Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)
Muchas personas me acusan de ser un Testigo de Jehová porque predico insistentemente acerca del Reino de Dios a través de mis blogs y mis tres sitios web. Otros simplemente me dicen que aún me quedan residuos o retobos de mi pasado Watchtoweriano porque insisto en este maravilloso tema. Pero esta opinión es tan absurda como que si yo dijera que los evangélicos son católicos romanos porque enseñan la Trinidad, el infierno de tormento para los impíos, y la partida de las almas al cielo para los buenos. Sin embargo, lo que no saben estas personas es que el reino de Dios no se originó con los Testigos de Jehová de la Watchtower, sino con Dios, el cual hizo un pacto con el legendario rey de Israel, David (1 Cró. 28:5). El hecho de que los Testigos lo prediquen (y trastocado, sea dicho de paso) no lo convierte en un mensaje originario de ellos. Simplemente lo han sacado de la Biblia, pero lo han alterado de acuerdo a sus intereses y prejuicios personales. Así, pues, en vez de ser un reino bíblico, su reino es un reino al estilo watchtoweriano, con sus retoques y cambios al gusto de la secta.
El Reino de Dios de las Santas Escrituras Vs. El reino Watchtoweriano
Los Testigos de Jehová están presentando un reino que se aparta mucho de la Biblia, puesto que su reino es uno clasista, racista, y por tanto, trastocado y dividido. Ellos dicen que sólo 144,000 hombres (fuera de Cristo) serán reyes del reino de Dios, en tanto que el resto de Testigos serán meramente súbditos de éstos. Además, ellos sostienen que el reino es celestial, es decir, que los reyes reinarán sobre los súbditos terrestres desde el cielo. En buena cuenta, en el cielo están los 144,001 tronos de los reyes ungidos, y allá vivirán para siempre esta clase privilegiada de Testigos-reyes. El resto (la gran mayoría de Testigos) se quedará en la tierra como súbditos humanos inmortales.
Al examinar cuidadosamente y sin prejuicios las Escrituras, nos encontraremos que Dios es un Dios que no hace acepción de personas. Esto significa que todos los que se rinden a Él para adorarlo y servirlo a través de Cristo son dignos de ser hijos suyos, y herederos de Sus bienes (Romanos 8:14-17). La Biblia nos enseña que Dios está formando una familia a través de Su Hijo, Jesucristo (Heb. 2:10; Efe. 2:19). Esta familia es llamada por Cristo: “Mi iglesia” (Mat. 16:18), iglesia compuesta por hombres de todas las razas y nacionalidades del mundo que han decidido imitar a Cristo en todo y servirle fielmente, sin dejar de poner a Dios sobre todas las cosas.
La esperanza del Reino comenzó con un juramento divino, cuando Dios le prometió al insigne patriarca Abraham que su descendencia sería de bendición para todas las familias de la tierra (Gén. 12:2,3), y prosiguió con otra importante promesa-pacto con el legendario rey David, a quien Dios le aseguró que no le faltaría varón que ocupara su trono (1 Reyes 9:5). Así, Dios le prometió a David que su reino (que era el mismísimo reino de Dios) seguiría a través de un ungido de su casa y sangre, el cual traería finalmente la paz y la justicia perdurables, no solamente para sus paisanos judíos, sino también para todas las naciones de la tierra. Todos los profetas del AT dan testimonio de esta promesa y aseguran que se cumplirá con un varón señalado por Dios como “Mi Hijo” (Sal. 2:7, 8). En este punto estamos de acuerdos casi todos los cristianos de las diferentes denominaciones.
Cuando apareció Jesús como el Hijo de Dios en la tierra, él reveló con toda claridad que fue enviado para proclamar el evangelio del reino de Dios. El Apóstol Pablo luego dirá que Cristo vino a CONFIRMAR las promesas que Dios hizo a los padres (Romanos 15:8). Esto quiere decir que el propósito de la venida del Señor era el de ratificarles a los suyos que él restablecerá el reino de Su antepasado David en la tierra en su parusía en gloria. Este mismo mensaje sería llevado después por Pablo a los gentiles para que éstos también tuvieran la oportunidad de creerlo para su salvación (Rom. 1:16; Hechos 19:8; 20:24,25; 28:23, 30,31).
