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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

domingo, 26 de abril de 2009

INVIRTIENDO EL ORDEN DIVINO



Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD).

«Cuando se levantare en medio de ti profeta, o soñador de sueños, y te anunciare señal o prodigios, y si se cumpliere la señal o prodigio que él te anunció, diciendo: Vamos en pos de dioses ajenos, que no conociste, y sirvámosles; no darás oído a las palabras de tal profeta, ni al tal soñador de sueños; porque Jehová vuestro Dios os está probando, para saber si amáis a Jehová vuestro Dios con todo vuestro corazón, y con toda vuestra alma. En pos de Jehová vuestro Dios andaréis; a él temeréis, guardaréis sus mandamientos y escucharéis su voz, a él serviréis, y a él seguiréis. Tal profeta o soñador de sueños ha de ser muerto, por cuanto aconsejó rebelión contra Jehová vuestro Dios que te sacó de tierra de Egipto y te rescató de casa de servidumbre, y trató de apartarte del camino por el cual Jehová tu Dios te mandó que anduvieses; y así quitarás el mal de en medio de ti» (Dt. 13:1-5).

Evidentemente, según lo anterior, los prodigios y milagros, las palabras proféticas dadas para un determinado cumplimiento, no era garantía ni seguridad que su origen fuese divino, al menos quien los realizara, estuviese sujeto en palabra y obra a las demandas de los estatutos y mandamientos inalterables del benevolente Dios Invisible.

Hoy en día, la misma historia se repite, y es con los llamados maestros de la teología de la prosperidad, individuos que empujan al mismo y espantoso Lago de Fuego a millones de personas que integran las iglesias neo-pentecostalistas pseudo carismáticas, inútiles para discernir si los espíritus (hombres) que escuchan complacidamente o que realizan lo que parecen ser milagrosas obras que rompen la temática del orden natural y tridimensional, son de Dios o no, «porque muchos falsos profetas han salido por el mundo» (1 Jn. 14:1).

No cabe duda que un buen número de los actos asombrosos hechos por los maestros los de teología de la prosperidad tengan una raíz sobrenatural. El problema radica en que si estos hechos admirables no están respaldados con una doctrina sana, no solamente evocada sino además caminada con rectitud, tengamos sin miedo la seguridad de creer y decir que el Dios del cielo no está allí, sino «el dios de este siglo»: el diablo (2 Co. 4:4).

La Biblia muestra que Satanás es un maestro del engaño, un “señorón” de los mil y más disfraces, un “camaleón” empedernido, capaz de llevar a cabos actos extraordinarios que parecen del cielo, porque «…y no es maravilla (no es raro), porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz» (2 Co. 11:14).

En el Éxodo del Antiguo Testamento observamos como los hechiceros de faraón fueron capaces de efectuar lo que parecía ser los mismos actos sobrenaturales de Dios, ejecutados por sus intermediarios Moisés y Aarón, pero sólo se trataba de una imitación del poder de Dios (estúdiese por favor Ex. caps. 7, 8 y 9). Saber que el diablo respaldaba el sorprendente trabajo de los hechiceros, no resulta muy complicado en realidad. Era tan idéntica la emulación de los hechiceros que cualquiera persona que no estuviese familiarizado con los designios del Señor, caería “redondito y sin meter las manos” ante la magistral mentira, posiblemente, ¡hasta glorificaría a Dios por tan convincente ilusión! Es natural pensar que un hechicero jamás conciliará con el pensar de Dios, aunque levantase un hombre de entre los muertos, o transmutara la madera en oro en un chistar de dedos, porque « ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga?» (Stg. 3:11), «…porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?» (2 Co. 6:14-15).

«Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras» (2 Co. 2:15).

