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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

jueves, 19 de junio de 2008

PROFETAS DEL FIN DEL MUNDO

Cuán necios y cuán presuntuosas son las personas faltas de inspiración divina que fijan fechas! Es larga la lista de personas que se han declarado a sí mismas profetas.
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Tan temprano como el año 52 d.C, el apóstol Pablo advertía contra algunas personas quienes decían que el Día del Señor ya había pasado (enesteken). Dijo Pablo: “Nadie os engañe en ninguna manera” (2 Tesalonicenses 2:2-3).

Luego, en el año 67d.C., Pablo señaló a dos auto nombrados profetas, Himeneo y Fileto, quienes decían que ya se había efectuado la resurrección (2 Timoteo 2:17-18).
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Todavía otros profetas (auto nombrados) aseveran que Cristo regresó en el año 70 d.C, afirmando, juntamente con Himeneo y Fileto, que la resurrección ya pasó, haciendo invisible la segunda venida de Cristo. El apóstol Juan escribió que todo ojo lo verá (Apocalipsis 1:7).

Además, si “en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento” (Mateo 22:30), y la resurrección pertenece ya al pasado, entonces ¡no ha habido casamientos desde el año 70 d.C!

Asimismo, los cristianos reciben el mandamiento de celebrar la Cena del Señor hasta que él regresa (1 Corintios 11:26), pero si regresó en el año 70 d.C., ¡ninguno cuenta con la autoridad de celebrar la Cena del Señor en el tiempo presente!

Referente al año 1000 d.C., en la edición del 25 de diciembre de 1996, el periódico The Oregonian informa: “Algunos eruditos argumentan que gran parte de Europa clavó su vista en el cambio del calendario como si los tres ceros auguraran una brecha en los cielos.”
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Según cierta leyenda, en la noche de año viejo del año 999d.C., el Papa Silvestre II se encontró parado, con sus brazos levantados, en la Basílica de San Pedro, en Roma. Al acercarse las manecillas del reloj a la hora de la medianoche, la gente, vestida de cilicio y con cenizas, cayó de rodillas, atemorizada.

Escribe el Sr. Richard Erdoes in su libro “1000 d.C.: Viviendo al borde del Apocalipse”: “Al llegar la hora fatídica, la multitud se quedó paralizada, casi no atreviéndose a respirar, cayéndose muertos no pocos a causa del terror, entregando sus almas en el acto.”

Juan Wesley escribió que “el tiempo, y tiempos y mitad del tiempo” de Apocalipsis 12:14 eran los años desde 1058 a 1336 d.C., “cuando Cristo debería venir” (Citado por A. M. Morris, Las profecías descubiertas,” página 361).

William Miller, el fundador de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, especificó no solo el año, sino también el mes y el día para la segunda aparición del Señor: el 21 de marzo de 1843. Después de este fracaso, Miller, abochornado, sacó nuevos cálculos, fijando como fecha el 22 de octubre del año 1844 (Tolle). Entonces, Miller desistió de fijar fechas.

José Smith, hijo, fundador de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, anunció en el año 1835 que se acercaba la venida del Señor y que todo llegaría a su fin al transcurrirse 56 años más (La historia de la iglesia, página 182, citado por William Hearn en “Respuesta a un mormón,” página 73). Tal y cual le sucedió a Wesley, Smith no vivió el suficiente número de años para verificar que estaba equivocada su adivinación acerca del año 1891, pues lo fusilaron en la cárcel de Carthage, Misuri (EE.UU.) en el año 1844.

En el año 1891, Charles Taze Russell, fundador de la denominación de los Testigos de Jehová, no anunció una fecha futura para la segunda venida del Señor sino que proclamó que Jesús ya había venido invisiblemente en octubre del año 1874 (Estudios en las Escrituras, III, páginas 124 – 133). Sin embargo, Jesús dijo que su advenimiento sería tan visible como el relámpago, y el apóstol Juan escribió que todo ojo lo verá (Mateo 24:27; Apocalipsis 1:7). Más tarde, Russell cambió la fecha para la venida de Jesús del año 1874 a otra venida invisible en el año 1914.

