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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

domingo, 6 de julio de 2008

EL REINO DE CRISTO Y LA PARADOJA DEL AMILENARISMO

Se han hecho muchas declaraciones formales en cuanto al reino, pero solo hay una definición verdadera: El Reino de Dios será cuando el Hijo del hombre abiertamente ejerza Su poder y visiblemente traiga todas las cosas a sumisión en Su reinado justo sobre la tierra. La ignorancia Bíblica, el prejuicio denominacional, y el fanatismo han obscurecido el significado verdadero del reino. Cada Cristiano profesante debe confesar que lo que Dios dijo es cierto, pero lo que el expositor de la Escritura dice puede o no puede ser cierto. La única manera para determinar la autenticidad del expositor es comparar lo que él dice con el registro Divino de la verdad.

El significado del reino puede ser determinado solamente por una investigación completa de todos los datos Bíblicos acerca del tema. Su definición no debería ser determinada por unos pocos pasajes asilados de la Biblia. Los Cristianos solamente tienen una llave para revelar la interpretación verdadera del reino. Puesto que los Cristianos poseen la unción Divina (I Jn. 2:20, 27), ellos deben correlacionar toda la información desde la primera profecía hasta el cumplimiento de la profecía en el establecimiento del reino. El reino de Cristo es uno de los temas grandes de la profecía Bíblica. Fue el tema principal de los profetas del Antiguo Testamento, Juan el Bautista, Jesucristo, y los apóstoles. Si alguien objeta a este hecho, esta es la respuesta: No puede haber reino sin Rey. Además, el ser Rey es subsiguiente al ser Salvador.

Un entendimiento correcto del reino es necesario para adecuadamente enseñar las Escrituras. El reino de Dios es el objeto de los pactos. Mediante la verdad del nuevo pacto, que está operando en esta edad, los elegidos están siendo llamados para llegar a ser herederos del reino. Por lo tanto, la asamblea es una etapa preparatoria para el reino venidero. El reino es un honor especial dado por el Padre a Jesucristo como el Hijo del Hombre. Se da mucha de la Santa Escritura al tema del reino, porque es la perfección de toda obra y honor de Cristo.

Hay poco acuerdo entre muchos expositores en cuanto a la connotación del reino. La palabra griega para “reino” es basileia. Algunos dicen que no se puede divorciar el reino de Dios de la actividad presente y personal de Dios. Ellos dicen que si reino significa un reino futuro sobre el cual reina un rey, se excluiría el reino espiritual sería excluido. Así, ellos concluyen que el reino no puede ser algo que ha venido y no ha venido. Aquellos que aceptan el reino espiritual presente en la asamblea fracasan en no diferenciar la soberanía del señorío. Dios siempre ha sido el Señor y Príncipe soberano sobre todas las naciones, pero no era el Rey teocrático de ninguna nación hasta que Dios llamó al Israel elegido. Además, mientras Dios mandó a Israel como su Rey teocrático, Él no cesó en ejercer Su soberanía. Por lo tanto, el reino que Cristo ascendió para recibir — el reino futuro — pertenece a Él como el Hijo del Hombre, el Hijo de David. Mientras el Hijo del Hombre ascendido no está reinando presentemente sobre el reino futuro como el Hijo de Dios, Él es el Príncipe soberano sobre el universo. En Su capacidad Divina, Él reina sobre todos; pero este reinado no es el reinado de promesa como el Hijo del Hombre. El reinado de promesa será una manifestación externamente visible del Dios-Hombre en el reino que Él ha ido a recibir.

Serios defectos existen en un sistema que requiere muchas interpretaciones diferentes del reino, tales como el reino siendo definido como (1) el reinado espiritual en la asamblea (Mat. 3:2), (2) orando para el adelanto del evangelio (Mat. 6:10), (3) los efectos del evangelio (Mat. 13:24), (4) la nueva dispensación (Mat. 13:44), (5) cada hombre que está instruido en el evangelio (Mat. 13:51-53), (6) la asamblea en la tierra (Mat. 16:19), (7) aquellos que prontamente llegan a ser Cristianos (Mat. 21:31), (8) la recepción como hijos de Dios (Mat. 25:34), y (9) el cielo donde el reinado de Dios será totalmente establecido (Mat. 26:29). No se puede interpretar Bíblicamente el reino para inferir todas estas cosas.

