Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)
«Sin el beneficio de un previo adoctrinamiento de que Jesús era un ser eternamente preexistente y por tanto Dios, un lector del Nuevo Testamento deduciría que el esperado Mesías era una persona humana real, un descendiente de Abraham y de David, engendrado sobrenaturalmente (Mat. 1.20). Como nosotros, él vino al mundo como un infante indefenso; creció en conocimiento y sabiduría; experimentó todas las debilidades comunes de la humanidad: hambre, sed y fatiga; tuvo las emociones profundas de cualquier persona expresadas en ira, compasión, y temor a la muerte; tuvo su propia voluntad y oró para que pudiera escapar de la muerte cruel que sabía enfrentaría. El murió la muerte de un hombre mortal, y antes de su muerte, como un hijo amante y compasivo, proveyó para la continua seguridad de su madre». Anthony F. Buzzard, Teólogo Unitario.
Demos inicio a nuestro estudio:
El «gnosticismo» es un conjunto de corrientes filosóficas-religiosas que llegaron a anexarse con el cristianismo para formar un pavoroso sincretismo superpagano, en los comienzos de la era cristiana. Una de las características del gnosticismo que se originó en el Oriente, consiste en haber concertado un falso cristianismo dualista: “... todo mal está ligado a la materia”; por otro lado, “lo divino a lo espiritual solamente”. Por este motivo, no podía haber redención a través de algo material, en un cuerpo hecho de materia. De tal manera que Cristo, como espíritu, únicamente poseía un cuerpo en apariencia para salvar a la humanidad, el del “Jesús humano”, que fue dejado por el “espíritu de Cristo”, el cual después subió al cielo. Para el gnosticismo, un aeón es cada una de las inteligencias eternas, o entidades divinas, emanadas de la Divinidad Suprema. El gnosticismo sostiene que Cristo, como aeón divino, descendió de la Pléroma, la unidad esencial de la que emanan las demás existencias en pares, como Dios/Diablo, para iluminar y salvar a los hombres mortales que estaban presos y condenados por el inextinguible pecado. Juan el apóstol combatió con gran determinación el gnosticismo docético. Este gnosticismo, una de las tantas ramas habidas, apareció a fines del siglo I y afirmaba que Cristo no padeció la cruz porque su cuerpo no fue real, sino sólo una “apariencia”. Es por eso que Juan exclamó con entera resolución: «...Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo» (1 Jn.4:2-3). Y no se refiere aquí el apóstol a una presunta “encarnación” del Hijo de Dios, cuando escribe «venido en carne»: En realidad, el apóstol se refiere a Cristo como a una [entidad individual humana], como a [una persona]. [Venido en carne], no precisa una condición de preexistencia del Hijo de Dios. La identidad de Jesucristo se establece en el momento de su engendramiento sobrenatural, sucitado en el espacio y tiempo de la historia... Cualquier cosa que infiera sobre una supuesta “filiación eterna” de Cristo, queda excluida terminantemente por no ser bíblica.
La doctrina docética, como el dualismo gnóstico, separa los concpetos cuerpo y espíritu, adjudicándole al primero todo lo temporal, ilusorio y corrupto; y al segundo lo que es eterno, real y perfecto. El cuerpo de Cristo, para el docetismo, el de Jesús, fue un espejismo, una falsa ilusión, ni más ni menos. El docetismo alega que la crucifixión del Señor fue algo irreal, una quimera. Al salvar a los hombres de sus maladades, él regresó a la Pléroma como el Cristo- espíritu que era. Según Cerinto de Efeso, el Cristo divino descendió sobre el Jesús humano en el instante de su bautismo y lo abandonó antes de ser crucificado. Para el docetismo, Cristo ha sido un agente preexistente, pero para el verdadero cristianismo, su verdadera filiación, la humana, pero pura y sin mancha, se consolida al ser concebido por el espíritu santo, el poder infinito de Dios:
Lc.1:31-35 «Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios».
