Datos personales

Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

lunes, 15 de diciembre de 2008

LA PARÁBOLA DEL RICO Y LÁZARO

Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)

«Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado.Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. El entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos» (Lc.16:19-31).

Miremos la definición de parábola en el diccionario de la RAE:

Parábola. (Del lat. parabŏla, y este del gr. παραβολή). f. Narración de un suceso fingido, de que se deduce, por comparación o semejanza, una verdad importante o una enseñanza moral.

Así que, la parábola, aún siendo una historia no verídica, una narración ficticia, deja una importante enseñanza moral práctica y verdadera. Cristo enfrentó con vehemencia a los fariseos de esa época por su notoria religiosidad hipócrita. Por medio de parábolas el Señor les mostró con gran sencillez los fundamentos de la doctrina de su Padre que se centran en las verdades del reino escatológico, que develan su persona mesiánica, pero que no quisieron comprender por su fanática y altanera necedad. El Señor les llamó «sepulcros blanqueados». Parecían justos y santos, pero en realidad, muy dentro de ellos, reinaban con diademas de hierro el egoísmo y la impiedad; eran falsos y rigurosamente legalistas.

« ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia.

Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad» (Mt.23:27-28).

En la parábola del gran banquete, que es el futuro reino mesiánico, en el capítulo 14 de Lucas, Israel, el pueblo escogido de Dios, no ha aceptado la invitación de Cristo que es el anfitrión del gran banquete, del reino milenario y teocrático, pero los que están afuera del templo, los que están en las plazas y en las calles (el mundo), que son reconocidos como los goyims o gentiles (los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos), son forzados a entrar a ese bendito lugar donde: «…Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman» (1 Co.2:9):

« Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses. Otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses. Y otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir. Vuelto el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces enojado el padre de familia, dijo a su siervo: Ve pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos. Y dijo el siervo: Señor, se ha hecho como mandaste, y aún hay lugar. Dijo el señor al siervo: Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa. Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará mi cena» (Lc.14:18-24).

La parábola del rico y Lázaro, se encuentra relacionaba con la parábola anterior. Ambas compaginan en sus contenidos con el rechazo judío del reino de los cielos por su incredulidad al Mesías que vieron cara a cara. Encontramos en ellas a dos personajes centrales con la salvedad que jamás existieron, pero, por sus características, de suma importancia para entender el significado de la parábola. Uno de estos personajes, es una persona rica. Ésta persona representa a la nación judía que ha rechazado abiertamente la oferta de la gracia por medio de Jesucristo. No es difícil saber que la oferta de la gracia apunta hacia la teocracia venidera y terrenal, dónde culmina la salvación; el otro personaje, es Lázaro, y representa a los gentiles, a los que se les ha «forzado» a entrar en el reino de Dios.

«Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez».

La vestimenta de «púrpura» (porphuran) y «lino» que portaba o vestía (enedidusketo) el personaje rico, se empleaba en los mantos de los príncipes y también de las gentes poseedoras de riquezas (púrpura azul). La «púrpura» y el «lino» en esta parábola se manejan como un simbolismo de la realeza y el sacerdocio judío:

«Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel» (Ex.19:8).

« Mas tú y tus hijos contigo guardaréis vuestro sacerdocio en todo lo relacionado con el altar, y del velo adentro, y ministraréis. Yo os he dado en don el servicio de vuestro sacerdocio; y el extraño que se acercare, morirá» (Nm.18:7).

«Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos» (Os.4:6).

« Las vestiduras que harán son estas: el pectoral, el efod, el manto, la túnica bordada, la mitra y el cinturón. Hagan, pues, las vestiduras sagradas para Aarón tu hermano, y para sus hijos, para que sean mis sacerdotes.Tomarán oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido, y harán el efod de oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido, de obra primorosa. Tendrá dos hombreras que se junten a sus dos extremos, y así se juntará. Y su cinto de obra primorosa que estará sobre él, será de la misma obra, parte del mismo; de oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido» (Ex.28:4-8).

El «rico» representa a los fariseos que pertenecían a la nación de Israel, los que con ánimo marcado fueron muy inclinados a amar el dinero, dándole un mal empleo. Su servicio a Dios era sin amor, pero sí fingido, sólo había en ellos una engañosa apariencia religiosa (Mt. 23:1-5). Un ejemplo claro está, en Mt. capítulo 23, que habla de la explotación abusiva (devorar) de las viudas indefensas y necesitadas por este indolente y sectario grupo:

« ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis mayor condenación» (Mt.23:14).

Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas.

