Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)
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Antes de enumerar las razones por las cuales sostengo la existencia del diablo personal y cósmico (ángel caído), que a mi entender es el primer homicida y mentiroso, es que de no hacerlo así, muchos incautos podrían salir engañados más fácilmente por los argumentos retorcidos y rebuscados de los “demonofóbicos”, o por aquellos que han sido seducidos por la idea del “mito” del diablo. Además, se genera automáticamente un peligro aún mayor, porque al no percibir a este diablo-angélico como un poderoso enemigo cósmico, los cristianos no tendrían porqué estar en guardia y orando para ser protegidos de un diablo que opera en contra de los hombres, empleando ardides y maquinaciones maquiavélicas. Es decir, ya no tendría sentido orar a Dios para recibir su ayuda o protección en el momento de la tentación.
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A).- DOS ESPÍRITUS QUE PUEDEN MORAR EN EL HOMBRE
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Una primera razón para creer en el diablo es que la Biblia nos dice que un espíritu puede morar o residir en un hombre. En el caso de los salvos, los creyentes, los siervos de Dios, el Espíritu que mora en ellos es el Espíritu de Dios. Lo dice Pablo muy claramente, así: ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?... ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros (es decir, que le pertenecemos a Dios)? (1 Cor. 3:16). Esto es por demás interesante porque el hombre que tiene el espíritu de Dios morando en él PERTENECE A DIOS.
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Todos los cristianos, incluyendo a los cristadelfianos, creemos que el espíritu santo es un espíritu que de alguna manera entra y mora en el creyente y le enseña y recuerda las enseñanzas del Señor (Juan 14:26). Sea o no el Espíritu Santo Dios, (tema para otro debate) lo cierto es que este es un espíritu— ¡el espíritu de Dios! Este espíritu puede ayudar al creyente a tener actitudes espirituales como es el amor, gozo, paz, paciencia, bondad, etc, etc (Gál. 5:22,23). También el espíritu de Dios nos convence de pecado, y nos brinda poder y fortaleza para contrarrestar el mal (2 Tim. 1:7). En buena cuenta, el Espíritu del Padre, que es compartido por el Hijo, mora en el creyente para sellarlo como “hijo de Dios” (Rom. 8:12-17).
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Pues bien, aquí viene otro detalle importante. Pablo también admite que un hombre puede recibir “otro espíritu” que aquel que los hijos de Dios reciben. Pablo lo dice así: Porque si viene alguno predicando a otro Jesús que el que hemos predicado, ó recibiereis otro espíritu (contrario o adverso) del que habéis recibido (el espíritu Santo de Dios), u otro evangelio del que habéis aceptado, lo sufrierais bien” (2 Cor. 11:4). Ese otro “espíritu”, como el espíritu de Dios, tiene el poder de hacer otras cosas distintas en el hombre que no concuerdan con las cosas que el espíritu de Dios hace en el creyente. Aquí Pablo habla de dos espíritus contrarios que pueden influir en el espíritu, alma y cuerpo del hombre (1 Tes.5:23), aunque por cierto los dos espíritus no pueden morar al mismo tiempo en el creyente.
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El mismo Señor Jesucristo habló que un espíritu inmundo puede salir de un hombre, lo que quiere decir que también puede entrar. El dijo: “Cuando el espíritu inmundo ha salido del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla” (Mateo 12:43). Así que Jesús y Pablo están de acuerdo en que un espíritu distinto y nada bueno puede entrar en el hombre que vive de espaldas a Dios, tal como lo hace el espíritu de Dios en el creyente que decide hacerse Su hijo y servidor. El hombre está llamado a liberarse del espíritu negativo para dejar entrar el espíritu de Dios, y eso lo hace por decisión propia, ya sea optando por el bien o por el mal.
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Si a los cristianos “demonofóbicos” les resulta inconcebible e incomprensible que algún ser humano sea manipulado por malos espíritus porque eso significaría que “la víctima” no tendría ninguna culpa de sus actos malvados, y por tanto no sería merecedor de castigo, entonces tampoco deberían ellos creer que otro espíritu (el de Dios) pueda entrar en el creyente para guiarlo a la verdad y fortalecerlo para que pueda cumplir con sus dones y su ministerio. Pues, ¿qué mérito tendría este creyente para ganar la vida eterna en el reino de Dios si en realidad todo lo puede y lo hace gracias a la intervención de un poder Superior que mora en él y lo dirige que es el Espíritu del Señor?