El gnosticismo que sostiene la idea de los espíritus o aeónes descendidos en cuerpos humanos, ha sido tomado, de muy peculiar manera, por ciertos grupos sectarios denominados como cristianos, pero que en realidad no lo son. Lo vemos en la doctrina “teoantrópica” que ha sido aceptada por católicos y protestantes; lo miramos en los mormones, que proclaman que “las almas humanas existen antes de su encarnación en cuerpos de hombres y mujeres: que son los hijos espirituales de los dioses”. Por otra parte, la sincrética Nueva Era, declara que “al dar principio una nueva edad, el Solar Logos, Sanat Kumara, o Satanás, envía al Cristo, un espíritu, que desciende de las partes altas espirituales sobre un cuerpo humano con el propósito de dar al mundo una nueva revelación iluminadora”. Para la Nueva Era, “el Cristo descendió sobre el cuerpo de Jesús en el instante de su bautismo y obró en el durante tres años”. Para los seguidores de la Nueva Era, este hecho “inaugura la Era Cristiana, tiempo en que la tierra enfrentó la constelación de Piscis”.
Sería muy imperdonable no decir que los Testigos de Jehová han concientizado mucho del influjo del retorcido gnosticismo. “Imperdonable”, porque muchos han caído en su mortales redes y por ende es necesario mostrarles los errores doctrinales de este herético clan. Y aunque reniegan con puntapiés, cachetadas y porrazos furiosos de los católicos y protestantes por el dogma de la encarnación de Cristo, paradójicamnte también han acpetado este pagano dilema, nada convincente para los buenos escrutadores de las Sagradas Escrituras. Miremos lo que sus atroces y ridículos documentos dicen al respecto:
En «Estudios en las Escrituras», tomo 5, se dice que: “Nuestro Redentor existió como espíritu antes de hacerse carne y vivir entre los hombres...”
En otros de sus escritos se comenta que “Jesús no era Hijo de Dios”. Que el arcángel “Miguel es realmente Cristo Jesús”. Para los Testigos, Cristo Jesús era una criatura espirtual creada antes de la fundación del mundo. “Cristo Jesús, Miguel, peleó con el dragón y este fue echado a la tierra” (Ap.12:7).
Así como los gnósticos, los Testigos de Jehová despojan a Cristo de sus inherentes cualidades humanas: lo tornan primero como un ser espiritual, en un ángel, Miguel, y lo colocan con “previedad” en un sito extraterreno; después lo introducen en un cuerpo humano. A diferencia de los gnósticos, Cristo no asciende a los sitios celestiales como espíritu, sino que su cuerpo se ha desvanecido como si fuera un “gas volátil”, como cualquier conocido en este mundo. Con esto niegan su gloriosa resurrección corporal, tan evidente en el Nuevo Testamento. En la Biblia miramos que después de su resurrección, Cristo les hace saber a sus discípulos que [no es un espíritu, sino que él mismo, de carne y hueso]... ¿es posible que un espírtu incorpóreo sea capaz de comer un pez asado cómo Cristo lo hizo? (léase por favor Lc.24:36-43). ¿No dice Pablo, después de la resurrección del Señor, qué «somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos»? (Ef.5:30). ¿Qué contestan a esto los hijos “malcriados” de Russell? La desquiciada idea de los Testigos que supone que el cuerpo de Cristo se halla preservado en un lugar oculto y desconocido, es una enorme farsa, porque la Biblia nos dice que el Señor y Mesías se encuentra [Sentado a la Diestra del Padre, en el cielo]. Corrobórese esta afirmación en Lc.24:51; Mr.16:19; Hech.1:11; 7:55.
¿Es Cristo Jesús el arcángel Miguel? Definitivamente... ¡no!
