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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

jueves, 21 de agosto de 2008

ESCATOLOGÍA: LA SEPTUAGESIMA SEMANA Y LA PARUSIA

Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)
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El suceso de la segunda venida de Cristo tiene relación con las profecías de Daniel (Mt.24:15; Dn.9:27; 11:31; 12:11). Dios reveló al profeta Daniel la profecía de la «Setenta Semanas» que están determinadas para el pueblo de Israel y sobre su santa ciudad Jerusalén. Estas «Semanas» o «Hebdómadas», están conectadas con los acontecimientos bíblicos más importantes de los postreros tiempos, y pare ser preciso, de forma directa en el futuro con la última semana o «Setenta Semana o «Septuagésima Hebdómada», ya que «Sesenta y Nueve» fueron consumadas en la antigüedad.

Las «Setenta Semanas» en su totalidad corresponden a un tiempo 490 años. De estos años, 483 años (Cada año de los 490 de la profecía de las «Setenta Semanas» corresponde a un año lunar judío, es decir, de 360 días, y no al año del calendario gregoriano de 365 días que vino a sustituir el calendario juliano en el año1582 d. C.), que son «Sesenta y Nueve Semanas exactas, concluyen con la entrada del Señor Jesucristo a la ciudad de Jerusalén para ser reconocido como Mesías de Dios anunciado desde el Antiguo Testamento por los profetas cuando entró en la ciudad cabalgando sobre un pollino, lo que ocurrió, posiblemente, el seis de abril del 32 d. C. (Mt.21:1-11).

La Septuagésima Semana del capítulo 9 de Daniel es una época escatológica denominada además como la gran tribulación final. La gran tribulación final o «Septuagésima Semana» tiene una razón muy importante para ser, la del cumplimiento de seis propósitos bien definidos de parte de Dios para la nación israelita: «para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, para expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, para sellar la visión y la profecía» (Dn.9:24). Por otra parte, las naciones gentiles rebeldes e incrédulas a Dios y a su Hijo Jesucristo sufrirán la ira divina que se manifestará en diversos y terribles juicios de extensión universal (ver por favor: Ap.3:10; 6:12-17; Zac. 14:3), pero Dios guardará a su pueblo compuesto por judíos y gentiles en ese momentos de superlativa malignidad y asombroso caos.

Durante la «Septuagésima Semana», que será una era de dolor, de oscuridad y muerte, el Anticristo será levantado de las tinieblas para gobernar el mundo bajo la autoridad y guianza diabólica (Ap.13:14). La nación se Israel será acosada y arremetida por el Anticristo cuando éste rompa el pacto hecho con Isreal en la mitad de la «Septuagésima Semana profética» (Dn.9:27; Ap. cap. 12). El Anticristo además se hará pasar por Dios (2 Ts 2:4), y el Falso Profeta, el futuro líder religioso en el mundo, exigirá a los moradores de la Tierra una adoración a la imagen hecha del Anticristo, y cualquier individuo que por algún motivo determinado no la ofrezca, pasará sin remedio a ser ejecutado (Ap.13:15).

El mundo sufrirá las consecuencias de una gran conmoción cosmológica de alcance devastador. Habrán de ser sucesos cómo nunca jamás se habían visto en la historia de la humanidad y que comprometerá a las naciones del mundo en general. El Señor Jesucristo, dijo al respeto:

Mr.13:19 porque aquellos días serán de tribulación cual nunca ha habido desde el principio de la creación que Dios creó, hasta este tiempo, ni la habrá.
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Mt. 21:25 Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas...
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Mt. 21:26 desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas.
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Lc. 21:11 y habrá grandes terremotos, y en diferentes lugares hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes señales del cielo.
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Mr.13:24 Pero en aquellos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, Mr.13:25 y las estrellas caerán del cielo, y las potencias que están en los cielos serán conmovidas.

Cuando todo parezca estar perdido, cuando las esperanzas parezcan haberse esfumado y consumido para los Hijos del Eterno que vivan en esa era de mayor pecado y muerte para los hombres, de obras siniestras y demoníacas por demás, aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre, y verán al Cristo Glorioso viniendo en poderosa majestad con sus miríadas de ángeles después de la tribulación de aquellos días, de la "Septuagésima Semana" (Mt. 24:29-30), para destruir al "hijo de perdición", es decir, al Anticristo, al Falso Profeta, y a todos sus enemigos que se levantaron contra él con su santo e hiperletal resplandor, con la espada aguda que saldrá de su boca (1 Ts. 1:6-10; 2 Ts. 2:8; Ap. 19:19-21), para juzgar las naciones (Mt.25:31-33), para regir, finalmente, en el trono de David su padre (Lc.1:32-33), y con su pueblo amado, el Reinado terrenal y de carácter celestial de mil años con el cetro de su justicia (Sal. 45:6-7; Heb.1:8; Ap.20:4, 6), con amor y verdad, con grande misericordia, en luz y duradera paz.

Hermanos: esperemos en santidad, en obediencia, en paciencia y en amor al Cristo bendito y victorioso que descenderá del cielo para consumar la salvación y que librará a su pueblo escogido de los enemigos que siempre lo persiguieron y lo oprimieron con vituperio y burla.

Los dejo con estas palabras de ánimo y esperanza de parte del apóstol Pedro:
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"Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo" (2P.1:10-11).

¡Aleluya por tan maravillosas verdades!

Dios les bendiga siempre.