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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

martes, 17 de febrero de 2009

ES REAL...



Este año se cumplirán dos cientos años del nacimiento de Charles Darwin y ciento cincuenta de su obra capital: The origin of Species by means of Natural Selection, or the Preservation of Favourced Races in the Struggle for Life (el origen de las especies por medio de la selección natural o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida)(2). Las ideas vertidas en este libro, dirigidas preferentemente a la vida animal y vegetal, tuvieron gran predicamento en el siglo XIX ya que la evolución humana la expresó más bien en otro libro “The descendent man”, mucho menos brillante que no gozó de la popularidad de aquél.

Ambos libros influyeron de forma notable en el pensamiento marxista, y en el de Nietzsche y se difundieron ampliamente entre el público que las aceptó sin apenas reflexionar porque sonaban bien y representaban una alternativa a la creación por parte de Dios. Los laicistas y ateos no tardaron en propagarlas como el gran descubrimiento de la inteligencia y sentido de la observación humanos.

Aplicadas a los conocimientos actuales estas ideas se basarían en la capacidad de mutación de los genes debido al azar (random genetic mutation), pero las mutaciones no siempre representan un paso adelante en la evolución, también pueden ser indiferentes o negativas. Por otra parte está comprobado que las positivas por azar son un hecho rarísimo y estadísticamente muy improbable. Especialistas en probabilística, rama de las matemáticas, como Starbird de la Universidad de Tejas, matemáticos e informáticos, estudiaron las probabilidades de que mil millones de simios, tecleando cada segundo la frase “to be o not to be”(de sólo 18 caracteres) durante 13.700 millones de años, tiempo en que se estima se inició el Universo, tendrían una probabilidad de uno por mil millones de producir dicha frase, es decir, de poner en orden los 18 caracteres mencionados (1).

Traslademos esto a la creación: se dice que el Universo comenzó por una tremenda explosión, el famoso Big Bang, que debió ser una explosión de ingente cantidad de material de elevada energía y alta presión en un adecuado tiempo y espacio y que originó raudales de gases bajo la forma de enormes nubes de materia que se extendieron por el vacío y generaron estrellas, planetas, cometas, nebulosas, galaxias que a su vez, en su expansión, chocaron entre sí o se fagocitaron unas a otras. Así se cree se fue originando el Universo, al principio en un gran desorden, luego organizándose en sistemas formados por una estrella y sus planetas a su vez con posibilidad de satélites y todos formando galaxias, algunas tan antiguas que sólo se observan mediante rayos infrarrojos dado lo tenue de su emisión de ondas en la banda de rojos del espectro.

Naturalmente de alguna forma aunque no sabemos cómo, tuvo que originarse esa materia con su enorme caudal de energía. Alguien la formó, puesto que no se pudo formar sola por generación espontánea.

Respecto al primer ser vivo, al parecer un alga unicelular o una bacteria se necesitó el primer ácido nucleico, es decir, que existieran el carbono, oxígeno, hidrógeno, nitrógeno y fósforo a una temperatura y presión adecuadas para que se unieran de tal forma, con tal orden que formasen un nucleótido, elemento primordial que forma el ADN y ARN, fundamentales para las funciones celulares y la vida.

Si tenemos en cuenta que el ser humano cuenta en cada núcleo celular con 46 cromosomas distintos unos de otros, con distinto número de genes y distintos nucleótidos, con 3000 millones de pares de bases distribuidas en 35000 genes, y todo eso dentro de un orden con exones, formadores de proteínas, intrones, con pseudogenes que no se transcriben y que en el ser humano alcanzan unos 19000, los llamados genes intergénicos (junk ADN o ADN basura) etc.etc., aceptar que todo esto se ha producido por azar a partir de elementos biológicos inferiores en unos 13.000 millones de años es sencillamente incongruente e imposible.

Por tanto toda esta maravilla sólo ha podido ser hecha por un Ser Supremo, es decir Dios, tan extraordinariamente amante del hombre que ha utilizado todos esos bienes y recursos de todo tipo para dar lugar al hombre..

Otra cosa es que el Ser Supremo, a su antojo y conveniencia, haya podido utilizar el evolucionismo, en períodos determinados, especialmente con seres inferiores, hasta “construir” el ser humano con cerebro y alma a su imagen y semejanza. Así pues con los conocimientos actuales se puede afirmar con toda seguridad, que no existe contradicción entre ciencia y religión sino que una apoya a la otra, ni tampoco contraposición entre creacionismo y evolucionismo y que el Creador puede haber utilizado la evolución, es decir la mutación por azar, en momentos o hechos concretos.

Físicos de la talla de Copérnico, Galileo, Kepler, Clerk-Maxwell y biólogos como Fisher, Gray, Dobzhansk y otros muchos fueron cristianos que no vieron ninguna contradicción entre la ciencia y la fe.