La Biblia jamás asevera semejante esperpento que los Testigos de Jehová difunden con abierta desfachatez. Esto es evaluado como estúpido: una birra hecha a la medida de sus corazones carnales, mangoneados por el astuto Satanás, el padre de mentira, que los “trae de cabeza”. Para empezar, la Biblia nada dice a este respecto. En el capítulo primero de la carta a los Hebreos, Cristo no es únicamente superior a los profetas (1:2), sino que también a los [ángeles], como «Hijo de Dios»... mírese para esto Heb.1:4; 2:18. En el capítulo citado, Pablo hace una «comparativa y perfecta distinción» entre Cristo Jesús y los ángeles de Dios: «¿A cuál...?», es decir, «A qué ángel individual». Como [clase], los ángeles son llamados «hijos de Dios» (Elohim... Sal.29:1), pero ningún determinado ángel es llamado «Hijo de Dios» como es en el caso del Mesías Hombre en el Sal.2:7. En la carta a los Hebreos, aparece este mismo verso: «... Mi Hijo eres tú, yo te he engendrado hoy, y otra vez: yo seré a él Padre, y el me será a mí Hijo? (Heb.1:5). Cristo es «superior a los ángeles», puesto que «alcanzó por herencia (como el Unigénito Hijo de Dios, como el Primogénito del Padre) más excelente nombre que ellos» (Heb.1:4). La Biblia no muestra que exista “adoración” entre los ángeles, pero de éstos Cristo sí la ha «recibido» (véase por favor Heb.1:6). Cristo es el «heredero de todas las cosas, del mundo venidero» (Heb.1:2), es el «resplandor de la gloria de Dios» (Heb.1:3). Fue quien realizó la «purificación de nuestros pecados» (Heb.1:7), y hoy se halla «Sentado a la Diestra de la Majestad», esperando su «regreso al mundo», por orden categórica del Padre, para« gobernarlo por mil años con sus hermanos redimidos» (Heb.1:3; Mt.24:36; Mr.13:32; Mt.25:31-36; Ap.1:7; Ap.20:4, 6). En esto, Cristo es [incomparablemente superior los ángeles]. Las funciones que los ángeles desempeñan por voluntad de Dios, no son equiparables con la grandiosa obra de Cristo... ¿No dice Pablo de ellos?: «No son todos espíritus ministradores, enviados para el servicio a favor de los que serán herederos de la salvación (Heb.1:14). ¿Y de Cristo?: «Por lo cual Dios también lo exaltó a lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos (los ángeles), y en la tierra, y debajo de la tierra... » (Fil.2:9-10).
No es factible que Cristo, antes de su engendramiento, haya sido un ángel, puesto nunca perteneció a esta «compañia» (véase por favor Heb12:22). Estas maravillosas entidades creadas no son una «raza», de tal forma que Dios «no pudo socorrer a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham» por medio de Cristo (Heb.2:16). Cristo proveyó salvación a los hombres caídos, y no a los ángeles que le fallaron a su Creador, porque su naturaleza humana, una intachable y perfecta, lo relacionaba con los hombres de los cuales descendía (véase su genealogía terrena en Mt.1:1-17).
La doctrina de la “encarnación” de Cristo ha hecho del bendito Señor un ser ambiguo, un dios-hombre, al cuasi-marginar confusamente su naturaleza humana con una divina. Los padres de la iglesia primitiva procedentes de la Escuela Catequística de Alejandría, formularon y le dieron la “bienvenida” a este dogma mundano, vástago de la filosofía griega, en los concilios católicos como el de Nicea (325. d.C) y el de Constatinopla (381 d. C). Más tarde, del mismo modo, los llamados “evangélicos protestantes”; con sus variaciones: los mormones, los miembros de la ocultista Nueva Era, y los Testigos de Jehová.
Errores doctrinales tan garrafales como este, son muy comúnes en los Testigos de Jehová; sobre todo, en sus profecías, las que nunca han sido veraces en sus cumplimientos. Por ejemplo, haciendo un paréntesis, Russell aseguró que “los tiempos de los gentiles terminarían en 1914”, cosa que todavía no se ha dado en estos días (Lc.21:24). Para 1889, Russell había profetizado que en “veintiséis años después” de esta fecha dada los “gobiernos del mundo serían devastados”, y nada de esto, hasta hoy, ha ocurrido. Profetizó este soberbio engendro del mal que para el año 1914 la “Iglesia Católica Romana sería derrumbada”... ¡y cómo hay católicos hogaño en el mundo, amados lectores! Y por si fuera poco, vaticinó, como si fuese un “profeta de Dios iluminado”, que los “bancos, escuelas e iglesias serían aniquilados de una vez por siempre”: situación sin cumplimiento, hasta la fecha, amigos míos.
