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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.
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sábado, 6 de febrero de 2010

LA CONVERSION Y EL NUEVO NACIMIENTO SEGUN JESUS


Por Anthony F. Buzzard (Trad. Por Apologista)

Un error sistemático plaga los intentos contemporáneos de llevar el Evangelio que salva al público. Es todo una cuestión de qué textos de la Biblia son colocados ante el potencial de converso. Usted puede hacer que la Biblia diga casi cualquier cosa si usted selecciona sus versos de una manera que sólo produce algunas de las evidencias – en particular si se omite por completo la evidencia primaria.

He aquí cómo funciona. Tome unos versos de Romanos (no escritos para gente no conversa sino para aquellos que ya habían escuchado el Evangelio) y usted puede dar la impresión de que ser salvo significa creer que Jesús murió por tus pecados y resucitó de entre los muertos. Un tratado muy ampliamente distribuido que ofrece la salvación declara que “Jesús vino a hacer un trabajo de tres días: morir, ser sepultado y resucitar otra vez”.

Pero ¿por qué empezar con Pablo y los Romanos? ¿Qué acerca de Jesús? ¿No era él el prototipo del predicador y maestro de la salvación y de cómo obtenerla? Según Hebreos 2:3 “El Evangelio comenzó a ser predicado por el Señor Jesús.” Este no comenzó a ser predicado por Pablo o Pedro. Regla número uno en nuestra búsqueda de la fe es comenzar con Jesús. ¿Cómo predicó él la salvación? La respuesta es muy clara. Él no vino a Galilea y dijo: “Arrepentíos y creed que yo morí por tus pecados y voy a resucitar de entre los muertos.” Jesús dijo: “Arrepentíos y creed en el Evangelio” (Marcos 1:14, 15), pero el Evangelio en cuestión fue no fue positivamente en ese momento la información sobre su muerte expiatoria o su resurrección. Se trata de creer en la Buena Noticia (Evangelio), perteneciente al reino de Dios.

“El Reino de Dios” no significa la muerte de un salvador en la cruz. El Reino de Dios no significa la resurrección de los muertos. El Reino de Dios y la resurrección están conectados, sin duda, en el sistema teológico del Nuevo Testamento, pero nunca son sinónimos. “Arrepentíos y creed en el Evangelio del Reino” (Marcos 1:14, 15) es el primer imperativo registrado, el primer mandamiento del Señor y Salvador. Sin embargo, curiosamente, nunca se obtiene una mención en tratados que ofrecen la salvación y casi nunca en las campañas de evangelización de hoy.

Curiosamente y tristemente el Evangelio se ha truncado, de hecho privado de su elemento principal. Jesús puso el fundamento del Evangelio, y salió ofreciendo la salvación, buscando a los pecadores e instándolos a reconciliarse con Dios. Y su herramienta de salvación, durante su ministerio en la tierra, era el Evangelio / Palabra / Mensaje sobre el Reino de Dios (Mateo 13:19).

Tres relatos independientes y concordantes de la técnica de evangelización de Jesús no son ofrecidos por Mateo, Marcos y Lucas. Sin embargo, éstas son ignoradas. ¿Ha leído alguna vez algún folleto que comienza preguntando ¿Qué dijo Jesús que tiene que hacer para ser salvo? ¿Cómo codujo él su misión? ¿Qué dijo él acerca de la conversión?

Puede ser que haya una excepción. El encuentro de Jesús con Nicodemo en Juan 3 recibe alguna mención. De esto nosotros deducimos que hay que “nacer de nuevo.” Nadie, afirmó Jesús, puede ver ni entrar en el reino de Dios si no es primero “nacido de nuevo” o “nacido de arriba.” Aunque el texto adolece de un mal uso popular cuando se le da al Reino de Dios un sentido anti- bíblico como “cielo.” Jesús no ofreció el “cielo” a nadie. El ofreció la herencia de la tierra como la recompensa de los fieles (Mateo 5:5), y prometió a sus seguidores que un día ellos funcionarían como los gobernantes reales “sobre la tierra” (Apocalipsis 5:10). “El lenguaje del “cielo” (p.e: “cuando llegue al cielo”, “él ha ido al cielo”, etc) tiene un efecto de interferencia en estos textos preciosos y claros. El cerebro se confunde cuando se enfrentan a las proposiciones contradictorias: “los mansos heredarán la tierra y reinarán sobre la tierra” (Mateo 5:5 y Apocalipsis 5:10) y “partiremos al cielo” o “está en el cielo. “