Un hecho reciente digno de mención fue protagonizado en el 2004 en Nueva York por Anthony Flew, londinense, hijo de un ministro metodista, el más afamado ateísta mundial: ante un público ávido de escuchar sus últimas sofisticadas ideas en defensa del ateísmo, comenzó la conferencia, grabada en video, diciendo “señores la más reciente evidencia científica me lleva a la ineludible convicción de que Dios existe, el viaje del descubrimiento de lo divino ha sido hasta ahora un peregrinaje de la razón, he seguido el argumento hasta donde me ha conducido”. Se pueden imaginar el impacto que esa revelación de su conversión intelectual produjo en un público ineludiblemente fiel a sus ideas ateas. Después escribió el libro ”There is a God: How de World´s Most Notorious Atheist Changed His Mind “ (Dios existe: cómo los más notorios ateos del mundo cambiaron su forma de pensar): “la investigación biológica ha demostrado por la complejidad casi increíble de los acomodamientos para producir la vida que una inteligencia debió estar envuelta”.

LECTURAS RECOMENDABLES.

- 1.- Herrero Brasas, JA. En El Mundo, viernes 26 de diciembre de 2008, tribuna libre, pág. 4.
- 2.- C. Darwin. El origen de las especies por medio de la selección natural. Tomo I. Ed. Calpe, Madrid, 1921.

Dr. Juan María Loizaga Iriondo

Ex jefe de Departamento de Anatomía Patológica del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla. Actualmente Consultor del Centro de Patología y Citología de Sevilla de USP Clínica Sagrado Corazón.

Sevilla, enero de 2009


www.apologista.wordpress.com

-UNO SON-




Para la mayoría de judíos, incluyendo muchos Mesiánicos, la naturaleza de Dios está definida en la Shema:

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Deuteronomio 6:4: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno (echad) es”.

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Los Mesiánicos aplican esta comprensión de la unidad de Dios a una declaración confusa por Jesús registrada en el décimo capítulo de Evangelio de Juan. En respuesta a la petición de los judíos para confirmar que él era el Mesías profetizado (Juan 10:24), Jesús declaró: “Yo y el Padre somos uno (hen)” (Juan 10:30) .

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¿Qué quiso decir él por esta declaración? ¿Estaba Jesús aquí aplicándose la Shema para sí mismo y manifestando que él y el Padre eran el mismo Ser? ¿Estaba él proclamando que él era co-igual y co-eterno con el Padre, como el Trinitarianismo enseña? ¿Estaba Jesús diciendo que él y el Padre eran de la misma esencia o sustancia? ¿Simplemente qué exactamente él estaba tratando de dar a entender?

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Estrechamente examinaremos la palabra hebrea para “uno” (echad) un poco más tarde en este estudio. Primero, miremos la palabra griega hen.

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En los Estudios de las Palabras del Nuevo Testamento de Vincent, el difunto Profesor Vincent indica que la palabra Griega hen, traducida “uno” en Juan 10:30, es “el neutro, no el masculino å ß ò, una persona” (p. 197, vol. II).

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Referente a esta declaración por Jesús, el Abingdon Bible Commentary, dice: “El V. 30 no afirma una unidad metafísica, sino una moral, y no debemos leer los posteriores credos en las palabras” (p. 1079).

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En Un Comentario, Práctico, Crítico, y Experimental, Jamieson, Fausset, y Brown escriben de este verso:

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Nuestro idioma no deja lugar a la precisión del original en este gran dicho, ‘ Nosotros (dos Personas) somos Una (Cosa).’ Quizá ‘un interés’ expresa casi, aunqueno completamente, el significado del dicho. (p. 414, vol. III, parta yo).

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El uso de hen en Juan 10:30 claramente señala que Jesús no afirmaba que él y el Padre fuesen el mismo Ser. Un examen de cómo está la misma palabra griega hen (”uno”) es usada en otras Escrituras nos ayudará en ver lo que Cristo intentó transportar por su declaración.

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Consideremos la oración de Jesús para el Padre en la noche antes de su crucifixión.
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En esta suplicación, él habla varias veces del estado de ser “uno”:

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Juan 17:11: “Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno (hen), así como nosotros”.

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Aquí Jesús ora para que el Padre conserve a sus discípulos en Su nombre (Heb. YHVH, el mismísimo nombre que el Padre le había dado a Jesús), para que ellos pudiesen ser uno tal como él y Dios (su Padre) eran uno. La pregunta clave que debemos contestar acerca de esta declaración es ésta:

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¿Cómo era posible para los discípulos de Jesús ser UNO de la misma forma que Jesús y el Padre eran UNO?