Hay más, pero creo que con esto se da prueba suficiente que los Testigos de Jehová es una «condenable y falsa secta anticristiana, de rotundo engaño», que no tiene parte en el glorioso Reino de Dios futuro, sino en el ígneo Infierno, al menos que desista a sus inumerables y absurdas ficciones que ha creído con necedad fanática y ceguera colosal.
¿O no es cierto esto, Sr. Armando López Golart? Usted que ha dicho que salió de los Testigos de Jehová. Es muy extraño que a pesar del daño que le ocacionaron, como usted una vez me lo confesó, y le consta que no miento, jamás le hemos visto que les refute tan siquiera una de sus diabólicas y retorcidas doctrinas, llenas de implacable perversidad... Extraño es, Sr. López Golart, que usted no haya denunciado la cruel conducta para con el prójimo de este movimiento dislocado, exponiendo el caso suyo como ejemplo, como lo han hecho con valentía otros. ¿Porqué no les muestra a las gentes, por su experiencia, los manejos inconvenientes y malignos de la secta, Sr. López Golart? Pero lo más extraño es que usted insista en seguir abrazando sus conceptos equivocados, según lo visto en sus espurios y tenebrosos escritos, a pesar de las heridas emocionales que estos hijos del diablo y de la muerte le propinaron tan “efectivamente”... ¿O miento, Señor Armando López Golart? Usted asegura que es una persona por demás “tranquila”; discúlpeme por no dar crédito en lo que afirma, porque sus ofensivos escritos dicen que usted es otra clase de persona: usted refleja el pensamiento de un desesperado y fanático religioso, furiosamente conflictivo, el de un neurótico compulsivo, el de una persona muy inestable y terca... Tal es la verdad, simplemente. Tenga cuidado, porque «... el juez está delante de la puerta» (Stg. 5:9).
Y para terminar, como recapitulación y un agregado más:
El gnosticismo del siglo II (Gnosis = conocimiento) “encarnó en el cuerpo del Jesús humano un espírtu o aeón bajado de las esferas supramundanas”, el de Cristo, privándolo de su verdadera identidad humana que se originó en el momento de su concepción sobrenatural («Y dará a luz un Hijo, y le pondrás por nombre Jesús...» Mt.1:21).
Los gnósticos enseñaron que la salvación se alcanzaba, tan sólo, a través de la “iluminación de la mente”, de la “conciencia”. Esta “iluminación” descendía en los seres humanos “selectos” en las cuestiones espirituales, en los llamados “iniciados”, pero nunca en los cristianos en general. Los gnósticos reemplazaron la Fe por el conocimiento intelectual: La expeculación por arriba de las normas fundamentales propuestas en los Evangelios; por tal razón, Juan el apóstol, con gran indignación, los combatió enérgicamente. Con sus variaciones, los católicos y protestantes, los mormones, los novoeristas, y los Testigos de Jehová, han sido embrujados en este tiempo por su hechizo antiguo y mundano, como ya lo vimos anticipadamente en este estudio.
Le doy las gracias a mis amados lectores por visitarnos con agrado en esta su página, en donde se predica la verdad con dedicación y seriedad.
Que Dios me los bendiga siempre.
Biblia Plenitud: NVI
Biblia de Estudio Siglo XXI, RVA.
Comentario al Texto Griego del Nuevo Testamento. A.T. Robertson.
La Doctrina de la Trinidad: La Herida Auto Inflingida del Cristianismo. Anthony F. Buzzard.
Cuál Camino? Luisa Jeter de Walker.
