Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD).
Muchos teólogos, estudiantes bíblicos, y llamados “cristianos”, están convencidos que Dios ha rechazado a su Pueblo en definitiva. Hay ciertos pasajes en el Nuevo Testamento que nos hacen considerar todo lo contrario. Es por eso que es tan importante examinar minuciosamente las Escrituras, con interés y cordura, para no caer en contradicciones que parecen verdad y que nos puden comprometer, al aceptarlas, la salud espiritual.
Empecemos, pues:
«Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él (Mt.21:43).
Obviamente, estas palabras van dirigidas a los judíos que estaban alrededor de Cristo oyéndolo. Recordemos que Cristo vino exclusivamente para dar testimonio a los del Pueblo de Israel de su identidad mesiánica y de las implicancias del Reino de Dios futuro y terrenal, en su ministerio de tres años y medio. Personalmente, su mensaje nunca lo proclamó a los gentiles; de eso se encargarían sus discípulos y la postrera generación de creyentes de todo el mundo (enfatizado con corchetes para cada caso):
«El respondiendo (Cristo), dijo: [No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel]» (Mt.15:24).
«Y les dijo (Cristo): No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, [y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra]» (Hech. 1:7-8).
Cristo les expone a estos «judíos» que estaban a su alrededor, que el Reino de Dios les [sería quitado] por haberle rechazado. Cristo le reveló a Nicodemo que el que «no naciera de nuevo no vería el Reino de Dios». Sabemos que para [nacer de nuevo] se requiere, imprescindiblemente, que el potencial «hijo de Dios» crea en Jesucristo (Jn.3:4; 2 Co.5:17). Muchos judíos rechazaron abiertamente a Cristo, actitud negativa que los apartó del Reino de Dios: Nunca experimentaron el [nuevo nacimiento] por no haber creído en él: «A los suyo vino, y los suyos no le recibieron» (Jn.1:11).
«. . . el Reino de Dios sera quitado de vosotros . . . », por lo tanto, contiene a la generación de judíos con la que el Señor discutía, no pocas veces peligrosa y acaloradamente. Cristo les hace ver que este Reino, por no haberlo merecido, les sería entregado «a gente que produzca frutos de él». Lo que Cristo da a entender aquí, que el Reino sería entregado a cualquier generación que se haya vuelto a él; pero en esto, no cabe duda que Cristo se refiere a los judíos y no a personas foráneas o ajenas a la nación de Israel, que son los «goyms» o gentiles Aclaramos ya que Cristo fue absolutamente selectivo con su mensaje de salvación para los de la nación de Israel (Véase, sin faltar, Lc.1:67-80, por favor).
En su pregunta y auto contestación irónicamente retórica, Pablo explica con gran transparencia que Dios «no ha rechazado a su Pueblo Israel». Pablo se coloca en la punta mencionando que es [Israelita], [descendiente de Abraham, de la tribu de Benajmín]:
«Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera. Porque también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín» (Ro.11:1).
Si Dios ha rechazado a su Pueblo Israel, también ha rechazado a Pablo, a Pedro, a Juan, a Tomás, y al resto de los discípulos del Señor que fueron judíos. A rechazado a los [varones israelitas], a los [tres mil judíos] que se convirtieron al mensaje de Pedro (véase Hech. 2:22-41). Los discípulos de Cristo, judíos de nacimiento, a excepción de Lucas que fue griego, fueron parte de la Iglesia que se instituyó ''oficialmente'', por decirlo de ese modo, con la venida del espíritu santo en el año 33 después de Cristo, en el día del Pentecostés, como también los «tres mil varones israelitas» de los que hablamos un poco arriba. Dios [no ha reemplazado] a la nación de Israel por la Iglesia, ya que parte de Iglesia se encuentra conformada por judíos naturales que han creído en el Mesías Hombre que el Nuevo Testamento presenta. El «supersesionismo» es una gran farsa, una contradicción racista, totalmente antisemita. Dios no ha sustituido la Iglesia del Nuevo Testamento por el Testamento mosiaico para marginar a Israel a quien le fue dada la Ley. No hay nada razonable y cabal que sustente tal idea, que no deja de ser diabólica tan sólo.