Chiliasmo es la doctrina teológica que Jesucristo establecerá un reino teocrático en la tierra por mil años. La palabra “chiliasmo” viene de la palabra griega chilioi, que significa un mil. Se usa la palabra diez veces en el Nuevo Testamento (II Ped. 3:8; Apoc. 11:3; 12:6; 14:20; 20:2, 3, 4, 5, 6, 7). La palabra “milenio,” una palabra latina que significa la misma cosa, ha tomado su lugar. Uno se equivoca en pensar que el reinado de Cristo será consumado en la conclusión del milenio. Él es el Rey de las edades.

Los Cristianos esperan no solamente por la redención del cuerpo pero también la
renovación de la tierra: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo?” (Rom. 8:18-24). Puesto que toda la creación ahora está bajo la maldición, el mundo animado e inanimado está sujeto a la vanidad. Los amilenialistas preguntan, ¿Dónde dice la Escritura que habrá un milenio? No se menciona el milenio, pero se hace referencia al quitamiento de la maldición en el reino de Cristo. Habrá un cambio en el mundo material cuando Cristo venga. La idea principal es la transición, no la extinción. El verbo “pereció” de II Pedro 3:6 se refiere a la gente sobre la tierra que pereció, no a la tierra misma. Pedro, hablando del mundo viejo, dijo, “Mediante que el mundo en aquel entonces pereció, siendo inundado por agua” (traducción). El verbo griego traducido “serán desechos” de II Pedro 3:12 describe la redención más bien que el aniquilamiento. Puesto que se usa este verbo griego luo para soltar, aliviar, o liberar, la condición presente de la tierra dará lugar a una condición mejor. Gimiendo y dolores de parto, que ocurren en el mundo material, dará el lugar al gloriarse y triunfarse en el reino.

El reino será lleno de la justicia. Cada bendición del Cristiano es el fruto de la obra redentora de Cristo. Nosotros frecuentemente oímos la pregunta, ¿Hay sanidad Divina en la expiación? Algunos contestan en el afirmativo y otros en negativo. La respuesta Bíblica afirmativa exige una explicación. Por el mérito de Jesucristo, toda buena dádiva y todo don perfecto desciende del Padre (Sant. 1:17). La resurrección del cuerpo del creyente es incluido en la expiación, pero todavía no es nuestra. El pedido para sanidad puede o no puede ser otorgada presentemente. La restauración de la salud está sujeto a la voluntad de Dios. Los Cristianos esperan la glorificación de nuestros cuerpos. Seremos perfeccionados espiritualmente y físicamente en el reino.

El reino involucrará el mundo entero. Comprenderá la eternidad y no sólo el milenio. Abraham llegará a ser heredero del mundo (Rom. 4:13). No se dio la promesa a Abraham, según los amilenialistas, sobre el nivel natural sino sobre lo sobrenatural. Ellos dicen que lo que se puede involucrar en la simiente numerosa está en lo sobrenatural y nunca en la esfera natural. Ellos ridiculizan lo que ellos llaman la interpretación segmentaria e fragmentaria de la Biblia.

El argumento del reino para lo sobrenatural es recomendable. Este argumento comienza por mostrar que Dios prometió a Abraham lo humanamente imposible. Isaac fue concebido sobrenaturalmente por los lomos muertos de Abraham y el vientre muerto de Sara. Las promesas hechas a Abraham fueron hechas mediante Cristo (Gál. 3:16-29). Todos los salvos han nacido sobrenaturalmente (Juan 1:12, 13; 3:8). Estos constituyen la simiente espiritual de Abraham. No hay argumento con estos hechos Bíblicos, pero la teoría de ningún reino futuro falla cuando se dice que la promesa a Abraham no incluyó la tierra. La promesa terrenal, ellos dicen, fue condicional; pero se ha violado cada condición.