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B).- SI EL DIABLO ES LA PERSONIFICACIÓN DEL PECADO, ENTONCES DIOS ES LA PERSONIFICACIÓN DE LA JUSTICIA
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Una segunda razón por la cual no puedo aceptar la hipótesis cristadelfiana del diablo como la personificación del pecado es que me vería forzado igualmente a aceptar que existe una personificación del bien y de la santidad en el vocablo “Dios”. Pues si la Biblia llama al mal, Diablo, ¿por qué no podríamos sostener que el impersonal bien es Dios? El asunto es simple, yo puedo personificar el mal y también lo puedo hacer con el bien. Los que personifican el mal y el pecado con el vocablo diablo suelen mostrarnos dos pasajes curiosos: “la esclavitud bajo el pecado” (Juan 8:34) y “esclavitud bajo el diablo” (1 Juan 3:8), e inmediatamente deducen que “bajo el pecado” y “bajo el diablo” son sinónimos o equivalentes. Es decir, el diablo es el pecado. Esto parece interesante a primera vista, pero es una deducción peligrosa a mi juicio. Y les diré porqué creo que es peligrosa esa deducción. Hagamos ahora el mismo artificio de los “demonofóbicos”, manipulando pasajes de las Escrituras astutamente como lo saben hacer ellos, pero esta vez, para con los pasajes que hablan de Dios. Veamos dos textos muy parecidos a los anteriores, y que son: “siervos de Dios” (Santiago 1: 1) y “siervos de la justicia” (Romanos 6: 18). Si seguimos la lógica de R. Bultmann, H. Haag, o de muchos otros opositores del diablo cósmico y supramundano (p.e. los cristadelfianos, los Meggidianos, etc), tendríamos que decir que Dios es la personificación de la justicia, ya que ‘siervos de Dios’ y ‘siervos de la justicia’ parecen significar lo mismo. Entonces, ¿Cómo puede ser alguien “siervo de Dios” y “siervo de la justicia” al mismo tiempo, salvo que la justicia sea Dios, o Dios la personificación de la justicia? Entonces tendríamos que decir, como afirman los cristadelfianos sobre el diablo, que Dios no existe. Que Dios es simplemente lo opuesto al diablo (=pecado, maldad, oposición, etc), es decir, justicia, bondad, santidad, etc. Pero a esto los cristadelfianos lanzan su grito de protesta al cielo, diciendo con ira: ¡Pero qué barbaridad está usted diciendo, Sr. Apologista! ¿Cómo no va a existir el Todopoderoso e invisible Dios, el Creador del Universo? Pues yo les contesto: Si ustedes no creen en el originador del pecado y de la maldad, tampoco puedo creer en el originador de la bondad y la justicia. Sinceramente creo que podemos usar todo nuestro ingenio para demostrar con la misma Biblia que el bien y la justicia se los puede personificar con el vocablo “Dios”, pero hacer eso sería una temeraria irresponsabilidad que nos podía costar muy caro.
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C).- DIABLOS Y DILUVIOS EN LOS LLAMADOS MITOS PAGANOS
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Una tercera razón por la que creo en el diablo es que fuera de la Biblia y del pueblo Hebreo, casi todas las naciones paganas del mundo existieron relatos, tradiciones y leyendas de espíritus o poderes espirituales que se debían combatir o resistir. Y aunque algunos protesten diciendo que esa creencia fue producto de la superstición y la ignorancia, lo extraño es que igualmente la mayoría de civilizaciones antiguas alrededor del mundo tuvieron sus propios relatos de una inundación catastrófica, (el llamado “mito del diluvio global”), aunque con algunos matices distintivos que los diferenciaban entre sí. Por otro lado, las creencias y experiencias tribales en tenebrosos poderes sobrenaturales y los rituales arcanos que practicaban para aplacar la ira de esas fuerzas cósmicas maléficas que aún hoy existen, incluso en los pueblos más legendarios, nos llevan a pensar que hay un mundo espiritual y desconocido.