“El cielo en la Biblia es en ninguna parte el destino de los moribundos.” Así dijo el sabio profesor en Cambridge en los últimos años (Dr. JAT Robinson, en ‘En el Fin Dios’). ¿Pero ha asumido la iglesia el reto de ver si tal vez tenía razón? “Si te encuentras con algunos de los que niegan la resurrección y dicen que cuando mueran sus almas van al cielo, no los consideres cristianos.” Tal fue la protesta de un portavoz y mártir cristiano del siglo II (Justino Mártir, Diálogo con Trifón, cap. 80).En aquellos días, era abundantemente claro que la Biblia no dijo nada en absoluto sobre las almas disfrutando de una existencia post-mortem en el cielo en el momento de la muerte. Más bien se sabía, porque la Biblia ha sido tan clara en este asunto, que todos los muertos fueron al reino de la muerte, el Seol/Hades, de donde sólo la resurrección colectiva futura de todos los fieles muertos de todas las edades los rescataría y los devolvería a la vida. Fue del sueño de los muertos en la tumba que Jesús rescató a Lázaro (Juan 11:11, 14 – “Lázaro duerme, Lázaro ha muerto: voy a despertarlo de su sueño”). Jesús se alimentaba de las palabras de Daniel 12:2 (y 12:13), donde se dice que los muertos duermen en el polvo de la tierra. Eso dice lo que los muertos están haciendo y dónde lo están haciendo. Jesús fue instruido en las sabias palabras del Eclesiastés 9:5: “Los muertos no saben nada.”

Los muertos, según Jesús, están todavía en el mundo subterráneo de los muertos en espera de su llamada a la vida cuando la séptima trompeta, la trompeta de la resurrección en el regreso de Jesús, suene estrepitosamente para despertar y volver a los muertos a la vida (I Cor. 15:23, 50-55, Rev. 11:15-18; Matt. 24:31; I Tes. 4:16). Esa es una resurrección bíblica. La resurrección bíblica no es, positivamente, volver a unir “almas inmortales” que partieron en un nuevo cuerpo. Esa no es la resurrección como la Biblia lo presenta. La resurrección de la Biblia significa el regreso de todo el hombre que ha muerto, a la vida como una persona completa, recreada, equipada en su resurrección con el cuerpo espiritual descrito por Pablo en I Corintios 15:50-55. Nadie en la Biblia nunca recibió un cuerpo inmortal incorruptible en el momento de su muerte. La inmortalización de los seres humanos sólo sucederá en el regreso de Jesús para resucitar a los muertos. Hasta entonces, los fieles están muertos, como lo son también los infieles. Pablo esperaba que para ganar la corona “en aquel día,” el día de la reaparición de Cristo en la tierra (II Tim. 4:8).

Siguiendo a la resurrección destinada a suceder en la futura reaparición de Jesús (I Corintios 15:23) el Reino de Dios será restablecido en Jerusalén y el mundo estará bajo una nueva administración. Jesús será el primer gobernador exitoso del mundo (Mesías significa exactamente eso – el rey del mundo bajo la autoridad de Dios). En esos días maravillosos, el mundo será de hecho un pueblo bajo un Dios (Zacarías 14:9), aunque todavía diferenciados por grupos nacionales (Isaías 19:18-25), y estará verdaderamente “bajo Dios”. El mensaje del la evangelización apostólica coloca ante el converso un futuro glorioso y la posibilidad de ejercer como asistente inmortal en la buena gestión de los asuntos del mundo en compañía del Mesías Jesús. Ser cristiano es una invitación para entrenarse bajo condiciones de prueba en el “presente siglo malo” (Gálatas 1:4), con miras a la oficina administrativa con Jesús en la “futura tierra de la que hablamos” (Hebreos 2:5).

