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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

lunes, 4 de enero de 2010

EL SACRIFICIO SUSTITUTIVO DE CRISTO



Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)
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Vicario, ria. (Del lat. vicarĭus).
1. adj. Que tiene las veces, poder y facultades de otra persona o la sustituye. U. t. c. s.

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La Biblia muestra que Cristo, como el Cordero de Dios inmolado, tomó nuestros lugar para morir por nuestros pecados, padeciendo la pena que merecíamos. Cristo dio su vida por el rescate de muchos pecadores que estaban bajo el juicio de la condenación eterna. La Palaba de Dios da testimonio innegable de sus sacrifico sustitutivo o vicario. Veamos:

Ro. 5:8-9 «Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira».

Ga.1:4 «…el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre…».

1 P. 2:24 «…quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados».

1 P 3:18 «Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu…».

En este sentido, la muerte de Cristo fue efectiva, y sirvió para vindicar la santidad de Dios que una vez fue agraviada por el pecado del hombre. La manera única de vindicar la santidad de Dios que había sido injuriada, era aplacando su Ira con un castigo justo y completo. La Ira de Dios, en sí, va dirigida o enfocada sobre el pecado, por tal motivo, el Señor Jesucristo pudo tener un nexo con el pecado de la humanidad, pero «sin pecado». Así que Cristo sufrió el castigo por los hombres perdidos, por aquellos que en realidad lo merecían; por eso la Palabra de Dios dice:

2 Co. 5:21 «Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él».

Cuando Cristo «fue hecho pecado» por el designio divino, la Ira de Dios fue arremetida sobre su Ser: «el justo por los injustos para llevarnos a Dios». Dios imputó con su Juicio e Ira el pecado de la humanidad que Cristo cargó, soportando el vituperio, la muerte y la vergüenza para que Dios pudiera emendar su santidad envilecida en un principio por Adán y su consorte. Cristo, al sufrir la pena, el pecador fue hecho propicio y justo delante de Dios, y su Ira mitigada definitivamente.

En 2Co. 5:14, «Uno murió por todos» (heis huper pantön apethanen, gr.). Aquí la palabra griega «huper», se emplea en el sentido de «sustitución». «Luego todos murieron» (ara hoi pantes apethanon, gr), siendo la conclusión lógica, que el «uno» murió por los «todos», y así «los todos» murieron cuando Cristo lo hizo. Por eso la escritura dice que «…el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados» (Is. 53:5b).

La muerte de Cristo fue apropiada y suficiente para resarcir al hombre del pecado y de la muerte, de su culpabilidad que los encaminaba a la condenación eterna, justificándolo y estableciéndolo como nueva criatura, y para vida eterna. En el sacrificio vicario del Hijo de Dios, en su muerte eficaz, fueron satisfechas las requisiciones y demandas exigidas de una Ley trasgredida por la rebeldía y desobediencia, y Cristo se dio a sí mismo para reivindicarla:

Heb. 9:14 «… ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo? ».

Cristo con sacrificio vicario se adjudicó una contundente derrota sobre «los principados y potestades de las tinieblas, quitándoles el derecho del poder de la esclavitud del pecado y de la muerte que tenían sobre los perdidos, exhibiéndolos públicamente, y triunfando sobre ellos en la cruz de madera» (Col. 2:15). Cristo «vino a destruir con su muerte al que tenía el imperio de la muerte», indudablemente, al «diablo», «y liberar a los que estaban siempre por el temor de la muerte sujetos a tenebrosa servidumbre» (Heb. 2:14-15). Con su muerte sustitutiva, Cristo condena al diablo con el fin de «ser lanzado y aniquilado para siempre en el Lago de Fuego que arde con azufre» (Ap. 20:10), junto con «sus huestes espirituales de maldad» (Mt. 25:41; Ef. 6:12).

La muerte de Cristo, fue un a ofrenda por el pecado, un sacrificio cruento y extremadamente doloroso que soportó en lugar del pecador para «llevarlo a Dios», «reconciliándolo con él» (2 Co. 5:18-20).

Cristo «se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad» (Tít. 2:14). Sin ser pecador ni culpable, el Santo Hijo fue «azotado, herido de Dios y abatido…herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados» (Is. 53:4, 5). El Señor Jesucristo, por su propia voluntad, fue a la cruz del Gólgota para cargar con la culpa y el pecado de los seres humanos de todo el mundo, librándolos de «la muerte eterna» (Ro. 6:23), y «para darles vida, y vida en abundancia» (Jn. 10:10), si es que «han creído en su precioso nombre» (Jn.1:12; 3:16; Ro.10:9-14).

Gracias Señor, por tu misericordia y bondad infinita.

Amén.