Agustín de Hipona, un expositor Trinitario, pasó mucho tiempo considerando la doctrina recién desarrollada de la Trinidad, y por eso él trabajó concienzudamente en su obra sobre la Trinidad por espacio de veinte años. Aquí está lo que él tuvo que escribir de Juan 17:3, un pasaje que seguramente le quitaba el sueño:
“Y esta— añade Él— es la vida eterna, que ellos puedan conocerte a Ti, único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado.” El orden apropiado de las palabras es, “que ellos puedan conocerte a Ti y a Jesucristo, que tú has enviado, como único Dios verdadero.” (Agustín, Tractates sobre el Evangelio de Juan, Tractate 105).
Obviamente, a Agustín no le gustó mucho el mensaje claro de Juan y tuvo que refundir el pasaje para satisfacer sus propias fantasías.
Pero el orden apropiado de las palabras de Juan difiere radicalmente de las de Agustín, pues el apóstol dice: “Y esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, único Dios verdadero y a Jesucristo a quien tú has enviado”. Por consiguiente, por arte de magia, y un poco de imaginación, Agustín incluye al Hijo de Dios dentro de la locución “único Dios verdadero”. ¿Pero puede alguno, en su sano juicio, aceptar semejante acomodo?
La verdad de la historia es que el Verbo se hizo carne para enseñarle al mundo que Su Padre es el único Dios verdadero (Juan 1:1, 17:3)…¿¿¿qué les parece, amigos “trinotercos”???
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