El germen del futuro glorioso del cristiano es la semilla sembrada en el corazón. Y la semilla es definida por Jesús como “el Evangelio /Palabra sobre el Reino de Dios” (Mateo 13:19; véase también el I Ped. 1:23-25, Santiago 1:18, I Juan 3:9; Gal. 4:28, 29). Satanás trabaja duro y largo para evitar que las semillas tomen raíz en sus corazones. Él sabe bien que contiene ésta contiene la chispa de la vida para siempre! (Lucas 8:12). El Evangelio creador de Dios a través de Jesús inicia el proceso de salvación que se completará en el futuro. Ahora estamos “más cerca de la salvación que cuando creímos” (Romanos 13:11). El Evangelio acerca del Reino establece ante el creyente una llamada a la acción de todo corazón, (incluyendo el bautismo para el perdón de los pecados, Hechos 8:12), una reorientación hacia el brillante futuro del Reino de Dios que viene del cielo, cuando Jesús regrese. Arrepentimiento significa volver atrás en el Pacto mediante la adhesión al gran esquema de Dios para la inmortalización del hombre mortal y el rescate del mundo de la dominación presente de Satanás.


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lunes, 14 de diciembre de 2009

EL NUEVO PACTO



Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)

«He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado» (Jer. 31:31-34).

Es cierto que el Nuevo Pacto fue hecho en el pasado con las casas de Israel y de Judá, pero su efectividad se cristalizó hasta el tiempo de la Iglesia, donde los individuos de la nación de Israel que han creído en Jesucristo como su Señor y Mesías se han hecho parte del Cuerpo de Cristo junto a los gentiles creyentes que lo han recibido como su Señor y Salvador (Jn. 1:12; Ef. 2:12-18), «…porque no hay acepción de personas para con Dios» (Ro. 2:10-11), porque «…si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo» (Ga. 2:21 ), «Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo» (Jn.1:17).

De tal modo que el sacrificio cruento de Cristo, el Mediador del Nuevo Pacto, abarca indefectiblemente la nación de Israel (Jn. 1:11; Ro.10:1; 11:1, 26), «ya que por la Ley ningún ser humano será justificado» (Ro. 3:20), «sino por la Fe en Jesucristo» (Ga. 2:16); y alcanza en la misericordia de Dios a los gentiles de todo el mundo (Ro. 9:25-26; Ap. 7:9; Ro.11:11,13) que han creído en el Mesías (Jn. 3:16, 36). El Nuevo Pacto ofrece un corazón renovado, un cambio personal en base al nuevo nacimiento (2 Co. 5:17), y que no podría conseguirse luego sin la ofrenda de sangre, siendo Cristo el sacrificio único y perfecto para la remisión de los pecados (Heb. 9:26; 10:12, 14, 18-19), porque «…sin derramamiento de sangre no se hace remisión» (Heb. 9:22 b):

Cristo confirma «el Nuevo Pacto en su sangre», implicado en Dispensación actual de la Gracia:

«De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama» (Lc.22:20).

«…pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado» (Lc.1:17).

El Nuevo Pacto, por lo visto, es uno de Gracia y de Perdón, establecido en la sangre derramada de Cristo Jesús (véase Mt. 26:28; Ro. 5:9), y que está relacionado con Iglesia (Lc. 20:20; 1 Co. 11:25; 2 Co. 3:6; Heb. 8:9; 9:15. Véase también: Mr. 14:24: Ro. 11:27; Heb. 8:18-13; 12:24).

Dentro del dispensacionalismo hay quienes sostienen que el Nuevo Pacto únicamente se cumplirá hasta que Dios haya ejecutado en Israel su salvación y restauración, al principiar la era milenaria. Hay un punto de vista dispensacionalista que alega una doble aplicación de este Nuevo Pacto (Jer. 31:31): uno para Israel en el futuro; el otro para la Iglesia de Cristo de todos los tiempos. No creemos que el Nuevo Pacto tenga un cumplimiento exclusivo con el Pueblo de Israel hasta el Reino terrenal escatológico, porque es un Pacto de conversión que capacita al creyente anticipadamente para una vida de obediencia y santidad a Dios: imprescindible situación para merecer la teocracia venidera, cuando Cristo regrese visible y en gloria al mundo caído y corrupto (Stg. 1:12; Ap. 2:10; 2:26; Mt. 24:30). El Nuevo Pacto, por lo tanto, demanda una renovación espiritual personal primero (Jn. 3:7), porque «…si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos» (Mt. 18:3).

Es improbable que el Nuevo Pacto que exige una conversión espiritual tenga que cumplirse selectivamente en Israel hasta la era milenaria, según lo dictaminado por el dispensacionalismo. Si el Nuevo Pacto está determinado para tener cumplimiento hasta el retorno de Cristo en el Pueblo de Sion, de ser así, ¿qué otra cosa garantizaría a la nación de Israel para ingresar en el Reino de Dios, si se ha de requerir forzosamente una trasformación espiritual para tal efecto, y qué tan sólo el Nuevo Pacto la puede conferir?

