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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

jueves, 20 de noviembre de 2008

LA HUMANIDAD DE CRISTO


Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)

«Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio» (Heb.7:14).

La Biblia aclara que el Mesías de Dios gobernaría una tierra regenerada bajo un sistema teocrático, planetario y milenial, según la promesa del pacto de Dios al rey David, que «uno de su linaje y realeza no faltaría para sentarse en su trono para siempre», por tal motivo, tendría que ser un individuo humano por venir de la línea davídica:

«…yo afirmaré el trono de tu reino sobre Israel para siempre, como hablé a David tu padre, diciendo: No faltará varón de tu descendencia en el trono de Israel» (1 R.9:5).

«Entonces dio voces, diciendo: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! Y los que iban delante le reprendían para que callase; pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!» (Lc.18:38-39).

Vemos en la genealogía de Jesús, como por ejemplo en el evangelio de Mateo, que Jesús proviene de una descendencia común, de una generación humana que principia indiscutiblemente con Abraham y que concluye con él mismo (Mt.1:1-25). Este es un factor de importancia y primordial que define a Jesús como alguien o uno que es parte de la humanidad, que la integra como persona: un Ser hecho semejante a los hombres (Fil.2:6, 7).

No hay nada que sugiera o sostenga que Cristo sea un miembro más de una "deidad trina″, o Dios mismo, hablando en el sentido de la Deidad. Cristo como usted y yo amado lector, fue nacido de mujer: Cristo es su simiente, y no de hombre (Gn. 3:15; Ga.4:4). Es en el engendramiento del Mesías dónde empieza su real filiación, como Hijo humano del Padre y Dios Eterno, no en un estado preexistente y sin principio lo cual confusamente se ha creído en los círculos católicos y los llamados "evangélicos″.

Como Hombre, Jesús tuvo un Padre que lo engendró como un Ser Humano, pero de modo sobrenatural en el vientre de María la virgen. La diferencia con el resto de los hombres, es que Cristo carecía de esa naturaleza depravada y caída que los caracteriza a todos, sin excepción. Sólo Jesús fue puro y sin mancha en la tierra, y lo sigue siendo en el cielo:

«Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios» (Lc.1:35).

«Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?» (Lc.2:49).

«…sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación…» (1 P.1:19).

Así como las personas del mundo han requerido de un padre y una madre para ser engendrados, de dos células sexuales diferentes que forman un gameto que madura hasta lograrse lo que somos, Cristo dependió de un Padre, o sea, de Dios, y de una madre, que fue María, para que resultara su concepción Humana.

En la Biblia habla del carácter de Dios como un Ser Todopoderoso, Independiente, Autosuficiente, Omnisciente, y Eterno (Ex.3:14; 6:3; Sal. 9:2; Is.44:6; Ap.1:8). Si Dios es un Ser Auto existente, significa que no hay nada ni nadie que haya contribuido para que fuera originado; no existe causa primera para este fin. Por lo contrario, Cristo tuvo una causa que lo originó: el Padre, que lo engendró. Ante esto, Cristo no puede ser Dios por inferencia. El tuvo un principio, Dios, jamás, y la Biblia, lo esclarece con fácil entendimiento:

«Señor, tú nos has sido refugioDe generación en generación. Antes que naciesen los montesY formases la tierra y el mundo,Desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios»
(Sal.90:1-2).

Si creemos la doctrina trinitaria de un "dios manifestado en tres personas″, que es un brumoso paradigma tan perverso y antibíblico, un sofisma diabólico, y sin olvidarnos de decir, condenatorio, por tratarse de una herejía, tan dual y contradictorio, tendríamos que suponer que Cristo es nuestro Padre. "La coigualdad y consustancialidad de la deidad″ es la respuesta de quienes abrazan el heretismo trinitario. "La consustancialidad y coigualdad″ que existe entre las "tres personas conjugadas en una deidad″, según el dogma católico y que ha ocasionado en millones de profesantes una maligna septicemia espiritual, desde tiempos muy antiguos hasta ahora, contrapone lo que la Biblia dice acerca de Cristo y su relación con los creyentes que lo han aceptado correctamente y que han creído en su genuino Evangelio del Reino.

La Biblia dice que nosotros somos hijos de Dios, del Padre celestial precisamente. Esto se efectúa cuando se recibe a Jesucristo (1 Jn.1:12), en la adopción, que es por medio de Jesucristo (Ef. 1:5); y si es por medio de él, porque Cristo funge como el «único mediador entre Dios y los hombres» (1 Tim. 2:5), obviamente no podemos ser hijos del Mesías cuyo Padre es Dios y el nuestro, además. Veamos:

«Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes» (Lc.23:34).

«Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre» (Mt.6:9).

En vez de hijos de Jesucristo, la Biblia dice que Cristo «debía ser semejante sus hermanos en todo», que son los creyentes fieles a Dios, qué cómo él, son humanos (Heb. 2:17). Cristo «aprendió la obediencia», padeció dolor y tremendas aflicciones (Heb.5:8). Dios no aprende la obediencia, ni tampoco padece sufrimientos, ni angustias, ni dolores, como los que Cristo experimentó; no hay problemas ni trabas confusas en lo más mínimo para entender esto (Mt.26:37-39, 67; 27: 26-31).

Cristo fue tentado como nosotros (Stg.1:12), pero Dios «no puede ser tentado ni tienta a nadie». Si Cristo no fue tentado siendo Hombre, entonces, "no era hombre″. La Palabra de Dios, no pude contradecirse en estos aspectos tan claros como el agua que brota cristalina de los manantiales potables. Los trinitarios, tanto católicos como evangélicos, sí, para desgracia y tristeza de ellos:

«Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados» (Heb.2:18).

«Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido» (Stg.1:13-14).

Ahora, si Dios sólo es digno de recibir adoración, ¿por qué Cristo, como los creyentes, es capaz de adorar al Divino y Eterno? ¿No es extraño qué Dios pueda "auto adorarse″, suponiendo qué Cristo sea Dios? ¿Acaso no dijo Cristo a Satanás qué a Dios se le debería de adorar solamente? Sí, pero jamás le dijo a Satanás que por ser Hijo de Dios, el Rey del futuro mundo restituido, debería de recibirla como la recibe el Padre y Dios.

«Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre, en medio de la congregación te alabaré» (Heb.2:11-12).

«Respondiendo Jesús, le dijo: Vete de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás» (Lc.4:8).

Otros más:

«Mas a Jehová, que os sacó de tierra de Egipto con grande poder y brazo extendido, a éste temeréis, y a éste adoraréis, y a éste haréis sacrificio» (2 R.17:36).

Es preciso decir, por su afinidad con el escrito, que la palabra utilizada en Cristo cuando se refiere a que fue «adorado» es «proskuneo» (gr.), como en el ejemplo de Mt. 28:17:

«Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban» (Mt.28:17).

Esta palabra griega se aplica también en personas escogidas por Dios o que tienen autoridad en su Bendito Nombre, que están astronómicamente lejos de poseer una naturaleza divina. Por otro lado, la palabra griega «latreuo» («adoración»), está relacionada con el Padre porque señala aquella «adoración» implicada en su Deidad:

«…y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero. Y todos los ángeles estaban en pie alrededor del trono, y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes; y se postraron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios, diciendo: Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén» (Ap.7:10-12).

Por su peculiar significado, hay una ancha diferencia entre una palabra y otra. Por lo tanto, la «adoración que Jesús recibió de algunas personas, por lo estudiado, no lo justifica como un ser eterno y celestial, igual al Padre y Señor Dios.

¿Es posible concebir a Dios pidiendo ayuda, aún siendo ''todopoderoso'' y ''autoeficiente''? La respuesta, no es complicada en realidad. Cristo suplicó a su Padre para no pasar por «aquella copa» que le daría de beber el fermento del terrible y sangriento sufrimiento; copa que vertería en su cuerpo el vino de una de las muertes más abominables, vergonzosas y dolorosas, a la que un individuo pudó habérsele sometido. Su supuesta "deidad″, es omitida por tal motivo, y lo confirmamos de este modo:

«Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente» (Heb-5:7).

En este estudio, hemos comprobado a través de las Escrituras que Cristo es Hombre pero no Dios.

Cristo fue Humano (como lo es ahora a la Diestra de Dios) porque nació de una mujer (Ga.4:4; Mt.1:18; 2:1-2), porque se desarrolló como se desarrollan los hombres de la tierra (Lc.2:40; 2:52), porque tuvo un cuerpo Humano (Heb.10:5, 10; Mt.26:12, 25), porque se cansó como se cansan los individuos humanos (Jn.4:6); tuvo hambre, sed, y durmió como las personas que habitan la inmensa faz terrestre (Mt. 4:2; 21:18; Jn.19:28; Mt. 8:24).

¿Y saben porqué Cristo fue tentado?; lógicamente, la pregunta es bien necia (Heb.2:18; 4:15).

Los dejo con las palabras del Dr. A. Buzzard, tan certeras para esta ocasión:

«Un Dios que es Salvador no puede morir, y por consiguiente no murió por nuestros pecados. El hecho que Jesús murió por nuestros pecados es prueba en sí misma de que él no era Dios».

Dios les bendiga siempre.