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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

lunes, 9 de noviembre de 2009

ES OMNISCIENTE?


Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)

«Omnisciencia: Significa, que Dios conoce todas las cosas perfectamente desde la eternidad, ya sean reales o posibles, pasadas, presentes o futuras».

Cristo jamás aparece en la Biblia como un individuo Omnisciente. No hay texto en ella que justifique este atributo intrasmisible y especial de Dios en el Hijo de David. Por lo tanto, no es posible que Cristo sea Dios, porque Dios «…sabe todas las cosas» (1 Jn. 3:20). Quienes piensan que Cristo “lo sabía categóricamente todo por cuenta propia”, están plenamente confundidos, han pasado por alto que Cristo fue precisamente, según las Escrituras, un «profeta».

«Revelar: Manifestar Dios a los hombres lo futuro u oculto. Descubrir lo secreto. Proporcionar indicios o certidumbre de algo».

Dios le «reveló» a Cristo lo que una vez le fue desconocido en cierto momento de su vida, y para el caso, en su ministerio terrenal, como lo hizo con los profetas del la Antiguo Testamento; como lo hizo con Pedro, con Pablo, con Felipe y con otros santos creyentes en la nueva dispensación de la gracia. El más claro y decisivo ejemplo al respecto lo podemos ver en el libro de las Revelaciones. Aunque Cristo había ascendido al cielo ya como un agente humano glorificado en el tiempo en que se escribió el último libro del Nuevo Testamento (Muchos con pronunciado error atesoran la idea de que Cristo en esta trasformación gloriosa fue hecho algo así como “más Dios”), Dios le «revela» que obviamente era ignoto para él, porque, ¿no sería lo bastante absurdo y vano revelárselo a su Hijo siendo éste Omnisciente?:

«La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan…» (Rev.1:1).

Cristo declaró tajante y directamente que era un «profeta»:

« ¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él. Mas Jesús les decía: No hay [profeta] sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa. Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos» (Mr.6:3-5).

Cuando se define al «profeta», se hace como «una persona que habla por inspiración divina, en el nombre de Dios» (Wikipedia). Si Cristo hubiese sido un ser Omnisciente como Dios, el autoproclamarse como «profeta» saldría seguramente sobrando. No habría la más mínima razón para haberlo admitido.

En el instante que Cristo se vindica como profeta, lo hace como «uno que habla por Dios» (prophëtës, gr.); por consecuencia, es muy difícil con esto etiquetarlo como “Divinamente Omnisciente”.

Cristo fue anunciado en el Antiguo Testamento como «profeta», y fue en cierta ocasión cuando Dios hablaba con Moisés. Veamos en la Biblia de Jerusalén:

«Por eso, suscitaré entre sus hermanos un [profeta] semejante a ti, pondré mis palabras en su boca, y él dirá todo lo que yo le ordene» (Dt. 18:18).

En la versión Reina Valera 1909 cotejada, dice:

«Les levantaré un [profeta] como tú, de entre sus hermanos. Yo pondré mis palabras en su boca, y el les hablará todo lo que yo le mande» (Dt. 18:18).

Cristo, el Mesías Humano, el Hijo del Hombre, el Hijo de Dios, confirmó su profesión de profeta al pronunciar eventos escatológicos de importante relevancia (Véanse Mr. cap. 13; Mt. cap. 24; Lc. cap. 21). Cristo profetizó la caída de Jerusalén (Mt. 23:35-38); vaticinó la traición de Judas (Jn. 13:18); profetizó que sería dejado por sus discípulos (Mt. 26:31); profetizó su muerte y su resurrección (Mt. 17:22-23); predijo el envío del Paráclito por el Padre (Jn.14:26); vaticino la gran tribulación final (Mt.24:21); y por supuesto, su regreso en gloria al mundo (Mt. 24:30).

Presento, para acabar, estos versos bíblicos que desacreditan la supuesta Omnisciencia de Cristo. La clave está, en sus preguntas que carecen de retórica en su contenido, es decir, eran terminantemente necesarias (encerradas en corchetes):

«Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió, y dijo: [¿Dónde le pusisteis?] Le dijeron: Señor, ven y ve» (Jn. 11:33-34).

«Y clamando a gran voz, dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes. Porque le decía: Sal de este hombre, espíritu inmundo. Y le preguntó: [¿Cómo te llamas?] Y respondió diciendo: Legión me llamo; porque somos muchos. Y le rogaba mucho que no los enviase fuera de aquella región» (Mr.5:7-10).

«Luego Jesús, conociendo en sí mismo el poder que había salido de él, volviéndose a la multitud, dijo: [¿Quién ha tocado mis vestidos?]» (Mr.5:30).

Dios les bendiga siempre.