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Un poco más tarde, Jesús reitera su petición a Dios con relación a la “unidad” de todos los creyentes:

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Juan 17:20-23: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno (hen); como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno (hen) en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno (hen), así como nosotros somos uno (hen). Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad (hen), para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado”.

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Aquí Jesús además define la “unidad” compartida por él y su Padre. Él dice que el Padre estaba EN él, y que él estaba EN el Padre. Antes de que podamos ir un poco más allá, primero debemos identificar CÓMO Dios el Padre estaba en Cristo, y CÓMO estaba Cristo en el Padre.

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Para ver cómo estaba el Padre en Jesús, necesitamos remontarnos al tiempo de su bautismo:

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Lucas 3:21-22: “Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió, y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.

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Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto (Lucas 4:1).

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Como indicó la forma simbólica de la paloma, el Padre vino a morar dentro de Su Hijo a través del Espíritu Santo en el momento en que el ministerio de Jesús comenzó. Por supuesto esto no quiere decir que Cristo estuviese carente del Espíritu Santo antes de esa vez. Sin embargo, en su bautismo Jesús recibió una medida ilimitada del Espíritu Santo (Juan 3:34) para cumplir con su misión terrenal.

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Para completamente comprender cómo era la morada de Dios Padre en Jesús a través de Su Espíritu, debemos asir la naturaleza verdadera del Espíritu Santo. La mayoría de cristianos creen que el Espíritu es la tercera persona en la Santa Trinidad. Sin embargo, esta enseñanza no es bíblica. Pablo define el Espíritu de Dios para nosotros en su primera carta a los corintios:

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1 Corintios 2:9: “Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman”.

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En la Biblia, el corazón corresponde a la mente como el lugar donde el pensamiento y comprensión toma lugar. Como muestran muchas Escrituras (cf. Gen. 6:5; Isa. 65:17; Jer. 3:16; 23:20; Mar. 7:21), el corazón y la mente son sinónimos. De hecho, la Versión Autorizada aun traduce el Hebreo ruach (”espíritu”) como “mente” en varios lugares (Gen. 26:35 Prov. 29:11; Eze. 11:5; 20:32; Hab. 1:11). Así en 1 Corintios 2:9, Pablo dice que no ha entrado en la mente “de hombre” (Gr. Anthropou, literalmente. “Del género humano”) lo que Dios ha preparado para la humanidad.

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1 Corintios 2:10: “Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios”.

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Aquí Pablo califica su anterior declaración. Hay algunas personas que conocen lo que Dios ha preparado para el género humano, porque él se los ha revelado a las mentes de aquellos que tienen Su Espíritu Santo.

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1 Corintios 2:11: “Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco (houtos kai) nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios”.

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En verso 11, Pablo provoca una analogía entre el espíritu (i.e., “El corazón” o “la mente”) del hombre y el Espíritu de Dios. En su estilo peculiar, Pablo nos dice que el Espíritu Santo de Dios es realmente Su Mente. Para demostrar esto, él provoca una comparación entre el Espíritu de Dios y el espíritu del hombre. Él nos dice que sólo el Espíritu (”Mente”) dentro de un hombre sabe los pensamientos de ese hombre. Pablo luego procede a decir que sólo el Espíritu (”Mente”) de Dios sabe los pensamientos de Dios. La locución de conexión “así tampoco,” una traducción del Griego houtos kai, demuestra que Pablo compara la mente o espíritu humano en la primera parte de este verso con el Espíritu o Mente de Dios en la parte final. Él explica este concepto más completamente en los siguientes pocos versos.

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1 Corintios 2:12-16: “Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie. Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo”.

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¿Cómo tenemos la mente de Dios en nosotros que estaba también en el Mesías? A través del Espíritu Santo de Dios.

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Filipenses 2:5: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús”.

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El espíritu de Dios, cuando se combina con nuestro espíritu humano, nos permite comprender las cosas de Dios desde Su perspectiva. Cuando Dios nos da Su Espíritu, podemos comenzar a comprender lo que él está haciendo y por qué él lo está haciendo.

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Jesús, a través del poder y la comprensión dada por el Espíritu Santo de Dios, pudo superar la tentación mientras estaba aquí en tierra. Si bien él fue tentado en todas las cosas tal como nosotros (Heb. 2:18; 4:15), él pudo vencer y triunfar sobre su naturaleza humana y mente por la mayor Mente de Dios.

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Así hemos contestado nuestra anterior pregunta acerca de CÓMO estaba el Padre en Cristo. Dios estaba en Jesús en la misma forma que él mora en nosotros: A través de Su Espíritu Santo.

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Inversamente, por la presencia del Espíritu de Dios, Cristo pudo permanecer en el Padre superando sus deseos y estando en obediencia total a Su voluntad. Aquí hay varias Escrituras que muestran esta verdad:

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Juan 5:30: “No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre”.