Así que Jesús vino para proclamar, no un reino nuevo, o desconocido, sino uno que sus paisanos ya sabían bien. De allí que Jesús no se molestó en dar alguna explicación de lo que se trataba el reino de Dios cuando comenzó su ministerio, sino que simplemente lo proclamó, diciendo: “Arrepentíos, porque el reino de Dios se ha acercado” (Mar. 1:15). Este hecho, por sí solo, nos sugiere que sus paisanos judíos sabían lo que era este reino, y además, que lo estaban esperando desde hace muchísimo tiempo, aunque no sabían cuándo llegaría exactamente, hasta que Jesús entró en la historia y lo “acercó”.
El Reino Watchtoweriano no tiene nada de Restaurado
En Hechos 1:3,6,7 los discípulos le preguntan a Jesús sí él ya iba a restaurar su reino en sus tiempos, y Jesús sencillamente les dice que a ellos no les correspondía saber los tiempos o las sazones que Dios puso en su sola potestad. Notemos que los discípulos usaron el vocablo “restaurar”. Esta palabra, por sí sola, ya nos dice que el reino debe ser de las mismas características que el reino original. Por ejemplo, si uno manda a restaurar un jarrón roto, uno lógicamente espera que le entreguen el mismo jarrón como era originalmente. Del mismo modo, si el reino de Dios fue originalmente una monarquía genuina en la tierra de Palestina, con un rey, príncipes, súbditos, y una capital (en este caso, Jerusalén), entonces uno esperaría que el reino restaurado sea idéntico al original, es decir, uno con un rey, príncipes, súbditos, y centralizado en Jerusalén. ¿Pero qué sucedería si por arte de magia este reino antiguo reaparece reubicado en el cielo, pero con sus súbditos en la tierra? ¿Podría alguno decir que el reino original se restauró realmente?
El reino de David, como ya lo dijimos, tuvo como capital la antigua ciudad de Jerusalén. Entonces, en sensato esperar que el reino restaurado deba estar en esta misma ciudad capital. No es, pues, de extrañar, que Cristo dijera en Mateo 5:33-35: “no juréis… ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran rey”, o que los judíos exclamaran con júbilo: “¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene!” cuando Jesús estaba entrando en Jerusalén en un asno con todos los honores de un rey (Mar. 11:10).
Por lo tanto, con toda buena razón rechazamos aquel reino insólito presentado por los Testigos de Jehová, pues obviamente no es el mismo reino que el verdadero o el original de la Biblia. Definitivamente el reino Watchtoweriano es uno que se localiza en el cielo mientras que el verdadero se restaurará en la tierra. Bástenos saber que el reino Watchtoweriano se localiza en el cielo para afirmar con toda confianza que el reino de los “Testigos” es espurio. Claro que hay otros defectos en el reino de los “Testigos” como ya lo hemos manifestado al comienzo de este escrito, como es su clasismo y divisionismo descarados (las dos clases en el reino: la celestial y la terrenal).
Lo que nos sigue sorprendiendo es que los Testigos de Jehová sigan anunciando sus fechas falsas (fruto de la especulación) para el establecimiento del reino y de la venida de Cristo, cuando todos sabemos que Jesús fue clarísimo cuando dijo que nadie puede saber el día y la hora para esos extraordinarios eventos (Mar. 13:32; Hechos 1:7). Además, es una venida que sería sorpresiva para todos, para creyentes y no creyentes, aunque los primeros no estarían con la guardia baja, por cierto (1 Tes 5:2). Este evento maravilloso que sacudirá el mundo, introducirá el reino milenario del Mesías en la tierra renovada. El mismo reino que nuestro Señor estuvo anunciando insistentemente en su primera venida, desde el mismo comienzo de su ministerio hasta el final de éste (Marcos 1:1,14,15 y Hechos 1:3).
El Cristo Rey Watchtoweriano es “otro Jesús”
Jesús dijo que los Suyos heredarán el reino cuando él retorne a la tierra en gloria y en persona con los ángeles de su poder, pero no antes de esto. Recordemos que los ángeles anunciaron a los fieles congregados en aquel monte santo de los olivos que: “Este mismo Jesús que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo”7. De modo que no es un “Jesús invisible” o espiritual el que regresa al mundo como sostienen los Testigos de Jehová, sino el mismísimo Jesús de carne y huesos que vieron los verdaderos Testigos del primer siglo levantarse e irse al cielo! (Hechos 1:11; Apo.1:7).
