José A. Fernández, España
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Esta frase puede significar muchas cosas: “Yo creo que la Biblia existe”, “Yo creo todo lo que la Biblia afirma de forma literal”, “Yo creo que la Biblia tiene partes que apuntan a la verdad de Dios”, “Yo creo que he de seguir todas las enseñanzas que aparecen en la Biblia”, “Yo creo que he de seguir algunas enseñanzas pero no todas”, “Yo creo que he de leer la Biblia todos los días”, “Yo creo que debería profundizar en mi estudio de la Biblia para poder identificar aquellas partes que han de ser aplicadas a mi vida hoy”, “Yo adoro la Biblia por encima de cualquier otra cosa”, etcétera… Todas estas frases encajan en lo que podemos querer decir cuando decimos: “Yo creo la Biblia”.
Sin embargo hay un sentido más en el que dicha frase se utiliza últimamente: el de mostrar una bandera determinada. A menudo he escuchado a gente usar esa frase con la intención de indicar que comparte una forma de pensar determinada a la hora de tratar ciertos asuntos como la homosexualidad, la ordenación de mujeres o la familia. Es importante darnos cuenta de que este uso de la frase es simplemente un uso partidista que no dice nada acerca de cómo leemos la Biblia, de qué partes aceptamos y cuáles no, ni de qué tipo de exégesis realizamos en nuestro estudio de los manuscritos bíblicos (ni siquiera dice si realmente hemos leído la Biblia por nosotros mismos). Lo que esa frase indica cuando se usa en este sentido es solamente el color de nuestra bandera, el partido eclesial que aceptamos.
A menudo echo en falta una mayor claridad por parte de los cristianos a la hora de decir lo que creen con respecto al texto bíblico. Decir que ‘creemos la Biblia’ no significa realmente nada con respecto a la posición que los distintos textos bíblicos ocupan en nuestra vida. Frases como estas no ayudan en absoluto a la hora de explicar el tipo de argumentos en los que nos basamos para pensar que un texto dice lo que creemos que dice. Es más: el uso de frases-bandera como estas solamente sirve para declarar nuestra posición con respecto a ciertos asuntos sin necesidad de justificar por qué creemos lo que decimos creer, para oscurecer las razones de nuestra fe y otorgarles una sensación de certeza ficticia que pone en evidencia nuestra inseguridad acerca de la procedencia de estas opiniones que tanto apoyamos. Frases como estas tienen el poder, nada bueno en nuestros tiempos, de matar el diálogo, de poner punto y final a la conversación.
Por tanto, en honor al diálogo que estamos intentando alcanzar y que promete abrir una puerta de esperanza en nuestro intento de superar las barreras que en estos momentos parecen infranqueables entre algunos grupos cristianos, me gustaría votar por dejar a un lado las frases-bandera en nuestras discusiones acerca de ciertos asuntos y pedir un mayor esfuerzo por ser claros a la hora de expresar nuestras opiniones y los argumentos en los que nos basamos para tenerlas.
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