“Porque el amor del dinero es la raíz de todos los males: el cual codiciando algunos, se descaminaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1 Tim. 6:10).
Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)
Los más de los hombres creen que la felicidad está en la abundancia de los bienes que uno pueda poseer. Es decir, que cuánto más dinero y bienes materiales uno acumule, más poder y más felicidad se obtienen. Por dinero la gente roba, miente, estafa, y hasta mata. Sí, muchas fortunas se han logrado a través de cualquiera de estos medios y no de una forma lícita a través del trabajo honrado. Muchos se han hecho ricos con el tráfico de armas y drogas, y otros, por medio de la usura y la explotación. La idea es obtener dinero a como dé lugar, y a la brevedad posible. Esta mentalidad egoísta que muchos seres humanos manifiestan los vuelve implacables y fríos con sus congéneres, incluso con sus más cercanos parientes. Sí mi amigos, muchas familias se han agredido y dividido por el vil metal y nunca más se han vuelto a reconciliar.
El Señor Jesucristo y el dinero
Hemos sido testigos de muchos ricachones que han terminado sumidos en la droga y/o alcohol, e incluso de algunos que han preferido suicidarse que seguir viviendo en una profunda angustia o depresión porque no encontraban la dicha en sus grandes posesiones materiales. Estuvieron rodeados de “amigos” y viviendo en enormes mansiones con grandes lujos y empleados a su servicio, pero sus vidas estaban destrozadas por los conflictos familiares, por los escándalos, y por un profundo vacío espiritual. Estas personas hubiesen evitado su fatal destino si hubieran prestado cuidadosa atención lo dicho por Jesús en Lucas 12:15: “Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”, o lo expresado por Jesús en Marcos 4:19, que dice: “Pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa”. Aquí el Señor Jesús es claro cuando dice que las riquezas son un engaño para los que la poseen. Y es un engaño porque éstas no producen vida en abundancia, una vida espiritual interior óptima y duradera. Pero muchos ignoran las advertencias de Jesús, o simplemente no las conocen, y por eso viven pagando el precio de su desatino.
El Diablo y el mundo
Pero el diablo no descansa en engañar a la gente con las cosas materiales. Así como Satanás le mostró a Jesús todos los reinos de este mundo y sus riquezas a fin de tentarlo y hacerlo su partidario. De igual manera, él seduce a los hombres con cosas materiales, y los engaña haciéndoles creer que serán poderosos y afamados si logran el “éxito material” en este mundo. Los medios de comunicación nos hacen creer que el hombre de éxito es aquel que está rodeado de mujeres y amigos de la elite, de autos finísimos y un enorme yate en la bahía. El Diablo tienta por los ojos, y por los ojos caen muchos hombres. Dice Jesús sobre los ojos: “Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno” (Marcos 9:47).
En Tito leemos que debemos renunciar a los deseos mundanos que hemos expuesto arriba: “Enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente” (2:12). Es decir, los deseos mundanos se contraponen con una vida sobria, justa y piadosa. Por lo tanto Jesús nos vuelve a decir: “Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Lucas 16:13).