Por el otro lado, tenemos a la persona de «Lázaro, «Eleazaros», cuyo nombre significa «Al que Dios ayuda». En la parábola, Lázaro representa a los gentiles que vivían en un momento dado sin Cristo, apartados de la ciudadanía de Dios, ajenos a los pactos de la promesa, viviendo sin luz y sin esperanza, como Pablo comenta en su carta a los efesios (Véase, Ef. 2:12).

Vemos en la parábola la presencia de «perros». Los gentiles fueron comparados por los judíos como «perros», animales que para ellos eran inmundos. Cuando Cristo denunció la falsedad de los fariseos en público, éstos creían que Dios los había escogido tan sólo a ellos con especial y entera exclusividad. Además creían que los gentiles no tenían oportunidades para recibir y gozar de alguna bendición de parte de Dios, que se tenían que conformar únicamente con las «migajas» del pan, lo que no cambiaba su situación para nada. Pensaron que Dios los había olvidado para siempre. ¡Pero qué equivocados estaban! Los fariseos se jactaban de practicar una fulgurante santidad y una justicia perfecta, pero eran orgullosos y menospreciaban a otros. Su espiritualidad fue según sus egocéntricas conveniencias (Véase Lc.18:9-14).

Un autor es preciso en decir, qué, si creyésemos que esta historia narrada por el Señor fuera literalmente real, tendríamos que admitir la doctrina de la inmortalidad del alma como veraz. De tal modo, aprobaríamos también la idea de una recompensación inmediatamente después de la muerte, es decir, de gozo o de sufrimiento eterno. Para empezar, la Biblia jamás menciona de recibirse una determinada recompensación después de la pronta muerte, pero si habla que los cristianos genuinos aguardan la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de Jesucristo, el Salvador del mundo (Tit. 2:13). ¿Por qué se espera o se aguarda esta esperanza de la manifestación gloriosa y visible de Hijo de Dios? Cuando Cristo venga en gloria al mundo por segunda vez, los muertos en Cristo serán resucitados primero. La prueba, aquí la tenemos a continuación:

«Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras» (1 Ts.4:13-18).

Pablo exhorta a los creyentes de su época para que no se entristecieran por los fieles cristianos que habían fenecido ya, porque Cristo en su retorno visible y en las nubes del cielo, los traería a una vida nueva por la resurrección de los muertos, en llamada primera resurrección, la que es únicamente para los hijos de Dios:

«Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años» (Ap.2:6).

Pablo jamás insinúa o afirma a sus contemporáneos correligionarios que estos creyentes fallecidos se encontraban gozando en un lugar maravilloso y paradisíaco. Si esto habría sido verdad, es muy seguro que el apóstol Pablo se los hubiera dicho sin rodeos. El texto anterior aclara que será bienaventurado el que tiene parte en la primera resurrección, la que se efectuará cuando finalicen los sistemas del mundo, y no en el momento preciso de morir, porque al morir, quedamos en una total inconsciencia, nuestras emociones han desaparecido, no sabemos nada de nada, nuestra memoria se encuentra en el más oscuro olvido, por lo tanto, no hay recuerdos de ninguna clase….Por este hecho, no podemos estar despiertos en otro lado, nivel o esfera, en el mal llamado «más allá», como alegan los que defienden esta posición y que la Biblia no sostiene en ningún lado de sus 66 libros:

«Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido. También su amor y su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol» (Ec. 9:5-6).

En Daniel, capítulo 12, dice que los que están en el polvo de la tierra serán despertados del sueño de la muerte para recibir vida o muerte eterna. No hay nadie consciente después de la muerte:

«Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua» (Dn.12:2).

Y despertarán al escuchar la voz de Cristo:

«De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán» (Jn.5:25).

Los creyentes en Cristos, despertarán en la primera resurrección, en la segunda venida del Señor, como antes dijimos; los pecadores no arrepentidos, serán despertados en la segunda resurrección, después que desparezca la antigua y primera creación (Ap. 20:11-15):

«No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación» (Jn.5:28-29).

Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.

En la parábola a estudiar, pareciera que Abraham se encontrara gozando tranquilamente de su recompensa o galardón en ese lugar o seno que lleva su nombre, en infinita paz y dicha. Pero la epístola a los Hebreos nos hace ver otra cosa muy diferente:

«Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido. Por lo cual también, de uno, y ése ya casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar. Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra» (Heb.11:8-13).