La verdad revela si los amilenialistas o los milenialistas son fragmentarios y segmentarios en la interpretación Bíblica. Los amilenialistas, que aceptan la doctrina de la libre gracia, enseñan que el pacto de Dios con referencia a la soteriología (salvación) es incondicional. Por otra parte, ellos dicen que el pacto con referencia a la escatología (últimas cosas) es condicional. Esto es dividir el propósito eterno de Dios en segmentos contradictorios, así reduciendo el propósito de Dios en partes incompletas. Los milenialistas que adoptan la doctrina de la libre gracia aceptan el pacto incondicional de Dios con referencia a la soteriología y la escatología. Así, ellos no dividen el propósito de Dios en segmentos incompletos.

El propósito de Dios claramente muestra que Él destina el establecer un reino visible sobre esta tierra (Gén. 1:26-28). Sin embargo, el poder del hombre para regir, fue perdido por la caída. Inmediatamente después de la caída del hombre, Dios reveló Su propósito de no solamente salvar a Sus elegidos sino también darnos el descanso eterno en el reino. Este propósito fue gradualmente desplegado. El plan de Dios fue revelado en el significado de los nombres de los hombres desde Adán hasta Noé: (1) Adán — hombre, (2) Set — designado, (3) Enós — mortal, (4) Cainán — la misericordia fija u objetiva, (5) Mahalaleel — la alabanza de Dios, (6) Jared — descenderá, (7) Enoc — dedicado, bajo la disciplina de Dios, (8) Matuselén — paciencia, (9) Lamec — humillado o derrocado, y (10) Noé — descanso (Gén. 5). Cuando estos nombres son conectados como una cadena de eventos históricos, ellos revelan que el hombre designado a morir está ante la misericordia objetiva, alaba a Dios, desciende, y llega a ser dedicado. Dios es paciente para los elegidos, y cuando los transgresores de la ley han sido humillados, el descanso será experimentado en el reino. El propósito Divino llega a ser más detallado, específico, y cierto en Abraham. Dios reveló más de los particulares de Su propósito en la salvación por distinguir a Abraham de los otros en la raza humana. Él hizo un pacto con él en cuanto a la simiente y la tierra y lo confirmó con un juramento.

Jesucristo, la simiente de Abraham (Gál. 3:16), es el heredero designado de todas las cosas (Heb. 1:2). Los Cristianos, la descendencia espiritual de Abraham (Rom. 4:13-25), son los coherederos con Cristo (Rom. 8:17). Los amilenialistas dudan la atracción de Cristo reinando sobre el trono de David. Ellos fracasan en no distinguir la soberanía absoluta de Cristo, que es Suya eternamente como el Hijo de Dios, de Su señorío, que es dado a Él por la promesa como el Hijo del Hombre. Ellos ignoran la verdad que aquellos que heredan el reino eterno no estarán en carne y sangre, sino que estarán en carne y hueso, como Jesucristo (Luc. 24:39). Además, ellos representan el reino como un reino material sobre la tierra que está bajo la maldición. En contraste a su representación, se quitará la maldición será quitada. Los cielos nuevos no estarán sobre una tierra maldecida con pecado sino sobre una tierra renovada (II Ped. 3:10-13).

Los milenialistas Bíblicos no creen que el reinado de Jesucristo será limitado a una sola ciudad, sino que Él reinará sobre el mundo renovado — el cielo nuevo y la tierra nueva. La autoridad absoluta pertenece eternamente a Cristo, y Él no abandonará esa autoridad sobre todas las cosas para reinar como Rey sobre un área limitada. Se reconocerá visiblemente Su autoridad absoluta sobre toda las cosas como el Hijo de Dios cuando el Hijo del Hombre reine como Rey. Cuando uno argumenta que los patriarcas esperaron por el reino, no ofrecemos ninguna objeción, si esto no significa que el reino será o la asamblea de Cristo o un período de solo mil años. La esperanza de los patriarcas del Antiguo Testamento y los santos del Nuevo Testamento es el reino venidero: “Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros” (Heb. 11:39, 40).