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Juan 6:38: “Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió”.

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Juan 15:10: “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor”.

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Lucas 22:42: “Diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”.

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El Mesías subordinó su propia voluntad a la del Padre mientras él estuvo aquí en la tierra. Así es cómo él permaneció en el Padre.

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Este patrón nos muestra cómo podrían los discípulos del Mesías ser “uno” tal como Jesús y el Padre eran uno. Dios estaría en los discípulos a través de la residencia de Su Espíritu Santo. Por el poder del Espíritu los discípulos obedecerían las órdenes de Cristo (las cuáles son de hecho las órdenes de Dios el Padre-Juan 14:24) y permanecerían en el amor de Dios. Como el Mediador entre el Padre celestial y Sus hijos humanos (1 Tim. 2:5) El Espíritu Santo fluye a través de Cristo nuestro Sumo Sacerdote para residir en nosotros. (Juan 15:26; Hechos 2:33).

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Así es que podemos ver de la enseñanza del Nuevo Testamento que Jesús y el Padre se dice son “uno” porque estaban unidos en propósito y metas. El Padre mandó al Hijo de Dios, lo que él debería hacer y lo que él debería decir. El Hijo de Dios obedeció perfectamente, nunca pecando por romper las Leyes de Dios (II Cor. 5:21; Heb. 4:15; l Ped. 2:22; 1 Juan 3:5).

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Esta comprensión de unidad entre el Padre y el Hijo está en armonía perfecta con la Shema. El Padre es el sólo Dios verdadero, como el Hijo de Dios mismo confesó (Juan 17:3). El Hijo de Dios está subordinado al Padre ( Mar. 13:32 Juan 10:29; 14:28; 1 Cor. 11:3; 15:27-2 y es uno (echad) con él, buscando siempre cumplir el plan divino para el género humano.

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La palabra Hebrea echad tiene como uno de sus significados conspicuos “unidad,” como los siguientes versos claramente lo muestran:

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Génesis 11:6: “Y dijo Jehová: He aquí el pueblo es uno, y todos éstos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer”.

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Hablando de los descendientes de Noé que estuvieron construyendo la Torre de Babel después del diluvio, YHVH dijo que ellos eran “uno”. Explícitamente echad aquí quiere decir que estaban unidos en su deseo para construir la torre.

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Génesis 41:25: “Entonces respondió José a Faraón: El sueño de Faraón es uno (echad) mismo; Dios ha mostrado a Faraón lo que va a hacer”.

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José dijo al Faraón que los dos sueños que él había soñado (siete vacas gordas comidas por siete vacas flacas y siete cabezas pesadas de grano consumido por siete cabezas delgadas) eran “uno”. Es decir, fueron unificadas porque ambas tuvieron el mismo significado - la llegada de siete años de buena cosecha y siete años de carestía en Egipto.

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Jueces 20:1: “Entonces salieron todos los hijos de Israel, y se reunió la congregación como un solo hombre, desde Dan hasta Beerseba y la tierra de Galaad, a Jehová en Mizpa”.

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Aquí vemos la reunión de todas las tribus de Israel juntas “como un hombre frente a YHVH en Mizpah”. Esta Escritura habla de una unión física de todos los hijos de Israel en un lugar.

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Mientras hay numerosos otros ejemplos del Tanakh que demuestran que echad puede y frecuentemente significa “unidad”, probablemente el ejemplo más comunicativo dado es aquel de la unión de una pareja como “una carne” en el matrimonio:

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Génesis 2:21-24: “Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona (Ishah), porque del varón (ish) fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne (vehayu lebasar echad)”.

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El matrimonio, donde un hombre y una mujer se vuelven una carne, es un cuadro de cómo Dios el Padre y Jesús son uno. Sobreentendido correctamente, también explica cómo como creyentes nos convertimos en uno con Dios y Jesús (Juan 17:11, 21-23).
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La primera cosa que debemos comprender es CÓMO una pareja se convierten en una carne en el matrimonio. Claramente no se confunden paulatinamente con un cuerpo humano literal y dejan de existir como organismos biológicos separados. ¿De modo que cómo exactamente se vuelven una mujer y un hombre “una carne” en el sentido bíblico?

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Pablo nos da la respuesta para esta pregunta, así como también la respuesta de cómo podemos convertirnos en uno como el Padre y Jesús son uno, en su primera carta para la asamblea Corintia:

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1 Corintios 6:16. “¿O no sabéis que el que se une (kollomenos) con una ramera, es un cuerpo con ella? Porque dice: Los dos serán una sola carne”.

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El comentario de Pablo aquí demuestra que es el acto físico de la relación sexual entre un hombre y una mujer que hace a estos dos individuos “una carne”. El ejemplo que Pablo da es aquella de una cópula sexual ilícita entre un miembro masculino de la congregación corintia y una prostituta. Sin embargo, por extensión podemos ver que el mismo tipo de unión física dentro de los confines de matrimonio es lo que hace a un marido y su esposa “una sola carne” también.