«Sin el beneficio de un previo adoctrinamiento de que Jesús era un ser eternamente preexistente y por tanto Dios, un lector del Nuevo Testamento deduciría que el esperado Mesías era una persona humana real, un descendiente de Abraham y de David, engendrado sobrenaturalmente (Mat. 1.20). Como nosotros, él vino al mundo como un infante indefenso; creció en conocimiento y sabiduría; experimentó todas las debilidades comunes de la humanidad: hambre, sed y fatiga; tuvo las emociones profundas de cualquier persona expresadas en ira, compasión, y temor a la muerte; tuvo su propia voluntad y oró para que pudiera escapar de la muerte cruel que sabía enfrentaría. El murió la muerte de un hombre mortal, y antes de su muerte, como un hijo amante y compasivo, proveyó para la continua seguridad de su madre». Anthony F. Buzzard, Teólogo Unitario.
Demos inicio a nuestro estudio:
El «gnosticismo» es un conjunto de corrientes filosóficas-religiosas que llegaron a anexarse con el cristianismo para formar un pavoroso sincretismo superpagano, en los comienzos de la era cristiana. Una de las características del gnosticismo que se originó en el Oriente, consiste en haber concertado un falso cristianismo dualista: “... todo mal está ligado a la materia”; por otro lado, “lo divino a lo espiritual solamente”. Por este motivo, no podía haber redención a través de algo material, en un cuerpo hecho de materia. De tal manera que Cristo, como espíritu, únicamente poseía un cuerpo en apariencia para salvar a la humanidad, el del “Jesús humano”, que fue dejado por el “espíritu de Cristo”, el cual después subió al cielo. Para el gnosticismo, un aeón es cada una de las inteligencias eternas, o entidades divinas, emanadas de la Divinidad Suprema. El gnosticismo sostiene que Cristo, como aeón divino, descendió de la Pléroma, la unidad esencial de la que emanan las demás existencias en pares, como Dios/Diablo, para iluminar y salvar a los hombres mortales que estaban presos y condenados por el inextinguible pecado. Juan el apóstol combatió con gran determinación el gnosticismo docético. Este gnosticismo, una de las tantas ramas habidas, apareció a fines del siglo I y afirmaba que Cristo no padeció la cruz porque su cuerpo no fue real, sino sólo una “apariencia”. Es por eso que Juan exclamó con entera resolución: «...Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo» (1 Jn.4:2-3). Y no se refiere aquí el apóstol a una presunta “encarnación” del Hijo de Dios, cuando escribe «venido en carne»: En realidad, el apóstol se refiere a Cristo como a una [entidad individual humana], como a [una persona]. [Venido en carne], no precisa una condición de preexistencia del Hijo de Dios. La identidad de Jesucristo se establece en el momento de su engendramiento sobrenatural, sucitado en el espacio y tiempo de la historia... Cualquier cosa que infiera sobre una supuesta “filiación eterna” de Cristo, queda excluida terminantemente por no ser bíblica.
La doctrina docética, como el dualismo gnóstico, separa los concpetos cuerpo y espíritu, adjudicándole al primero todo lo temporal, ilusorio y corrupto; y al segundo lo que es eterno, real y perfecto. El cuerpo de Cristo, para el docetismo, el de Jesús, fue un espejismo, una falsa ilusión, ni más ni menos. El docetismo alega que la crucifixión del Señor fue algo irreal, una quimera. Al salvar a los hombres de sus maladades, él regresó a la Pléroma como el Cristo- espíritu que era. Según Cerinto de Efeso, el Cristo divino descendió sobre el Jesús humano en el instante de su bautismo y lo abandonó antes de ser crucificado. Para el docetismo, Cristo ha sido un agente preexistente, pero para el verdadero cristianismo, su verdadera filiación, la humana, pero pura y sin mancha, se consolida al ser concebido por el espíritu santo, el poder infinito de Dios:
Lc.1:31-35 «Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios».