Los Cristianos no tienen duda de que Lucas 19:11-27 se refiere a la segunda venida actual de Jesucristo. Este pasaje claramente muestra que el reino visible no aparecerá hasta el regreso del Señor Jesucristo. Cristo recibirá el reino, no la asamblea, del Padre. Así que, Él volverá con el reino para su establecimiento sobre la tierra (II Tim. 4:1; Apoc. 11:15; 5:10).

En Lucas 19:11-27, se deben observar tres cosas: (1) El reino por el cual los judíos miraron no aparecería inmediatamente (vers. 11) — la palabra “manifestaría” describe una apariencia positiva. (2) El período entre la ascensión y la segunda venida de Cristo es uno en el que los siervos esperan y tienen responsabilidades (II Tes. 3:10). (3) Habiendo recibido el reino del Padre, Cristo volverá en poder y gloria. Él no recibirá el reino de los hombres sobre la tierra. El Antiguo y Nuevo Testamento es ocupado con tres grandes hechos: Cristo viene; Él ha venido; y Él vendrá otra vez. Esta edad es el tiempo de la ausencia personal de Cristo en la tierra.

El arminianismo y el amilenialismo son ambos contraprobados en Lucas 19. En los primeros diez versículos, Jesucristo se presentó a Sí Mismo como “el Hijo del Hombre,” que significa el Mediador que debe estar entre Dios y los elegidos (I Tim. 2:5). En Lucas 19:10, se expresa el propósito de Cristo para venir al mundo — “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.” No se podría frustrar Su propósito. Las mentes modernas han sido condicionadas por la enseñanza falsa en pensar en la cruz como una redención que hace menos de lo que se propuso realizar. Por el contrario, todo lo que Dios se propuso será realizado. Definitivamente se nos ha dicho quien busca a quien. Los pecadores no buscan a Dios (Rom. 3:11), pero el Hijo del Hombre busca y salva a aquellos por quienes Él murió (Juan 10:11-16). El arminiano erróneamente pone al hombre antes que Dios. En el caso de Zaqueo, el Invitado llegó a ser el Huésped cuando Cristo dijo, “...hoy es necesario que pose yo en tu casa” (Luc. 19:5). Luego, Cristo dijo a Zaqueo, “Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham” (Luc. 19:9). Así que, él había sido elegido libremente a la salvación. Aunque Zaqueo era un publicano, él llegó a ser descendiente espiritual de Abraham por la regeneración. Por lo tanto, Zaqueo llegó a ser heredero del reino escatalógico que Cristo explicó en la parábola del hombre noble en los versículos que siguieron (Luc. 19:11-27).

Jesucristo ha ido para recibir para Sí Mismo un reino y para volver. Los amilenialistas niegan un reino futuro sobre la tierra. Ellos enseñan que Jesucristo recibió el reino en el cielo y presentemente reina como Rey sobre toda la raza humana sobre la tierra. Concisamente dicho, los amilenialistas creen que el reino es celestial más bien que terrenal, es espiritual más bien que político, es presente más bien que futuro, y ha sido inaugurado en la primera venida más bien que esperando la segunda; y el Rey del reino está en el cielo más bien que volviendo a la tierra para reinar. Ellos también igualan el reino con la asamblea. Al contrario, Jesucristo ha ido para recibir el reino en el cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento: “Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido” (Dan. 7:13, 14). Cuando Él recibe el reino, el Hijo del Hombre volverá a la tierra, así uniendo el cielo y la tierra. Entonces, se hará la voluntad de Dios como en el cielo, así también en la tierra.

