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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

lunes, 26 de octubre de 2009

EL PURGATORIO Y LA VENTA DE LAS INDULGENCIAS

Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)

«Dinero mayor, misa mayor; dinero menor, misa menor; no dinero, no misa». Dicho irlandés.

Es lo bastante preocupante saber que la obra magistral y engañadora del diablo se ha extendido con rotundo triunfo en esa grey que se hace llamar cristiana y que le encanta discutir con infladas ínfulas, bajo un deteriorado disfraz de erudición teológica, en los foros donde se defiende con ferviente e impuro amor doctrinas foráneas a la Biblia y que hemos rechazado sin temor a equivocarnos en santa cordura, como son la de “la trinidad”, la de “la divinidad de Cristo” y la de “la inmortalidad de alma”, para no hacer tan larga la carrera, entre otras más. Puedo ver hasta ahora con harta tristeza y enojo, cómo es posible qué se critique con elevada ligereza lo que se desconoce personalmente, pero que histórica y bíblicamente está asentado como un hecho real. La apologética bíblica se caracteriza por presenta pruebas fehacientes que sostienen como un buen cimiento de edificio lo que se defiende. Para que esto pueda ser posible, se tendrá que tener un aceptable conocimiento bíblico y de su entorno histórico, se deberá tener nociones fundamentales de interpretación bíblica, habrá de comprenderse las doctrinas teológicas básicas de la Biblia en general, habrá de contarse con la ayuda de interlineales bíblicas, ya sean griegas o hebreas, con el apoyo de Biblias de estudio, y con libros de autores serios que hablen de eventos proféticos pasado y futuros, y con literatura que descubra el engaño dogmático de las diferentes sectas anticristianas que se encuentran enraizadas en todos los puntos de la tierra.

Ni se le ocurra a nadie pensar que aprenderá buena teología bíblica con esos libritos de tercera o cuarta calidad que han escrito autores como Benny Hinn y Marcos Witt, como Rick Warren y Kenneth Haggin, o con los libros del impío Kenneth Copeland y del apóstata Joel Osteen. Estos libros no son más que una copia de la psicología motivacional camuflados de cristianos. Lo único que obtendrá con esta literatura corriente e inicua es el camino seguro a la perdición.

Alguien por allí, de quien creo que nada tiene que hacer más que perder el tiempo en vomitar imprudencias y sandeces, fue tan osado en criticar sin fundamento alguno un estudio que un servidor editó hace meses con relación a la falsedad católica romanista del purgatorio y de la venta de indulgencias. Este escrito fue elaborado bajo la supervisión de la Palabra de Dios y con harta evidencia histórica convincente, válgame la redundancia, y aun de tal modo se atrevió a cuestionarlo con palabras fugadas de su macilenta y vacua mente “a-espiritual”, y lo peor de todo, nada relevante aportó para el beneficio de los foristas… todo quedó tal como empezó. Palabras, sólo palabras sin vida y sin trascendencia exhaló. Para esta persona, un servidor es visto como una “amenaza para el pueblo cristiano”, pero escrito está que «por causa de su bendito nombre seríamos vituperados», inclusive, por los que se dicen ser “hijos de dios”, pero que en verdad no lo son, por los que creen que le sirven, pero que desconocen que no es a él a quien veneran, sino a otro “dios”, uno que es terrenal y letalmente religioso.

Para que no le quede la menor duda a este “cristiano descreído” (y no dudo yo que pudiera ser un católico encubierto), presento casi el mismo escrito de «El Negocio del Purgatorio» que escribí tiempo atrás, pero con otros agregados que complementarán el primero. Adelante, pues:

La doctrina del purgatorio no brotó directamente con la iglesia católica romanista. Su fundamento histórico principia con el paganismo, mucho tiempo antes de la formación de la Iglesia de Cristo. La doctrina del purgatorio católico viene a cristalizarse a partir de las religiones y filosofías paganas. Platón (427-347 a.C.), al respecto, habló de los maestros Órficos que iban de casa en casa de las personas pudientes para convencerlas de que tenían un poder impuesto por el cielo y que les permitía por medio de sacrificios (obras) y encantamientos enmendar los crímenes cometidos por sus antecesores muertos y queridos. Este es un claro ejemplo que nos dice que tres siglos antes de Cristo la doctrina del purgatorio no era algo que se desconocía y que la iglesia católica hizo posteriormente parte de sus singulares y retorcidas ideas, en un nuevo matiz pseudocristiano.

