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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.
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jueves, 17 de junio de 2010

EL METODO LITERAL Y SUS VENTAJAS



Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)

«Prefiero hacerme de enemigos para seguir siendo amigo de Dios».

El método literal se define como:

«el método de interpretación que da a cada palabra el mismo significado básico y exacto que se le daría en su uso normal, ordinario, acostumbrado, bien sea empleado en escrito, al hablar o al pensar. Se le denomina método gramático-histórico para hacer hincapié en el hecho de que el significado debe determinarse tanto por sus consideraciones gramaticales como históricas».

Hay poderosos argumentos que demuestran que el método literal es el más indicado para la interpretación bíblica. Bernard Ramm nos los simplifica como sigue:

«Que el significado literal de las oraciones es la forma normal de todos los idiomas».

«Que todos los significados secundarios de documentos, parábolas, tipos, alegorías y símbolos dependen para su propia [existencia], del significado literal de los términos».

«Que la mayor parte de la Biblia tiene sentido adecuado cuando se interpreta literalmente».

«Que el enfoque literal no descarta ciegamente las figuras de dicción, símbolos, alegorías y tipos; sino, que, si la naturaleza de la oración así lo requiere, fácilmente acepta el segundo sentido».

«Que este método es el único obstáculo cuerdo y seguro para las imaginaciones del hombre».

«Que este método es el úncio cónsono con la naturaleza de la inspiración. La inspiración plenaria de la Biblia enseña que el espíritu santo guió a los hombres a la verdad y los apartó del error. En este proceso, el espíritu santo uso el lenguaje y las uniades del lenguaje (como significado, no como sonido) que son las palabras y los pensamientos. El pensamiento es el hilo que hilvana las palabras unas con otras. Por lo tanto, nuestra exégesis misma debe comenzar con un estudio de las palabras y gramática, los dos fundamentos de todo discurso significativo».

Teniendo en cuenta esta [definción], se comprenderá que las cuestiones espirituales auténticas tendrán como producto un significado literal para que puedan consolidarse como tales. La Biblia está saturada de simbolismos y de figuras literarias que auxilian al estudiante serio a entender mucho mejor el mensaje de Dios en su Palabra. Cuando se alegorizan las figuras literarias y los símbolos hallados en la Biblia se pierde el significado correcto de lo que Dios desea trasmitir. Si somos atentos, en el libro de Apocalipsis el ángel celestial descifra él mismo los símbolos llana y objetivamente para que sean entendidos de modo fácil. Para esto, mírese para que no le quepa la menor duda al amable lector Ap. 1:20; 11:8; 12:9; 17:12, 15.
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La efectividad del simbolismo se hace manifiesta cuando la interpretación se efectúa literalmente y no simbólicamente, porque de ser de esta última manera el mensaje permanecerá en su totalidad nublado y confuso. En en libro de Apocalipsis se utilizan números para esclarecer un misterio. En éste libro de revelaciones del porvenir encontramos los números 2, 3, 3½, 4, 5, 6, 7, 10, 12, 24, 42, 144, 666, 1000, 1260, 1600, 7000, 12000, 100.000, y 200.000. El significado de dichos números se expone con literalidad. No es posible alegorizarlos, al menos de que exista una indiscutible y evidente razón para tomar otro camino interpretativo. Hay reglas precisas para el caso.

Habrá de tenerse en mente que la interpretación bíblica se realizará de acuerdo al ambiente literario, histórico, cultural y teológico de lo que se intenta o desea [interpretar]. Por ejemplo: el libro de Apocalipsis está destinado a «las siete iglesias de Asia» que aparecen simbolizadas por «siete candeleros». «Los ángeles» o mensajeros humanos que presiden estas iglesias, lo están por «siete estrellas». Son «siete mil personas» las que mueren en el terremoto de Ap. 11:3. Son «dos testigos» los que profetizarán por «1260 días», es decir, por «tres años y medio» de los «siete» que componen la gran tribulación final. Estos tres años y medio es «el tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo» que Juan menciona en Ap.12:14, los «42 meses» de Ap. 13:4 (véase además Dn. 7:25). En el libro de Daniel la gran tribulación escatológica corresponde a la «septuagésima semana» o última semana de las «setenta» profetizadas por el ángel (Dn. 9:24-27). El anticristo final romperá con el pacto hecho con Israel en los últimos tres años y medio de la gran tribulación, es decir, en la «mitad de la septuagésima semana» (mírese para esto Dn. 9:27). «La bestia (que representa en esta figura grotesca la persona del anticristo y su reinado de tinieblas) que sale del mar» tiene «siete cabezas». Cada «cabeza» representa un «reino terenal» (ver Ap. 13:1; 17:9), así como los «diez cuernos» que están en la cabeza de la bestia representan literalmente «diez naciones» del mundo, «naciones» que serán coalicionadas políticamente en un súper imperio por el anticristo escatólogico un poco antes del derrumbamiento de los sistemas mundiales, en la parusía del Señor (Ap. 17:12, 13; Ap. cap. 19). Es importante que el amable lector lea los textos para que corrobore con certeza lo que se escribe en este interesante artículo. Aunque hay más ejemplos, éstos pocos nos ofrecen una idea muy transparente que la numerología habida en la Bblia es una que comúnmente posee un significado literal.