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Recordemos que la creencia en el bien y en el mal siempre fue parte de la propia vivencia o experiencia cotidiana de los pueblos, y que los impulsó a buscar y a adorar a sus deidades benefactoras y benévolas para que encontrar la protección esperada. No hay prácticamente pueblo alguno en la tierra hoy que no crea en una suerte de poderes supra mundanos negativos o que no practique alguna forma de magia o ritual de limpieza y de purificación para expulsar de los poseídos los espíritus sutiles maléficos. ¿Podría ser todo esto mera casualidad? ¿Podría ser mera coincidencia de que las tres religiones monoteístas del mundo crean en Espíritus impuros o ángeles caídos? Es interesante lo que los árabes musulmanes creen sobre los demonios. La historia de la caída de un ángel rebelde de los mususulmanes (según lo cuenta el Corán) parece coincidir con la creencia Judía y cristiana de la caída de Satanás, un arcángel poderoso. De un modo genérico podemos afirmar que las nociones cristianas sobre el Demonio, vigentes hasta hoy, están absolutamente calcadas de la judías que imperaban en el siglo I de nuestra era y que han cambiado muy poco en casi dos mil años.
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Incluso en escritos apócrifos Judíos como la Vida de Adán y Eva (un escrito judío siglo I d.C., considerado hoy uno de los Apócrifos del Antiguo Testamento) difieren poco de las que hoy puede tener un cristiano corriente sobre el diablo. Para este autor anónimo de esta obra apócrifa “Vida de Adán y Eva”, el Diablo es un ángel malo, enemigo acérrimo del hombre, contra quien entabla una incesante lucha para tomar venganza ya que su situación de diablo tiene su principio en un acto de desobediencia a Dios por no querer adorar a Adán, que –según una antigua tradición- poseía una semejanza consustancial de espíritu con la divinidad que los diablos no tenían. Seducir y dañar al hombre es su único propósito. Veinte siglos después estas líneas maestras han cambiado poco. En todo caso, la creencia de los pueblos giró casi siempre en torno a poderes cósmicos que debían ser adorados, aplacados, o hasta neutralizados, ya sea a través de rituales de sacrificios de animales, o bien a través de conjuros e invocaciones específicos, tal como hoy se hacen los exorcismos invocando a una entidad (o entidades) aún más poderosa para que los auxilie.
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En este punto creo que hay un mundo oculto que no puede ser explicado meramente como supercherías o supersticiones populares. Todos los pueblos de algún modo creen que deben hacer frente a fuerzas negativas que actúan independientemente y libremente entre ellos. Fuerzas que son mucho más poderosas y peligrosas que las del hombre común y corriente, y que de hecho no pueden ser explicadas como simples mitos o creencias populares intrascendentes.
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D).- EL DIABLO Y SATANÁS ES SIEMPRE EN SINGULAR
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Una cuarta razón por la cual creo en un diablo singular cósmico y maléfico es que en la Biblia se habla de él siempre en singular. Jamás en el NT se encontrará el plural de Diablo, de Adversario, de Tentador, de Dragón, de Acusador, etc, todos adjetivos para el enemigo cósmico de Dios y de los hombres, Satanás. Incluso Satanás siempre aparece en singular y no en plural. Si en realidad el diablo es un sinónimo para los pecados o para todos los hombres o autoridades que se oponen a Dios, a Su Hijo, y a la iglesia, debería la Biblia de hablar de diablos, adversarios, acusadores, tentadores, Satanases, etc. Sin embargo, esto no sucede jamás. Obviamente esto es así simplemente porque la Biblia nos habla de un singular diablo, uno en especial, que por otro lado viene perturbando el orden de cosas existente desde la misma creación, como lo demostraré después. En cambio, sí existe el plural malvados, impíos, pecadores, enemigos, protervos, burladores, etc, porque obviamente se refieren a cualquier ser humano que se opone a Dios. Este contraste entre un ser maléfico único y singular y los otros seres maléficos de este tierra (los hombres impíos), destaca en toda la Biblia.
