Por Apologista
La Necesidad de ser alguien importante
Los más de los hombres buscan ser reconocidos y admirados como personas importantes y de valía en la sociedad. Así, cuando se es joven, queremos ser admirados por los chicos y chicas de nuestros colegios o universidades y llevar la bandera como populares, inteligentes, importantes, y necesarios para el grupo. Queremos ser más que los demás, y anhelamos ser los más notorios, los más destacados líderes, los brillantes ideólogos de nuevos y revolucionarios postulados filosóficos, políticos o religiosos. Sin embargo, muchos no logran destacar como quisieran por diferentes razones, entre ellas, su poca habilidad intelectual, o por una escasa formación académica, o por alguna incapacidad física o tara mental. Estos, sin duda, viven amargados, frustrados y aislados en sus propios complejos e inhibiciones. Incluso hasta pueden llegar a odiarse a sí mismos, y a los demás; sin dejar de culpar, al mismo tiempo, a otros, y a la sociedad misma, de su poca fortuna.
La Religión y la Política como Vías de Escape
Sin duda que hay gente muy inteligente y bien intencionada que se mete en la religión y en la política con ideas y propósitos nobles y altruistas. La historia nos cuenta de buenos religiosos y sabios políticos que han hecho mucho bien al mundo con sus postulados o ideas nobles. Pero también han habido muchos hombres frustrados y resentidos consigo mismos y con la sociedad que han formado religiones, sectas y partidos políticos que poco bien le han hecho al mundo, en particular, los desalmados dictadores políticos y líderes religiosos que han existido en distintos lugares del mundo.
El Siglo XIX dio paso a la aparición de distintos grupos religiosos que con la escusa de buscar de fraternidad y la armonía entre los hombres han escondido siniestramente intereses egoístas y abominables de la peor especie. Estos grupos religiosos se han vueltos riquísimos y poderosos a través del engaño, la manipulación, y la explotación de los hombres de buena voluntad. Astutos como son, los líderes de los movimientos religiosos conocen perfectamente la sicología humana, y saben perfectamente cómo satisfacer las necesidades del “yo” humano. Saben que la gente busca reconocimiento y admiración de los demás, y si viene de grandes masas, mejor aún. Las sectas estadounidenses, como la Adventista del Séptimo Día, los Mormones, los Testigos de Jehová, los evangélicos de la prosperidad, y muchas otras, te ofrecen un mundo de maravillas para ti y los tuyos. Te dicen que tú puedes ser importante hoy, y te prometen el oro y el moro si eres fiel a su grupo. Te dicen que puedes llegar a ser el primer obispo de la iglesia, el hombre más importante del consistorio, y admirado, obedecido y hasta temido por los demás hermanos de menor rango o de la feligresía en general. Incluso te dicen que serás un Dios en el otro mundo si eres fiel al grupo en esta vida.
Tú puedes ser un “Don Nadie” en tu vida personal, pero en la iglesia serás un “Ungido”, “un Pastor”, “un Anciano”, “un Siervo Ministerial”, un “Obispo”, y así por el estilo, según la secta. Te dirán: “Amado Pastor”, “Primer Pastor”, “Reverendísimo”, etc, etc. ¡Serás alguien importante en esa secta religiosa de tu elección!
Vendiendo el alma al diablo
Sin embargo, para ganar estos favores, tendrás que renunciar a tu voluntad, a tus pensamientos personales, a tu teología, a tu razonamiento, a tu criterio…en suma, a tu ser entero. Tendrás que repetir como cotorra lo que los líderes o la cúpula te digan y enseñen, sin apartarte ni un ápice de sus dictados. Tendrás que dejar de ser un hombre libre y pensante y volverte un robot, un idiota, uno que sólo servirá para repetir de memoria lo que dicen los sátrapas de la élite…un simple eco de otras voces ocultas.
A pesar de este alto precio, muchos estarán dispuestos a dejar de ser ellos mismos para satisfacer ese lado vacío de la frustración y la falta de reconocimiento, aceptando cargos “importantes” que les ofrece la secta favorita, si es que son realmente leales a la “organización”. Estas personas no estarán muy interesadas en la verdad y la justicia, sino principalmente en el cargo o puesto de importancia que ejercerán, y que los convertirán finalmente en personas significativas, dignas de admiración, de reverencia, y hasta de temor. Estos jamás dejarán el grupo así les demostremos con todas las evidencias posibles de que están muy equivocados. Simplemente no es de su preocupación saber si andan en la prístina verdad del evangelio o no. ¡Su razonamiento es que ése es sencillamente un problema que deben resolver los guías del grupo!