Los símbolos en la Biblia, como son los representados por animales, cosas y objetos, son propios de lenguaje figurado y cuya interpretación deberá ser completamente literal. Esto es igual para los números.

El símbolo es una figura de dicción, una forma literaria que quiere comunicar algo. Los símbolos representan situaciones materiales diferentes y conocidas por los hombres (oso, llaves, seres vivientes, bestia, cuernos, diademas, trueno, rana, granizo, león, mujer, montes, hierbas, langostas, leopardo, lluvia de fuego, cordero, etc.) con el propósito que se asimile una verdad ética, moral, y espirtual.

El éter pestilente de la escuela alegórica de Alejandría se escabulló con gran disimulo y discreción en el cristianismo. Esta escuela resguardó celosamente los mortales engendros dogmáticos de la filosofía griega, producto de las elucubraciones metafíscas de la mentes paganas e inconversas que vinieron a dar un sincretismo que prevalece exultante hasta estos días de la era moderna cuando se mezclaron desde un principio con la santas verdades escriturales. La distrosión fue terrible, y el catolicismo y el protestantismo se regocijaron entenebrecidos en ella.

La escela alegórica de Alejandría concibió pésimamente el simbolismo bíblico. El simbolismo fue despojado de su literalidad, siendo desbocado a una espirtualización extravagante, indecifrable y contradictoria. El método alegórico privó a la Biblia de sus realidad históricas más importantes, relegándolas con descuido a un plano de menor relevancia, desatendiéndolas con crueldad, degenerando su sentido literal al intentar buscar un signifcado más profundo en la espiritualización. Todo terminó en un fabuloso misticismo ilógico e inconsecuente.

La escuela de Alejandría fue escalonada hacia la cumbre del heretismo por Clemente de Alejandría y Orígenes. El pensamiento de Tyconio, donatista y alegorizador del siglo IV de nuestra era, fue asido por Agustín de Hipona que tergiversó el sentido literal del reinado milenario de Cristo en la tierra por uno espiritual (Sal. 2; Mt. 5:5; Ap. 20.4, 6). Con esto, la doctrina amilenarista se cristaliza con empecinada solidez, desalojando el premilenarismo de la Iglesia prístina. Su auge ha sido muy impresionante y su constancia duradera con el paso de los siglos. Los mil años para Agustín fueron “indefinidos” y no una cantidad númerica de [inicio y conclusión] (Ap. 20:2, 3, 7).

Agustín no concibió dos resurrecciones físicas venideras, para justos e injustos, sino una “general” (Ap. 20:11-15), ya que espiritualizó a su caprichoso antojo Ap. 20: 5, 6. De paso, “encerró al diablo en el abismo” mientras destruía y pervertía al mundo con magistral farsa (Lc. 22:3; Jn. 8:44; 10:10; 1 P. 5:8; 2 Co. 2:11; 4:4).

¡Qué pasmosa y desatinada contrariedad!

Los dejo con un excelente comentario de un reconocido teólogo:

«Por cuanto Dios dio su Palabra como revelación al hombre, es de esperarse que su revelación fuese dada en términos tan exactos y específicos que sus pensamientos fueron comunicados y comprendidos con exactitud cuando fuesen interpretados de acuerdo a las leyes de la gramática y dicción. Tal presunta evidencia favorece la [interpretación literal], ya que el método alegórico de interpretación nublaría el significado del mensaje dado por Dios a los hombres».

Que Dios les bendiga siempre.

[ ] . . . énfasis míos.

Referencias:

«Eventos del Porvenir». J. Dwight Pentecost.

«Apocalipsis: La Consumación del Plan Eterno de Dios».
Evis L. Carballosa.

«La Enciclopedia Católica».

viernes, 26 de febrero de 2010

EL MÉTODO DIABÓLICO



Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD).

Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales (Gn. 3:1:7).