En el primer estudio escrito por un servidor hace “bastante lunas y auroras” explico que ciertos pueblos paganos de la antigüedad creían en un lugar “purificador” que precedía al “paraíso”. Entre los pueblos que mencioné estaba el persa, el griego, el musulmán y el chino. Hice ver cómo los sacerdotes musulmanes cobraban altas sumas de dinero a los familiares de las personas muertas “purgadas” para “extraer” a sus seres queridos del susodicho “lugar purificador”. Se sabe, y no es raro para el cristiano que investiga, que los chinos budistas compraron “indulgencias” para esquivar el indescifrable lugar de la “purificación ígnea”.

Y lo reitero, porque es necesario decirlo otra vez, porque con esta palabra muchos tendrán la curiosidad de saber si realmente lo que han adherido es verdad o no, que la doctrina del purgatorio es completamente «anti bíblica». Sus raíces, que son las evidencias históricas ya presentadas, dan paso a la cabalidad indiscutible.

Con la doctrina del purgatorio se origina la de “la venta de las indulgencias” para “el perdón de los pecados”. El concebir que una persona sea capaz de comprar pecados pasados, presentes y futuros con dinero, deja mucho que desear, ya que la Palabra de Dios no sostiene semejante y desequilibrada fábula del corazón humano y perverso. La doctrina del purgatorio enseña con formalidad que los católicos que mueren en pecados veniales irán inexorablemente a ese sitio a “purgarlos en quemante sufrimiento”. Cuando haya concluido este sufrimiento, entonces “podrán ir al cielo como alma que lleva el diablo”.

Según los teólogos de iglesia católica romanista, los pecados se dividen en dos categorías o clases: Los mortales y los veniales. Los mortales, los que son más graves, no pueden ser perdonados o expiados por ninguna “obra buena”. Quienes los hayan cometidos, no obtienen el perdón por los sacramentos y las buenas “disposiciones” de la iglesia católica: “El sufrimiento será inevitablemente en el infierno… y para siempre”. Con los pecados veniales, por otra parte, que no son mortales, “se podrá salir volando del purgatorio al cielo para vivir una gloriosa y maravillosa estancia con el Señor Dios”, eso sí, “previo pago de la indulgencia que redime la pena en su totalidad”.

Para los que no lo saben, y para los que no lo les conviene saberlo, la Biblia no hace distinción entre un pecado y otro. Para Dios, el pecado, «pecado es». La Biblia nos muestra que los pecados son «hechos limpios por la sangre de Cristo», y no por “sufrir o experimentar cierta purificación en el purgatorio”, cosa que no deja de ser tan sólo una tradición inconveniente para las personas inconversas. Tampoco se logra limpiar los pecados por “obras buenas” ni por “pagar indulgencias”. Los sacramentos católicos, de acuerdo a la Biblia, no sirven sin lugar a dudas para limpiar o para librar anticipadamente a la gente del “fuego purificador” del supuesto purgatorio. Vemos la prueba:

1 Jn. 1:7-9 «…pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad».

La salvación de un individuo depende de la fe en el Hijo de Dios, en su obra expiatoria, en creer que Cristo es el Mesías esperado, el enviado por el Padre para la salvación de muchos. La salvación jamás podrá darse por “creerse” en otra cosa diferente (véanse: Jn. 3:16, 36; Ro.10:9-10). Por eso exclamó el Señor antes de morir: «Consumado es», entendiéndose con esto que el fue el sacrificio único para el perdón de los pecados, perdón que llevó a cabo por medio de su obra expiatoria en la cruz del Calvario (Jn. 19:30). Es por eso que Cristo es «el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Jn. 1:29). Ir a otra parte a “purgar pecados”, a “purificarlos”, es como considerar inconclusa y de poca valía la obra salvadora de Cristo en su muerte vicaria. La doctrina del purgatorio, no es más que una vil y deshonesta mentira con fines de lucro y de poder eclesiástico.