El dispensacionalismo pregona que Cristo juntará para el futuro la casa de Israel y de Judá para salvarla y hacer un Nuevo Pacto con éstas. La salvación que el dispensacionalismo expone aquí es escatológica y geográficamente nacional, y por lo que plantea, su conversión no es antes de la Parusía sino después de ésta, tomando como punto de referencia o partida el Nuevo Pacto de Jer. 31:31, tan citado ya en el presente escrito. Pablo escribe que el Nuevo Pacto «ha dado por viejo el primero». Con esto quiere decir, que la Ley ha sido desplazada por el Nuevo Pacto, claro está, efectivo hogaño, mas no escatológico, porque ha sido manifestado en el tiempo de la Gracia. Cristo, como el Mediador del Nuevo Pacto, fue sacrificado con terrible y cruenta muerte «para la remisión de las trasgresiones que existían bajo el primer pacto» (La Ley), para que de ese modo «los llamados reciban la promesa de la herencia eterna» (Heb. 9:15), de la cual sabemos, será futura y terrena (véase Sal. cap. 2; Mt. 5:5: Ap. cap. 20).


«Toda la nación de Israel»: ¿será salva literalmente?

«Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad. Y este será mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados» (Ro.11:25-27).

«Todo Israel» (päs Israël, gr.), no significa en realidad la nación judía «como un todo». Es más seguro pensar que el apóstol Pablo se dirija a las personas de la nación de Israel que ha creído en el Evangelio salvífico en que se muestra a Cristo como la principal e ineludible causa o condición para el perdón de los pecados, para la justificación, vale redundar, tanto para el judío como para el gentil. Debe contemplarse que el rechazo de Israel es temporal, hasta que todos los que van a ser salvo entre los gentiles pongan su Fe en el Hijo de Dios; es entonces cuando la salvación llegará a una buena cantidad de judíos, de la misma forma que ha acontecido a otras naciones a través de su historia. «Todo Israel», reitero, no significa que todo judío de la nación de Israel será salvo. ¿Por qué? Porque Pablo no enseña tal cosa. Véase por favor para el despeje de cualquier duda Ro. 10: 2-3. Esta frase deberá comprenderse como igual que «la totalidad de los gentiles» (Ro. 11:25). Habrá en el futuro un giro notable de parte de los judíos hacia Cristo.

Fuera de Cristo, no existe otra alternativa diferente para salvación, porque él mismo dijo:

«…Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí » (Jn.14:6).

Además:

«…donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos« (Col. 3:11).

«Antes por el contrario, como vieron que me había sido encomendado el evangelio de la incircuncisión, como a Pedro el de la circuncisión (pues el que actuó en Pedro para el apostolado de la circuncisión, actuó también en mí para con los gentiles)…» (Ga. 2:7-8).

«Nosotros, judíos de nacimiento, y no pecadores de entre los gentiles, sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado» (Ga. 2:15-16).

Dios dicta, en Ro. 11:27, que hará un pacto con Israel después de haber quitado sus pecados: «Y este será mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados».

Es menester siempre tener en mente que este «pacto», o «alianza» (Biblia de Jerusalén), definitivamente no es el Nuevo Pacto, porque habría de requerirse de éste para quitar primero los pecados de la nación de Israel, y ya santificada en su conversión, sería entonces posible para Dios alianzar con ella, porque «…sin santidad nadie verá al Señor» (Heb. 12:14). Este «pacto» que aparece en Ro. 11:27, que sí es escatológico, es un pacto de obediencia a Dios, de bendiciones futuras y terrenales para Israel, por la sencilla razón que Dios prometió restaurarlo en la antigüedad, como veremos en los siguientes textos del Antiguo Testamento:

«…a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya. Reedificarán las ruinas antiguas, y levantarán los asolamientos primeros, y restaurarán las ciudades arruinadas, los escombros de muchas generaciones. Y extranjeros apacentarán vuestras ovejas, y los extraños serán vuestros labradores y vuestros viñadores. Y vosotros seréis llamados sacerdotes de Jehová, ministros de nuestro Dios seréis llamados; comeréis las riquezas de las naciones, y con su gloria seréis sublimes. En lugar de vuestra doble confusión y de vuestra deshonra, os alabarán en sus heredades; por lo cual en sus tierras poseerán doble honra, y tendrán perpetuo gozo» (Is. 61:3-7).