El reino no fue establecido en la primera venida de Cristo. Él ha ido para recibirlo. Hay un paralelo interesante en la carrera del Rey David, el ascendiente mayor de Jesucristo. Cuando David fue escogido y ungido rey de Israel, él no ocupó inmediatamente el trono (I Sam. 16:1, 13). Él era un fugitivo mientras que Saúl usurpó el trono por un tiempo (I Sam. 15:28). Sin embargo, durante el tiempo en que David era un fugitivo, muchos se reunieron a sí mismos lealmente a él (I Sam. 22:1, 2). Cuando el reinado de Saúl fue terminado por la derrota y la muerte, el reino de David, que era un tipo de Cristo, fue establecido sobre Israel. Jesucristo es el cumplimiento de la profecía dada al Rey David. Cristo fue elegido, ungido, y ha sido enaltecido para ser el Rey mesiánico (Hech. 2:36). Él ha ido a la diestra del Padre para recibir el reino. En el curso de Su ausencia de la tierra, Satanás es el usurpador porque él es el dios de este siglo (Ef. 2:1-3). Sin embargo, los elegidos de Cristo están siendo reunidos en Él como herederos del reino (Hech. 15:13-17; Sant. 2:5). El reinado de Satanás será terminado por la muerte y la derrota final cuando Cristo regrese para establecer Su reino (Apoc. 19:11-16).

El reino no será establecido en poder y gloria hasta que Jesucristo regrese. Puesto que el reino es celestial, debe ser recibido del Padre, no de los hombres. “Tuyo es el reino” (Mat. 6:13) prueba que el Padre debe darlo. “Venga tu reino” de Mateo 6:10 refiere al reino futuro distintivo. No hay dos o más, uno dentro del otro, o uno que precede al otro. Puesto que los creyentes han de orar por la venida del reino, no existe presentemente.

Los Cristianos son responsables en estar ocupados hasta que regrese Cristo. Los derechos de Jesucristo se Le negaron por los hombres mientras que estaba sobre la tierra, pero Él había ido al lugar donde todos los derechos se Le dan. Estos derechos deben ser mantenidos por los Cristianos en el testimonio sobre la tierra. El testimonio de Cristo es la doctrina de Cristo (II Jn. 9-11). Los creyentes deberían contender fielmente por la fe a través de la ausencia de Cristo (Jud. 3). Se da el carácter del testimonio de Cristo en la continuación de Su ausencia en Lucas 19:28-40. Aunque Cristo es enaltecido sobre todos los cielos con respecto a Su lugar en lo alto, Él es el Humilde con respecto a Su testimonio sobre la tierra (Fil. 2:5-11). Por lo tanto, el Señor selecciona personas humildes para sostener el testimonio del Humilde (I Cor. 1:26-31). El Obrar y el velar son los dos deberes de los siervos de Cristo (Mar. 13:32-37). Se representa la ausencia de Cristo como durando un día y una noche. El día y la noche describen los dos deberes que Él da a todos los Cristianos — obrar en el día y velar en la noche.

La narración de Mateo de la parábola de un hombre que entrega los bienes a sus siervos antes de irse lejos (Mat. 25:14-30) es parecida al registro de Lucas de un cierto noble que entregó una mina a cada uno de sus diez siervos antes de irse a un país lejano (Luc. 19:11-27). La diferencia importante entre ellas es la distribución desigual de los bienes en Mateo y la distribución igual de las minas en Lucas. Mateo acentuó la soberanía de Dios que reparte a cada hombre en particular como Él quiere (I Cor. 4:7; 12:11). En contraste, Lucas retrató la responsabilidad de los recipientes; cada uno recibió una mina. Mateo, como Lucas, habló de la ausencia prolongada del distribuidor de los dones. Se retrata la ausencia de Jesucristo como una vigilia de la noche (Mat. 14:22-33).

Después del milagro de alimentar la multitud con cinco panes y dos pescados, Cristo hizo a Sus discípulos ir a la “otra ribera” (Mat. 14:22). Los discípulos en la barca simbolizan el pueblo de Cristo en el mundo cuando encaran el mar de la humanidad, las tinieblas de la depravación, y el viento de la doctrina falsa. La fe y la obediencia de los discípulos fueron probadas (Mat. 14:24, 28); no obstante, Cristo volvió para traer a Sus discípulos a su asilo deseado (Mat. 14:25-33).