De la manera que Satanás simula con increíble perfección las verdades celestiales del Dios y Padre del pueblo cristiano para obtener con rotundo éxito sus condenables objetivos de impiedad, en un arrasador y plausible testimonio de falsos milagros provocados por su tremendo poder que reside en su naturaleza, aunque caída, angelical, también sus ministros y discípulos humanos se encubren como agentes de luz y misericordia pero que bíblicamente no dan “el visto bueno” por motivo de sus disformes y torcidos dogmas que promocionan en sus siniestras reuniones, foráneos a la santidad y el amor de Dios. Vemos en los textos que aparecen en un inicio de nuestro escrito, que la Palabra de Dios no puede, por regla espiritual inmutable, destronarse de su posición prioritaria.

Las señales milagrosas, la profecía que habla de acontecimientos futuros e ineludibles, jamás nunca fueron encumbradas o ensalzadas por los grandes hombres de Dios sobre las sagradas Escrituras. En las veces que fue así, como comenta Patrick Faibarn en su libro «La Profecía, Su Naturaleza, Función e Interpretación, pag. 23», «…era el signo más seguro de que se trataba de una pretensión falsa del don divino o una captación falsa o equivocada de la verdad».

Los maestros de la teología de la prosperidad se han encargado de que esta sucesión hereditaria de «falsa pretensión y percepción errónea» continúe tenazmente aferrada en el corazón de la iglesia neo-pentecostal y de reflejo carismático. Estos codiciosos y malintencionados maestros han invertido el papel fundamental de la enseñanza bíblica por el sensacionalismo extático que germina, entre otras cosas, aquellas “señales increíbles” que cuando se investigan normalmente no llenan el requisito para llamarse “milagros”. Ejemplos de esto, podrá usted querido lector investigarlo en el libro de Hank Hanegraaff, intitulado «Cristianismo en Crisis». En las páginas de este libro (a propósito, creo que con dificultad lo podrá encontrar en las librerías “cristianas”, y “el porqué”, no resulta nada extraño para el inteligente ejercitado en las cosas espirituales. Hay páginas en la Internet de donde se puede descargar…yo lo tengo en mi ordenador) se cuestiona a Benny Hinn de sus insolencias y pueriles estupideces habladas, de sus juicios irrelevantes, carnales y homicidas proferidos (1 Jn. 3:15), y de sus improbables milagros, producto normal de un “súper placebo psicológico verbal” que funciona a las mil maravillas en las personas histéricamente lábiles al “encanto faquírico” de estos patanes del pseudo carismatismo religioso neo-pentecostal. En este libro de “pedradas” y “tubazos” tampoco han escapado ilesos de la tremenda reprimenda los falsos maestros que enorgullecen las riquezas de esta pútrida y mal oliente tierra de pecado e iniquidad como son Kenneth Copeland, Morris Cerullo, Kenneth Hagin y otros más, cuyas predicaciones han sido inspiradas sin duda por su padre Satanás, estando por supuesto el Dios de Cristo no involucrado en su ultrajante mercadeo. ¿O es posible concebir a Morris Cerullo cómo un hijo de Dios cuándo dice?: “Satanás conquistó a Jesús en la cruz”, ¿o al exclamar él mismo?: “Usted no está mirando a Morris Cerullo a Dios, usted está mirando a Dios. Usted está mirando a Jesús”. ¿O qué me dicen ustedes amables lectores de las perversas y arrogantes palabras salidas de la boca del pastor de “chivos” Benny Hinn, sobajando con tanto desprecio la Soberanía del Dios glorioso de está manera?: “Nunca, nunca, nunca vaya al Señor a decirle: “Si es tu voluntad…” No permita que estas palabras destructoras de la fe salgan de su boca.” Y con respecto a la Soberanía de Dios, con impávida postura, Frederick K.C. Price, otro hijo del diablo, comenta con gran locura e ignorancia no más pequeña: “Dios tiene que recibir permiso para trabajar en este dominio terrenal en favor del hombre… ¡Sí, usted es quien tiene el control, así que si el hombre tiene el control, ¿quién no lo tiene ya? ¡Dios!” Pero algo que no tiene nombre, es lo que Kenneth Hagin dice con atrocidad acerca de Dios, igualándolo con los hombres mortales y necios en su igual de necio y asqueante comentario: “El hombre fue creado en términos de igualdad a Dios, y puede levantarse ante la presencia de Dios sin sentido alguno de inferioridad.” Por estas cosas, las gentes acuden a escuchar a estos ruines y mañosos apóstoles de Satanás que han idealizado un “dios” semejante a la imagen nefanda de los hombres pecadores y protervos, contrariamente a lo que muestra la Biblia en Gn. 1:26, aceptando por otro lado las tentadoras propuestas terrenales de los falsos pastores y maestros que gritan firmes y arrogantes “venir de Dios”. Cómo no han tenido un cambio espiritual radical en sus vidas, se muestran egoístas y mundanas aún todavía. Estas gentes integran en este día el desatinado gremio neo-pentecostalista, cuya dirección está trazada en la búsqueda del “poder celestial” con el exclusivo fin de resolver sus enfermedades físicas y toda clase de problemas por los que estén pasando, sean económicos, materiales, familiares y morales, esclavizadas en un evangelio barato y mutado que “predica otro Jesús” (2 Co. 11:4), centrado en primer lugar en la deflexión efímera del “fruto bondadoso” del sistema terrenal, sistema de los malignos modos inimaginables, totalmente desencajado de la expectativa y de la visión del glorioso Reino de Dios venidero. A esta clase de fanáticas y religiosas gentes, esto último, con pesar lo escribo, no se les ha inculcado lo que en realidad es. Ellas, como las otras gentes que viven «sin Dios y sin esperanza, ajenas a Cristo y al pacto de las promesas» (Ef. 2:12), no se agotan en buscar en lo material ese “algo” que llene sus vacías y aburridas vidas, huecas por las inmundicia y el desasosiego, sumidas en la rutina de un mover monótono y existencial, rechazando sin temor ni análisis por el Espíritu la Palabra de Dios que produce una transformación espiritual individual, para quien se esfuerza en alcanzarla; y la cuestión descansa, en el modo en que sus “centaveros” pastores y guías, amigos de la muerte y del Infierno, han invertido el papel de los mandatos y ordenanzas declarado por Dios; y aunque no lo invirtieran, por lo que sabemos, la palabra siempre hablada estará sideralmente lejos de brillar cual genuino diamante por razón de su acentuada “luxación.”