«He aquí que yo los reuniré de todas las tierras a las cuales los eché con mi furor, y con mi enojo e indignación grande; y los haré volver a este lugar, y los haré habitar seguramente; y me serán por pueblo, y yo seré a ellos por Dios» (Jer. 32:37-38).

«Y haré con ellos pacto eterno, que no me volveré atrás de hacerles bien, y pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de mí. Y me alegraré con ellos haciéndoles bien, y los plantaré en esta tierra en verdad, de todo mi corazón y de toda mi alma» (Jer. 32:40-41).

«…Hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles… » (Ro. 11:25b).

El Tiempo de los Gentiles:

Señala el tiempo en que Jerusalén ha estado en manos de los gentiles. Concluirá hasta que Dios haya cortado por medio de Jesucristo su dominante y egocéntrico control, en la Parusía. Dicho tiempo está relacionado con los sistemas inicuos del mundo (Lc. 21:24). El fin del Tiempo de los Gentiles vendrá en la Batalla de Armagedón, con la destrucción de los últimos gobernantes (reyes) de la tierra, entre los que se incluye el Anticristo Final (Ap. 16:12-16), cuando el Señor, el Libertador (ho ruomenos, gr.), intervenga judicialmente para salvar a Israel de su exterminio (véase Zac. 14:12; Ap. caps. 12 y 19). Por otro lado, «la plenitud de los gentiles» se llevará a cabo hasta que el último de los gentiles se haya convertido por el Evangelio al Señor. Con el regreso visible de Cristo a la tierra, simultáneamente se dará término a los sistemas terrenales y a la predicación del Evangelio para la salvación de los hombres: «…y entonces vendrá el fin» (véase Mt. 24:14).

Continuando….

«Y acontecerá en toda la tierra, dice Jehová, que las dos terceras partes serán cortadas en ella, y se perderán; mas la tercera quedará en ella. Y meteré en el fuego a la tercera parte, y los fundiré como se funde la plata, y los probaré como se prueba el oro. El invocará mi nombre, y yo le oiré, y diré: Pueblo mío; y él dirá: Jehová es mi Dios» (Zac. 13:8-9).

Sin lugar a duda «la tercera parte» expresada arriba es el remanente de Israel que Dios persevera para el fin de los tiempos (véase Is. 11:11; Ro. 11:5). «Dos terceras partes» de Israel serán cortadas, es decir, se perderán, porque:

«No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia. Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes» (Ro.9:6-8).

Complementando por su importancia, «Todo Israel» no engloba o circunscribe a los que componen la nación israelita en general, a los que descienden de ella o que son descendientes físicos de Abraham, porque: «No son hijos de Dios según la carne», escribió Pablo. Para Pablo el verdadero Israelita es el que desciende «según la promesa», y por esta simple razón es contado como «descendiente». Así, qué, los descendientes según la promesa de la nación física de Israel, no en el sentido “racial”, son los que componen la Iglesia de Jesucristo, junto a los gentiles convertidos de las naciones del mundo. La Biblia nos muestra que la consumación de la salvación del creyente es literalmente futura, «preparada para ser reservada para tiempo final». Con esto queda claro que la salvación para los que pertenecen a la Iglesia de Cristo hodierno es «posicional», por no estar concretamente consumada.

Pedro escribe con relación a esto:

«…que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero» (1 P. 1:5).

En otra parte, el apóstol Pablo menciona que la salvación de los creyentes cada vez está más cerca:

«Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos» (Ro.13:11).

Dios salvará a su Iglesia en el tiempo postrero, cuando Cristo en su glorioso retorno haya derrumbado las organizaciones políticas, sociales, militares y religiosas del planeta. La salvación futura de la Iglesia compromete a la fracción de personas de la nación de Israel que ha creído en el Evangelio y en su proclamador Jesucristo, a los judíos que han sido renovados por el Nuevo Pacto. Pablo escribe que «Dios no ha desechado a su Pueblo Israel» (véase Ro. 11:1-2). La oportunidad de salvación para el Pueblo de Israel es por la Fe en Jesucristo, pero muchos de este Pueblo la rechazaron en el pasado, y bastantes la seguirán rechazando hoy y mañana, hasta perderse por su inevitable incredulidad.

Cristo les advirtió a los fariseos de la nación de Israel tocante a esto:

«Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida» (Jn. 5:39-40).