El Rey volverá con Su reino. Cuando el hombre noble volvió, “...después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos...” (Luc. 19:15). ¿Quién puede negar que esto se refiere a la venida de Cristo? Esta parábola distingue los siervos de los ciudadanos. Los ciudadanos rechazaron y crucificaron a Cristo. Israel rechazó al Mesías. Después de Su regreso al Padre, ellos enviaron una embajada, diciendo: “...No queremos que éste reine sobre nosotros” (Luc. 19:14). Se ve el rechazamiento continuo de Israel de Cristo a través de los Hechos de los Apóstoles (capítulos 2, 3, 7, 13, 15, 28). Los siervos fueron llamados al noble que volvió — Cristo. Estos diez siervos no podrían ser los apóstoles. Había doce apóstoles al principio, y había once después de la apostasía y la muerte de Judas.

Los diez siervos sugieren la idea de la responsabilidad. Los Cristianos letárgicos de Tesalónica que se extraviaron al creer que la resurrección se había llevado a cabo habían cesado ya de obrar. Por lo tanto, Pablo les recordó, “Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (II Tes. 3:10). Los Cristianos deben despertarse de la apatía y asumir la responsabilidad de aprovechar bien el tiempo, porque los días son malos (Ef. 5:14-16). Entre la ascensión de Cristo y Su regreso, nos esperamos expectativamente y buscamos para Su segunda venida. La mina dada a cada de los siervos no significa la gracia especial. Se obró la gracia especial en sus corazones y no simplemente se entregó a ellos. Nunca se quita de uno a quien se da (Rom. 11:29). (Estudie Rom. 8:28-31.) La mina refiere al testigo de Dios que hace a cada hombre inexcusable (Rom. 1:19-28; Sal. 19:1-14).

El Rey vuelto mandó llamar a todos los siervos ante Él en el juicio. La primera persona que vino fue fiel en ejercer su responsabilidad. Él reconoció que Dios es soberano y le había dado la capacidad de ser fructífero (Luc. 19:16, 17). (Estudie Hech. 9:5, 6; I Cor. 15:10.) La segunda persona no fue tan fiel como el primero; por lo tanto, se omitió la recomendación dada a la primera persona para esta segunda persona (Luc. 19:18, 19). Las recompensas están según el grado de la fidelidad. “Vino otro, diciendo: Señor, aquí está tu mino, la cual he tenido guardada en un pañuelo” (Luc. 19:20). Se reconoció el señorío, pero esto se entiende en la luz de la confesión del señorío de Cristo por los no salvos (Fil. 2:9-11; Mat. 7:21-23). Él era un arminiano en su concepto de la teología. Él dijo, “Porque tuve miedo de ti, por cuanto eres hombre severo...” (Luc. 19:21). Severo significa duro, fiero, y no compasivo. Un recipiente de la gracia no traería tales acusaciones contra el Dios del favor inmerecido, que dijo que Su yugo es fácil y Su carga es ligera. El Rey vuelto usó la declaración falsa del siervo mismo para condenarlo. Vas a observar que el Rey volvido primero tratará con los siervos fieles y finalmente con los malos. No se menciona un elemento de tiempo aquí porque se pone el énfasis sobre la diferencia entre los siervos falsos y los verdaderos. El Hijo del Hombre abiertamente ejercerá Su poder y visiblemente traerá todas las cosas en sumisión a Su reinado justo sobre la tierra en el reino escatológico.