Así que la herencia del reino sería obtenida en la parusía del Rey Jesús, cuando todas las gentes de las naciones harán lamentación a causa de él, al verlo venir con sus propios ojos en todo su esplendor. Este evento literal y único, como dije, ha sido desafortunadamente alegorizado por los “Testigos de Jehová”, y ellos han desviado la atención de la gente hacia un reino ya establecido en los cielos en 1914, aunque sólo con una parte importante de sus ungidos, pues aún hay un resto que todavía vive en la tierra, según ellos. Es decir, los Testigos de Jehová enseñan que Cristo ya está reinando con un buen número de sus ungidos desde el cielo, pero esperando que el resto de los ungidos que aún viven mueran para que se complete el número de los reyes que reinarán sobre la gran multitud de Testigos de Jehová y las naciones. Toda esta cantinflada no la creen ni ellos mismos seguramente.
Lo cierto es que ellos tienen que hacer esfuerzos denodados para poder explicarnos cómo los que traspasaron al Señor podrán ver a Jesús venir en gloria con sus ojos, si éstos no tienen lo que los Testigos llaman “ojos de entendimiento”. Y también nos tendrán que explicar cómo puede Jesús reinar en un mundo dónde el diablo está aún suelto, engañando e incitando a la maldad y al pecado en todas sus formas posibles, y que van en aumento galopante año tras año. Recordemos que las Escrituras nos dicen que Cristo atará antes al diablo para que no engañe más a las naciones, y así poder reinar sin obstáculo alguno (Apo. 20:3) Todas estas contradicciones seguramente ponen en aprietos a los “teólogos” de la Watchtower.
Los Súbditos del reino Watchtoweriano Vs. Los Súbditos del Reino de Dios
Los súbditos del reino watchtoweriano son los justos de la tierra, las otras ovejas, o la grande muchedumbre de Testigos de Jehová que no calificaron para ser reyes con Cristo debido a su fenotipo básicamente. Son los que no pertenecen a la clase de la iglesia, y que no son hijos de Dios, ni hermanos de Cristo. Es decir, aquellos que no tienen el ungimiento del Espíritu Santo. Increíble…¡estás son las mismas características que distinguen más bien a los incrédulos e impíos… no a los justos! En cambio, los verdaderos súbditos del reino de Dios serán los sobrevivientes de las naciones que hayan escapado de la Gran tribulación y hayan entrado a disfrutar del reinado milenario de Cristo, pero sin la perfección y la glorificación de los santos.
El Reino de Dios obviamente será regido por un gran rey y príncipes que colaborarán activamente con la eficaz administración del mismo. Estos que estarán glorificados con Cristo es LA IGLESIA, compuesta por todos aquellos que fueron bautizados y nacieron de nuevo como hijos de Dios. Estos tienen a Cristo como cabeza, y ellos lógicamente son su cuerpo místico que reinará con él en su trono o gobierno. Esta iglesia verdadera no es simplemente un grupito escogido dentro de la feligresía, sino es que es feligresía completa la que compone la iglesia del Señor. De allí la diferencia con la llamada iglesia Watchtoweriana, que es una iglesia apóstata, sectaria, divisionista y racista.
A veces me preguntan cómo se yo que todos los cristianos componen la iglesia del Señor, a lo cual yo respondo con algunos versos de la Biblia. En Hechos 2:38-47, leemos: “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare. Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación. Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos”.
En los versos de arriba he subrayado las oraciones más importantes, pues nos revelan los siguientes puntos:
1.- Que el bautismo es para recibir el Espíritu Santo (y que nos hace hijos de Dios, ver Rom. 8:14-17).
2.- Que este don del espíritu Santo no es para una clase de cristianos dentro de la feligresía como sostienen los “Testigos de Jehová”, sino para todos los que el Señor llama para ser salvos.
3.- Se nos revela que aquellos que fueron bautizados fueron añadidos a la iglesia para ser salvos. Esto significa que la salvación se obtiene si nos hacemos parte de la iglesia de Cristo. Y esto es importantísimo, porque los “Testigos de Jehová” enseñan impíamente que sólo un pequeño grupo de sus bautizados (144,000 hombres) pertenecen a la iglesia, ¡más no todos los “Testigos”! Es decir, el Cuerpo Gobernante priva a la mayoría de sus seguidores de la salvación. Esto, por sí sólo, nos evidencia de lo diabólico de su doctrina.
Más sobre los Testigos de Jehová en:
www.lavasori.wordpress.com