El gnosticismo que sostiene la idea de los espíritus o aeónes descendidos en cuerpos humanos, ha sido tomado, de muy peculiar manera, por ciertos grupos sectarios denominados como cristianos, pero que en realidad no lo son. Lo vemos en la doctrina “teoantrópica” que ha sido aceptada por católicos y protestantes; lo miramos en los mormones, que proclaman que “las almas humanas existen antes de su encarnación en cuerpos de hombres y mujeres: que son los hijos espirituales de los dioses”. Por otra parte, la sincrética Nueva Era, declara que “al dar principio una nueva edad, el Solar Logos, Sanat Kumara, o Satanás, envía al Cristo, un espíritu, que desciende de las partes altas espirituales sobre un cuerpo humano con el propósito de dar al mundo una nueva revelación iluminadora”. Para la Nueva Era, “el Cristo descendió sobre el cuerpo de Jesús en el instante de su bautismo y obró en el durante tres años”. Para los seguidores de la Nueva Era, este hecho “inaugura la Era Cristiana, tiempo en que la tierra enfrentó la constelación de Piscis”.
Sería muy imperdonable no decir que los Testigos de Jehová han concientizado mucho del influjo del retorcido gnosticismo. “Imperdonable”, porque muchos han caído en su mortales redes y por ende es necesario mostrarles los errores doctrinales de este herético clan. Y aunque reniegan con puntapiés, cachetadas y porrazos furiosos de los católicos y protestantes por el dogma de la encarnación de Cristo, paradójicamnte también han acpetado este pagano dilema, nada convincente para los buenos escrutadores de las Sagradas Escrituras. Miremos lo que sus atroces y ridículos documentos dicen al respecto:
En «Estudios en las Escrituras», tomo 5, se dice que: “Nuestro Redentor existió como espíritu antes de hacerse carne y vivir entre los hombres...”
En otros de sus escritos se comenta que “Jesús no era Hijo de Dios”. Que el arcángel “Miguel es realmente Cristo Jesús”. Para los Testigos, Cristo Jesús era una criatura espirtual creada antes de la fundación del mundo. “Cristo Jesús, Miguel, peleó con el dragón y este fue echado a la tierra” (Ap.12:7).
Así como los gnósticos, los Testigos de Jehová despojan a Cristo de sus inherentes cualidades humanas: lo tornan primero como un ser espiritual, en un ángel, Miguel, y lo colocan con “previedad” en un sito extraterreno; después lo introducen en un cuerpo humano. A diferencia de los gnósticos, Cristo no asciende a los sitios celestiales como espíritu, sino que su cuerpo se ha desvanecido como si fuera un “gas volátil”, como cualquier conocido en este mundo. Con esto niegan su gloriosa resurrección corporal, tan evidente en el Nuevo Testamento. En la Biblia miramos que después de su resurrección, Cristo les hace saber a sus discípulos que [no es un espíritu, sino que él mismo, de carne y hueso]... ¿es posible que un espírtu incorpóreo sea capaz de comer un pez asado cómo Cristo lo hizo? (léase por favor Lc.24:36-43). ¿No dice Pablo, después de la resurrección del Señor, qué «somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos»? (Ef.5:30). ¿Qué contestan a esto los hijos “malcriados” de Russell? La desquiciada idea de los Testigos que supone que el cuerpo de Cristo se halla preservado en un lugar oculto y desconocido, es una enorme farsa, porque la Biblia nos dice que el Señor y Mesías se encuentra [Sentado a la Diestra del Padre, en el cielo]. Corrobórese esta afirmación en Lc.24:51; Mr.16:19; Hech.1:11; 7:55.
¿Es Cristo Jesús el arcángel Miguel? Definitivamente... ¡no!
