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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

jueves, 24 de diciembre de 2009

LA RESTITUCION DE TODAS LAS COSAS


De mi buen amigo Mario Olcese Sanguineti, Apologista.

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La palabra restitución se lee una vez en el Nuevo Testamento, y se traduce del Griego apokatástasis de apokathístemi que significa “una restauración de cualquier cosa a su estado anterior”.

Tome nota que la palabra apokatástasis no significa creación, la cual se expresa por el vocablo Griego ‘ktisis’, que significa “el acto de la creación, la producción de la nada.”

Muchos pasan por alto estos hechos importantes: en consecuencia, en lugar de buscar la obra de restitución que se iniciará en la venida de Cristo, esperan que todas las cosas se hagan nuevamente otra vez.

Cabe recordar que este es un mundo perdido: que los santos han caído en la muerte, que se ha perdido Edén, que Jerusalén es aún un lugar de conflictos y no de paz, que el tabernáculo de David está aún caído, y su trono está ausente. También debe tenerse en cuenta de que Dios, por boca de todos los santos profetas, ha prometido una restauración de estas cosas (en particular, su reino). No se ha hablado oscuramente por uno o dos profetas, ni tampoco se ha insinuado como algo inseguro o incierto, sino que todos ellos han tocado de distinta manera este tema glorioso de la restitución.

Dicha restitución o restauración se iniciará en el regreso del Señor, como Pedro, en nuestro texto, dice: “a quien el cielo debe recibir hasta los tiempos de restitución: (Hechos 3:19.21)”. Luego vendrá el Mesías y se iniciará la gloriosa obra de restitución de todas las cosas, y serán tiempos de refrigerio. Los hombres por fin verán cumplidas todas sus nobles y divinas esperanzas, cuando esta tierra sea convertida nuevamente en el paraíso edénico, bajo el liderazgo del segundo Adán, el justo y perfecto, el nuevo padre de la era venidera que reemplaza al primero.

En ningún momento se habló de una restauración o restitución en los cielos, colocando el trono de David a lado del Padre. Esta idea no proviene de la Biblia sino de las fantasías de los hombres que no quieren ver lo que claramente está delineado por Dios en sus Santas Escrituras. Una morada de los salvos en el cielo trastoca el verdadero sentido de la restauración de todas las cosas. El paraíso en la tierra será restaurado y finalmente la Nueva Jerusalén será establecida sobre la vieja Jerusalén, y los hombres morarán con Dios y Su Hijo en dicha mansión o casa del Padre, la cual tiene muchas moradas (Juan 14:2,3; Apo. 21:1-5).

Pensar en la destrucción total del planeta tierra es inconcebible, pues la Biblia nos habla de que vendrá una restauración total de todas las cosas y no una destrucción total de todo lo que hoy existe. Los ingenieros destruyen viejas edificaciones para levantar nuevos edificios, pero lo que hará el Señor será restaurar lo que se estropeó por el pecado. Si los bosques parecen ahora grandes desiertos, con Cristo y su reino éstos serán restaurados como al comienzo, con bellos y frondosos parques con una rica flora y fauna. Si alguien nació cojo o paralítico, en el reinado de Cristo tendrá un cuerpo sano, restaurado y con vida eterna. Si el aire está ahora contaminado, en el reino de Cristo el aire puro y fresco será restaurado con la ayuda de la abundante vegetación restaurada. Y del mismo podemos hablar del reino mismo, el de David. Si antes hubo un reino en Israel, con un trono y un monarca, en la era de la restitución, el rey heredero (Jesucristo) tomará el trono de David en Jerusalén, y se sentará en él con poder y gloria soberanas, y junto con sus santos que poseerán sus tronos propios, gobernarán el mundo.

Aquellos que nos hablan de un reino distinto, espiritual, celestial, no nos están hablando de una restauración o restitución del reino, sino de un nuevo reino en otra esfera. Sencillamente estarían creando (Gr. ktisis) un nuevo y diferente reino que poco o nada se parece al primero.

Los discípulos del Señor en Hechos 1:3,6 le preguntaron a Jesús acerca del tiempo de la restauración del reino. Esa era la esperanza apostólica, es decir, la restauración del reino antiguo y no de un nuevo reino en el corazón de los creyentes, o en el cielo donde mora Dios, o en otro planeta, pues si dicha restitución no fuera tal como lo fue al principio (en la tierra y en Jerusalén), entonces no podríamos hablar de una verdadera restauración. Cuando Agustín dejó de lado la restauración del reino davídico por un reino eclesiástico, lo que estaba haciendo, a mi juicio, era trastocar el propósito divino de manera radical.

Es momento que entendamos todo lo que implica la palabra restitución (apokatástasis) en las Escrituras, y en particular para el asunto del reino de Dios. No es correcto que este tema central de Cristo—su evangelio—sea trastocado con conceptos que se alejan de la verdad prístina de las Escrituras.


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