Pablo nos comprueba que el sacrifico cruento de Cristo, aparte, no cuenta con otras alternativas diferentes para la expiación del pecado humano:

Col 2:13 «Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados…».

Heb.10:10-14 «En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre. Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados».

La doctrina del purgatorio y la de la venta de indulgencias son aborreciblemente malignas y esencialmente anti bíblicas, desde la perspectiva de la «salvación» revelada en el Nuevo Testamento.

La iglesia católica romanista ha tratado de justificar su “falso e indolente remedio” con la cita que se encuentra en Mt. 5:26 y que dice: «No saldrás de allí hasta que pagues el último cuadrante». Sus profanas y muy anguladas cabezas no tienen en cuenta que este verso habla literalmente de «una cárcel», de «una prisión», de «una celda», y no de “la vida después de la muerte”, en este caso, como lo conciben, en el “purgatorio”. Es necesario comprender bien el contexto de cualquier verso bíblico y de sus adyacentes para no caer en interpretaciones ominosas que nos desvíen del piadoso camino de luz.

La venta de las indulgencias fue una satanización que catapultó la Reforma protestante, la iniciada por Martin Lutero. Juan Teztel, hombre muy depravado, carnal y deshonesto, acusado por adulterio, fue juzgado con pena de muerte por sus terribles vicios y más tarde indultado gracias a la intervención del elector Federico. Teztel fue conocido como un perfecto barbaján pero también como un astuto y mordaz estafador por lo que el ambicioso y demoníaco “sumo pontífice” lo utilizó para fines de lucro y de riqueza, tomando como punto de partida para tal cosas la quimera del purgatorio y de la venta “misericordiosa” de las indulgencias. Teztel les aseguraba a los ignorantes que “tan pronto el dinero sonara en el cofre, saldría volando o saltando del purgatorio el alma de la persona”. Teztel les pregonaba con tremebundo descaro que “las indulgencias eran el regalo más precioso de Dios”. Por este motivo los ricos entregaban grandes cantidades de dinero al papado y los que no tenían, como los desgraciados trabajadores del campo, vendían todas sus propiedades con el fin de poder sacar las “pobres almas” de sus parientes fallecidos del purgatorio, “aprovechando el tirón” para pagar además, en la compra de indulgencias, sus propios pecados.

En la era actual las personas pagan “misas” para disminuir el tiempo que las almas de sus amigos o seres queridos pasan en el purgatorio para ser purificadas. Se sabe que en un tiempo atrás se había solicitado que se rezara por el alma de un cierto “Papa” que tenía ya muchas décadas de muerto con el propósito de sacarlo del purgatorio. ¡Vaya qué locura es esta! Uno piensa, si después de tantos años no se ha logrado poner fuera del purgatorio al “infalible” y máximo exponente de la religión católica romana, ¿qué se espera de aquéllos pecadores comunes y corrientes qué han muerto?

La Biblia dice que «nadie puede dar rescate por su hermano» (Sal. 49.7; 2 Co. 6:2; Heb. 2:3). Esto va en contra de la doctrina del purgatorio. Cuando una persona muere, tendrá que esperar en la más absoluta inconsciencia, en el sueño de la muerte, el día de la resurrección para dar cuentas ante Dios según sus obras, hayan sido buenas o malas:

Jn. 5:28-29 «No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación».

Dios les bendiga siempre.

Bibliografía:

Biblia Reina Valera, Versión 1960.

¿Cuál camino? Luisa Jeter de Walker.

Babilonia: Misterio Religioso Antiguo y Moderno.
Ralph Woodrow.