La Biblia jamás asevera semejante esperpento que los Testigos de Jehová difunden con abierta desfachatez. Esto es evaluado como estúpido: una birra hecha a la medida de sus corazones carnales, mangoneados por el astuto Satanás, el padre de mentira, que los “trae de cabeza”. Para empezar, la Biblia nada dice a este respecto. En el capítulo primero de la carta a los Hebreos, Cristo no es únicamente superior a los profetas (1:2), sino que también a los [ángeles], como «Hijo de Dios»... mírese para esto Heb.1:4; 2:18. En el capítulo citado, Pablo hace una «comparativa y perfecta distinción» entre Cristo Jesús y los ángeles de Dios: «¿A cuál...?», es decir, «A qué ángel individual». Como [clase], los ángeles son llamados «hijos de Dios» (Elohim... Sal.29:1), pero ningún determinado ángel es llamado «Hijo de Dios» como es en el caso del Mesías Hombre en el Sal.2:7. En la carta a los Hebreos, aparece este mismo verso: «... Mi Hijo eres tú, yo te he engendrado hoy, y otra vez: yo seré a él Padre, y el me será a mí Hijo? (Heb.1:5). Cristo es «superior a los ángeles», puesto que «alcanzó por herencia (como el Unigénito Hijo de Dios, como el Primogénito del Padre) más excelente nombre que ellos» (Heb.1:4). La Biblia no muestra que exista “adoración” entre los ángeles, pero de éstos Cristo sí la ha «recibido» (véase por favor Heb.1:6). Cristo es el «heredero de todas las cosas, del mundo venidero» (Heb.1:2), es el «resplandor de la gloria de Dios» (Heb.1:3). Fue quien realizó la «purificación de nuestros pecados» (Heb.1:7), y hoy se halla «Sentado a la Diestra de la Majestad», esperando su «regreso al mundo», por orden categórica del Padre, para« gobernarlo por mil años con sus hermanos redimidos» (Heb.1:3; Mt.24:36; Mr.13:32; Mt.25:31-36; Ap.1:7; Ap.20:4, 6). En esto, Cristo es [incomparablemente superior los ángeles]. Las funciones que los ángeles desempeñan por voluntad de Dios, no son equiparables con la grandiosa obra de Cristo... ¿No dice Pablo de ellos?: «No son todos espíritus ministradores, enviados para el servicio a favor de los que serán herederos de la salvación (Heb.1:14). ¿Y de Cristo?: «Por lo cual Dios también lo exaltó a lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos (los ángeles), y en la tierra, y debajo de la tierra... » (Fil.2:9-10).
No es factible que Cristo, antes de su engendramiento, haya sido un ángel, puesto nunca perteneció a esta «compañia» (véase por favor Heb12:22). Estas maravillosas entidades creadas no son una «raza», de tal forma que Dios «no pudo socorrer a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham» por medio de Cristo (Heb.2:16). Cristo proveyó salvación a los hombres caídos, y no a los ángeles que le fallaron a su Creador, porque su naturaleza humana, una intachable y perfecta, lo relacionaba con los hombres de los cuales descendía (véase su genealogía terrena en Mt.1:1-17).
La doctrina de la “encarnación” de Cristo ha hecho del bendito Señor un ser ambiguo, un dios-hombre, al cuasi-marginar confusamente su naturaleza humana con una divina. Los padres de la iglesia primitiva procedentes de la Escuela Catequística de Alejandría, formularon y le dieron la “bienvenida” a este dogma mundano, vástago de la filosofía griega, en los concilios católicos como el de Nicea (325. d.C) y el de Constatinopla (381 d. C). Más tarde, del mismo modo, los llamados “evangélicos protestantes”; con sus variaciones: los mormones, los miembros de la ocultista Nueva Era, y los Testigos de Jehová.
Errores doctrinales tan garrafales como este, son muy comúnes en los Testigos de Jehová; sobre todo, en sus profecías, las que nunca han sido veraces en sus cumplimientos. Por ejemplo, haciendo un paréntesis, Russell aseguró que “los tiempos de los gentiles terminarían en 1914”, cosa que todavía no se ha dado en estos días (Lc.21:24). Para 1889, Russell había profetizado que en “veintiséis años después” de esta fecha dada los “gobiernos del mundo serían devastados”, y nada de esto, hasta hoy, ha ocurrido. Profetizó este soberbio engendro del mal que para el año 1914 la “Iglesia Católica Romana sería derrumbada”... ¡y cómo hay católicos hogaño en el mundo, amados lectores! Y por si fuera poco, vaticinó, como si fuese un “profeta de Dios iluminado”, que los “bancos, escuelas e iglesias serían aniquilados de una vez por siempre”: situación sin cumplimiento, hasta la fecha, amigos míos.
