Sin embargo, tales personas están esclavas a sus propias pasiones y deseos desenfrenados, y no tienen la fuerza y la voluntad para refrenarlas. Cada vez más estas personas se encuentran enredadas y atrapadas a sus propias pasiones. Son unos verdaderos esclavos de sus apetitos carnales, y luego pagan muy caro sus desenfrenos con dolores presentes que no tienen cuando acabar.
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Definitivamente muchas de estas personas llegan finalmente a convencerse de que aún les falta algo y que ellos no pueden ser totalmente dichosos sin lo espiritual, sin una auténtica y profunda fe en Dios.

Y como dice Jacques Philippe: La verdadera solución del problema de la libertad no es filosófica, sino existencial. En el plano filosófico, siempre podemos sospechar una contradicción entre nuestra libertad y el querer divino. ¡A fin de cuentas, todo depende de cómo nos situamos ante Dios! La oposición entre nuestra voluntad y la voluntad de Dios se resuelve totalmente si nuestra relación con Dios llega a ser una relación de amor, y solamente puede resolverse así.

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