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E).- UN DIABLO QUE VIENE PECANDO DESDE LA CREACIÓN DEL HOMBRE
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Una quinta razón por la cual creo en el diablo angélico es que Juan lo ubica como pecando desde el principio de la creación. Esto es importante, ya que nadie, en los tiempos de Juan, pudo estar vivo desde el mismo día de la creación del hombre. Esto significaría que quienquiera que fuera ese diablo, en los tiempos de Juan tendría unos 4000 años de edad. ¿Es eso posible? Veamos lo que dice Juan en 1 Juan 3:8: “El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo”. Nótese que Juan dice que el diablo peca (o continúa pecando) desde el principio. ¿Qué principio es éste? Algunos creen el principio mencionado por Juan es el principio de la existencia de este ser llamado Diablo. Pero esto es absurdo, ¿pues quién podría ser esta criatura que desde el mismísimo principio que fue creado pecó? Es decir, ¡creería alguno que Dios creó a este diablo, por decir, a la 1 A.M, y a la 1:01 AM cayó en pecado? Realmente no tiene sentido. Otros por allí sostienen que la respuesta está en el verso 11, que dice: “Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros”. Es decir, que alguien que es llamado diablo viene pecando desde el principio, o desde el mismo momento en que ellos (los cristianos) oyeron el mensaje. ¿Pero tiene sentido eso? ¿A quién se podría haber referido Juan por diablo, el cual, supuestamente, venía pecando desde el mismo momento en que se les dio a esos discípulos el mensaje? Realmente no tiene mucho sentido esta explicación, ya que el contexto de 1 Juan 3 no se insinúa a ninguna autoridad civil o militar que estuviera oponiéndose o haciéndoles la vida imposible a esos creyentes. Lo que sí es claro es que para esos cristianos, el vocablo diablo se refería a alguien que no era desconocido para ellos y que no era propiamente un amigo de Dios y de la iglesia naciente. Pues la pregunta persiste: ¿A qué otro principio podría referirse el apóstol Juan? Pues la respuesta es simple: tanto en su evangelio, como en su primera epístola, el apóstol Juan introduce el concepto del principio de la creación. En 1 Juan 1:1 él dice: “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida” (Comp. Con Juan 1:1). Nótese que 1 Juan 1:1 es el verdadero contexto para 1 Juan 3:8 y no 1 Juan 3:11 que es posterior. Así que 1 Juan 1:1 es el versículo que verdaderamente nos alumbra para entender a qué principio se refería el apóstol para el inicio del pecado de este misterioso diablo. Entonces, iluminados por 1 Juan 1:1 nos convencemos de que el diablo peca desde el principio de la creación, y especialmente, cuando Dios creó al hombre. Es desde este momento cuando este singular diablo comenzó a pecar y continuaba pecando aun en los tiempos de Juan. Y esto se ve también reflejado en el hecho de que este diablo es mentiroso y homicida desde el principio, según las mismas palabras de Jesús: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira”. Aquí hay una valiosa información adicional del diablo, pues éste, que peca desde el principio de la creación, es también homicida desde el principio, y el padre (originador, el fundador) de la mentira. Esto, automáticamente descarta a cualquier persona que fue contemporánea con Juan, pues ciertamente nadie de entonces pudo ser el primer mentiroso y homicida del mundo. Aquí Jesús (en Juan 8:44), y Juan (en 1 Juan 3:8) nos hablan de un personaje singular, que hace de las suyas desde la misma creación del mundo, siendo el primero en mentir y matar. Ahora bien, ¿Quién pudo ser ese homicida desde el principio, y además, el padre de la mentira. Obviamente la serpiente antigua, el tentador, el diablo angélico, que le mintió a la primera pareja humana y los hizo pecar para que murieran “en ese mismo día”. De allí que es homicida desde el principio.
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F).- EL HECHO DE QUE HOMBRES HAYAN FUNGIDO DE “DIOS” Y DE “SATANÁS” NO ANULA LA VERDAD DE QUE EXISTE UN SOLO DIOS Y UN SOLO SATANÁS VERDADEROS
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Una sexta razón por la cual creo en la existencia de un singular diablo angélico rebelde es que aunque es verdad de que Judas Iscariote y Simón Pedro son llamados ‘diablo’ y ‘Satanás’ respectivamente (Ver Juan 6:70 y Mateo 16: 23), esto no quiere es razón suficiente para decir que no pueda existir un verdadero y único diablo espiritual que actúa adversamente a los dictados de Dios. Por ejemplo, también hubo hombres santos que fungieron de ‘Dios’, o fueron llamados “Dios” como Aarón (Exodo 4:16), Moisés (Éxodo 7: 1), y los jueces de Israel (Juan 10: 34), y sin embargo este hecho no anula la existencia de un VERDADERO Dios Todopoderoso, Espiritual, Justo, y Eterno. Y aunque Pablo menciona A ALGUIEN LLAMADO “EL DIOS DE ESTE MUNDO” EL CUAL HA CEGADO EL ENTENDIMIENTO DE LOS INCRÉDULOS (2 Cor. 4:4), ESTE DIOS NO ES EL VERDADERO Y ÚNICO DIOS QUE ES EL CREADOR DE TODO (Juan 17:3). Del mismo modo, el hecho de que hombres hayan sido llamados “DIABLO” O “SATANÁS” en este mundo, NO HAY RAZÓN SUFICIENTE PARA NEGAR LA EXISTENCIA DE UN VERDADERO Y ÚNICO SINGULAR DIABLO que está por encima de los hombres y que buscar tentarlos y destruirlos.