El dominio de Adán sobre la tierra prueba el propósito de Dios para reinar mediante el Hijo del Hombre sobre la tierra (Gén. 1:26-28). El reinado de Jesucristo como el Hijo del Hombre señala hacia atrás al fracaso de Adán en el huerto y delante a Jesucristo, mediante quien las bendiciones decomisadas son restauradas. El hombre fue hecho poco menor que los ángeles, y él fue el príncipe no disputado del mundo más inferior (Gén. 1:28; Sal. 8:4-9). En la capacidad de príncipe, Adán se vistió con la imagen de Dios; él representó a Dios sobre la tierra. El dominio de Adán era universal en cuanto a la creación más inferior. Sin embargo, ese dominio fue perdido en la caída. El dominio que fue perdido en Adán será restaurado en Jesucristo, el segundo Adán. Se aplica el Salmo 8 directamente a Jesucristo en Hebreos 2:6-7. Así que, el reinado de Cristo será universal. Como la tierra y las criaturas sobre la tierra habían de participar en el descanso sabático, ¿cuánto más sus antitipos (Rom. 8:18-24)? El reinado visible de Cristo no debe ser debilitado por hacerlo significar nada más que Su reinado en el corazón. El escritor de Hebreos nos enseña que el Salmo 8 no se ha cumplido aún en el Hombre preeminente, Jesucristo, el Hijo de David: “...Pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas. Pero vemos a aquel que fue hecho uno poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa de padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos” (Heb. 2:8, 9).

El alcance de la caída de Adán será recobrado por Jesucristo, el segundo Adán. Como el segundo Adán, Jesucristo derrochará el imperio de Satanás y recobrará el dominio que Adán perdió. Por lo tanto, Su redención lleva tan lejos como las consecuencias de la caída ha alcanzado. Puesto que se invalidará la maldición, se debe experimentar su alcance. El hombre es literalmente depravado (Rom. 5:12). La creación más inferior está literalmente bajo la maldición. Así que, hubo un Edén, una serpiente, una caída, y una maldición literal. Los dolores de parto de la mujer, el trabajo y la corrupción del hombre, y las espinas y cardos en la tierra son literales.

Por Su redención, Jesucristo conquistó las consecuencias de la caída y recobró lo que Adán perdió. Por lo tanto, el hombre es renovado literalmente por la obra del Dios trino. La regeneración es del Padre, mediante el Hijo, y por el Espíritu Santo. Todos los departamentos de la creación más inferior involucrados en las consecuencias de las derrotas vergonzosas del primer hombre deben mostrar los frutos de la victoria magnífica del segundo Hombre. Romanos 8 enseña la redención de toda la creación visible. Esto no indica el progresar desde lo material a lo espiritual y después retroceder a lo material. Significa el proceder desde la promesa hasta su cumplimiento. Un reino de regla separado de la creación renovada sería inconsistente.

Una doxología por Pablo en I Timoteo 1:17 concluyó su testimonio glorioso de la gracia salvadora: “Por tanto, al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.” El griego lee to de basilei ton aionon — “Por tanto, al Rey de las edades” (traducción). Él fue lleno de adoración para su Salvador y Rey. La palabra griega aionon es genitivo plural de aion, que significa un período de tiempo de carácter importante, una era, una edad, o la eternidad. Puesto que la palabra es plural, uno no diría las eternidades sino las edades. Es otra manera de expresar el hecho de que el reino de Dios no tendrá fin: “ouk estai telos [no tendrá fin]” (Luc. 1:33). Este es el testimonio de las profecías del Antiguo Testamento y las del Nuevo Testamento: “Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido” (Dan. 7:14). “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos” (Apoc. 11:15).

Los Cristianos en las asambleas (iglesias) primitivas esperaron a Jesucristo, el Rey de los siglos (Rom. 8:23; I Cor. 1:7; Fil. 3:20; Heb. 9:28). El doble compuesto verbo griego apekdechomai, usado en estos versículos, significa esperar sin cansarse, expectativamente, y ansiosamente para Cristo. Su esperanza no era en el perfeccionamiento de la sociedad sino en la venida del Rey de los siglos. Su esperanza no era soteriológica. Ellos eran ya salvos. Una iglesia/reino visible no fue la esperanza de estos Cristianos. Esto sería una fuente de desastre y error incalculable en la historia de la “iglesia”. Ellos esperaron a Cristo, el Rey de los siglos, y Su reino escatalógico.

Un extracto del libro “El Reino de Cristo es Futuro” de W.E. BEST

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