Hay más, pero creo que con esto se da prueba suficiente que los Testigos de Jehová es una «condenable y falsa secta anticristiana, de rotundo engaño», que no tiene parte en el glorioso Reino de Dios futuro, sino en el ígneo Infierno, al menos que desista a sus inumerables y absurdas ficciones que ha creído con necedad fanática y ceguera colosal.
¿O no es cierto esto, Sr. Armando López Golart? Usted que ha dicho que salió de los Testigos de Jehová. Es muy extraño que a pesar del daño que le ocacionaron, como usted una vez me lo confesó, y le consta que no miento, jamás le hemos visto que les refute tan siquiera una de sus diabólicas y retorcidas doctrinas, llenas de implacable perversidad... Extraño es, Sr. López Golart, que usted no haya denunciado la cruel conducta para con el prójimo de este movimiento dislocado, exponiendo el caso suyo como ejemplo, como lo han hecho con valentía otros. ¿Porqué no les muestra a las gentes, por su experiencia, los manejos inconvenientes y malignos de la secta, Sr. López Golart? Pero lo más extraño es que usted insista en seguir abrazando sus conceptos equivocados, según lo visto en sus espurios y tenebrosos escritos, a pesar de las heridas emocionales que estos hijos del diablo y de la muerte le propinaron tan “efectivamente”... ¿O miento, Señor Armando López Golart? Usted asegura que es una persona por demás “tranquila”; discúlpeme por no dar crédito en lo que afirma, porque sus ofensivos escritos dicen que usted es otra clase de persona: usted refleja el pensamiento de un desesperado y fanático religioso, furiosamente conflictivo, el de un neurótico compulsivo, el de una persona muy inestable y terca... Tal es la verdad, simplemente. Tenga cuidado, porque «... el juez está delante de la puerta» (Stg. 5:9).
Y para terminar, como recapitulación y un agregado más:
El gnosticismo del siglo II (Gnosis = conocimiento) “encarnó en el cuerpo del Jesús humano un espírtu o aeón bajado de las esferas supramundanas”, el de Cristo, privándolo de su verdadera identidad humana que se originó en el momento de su concepción sobrenatural («Y dará a luz un Hijo, y le pondrás por nombre Jesús...» Mt.1:21).
Los gnósticos enseñaron que la salvación se alcanzaba, tan sólo, a través de la “iluminación de la mente”, de la “conciencia”. Esta “iluminación” descendía en los seres humanos “selectos” en las cuestiones espirituales, en los llamados “iniciados”, pero nunca en los cristianos en general. Los gnósticos reemplazaron la Fe por el conocimiento intelectual: La expeculación por arriba de las normas fundamentales propuestas en los Evangelios; por tal razón, Juan el apóstol, con gran indignación, los combatió enérgicamente. Con sus variaciones, los católicos y protestantes, los mormones, los novoeristas, y los Testigos de Jehová, han sido embrujados en este tiempo por su hechizo antiguo y mundano, como ya lo vimos anticipadamente en este estudio.
Le doy las gracias a mis amados lectores por visitarnos con agrado en esta su página, en donde se predica la verdad con dedicación y seriedad.
Que Dios me los bendiga siempre.
Biblia Plenitud: NVI
Biblia de Estudio Siglo XXI, RVA.
Comentario al Texto Griego del Nuevo Testamento. A.T. Robertson.
La Doctrina de la Trinidad: La Herida Auto Inflingida del Cristianismo. Anthony F. Buzzard.
Cuál Camino? Luisa Jeter de Walker.