José Franklin Rutherford, el sucesor de Russell, publicó, en el año 1920, un folleto intitulado Millones ahora vivos nunca morirán, anunciando que Jesús vendría en el año 1925 y que aparecerían en la tierra los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob. Sus discípulos compraron una mansión de ensueño, Beth Sarim, o sea, la Casa de los Príncipes, ubicada en San Diego, California (EE.UU.), donde honrar a los patriarcas. Rutherford mismo ocupó la casa hasta su muerte en el año 1942. Entonces, la casa fue vendida.

Nathan Knorr, el sucesor de Rutherford, fijó la fecha del 5 de septiembre del año 1975 para el retorno de Cristo. Después de ese fallo, la cambió al 31 de octubre. Al fallar las cinco fechas fijadas por los líderes de los Testigos de Jehová, no es de extrañarse que Robert Jackson, el portavoz actual de la organización, no presente ninguna nueva adivinación, diciendo sencillamente, en noviembre del 1995: “Estamos viviendo el tiempo del fin” (La cristiandad actual, 5 de febrero de 1996).

Empiece a que Jesús no sabe la fecha de su venida (Marcos 13:32), Hal Lindsey facilitó esa información al escribir que el Señor volvería cuarenta años después de 1948 (El último gran planeta Tierra, páginas 53-54). Además, Lindsey previo lo que él mismo experimentaría al aparecer Cristo: “Estaban viajando por la autopista y, de repente, todo se volvió como enloquecido… automóviles que iban dondequiera… y no había chofer en ninguno. Quiero decir que fue salvaje” (página 125). Como fruto de la imaginación de Lindsey, apareció en los automóviles la siguiente calcomanía: “Al ocurrir el rapto, ¡este vehículo se quedará sin chofer!”

El libro Dejado atrás, por Tim Lahaye y Jerry Jenkins, empieza con la escena de un avión Boeing 747 que sobrevuela el océano Atlántico. De repente, cien pasajeros son arrebatados, dejando en sus asientos joyas y marcapasos.

Harold Whisenant, otro auto nombrado profeta, dio seguimiento a la fecha 1988, publicando Ochenta y ocho razones para creer que Cristo volverá en el año 1988. A la gente le fascina lo espectacular, así que compraron veinticinco millones de ejemplares del fracaso de Lindsey y seis millones del fracaso de Whisenant.

Algunas personas dicen que la segunda venida de Cristo, en presencia de todos y visible, la precederá un retorno secreto y encubierto, visible solo para los santos muertos resucitados y los santos vivos transformados. Su apariencia en las nubes será ocultada de los ojos de los seres humanos (vivos en la tierra) y nadie lo verá. Entra y sale sigilosamente: entra para sacar sus joyas, y sale sigilosamente, como quien anda de noche velado por las tinieblas (Cómo estar preparado personalmente para la segunda venida de Cristo, página 34, Oral Roberts. Citado por Steve Singleton, Gospel Advocate, octubre del año 1996, página 30).

Un retorno secreto y quieto no concuerda con el sonido de la trompeta, la voz de Miguel el arcángel y el comando a voz en cuello del Señor mismo (1 Tesalonicenses 4:16). La Biblia no enseña dos retornos más de Cristo, uno secreto, el otro visible.
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También Billy Graham se hizo un auto nombrado profeta al decir, en el año 1950:
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“Quizás tengamos otro año, quizás dos. Entonces, creo yo, se acabará.” Luego, persuadido, aparentemente por el libro de Lindsey, Graham dijo que 1988 sería el año. Pero, dos años después del debacle de Lindsey, Graham se quitó su manto profético, declarando: “No sé la hora, el mes o el año. Solo Dios sabe.”