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No creo que Pedro haya creído que Jesús lo haya considerando a él como Satanás (cuando le dijo: “Apártate de mí Satanás”)… aquel Satanás que Pablo afirmó que era capaz de transformarse en un ángel de luz, sino, más bien, que él se estaba dejando engañar por las insinuaciones de Satanás. Podría darse el caso de que Jesús viese en Pedro al mismo Satanás que hablaba a través de él. Lo que quiero decir es que Satanás pone en el corazón del hombre un mal deseo o pensamiento para convertirlo en un adversario. En Hechos tenemos el caso de Ananías y Safira. Pedro, a quien antes Jesús se dirigió a él como Satanás, pasa a decirle a Ananías: “Ananías, ¿por qué ha llenado Satanás tu corazón á que mintieses al Espíritu Santo, y defraudases del precio de la heredad?” (Hechos 5:3). Esto demuestra que Pedro no creyó que Ananías fuera Satanás por su proceder malvado, sino que lo acusa de haberse dejado engañar por Satanás para que mintiese al espíritu santo. En buena cuenta, Ananías fue seducido y engañado por Satanás, el VERDADERO diablo. ¿Quién podría haber sido este Satanás sino el padre de la mentira y el primer homicida? Acaso fue Safira, su esposa? Si fue así, ¡entonces no debió ser Satanás, sino “Satanasa”!
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Un detalle más, en Lucas 22:31 Jesús mismo habla que un Satanás había pedido “zarandear” a Pedro con sus pruebas duras. Dice el texto así: “Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte...” Ahora tenemos a un Pedro que tiene a un enemigo Satanás (Adversario) que ha pedido al Señor para zarandearlo. ¿Sería este Satanás alguna autoridad civil o militar de entonces? Que sepamos, ninguna, ya que los detractores de Jesús no le tenían ninguna consideración ni reverencia como para pedirle permiso para cualquier cosa. La única posibilidad es que fuera el verdadero Satanás angélico, quien sí sabía perfectamente que Jesús era el mismísimo Hijo de Dios a quien se le debía respeto debido.
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G).- EL QUE PRACTICA EL PECADO ES DEL DIABLO—NO DIABLO
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La Séptima razón por la que creo en el diablo “tradicional” es que la Biblia dice que “el que practica el pecado es del diablo” (1 Juan 3:8). Acá Juan no habla de un pecado en particular, sino de cualquier pecado. Esta es una regla básica y general: el que practica el pecado es DEL DIABLO—¡no diablo! Es interesante esta palabrita “DEL”, ya que indica pertenencia. Si yo peco me vuelvo esclavo del diablo, en su siervo, en su hijo, o en lo que fuere. La Biblia nos dice que podemos ser “de Dios” (1 Juan 5:19) o “del diablo” (Juan 8:44), es decir, que podemos pertenecer a Dios (un Ser) o al diablo (otro Ser, no cosa). Si yo peco, soy de la persona del diablo; si no peco, soy de la persona Dios. Tanto Dios como el Diablo se convierten en nuestros amos y señores dependiendo a Quién elijamos escuchar y seguir. Los fariseos fueron acusados por Jesús de ser hijos del diablo porque los deseos del diablo hacían (Juan 8:44). De modo que si yo opto por el bien y la justicia, paso a las filas de la persona Dios como Su Hijo; y si hago lo malo, paso a las filas de la persona del diablo como su hijo. Esta es una ley que viene rigiendo desde la misma creación del hombre. Hay un Dios, y un diablo que vienen operando desde la misma creación del hombre, y que de alguna manera esperan que los hombres se decidan por ellos. Entonces es falsa la tesis que dice que el diablo es la personificación del pecado, ¿pues cómo podría ser que el que practica el pecado sea del pecado? No sé si me explico bien.