Esto, sin embargo, no quiere decir que no haya muchos miembros sinceros en el grupo que dan por sentado que sus líderes son verdaderos representantes de Dios en la tierra. No obstante, estos son individuos que muchas veces son atraídos por una hermandad que se muestra muy amorosa y dispuesta a atender sus necesidades básicas. Así que ese aparente ambiente de armonía y calor humanos es una carnada sabrosa que atrae a los potenciales creyentes al grupo, y que eventualmente se mantendrá así en tanto que se permanezca fiel a la organización. Ahora bien, si alguno decidiera apartarse de ellos por razones de doctrina o por lo que sea, ese ambiente de amor y cordialidad se tornará hostil contra el disidente. El amor y la compasión desaparecerán por completo, y ese hermano dubitativo podrá eventualmente ser expulsado por apóstata o hereje. Terminará siendo un individuo repulsivo como leproso para el resto de su congregación.
Temor en Silencio
Un buen número de afiliados que entraron al culto porque creyeron que estaban en la verdad podrán sentir con el tiempo que la secta no es lo que ellos pensaban o esperaban que debía ser, y decidirán salirse o renunciar a ella definitivamente. No obstante, la cúpula del culto alecciona a sus fieles a separarse de los disidentes “apóstatas, sin importarles una pizca si éstos guardan algún vínculo con el desertor. De este modo el Cuerpo Gobernante cruelmente separa a los padres de sus hijos, a los esposos de sus esposas, a los abuelos de sus nietos, a los tíos de sus sobrinos, a los novios de sus novias, y así por el estilo. El trauma y el dolor son la lógica consecuencia de esta diabólica estrategia, razón por la cual muchos optan en silencio por seguir en el grupo, disimulando lealtad con tal de no perder a sus seres amados. La aparente unidad y armonía en estos grupos es sencillamente un engaño o una utopía.
Un culto basado en la coerción, el ostracismo y la intimidación no puede ser una buena religión, y definitivamente nuestro Señor nunca llevó a la práctica esa forma o método para captar a sus seguidores, sino fundamentalmente por la fuerza de la razón y del amor.
Ciertamente la verdad hace libre a los hombres, y todos fuimos llamados a ser libres de ataduras diabólicas ejercidas por hombres impíos. La religión cristiana se basa en hacer la voluntad de Dios, y no la de hombres supuestos "iluminados" que operan en los grupos religiosos sectarios que tienen apariencia de piedad.
La crueldad de los cultos
No es sorprendente, pues, recibir noticias de gente que salieron de cultos con su salud mental resquebrajada, llenos de temor, inseguridad, y soledad. Este es el resultado que se obtiene al ingresar a cualquiera de estos grupos religiosos. Tanto Jim Jones, David Koresh, Marshall Applewhite y muchos otros fundadores de cultos, ocasionaron, en conjunto, la muerte de más de mil de sus feligreses que creyeron en ellos. Un ejemplo del control férreo de la élite de la secta de los Testigos de Jehová lo encontramos en su prohibición de la transfusión de sangre en caso de requerirla. Por lo tanto, son estos fanáticos religiosos de la cúpula gobernante los primeros responsables de que un importante número de sus adherentes hayan muerto por simplemente negarse a recibir sangre por transfusión cuando la Biblia no lo prohíbe en absoluto. ¡Este es un claro ejemplo del peligro de pertenecer a un culto cerrado, intolerante, fanático y dogmático que trunca las libertades de sus seguidores so pena de expulsión en caso de desacato.
La Solución
Antes de entrar a cualquier culto, sea cual fuere éste, hay que investigar a fondo sus métodos y objetivos para no quedar entrampados en sus garras. No es sabio dejarse seducir por la aparente “caridad cristiana”, el “ambiente hogareño” y la “atmósfera celestial” que exhiben. Es necesario conocer al grupo y buscar el testimonio de los disidentes. Sólo los tontos caen como palomitas mansas en una trampa que es difícil soltarse. Como ex miembro de esta secta, sólo me resta decirle al potencial Testigo de Jehová, o de cualquier otra secta, que investigue bien la organización a la que va a pertenecer, porque de lo contrario podría salir muy perjudicado. Satanás tiene labios muy dulces y palabras seductoras y engañosas que confunde a los simples.