Los textos hablan que Abraham esperaba la promesa venidera por ser coheredero de ella, como son de la misma manera Isaac y Jacob, y los que han creído en Cristo: «…y así estaremos siempre con el Señor» (véase: 1 Ts. cap. 4). Es importante hacer notar que esta promesa no fue recibida cuando este hombre de Dios, nombrado correctamente el padre de la fe, murió. Él sabía que este cumplimiento era para el futuro, por eso dice el texto: «mirándolo de lejos». El Nuevo Testamento revela que este asunto se llevará a cabo en la era milenaria, en el reino de Cristo, cuando la tierra sea restituida, hecho limpia de los efectos del pecado (Ro.8:19-23; Ap. 20:4.6).

Pablo especifica que la gloria para los herederos y coherederos de Cristo será futura, venidera, y no instantes después de la muerte:

«Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse» (Ro.17-18).

¿Qué es en sí el Seno de Abraham?

Figura de lenguaje utilizada por Jesús en la parábola de *Lázaro y el rico (Lc. 16.22–23), como ilustración de la “gran sima… puesta” entre la felicidad del paraíso y el sufrimiento de Hades (cf. Mt. 8.11–12). A Lázaro, ya muerto, se lo representa reclinado al lado de Abraham en la fiesta de los bienaventurados, según la costumbre judaica por la cual la cabeza de una persona quedaba ubicada prácticamente en el seno de la persona que se encontraba a su lado, y colocaba al invitado más privilegiado en dicha relación con su anfitrión (p. ej. Jn. 13.23). Estar sentado en el seno de Abraham significaba, en lenguaje talmúdico, estar en el *paraíso (cf. 4 Mac.13.17). Estas metáforas orientales no deben tomarse como pruebas de que los judíos creyesen en un estado intermedio.

«El seno de Abraham», cuyo sentido real es metafórico, significa el lugar de honor y privilegio que los gentiles han recibido por medio de Jesucristo, y que una vez los judíos lo consideraron exclusivamente de su propiedad, pero las cosas cambiaron y ahora el seno de Abraham, el lugar de honor y privilegio, ha sido transferido a las personas ajenas al pueblo de Israel, a los gentiles, y Dios, a través de Cristo, se encargó de este problema…Por medio de la gracia, esto se pudo lograr: Cristo vino a separa el muro que había entre judíos y gentiles, haciendo de ellos un pueblo, un solo cuerpo, que es la Iglesia suya:

«Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades» (Ef.2:14-16).

En otra parte:

«Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios» (Jn.1:12-13).

La Biblia comenta que Cristo vino a lo suyo, pero que los «suyos» no lo recibieron. El texto se refiere al gran número de personas que han integrado la nación de Israel desde el tiempo de la nueva dispensación y que hasta la fecha lo han seguido rechazando, que no lo han reconocido como el Mesías enviado por Dios:

«A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron» (Jn.1:11).

Pablo describe la destitución de los judíos del lugar de honor y privilegio por causa de su incredulidad hacia el Hijo de Dios. Menciona que por la trasgresión de Israel vino la salvación a los gentiles. La exclusión de Israel dio pie a la reconciliación del mundo gentil para con Dios (Ro.11:15). Ahora, éstos ocupan ese lugar y que Jesús lo refiere en su parábola como «el seno de Abraham»:

« ¿Qué pues? Lo que buscaba Israel, no lo ha alcanzado; pero los escogidos sí lo han alcanzado, y los demás fueron endurecidos; como está escrito: Dios les dio espíritu de estupor, ojos con que no vean y oídos con que no oigan, hasta el día de hoy. Y David dice: Sea vuelto su convite en trampa y en red, En tropezadero y en retribución; Sean oscurecidos sus ojos para que no vean, Y agóbiales la espalda para siempre. Digo, pues: ¿Han tropezado los de Israel para que cayesen? En ninguna manera; pero por su trasgresión vino la salvación a los gentiles, para provocarles a celos» (Ro.11:7-11).

Pablo compara a Israel como las ramas desgajadas y al mundo gentil como el olivo silvestre que ha sido injertado en el lugar de ellas para recibir la rica y excelente bendición (participante de la raíz y de la rica savia del buen olivo). Al fin y al cabo, Israel será restituido nuevamente a su lugar honorífico y estimado lugar:

«Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo, no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti. Pues las ramas, dirás, fueron desgajadas para que yo fuese injertado. Bien; por su incredulidad fueron desgajadas, pero tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme. Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará. Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado. Y aun ellos, si no permanecieren en incredulidad, serán injertados, pues poderoso es Dios para volverlos a injertar. Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra naturaleza fuiste injertado en el buen olivo, ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo?» (Ro.11:17-24).

Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama.

