Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)
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«…Horadaron mis manos y mis pies…» (Sal.22:16).
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En el presente estudio, sencillo por cierto, explicaremos la imposibilidad de la crucifixión en las palmas de la mano (sin ayuda de amarres). Para entender el estudio, revisemos a grandes rasgos la anatomía de la mano humana. La mano humana comprende una palma central o metacarpo que da salida a cinco dedos cuyos huesos se denominan falanges. La palma de la mano se une al antebrazo por medio de la muñeca o carpo. Además, la mano posee ligamentos y músculos que le dan una serie de movimientos que pueden ser muy burdos hasta exquisitamente finos. La muñeca tiene ocho huesos carpianos que se encuentran juntos (y son: el escafoides, el semilunar, el piramidal, el pisiforme, el trapecio, el trapezoide, el grande y el ganchoso). Esta conjunción de huesos está insertada con una parte del antebrazo, es decir, con la región distal del cúbito por medio de un ligamento denominado ligamento trasversal de la muñeca.
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Los huesos de la palma de la mano, los metacarpianos que son cinco, poseen una disposición longitudinal con los huesos del antebrazo. Son paralelos a la posición anatómica del ser humano cuando se encuentra erguido. En esta parte no existe ningún hueso trasversal. Es por eso que al horadar las manos con los clavos en la parte mencionada, el peso del individuo condenado desgarraría fácilmente el tejido de las manos y caería indefectiblemente al suelo. Para ser posible la crucifixión, habría que realizarla en las muñecas, exactamente en el espacio de Desdot, que se encuentra en cierta lugar de la conjunción de los huesos carpianos. En este punto, el nervio mediano es lastimado dando una sintomatología muy dolorosa. Los huesos en esta área de la mano son respetados por los clavos, sin llegar a fracturarse por el abordaje de éstos en el espacio de Desdot (contar puedo todos mis huesos, Sal.22:17). Este punto anatómico de la mano es bastante firme para sostener el cuerpo sin que los tejidos blandos sean desgarrados al colgar el cuerpo de la víctima en lo alto de las tablas de la cruz (un peso mayor de 80 kgs. desgarraría los tejidos delicados de las manos). Por mucho tiempo se ha creído (un cuadro del pintor renacentista italiano Rafael Sanzio muestra erradamente la perforación de las palmas de las manos del Hijo de Dios crucificado: La crucifixión Mond. 1502-1503) que la horadación de los condenados a muerte de cruz siempre fue hecha en las palmas de la manos (como se sabe los pies eran perforados además. Ver Luc.24:39). Esto es falso en realidad.
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Dios les bendiga hermanos y amigos que nos visitan siempre.
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«…Horadaron mis manos y mis pies…» (Sal.22:16).
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En el presente estudio, sencillo por cierto, explicaremos la imposibilidad de la crucifixión en las palmas de la mano (sin ayuda de amarres). Para entender el estudio, revisemos a grandes rasgos la anatomía de la mano humana. La mano humana comprende una palma central o metacarpo que da salida a cinco dedos cuyos huesos se denominan falanges. La palma de la mano se une al antebrazo por medio de la muñeca o carpo. Además, la mano posee ligamentos y músculos que le dan una serie de movimientos que pueden ser muy burdos hasta exquisitamente finos. La muñeca tiene ocho huesos carpianos que se encuentran juntos (y son: el escafoides, el semilunar, el piramidal, el pisiforme, el trapecio, el trapezoide, el grande y el ganchoso). Esta conjunción de huesos está insertada con una parte del antebrazo, es decir, con la región distal del cúbito por medio de un ligamento denominado ligamento trasversal de la muñeca.
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Los huesos de la palma de la mano, los metacarpianos que son cinco, poseen una disposición longitudinal con los huesos del antebrazo. Son paralelos a la posición anatómica del ser humano cuando se encuentra erguido. En esta parte no existe ningún hueso trasversal. Es por eso que al horadar las manos con los clavos en la parte mencionada, el peso del individuo condenado desgarraría fácilmente el tejido de las manos y caería indefectiblemente al suelo. Para ser posible la crucifixión, habría que realizarla en las muñecas, exactamente en el espacio de Desdot, que se encuentra en cierta lugar de la conjunción de los huesos carpianos. En este punto, el nervio mediano es lastimado dando una sintomatología muy dolorosa. Los huesos en esta área de la mano son respetados por los clavos, sin llegar a fracturarse por el abordaje de éstos en el espacio de Desdot (contar puedo todos mis huesos, Sal.22:17). Este punto anatómico de la mano es bastante firme para sostener el cuerpo sin que los tejidos blandos sean desgarrados al colgar el cuerpo de la víctima en lo alto de las tablas de la cruz (un peso mayor de 80 kgs. desgarraría los tejidos delicados de las manos). Por mucho tiempo se ha creído (un cuadro del pintor renacentista italiano Rafael Sanzio muestra erradamente la perforación de las palmas de las manos del Hijo de Dios crucificado: La crucifixión Mond. 1502-1503) que la horadación de los condenados a muerte de cruz siempre fue hecha en las palmas de la manos (como se sabe los pies eran perforados además. Ver Luc.24:39). Esto es falso en realidad.
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Dios les bendiga hermanos y amigos que nos visitan siempre.