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Así como Pablo condena convertirse en “una carne” con una ramera, el autor de hebreos habla favorablemente del coito sexual dentro de los confines del matrimonio: .
Hebreos 13:4. “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho (Gr. Koite) sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios”.

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“cama” viene del sustantivo Griego koite. Esta palabra, que es el origen del castellano “coito” , es usado aquí como un eufemismo para la relación sexual. La palabra griega traducida “impoluto” (amiantos) literalmente significa “puro”. El punto del autor es que la unión como “una carne” de un marido y una esposa a través de la relación sexual son honorables y puras en la vista de Dios. Sin embargo, la actividad sexual fuera de la institución sagrada del matrimonio es un pecado y será castigada por Dios.
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El siguiente comentario de Pablo en 1 Corintios derrama luz en cómo el acto físico del sexo por el cual una pareja es convertida en “una carne” representa la unidad espiritual compartida por aquellos que tienen el Espíritu Santo.

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1 Corintios 6:17: “Pero el que se une (kollomenos) al Señor, un espíritu es con él”.

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En 1 Corintios 6:16-17, Pablo usa el mismo verbo griego exacto (kollomenos) para describir la unión física en el sexo con una ramera y la unión espiritual del espíritu de Dios con aquel de un creyente. La razón es porque lo físico es un cuadro de lo espiritual. Lo mismo que una pareja se convierte en “una carne” cuando se unen en la relación sexual, Dios y hombre se convierten en uno cuando el Espíritu Santo se une con nuestro espíritu humano.

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Fue a través de esta unión espiritual de espíritus que Jesús legítimamente podría decir que él y el Padre eran uno. Como él siempre hace, Dios nos ha dado una representación física de una verdad espiritual. Podemos convertirnos en uno con Dios tal como él y Jesús eran uno cuando recibimos el regalo de Su Espíritu Santo.
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Bryan T. Huie

17 de Marzo, 2002

Revisado: 14 de Marzo, 2008

LO ESCONDIDO POR LA FALSA TRADICIÓN


Una de las doctrinas centrales del cristianismo es la enseñanza de que los creyentes pasarán la eternidad en el cielo. Los numerosos himnos han sido escritos sobre aquellas “calles divinas de oro” por las que andaremos en la vida futura. Junto con el concepto Trinitariano de la Deidad, la doctrina de ir al cielo es una de las creencias fundamentales del cristianismo tradicional.
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Sin embargo, no hay ninguna semejante doctrina enseñada en el Antiguo Testamento. Esta enseñanza está basada exclusivamente en pasajes del Nuevo de Testamento. Los Evangelios Sinópticos declaran que nuestro tesoro estará en el cielo:
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Mateo 6:19 “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan”.
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Mateo 19:21 “Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme”.
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Marcos 10:21 “Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz”.
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Lucas 18:22 “Jesús, oyendo esto, le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme”.
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Otros pasajes hablan de nuestra recompensa que está en el cielo:
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Mateo 5:11,12 “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros”.
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Lucas 6:20-23: “Y alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre. Gozaos en aquel día, y alegraos, porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos; porque así hacían sus padres con los profetas”.
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A los discípulos se les dijo que sus nombres estaban escritos en el cielo:
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Lucas 10:19-20: He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.
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Hebreos 12: 22-23 “sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos”.
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El apóstol Pablo declare que los creyentes eran ciudadanos del cielo:
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Filipenses 3:20,21: “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas”.
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Pablo también, de acuerdo con los Evangelios Sinópticos, escribió que los creyentes tienen “una esperanza en el cielo,” “una posesión duradera” reservada como un tesoro para ellos en el cielo:
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Colosenses 1:3-5: “Siempre orando por vosotros, damos gracias a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, habiendo oído de vuestra fe en Cristo Jesús, y del amor que tenéis a todos los santos, a causa de la esperanza que os está guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio”.
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Heb. 10:32-34: “Pero traed a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, sostuvisteis gran combate de padecimientos; por una parte, ciertamente, con vituperios y tribulaciones fuisteis hechos espectáculo; y por otra, llegasteis a ser compañeros de los que estaban en una situación semejante. Porque de los presos también os compadecisteis, y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos”.

