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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

RELIQUIAS CATOLICAS


Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)
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«Y Jehová envió entre el pueblo serpientes ardientes, que mordían al pueblo; y murió mucho pueblo de Israel. Entonces el pueblo vino a Moisés y dijo: Hemos pecado por haber hablado contra Jehová, y contra ti; ruega a Jehová que quite de nosotros estas serpientes. Y Moisés oró por el pueblo. Jehová dijo a Moisés: Hazte una serpiente ardiente, y ponla sobre un asta; y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, vivirá. Y Moisés hizo una serpiente de bronce, y la puso sobre un asta; y cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía» (Núm.21:4-9).
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Las frecuentes protestas e inconformidades de los israelitas a lo largo de su éxodo por el desierto les trajo como consecuencia un juicio severo de parte de Dios, en el que venenosas serpientes provocaron al morder a los rebeldes un importante síndrome inflamatorio muy doloroso; por tal motivo se les calificó como «ardientes». Una buena cantidad de personas murieron al ser mordidos por las letales serpientes, pero Dios, en su gran misericordia y bondad, ordenó a Moisés hacer una imagen de ellas (nahash, heb.) y de bronce (nehoshet, heb.) para que fuese izada sobre un asta para que aquellos que la miraran en lo alto pudieran sanar, conforme a la fe de los afectados por los mortales ofidios. Fue tanto la impresión que causó en los israelitas esta sobrenatural forma de sanidad que la serpiente fue tomada como una reliquia de culto y de profunda superstición:
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«El quitó los lugares altos, y quebró las imágenes, y cortó los símbolos de Asera, e hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque hasta entonces le quemaban incienso los hijos de Israel; y la llamó Nehustán» (2 R. 18:4).
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Bajo el crónico influjo pagano y religioso de alrededor, los israelitas tomaron como ídolo aquella señal (la serpiente de bronce) que una vez les ofreció por designio celestial un propósito de protección física y vida muchos siglos atrás, en el tiempo de la búsqueda de la tierra prometida con el patriarca Moisés. La serpiente de bronce fue para el pueblo de Israel un objeto muy importante de superstición idolátrica a la que se le quemaba incienso para su veneración. Esta serpiente, tuvo su razón en su debido momento, pero después no dejó de ser menos que un inútil objeto, sin función absoluta, fabricado una vez por las hábiles manos de un artífice hebreo, no por idea humana, sino por el soberano mandato de Dios. Pero el siempre claudicante pueblo de Israel la ciñó como amuleto, como un talismán de poderes y de suertes sobrenaturales, a manera que lo hacen aquellos que concienten y aprueban los muy variados fetiches mágicos del negro ocultismo.
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Sin ir muy lejos, esta absurda y demoníaca costumbre, también ha sido admitida felizmente por las cabezas y borregos del catolicismo romano apóstata en todas las épocas de su siniestra y lóbrega historia. Su capacidad de discernimiento espiritual para detectar el descarado error de esta retorcida situación, viene a ser nulo, y los resultados, patéticamente, obvios. Tan importante es conocer la Santa Palabra de Dios que descubre los errores que surgen de la mezcla de la mentira con la verdad. De no ser así, las consecuencias serán devastadoras, tarde que temprano.
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Entre las reliquias aprobadas por el sistema romanista católico se encuentran los que se ha considerado como los pedazos de madera "reales″ de la cruz en que Cristo fue crucificado (La Vera Cruz). Y aunque usted no lo crea amable lector, fueron tantos los pedazos de madera de la supuesta cruz sacrifical, que se llenarían, sin exagerar, no pocos vagones ferroviarios; o como dice un autor, podrían, por su gran número, llenar un bosque en forma completa. No creemos que esta cruz haya sido tan tremendamente colosal para justificar que estos muchos pedazos viejos de madera fuesen parte de ella. Nuestro Señor Jesucristo, "no era tan gigantesco como Gulliver en Lilliput″. Eso es seguro. Es más, jamás, nunca, pudieron ser los restos de la madera de la cruz de Cristo sencillamente porque después de la ejecución de lo reos judíos (el ciudadano romano era decapitado según la ley de Roma, como en el caso de apóstol Pablo), toda cruz, como símbolo de vergüenza, debería ser quemada, hecha cenizas, conforme las normativas judías. No deberían quedar rastros visibles de las cruces.