Si Dios va a salvar a Israel primero, y me refiero a ella como entidad nacional, para ofrecerle después un Nuevo Pacto que promete una renovación espiritual, en la inauguración del gobierno milenario del Señor: ¿Dé que sirvió entonces el ministerio de evangelismo de Pedro para la conversión de sus paisanos? ¿Qué caso tuvo la muerte redentora de Cristo en la cruz del Calvario que fue destinada, no sólo para los gentiles inconversos, sino también para los judíos incrédulos en la Nueva Dispensación? ¿Dé qué serviría estar hoy predicándoles a los judíos ortodoxos y ritualistas, a los racionalistas y liberales, «el Evangelio de Cristo y a éste crucificado» (1 Co. 1:17; 2:2), el Mediador del Nuevo Pacto, que es de sangre y de regeneración interna, si Dios los guardará de todos modos del espantoso juicio para condenación eterna, considerando que el Nuevo Pacto, según el dispensacionalismo, posee un cumplimiento hasta el reinado terrenal de Cristo? Si no hay una genuina conversión en base al Nuevo Pacto, es imposible admitir con esto que alguien pueda llamarse “salvo”, o “hijo de Dios”, y no excluyo al judío aquí.

Cristo ahora es el Mediador del Nuevo Pacto, tan indispensable para la conversión espiritual de los hombres perdidos en el mundo, cualquiera que sea, y que capacita al creyente para la próxima teocracia. Pablo confirma la invalidez de la Ley pasada y caduca dada a Israel, la del Antiguo Pacto, por el Nuevo Pacto, valiéndose de Jer. 31:31-34:

«Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo. Porque reprendiéndolos dice: “He aquí vienen días, dice el Señor, en que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto; no como el pacto que hice con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos no permanecieron en mi pacto, y yo me desentendí de ellos, dice el Señor. Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo; y ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos. Porque seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades”. Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer» (He.8:6-13).

Puntos que sostienen la actual viabilidad del Nuevo Pacto en la Iglesia de Cristo de todos los tiempos, y no para el milenio:

Desde la fundación de la Iglesia de Cristo en el día del Pentecostés en el 33 d. C. hasta la fecha, el Nuevo Pacto es uno que confiere renovación mental, un cambio en el corazón humano, en otras palabras, una regeneración espiritual en el creyente (Jer. 31:33; Is. 59:21). El perdón de los pecados está instituido en este Nuevo Pacto: «porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado» (Jer. 31:34). La provisión del espíritu santo también es hallada en el Nuevo Pacto (Jer. 31:31:33. Véase además Ez. 36:27). El conocimiento de la voluntad de Dios por medio del espíritu santo de Dios (Jn. 14:16-18; 1 Jn 2:27, compárese con Jer. 31:34a) es apreciado en Nuevo Pacto (Jer. 31:34).

El Nuevo Pacto fue hecho el Pueblo a las casas de Israel y Judá pero vino a cumplirse con la Iglesia de Cristo que está conformada por los individuos de la nación de Israel («El Israel de Dios»: Ga. 6:16) y por los gentiles del mundo entero que han considerado y aceptado correctamente el Evangelio y a su Humano y Santo proclamador. En el tiempo en que se escribió la profecía de Jeremías del Nuevo Pacto, Israel estaba dividido en dos reinos, antes de la deportación babilónica. Si somos atentos, en Jer.31:33, Dios hace mención de la nación de Israel como un «sola casa», y no como en Jer. 31:31 donde el Señor la presenta como «dos casas». La razón, es que en esta profecía «la casa de Israel» es divisada por Dios como una sola nación, en el tiempo de la Iglesia. El reino dividido finalizó en el año 772. a. C («…este es el pacto que hare con la casa de Israel en aquellos días»: 31:33b). El Nuevo Pacto tiene que ser sin duda uno para el tiempo de la Iglesia, porque en su carácter hallamos involucrada la regeneración espiritual del pecador: «Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo».

El Nuevo Pacto fue inicialmente hecho con el Pueblo judío, pero su cumplimiento se dio hace casi dos milenios, con el surgimiento de la Iglesia de Cristo; Iglesia compuesta por individuos de la nación de Israel (la casa de Israel) y los gentiles de las naciones del mundo (goyms).