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1 Timoteo 6:17-19: “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eternal”.
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El apóstol Pedro, de acuerdo con el autor de Hebreos, muestra que los creyentes tienen “una herencia incorruptible” reservada para ellos en el cielo:
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1 Pedro 1:3-5: “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero”.
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Un escrutinio de estas Escrituras muestra que el foco del Nuevo Testamento está principalmente en la RECOMPENSA de los creyentes, que es el TESORO que ellos han reservado para ellos en el cielo. En II Corintios, Pablo habla expresamente de la naturaleza de esta recompensa:
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2 Cor. 5:1-4: “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial; pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos. Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida”.
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En este pasaje, Pablo habla figuradamente de la vida en este cuerpo carnal (”nuestra casa terrenal”). Él dice a los Corintios que ellos tienen “un edificio de Dios” en el cielo que los espera después de que su cuerpo carnal muera. Él habla ansiosamente de ser vestido con su cuerpo espiritual, aquella “residencia que es del cielo.” Él declara que aquellos creyentes en la carne gimen en el esfuerzo penoso, esperando ponerse su cuerpo espiritual incorruptible en la resurrección. Es este cuerpo espiritual e inmortal que es el tesoro o la recompensa que espera a los creyentes en la resurrección.
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En una carta anterior, Pablo les dijo a los Corintios que “carne y sangre” NO pueden heredar el reino de Dios; ni la corrupción hereda la incorrupción”:
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1 Cor. 15:50-53: “Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción. He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad”.
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La enseñanza de Pablo es clara para aquellos que pueden ver por encima de las tradiciones de los hombres. La recompensa reservada en el cielo para creyentes no es una residencia en el cielo mismo, sino mejor dicho un cuerpo espiritual incorruptible que los creyentes tendrán después de la resurrección.
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La Biblia nunca explícitamente declara que los creyentes serán tomados al cielo para pasar la eternidad allí. De hecho, Pablo expresamente nos dice dónde pasarán los creyentes la eternidad en la su primera carta a los Tesalonicenses:
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1 Tes. 4:13-17: “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor”.
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Pablo claramente declara que después del regreso del Mesías, cuando los muertos son resucitados, aquellos que están “en Cristo” siempre “estarán con el Señor.” Jesús mismo prometió volver y tomar a los creyentes a donde él estaría:
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Juan 14:1-3: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.

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Una razón por la que los Cristianos han abrazado el cielo como su lugar de morada eterna es porque ellos no estudian el Antiguo Testamento bastante para saber lo que éste enseña sobre el reino próximo de Dios (llamado “el reino de los cielos” por Mateo). Si los creyentes siempre deberán “estar con el Señor” después de su regreso, ¿dónde muestra la Biblia que estará el Mesías entonces? Vamos ahora a dedicar el resto de este estudio para responder esta pregunta.
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Empecemos con las propias palabras del Mesías, encontradas en el Sermón al Monte:
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Mateo 5:2-9 “Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo: Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.”
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Muchas personas interpretan la frase “reino de los cielos” como un reino que está EN el cielo. Pero esto no es lo que Mateo (el único autor de un Evangelio que usa la locución “el reino de los cielos”) tuvo la intención de comunicar por su uso de la frase.

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El Evangelio de Mateo fue escrito a los Judíos. A causa de su deseo de no tomar el nombre de Dios en vano (Exo. 20:7), los Judíos a menudo usaban términos que fueron entendidos como sinónimos de Dios (es decir, “el Poder” - Mateo 26:64; Marcos 14:62; “cielo”-Lucas 15:1 en vez de Su nombre. Por lo tanto, en las escrituras de Mateo, “el reino de Dios” es más a menudo referido como “el reino de los cielos.”

