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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

viernes, 20 de noviembre de 2009

DOS MIL ANOS DE DEBATE


Por Ingº Alfonso Orellana

Cuando murió el visionario y millonario, Howard Hughes, dejo atrás una secuela de intrigas y testamentos que por muchos años fueron motivo de disputas en las cortes. Más recientemente con la muerte del ídolo de la música pop, Michael Jackson, también se desató una avalancha de pasiones de muchas personas buscando cada uno su tajada y alegando conocer perfectamente cual era la perfecta última voluntad del fallecido.

Con Jesús de Nazaret la cosa no fue muy distinta. Mientras los discípulos y otros alegaban que se había levantado, otros decían que hubo un complot que incluía robarse el cuerpo de la tumba, que todavía estaba vivo y en años recientes Dan Brown se hizo rico diciendo que había engendrado una criatura en su relación con María de Magdala.

Afortunadamente, para nuestro beneficio, Jesús no dejó nada escrito. Llana y sencillamente conocemos de él por el impacto que causó en su radio de acción en la provincia Romana de Judea y las repercusiones a distancia de todos aquellos que fueron tocados en primera, segunda y tercera persona en el primer y segundo siglos. Este impacto se plasmó en escritos, de los cuales no tenemos originales, sino copias de copias en el mejor de los casos y peor todavía; en la forma de fragmentos.

La Iglesia Católica elevó un puñado de estos a “inspirados” en su mejor esfuerzo por depurar toda aquella amalgama de creencias desarrolladas y plasmadas en diversas cartas, evangelios, revelaciones, etc, por una rica tradición oral, con todas sus limitaciones y establecer una biblioteca aceptada para conservar las enseñanzas ‘verdaderas’ del Maestro y sus apóstoles, Pablo incluido.

En el epicentro de toda esta especulación e historia –digo historia porque es innegable que Jesús, el hombre, existió— Jesús no es un personaje que se pudiera inventar, de la misma forma que nadie podría haber inventado un Einstein.- La cosas que enseñó, en la estima de muchas de las mentes más privilegiadas de la historia humana post-cristiana, han sido de tal impacto que ha afectado el rumbo de la historia para bien, en los casos más sublimes y para mal cuando han sido distorsionadas.

A pesar de ese efecto trascendental, todavía su identidad sigue siendo debatida. A él se le atribuye haber dicho algo parecido a “por sus frutos les conoceréis” y es desde esa premisa que podemos identificar la fuente, el genoma, que conecta a un ser humano común y corriente del día moderno con Jesus.

En una edición reciente de la revista National Geographic, leí la historia de un mamut bebé encontrado en un estado de preservación excelente y del cual se pueden extraer material genético que pudiera traer de nuevo al mundo esta especie extinguida hace mucho tiempo. A veces quisiera que encontráramos el equivalente espiritual de este mamut, en alguna forma tangible de información que aclare todo el asunto de la identidad de Jesús para que se termine el debate, pero me detengo y me doy cuenta que entonces ese artículo elusivo y frágil que llamamos fe no sería necesario. El Espíritu Santo ya no tendría que ‘guiarnos a toda la verdad.’ ¿Qué tal si no nos gusta el cuadro que emerge? Lamentablemente la humanidad es (somos) tan caprichosa que ‘aun si viniere alguien de entre los muertos’ a avisarnos, puede que no le creamos, como ilustró Jesus.

La buena noticia es que sabemos lo suficiente de Jesús y su proyecto de un Reino venidero donde la paz y la justicia reinaran. También conocemos sus enseñanzas morales y nos dejó el ejemplo perfecto de sacrificio y amor al prójimo. Nos mostró cómo la comunión con el Padre es provechosa en todas las cosas y especialmente cuando estamos en medio de la tormenta.

Si las palabras citadas por Juan son ciertas, y las creemos, entonces él mora en nosotros y si le dejamos, podemos ser sus manos y pies para bendecir, sanar y restaurar a otros dentro de nuestro radio de acción. Entonces los recipientes de estas cosas buenas verán a Jesús en una infinidad de rostros y su luz resplandecerá en medio de la oscuridad del hambre, el frío, la enfermedad, el desasosiego. Para estos no hay debate sobre identidad de Jesús. Para ellos él es el alivio y la mano amiga. Un vez que hay algo en el estómago y la sed y el frio se han ido, entonces podemos presentarle al Rey de Reino de Dios en la otra cara de nuestro Señor. A este punto ya le conocen. Podemos hablarle del agua de vida gratis y como es esto posible. Son como la mujer samaritana en el pozo de Jacob. Se regocijarán e invitarán a otros a conocer la persona más importante del universo; a Jesús de Nazaret.

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