Cristo por medio de su muerte ha hecho de judíos y gentiles un pueblo único. Cristo derribó el muro que separaba a ambos para hacer de ellos uno solo. Este muro o [barrera divisoria], es la Ley mosaica, pero tal vez representa alegóricamente el muro del templo que separaba el atrio de los gentiles del atrio de los judíos. Era ilícito para los gentiles traspasar esta barrera de división: había una advertencia de muerte para el que quebrantara el límite convenido. Judíos y gentiles fueron reconciliados con Dios mediante la cruz, en un solo cuerpo, que es la Iglesia, constituida por los que [estaban lejos], o sea, los gentiles, y por los que [estaban cerca], o sea, los judíos. «Ambos tienen entrada al Padre por un mismo espíritu»:
«Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca; porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre» (Ef.2:13-18).
El capítulo 11 a los Romanos, desde el 1 verso hasta el 36, está relacionado con la nación de Israel y su restauración. Los gentiles son las ramas silvestres que han sido injertadas en el Olivo de Dios; pero las ramas naturales, es decir, los judíos que han sido provocados a «celo» por el programa divino de salvación para los los gentiles (Ro.121:11), y que fueron antes desgajadas, volverán a ser injertadas en el árbol de Dios. Esto acontecerá en el momento en que Israel se aleje de todo designio maligno, principalmente, de su incredulidad. De ese modo podrán recibir en esta condición las bendiciones que Dios len ha prometido cuando el Reino de Dios sea cristalizado en la tierra. Por eso dice: «Y ellos también, si no permanecen en incredulidad, serán injertados; porque Dios es poderoso para injertalos de nuevo» (Ro.11:23).
«. . . y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad. Y este será mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados» (Ro.121:26-27).
Diremos, sin equivocarnos, que este «Todo Isreal» no pude ser la Iglesia de Cristo. Si no tomamos en cuenta con mucha seriedad los textos circunvecinos (Ro.11. 1-36), podríamos terminar creyendo una sarta de sandeces y mentiras fundadas en aire, polvo y postrera ruina, señores de la “Teoría del Reemplazo”. Para empezar, el término «Jacob» nunca ha estado relacionado con la Iglesia novotestamentaria. A Jacob, en el Antiguo Testamento, le fue conferido el nombre de «Israel» que significa «príncipe de Dios». La palabra [Israel] es utilizada regularmente para identificarla con la descendencia física de Jacob, y no con la Iglesia de Cristo. En Ro.11:1 Pablo asevera que el Pueblo judío, al que pertrenece, por ser de la tribu de Benjamín, [no ha sido rechazado por Dios]. Pablo dentro de los textos ya marcados hace una notable distinción entre las ramas silvestres, que son los gentiles creyentes que han sido injertados en el árbol de Dios; y las degajadas, las ramas naturales, que serán nuevamente injertadas en dicho árbol, y que son los israelitas que se hayan convertido al Señor. «Todo Israel» será salvo hasta que la «plenitud de los gentiles conlcuya», hasta que «el último de los gentiles de la tierra que debe convertirse, se haya convertido al Señor».
Cuando Pablo escribe que «Todo Israel» será salvo, no dice con esto que todos los judíos, sin excepción, [serán salvos]. No, el texto no dice esto. Pablo habla de un remanente que Dios ha levantado en el tiempo presente (Ro.11:5), y hace un paralelismo con el ejemplo de Elías, cuando éste se queja ante Dios en contra de Israel: «Señor, a tus profetas han dado muerte, y tus altares han derribado; y sólo yo he quedado, y procuran matarme?» (Ro.11:3). La respuesta, no se hace esperar, y Dios le hace saber que aparte de él, hay otros que le siguen, que le buscan, que le adoran en verdad . . . que no han doblado las rodillas ante el Baal idolátrico: «Pero ¿qué le dice la divina respuesta? Me he reservado siete mil hombres, que no han doblado la rodilla delante de Baal» (Ro.11:4).