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Jesús declaró que el “pobre en espíritu” (Mat. 5:3) y aquellos “perseguidos a causa de la justicia” (Mat. 5) van a recibir “el reino de los cielos.” Sin embargo, los mansos van “a heredar la tierra” (Mat. 5:5). ¿Habrá dos recompensas DIFERENTES por estos grupos de personas? ¿O estos dos son realmente el mismo?
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Un poco más tarde en el Sermón al Monte, Jesús enseñó a sus discípulos a cómo orar. El principio de esta oración, que es familiar a casi cada creyente, contiene el entendimiento de nuestro destino eterno:
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Mateo 6:9,10: “Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”.
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El reino de Dios (”o el reino de los cielos”) estará aquí en la tierra. Jesús enseñó a sus discípulos a orar para que venga este reino, de modo que la voluntad de Dios pudiera ser hecha aquí en la tierra, como se hace ahora en el cielo.
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Para mostrar concluyentemente que “el reino de los cielos” y el Mesías estarán en la tierra, debemos examinar las profecías de Antiguo Testamento. Éstas nos dirán claramente dónde los creyentes disfrutarán de su recompensa “divina”. Comencemos con una profecía del libro de Zacarías:
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Zacarías 8:2-8: “Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Celé a Sion con gran celo, y con gran ira la celé. Así dice Jehová: Yo he restaurado a Sion, y moraré en medio de Jerusalén; y Jerusalén se llamará Ciudad de la Verdad, y el monte de Jehová de los ejércitos, Monte de Santidad. Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Aún han de morar ancianos y ancianas en las calles de Jerusalén, cada cual con bordón en su mano por la multitud de los días. Y las calles de la ciudad estarán llenas de muchachos y muchachas que jugarán en ellas. Así dice Jehová de los ejércitos: Si esto parecerá maravilloso a los ojos del remanente de este pueblo en aquellos días, ¿también será maravilloso delante de mis ojos? dice Jehová de los ejércitos. Así ha dicho Jehová de los ejércitos: He aquí, yo salvo a mi pueblo de la tierra del oriente, y de la tierra donde se pone el sol; y los traeré, y habitarán en medio de Jerusalén; y me serán por pueblo, y yo seré a ellos por Dios en verdad y en justicia”.
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Zacarías claramente registra que el Mesías (a quien dieron el nombre de su Padre-Juan 17:11) volverá a Jerusalén y morará allí en medio de Israel. Esto es afirmado repetidas veces en el Tanakh, como muestran las profecías siguientes:
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Zacarías 2:4-12: “y le dijo: Corre, habla a este joven, diciendo: Sin muros será habitada Jerusalén, a causa de la multitud de hombres y de ganado en medio de ella. Yo seré para ella, dice Jehová, muro de fuego en derredor, y para gloria estaré en medio de ella. Eh, eh, huid de la tierra del norte, dice Jehová, pues por los cuatro vientos de los cielos os esparcí, dice Jehová. Oh Sion, la que moras con la hija de Babilonia, escápate. Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos: Tras la gloria me enviará él a las naciones que os despojaron; porque el que os toca, toca a la niña de su ojo. Porque he aquí yo alzo mi mano sobre ellos, y serán despojo a sus siervos, y sabréis que Jehová de los ejércitos me envió. Canta y alégrate, hija de Sion; porque he aquí vengo, y moraré en medio de ti, ha dicho Jehová. Y se unirán muchas naciones a Jehová en aquel día, y me serán por pueblo, y moraré en medio de ti; y entonces conocerás que Jehová de los ejércitos me ha enviado a ti. Y Jehová poseerá a Judá su heredad en la tierra santa, y escogerá aún a Jerusalén.
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Miqueas 4:1-8: “Acontecerá en los postreros tiempos que el monte de la casa de Jehová será establecido por cabecera de montes, y más alto que los collados, y correrán a él los pueblos. Vendrán muchas naciones, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, y a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará en sus caminos, y andaremos por sus veredas; porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová. Y él juzgará entre muchos pueblos, y corregirá a naciones poderosas hasta muy lejos; y martillarán sus espadas para azadones, y sus lanzas para hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se ensayarán más para la guerra. Y se sentará cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá quien los amedrente; porque la boca de Jehová de los ejércitos lo ha hablado. Aunque todos los pueblos anden cada uno en el nombre de su dios, nosotros con todo andaremos en el nombre de Jehová nuestro Dios eternamente y para siempre. En aquel día, dice Jehová, juntaré la que cojea, y recogeré la descarriada, y a la que afligí; y pondré a la coja como remanente, y a la descarriada como nación robusta; y Jehová reinará sobre ellos en el monte de Sion desde ahora y para siempre. Y tú, oh torre del rebaño, fortaleza de la hija de Sion, hasta ti vendrá el señorío primero, el reino de la hija de Jerusalén”.
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Joel 3:16-21: “Y Jehová rugirá desde Sion, y dará su voz desde Jerusalén, y temblarán los cielos y la tierra; pero Jehová será la esperanza de su pueblo, y la fortaleza de los hijos de Israel. Y conoceréis que yo soy Jehová vuestro Dios, que habito en Sion, mi santo monte; y Jerusalén será santa, y extraños no pasarán más por ella. Sucederá en aquel tiempo, que los montes destilarán mosto, y los collados fluirán leche, y por todos los arroyos de Judá correrán aguas; y saldrá una fuente de la casa de Jehová, y regará el valle de Sitim. Egipto será destruido, y Edom será vuelto en desierto asolado, por la injuria hecha a los hijos de Judá; porque derramaron en su tierra sangre inocente. Pero Judá será habitada para siempre, y Jerusalén por generación y generación. Y limpiaré la sangre de los que no había limpiado; y Jehová morará en Sion”.
