Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD).
Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales (Gn. 3:1:7).
Desde el principio de la creación, el diablo formuló un método efectivo, un patrón ordenado para entablar una relación con el hombre con el fin de hacerlo caer de la gracia divina, para alejarlo de Dios y condenarlo. Sus cautivantes tentaciones y maliciosas sugerencias utilizadas más tarde, fueron el resultado de su conocimiento de la naturaleza humana que busca complacer su egoísmo inherente a cualquier costo, en diversos grados y facetas.
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El primer paso del método diabólico consiste en cuestionar a Dios para fincar dudas en la mente humana con respecto a su Palabra de Verdad. Este es el principio de toda tentación. Pero, si Satanás no tiene la anuencia del hombre, un acuerdo común en su malévolo propósito, será algo así cómo un gato desvalido que jamás logrará darle caza al más pequeño y débil de los ratones, a pesar que lo intente con su mejor y dedicado esfuerzo.
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El segundo paso del método inicuo de Satanás es contradecir la Santa Palabra con ideas tan sutiles que parecen en lo absoluto razonables, por cualquier ángulo en que se aprecien. Cuestionar con continua entereza la Palabra de Dios provocará con el paso del tiempo el estar contradiciéndola alguien abiertamente sin temor y descaro: El ideal humano se impondrá sobre el de Dios y el hombre se conducirá en su propia convicción y voluntad torcida.
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El método corrompido de Satanás se centraliza en la búsqueda de un bien que no es real sino más bien imaginario, y que está lejos de los designios benevolentes que Dios ofrece. A la postre y con seguridad, la desobediencia se manifestará con plenitud y el hombre será coronando para regir su vida en total rebeldía e incredulidad delante de Dios.
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Son tres las áreas de prueba para que Satanás tenga éxito en el colapso espiritual del hombre:
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1. El apetito.
2. La avaricia.
3. La ambición o el orgullo.
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Estas tres áreas de la carnalidad mundana, se traducen, según 1 Jn. 2:16, en tres puntos, a saber:
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a. Los deseos de la carne.
b. Los deseos de los ojos.
c. La soberbia de la vida.
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Los dos áreas primeras o los dos puntos primeros, distorsionan el sentido correcto de la belleza estética para ofrecerle cabida al morbo y al placer sexual ilícito y depravado. La tercera área o último punto viene a culminar cuando se le ha dado rienda suelta al pensamiento irracional que empujará al consentidor a la ambición y a la codicia desenfrenada e insaciable.
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Esta distorsión de áreas por parte de Satanás, bien pudo cristalizarse en Eva (Gn. 3:6), pero el método diabólico fracasó tajantemente cuando Cristo fue tentado por el diablo en el desierto (Mt. 4:1-11). La diferencia estriba, en que Eva desobedeció conscientemente el mandato que provenía de la Boca de Dios, de su Perfecta e Insuperable Palabra. Tomó por poco la advertencia del Señor de las consecuencias de la muerte espiritual y física que hasta el día de hoy continúan apreciándose como terribles estragos en un mundo que cada vez hiede más a pecado, a muerte, a corrupción y desesperanza.
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Cristo venció al diablo, a pesar de sus atractivas y sensuales propuestas, porque creyó, no dudando, en la Palabra de su Dios. El dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios. Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás. La Biblia dice que el diablo le -dejó- después de esto, y la razón, fue por su derrota vergonzosa por el tremendo poder de la Palabra de Dios proclamada en los labios de Cristo, Palabra que lo puso muy lejos de su santa presencia; nada tenía que hacer al lado del Señor ya. No había ningún caso perder el tiempo con nuestro Señor Jesucristo en el desierto.
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De la manera que Cristo venció al diablo con el efectivo argumento celestial, el creyente debería de hacer exactamente lo mismo. Hemos dado a conocer en este sencillo estudio el método que el diablo ha utilizado desde tiempos inmemoriales para hacernos caer sin misericordia en el lodo cenagoso del pecado y de la condenación. Tendremos que partir, por obligación, de esta base para funcionar apropiadamente y mantenernos firmes en el camino de la salvación, sin permitirnos jamás la más mínima de las tolerancias con relación a las nefandas y destructivas sugerencias del astuto y tenaz Satanás. No hay mejor ofensiva que la de propinarle a Satanás un golpe bien asestado en sus protervas narices con la Palabra de Dios. Es el modo idóneo, si hay sometimiento al Justo, de resistirlo para que desista (huya) de su necio empecinamiento de hacernos caer en sus devastadores cepos de maldad (Stg. 4:7). Desgraciadamente, parece que la mayor parte de los cristianos no han entendido bien este asunto, y en vez de enfrentar a Satanás con la mejor arma que es la Palabra de Dios, lo encaran con sus propios recursos humanos inservibles. Sabemos cuál es el resultado final de todo este confuso proceder. Otros, ni cuenta se han dado que yacen dormidos en el fondo de sus oscuros y aprisionantes sótanos por no saber discernir sus malignas sutilezas que los tienen encallados además en las profundas tinieblas del pecado y de la ignorancia, creyendo estar agradando a Dios, como lo creyó el apóstol Pablo alguna vez en su religiosa vida. La causa: la irresponsable actitud de no escrutar con fervor e interés las Escrituras para estar avispados contra los embates satánicos, colocándolos en una posición complaciente, pusilánime, e indefensa.
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Las tentaciones de Jesús, fueron tan reales como las nubes que desprenden gotas de lluvia, como el sol que irradia calor. Cristo mostró su capacidad en la Palabra de Dios, como el Mesías Ungido, como el Hijo del Hombre, para vencer como buen Guerrero de Dios las tentaciones externas e internas (mentales) procedentes de Satanás, para rechazar sus ofertas más gloriosas y codiciables, hablando en el sentido puramente terrenal. Por otro lado, nosotros, los verdaderos hijos de Dios, no somos diferentes con Cristo para presentar contienda digna ante Satanás.
Cristo Jesús es nuestro ejemplo para derrotarlo del mismo modo que lo hizo en el desierto: con la Palabra proclamada, pero, es tan importante decir, con la condición de ser creída con sinceridad genuina. Sólo así vendremos a ser más que vencedores en Cristo Jesús, Señor nuestro.