Desde el principio de la creación, el diablo formuló un método efectivo, un patrón ordenado para entablar una relación con el hombre con el fin de hacerlo caer de la gracia divina, para alejarlo de Dios y condenarlo. Sus cautivantes tentaciones y maliciosas sugerencias utilizadas más tarde, fueron el resultado de su conocimiento de la naturaleza humana que busca complacer su egoísmo inherente a cualquier costo, en diversos grados y facetas.
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El primer paso del método diabólico consiste en cuestionar a Dios para fincar dudas en la mente humana con respecto a su Palabra de Verdad. Este es el principio de toda tentación. Pero, si Satanás no tiene la anuencia del hombre, un acuerdo común en su malévolo propósito, será algo así cómo un gato desvalido que jamás logrará darle caza al más pequeño y débil de los ratones, a pesar que lo intente con su mejor y dedicado esfuerzo.
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El segundo paso del método inicuo de Satanás es contradecir la Santa Palabra con ideas tan sutiles que parecen en lo absoluto razonables, por cualquier ángulo en que se aprecien. Cuestionar con continua entereza la Palabra de Dios provocará con el paso del tiempo el estar contradiciéndola alguien abiertamente sin temor y descaro: El ideal humano se impondrá sobre el de Dios y el hombre se conducirá en su propia convicción y voluntad torcida.
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El método corrompido de Satanás se centraliza en la búsqueda de un bien que no es real sino más bien imaginario, y que está lejos de los designios benevolentes que Dios ofrece. A la postre y con seguridad, la desobediencia se manifestará con plenitud y el hombre será coronando para regir su vida en total rebeldía e incredulidad delante de Dios.
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Son tres las áreas de prueba para que Satanás tenga éxito en el colapso espiritual del hombre:
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1. El apetito.
2. La avaricia.
3. La ambición o el orgullo.
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Estas tres áreas de la carnalidad mundana, se traducen, según 1 Jn. 2:16, en tres puntos, a saber:
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a. Los deseos de la carne.
b. Los deseos de los ojos.
c. La soberbia de la vida.
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Los dos áreas primeras o los dos puntos primeros, distorsionan el sentido correcto de la belleza estética para ofrecerle cabida al morbo y al placer sexual ilícito y depravado. La tercera área o último punto viene a culminar cuando se le ha dado rienda suelta al pensamiento irracional que empujará al consentidor a la ambición y a la codicia desenfrenada e insaciable.
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Esta distorsión de áreas por parte de Satanás, bien pudo cristalizarse en Eva (Gn. 3:6), pero el método diabólico fracasó tajantemente cuando Cristo fue tentado por el diablo en el desierto (Mt. 4:1-11). La diferencia estriba, en que Eva desobedeció conscientemente el mandato que provenía de la Boca de Dios, de su Perfecta e Insuperable Palabra. Tomó por poco la advertencia del Señor de las consecuencias de la muerte espiritual y física que hasta el día de hoy continúan apreciándose como terribles estragos en un mundo que cada vez hiede más a pecado, a muerte, a corrupción y desesperanza.
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Cristo venció al diablo, a pesar de sus atractivas y sensuales propuestas, porque creyó, no dudando, en la Palabra de su Dios. El dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios. Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás. La Biblia dice que el diablo le -dejó- después de esto, y la razón, fue por su derrota vergonzosa por el tremendo poder de la Palabra de Dios proclamada en los labios de Cristo, Palabra que lo puso muy lejos de su santa presencia; nada tenía que hacer al lado del Señor ya. No había ningún caso perder el tiempo con nuestro Señor Jesucristo en el desierto.
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De la manera que Cristo venció al diablo con el efectivo argumento celestial, el creyente debería de hacer exactamente lo mismo. Hemos dado a conocer en este sencillo estudio el método que el diablo ha utilizado desde tiempos inmemoriales para hacernos caer sin misericordia en el lodo cenagoso del pecado y de la condenación. Tendremos que partir, por obligación, de esta base para funcionar apropiadamente y mantenernos firmes en el camino de la salvación, sin permitirnos jamás la más mínima de las tolerancias con relación a las nefandas y destructivas sugerencias del astuto y tenaz Satanás. No hay mejor ofensiva que la de propinarle a Satanás un golpe bien asestado en sus protervas narices con la Palabra de Dios. Es el modo idóneo, si hay sometimiento al Justo, de resistirlo para que desista (huya) de su necio empecinamiento de hacernos caer en sus devastadores cepos de maldad (Stg. 4:7). Desgraciadamente, parece que la mayor parte de los cristianos no han entendido bien este asunto, y en vez de enfrentar a Satanás con la mejor arma que es la Palabra de Dios, lo encaran con sus propios recursos humanos inservibles. Sabemos cuál es el resultado final de todo este confuso proceder. Otros, ni cuenta se han dado que yacen dormidos en el fondo de sus oscuros y aprisionantes sótanos por no saber discernir sus malignas sutilezas que los tienen encallados además en las profundas tinieblas del pecado y de la ignorancia, creyendo estar agradando a Dios, como lo creyó el apóstol Pablo alguna vez en su religiosa vida. La causa: la irresponsable actitud de no escrutar con fervor e interés las Escrituras para estar avispados contra los embates satánicos, colocándolos en una posición complaciente, pusilánime, e indefensa.
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Las tentaciones de Jesús, fueron tan reales como las nubes que desprenden gotas de lluvia, como el sol que irradia calor. Cristo mostró su capacidad en la Palabra de Dios, como el Mesías Ungido, como el Hijo del Hombre, para vencer como buen Guerrero de Dios las tentaciones externas e internas (mentales) procedentes de Satanás, para rechazar sus ofertas más gloriosas y codiciables, hablando en el sentido puramente terrenal. Por otro lado, nosotros, los verdaderos hijos de Dios, no somos diferentes con Cristo para presentar contienda digna ante Satanás.

Cristo Jesús es nuestro ejemplo para derrotarlo del mismo modo que lo hizo en el desierto: con la Palabra proclamada, pero, es tan importante decir, con la condición de ser creída con sinceridad genuina. Sólo así vendremos a ser más que vencedores en Cristo Jesús, Señor nuestro.