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Isaías 24:17-23: “Terror, foso y red sobre ti, oh morador de la tierra. Y acontecerá que el que huyere de la voz del terror caerá en el foso; y el que saliere de en medio del foso será preso en la red; porque de lo alto se abrirán ventanas, y temblarán los cimientos de la tierra. Será quebrantada del todo la tierra, enteramente desmenuzada será la tierra, en gran manera será la tierra conmovida. Temblará la tierra como un ebrio, y será removida como una choza; y se agravará sobre ella su pecado, y caerá, y nunca más se levantará. Acontecerá en aquel día, que Jehová castigará al ejército de los cielos en lo alto, y a los reyes de la tierra sobre la tierra. Y serán amontonados como se amontona a los encarcelados en mazmorra, y en prisión quedarán encerrados, y serán castigados después de muchos días. La luna se avergonzará, y el sol se confundirá, cuando Jehová de los ejércitos reine en el monte de Sion y en Jerusalén, y delante de sus ancianos sea glorioso”.
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Isaías 21:1-6: “En aquel día dirás: Cantaré a ti, oh Jehová; pues aunque te enojaste contra mí, tu indignación se apartó, y me has consolado. He aquí Dios es salvación mía; me aseguraré y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es JAH Jehová, quien ha sido salvación para mí. Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de la salvación. Y diréis en aquel día: Cantad a Jehová, aclamad su nombre, haced célebres en los pueblos sus obras, recordad que su nombre es engrandecido. Cantad salmos a Jehová, porque ha hecho cosas magníficas; sea sabido esto por toda la tierra. Regocíjate y canta, oh moradora de Sion; porque grande es en medio de ti el Santo de Israel”.
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Salmos 12:1-12 “¿Por qué se amotinan las gentes, Y los pueblos piensan cosas vanas? Se levantarán los reyes de la tierra, Y príncipes consultarán unidos Contra Jehová y contra su ungido, diciendo: Rompamos sus ligaduras, Y echemos de nosotros sus cuerdas. El que mora en los cielos se reirá; El Señor se burlará de ellos. Luego hablará a ellos en su furor, Y los turbará con su ira. Pero yo he puesto mi rey Sobre Sion, mi santo monte. Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones, Y como posesión tuya los confines de la tierra. Los quebrantarás con vara de hierro; Como vasija de alfarero los desmenuzarás. Ahora, pues, oh reyes, sed prudentes; Admitid amonestación, jueces de la tierra. Servid a Jehová con temor, Y alegraos con temblor. Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; Pues se inflama de pronto su ira. Bienaventurados todos los que en él confían”.
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Una multitud de profecías del Antiguo Testamento hablan de la nueva reunión de los israelitas en la Tierra Santa bajo el reinado del rey Mesías. Está claro que Jesús estará aquí en la tierra gobernando sobre las naciones desde Jerusalén.
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Según Pablo, debemos estar para siempre con el Señor cuando él aparezca. Si es así, entonces también estaremos aquí en la tierra, gobernando con él como reyes y sacerdotes (Rev 1:6). Isaías habla de lo que haremos entonces:
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Isaías 1:24-27: “Por tanto, dice el Señor, Jehová de los ejércitos, el Fuerte de Israel:
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Ea, tomaré satisfacción de mis enemigos, me vengaré de mis adversarios; y volveré mi mano contra ti, y limpiaré hasta lo más puro tus escorias, y quitaré toda tu impureza. Restauraré tus jueces como al principio, y tus consejeros como eran antes; entonces te llamarán Ciudad de justicia, Ciudad fiel. Sion será rescatada con juicio, y los convertidos de ella con justicia”.
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Isaías 30:18-21: “Por tanto, Jehová esperará para tener piedad de vosotros, y por tanto, será exaltado teniendo de vosotros misericordia; porque Jehová es Dios justo; bienaventurados todos los que confían en él. Ciertamente el pueblo morará en Sion, en Jerusalén; nunca más llorarás; el que tiene misericordia se apiadará de ti; al oír la voz de tu clamor te responderá. Bien que os dará el Señor pan de congoja y agua de angustia, con todo, tus maestros nunca más te serán quitados, sino que tus ojos verán a tus maestros. Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda”.
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Los santos resucitados con cuerpos de espíritu incorruptibles servirán como maestros, consejeros, y jueces para aquellos que viven en el reino mesiánico de Dios.
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Como muestra la parábola de Jesús de las diez minas (Lucas 19:12-27), el Mesías recompensará a sus siervos cuando él vuelva con posiciones de autoridad dentro del reino de Dios basado en lo que reprodujeron del Espíritu Santo dado a ellos. Se les dará la responsabilidad de conducir y enseñar, como las palabras de Isaías nos muestran.
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No iremos al cielo. Al final del reinado de 1,000 años del Mesías, el cielo vendrá a la tierra:
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Apo. 21:1-4: “1 Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”.

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Un tiempo vendrá, después del reinado del Mesías en la tierra, que Dios mismo bajará del cielo. Él morará entonces en la nueva tierra entre la humanidad. La tierra, la versión corriente y la nueva tierra que vendrá después del Milenio, siempre será la casa de humanidad.
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Bryan T. Huie

El 25 de mayo de 2004

Revisado: el 14 de marzo de 2008

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