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También el papado apóstata ha aceptado como reliquias genuinas los presuntos clavos que perforaron las manos y los pies del Señor Jesús, la esponja en que se le dio a beber vino y ajenjo pero que él rechazó (Mt.27:34), la corona de espinas que fue puesta en la cabeza de Cristo, el prepucio de Cristo (¡por favor!), el manto púrpura que el colocaron los solados, la copa de la última cena, cabellos de María la madre del Señor y que son de distintos colores (¿?), ropa de ella, zapatos y su anillo de matrimonio, ropa de Cristo cuando era un infante, instrumentos de trabajo de José, el lavamanos de Pilatos, una de las treinta piezas de plata, la bolsa vacía de Judas, huesos del asno que montó Jesús, una botella de leche de María, un parte del "ala″ del ángel Gabriel que resultó ser una pluma de avestruz (Babilonia, Misterio Religioso Antiguo y Moderno, de R. Woodrow).
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Se dice que fue la madre de Constantino, Santa (¿?) Helena, fue quien le dio un gran auge a las reliquias que no tenían nada de cristianas. Otro hombre, San Ambrosio, instigó por su conducta a que las reliquias en toda Europa se dieran por demás.
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La importancia de las reliquias dentro de la iglesia romanista católica es porque con ellas se logra "consagrar″ un determinado lugar o edificio. Si revisamos cada página de la Biblia para convencernos de que este concepto ha tenido el apruebo de Dios, veremos que nada dice al respecto.
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La "consagración″ de lugares, como son espacios y construcciones, no nació con la apóstata iglesia romanista católica papal sino en la Antigua Babilonia, con Nimrod. Al morir Nimrod, padre de las religiones paganas del planeta tierra, sacerdote de los misterios babilónicos junto con su madre y esposa Semiramis, tenido como rey y dios por los mesopotámicos, en la tierra de Sinar, fue despedazado a filo de metal y cada una de sus miembros cercenados esparcidos por todas las regiones del entorno de esa época. Los lugares donde fueron enterrados cada uno de las partes que conformaban el cuerpo de Nimrod, fueron "consagrados″ como divinos.
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Si observamos, nada diferente existe entre el ejemplo anterior y la costumbre aun vigente de los líderes católicos de "consagrar″ una parte o un lugar determinado con reliquias que se suponen como "sagradas″, incluso, esta "consagración″ la llevan a cabo con cuerpos de personas que han sido catalogadas por los jefes y adeptos de esta tenebrosa iglesia como “santas″. En Deuteronomio 34:6, dice que Dios enterró el cuerpo Moisés en Moab, enfrente de Bet-peor, y que nadie conocía el lugar preciso de su sepultura. Esto fue para que el cuerpo de Moisés no fuera idolatrado y que sus huesos no fueran reliquias de superstición al caer en malas manos, ya que Dios conocía la inclinación idolátrica del pueblo de Israel, habiéndola adquirido en el tiempo del cautiverio de más de 400 años en el país de Egipto.
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Para terminar, comentamos, que, la Biblia no apoya jamás esta forma pagana tradicional que surgió de la misma Babilonia, cuna de la primera religión pagana histórica, la de los misterios babilónicos, que se extendió después por los pueblos y naciones del globo terráqueo.
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Tomando en cuenta el ejemplo de la serpiente de bronce, que fue venerada como una reliquia sobrenatural por el pueblo israelita después de que su benéfica función cesó por voluntad divina, de la misma manera las reliquias religiosas sin poseer un poder especial, han sido hechas objetos de culto que ofenden a Dios, por parte de la iglesia católica romanista. La Biblia narra que el rey Ezequías no únicamente ordenó quitar los lugares altos, los símbolos de Asera, y las imágenes para culto profano, sino además ordenó quebrar la serpiente de bronce por su inadecuado uso por el pueblo de Israel.
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Si suponemos que estas reliquias fueran genuinas, no tendría ningún caso el venerarlas, porque caerían en el mismo ejemplo de la serpiente de bronce, la cual Dios resolvió destruir por considerarla un instrumento muy peligroso de adoración idolátrica que afectaba gravemente a la nación judía.
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Dios les bendiga siempre, hermanos y amigos míos.