Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)
La Biblia de Jerusalén dice:
«En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron (Jn. 1:1-5)».
La influencia de la filosofía griega a partir del Siglo II de la era presente dentro de la recién fundada Iglesia de Cristo fue decisiva para desarraigar casi por completo la verdadera identidad del Hijo de Dios como «Hombre» (1 Tim. 2:5), para otorgársele en esta intromisión pagana una incorrespondiente “deidad”. La filosofía griega logró con mucho éxito conciliar para la Iglesia un Cristo de tiempo eterno y co-sustancial con el Dios verdadero, que compartirá los mismos derechos de adoración e inmortalidad con la Deidad, es decir, una misma jerarquía en todos los aspectos con el Padre, a pesar de ser “hijo”, a pesar de que Cristo afirmó categóricamente la «superioridad del Padre» con respecto a su «Persona» (Jn. 14:28).
La palabra «logos» que se encuentra en los manuscritos antiguos de las santas escrituras posee el mismo significado que el término hebreo «davar» que se interpreta como «palabra». La palabra «logos» fue trastornada de su connotación bíblica real por el mañoso influjo de la filosofía griega que sustenta a “dios” como «principio de la creación». Para los cristianos bajo este valimiento extraño, la palabra «logos» muestra la continua existencia del “hijo” como una persona sin origen o principio, y como “dios”, igual al Padre. Heráclito la empleaba para indicar el «principio que controla el universo». Los estoicos la utilizaban para señalar «el alma del mundo» («anima mundi») y Marco Aurelio utilizó la frase «spermatikos logos» para mostrar el «principio que genera la naturaleza». Lo anterior fue un importante factor para que se entendiera sin acierto a Cristo como el «logos preexistente» que literalmente se encarnó («se hizo carne», verso 14, sarx egeneto, gr.), para tomar “dos naturalezas”: una “humana” y otra “divina”, según la doctrina antibíblica de la “hipóstasis”.
«La Palabra estaba con Dios, significa en realidad, «la que estaba en la mente del Divino desde el principio». No se trata aquí de una literal “personalización” de ella, que se traduce como una agente preexistente, estrechamente intimidado con Dios («Con Dios», pros ton tehon, gr.). Por lo tanto, Cristo, como «el verbo de Dios» (ho logos tou theou, gr.), es el representante humano por excelencia más fiel de la «Palabra de Dios», en obedecerla y promulgarla para propósito salvífico:
Jn. 6:38 «Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió».
Jn. 7:16-17 «Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió». El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta».
Ap. 19:12-13 « Sus ojos, llama de fuego; sobre su cabeza, muchas diademas; lleva escrito un nombre que sólo él conoce; viste un manto empapado en sangre y su nombre es: La Palabra de Dios».
La palabra «logos» (Cabe decir que la palabra «verbo» en la Biblia no existe como tal) proviene de la antigua palabra griega «legö», y significa para Homero «poner a un lado», «recoger», «colocar palabras lado a lado», «hablar», «expresar una opinión». El «logos» homérico es el más atendible para comprender que «la palabra que estaba con Dios» significa claramente el «plan ideal perfecto» del Padre que habría de cristalizarse más tarde, después de la creación del mundo, en un Ser Humano tan singular y libre de pecado por su engendramiento sobrenatural con el propósito de «dar vida a los hombres que estaban muertos en delitos y pecados» (Ef. 2:1).
El «logos» de Juan va mucho más allá de las expectativas y de las elucubraciones de la filosofía griega, por no «incorporar» al Hijo como un agente preexistente. Si el Hijo de Dios preexistió, entonces el monoteísmo hebreo que continuó con la Iglesia es una falsa contradicción bíblica “certificada”. Por tal motivo, la doctrina de “trinidad” politeísta tendría toda la razón del mundo. No habría excusas para atacarla. Certeramente, la Biblia es «monoteísta». No hay nada dentro de sus miles de párrafos que sugiera ni tan siquiera algún rasgo “microscópico trinitario”. Su monoteísmo puede confirmarse en los versos siguientes, de los tantos que hay:
Dt. 6:4 «Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es».