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H) EL DIABLO DEBE SER RESISTIDO, NO LOS HOMBRES
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Una octava razón que me lleva a creer en el diablo como un ser cósmico y angélico es por lo que se dice del diablo en Santiago 4:7 (“Resistid al diablo y huirá de vosotros”), pues este diablo no puede referirse a ningún hombre con poder. Y hay dos motivos: Primero, porque resulta difícil creer que la comunidad cristiana pudiese vencer o hacer huir a alguna autoridad impía, como por ejemplo, a Nerón, Tiberio, Calígula, Herodes, etc, y a sus fuerzas, en el caso de que estos “diablos” los persiguiesen cruelmente. ¿Cómo podría hacer huir a hombres impíos poderosos que los sometían, aquella iglesia perseguida y sufriente que tenía que estar agazapada o escondida y sin contar con armas de ningún tipo? Segundo, Cristo manda a no resistir a los hombres impíos, es decir, a no atacarlos violentamente. Sus palabras son claras: “Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiere en la mejilla derecha, vuélvele también la otra.” (Mateo 5:39). ¿Cómo entonces armonizar Mateo 5:39 con Santiago 4:7? Es sencillo. Jesús habla en Mateo 5:39 de hombres malos que nos persiguen y nos golpean, y a quienes podemos ver cara a cara. En cambio, Santiago está hablando de un diablo singular, espiritual y cósmico, al cual se le puede hacer huir sólo con la ayuda de nuestro Señor Jesucristo. La Biblia da sobrado testimonio de cómo los espíritus diabólicos temblaban al ver a Jesús. Hemos visto que en el nombre del Señor los demonios cósmicos huyen, literalmente hablando (Lucas 9:49; Hechos 4:12; Romanos 10:13; Mateo 7:22). De modo que podemos decir que el diablo de Santiago no es una persona humana sino cósmica y espiritual, sin lugar a dudas.
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I).- PABLO DIFERENCIA AL DIABLO DEL PECADO
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Una Novena razón por la que creo en el diablo es por lo que leo en Efesios 4:27, y su contexto, el verso 26, que dicen: “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo”.
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Pues bien, las palabras de Pablo en los versos anotados arriba me inducen a concluir indefectiblemente que el pecado no puede ser el diablo, aunque los cristadelfianos nos digan lo contrario. Y es que acá Pablo separa el pecado del diablo muy claramente. El dice “no pequéis… NI deis lugar al diablo”, lo que quiere decir que el pecado para Pablo es una cosa y el diablo, otra. Esa palabrita “NI” hace que el pecado sea distinto del diablo. Pablo advierte claramente contra dos cosas distintas: el pecado y el diablo, pues el diablo es el que tienta para que pequemos. Si Pablo hubiera dicho: “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, NO (en vez de ‘NI’) deis lugar al diablo”, probablemente pudiéramos concluir que el pecado puede equipararse al diablo. Pero acá el diablo es alguien que está relacionado con el pecado, alguien que desea que pequemos o que desobedezcamos las leyes de Dios. ¿Quién podría ser este diablo que gozaría que los cristianos se peleen entre sí a tal punto de hacerse daño severo? Yo creo que debe ser alguien que siempre está pendiente de nosotros para hacernos caer en pecado, alguien sobrenatural y no meramente un hijo del vecino.
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II).- UN SOLO DIABLO ECHADO EN EL INFIERNO
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La décima razón que me lleva a pensar en un solo diablo cósmico que es también Satanás está en Mateo 25:41 (“…Al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”). Si hay muchos diablos, ¿Por qué aquí se habla de un solo diablo que es arrojado al “fuego eterno” con sus ángeles? ¿No deberían ser arrojados allí todos los diablos, y no tan sólo uno, con sus ángeles? Aquí hay un castigo extremo, capital, definitivo para alguien llamado “El diablo”. Pero sin duda aquí no se refiere a ningún humano, sino a algún ser extremadamente impío, maléfico, cruel, abominable, etc. Debe ser un líder, cabecilla, estratega, “el cerebro” de las acciones impías en la tierra y el cosmos. No es un Hitler, ni un Napoleón, ni un Calígula, ni un Herodes, ni un Atila, ni un Stalin, etc; aunque tiene rasgos de todos ellos en su ser. Definitivamente es alguien que merece estar en el “fuego eterno”, y con él, sus servidores angélicos y humanos.
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Hay muchas otras evidencias que me impelen a creer en un diablo en especial, uno que opera desde otra dimensión, y que tiene un poder mayor al humano como para que necesitemos del auxilio del Señor. Pero estas evidencias son para mí más que suficientes para creer en un diablo cósmico tal como siempre han creído y aceptado los fieles de Dios por milenios.
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