En sus invaluables letras, Pablo nos anima y nos alerta para no ser engañados por extrañas y sutiles doctrinas (Co. 2:8) que pudieran llevarnos por doquiera, fuera de los caminos del Señor, como errantes aerolitos, como “burros locos sin mecate”, «por estratagemas de hombres indolentes y malvados que para “entrampar” emplean con gran astucia los artificios del error» (Ef. 4:14).

El apóstol de Tarso advirtió de la aparición postrera de lobos rapaces que dañarían al «rebaño», no teniendo compasión de él (el pueblo de Dios). Dijo que hombres con «apariencia de piedad», es decir, hipócritas, hablarían cosas perversas para su propia conveniencia, para el provecho de sí mismos, de tal modo como lo hacen en este tiempo los egoístas y maestros de la teología de prosperidad, teología adulterada y embrionada en el cochambroso y aberrado pensamiento del apestoso Satanás, el ángel caído del la rebelión y de la desobediencia (véase con relación a esto: Hech. 20:29-30; Gal. 1:6-9; 1 Tim.4:1; 2 Tim. 3:5).

No podríamos olvidarnos en este sucinto y bien intencionado escrito de Carlos “Cash” Luna, famoso maestros y “malabarista” de la prosperidad teológica en Latinoamérica, oriundo de Guatemala. Carlos Luna es un hombre que ha pisoteado el nombre de Dios con obscenidades escupidas de su sepulcral boca, con habladurías y blasfemias que están fundadas en una religión sin relación vertical, que no es la Bíblica sino de la mente humana, mundana y pervertida. Como ejemplo tenemos para este caso, la llamada «confesión positiva» que “Cash” promociona en sus enervantes prédicas. «La confesión positiva» se caracteriza por la idealización mental de una situación material cualesquiera que se hará una realidad palpable y objetiva, con el simple hecho de pensarlo (“Piénselo y obténgalo”, o: «Mente sobre Materia»). El origen de «la confesión positiva» no es bíblica sino chamánica. Surge desde tiempos inmemorables de la antiquísima hechicería tribal. Arrostradamente, Carlos “Cash” Luna ha hecho de este pagano modo un “platillo especial” en sus disparatadas tertulias de “gloria al diablo burlador”.

