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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

sábado, 10 de abril de 2010

MUERTE Y RESURRECCION



Por el Dr. Javier Rivas Martinez (MD).
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Cristo por medio de su resurrección ha asegurado que en el día postrero (Jn.11:24) los justos y santos creyentes sean levantados por el infinito poder delegado por su Padre y Dios de aquel sepulcro silencioso y frió, lugar en que la inmutable Parca los mantuvo celosamente abrigados en su letal seno, siendo inertemente sometidos en las profundidades más oscuras de la inconsciencia no fisiológica, de acuerdo a Ec.9:5, para una vida mejor y hermosa, llena de gloria, y de ese modo poder tomar la heredad terrenal que fue prometida haca casi un par de milenios por el glorioso Cristo (Mt.5:5). Ejemplo claro vemos el que está en el libro de Daniel el profeta, cuando sea resucitado del polvo de la tierra para tomar su heredad terrenal correspondiente y por derecho divino:

«Y tu irás hasta el fin, y reposarás, y te levantarás para recibir tu heredad al fin de los días» (Dn.12:13).

Aunque los teólogos liberales, a los que yo llamo, al no creer en la resurrección, los neo-saduceos (Mt.22:33), niegan los actos sobrenaturales plasmados en la Biblia, la resurrección del Hijo de Dios es un evento histórico que asegura la vida sempiterna de los que han creído y confiado en el Padre que la otorga en esta condicionante sin alternativas (Recomiendo por favor leer el capítulo 15 de 1 de Corintios para que se afirme y se comprenda bien lo que hablamos en nuestro artículo).

La Biblia da testimonio de que Cristo fue levantado de entre los muertos, y damos fe positivamente ya que hemos creído en la Infalibilidad de las Escrituras (1 de Co.15:3, 4). La narración de la resurrección del Señor, se podrá obtener en el capítulo 28 de Mateo, en el capítulo 24 de Lucas, en el capítulo 16 de Marcos, y los capítulos 20 y 21 de Juan.

La Biblia reporta que hubo testigos oculares en la resurrección de Cristo. Pablo menciona que Cristo apareció primero a Cefas (Pedro), luego a los doce apóstoles, posteriormente a Jacobo, más tarde, a más de quinientos hermanos de los cuales muchos aún vivían en el tiempo que Pablo escribía la primera carta a los corintios, pero otros habían fenecido ya. Por último, Cristo aparece a Saulo cuando se dirigía a Damasco para poner en la cárcel a los creyentes del Dios verdadero, a los del Camino (1 de Co.15:6-8; Hch. cap. 9).

Un suceso que me asombró mucho y que me llamó grandemente la atención, es el que la Biblia narra del Cristo resucitado: Que le fue dado una parte de un pez asado por los apóstoles, al estar ellos absolutamente incrédulos por su resurrección. El Señor comió el pez . . . ¡Hasta le dieron como postre un panal de miel! (Lc.24:41, 42). La Biblia dice que los muertos en Cristo serán resucitados de entre los muertos. Este acto tan necesario no cuenta con otra opción más para que alguien pueda ser apto para entrar al Reino de Dios Venidero (1 Ts.4:16; Ap.20:6).

La Importancia de la Resurrección:
Si la resurrección no fue un hecho real, entonces:
1. Es vana la predicación (1 Co.15:4).
2. Es vana nuestra fe (1 Co.15:14).
3. Los apóstoles son testigos falsos (1 Co.15:15).
4. Estamos todavía en nuestros pecados (1 Co.15:17).
5. Los que murieron en Cristo han perecido definitivamente (1 Co.15:18).
6. Somos los creyentes, los seres humanos más míseros de todos (1 Co.15:19):
7. Pero, la resurrección de Cristo, es un hecho inequívoco al que se le da énfasis en la Biblia: Hch.2:24, 32; 3:15, 26; 4:10; 10:40; 13:30-37; 17:31; Ro.4:24, 25; 6:4, 9; 7:4; 8:11; 10:9; 1 Co 6:14; 2 Co.4:14; Ga.1:1; Ef.1:20; Col.2:12; 1 Ts. 1:10; 2 Tim.2:8; 1 P.1:21.

Cristo venció la muerte al ser resucitado y con la muerte acabará de una vez por todas con el viejo diablo engañador y con su tétrico y avieso imperio de devastación que era inquebrantable antes, como premio de su perversión y de su implacable y arrogante malignidad. ¡Gloria a Dios por el asombroso evento de la resurrección!:

«Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, el también participó de los mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre» (He.2:14, 15).

Dios les bendiga siempre, hermanos y amigos míos.