Pablo viene a confirmar la veracidad de nuestro estudio al hacernos saber que «no todos los nacidos de Israel son de Israel, ni por ser descendientes de Abraham son todos hijos suyos, sino que en Isaac será llamada tu descendencia» (Ro. 9:7-8). Pablo determina con esto que «no son los hijos de la carne, es decir, los israelitas naturales, los que son hijos de Dios, sino más bien los hijos de la promesa son contados como descendencia, y que son hijos de Dios. «Todo Israel, por inferencia lógica, se establece como aquel Israel espirtual que ingresará, como parte de la Iglesia de Cristo (la otra fracción son los gentiles convertidos del mundo), al Reino de la Teocracia Universal prometido desde la antigüedad al patriarca Abraham.
Resumen muy breve: No pocos afirman que Israel ha sido marginado por Dios por siempre. Pablo invalida esta postura tan retorcida como escalera helicoidal al decir que Dios [no ha desechado a su Pueblo], y que en el tiempo actual, el presente, ha quedado un remenente escogido por la gracia divina, y no será hasta que haya entrado la [plenitud de los gentiles], en un futuro escatólogico, en que «Todo Israel será salvo» (Ro. 11: 25, 26).
Cuando Cristo regrese en Ira, en Poder, visible y en destellante Gloria, lo que hará primero es liberar a Israel de sus obstinados y crueles enemigos (para confirmar esto, véase por favor Zac.14:1-4; Jer. 30:7). El Antiguo Testamento nos muestra que la Casa de Israel y de Judá serán unidas, nuevamente; pero sus expectativas serán tremendamente incomparables en beneficios. Jamás volverán a existir entre ellas diferencias antagónicas que las hagan separarse otra vez (léase Is. 11:1-14; Ez.37:18-25).
Gracias, y que Dios me los bendiga siempre.
«Una rama silvestre que no se anda por las ramas».
Muchos teólogos, estudiantes bíblicos, y llamados “cristianos”, están convencidos que Dios ha rechazado a su Pueblo en definitiva. Hay ciertos pasajes en el Nuevo Testamento que nos hacen considerar todo lo contrario. Es por eso que es tan importante examinar minuciosamente las Escrituras, con interés y cordura, para no caer en contradicciones que parecen verdad y que nos puden comprometer, al aceptarlas, la salud espiritual.
Empecemos, pues:
«Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él (Mt.21:43).
Obviamente, estas palabras van dirigidas a los judíos que estaban alrededor de Cristo oyéndolo. Recordemos que Cristo vino exclusivamente para dar testimonio a los del Pueblo de Israel de su identidad mesiánica y de las implicancias del Reino de Dios futuro y terrenal, en su ministerio de tres años y medio. Personalmente, su mensaje nunca lo proclamó a los gentiles; de eso se encargarían sus discípulos y la postrera generación de creyentes de todo el mundo (enfatizado con corchetes para cada caso):
«El respondiendo (Cristo), dijo: [No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel]» (Mt.15:24).
«Y les dijo (Cristo): No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, [y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra]» (Hech. 1:7-8).
Cristo les expone a estos «judíos» que estaban a su alrededor, que el Reino de Dios les [sería quitado] por haberle rechazado. Cristo le reveló a Nicodemo que el que «no naciera de nuevo no vería el Reino de Dios». Sabemos que para [nacer de nuevo] se requiere, imprescindiblemente, que el potencial «hijo de Dios» crea en Jesucristo (Jn.3:4; 2 Co.5:17). Muchos judíos rechazaron abiertamente a Cristo, actitud negativa que los apartó del Reino de Dios: Nunca experimentaron el [nuevo nacimiento] por no haber creído en él: «A los suyo vino, y los suyos no le recibieron» (Jn.1:11).