No debemos pasar por alto los actos de mentira realizados por «Cash», los cuales han sido catalogados como “gloriosos milagros” pero que no cumplen legalmente lo que la Biblia demanda para considerarse como auténticos. La mente neurótica, fanática y religiosa, sobre todo la del seguidor neo-pentecostalista, cuando es manipulada hábilmente, es capaz de llevar a cabo con increíble facilidad tantas cosas fuera de lo ordinario, y cabe mencionar entre estas: la jerigonza, los caídas y temblores espectaculares, los gruñidos bestiales, los grotescos serpenteos en el suelo, las visiones místicas (paradisíacas, infernales o angélicas por estímulo “religioso” del lóbulo temporal causadas por un número preciso de neuro trasmisores), las curaciones de enfermedades psicosomáticas que se confunden con sanidades milagrosas de Dios. Teniendo esto presente, “Cash” no desaprovecha en ningún instante el factor psicológico para emplearlo con ventaja en su histérico y animado séquito, haciendo de las suyas como diestro titerero de la psique, a semejanza de un “Taurus do Brasil”, como lo hace entre otros el hipnotista sagaz John Milton que esclaviza a su voluntad a los inestables de carácter.

Pablo rebela que el diablo es un hacedor de milagros y prodigios mentirosos:

«Inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos…» (2 Ts. 2:9).

La razón del engaño, es para condenar aquellos que no recibieron el amor de la verdad para ser salvos:

«… y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos» (2 Ts. 2:9-10).

Pablo acá no se está refriendo con exclusividad a las personas inconversas que son engañadas por los magos y truqueros de otras religiones paganas fuera del cristianismo (para este tiempo están los gurús orientales y maestros de la Nueva Era que además están influenciando a muchos cristianos con sus absurdos y tentadores cuentos), que imponen manos para sanidades o someten a las gentes a estados tráncicos que experimentan muchas veces como un “contacto divino real” y que no deja de ser un “ensueño vívido” producido por una respuesta neuro química condicionada, sino a las que se hacen llamar equivocadamente “cristianas” y que están subyugadas a las erradas convicciones de los mal nombrados también “pastores y ungidos de Dios”.

Vimos al principio que es imposible alterar el orden estipulado por Dios en sus Escrituras. Tener por “cabeza” las pretensiones falsas que parten de una gaseosa imagen del don divino sobrenatural verdadero, según las Escrituras, por la Palabra de Dios llena de luz y certidumbre contradice los asuntos y negocios de él para con los hombres que le aman con humilde y contrito corazón. Si los maestros de la prosperidad llegaran un día a comprender correctamente las Escrituras, tengan la seguridad hermanos y amigos queridos que nos visitan que los sensacionalismos por trances hipnóticos inducidos y por milagros y portentos mentirosos terminarían en las iglesias neo-pentecostalistas en general. La obediencia saldría a relucir de las profundidades del abismo de la subversión satánica, para resplandecer hermosa y agradable delante del Dios que lo mira todo. Por desgracia, esto será muy difícil para que se vea de buena gana, y para empeorar todo, estos impíos hombres empujan a las gentes a ir «en pos de dioses ajenos», “dioses” muertos y sensuales que ofrecen eterna condenación, moldeados a los caprichos del corazón moderno y terrenal, “dioses” que desequilibran con enfermizo amor a los que componen las iglesias neo-pentecostalistas pseudo carismáticas:

«No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mt.7:21).

Recuerde fiel y santo hermano: La prueba es dura, pero sabemos que «es mayor es el que está en nosotros que el que está afuera, en el mundo» (1 Jn.4:4).

Amén.