La sangre del Nuevo Pacto que fue derramada en el Gólgota, es con certeza el cimiento de todas las bendiciones de la presente época para el creyente gentil (a parte del judío creyente) de la Iglesia de Cristo. Es así como el creyente gentil, antes un incrédulo pecador que fue tomado a misericordia por Dios en el Nuevo Pacto para su endógena restauración, comparte la Cena del Señor como recuerdo de la sangre del Nuevo Pacto (2 Co. 3:6). Además que este creyente es «hijo de Abraham por la Fe» (Ga. 3:7), uno que participa de la raíz y de la savia rica de la oliva, Israel, «porque la salvación viene de los judíos» (Jn. 4:22). Antes de su conversión, «un gentil extraño e incrédulo», «alejado de la ciudadanía de Israel», «ajeno a los pactos de la promesa » (Ef. 2:12), pero hoy, «no lo es más» (Ef. 2:19), porque «ha sido hecho cercano por la sangre de Cristo» (Ef.2:13). El creyente gentil ha recibido el benevolente provecho del Nuevo Pacto promulgado en un principio a la casa de Israel y de Judá: es «un ciudadano con el resto de los santos y servidores de Dios», «un miembro de la familia de Dios» (Ef. 2:19).

Cristo «en la cruz reconcilió con Dios al judío y al gentil en un solo cuerpo, la Iglesia, destruyendo en el madero las enemistades» (Ef. 2:16), «y anunció las buenas nuevas de paz (el Evangelio) a los que estaban lejos (los gentiles), y a los que estaban cerca» (los judíos) (Ef. 2:17)

Amén.

viernes, 31 de julio de 2009

LA CRISIS MUNDIAL Y EL NUEVO ORDEN


Aseguran que el mundo “va a cambiar y los próximos años serán de transición hacia un nuevo orden político y económico internacional“

El curso de la UJI concluyó con una mesa redonda. vicente gamir


JORGE VILAR CASTELLÓ


La crisis económica y financiera conllevará la conformación de un nuevo orden mundial y una nueva manera de concebir el mundo. Esta ha sido la idea común de las ponencias de la última jornada del curso de verano de la Jaume I “Crisis, what crisis?” que contó con la presencia de Juan Costa, ex ministro de Ciencia y Tecnología , Artemi Rallo, catedrático de Derecho Constitucional de la UJI y presidente de la Agencia Española de Protección de Datos y Julio González, titular de Derecho Administrativo de la Universidad Complutense de Madrid.


Durante su ponencia titulada “Los retos de un nuevo liberalismo” ,el diputado Juan Costa ha señalado que a partir de esta crisis “el mundo va a cambiar y los próximos años serán una transición hacia un nuevo orden político y económico internacional”.


Nuevo papel de Oriente


Costa ha destacado que “habrá un fuerte desplazamiento del peso económico mundial de occidente a oriente” y que en este nuevo orden “adquirirán protagonismo nuevos países y nuevos actores sociales”.


El ex ministro de Ciencia y Tecnología ha apuntado que “sólo los países que tengan la capacidad de decidir qué papel jugar son los que tienen posibilidades de asumir un liderazgo en ese nuevo orden mundial” y ha considerado que “España tiene que decidir si quiere ayudar al resto de los países en la construcción de un nuevo mundo y hoy eso no se está planteando”.


Por otra parte, el director de la Agencia Española de Gestión de Datos (AEPD), Artemi Rallo, ha destacado la trascendencia de la crisis actual en el ámbito ideológico y ha señalado que en las últimas décadas “se ha producido una desideologización y hoy nada permite deducir la emergencia de ideologías alternativas al liberalismo o al socialismo de cuyo pacto nace la socialdemocracia”. En este sentido, Rallo ha destacado que “no estamos ante una crisis estructural de la socialdemocracia sino ante una crisis del liberalismo.


El ex ministro achaca la crisis al Estado


Juan Costa, ex Ministro de Ciencia y Tecnologia y diputado por Castelló del PP, defendió ayer durante su dictamen denominado “Los retos de un nuevo liberalismo” que la culpa de la actual situación de crisis global “no se puede achacar al propio mercado”. Según el diputado ha fallado el papel “supervisor y regulador” de los Estados. “Además estos errores de regulación no son todos aplicables a la política desarrollada por Bush”, añadió. Asimismo, destacó que la situación actual “es síntoma de una crisis de pensamiento y modelo, que parece agotado, basado en el hombre como el centro de todo. Esta recesión conllevará una nueva manera de concebir el mundo, añadió.


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