«. . . el Reino de Dios sera quitado de vosotros . . . », por lo tanto, contiene a la generación de judíos con la que el Señor discutía, no pocas veces peligrosa y acaloradamente. Cristo les hace ver que este Reino, por no haberlo merecido, les sería entregado «a gente que produzca frutos de él». Lo que Cristo da a entender aquí, que el Reino sería entregado a cualquier generación que se haya vuelto a él; pero en esto, no cabe duda que Cristo se refiere a los judíos y no a personas foráneas o ajenas a la nación de Israel, que son los «goyms» o gentiles Aclaramos ya que Cristo fue absolutamente selectivo con su mensaje de salvación para los de la nación de Israel (Véase, sin faltar, Lc.1:67-80, por favor).
En su pregunta y auto contestación irónicamente retórica, Pablo explica con gran transparencia que Dios «no ha rechazado a su Pueblo Israel». Pablo se coloca en la punta mencionando que es [Israelita], [descendiente de Abraham, de la tribu de Benajmín]:
«Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera. Porque también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín» (Ro.11:1).
Si Dios ha rechazado a su Pueblo Israel, también ha rechazado a Pablo, a Pedro, a Juan, a Tomás, y al resto de los discípulos del Señor que fueron judíos. A rechazado a los [varones israelitas], a los [tres mil judíos] que se convirtieron al mensaje de Pedro (véase Hech. 2:22-41). Los discípulos de Cristo, judíos de nacimiento, a excepción de Lucas que fue griego, fueron parte de la Iglesia que se instituyó ''oficialmente'', por decirlo de ese modo, con la venida del espíritu santo en el año 33 después de Cristo, en el día del Pentecostés, como también los «tres mil varones israelitas» de los que hablamos un poco arriba. Dios [no ha reemplazado] a la nación de Israel por la Iglesia, ya que parte de Iglesia se encuentra conformada por judíos naturales que han creído en el Mesías Hombre que el Nuevo Testamento presenta. El «supersesionismo» es una gran farsa, una contradicción racista, totalmente antisemita. Dios no ha sustituido la Iglesia del Nuevo Testamento por el Testamento mosiaico para marginar a Israel a quien le fue dada la Ley. No hay nada razonable y cabal que sustente tal idea, que no deja de ser diabólica tan sólo.
Cristo por medio de su muerte ha hecho de judíos y gentiles un pueblo único. Cristo derribó el muro que separaba a ambos para hacer de ellos uno solo. Este muro o [barrera divisoria], es la Ley mosaica, pero tal vez representa alegóricamente el muro del templo que separaba el atrio de los gentiles del atrio de los judíos. Era ilícito para los gentiles traspasar esta barrera de división: había una advertencia de muerte para el que quebrantara el límite convenido. Judíos y gentiles fueron reconciliados con Dios mediante la cruz, en un solo cuerpo, que es la Iglesia, constituida por los que [estaban lejos], o sea, los gentiles, y por los que [estaban cerca], o sea, los judíos. «Ambos tienen entrada al Padre por un mismo espíritu»:
«Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca; porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre» (Ef.2:13-18).
El capítulo 11 a los Romanos, desde el 1 verso hasta el 36, está relacionado con la nación de Israel y su restauración. Los gentiles son las ramas silvestres que han sido injertadas en el Olivo de Dios; pero las ramas naturales, es decir, los judíos que han sido provocados a «celo» por el programa divino de salvación para los los gentiles (Ro.121:11), y que fueron antes desgajadas, volverán a ser injertadas en el árbol de Dios. Esto acontecerá en el momento en que Israel se aleje de todo designio maligno, principalmente, de su incredulidad. De ese modo podrán recibir en esta condición las bendiciones que Dios len ha prometido cuando el Reino de Dios sea cristalizado en la tierra. Por eso dice: «Y ellos también, si no permanecen en incredulidad, serán injertados; porque Dios es poderoso para injertalos de nuevo» (Ro.11:23).
«. . . y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad. Y este será mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados» (Ro.121:26-27).