El «hades» (häidëi, gr.) que Cristo menciona en la parábola, no es ese lugar en el que se supone van las almas inmortales de los hombres para sufrir un espantoso y llameante castigo por causa de sus iniquidades y maldades que practicaron cuando estaban vivos en este mundo tridimensional y palpable. El Paraíso y la Gehena en el pensamiento judío nunca se definieron como dos lugares místicamente invisibles: uno, en el cielo, y el otro, en el inframundo, de acuerdo a la concepción helénica pagana. Cada uno de ellos, en realidad, adquiere una connotación diferente y escatológica. El Paraíso, en realidad, como el futuro reino terrenal y milenario del Mesías, y la Gehena, como el lugar confinado para la destrucción futura de los impíos, llamado también Lago de Fuego (véase: Ap.19:20; Ap.20:10, 14-15). Para los cristianos antiguos, el hades significaba exactamente lo mismo que el sheol hebreo, lugar en que todos los hombres van al morir, dónde no existe un sufrimiento consciente e inmediato, ni tampoco eterno como por tradición se supone (ese lugar se compara con: fosa, sepulcro, tumba, etc). El sheol judío, que es el mismo hades novotestamenatrio (sinónimos), es para la Biblia un lugar o tierra de oscuridad y de silencio, y si hay silencio en ese lugar, entonces es imposible que se escuchen gemidos o lamentos, y si no hay lamentos ni gemidos audibles, ni gritos desesperantes por causa de dolor quemante, lógicamente no puede haber castigo en él, como tantos por error creen (véase Job10:2; Sal.115:17). La palabra «hades» se deriva de la palabra «idein» y significa con regularidad «invisible». Cristo usa en la parábola esta palabra para indicar que los judíos incrédulos a él como el Mesías prometido a Israel fueron quitados ante los ojos de Dios. Se tornaron invisibles para el Divino y los gentiles (= a Lázaro), por medio de Jesucristo (1Jn.1:17), obtuvieron la preciada posición que una vez perteneció a los hijos de Israel.

Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado.

El significado de «estando en tormentos», «atormentado en esta llama», en la parábola, no se refiere necesariamente que el rico esté siendo castigado con alguna clase de fuego en el inframundo. «En tormentos» (en basanois, gr.), es la piedra de toque por lo que eran probados el oro y otros metales (Interlineal: Al Texto Griego del Nuevo Testamento, de A.T. Robertston), por fuego, como la plata es «probada» para su depuración (Prov.25:4):

«Y meteré en el fuego a la tercera parte, y los fundiré como se funde la plata, y los probaré como se prueba el oro. El invocará mi nombre, y yo le oiré, y diré: Pueblo mío; y él dirá: Jehová es mi Dios» (Zac.13:9).

Israel no se libró de ningún modo de la «prueba del fuego». Cristo les había profetizado que no pasaría aquella generación para que fueran asediados y asolados (una generación equivalía para los judíos 40 años, véase Mr. 13:30). Por causa de su rebeldía e incredulidad, por desconocer el día de su visitación, visitación, que tuvieron sin percatarse enfrente de sus religiosas y ostentosas narices en la persona del Hijo del Hombre (Lc.19:43-44), el 10 de agosto del 70 d. C., el ejército de Tito, hijo de Vespasiano, logra hacer una brecha y las murallas y el templo caen estrepitosamente. Cientos de judíos son llevados cautivos a la ciudad de Roma y los objetos del templo son tomados como botín de incalculable precio. Se estima que casi un millón de judíos perecieron por los ataques despiadados del ejército romano, otros más, fueron con humillación esclavizados. Pero esto no es todo, en el futuro, en la gran tribulación, seguirán siendo «probados con fuego»: el Anticristo los perseguirá con la intención de exterminarlos para siempre (Dn. 7:21; Zac.14:1, 2; Ap. cap. 12), hasta que puedan decir: «Bendito el que viene en el nombre del Señor» (Mt. 23:39).

Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua…

En la parábola miramos que el rico, yaciente en el hades, llama a Abraham como su Padre. No hay otra nación fuera de la judía que tuvieran a Abraham como Padre. Los fariseos que eran de origen judío, se consideraban descendientes de Abraham, hijos del patriarca de la fe. La parábola va dirigida contra ellos, y el rico, es su más fiel representante:

«Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres? (Jn.8:33).

«Respondieron y le dijeron: Nuestro padre es Abraham. Jesús les dijo: Si fueseis hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais» (Jn.8:39).