Is. 44:6 «Así dice Jehová Rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios».
Jn. 17:3 «Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado».
1 Co. 8:6 «…para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él».
«La gloria que Cristo tuvo antes de la fundación del mundo», consiste en haber sido elegido para este «plan maravilloso» que estaba atemporalmente en la mente infinita de Dios para la redención de los hombres malignos, antes del principio de todas las cosas tridimensionales (Jn. 17:5).
Los textos siguientes, son de mucha importancia para aclarar la que hemos dicho previamente:
Sal. 139:16 «Mi embrión vieron tus ojos,Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosasQue fueron luego formadas,Sin faltar una de ellas».
Ro.4:17 «(como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen».
Jer.1:5 «Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones».
Ef.1:4-5 «… según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad…».
Jn.17:24 «Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo».
1 P.1:20 «…ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros…».
Ap. 13:8 «Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo».
Jn. 8:58 «Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy» («ego eimi», gr., conjugación en primera persona del singular).
Para acabar, los dejo con un oportuno y excelente comentario de un conocido y serio teólogo unitario:
«La ironía de la historia es que la ortodoxia eventualmente cae por la misma verdadadera especulación filosófica. Propusieron un “segundo dios” preexistente, y usaron a Juan para apoyar esta partida del monoteísmo. Las traducciones modernas del prólogo con su Palabra con P mayúscula y el uso de pronombres masculino para logos son un permanente testimonio de la filosofía Griega Filónica la cual ha confundido la fe Hebrea del Nuevo Testamento. Juan ha sido retorcido y malentendido y la víctima fue el monoteísmo unitario de Jesús y sus seguidores (Jn. 5:44, 17:3)».
Dios les bendiga siempre.
Comentario al Texto Griego del Nuevo Testamento, A.T. Robertson.
La Doctrina de la Trinidad: La Herida Auto Infligida del Cristianismo. Anthony F. Buzzard.
Biblia de Jerusalén.
Biblia Reina Valera 1960.
Biblia de Estudio Siglo XXI, Reina Valera 1909.
La Biblia de Jerusalén dice:
«En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron (Jn. 1:1-5)».
La influencia de la filosofía griega a partir del Siglo II de la era presente dentro de la recién fundada Iglesia de Cristo fue decisiva para desarraigar casi por completo la verdadera identidad del Hijo de Dios como «Hombre» (1 Tim. 2:5), para otorgársele en esta intromisión pagana una incorrespondiente “deidad”. La filosofía griega logró con mucho éxito conciliar para la Iglesia un Cristo de tiempo eterno y co-sustancial con el Dios verdadero, que compartirá los mismos derechos de adoración e inmortalidad con la Deidad, es decir, una misma jerarquía en todos los aspectos con el Padre, a pesar de ser “hijo”, a pesar de que Cristo afirmó categóricamente la «superioridad del Padre» con respecto a su «Persona» (Jn. 14:28).
La palabra «logos» que se encuentra en los manuscritos antiguos de las santas escrituras posee el mismo significado que el término hebreo «davar» que se interpreta como «palabra». La palabra «logos» fue trastornada de su connotación bíblica real por el mañoso influjo de la filosofía griega que sustenta a “dios” como «principio de la creación». Para los cristianos bajo este valimiento extraño, la palabra «logos» muestra la continua existencia del “hijo” como una persona sin origen o principio, y como “dios”, igual al Padre. Heráclito la empleaba para indicar el «principio que controla el universo». Los estoicos la utilizaban para señalar «el alma del mundo» («anima mundi») y Marco Aurelio utilizó la frase «spermatikos logos» para mostrar el «principio que genera la naturaleza». Lo anterior fue un importante factor para que se entendiera sin acierto a Cristo como el «logos preexistente» que literalmente se encarnó («se hizo carne», verso 14, sarx egeneto, gr.), para tomar “dos naturalezas”: una “humana” y otra “divina”, según la doctrina antibíblica de la “hipóstasis”.