Diremos, sin equivocarnos, que este «Todo Isreal» no pude ser la Iglesia de Cristo. Si no tomamos en cuenta con mucha seriedad los textos circunvecinos (Ro.11. 1-36), podríamos terminar creyendo una sarta de sandeces y mentiras fundadas en aire, polvo y postrera ruina, señores de la “Teoría del Reemplazo”. Para empezar, el término «Jacob» nunca ha estado relacionado con la Iglesia novotestamentaria. A Jacob, en el Antiguo Testamento, le fue conferido el nombre de «Israel» que significa «príncipe de Dios». La palabra [Israel] es utilizada regularmente para identificarla con la descendencia física de Jacob, y no con la Iglesia de Cristo. En Ro.11:1 Pablo asevera que el Pueblo judío, al que pertrenece, por ser de la tribu de Benjamín, [no ha sido rechazado por Dios]. Pablo dentro de los textos ya marcados hace una notable distinción entre las ramas silvestres, que son los gentiles creyentes que han sido injertados en el árbol de Dios; y las degajadas, las ramas naturales, que serán nuevamente injertadas en dicho árbol, y que son los israelitas que se hayan convertido al Señor. «Todo Israel» será salvo hasta que la «plenitud de los gentiles conlcuya», hasta que «el último de los gentiles de la tierra que debe convertirse, se haya convertido al Señor».
Cuando Pablo escribe que «Todo Israel» será salvo, no dice con esto que todos los judíos, sin excepción, [serán salvos]. No, el texto no dice esto. Pablo habla de un remanente que Dios ha levantado en el tiempo presente (Ro.11:5), y hace un paralelismo con el ejemplo de Elías, cuando éste se queja ante Dios en contra de Israel: «Señor, a tus profetas han dado muerte, y tus altares han derribado; y sólo yo he quedado, y procuran matarme?» (Ro.11:3). La respuesta, no se hace esperar, y Dios le hace saber que aparte de él, hay otros que le siguen, que le buscan, que le adoran en verdad . . . que no han doblado las rodillas ante el Baal idolátrico: «Pero ¿qué le dice la divina respuesta? Me he reservado siete mil hombres, que no han doblado la rodilla delante de Baal» (Ro.11:4).
Pablo viene a confirmar la veracidad de nuestro estudio al hacernos saber que «no todos los nacidos de Israel son de Israel, ni por ser descendientes de Abraham son todos hijos suyos, sino que en Isaac será llamada tu descendencia» (Ro. 9:7-8). Pablo determina con esto que «no son los hijos de la carne, es decir, los israelitas naturales, los que son hijos de Dios, sino más bien los hijos de la promesa son contados como descendencia, y que son hijos de Dios. «Todo Israel, por inferencia lógica, se establece como aquel Israel espirtual que ingresará, como parte de la Iglesia de Cristo (la otra fracción son los gentiles convertidos del mundo), al Reino de la Teocracia Universal prometido desde la antigüedad al patriarca Abraham.
Resumen muy breve: No pocos afirman que Israel ha sido marginado por Dios por siempre. Pablo invalida esta postura tan retorcida como escalera helicoidal al decir que Dios [no ha desechado a su Pueblo], y que en el tiempo actual, el presente, ha quedado un remenente escogido por la gracia divina, y no será hasta que haya entrado la [plenitud de los gentiles], en un futuro escatólogico, en que «Todo Israel será salvo» (Ro. 11: 25, 26).
Cuando Cristo regrese en Ira, en Poder, visible y en destellante Gloria, lo que hará primero es liberar a Israel de sus obstinados y crueles enemigos (para confirmar esto, véase por favor Zac.14:1-4; Jer. 30:7). El Antiguo Testamento nos muestra que la Casa de Israel y de Judá serán unidas, nuevamente; pero sus expectativas serán tremendamente incomparables en beneficios. Jamás volverán a existir entre ellas diferencias antagónicas que las hagan separarse otra vez (léase Is. 11:1-14; Ez.37:18-25).
Gracias, y que Dios me los bendiga siempre.
«Una rama silvestre que no se anda por las ramas».