…para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua…
A nadie se le ocurriría pedir a alguien mojar la yema o punta de su dedo para refrescarse la lengua mientras se consume físicamente en un fuego literal. Es una locura monstruosa y absurda pensarlo así. Este «llama de tormenta», en realidad, es más bien, una expresión que muestra la angustia síquica provocada en el hombre rico la destitución del lugar de honor. Una llama, un fuego que consume el corazón por la pérdida de una estimada posesión, de un bien invalorable en precio. Además, ¿cómo es posible encontrar «agua» en un lugar qué es diferente a este mundo?

Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá.

La palabra «sima» (chasma) en la parábola a estudiar, es una antigua palabra de «chainö», «una abertura extendida». «Está puesta» (estëriktai), perfecto pasivo de indicativo de «stëizö», un viejo verbo (véase por favor Lc.9:51). Una grieta permanente. «No pueden» (më dunöntai), presente de subjuntivo, voz media de «dumamai». El significado de esto, es figurado, indicando que existe un abismo de separación entre gentiles, que han sido bendecidos por la gracia, y los judíos, que fueron aislados e incomunicados por su postura negativa al Hijo de José y María, al que no reconocieron como el Mesías verdadero enviado por el Padre. Los papales se invierten, y los gentiles pasan a tener un lugar importante en la presencia de Dios. La Biblia afirma que el entendimiento de los judíos se hizo ineficaz para comprender que la ley antigua, que no salva, fue abolida por Cristo, que él fue su fin definitivo (Ro.10:4). Pero en la conversión al Señor, al reconocerlo, el velo no descubierto que está en los ojos de su razón podrá ser quitado entonces (Ro.10:4; 2 Co.3:13-16). Mientras, en su incredulidad y rechazo, estarán apartados de la presencia de Dios hasta que se conviertan al que por su muerte, sin excepción, hace idóneos a los hombres para entrar al reino terrenal venidero, es decir, si es que creen en él, como condición necesaria (Jn.3:16; 3:36).

Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento.

Un autor identifica razonablemente al rico y a sus cinco hermanos con el pueblo judío. El rico representa a la tribu de Judá. Judá, después de la deportación de 70 años en tierras babilónicas, que dio principio con el rey Nabucodonosor (Jer. 20:10) y que termina con el rey Ciro, el Grande (Esd.1:1-4), continuó teniendo una apegada relación con Dios en el tiempo de Cristo. Los cinco hermanos del rico, es decir, de Judá, en la parábola, son: Rubén, Simeón, Leví, Isacar y Zabulón, comenta además.
Cristo siempre enseñó muchas de las más profundas verdades espirituales con parábolas. Los mismos discípulos confirman lo dicho antes. Jamás veremos por el carácter de sus narrativas que hayan sido sucesos reales o historias verídicas.
Cristo utilizó la parábola con regularidad para mostrar con suma sencillez los propósitos divinos que se centran en el escatológico y teocrático reino terrenal. A pesar de esto, los fariseos, los petulantes y orgullosos maestros de la ley, no quisieron oír y entender el claro y congruente mensaje proclamado por el Hijo de Dios para su bien. Esto trajo el desarraigo del valioso lugar que tenían como pueblo escogido delante de Dios. Fue sin duda el resultado de su tonta negativa y patética actitud, por razón de su malogrado celo religioso, por su envidia asesina y altivez desmedida y enfermiza.

Pero llegará el tiempo que una gran parte de Israel se perderá, y únicamente una pequeña parte será restaurada para que logre salvarse (Zac. 13:8-9). Cristo librará a Israel de la impiedad y de su pecado, en su retorno al mundo en gloria, en poder, y visible para el ojo humano (Ro. 11:26-27; Ap.1:7). Entonces se cumplirá la promesa de Dios hecha a Abraham desde la antigüedad, que abarca, no solo a los judíos, sino a los gentiles de todo el mundo que aman a Dios y que han creído en Jesucristo como Señor y Mesías:

«Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra» (Gn.12:3).

«Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra; que si alguno puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada» (Gn.13:16).

«He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes. Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes. Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti. Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti» (Gn.17:4-7).

Para terminar, los mismos discípulos exponen en la Biblia que su maestro siempre enseñó con parábolas los misterios del reino de Dios: una prueba más que sin duda descarta la parábola del rico y Lázaro como un acontecimiento veraz:

«Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas? El respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado. Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden. De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo: De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis. Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyen pesadamente, y han cerrado sus ojos; para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, Y con el corazón entiendan, y se conviertan, y yo los sane» (Mt.13:10-15).

Dios les bendiga siempre, hermanos que nos visitan con mucho agrado.