«La Palabra estaba con Dios, significa en realidad, «la que estaba en la mente del Divino desde el principio». No se trata aquí de una literal “personalización” de ella, que se traduce como una agente preexistente, estrechamente intimidado con Dios («Con Dios», pros ton tehon, gr.). Por lo tanto, Cristo, como «el verbo de Dios» (ho logos tou theou, gr.), es el representante humano por excelencia más fiel de la «Palabra de Dios», en obedecerla y promulgarla para propósito salvífico:
Jn. 6:38 «Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió».
Jn. 7:16-17 «Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió». El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta».
Ap. 19:12-13 « Sus ojos, llama de fuego; sobre su cabeza, muchas diademas; lleva escrito un nombre que sólo él conoce; viste un manto empapado en sangre y su nombre es: La Palabra de Dios».
La palabra «logos» (Cabe decir que la palabra «verbo» en la Biblia no existe como tal) proviene de la antigua palabra griega «legö», y significa para Homero «poner a un lado», «recoger», «colocar palabras lado a lado», «hablar», «expresar una opinión». El «logos» homérico es el más atendible para comprender que «la palabra que estaba con Dios» significa claramente el «plan ideal perfecto» del Padre que habría de cristalizarse más tarde, después de la creación del mundo, en un Ser Humano tan singular y libre de pecado por su engendramiento sobrenatural con el propósito de «dar vida a los hombres que estaban muertos en delitos y pecados» (Ef. 2:1).
El «logos» de Juan va mucho más allá de las expectativas y de las elucubraciones de la filosofía griega, por no «incorporar» al Hijo como un agente preexistente. Si el Hijo de Dios preexistió, entonces el monoteísmo hebreo que continuó con la Iglesia es una falsa contradicción bíblica “certificada”. Por tal motivo, la doctrina de “trinidad” politeísta tendría toda la razón del mundo. No habría excusas para atacarla. Certeramente, la Biblia es «monoteísta». No hay nada dentro de sus miles de párrafos que sugiera ni tan siquiera algún rasgo “microscópico trinitario”. Su monoteísmo puede confirmarse en los versos siguientes, de los tantos que hay:
Dt. 6:4 «Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es».
Is. 44:6 «Así dice Jehová Rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios».
Jn. 17:3 «Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado».
1 Co. 8:6 «…para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él».
«La gloria que Cristo tuvo antes de la fundación del mundo», consiste en haber sido elegido para este «plan maravilloso» que estaba atemporalmente en la mente infinita de Dios para la redención de los hombres malignos, antes del principio de todas las cosas tridimensionales (Jn. 17:5).
Los textos siguientes, son de mucha importancia para aclarar la que hemos dicho previamente:
Sal. 139:16 «Mi embrión vieron tus ojos,Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosasQue fueron luego formadas,Sin faltar una de ellas».
Ro.4:17 «(como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen».
Jer.1:5 «Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones».
Ef.1:4-5 «… según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad…».
Jn.17:24 «Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo».
1 P.1:20 «…ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros…».
Ap. 13:8 «Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo».
Jn. 8:58 «Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy» («ego eimi», gr., conjugación en primera persona del singular).
Para acabar, los dejo con un oportuno y excelente comentario de un conocido y serio teólogo unitario:
«La ironía de la historia es que la ortodoxia eventualmente cae por la misma verdadadera especulación filosófica. Propusieron un “segundo dios” preexistente, y usaron a Juan para apoyar esta partida del monoteísmo. Las traducciones modernas del prólogo con su Palabra con P mayúscula y el uso de pronombres masculino para logos son un permanente testimonio de la filosofía Griega Filónica la cual ha confundido la fe Hebrea del Nuevo Testamento. Juan ha sido retorcido y malentendido y la víctima fue el monoteísmo unitario de Jesús y sus seguidores (Jn. 5:44, 17:3)».
Dios les bendiga siempre.
Comentario al Texto Griego del Nuevo Testamento, A.T. Robertson.
La Doctrina de la Trinidad: La Herida Auto Infligida del Cristianismo. Anthony F. Buzzard.
Biblia de Jerusalén.
Biblia Reina Valera 1960.
Biblia de Estudio Siglo XXI, Reina Valera 1909.